El silencio no detiene la ocupación y el genocidio de Gaza
Conversación sobre la historia
Ricardo Robledo
Mi agradecimiento a la Cátedra Josep Fontana por su invitación a exponer la significación del blog Conversación sobre la historia durante estos casi siete años. Amplío ahora las ideas principales que expuse el 10 de diciembre de 2024 con algunos cambios, entre otros, el de no detenerme en esa fecha sino en la de mayo de este año. La historia ha cambiado bastante. [1]
Digamos de entrada que se trata de un esfuerzo colectivo[2] y del que apenas podré esbozar algunas de sus líneas. Seguramente lo impiden las cerca de 1.300 entradas[3] y la variedad de enfoques con los que se ha abordado el pasado y el presente de este sexenio indómito de 2018-2024 (indómito porque no sabemos exactamente hacia donde nos conduce o porque se resiste a calificarlo con un solo adjetivo). He optado por una fórmula narrativa que articulara las publicaciones del blog en torno a grandes temas; espero que esto haga más llevadera su lectura llena de enlaces. Las referencias bibliográficas no publicadas en el blog son la excepción.
Al echar la vista atrás me ha recordado otra experiencia en la que participé a fines de los años 80, que era infrecuente en la universidad española por su interdisciplinariedad y propensión al debate. Carente de burocracia y de poder académico para influir en la suerte de los tribunales, aquella organización, que hoy se denomina Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA), reunió las condiciones adecuadas para cuestionar paradigmas sin potenciar colegio invisible alguno.
Algo de aquel proyecto revive en lo que ha sido hasta ahora el blog. No tenemos capacidad de ofrecer sexenios, aunque se empieza a solicitar justificantes de haber participado en el blog para justificar tareas divulgativas.
El blog Conversación empezó a gestarse en junio de 2018 cuando algunos amigos empezamos a estar cancelados en una web de historia por traspasar esa línea invisible que separa el pasado del presente. La recomendación de evitar disputas políticas, como era de esperar, se aplicaba discrecionalmente, así que nos sentimos como “niños perdidos” en la red de Facebook. Luis Javier Pérez diseñó el blog que permitió canalizar proyectos e ideas desde el 20 de agosto de 2018.
El blog se acogió a la sombra de una cita de T.S. Eliot: Si uno puede realmente penetrar en la vida de otra época, está penetrando en la propia vida, cita socorrida, aunque no suele referenciarse la obra de donde procede: la Introducción a una selección de poemas de Ezra Pound publicada en 1935[4]. La frase/sentencia de Eliot nos recuerda a E. H. Carr o Marc Bloch cuando proponen la historia como un diálogo entre el pasado y el presente, porque la interpretación histórica es un proceso activo y dinámico: “El pasado como futuro” que da título a esta intervención. Esta perspectiva ha tenido un impacto significativo en la historiografía, promoviendo un enfoque más crítico y reflexivo hacia el estudio de la historia, algo a lo que también ayuda si incorporamos en la escena a Walter Benjamin. Recordemos su noción del “ángel de la historia” en el ensayo Sobre el concepto de la historia cuando evoca la idea de que el pasado está lleno de potenciales que no se han realizado. Uno de los primeros textos publicados en el blog, que sigue gozando de gran audiencia, fue precisamente Walter Benjamin. Sobre el concepto de historia (1940) de Raimundo Cuesta. El pasado no es la realidad histórica y no siempre se puede considerar concluso nos advierte Herman Paul. [5]

Sobre memoria, historia y derecho al olvido
Dada la volatilidad de las publicaciones digitales, sobrevivir después de más de siete años, es una buena noticia. La consolidación del proyecto se aprecia ya en la estadística del número de vistas y el impacto que tiene el blog fuera de España (un tercio de las vistas).[6] Como sucede con otros proyectos, no todo se sustancia en la cuenta de resultados. Conversación sobre la historia obtuvo en 2023 el Premio de Divulgación Manuel Pérez Ledesma que concede la Asociación de Historia Contemporánea (AHC). A su vez el blog, desde aquel año, convoca su propio premio con un jurado en el que participan dos miembros de la AHC. No hay muchos blogs/webs en los que se ofrezca una amplia panorámica de la actualidad, de la historia contemporánea y de los principales debates historiográficos que consultan académicos, profesores ilustrados y gente corriente
Esta consolidación ha permitido crear una comunidad cohesionada en torno al interés histórico e historiográfico. Si hablásemos en términos publicitarios, “Conversación sobre la historia” cuenta con el target ideal para lograr incidir en el colectivo disciplinar. Esto nos ha permitido ‘generar’ conocimiento desde varios puntos de vista.
Primero desde la oferta. No han sido pocos los colegas que se han acercado al blog para ofrecer artículos y aportaciones diversas. Creemos que el proyecto se ha sabido ganar el respeto de la profesión y ésta lo manifiesta con una suscripción y seguimiento relevantes, y con una predisposición a colaborar. La oferta también nace de publicaciones de revistas/webs afines o a veces de la prensa.
Luego, desde la demanda. El (re)nombre ganado nos ha permitido solicitar directamente la participación de especialistas cuando hemos detectado cuestiones relevantes… y las respuestas siempre han sido positivas. A manera de ejemplo de uno y otro caso, véase la noticia sobre el Congreso “Anatomía del franquismo” celebrado en Toulouse en marzo de 2024 o la difusión del manifiesto de los hispanistas franceses a raíz de la cobertura dada desde Le Figaro al revisionismo franquista.

La trayectoria del blog nos permite extendernos sobre un tercer aspecto potenciado por las redes sociales y las herramientas digitales en general. Gracias a la interacción entre individuos y grupos el blog se convierte en catalizador para la acción colectiva como se demuestra en la reivindicación de la memoria histórica, una seña de identidad del blog según figura en su línea editorial El ánimo y las ideas que nos mueven. Ahí compartimos las reflexiones del historiador francés Roger Chartier cuando sostiene que
la historia no es más que una de las relaciones que las sociedades tienen con el pasado y que “nunca puede olvidar los derechos de una memoria, que es una insurgencia contra la falsificación o la negación de lo que fue” [y, más aún, añadimos nosotros, siguiendo a W. Benjamin, de lo que pudo ser y no fue, de los proyectos frustrados]. Por ello, la memoria histórica es una lucha contra aquellas fuerzas poderosas que pretenden eliminar a las víctimas de la historia o minimizar su sufrimiento.
Porque, en efecto, esta reivindicación ha tenido que enfrentarse al derecho al olvido, que va en contra de las libertades como las de investigación, información y expresión, “que constituyen no solo derechos individuales, sino también valores preciosos para una democracia deliberativa, participativa y representativa”, según escribía en estas páginas el inolvidable Bartolomé Clavero. ¿Qué representa ante esto el derecho al olvido? “Su vinculación con la dictadura no solo es genética, sino también estructural. Su funcionamiento es subversivo de la democracia”.
Un discípulo de Clavero, el profesor Sebastián Martín, profundiza en las consecuencias de este hecho: fueron la monarquía y los herederos del franquismo los ganadores iniciales de la transición. La monarquía -postulada entonces como la mejor forma para incorporar a las izquierdas sin roturas- permitió la continuidad de las situaciones de poder socioeconómico debidas a la «Victoria», y excluir toda indagación en las circunstancias criminales que dieron fundación al régimen. “Y no hay que conjeturar demasiado para figurarse que el gran temor del bloque social en que se apoyaba la dirigencia franquista sería, en efecto, perder esas posiciones adquiridas y, todavía peor, que resultasen conocidas y difundidas las circunstancias que permitieron su adquisición”.

