Inicio Diálogos El régimen pro-nazi de Vichy en Francia aún tiene defensores

El régimen pro-nazi de Vichy en Francia aún tiene defensores

0

 

Entrevista de Daniel Finn

La vida política francesa todavía lleva la marca de la brecha abierta durante el verano de 1940. Después de que el ejército francés sufrió una derrota importante contra Alemania, el parlamento decidió dejar el poder en manos de Philippe Pétain, condecorado héroe de guerra.

Pétain firmó un tratado con Hitler y cedió la zona norte de Francia a los alemanes. Montó su propio régimen en la ciudad de Vichy, que se convirtió en un símbolo de la colaboración en toda Europa. Las autoridades de Vichy organizaron la deportación de los judíos y los enviaron a los campos de exterminio.

Mientras tanto, Charles De Gaulle, militar francés renegado, se refugió en Londres y prometió resistir. Dentro de Francia, empezaron a organizarse grupos de resistencia que lucharon contra la Alemania nazi y sus colaboradores.

Desde que los Aliados liberaron Francia en 1944, las experiencias de la ocupación y de la resistencia no dejan de suscitar furibundos debates.

Jim Wolfreys enseña Política francesa en el King’s College de Londres. Es autor de Republic of Islamophobia: The Rise of Respectable Racism in France.

A continuación transcribimos una versión abreviada de la conversación que mantuvimos con él en nuestro podcastLong ReadsAquí se puede escuchar el episodio completo.

Petain pasa revista a guardia de honor en el Pabellón Savinge de Vichy, 27 de abril de 1942 (foto: archivo de La Vanguardia)
DF:

¿Cómo explicar la rápida capitulación de Francia frente a la Alemania nazi ocurrida durante el verano de 1940? ¿Estuvo determinado exclusivamente por factores militares o el espíritu derrotista reinante en la clase dominante tenía otras causas?

JW:

La derrota de Francia duró seis semanas. Se suponía que el país tenía el mejor ejército de Europa, por lo que su caída tuvo consecuencias importantes. La línea de Pétain después de la derrota era que todo había sido culpa del Frente Popular. Argumentaba que Francia había entrado en un período de decadencia y que los defectos a nivel militar eran básicamente un reflejo de las debilidades políticas heredadas de los años 1930.

Era un argumento muy importante, pues si se demostraba que la derrota era un síntoma de otra cosa, se hacía más fácil digerir el armisticio y las políticas colaboracionistas del régimen de Vichy. Supuestamente, la Tercera República había creado una situación que llevaba a la derrota. Por lo tanto, lo imperioso no era oponerse a la fuerza invasora, sino aplicar una serie de medidas radicales que apuntalaran la renovación nacional.

Por su parte, Charles de Gaulle sostenía que la raíz del fracaso estaba en la derrota militar. Argumentaba que había sido una cuestión de táctica y que el mando del ejército francés había sido tomado por sorpresa. Hasta cierto punto es cierto, aunque los estudios posteriores demostraron que Francia no estaba peor preparada que Gran Bretaña. Evidentemente, la estrategia militar de Alemania era superior —divisiones móviles, tanques y aviación—, pero el reclutamiento en Francia fue realmente masivo.

La lucha de Francia representó un conflicto real y el ejército no colapsó inmediatamente. Es verdad que hubo errores en la estrategia de defensa, pero es inverosímil pensar que la decadencia o la polarización política fueron las causas del fracaso.

La verdadera capitulación se produjo después de la derrota, cuando las élites francesas acordaron con Vichy, en primer lugar, el armisticio, y después todo el proceso de colaboración, que puso en marcha la lógica de una complicidad cada vez más importante con los invasores.

Petain y Hitler
DF:

¿Hasta qué punto el régimen de Vichy posterior a la rendición francesa fue un producto «local»? ¿Qué relación tiene con el amplio espectro de Estados autoritarios de la época, que abarca de Hitler a Mussolini y de Franco a Salazar?