Los grandes perdedores, como advirtió en 2008 Josep Fontana, fueron quienes lucharon durante los años del franquismo no sólo por recuperar las libertades democráticas, que eso sí lo consiguieron, sino también por transformar la sociedad, siguiendo en la dinámica iniciada en 1931 e interrumpida en 1939. “Su larga lucha contra el franquismo fue la fuerza que obligó a cambiar las cosas, pero no se les tuvo en cuenta a la hora de firmar pactos. Tal vez conviniera, para salir del desencanto político en que la sociedad española en su conjunto está instalada, comenzar a recuperar algo de lo mucho a que se renunció de 1976 a 1978, comenzando por la tarea de reinventar una izquierda que hoy no existe”.
El resultado de este “Modelo de Impunidad Español”, sistematizado por Sergio Gálvez, nos enfrenta a la realidad -sostenida por el muro judicial- de la prevalencia del derecho al olvido frente al Derecho a la Justicia o la Reparación. Un derecho amparado, como expuso Rafael Escudero Alday, en la ilegitimidad de órganos como los consejos de guerra debida a los motivos de su actuación, su forma de actuar y los sujetos contra los que actuaron. Hace años que Francisco Espinosa denuncio en Callar al mensajero (2011) varios casos en los que el derecho la investigación y a la expresión se vieron cercenados, por motivos familiares o de otro tipo, por quienes apelaban al derecho al honor de los verdugos y de sus cómplices e inductores. Situación bochornosa que no ha dejado de repetirse cuando al derecho al olvido se suma el estado de desmemoria.
Es lo que ha dado pie a que el caso de Antonio Luis Baena Tocón, el alférez franquista que participó en el consejo de guerra que condenó a muerte –pena luego conmutada– al poeta Miguel Hernández se haya convertido en el “caso Ríos Carratalá” (Miguel Hernández y el derecho al olvido). Pese a cuatro sentencias en contra del demandante, el hijo José L. Baena, este es el momento en que no hay sentencia firme con el agravante de que el Profesor Ríos Carratalá haya sido insultado y difamado en las redes sociales por el demandante. Estamos ante un peligroso antecedente que ha lanzado un aviso claro a decenas de ciudadanos cuya actividad profesional se encuentra centrada en el esclarecimiento de nuestro pasado traumático: la impunidad del franquismo es intocable. Desde esta posición de privilegio se comprende la paradoja de que un nieto de Jaime del Burgo Torres, un nuevo intento de callar al mensajero, se querelle contra el historiador F. Mikelarena porque pone en conocimiento de toda la sociedad, en especial de las víctimas, un hecho que a su autor nunca le molestó, sino todo lo contrario. El mayor de los asesinatos colectivos registrado en Navarra, cuando Del Burgo era jefe de los Requetés, formaría “parte de la difícil asignatura de la historia”. En resumen, no se ha logrado asentar una jurisprudencia sólida que proteja en la actualidad a los historiadores.
La historia no es solo una ciencia, sino también «una forma de recordar» nos dijo Enzo Traverso en el discurso de la Universitat Autònoma de Barcelona. La gestión de la memoria es algo consustancial al poder. Y cualquier poder como razona Miguel A. del Arco tiene unas políticas de memoria, por inhibición o acción. Las democracias también. El ayuntamiento de Madrid decidió en octubre de 2020 retirar las placas de calles y estatuas de Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto. Un muy numeroso grupo de profesores de Historia Contemporánea en varias universidades españolas y extranjeras respaldó el informe técnico redactado por Eduardo González Calleja que dejaba claro dónde estaba en 1936 la democracia y dónde el retroceso de la memoria democrática que se la llevó por delante el citado ayuntamiento. El informe se ha convertido en una de las más visitadas del blog.

El cambio de coyuntura política en el verano de 2023 alentó en las comunidades gobernadas por el PP el combate contra la memoria “¿Qué ha ocurrido en el PP los últimos diez años para que sus jóvenes dirigentes, se dediquen a desdecirse de su propia trayectoria?” Se preguntaba el profesor Nicolás Sesma en Perder la memoria. Los profesores del área de Historia Contemporánea (Departamento de Historia) de la Universidad de Zaragoza solicitaron en el Manifiesto de septiembre de 2023 el mantenimiento en vigor de la Ley de memoria democrática de Aragón, aprobada por una amplia mayoría en las Cortes, y considerada un texto legal moderado y razonable. Sin éxito.
El caso de Castilla y León es singular pues al mismo tiempo que la Junta tramitaba la proposición de “ley de Concordia”, planteada por los grupos de PP y Vox, la Consejería de Cultura había declarado bien de interés cultural la “Pirámide de los italianos”, un mausoleo en honor de Mussolini y de los cadutti en la Guerra di Spagna al que se refirió Matteo Tomasoni. La declaración No hay concordia sin memoria fue firmada por numerosos investigadores y profesores de Castilla y León a la que se adhirieron profesores de toda España en abril de 2024. El blog Conversación destacó en un universo de silencio. De momento está paralizada la proposición de ley.
La magnitud de la deliberada y sistemática persecución de las mujeres es uno de los aspectos menos conocidos de la represión llevada a cabo por los partidarios del golpe militar del 17 y 18 de julio de 1936. El blog ha tratado esta cuestión en varias publicaciones: un estado de la cuestión a cargo de Lucio Martínez Pereda, el audiodocumental dedicado a la represión en Zufre (Huelva), la semblanza biográfica de María Domínguez Remón, alcaldesa de Gallur (Zaragoza), los trabajos de Mercedes Yusta y Javier Rodrigo sobre la dimensión de género de la lucha guerrillera antifranquista y la represión contra los apoyos sociales del maquis (este último, galardonado con el Premio Conversación sobre Historia 2024), y dos aproximaciones a lo sucedido en Castilla y León, un documento -el diario de la joven militante obrera Juana López Rodríguez durante los primeros días del golpe militar en la capital leonesa-, y un estudio de producción propia a cargo de Eduardo Martín en el que se reconstruye la trayectoria de Amparo Barayón, caso paradigmático de la represión en Zamora, y la controversia historiográfica –con intervenciones de Francisco Espinosa, Paul Preston, Helen Graham…)- suscitada por la investigación de Ramón Sender Barayón, que vino a cuestionar las narrativas sobre las que se sustentan los consensos locales en estas ciudades donde nunca pasa nada.
Como sugiere Paloma Aguilar, la pretensión por parte de algunas formaciones políticas de dejar sin presupuesto y cobertura legal las muchas exhumaciones aún pendientes no parece casar bien con esa idea de concordia que algunos se empeñan en agitar como bandera frente a la memoria, que, por cierto, siempre es plural y debe ser democrática e inclusiva.

Extremas derechas y fascismo[7]
«Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado». Con esta cita de Ingmar Bergman (1977) comenzaba el profesor X.R. Quintana en octubre de 2018 su artículo sobre el auge, peligro y normalización de la extrema derecha. Ya estaba claro que según todos los barómetros e informes internacionales sobre la salud de la democracia habíamos entrado a partir de 2008 en un “recesión democrática”- Larry Diamond (2015)-, una recesión que es global y multicausal, pues son muchos los problemas y peligros que acechaban a las democracias realmente existentes.
Publicado este artículo a las pocas semanas de la aparición del blog, pronto le sucedieron otros como el del historiador brasileño Arthur Lima de Avila. A partir de la pregunta del historiador Eric Forner (Who Owns History? New York, 2002), Arthur Lima de Avila critica la reconfiguración de la historia de la dictadura cívico-militar (1964-1985), como un “momento fundacional» de la democracia brasileña al abortar una “revolución comunista». El pasado también se muta cuando se exponen las bondades de la esclavitud africana/afrobrasileña o, en general, como nos advierten Paul Preston y Angel Viñas con la manipulación política de la historia. La (im)postura intelectual de extender el negacionismo es una manifestación más de la capacidad de autodestrucción de la democracia cuando accede al poder la ultraderecha. Solo la historia nos salvará, podríamos decir.
El fenómeno de las nuevas caras de la derecha (Traverso, 2021) demostró que el fascismo o sus sombras había dejado de ser un área de los estudios históricos para volver a ser una cuestión de la agenda contemporánea.
Un artículo interesante para evitar la homogeneización de experiencias distintas es el de Finchelstein Del fascismo al populismo en la historia. Entre ambas tendencias hay muchas afinidades electivas que no se materializan siempre en alianzas. El populismo moderno nació del fascismo. Así como la política de masas fascista llevó las luchas populares más allá de ciertas formas de populismo agrarias democráticas premodernas como la de los Narodnikis rusos o el People’s Party en Estados Unidos. La versión italiana o alemana del fascismo no es la plantilla para entender todos los demás movimientos.
El blog se ha hecho eco de esta problemática al abordar el caso de Vox que Joan M. Thomàs consideró la versión española del nacional-populismo, una corriente política encarnada en los partidos de extrema derecha que se están reproduciendo por toda Europa. Por su parte el profesor Lillo en la respuesta a Joan Maria Thomàs -que luego replicó en A vueltas con Vox– defendió que la estructura del fascismo era la misma aunque el contexto fuera diferente. Un debate criticado por el profesor Rodao por centrarse en las medidas y no en las expectativas e ilusiones despertadas según la orientación de R. Griffin.