JW:

La diferencia principal es que el régimen de Vichy se hizo con el poder inmediatamente después de una derrota. En ese sentido, fue siempre un gobierno subordinado. No obstante, tenía muchos paralelos con los regímenes autoritarios y fascistas de otras partes. Tenía una agenda autoritaria, racista y elitista. Organizó redes de informantes y de colaboradores, y hasta una milicia propia. Pero su llegada al poder no fue fruto de la movilización de masas. No tenía las mismas bases sociales que Hitler o Mussolini.

En cuanto al régimen franquista, cabe mencionar ciertas similitudes que remiten al catolicismo reaccionario. Vichy se apoyó en las políticas fundamentalistas de Charles Maurras y en la Acción Francesa, su partido, que apuntaba a erradicar ciertos elementos «antinacionales». En ese sentido, la «revolución nacional» de Vichy fue parte de una larga tradición antisemita radical y reaccionaria que se desarrolló en oposición a la Revolución francesa y a la expansión de la democracia. También estuvo influenciada por las organizaciones fascistas surgidas en Francia tras la Primera Guerra Mundial.

Con el paso del tiempo, el régimen fortaleció su dependencia de la represión, centralizó una fuerza policial y fundó su propia milicia. El rol de los colaboradores pronazis cobró cada vez más relevancia. Pero la colaboración no era solo una cuestión de afinidad ideológica, sino que también apuntaba a la creación de un nuevo statu quo. Suponían que la Europa nazi era un destino inevitable: era el futuro y la república debía seguir naturalmente su curso. Las élites mejor posicionadas participaron del régimen.

Igual que los procesos de Alemania, Italia, España y Portugal, la Francia de Vichy implicó la fusión de distintos elementos sociales y políticos, pero con esa diferencia que mencioné, es decir, el hecho haber sido producto de una derrota militar. Robert Paxton llega a referirse a Vichy como uno de los episodios de una guerra civil francesa. Como sea, es innegable que las tradiciones antisemitas reaccionarias y de derecha preexistentes jugaron un rol fundamental.

Cartel propagandístico del régimen de Vichy (foto: Wikimedia Commons)
DF:

¿Hasta qué punto el régimen de Vichy tenía autonomía de la Alemania nazi?

JW:

El régimen intentó afirmar cierto margen de autonomía ideológica con la noción de «revolución nacional», es decir, la idea de que Francia debía ser purgada de la decadencia que implicaba la existencia de fuerzas «antinacionales», como los judíos, los francmasones, los comunistas y los extranjeros. Hubo una lógica de exclusión inherente al régimen desde el comienzo y el eje estaba puesto en la necesidad de purificar a Francia de sus enemigos internos.

En cuanto a la autonomía real de Vichy, hubo distintas fases, pero en general cabe decir que fue una ilusión. Al principio, hubo cierto ensalzamiento de la figura de Pétain, supuestamente benigna: héroe de Verdún y compañero del soldado común. Durante este período inicial, marcado por la confusión de la derrota, Pétain contó con un apoyo pasivo pero bastante amplio. El dirigente puso el énfasis en el trabajo, la familia y la patria —según el lema— e implementó medidas reaccionarias, no solo contra el aborto y el divorcio, sino también contra los judíos.

Quiero decir que el intento de purificar a Francia de la influencia judía comenzó antes de que las fuerzas invasoras lo exigieran. El régimen revisó todos los casos en que se había concedido la nacionalidad francesa a inmigrantes judíos durante la década previa a la derrota. Los judíos fueron detenidos en campos de concentración locales y después enviados a los campos de exterminio nazis. Hubo participación y complicidad en los crímenes de la ocupación en un sentido que no obedeció simplemente a la coerción externa.

Sin embargo, la idea de que Vichy tenía capacidad de actuar de forma autónoma empezó a mostrar su naturaleza ilusoria a medida que se desarrollaba la guerra. A partir de noviembre de 1942, la zona ocupada se extendió hasta abarcar toda Francia. Se introdujo el trabajo forzado en Alemania y setecientos mil trabajadores franceses fueron enviados al país vecino.