En los últimos años, la polémica sobre la analogía fascista ha sido también acalorada de modo que no extrañe la pregunta Si todo es fascismo, ¿qué es el fascismo? (Udi Greenberg). En una avalancha de libros y ensayos, los académicos han debatido una y otra vez “si nos enfrentamos al renacimiento de la violenta ideología de Mussolini y Hitler o somos testigos de una bestia profundamente diferente para la que se necesita una nueva terminología”.
Las discrepancias son tantas que hay incluso más problemas con la denominación que con el análisis, en muchos aspectos concordante, como sugiere Edgar Straehle, El fascismo del siglo XXI no es o no será como el del siglo XX pero también se pueden ponderar las continuidades y las discontinuidades. Hace pocos meses hubo ocasión de demostrar cómo, a pesar del carácter heterogéneo de la ultraderecha, se recurre a símbolos unitarios del pasado. El hostigamiento y boicot contra un congreso de memoria LGTBIQ antifranquista en Valencia fue firmado el 19 de diciembre de 2024 con la pintada de esvásticas y la escritura de proclamas nazis o franquistas realizadas durante algunas presentaciones. Posiblemente la huella profunda en la memoria colectiva que dejó el fascismo de entreguerras, con su estética y simbología, ha favorecido la iconografía de los movimientos ultraderechistas: una forma de conectar con un pasado que consideran significativo, al mismo tiempo que desafían las narrativas democráticas actuales.
Hay dos autores que han aquilatado el significado del fascismo con el recurso de los prefijos. Umberto Eco se refirió al protofascismo (un núcleo que nunca muere del todo). Su charla de 1995, el fascismo eterno, concluía recordado las palabras de Franklin Roosevelt el 4 de noviembre de 1938: “Aventuro la desafiante declaración de que, si la democracia estadounidense deja de avanzar como fuerza viva, buscando día y noche por medios pacíficos mejorar la suerte de nuestros ciudadanos, el fascismo crecerá con fuerza en nuestra tierra”. E. Traverso propone caracterizar a los movimientos de ultraderecha como “posfascismos”: donde el prefijo “pos” no debe ser comprendido cronológicamente ni sugerir una filiación. Sería “el momento posutópico que define nuestra propia crisis de la experiencia en tiempos de un neoliberalismo que ha perdido legitimidad, pero no capacidad destructiva”. El fascismo nunca ha estado muerto, sentencia Luciano Canfora (2024).
Con la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016 fue inevitable preguntarse: ¿Es Trump un fascista? El historiador Robert Paxton había pedido contención a la hora de describir al líder del Partido Republicano con una etiqueta tan tóxica. En una entrevista en 2021, tras la invasión del Capitolio, eliminó “cualquier objeción” a la denominación. Ahora, con un segundo mandato, se reafirmaría en el calificativo fascista que Milanovic niega rotundamente. La historia comparativa ilumina una diferencia importante. El poder de Trump, sugiere Paxton, “da la impresión de que tiene una base social mucho más sólida que no tenían ni Hitler ni Mussolini” cuando llegaron al poder. Probablemente es más fértil este tipo de observaciones que encasillarse en una taxonomía .
Llama la atención que un tercio, o más, de las publicaciones del blog Conversación estén relacionadas con el fascismo, si incluimos las dedicadas específicamente al tema (Cuadro 1), las que se mueven en el entorno comparativo o las que simplemente hacen mención del término. Parece tan exagerado como para atribuirlo a cierta banalización. Pero en el siglo que va desde la I Guerra mundial (“el huevo de la serpiente”) hasta el regreso de Trump a la Casa Blanca se desarrolla un haz de acontecimientos traumáticos en torno al fascismo/ antifascismo que domina el paisaje durante el periodo de entreguerras o incluso durante la reconstrucción del orden mundial después de 1945. Y a diferencia de lo que creía Deutscher en 1949 (Trotsky, una biografía política, p. 457) sobre el fascismo como “contrarrevolución estéril” la historia ha demostrado su capacidad de adaptación y mimetismo.
Cuadro 1. Fascismo. Publicaciones > 5000 visitas (orden decreciente)
Alejandro Andreassi | Fascismo y organización del trabajo: capitalismo militarizado, esclavismo y exterminio. |
Javier Borox | Mussolini en la plaza de Loreto: macabro antifascismo de salón |
Marc Torres Nieto | El mito obrero del fascismo |
Despina Stratigakos | Hitler en casa: cómo la máquina de relaciones públicas nazi reinventó la imagen doméstica del Führer |
Maher Al-Charif | Los comunistas árabes y la lucha contra el fascismo y el nazismo (1935-1945) |
Soledad Bengoechea | Las mujeres alemanas en el III Reich |
Jim Wolfreys | El régimen pro-nazi de Vichy en Francia aún tiene defensores |
Javier Melero/Conversación | Encerrado con Mussolini |
Álvaro Castro | Ese “pánico imbécil”. Unas notas sobre «M. El hijo del siglo» |
Florentino Rodao | La inspiración fascista. La emoción en la política, en Asia y Europa |
Estaríamos ante un pasado que no pasa, con persistencias y mutaciones diversas, como revela la entrevista de Matteo Tomassoni y César Rina al historiador Francesco Filippi[8]. Justamente es el predominio de la ultraderecha el que hace emerger comportamientos silenciados: los que habían simpatizado con Hitler en Suecia simplemente se quedaron callados y siguieron con sus vidas como si nada hubiera pasado. Pero como demostraron las elecciones de 2018 y luego las de 2022, El sueño sueco era demasiado bueno para ser real. El auge del populismo de extrema derecha en nuestro continente no se entiende sin la gestión de la memoria histórica, más bien se debe a los tiempos amnésicos , gracias a los Mitläufer. “Si no afrontas las sombras de tu pasado, siempre va a volver”, nos dice Géraldine Schwartz. Cuando Giorgia Meloni pronunció su discurso de investidura de 2022 no se arrepintió de sus orígenes neofascistas, sino que los reivindicó (Canfora, El fascismo nunca ha muerto, 61). Añadamos cómo trayectorias que parecían impecables en el ámbito académico tenían unas ‘raíces pardas’ desveladas por Jose L. López-Barajas. La hegemonía, como señaló Gramsci no es simplemente coercitiva, en el sentido de extraer de la gente su consentimiento, sino que se gana el apoyo activo de la gente y, al hacerlo, hace que ésta se vuelva más activa.
En su último libro, Richard J. Evans (2024) explica el ascenso de Hitler porque ofreció una vía que permitió superar los sentimientos de inferioridad y pasar de la derrota y la humillación al renacimiento y la regeneración para crear una comunidad nacional unitaria y genuina. Parece recordarnos el enfoque de Griffin (que no cita en su libro) sobre las ilusiones que aglutinaba el fascismo y las ansias de renacimiento nacional. Pero, a renglón seguido, Evans distingue las capas sociales y generacionales, y, sobre todo, se aleja de una supuesta «dictadura consensuada». El régimen, inseguro en sus inicios en 1933, detuvo y encarceló a alrededor de 200.000 opositores en los campos de concentración recién creados (una cifra por cierto inferior a la población penitenciaria española en 1939/1940 que ascendía a 270.719 presos de los cuales 23.232 eran mujeres, según Casanova (2025: 182).
Merece la pena la lectura del artículo Adiós a todo aquello del historiador Dan Stone que emplea el concepto de “ausencia de paz” para referirse al periodo de consenso que comprende la Guerra Fría vinculado con un determinado tipo de memoria de la II Guerra Mundial. Este enfoque permite comprender mejor diversas continuidades que se dan como muertas en 1945. En segundo lugar, Stone llama la atención sobre el colapso del proyecto político de la socialdemocracia en el Oeste y del comunismo en el Este como fenómenos ligados a la muerte del antifascismo, de ahí la reaparición de ideas y valores que se creían extinguidas desde hace tiempo. El rescate del concepto de antifascismo -advierte Traverso– no es la panacea para un “proceso de fascistización” universal; más bien, debe adaptarse y mostrarse de acuerdo con la diversidad de contextos nacionales. De hecho, comunistas y socialdemócratas tardaron en caminar juntos y no sin dificultades…Menos dudas tuvieron Churchill o el economista Von Mises a la hora de aplaudir a Mussolini como afirma Andreassi, quien explora las diversas caras o consignas que tuvo el antifascismo. El antifascismo “se impuso como un ethos colectivo para todos aquellos que querían combatir las dictaduras de Mussolini, Hitler o Franco”, independientemente de sus filiaciones políticas. Margarita Ibáñez aborda en los apóstoles de la razón los distintos mecanismos represivos de los que se valieron las dictaduras de Italia, Portugal y España para conseguir el control político-social sobre el profesorado en las décadas centrales del pasado siglo. El franquismo fue, sin lugar a duda, el régimen que llegó más lejos en la limpieza política de la sociedad y de la enseñanza.
Un apunte de política económica para comprender el predicamento que ha tenido la idea (peligrosa) de austeridad. Clara E. Mattei (The Capital Order: How Economists Invented Austerity and Paved the Way to Fascism, 2022) demuestra lo que llevó a los liberales del establishment internacional y nacional a apoyar al gobierno de Mussolini, perdonarle los abusos políticos y ayudarle a liquidar la deuda de guerra y estabilizar la lira. En el contexto bien diferente de la República de Weimar las medidas de austeridad implementadas a principios de los años treinta, por el Canciller Heinrich Brüning, aumentaron -en opinión de Gregori Galofré– el sufrimiento social, agravaron los efectos de la Gran Depresión, la crisis social y financiera, y, en última instancia, contribuyeron a polarizar el electorado alemán. 1932 se convertiría en el año clave para la República de Weimar: la antesala de la barbarie.