En ese contexto, la idea de que el régimen era independiente no tiene sentido. Francia aportó a la campaña de guerra más trabajadores calificados que ningún otro país ocupado. Los historiadores argumentan que las condiciones que hubiese impuesto una administración nazi en Francia no hubiesen sido peores que las que garantizó el gobierno títere de Vichy.

Judíos recluidos en el campo de Drancy a la espera de su traslado a los campos de exterminio, agosto de 1941 (foto: Bundesarchiv)
DF:

¿Cómo se desarrolló la resistencia contra Vichy y contra el nazismo? ¿Cuál era la relación entre la resistencia interna y las fuerzas de la Francia Libre de De Gaulle?

JW:

Aunque limitada, esporádica y simbólica, la resistencia estuvo presente desde el comienzo. Cambió cualitativamente cuando Alemania invadió la Unión Soviética en junio de 1941. El Partido Comunista Francés empezó a participar oficialmente de la resistencia armada, de operaciones de sabotaje y del asesinato de soldados alemanes. A partir de 1943, la introducción del trabajo forzado en Alemania impulsó todavía más a la resistencia. Pero en general, durante la primera parte de la guerra, se trataba de grupos sin mucha coordinación.

Fuera de Francia, De Gaulle, figura relativamente desconocida en 1940, logró posicionarse junto a la Francia Libre como una especie de gobierno que esperaba su turno en el exilio. Reunió bastante apoyo a favor de la causa de la resistencia en las colonias francesas. Cuando en 1942 Gran Bretaña y los Estados Unidos invadieron el norte de África, las tropas francesas cambiaron la lealtad a Vichy por la lealtad a la Francia Libre, y De Gaulle afirmó gradualmente su control sobre las fuerzas militares fuera de Francia.

Al interior del país, los distintos grupos de la resistencia empezaron a coordinar a partir de 1943, año de fundación del Consejo Nacional de la Resistencia. Ese organismo bosquejó planes para un gobierno de posguerra. Jean Moulin, representante de De Gaulle, jugó un rol importante en ese proceso. Klaus Barbie lo asesinó un mes después de la fundación del Consejo Nacional de la Resistencia. El estatus de Moulin como héroe de guerra es una parte fundamental del relato sobre la resistencia que tomó forma durante el período de la posguerra.

Cartel del régimen de Vichy, que bajo el lema de revolución nacional representa los valores a los que apela el régimen (trabajo, familia, patria, disciplina, orden, valor, coraje, educación) frente a aquellos a los que culpa de la anterior decadencia de Francia: pereza, internacionalismo, comunism0, antimilitarismo, demogagia, judaismo…. Cartel de 1940-1942, ilustración de R. Vachet (Paris, musee des deux guerres mondiales ©Photo Josse/Leemage)
DF:

¿Dirías que el pacto Hitler-Stalin y el archivo previo al ataque Nazi contra la Unión Soviética debilitó la posición del Partido Comunista Francés a largo plazo?

JW:

No a largo plazo, sobre todo cuando consideramos el proceso que se abrió después de que el PCF se unió a la resistencia. El pacto de no agresión de 1939 representó efectivamente un problema a corto plazo. El partido perdió muchos miembros y adoptó la línea de oponerse a la guerra por tratarse de un conflicto interimperialista.

Por supuesto, hubo excepciones. Por ejemplo, muchos activistas comunistas jugaron un rol importante en una huelga de cien mil obreros realizada al norte de Francia antes de la invasión de la URSS. Además, aunque es cierto que el PCF ingresó a la resistencia recién en 1941, fue el único partido importante que lo hizo de forma tan inequívoca.

Participó de actividades fundamentales: sabotaje, trabajo de inteligencia y asesinato de soldados alemanes. Miles de comunistas perdieron la vida durante el conflicto. La posición que se ganó el partido hacia el final de la guerra era indiscutible por el rol decisivo que había jugado en la resistencia. Todo eso dejó en las sombras el período inicial, marcado por el pacto Hitler-Stalin.

DF:

¿Qué rol jugó la resistencia en la lucha militar por la liberación de Francia después del desembarco de los Aliados de 1944?

JW:

La resistencia jugó un rol importante en Normandía, por ejemplo, donde colaboró con el sabotaje de los ferrocarriles y las comunicaciones en la zona norte de Francia. También jugó un papel destacado en París, donde construyó cientos de barricadas. En agosto de 1944 los trabajadores del subte hicieron huelga. También hizo huelga la policía.

Hay que recordar que cerca de mil resistentes perdieron la vida durante la liberación de París. La resistencia había crecido mucho, en parte como resultado de los distintos factores que mencioné y que lanzaron a las personas a asumir un compromiso cada vez más grande. Su papel militar —especialmente las actividades de inteligencia— también fue muy importante.

DF:

¿Qué tipo de energías populares desató la liberación de Francia ese año?

JW:

Durante el período inicial de la posguerra, hubo una oleada de purgas, una erradicación popular y espontánea de los colaboradores. Se estima que esa purga implicó la ejecución de alrededor de cien mil personas. También hubo una oleada de huelgas. Todavía había grupos armados y activos y el miedo a una insurrección comunista estaba latente. Eso no sucedió en parte a causa del rol del Partido Comunista.

Tras la liberación, represión contra los colaboracionistas con los nazis, como esta mujerhumillada públicamente en Chartres, 1944
DF:

¿Qué política aplicó De Gaulle inmediatamente después de la liberación y cuál fue la posición de los comunistas franceses?

JW:

Durante ese período, De Gaulle y los comunistas trabajaron codo a codo en el gobierno provisional. Los comunistas tenían que tomar una decisión. ¿Debían asegurar la estabilidad, colaborar con el gobierno provisional y limitar las reivindicaciones obreras, o debían desarrollar las posibilidades insurreccionales del período? Eligieron el primer camino. Trabajaron con De Gaulle hasta 1946, cuando no estuvieron de acuerdo con su decisión de fortalecer la autoridad del gobierno ejecutivo.

Los comunistas abandonaron el gobierno ese año, después de la fundación de la Cuarta República, la implementación del Plan Marshall y el comienzo de la Guerra Fría. Pero lo cierto es que, durante el período que siguió inmediatamente a la guerra se abrieron posibilidades revolucionarias reales. Sin embargo, la política de la Unión Soviética era no incentivar las insurrecciones en países como Francia. Ese fue el factor determinante en la posición del Partido Comunista.

DF:

¿Hubo una política de reparación legal y política después del régimen de Vichy? ¿Qué sucedió con el personal y la maquinaria estatales?

JW:

La purga fue limitada. Después de las purgas espontáneas del período inmediatamente posterior a la guerra, el gobierno sometió a juicio a cerca de trescientos cincuenta mil funcionarios y empleados públicos, y muchos fueron ejecutados. Pero la reconstrucción de Francia necesitaba su colaboración.

El mito de la resistencia propagó la idea de que casi todos los ciudadanos franceses habían apoyado la resistencia y de que la Francia de Vichy representaba a una minoría aislada. Fue una táctica importante a la hora de limitar la purga y garantizar cierto grado de continuidad en la maquinaria estatal. Todo eso salió a la luz más tarde con la denuncia de casos de personas que habían participado del régimen colaboracionista, pero habían gozado de vidas protegidas durante el período de posguerra.

Pierre Laval, primer ministro del régimen de Vichy, se defiende durante el juicio que lo condenaría a muerte en octubre de 1945 (foto: Keystone-France/Gamma-Keystone via Getty Images)
DF:

¿Cuáles fueron los puntos de referencia más importantes en el debate sobre la memoria histórica abierto a partir de 1945? ¿Qué influencia tuvieron los juicios contra los oficiales de Vichy? Pienso, por ejemplo, en el caso de Maurice Papon.

JW:

El período inicial de la posguerra estuvo marcado por distintos argumentos que reforzaron el rol de la resistencia. Los manuales escolares hablaban sobre la resistencia del pueblo francés, nunca sobre la colaboración. Una de las figuras típicas era que Vichy había jugado el rol de un escudo, mientras que De Gaulle había sido una espada: en otros términos, ambos personajes se habían complementado.