Para finalizar este apartado no hay mejor colofón que el de la obra de Antonio Scurati, una novela documental, por su «estricta adhesión a los hechos históricos», que a lo largo de cinco volúmenes reconstruye el ascenso, gloria, miserias y caída de Benito Mussolini como ha resumido hace poco Jaume Claret. El resurgimiento del mito de Mussolini es explorado por Matteo Tomasoni como un símbolo polarizador que encarna tanto la crítica al autoritarismo como la nostalgia por el pasado, todo ello a partir del análisis de la serie televisiva “M.” Il Figlio del Secolo. Al inicio de la pandemia, el blog Conversación se hizo eco de una nota de Javier Melero (junto con un fragmento del primer volumen) que hacía justicia a la situación: Encerrado con Mussolini. Hasta ahora se han publicado unas reseñas/notas de los tres primeros volúmenes por Álvaro Castro: Mussolini fue el primero en comprender en la emergente sociedad de masas, la eficacia de “explotar el rencor para la lucha política”. El hombre de la Providencia (2021) arranca en 1925 bajo la sombra del asesinato de Matteotti cuando la hegemonía del proyecto fascista parece posible. Los últimos días de Europa (2023) está dedicado a la política exterior: las relaciones entre Italia, Alemania y las democracias europeas, con especial atención a las relaciones concretas entre el Duce y Hitler, la política imperial del régimen fascista y la adopción de políticas raciales emulando al anti-semitismo nazi. La desmitificación con toda crudeza de la obra de Mussolini es el núcleo del volumen 4 (2024). La hora del destino (2024). La obra termina con La fine e il principio, publicada a principios de abril de 2025.
“Yo soy una fuerza del pasado” es la cita de Pasolini que inaugura la obra. En efecto, la obra de Scurati ayuda a entender cómo se resignifica el pasado en una sociedad que tiene que hacer frente a las secuelas del fascismo. El autor, que no oculta sus ideas políticas, ha tenido que sufrir sus consecuencias a la hora de difundir su obra en la Italia de Meloni.
Todos los capítulos vienen precedidos de una selección impresionante de citas de prensa o de documentación. Escojo la de Rinaldo Rigola, un dirigente socialista en marzo de 1921:
No hemos sido capaces de lograr nada. Después de la guerra de los capitalistas, también nosotros hemos librado nuestra guerra, pero nuestra guerra es una guerra de débiles. Hoy nos encontramos con la contrarrevolución sin haber hecho la revolución (p. 345).

Comunismos y revolución
Al igual que el huevo de la serpiente se engendró en la Gran Guerra, lo impulsó la revolución rusa, un proceso del que surgieron los partidos comunistas cuyas líneas de acción, adaptadas a contextos diferentes, la Comintern trató de coordinar. Traverso estableció cuatro formas de comunismo que, sin oponerse necesariamente unas a las otras, guardan interrelación: comunismo como revolución, como régimen, como anticolonialismo y como variante de la socialdemocracia. Quizás un ejemplo representativo de esta complejidad sea el de la revolución alemana de 1918, con la consiguiente escisión de la socialdemocracia. El fracaso, como señal de la revolución mundial, favorecería la opción del régimen soviético (socialismo en un solo país).
Como otros movimientos sociales de la época, la revolución alemana de noviembre de 1918 no se comprende sin el impacto de la Revolución rusa y el de la Gran Guerra: “fue un subproducto del colapso militar”, confesó Haffner (Historia de un alemán. Memorias 1914-1933, 2009 p. 37). La movilización social, las ocupaciones de los cuarteles, la presencia en las calles y los centros de trabajo de las organizaciones obreras no significa que el Estado se hubiera hundido, explica Jose Luis Martín Ramos en la primera de las tres entradas dedicadas a Revolución y reforma en Europa, 1918-1939. Sin embargo, el Estado no se había hundido, sólo el régimen imperial que ya nadie quiso defender mientras que “el nuevo poder, en el que Ebert y el SPD tenían la principal iniciativa, confirmaba su autoridad a un ritmo muy acelerado, nada que ver con la fragilidad e inestabilidad de los gobiernos provisionales en Rusia”. El cambio político e institucional desde arriba, para conseguir el armisticio y la continuidad del Reich, fue desbordado desde abajo aunque con el lastre de la división.
La fulgurante promesa de la República Libre de Baviera, tal como fue proclamada aquella república de soñadores, apenas duró cuatro meses y dejó a su paso “un reguero sangriento de incomprensión y venganza y, además, sirvió en cierto modo de fermento para la llegada del nacionalsocialismo alemán” (Reseña de Mario Colleoni). Entre los detractores más fervorosos, Oswald Spengler sentenció: “La revolución alemana sigue la evolución típica: lenta deconstrucción del orden existente, caída de ese orden, radicalismo salvaje, involución”. En lo de “involución” no estaría en desacuerdo Rosa Luxemburgo. El día anterior de su asesinato el 15 de enero, a cargo de paramilitares de un gobierno sostenido por el SPD, había publicado en la prensa del KPD su último artículo “El orden reina en Berlín”, recordando en un rápido resumen histórico que toda revolución se prepara con una cadena de derrotas. No tuvo éxito en la vida, pero, como escribe Miguel Casado, su nombre no se ha borrado de los jóvenes cuando han postulado una revolución.
El episodio de Rosa Luxemburgo, un personaje con otras facetas que este blog ha explorado en varias publicaciones, ha inspirado uno de los debates recurrentes sobre la socialdemocracia y sobre sus límites o potencialidades. La derivada inevitable ha sido que en este debate se incluya como contrincante o aliado al partido comunista que tuvo su bautismo en las movilizaciones sociales de la primera posguerra mundial.

En efecto, la revolución alemana tuvo una consecuencia que la trascendió; al producirse, Lenin activó el proyecto de constituir una nueva internacional, la Tercera. (Revolución y reforma en Europa.1918-1939 .II). Una activación que ya no tuvo como razón y referente la guerra mundial, sino la revolución mundial: el hecho de la continuación de la movilización revolucionaria iniciada en el Imperio Ruso en 1917 que se difundía por Europa entre 1918 y 1919.
Pero la revolución húngara, derrotada al iniciarse el mes de agosto de 1919, fue el último movimiento insurreccional revolucionario del siglo XX en Europa, una percepción que no podían prever los europeos del momento ni, desde luego, los promotores de la Internacional Comunista. Entre otros factores la realidad de la Guerra civil en Rusia, que no fue sino «una guerra mundial condensada», se encargó de demostrar la necesidad de una larga etapa de transición en la que no faltaron intentos de reconstruir la unidad del movimiento obrero. El objetivo era recuperar los principios del socialismo y del internacionalismo, obviamente vulnerados en 1914. según analiza Jose Luis Martín en su tercera entrega Reconstrucción y refundación de la socialdemocracia entre dos guerras.
Quienes destacaron como “reconstructores” para no romper definitivamente con los partidos de la Segunda Internacional fueron Adler y Bauer, la Unión de Viena. Bauer apostará por una «vía austriaca al socialismo», desarrollada como una teoría de la revolución lenta, política y social, en la que, a diferencia de la socialdemocracia alemana, no excluía el recurso a la «violencia defensiva» frente a la contrarrevolución burguesa. Si se quiere comprobar la evolución y viabilidad de esta corriente habrá que tener en cuenta análisis como el Jaime Pastor en su Retorno crítico al austromarxismo. Los más izquierdistas de los austromarxistas, alrededor de Max Adler, apostaron por los consejos obreros que se habían desarrollado entre 1918 y 1919 en el centro de Europa, sobre todo en Viena y en Italia. Veían en ellos el origen de una nueva democracia obrera. Estas particularidades ideológicas iban de la mano de una presencia del partido sin parangón en la Europa de la época. En los años veinte, casi uno de cada seis austríacos estaba en una asociación vinculada con el SDAP. En 1929, contaba con casi 720.000. La «Viena roja» quedará siempre como el laboratorio de referencia de la «tercera vía» ensayada por el austromarxismo. Un pensamiento marxista propio, basado en un programa de investigación abierto, que permitió desarrollar un proyecto político y estratégico innovador.
Toda revolución está atravesada de múltiples maneras por una dimensión de pasado. Aunque se caracterice por su rupturismo – Edgar Straehle en Memoria de la revolución–no es incompatible con que pueda encuadrarse en una tradición alternativa. La relación tradición y revolución es una relación tensa, conflictiva y seguramente nunca resoluble del todo. ¿Qué tradiciones nos interesan? La contestación de Straehle apelando a Ernst Bloch es repensar el pasado como impuso y esperanza de la revolución.