Las actitudes empezaron a cambiar en 1968. En parte a causa del cuestionamiento general del orden establecido que definió esa época, pero también por el estreno de películas como Le Chagrin et la Pitié, y la publicación de libros como el estudio de Robert Paxton sobre la Francia de Vichy. Además de las historias de los sobrevivientes judíos de la ocupación, esas obras revelaron la complicidad del régimen de Vichy en los crímenes de la ocupación y mostraron que el gobierno había tomado sus propias medidas contra los judíos en calidad de colaborador activo de la Alemania nazi.

Otra serie de acontecimientos fundamentales contribuyó a poner nuevamente la cuestión de Vichy y de los crímenes de la ocupación en boca de todo el mundo. Uno fue el surgimiento del Frente Nacional, partido político clave, cuya dirección, durante una buena parte de los años 1970, incluyó a miembros de la milicia de Vichy y de las Waffen-SS. Incluso Jean-Marie Le Pen participó en la campaña presidencial de un exministro de Vichy. Esto sirvió para volver a llamar la atención sobre ciertas continuidades entre el presente y el pasado.

Aunque no todos resultaron igual de bien, se iniciaron varios procesos judiciales contra los colaboradores. Basta pensar en Paul Tovier, miembro de la milicia de Vichy en Lyon, había servido bajo el mandato de Klaus Barbie y se las arregló para escapar durante muchos años a todo juicio de lesa humanidad. Georges Pompidou garantizó directamente su amnistía.

La policía retrasó los procesos de investigación. El clero católico brindó casas seguras. Todo esto implicó que Touvier no fuera detenido hasta bien entrados los años 1980, y después hubo que esperar bastante más hasta que fue posible llevarlo a juicio y condenarlo en 1994. El caso individual de Tovier sacó a luz el rol de muchas instituciones de la sociedad francesa.

Paul Touvier, responsable de la milicia de Vichy en Burdeos, comparece ante el tribunal de Versalles que en 1994 lo condenó por crímenes contra la humanidad (foto: CHAM/NICOLAS JOSE/SIPA)

El caso de René Bousquet fue similar. Bousquet se convirtió en jefe de policía bajo el régimen de Vichy y organizó la Redada del Velódromo de Invierno de 1942 contra los judíos. Supervisó cerca de sesenta mil deportaciones a campos de exterminio. El número total de deportados fue de setenta y seis mil.

Bousquet no solo estaba protegido: disfrutó de una carrera exitosa durante el período de posguerra. Fue amigo de François Mitterrand. Pasaron casi cincuenta años hasta que su responsabilidad en la deportación de judíos salió a luz y fue asesinado antes de ser llevado a juicio.

El caso Bousquet reveló el papel de Mitterrand, que suscitó una serie de cuestionamientos incómodos, que no solo implicaban su figura, sino todo el período de la ocupación. Hacia el final de su segundo mandato presidencial, Miterrand brindó una serie de entrevistas a modo de confesión. Esto avivó el recuerdo de Vichy y destacó el elemento de continuidad entre su régimen y los períodos anteriores y posteriores.

Antes de la guerra, Mitterrand había coqueteado con la extrema derecha y había recibido honores del régimen de Vichy. Después jugó su papel en la resistencia, pero eso no impidió que siguiera cultivando su amistad con Bousquet durante la posguerra. Como presidente, se negó a ofrecer disculpas por los crímenes del régimen de Vichy bajo el argumento de que la República francesa no había tenido nada que ver y de que Francia no era responsable. Fue su sucesor, Jacques Chirac, el primero que pidió perdón por la complicidad de la nación francesa con el holocausto, sin dejar de mencionar que también hubo otra Francia, representada por la resistencia.

El juicio contra Maurice Papon de 1997-1998 destacó la complicidad de los funcionarios y empleados públicos con los crímenes de la ocupación y su posterior reclutamiento en los gobiernos de posguerra de la Cuarta y Quinta Repúblicas. Pero también planteó otro problema. Papon, luego de haber jugado un papel importante en la deportación de judíos del área de Burdeos durante durante la ocupación, desempeñó funciones clave en la represión colonial francesa posterior de la posguerra.