Superar el comunismo implica elaborar su historia, confiesa Traverso: “La experiencia comunista se agotó hace muchas décadas y no es necesario defenderla, idealizarla ni demonizarla”. Debemos comprenderla críticamente en su integridad, como una totalidad dialéctica definida por sus tensiones y contradicciones internas. Luis F. Medina Sierra en Socialismo e historia aconsejó superar los personalismos para estudiar la historia del comunismo más a allá de Marx y Engels y los actos de Lenin, Stalin o Mao.
Entre los partidos comunistas más influyentes sobresalen los de Alemania (KPD) y de Italia (PCI). El KPD, fundado en 1918/19, creció y se convirtió en el mayor partido comunista fuera de la Unión Soviética hasta que fue aplastado en 1933. Mario Kessler atribuyó la tendencia a la radicalización del partido por su “bolchevización” frente a los socialistas convertidos en “fascistas sociales”. Una táctica no muy afortunada mientras los nazis sacaban provecho del malestar causado por las políticas de austeridad de Heinrich Brüning. El caso italiano serviría de contrapunto al de Alemania: un “comunismo diferente”, abierto según Manuel Vázquez Montalbán a la reflexión gramsciana -hecha casi siempre desde la experiencia del sufrimiento, nunca desde el poder- hasta que el otro comunismo también desapareció. (Ariadna Dacil Lanza) Si Togliatti pudo impulsar la política de Frente Popular en la década de 1930 y Berlinguer el «compromiso histórico» y la construcción de un socialismo de tipo democrático alejado de la URSS, no fue posible encontrar un nuevo giro tras la caída del muro de Berlin: «la caída del Este, que debía haber constituido una oportunidad para nosotros, ha sido el tornasol sobre el cual ha quedado en evidencia la debilidad de las izquierdas históricas» en palabras de Rossana Rossanda (Il Manifesto).
Esa caída del comunismo que dominaba Europa del Este es explorada en la entrevista a Agustín Cosovschi y José Luis Aguilar López-Barajas que invitan al lector a descubrir continuidades y discontinuidades en las tradiciones socialistas y comunistas de Europa del Este, al tiempo que incorporan clivajes asociados a la clase, a la nación y a la estatalidad. Merece la pena abordar temas como la cuestión judía y el mito del “judeo bolchevique”, el influjo del Gran Terror de Stalin en el debilitamiento de los partidos comunistas o la “Autosovietizacion” (el guion se escribió en Moscú, pero lo interpretaron los actores locales).
Nada más nacer los partidos comunistas hacia 1920 se engendró el anticomunismo como elemento vertebrador del pensamiento contrainsurgente. Las ‘pruebas’ sobre la “subversión comunista”, la detención de Gramsci y de los demás dirigentes en 1926 cerraron el proceso para mantener el timón del fascismo, afirma Luciano Canfora. El fervor anticomunista revivió en el mundo bipolar de la Guerra fría. Como escribe J. Claret al reseñar el libro de Enric Juliana (Aquí no hemos venido a estudiar), disminuyó entonces la capacidad de maniobra de los aliados comunistas sometidos a los intereses soviéticos y se convirtió el anticomunismo en cohesionador occidental. Este papel aglutinante llegará con la ayuda de la CIA hasta la Escuela de Frankfurt como sugiere el provocativo ensayo del filósofo Gabriel Rockhill acerca de la derrota liberal. En fin, un siglo después de que Rosa Luxemburgo proclamara “Socialismo o barbarie” (1916) la consigna de la ultraderecha madrileña lo ha mutado en “Comunismo o libertad”…

A dónde va el capitalismo. Adaptación y lastres
Capitalismo, un término bajo sospecha por su carácter peyorativo, marxista o no, tendió a ser postergado por el de crecimiento económico moderno, sobre todo después de la caída del muro de Berlín. No había sido así al inicio de los años 40 cuando Schumpeter publicó Capitalismo, socialismo y democracia (1942) o Polany La gran transformación (1944).
Con ocasión de la crisis de 2008 se recuperó la denominación de capitalismo como puede apreciarse en la recopilación bibliográfica efectuada por Joaquín Estefanía en 2020 y mucho más explícitamente en el libro de Milanovic Capitalismo, nada más, pues en efecto se ha convertido en el único sistema económico bien sea en la variante meritocrático liberal o en la versión política o autoritaria. Marx y Engels ya anticiparon en El manifiesto comunista que la burguesía “obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o a perecer”.
A dónde va el capitalismo (el mismo título que el libro publicado por el economista Tsuru en 1960) fue un serie inaugurada por Stiglitz con El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia . El premio Nobel concluía con una sentencia reconfortante para los historiadores, hoy mucho más necesaria que hace seis años:
La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia.
“El capitalismo tal como lo conocemos se ha acabado” escribió Nafeez Ahmed poco después. Según el informe científico de un equipo de biofísicos finlandeses estamos avanzando hacia un territorio nuevo, impredecible y sin precedentes en el que no hay respuestas para la economía convencional.
Esta visión holística de la crisis vino acompañada después de 2008 por el ascenso imparable de las grandes tecnológicas cuya lógica de capitalismo rentista ha desarrollado Varoufakis. La crisis financiera tuvo otras consecuencias como sembrar las semillas del nuevo anticapitalismo. Gracias a la transformación tecnológica y social –el iPhone se lanzó en 2007- la nueva modalidad de negocios está basada en pagos opacos y mercados asimétricos y duales. La oposición al neoliberalismo que surgió originariamente de la izquierda había sido adoptada –quizás hasta de manera más vigorosa y rencorosa- por la derecha populista según el profesor de Princeton Harold James.

¿Qué debe hacer la Izquierda ante la crisis del neoliberalismo? Aunque resulte extraño considero pertinente recordar el consejo de Milton Friedman, el padrino intelectual de este movimiento: «solo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable». Que la izquierda, en ese momento, fuera incapaz de ofrecer explicaciones definidas o soluciones viables para los problemas que enfrentaba el orden socialdemócrata facilitó el triunfo del neoliberalismo. El mundo que nos rodea no ha hecho más que ratificar el análisis…
Los artículos de la serie A dónde va el capitalismo se publicaron de noviembre de 2019 a fines de marzo de 2020 cuando la aparición del Covid19 revolucionó aún más un mundo en crisis. Cinco años después de su incidencia los artículos de Guillermo Castán y Santiago M. López han recogido los análisis de la epidemia y los discursos de los “fogoneros del pánico” que intentaron aprovechar la crisis para desestabilizar al Gobierno. Al hilo de la actualidad -toda la historia es historia del presente- se fueron improvisando nuevas series de artículos: Coronavirus que duró hasta el mes de junio, igual que Ecohistoria o Pasajes hacia la incertidumbre. En realidad, era muy difícil que el análisis de la pandemia o del capitalismo se encerrara en compartimentos estancos como ilustra el coronavirus y la insoportable levedad del capitalismo una excelente crónica de Eva Illouz en defensa del interés público y del Estado, única entidad capaz de manejar este tipo de crisis de gran escala. Como ejemplos en sentido contrario la política sanitaria de Trump con la mayor cifra de infectados en todo el mundo o Netanyahu llevando a cabo de facto un golpe político, despojando al Parlamento de su función de freno y contrapeso del poder.
Por otra parte el enfoque ambiental de Ecohistoria, que había dedicado sus primeros artículos a temas ajenos a la epidemia, giró hacia el centro de interés prioritario explorando en La agroecología en tiempos del Covid-19 los vínculos entre la forma que se practica la agricultura industrial y los daños para la salud. “Solo la biodiversidad nos salvará de la pandemia” es el pronóstico de Robert Wallace, presentado por Enric Tello. La peligrosa conexión entre agroindustria y la expansión de la frontera agroganadera mundial a expensas de ecosistemas altamente biodiversos pone en serio riesgo la salud de toda la población del planeta.
A nuevas realidades, nuevos conceptos como el de Antropoceno, la potencia que la actividad humana ha adquirido hasta convertirse en una fuerza ambiental destructiva de escala geológica. Hay quien discute si hay motivos para declarar al Antropoceno como una nueva época geológica. Y otros pretenden sustituirlo por Capitaloceno para no descargar en abstracto sobre la actividad humana, sino sobre su organización capitalista que ha desarrollado las externalidades ambientales más notables de la historia del planeta.
El año 2020 habríamos vivido, según Adam Tooze, la primera crisis económica del antropoceno: una sorprendente demostración del poder colectivo que tenemos para detener la economía y también un impactante recordatorio de que nuestro control de la naturaleza, sobre la que descansa la vida moderna, es más frágil de lo que nos gustaría pensar. Se trató de una “conmoción biológica” que puso en evidencia la desproporción entre la magnitud de la crisis y la magnitud de los medios utilizados para resolverla: decenas de billones de daños, y solo decenas de miles de millones destinados a las vacunas (Tooze, El apagón, 2021 p. 328).

La historia ambientalista es un enfoque que permite unir la economía ecológica y la ecología política, desde El “año de los tiros” en Rio Tinto, -una protesta contra la explotación a cielo abierto que se saldó con decenas de muertes en 1888- al Atlas de Justicia ambiental, iniciado en 2014, que recoge un número de conflictos socioambientales aún incuantificable, pero que suma decenas de miles alrededor del mundo. Joan Martinez Alier, que obtuvo el Premio Balzan, ha alentado un movimiento mundial de justicia ambiental confiando que sea el resultado de la conciencia de agravios y reclamaciones locales – a veces con resultados tan sangrientos como el caso de Berta Cáceres-
Además del cambio/desastre climático, el otro lastre del capitalismo es la desigualdad social, un tema relegado en la agenda de investigación de los economistas hasta iniciada la presente centuria. En parte, como escribe José Antonio Alonso uno de los mejores expertos, ello era debido a la ausencia significativa de datos de calidad; y, en parte también, a la engañosa idea -auspiciada por los neoliberales- de que la desigualdad era funcional al progreso, al retribuir el mérito y el esfuerzo. Pero la desigualdad, “cuando alcanza niveles elevados, rompe los vínculos de confianza social, daña la legitimidad de las instituciones, dificulta la gobernabilidad y penaliza el crecimiento”.
Llegar a estas conclusiones ha necesitado de miradas frescas y críticas que no vamos a enumerar ahora. Podemos destacar a Milanovic que ha explorado caminos distintos a los de los “economistas serios” (como era reconocido cuando trabajaba para el Banco Mundial) . Por una parte elaborando datos de calidad sobre fuentes nuevas -Encuestas a los hogares- y por otra incorporando la sensibilidad histórica para descubrir, por ejemplo, que el movimiento Black Lives Matter (BLM), al rescatar la historia completa del colonialismo y la opresión negra ha obligado a mirar hacia cosas que pensábamos que estaban olvidadas y “resueltas”: las ideologías más poderosas son aquellas que defendemos sin darnos cuenta. Milanovic, exponente claro de compromiso intelectual como demuestra el Stone Center’s Curated Library of Research on Racial Inequality [9]–
El movimiento BLM -que tiene otras vertientes (acciones contra monumentos o contra el encubrimiento del pasado esclavista) sobre las que no podemos extendernos ahora- puso en evidencia el vínculo entre la discriminación racial y la desigualdad social en los Estados Unidos, un movimiento que había nacido en 2013 en las redes sociales como consecuencia de un caso de violencia impune contra un joven negro. El video de la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco el 25 de mayo de 2020 extendió el movimiento más allá de las fronteras de Estados Unidos. Los ataques policiales contra los negros forman parte de una tradición del linchamiento sólidamente arraigada escribía Susan Neiman –Learning from the Germans: Race and the Memory of Evil 2019– quien nos recordaba que después de la Primera Guerra Mundial, Woodrow Wilson abogó a favor de los derechos de las minorías europeas, pero en su propio país calificó al Ku Klux Klan de “defensores de la nación aria”.
Cuestión nuclear en el tema de la desigualdad es la de su relación con la democracia política a la que aspiraba el cartismo que, según Malcolm Chase, proporcionó las herramientas intelectuales con las que los sindicalistas pensaron más allá de los parámetros de sus propios intereses inmediatos. Como es sabido, la Carta del Pueblo (1838) priorizaba la representación política de la gente corriente (“no tienes patrimonio porque no estás representado”). La aspiración de millones de peticiones fue menospreciada por los diputados y no sería realidad hasta 1918, pues como pensaba Lord John Russell (o Cánovas del Castillo en 1888) habría supuesto la destrucción de las bases de la sociedad. Cien años después de la concesión del sufragio universal menos del 1 % de la población de Inglaterra posee aún más de la mitad del patrimonio del país. Y como demuestra Thomas Piketty la extrema concentración del capital que se produjo entre 1970 y 2010 confirma el abandono intencionado del igualitarismo de posguerra. Para el autor de El capital en el siglo XXI la desigualdad económica es fruto de ideologías y decisiones políticas. La Carta del pueblo había sido sustituida por la Carta de los oligarcas.

La importancia de la variable política en el discurso económico se percibe en la entrevista a Jeffrey Winters dedicado a analizar el poder de la riqueza y cómo se transforma en influencia política: “Durante los últimos 250 años los oligarcas han usado su poder para asegurarse de que la democracia no haga la sociedad más igualitaria en términos económicos. Y parece que lo han conseguido porque las leyes ya han sido redactadas por las mismas democracias para favorecer la capacidad de los oligarcas de usar el poder de su riqueza.
Esta visión nada complaciente sobre la democracia política en el capitalismo se agranda si reparamos en las consecuencias sociales de la inequidad económica. El capitalismo, que durante dos siglos sacó a innumerables personas de la pobreza, está destruyendo ahora las vidas de los trabajadores de Estados Unidos.: “La guerra contra la pobreza se ha convertido en una guerra contra los pobres”, declara el premio Nobel Angus Deaton, otro opositor al escrutinio de la ortodoxia imperante,
Este autor y su mujer Anne Case, una economista igualmente reputada que acuñó el término “muertes por desesperación”, demuestran en Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo que la esperanza de vida en los Estados Unidos cayó durante tres años consecutivos, un retroceso que no se veía desde 1918 (algo que ocurrió en la URSS también en los años 1980-1990). Las muertes por desesperación (por abuso de alcohol, opiáceos y suicidios), explican su abrumador aumento y arrojan luz sobre las fuerzas sociales y económicas que están haciendo la vida más difícil a la clase trabajadora.
Dos aspectos con los que quiero cerrar este apartado dirigen en primer lugar nuestra atención a un análisis del largo plazo efectuado por Joana Maria Pujadas-Mora y Gabriel Brea-Martínez. A diferencia del papel hegemónico de la nobleza en el pasado, en períodos más recientes, la contribución negativa del empobrecimiento de los trabajadores poco cualificados ha sido un factor crucial en la generación de desigualdad. Estos hallazgos sugieren que es precisamente en momentos de transformación económica y social cuando las disparidades pueden ejercer un impacto más profundo.
El otro aspecto se refiere a cómo las identidades políticas en torno a la desigualdad de la tierra influyen en las opciones políticas largo tiempo después. Ignacio Sánchez-Cuenca y Jordi Domenech afirman que esto permite entender la hegemonía que tuvo la izquierda en Andalucía y Extremadura a partir de los años 80. En la réplica, Antonio Herrera rebaja la relevancia de la desigualdad de la tierra de 1930 en el apoyo a la izquierda medio siglo después. Sin embargo, Sánchez-Cuenca y Domenech respondieron que la desigualdad de la tierra en el siglo XIX sigue siendo estadísticamente significativa en el voto, aunque no sea el principal determinante en la época democrática. Relaciones similares entre la desigualdad de la tierra en Italia en los años treinta y en Portugal en los cincuenta corroborarían esta perspectiva.

Notas
[1] La charla puede seguirse en https://www.youtube.com/watch?v=limgPeLqOnQ, Otro cambio es el reducido espacio dedicado al Covid 19 al haberse publicado los trabajos de Guillermo Castán y Santiago M. López mientras se incorporan otros como el dedicado a los comunismos. En la segunda parte del artículo se incluirán los temas Visiones de la democracia, Intelectuales y Las guerras (Ucrania, Gaza). La tercera parte está prevista dedicarla a la Segunda República, Franquismo, Transición, Historiografía….
[2] El Consejo de Redacción del blog Conversación está formado por Luis Castro, Jaume Claret, Margarta Ibáñez Tarín, Mariano López de Miguel, Eduardo Martín González, Luis Javier Pérez y Edgar Straehle a quienes agradezco sus observaciones.
[3] Conversación sobre la historia llegó al centenar de publicaciones a fines de mayo de 2019 cuando aún se llamaba De Re Historiographica y no llegaba al año de vida. En la pandemia, principios de 2021, alcanzó las 500 publicaciones y en abril de 2023 el millar.
[4] Ezra Pound, Selected Poems edited with an introduction by T.S. Eliot. The Faber Library nº 17. Hardbound – 1935. Para el contexto ha resultado de gran utilidad Andrés Claros, La Poética Modernista de la Historia (Eliot, Pound, Joyce). 2007. Academia.
[5] Herman Paul, La llamada del pasado, IFC 2016, pp. 63-65.
[6] Mas de 3 millones de vistas aproximadamente desde 2020 y 4.525 suscriptores.
[7] Extrema derecha y fascismo en España y en Europa: elementos para un debate de Eduardo González Calleja (2001) sigue siendo una referencia fundamental con preguntas que no han perdido vigencia. Steven Forti (Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, Siglo XXI, Madrid, 2021) se preguntaba en la lucha por la hegemonía en la extrema derecha italiana si los neofascistas de Meloni podían convertirse en la clase dirigente de Italia…
[8] Con-Ciencia Social, 7, 2024, pp. 87-124. La comparación de las nuevas narrativas con el contexto originario del fascismo, en Maximiliano, Javier Rodrigo Ellos, los fascistas. La banalización del fascismo y la crisis de la democracia – 2022. Véase también, Chris Hedges Cómo llegó el fascismo (2025).
[9] The Stone Center’s Curated Library of Research on Racial Inequality grew out of the Black Lives Matter movement and the widespread protests in the summer of 2020. (See the note on our response at the time below). We’ve continued to add to the library, which includes a selection of Videos from our 2020 Conference on Coalitional Democracy and Inequality by the Numbers workshop, as well as other events; News and Commentary such as Scholar Interviews, Scholars’ Blog Posts, and Research Spotlights; and the growing list of academic research from our community of scholars.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Eclipse de sol (fragmento), óleo sobre lienzo del año 1926 de George Grosz (Museo de Arte Heckscher en Huntington, Nueva York)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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