Fue prefecto de policía de París. En octubre de 1961, los policías bajo su mando detuvieron a alrededor de diez mil argelinos, muchos de los cuales fueron golpeados hasta la muerte y arrojados al Sena. Se vio obligado a renunciar en 1965, después del secuestro de Mehdi Ben Barka, político de la oposición marroquí, pero siguió sirviendo como director de Sud Aviation.

En otros términos, el juicio de Papon no solo expuso las continuidades entre el régimen de Vichy y los funcionarios y empleados públicos de la posguerra, sino que también reveló las continuidades entre los crímenes de la ocupación y los crímenes del período colonial. Arrojó luz sobre esos dos tabús políticos, de los cuales uno había sido completamente eludido hasta el momento.

François Mitterrand y Marcel Barroiscon el mariscal Pétain el 15 de octubre 1942 en el Hôtel du Parc, sede del gobierno de Vichy (foto: Getty / Pierre Péan / Collection Gamma-Rapho)
DF:

Mencionaste a Jean-Marie Le Pen. A partir de los años 1980, la extrema derecha reagrupada en torno a figuras como Le Pen se convirtió en un elemento habitual de la escena política y electoral francesa. Le Pen llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002 y su hija lo hizo de nuevo en 2017. ¿Qué influencia tienen estos movimientos de extrema derecha en la percepción de Vichy en Francia?

JW:

Pienso que el éxito del Frente Nacional en la extrema derecha implica dos procesos. Uno es el intento de revisionismo de Le Pen. Durante los años de posguerra, la extrema derecha reconoció inmediatamente que el peso de la ocupación sobre la conciencia pública era un obstáculo para el desarrollo de un movimiento fascista en Francia. En ese sentido, personajes como Le Pen comprendieron que, si querían avanzar, debían relativizar o minimizar los crímenes de la ocupación.

El segundo proceso se desarrolló por arriba entre la extrema derecha y la derecha tradicional. La denominada «Nouvelle Droite» de los años 1970 construyó un relato según el cual los crímenes de la ocupación no nos conciernen, no tienen nada que ver con nosotros.

Por un lado, Le Pen se comprometió en la negación, con fuertes exabruptos, como decir que el holocausto fue un detalle de la Segunda Guerra Mundial, hacer juegos de palabras con las cámaras de gas y las hornallas, sirviéndose siempre de un lenguaje provocador. Utilizó el apelativo sidaicos en referencia a las víctimas del SIDA, haciéndose eco de la palabra que Vichy utilizaba para referirse a los judíos («judaicos»). Se trataba entonces de negar deliberada y provocativamente los crímenes de la ocupación en un intento de ridiculizar a todo aquel que quisiera tomarse en serio esa historia.

Una vez, debatiendo con un ministro judío que planteaba la implementación de redadas policiales para combatir la inmigración ilegal, Le Pen le dijo: «¡Seguro que podrías organizar una buena!». A pesar de la «desintoxicación» de la organización, proclamada por Marine Le Pen, lo cierto es que ella sigue utilizando la misma retórica y compara a los musulmanes que rezan en las calles con la experiencia de vivir bajo la ocupación. El Frente Nacional evoca deliberadamente el período de la guerra y propone limitar la asistencia de los inmigrantes a las escuelas mediante cupos, establecer políticas preferenciales para los ciudadanos franceses, sacar las referencias cosmopolitas de los manuales escolares, etc.

Por su parte, la derecha tradicional terminó apropiándose de las políticas del Frente Nacional. En los años 1990, la derecha de Chirac propuso que cualquiera que ofreciera su hospitalidad a algún inmigrante debía informar a las autoridades sobre todos sus movimientos, replicando una ley aprobada bajo la Francia de Vichy. Después de ser electo presidente en 2007, Nicolas Sarkozy creó un ministerio de inmigración, integración e identidad nacional. Los historiadores no tardaron en encontrar paralelos entre esa política y el régimen de Vichy. De hecho, uno de los ministros de Sarkozy organizó una conferencia sobre la integración de los inmigrantes y eligió Vichy como sede.

Maurice Papon, antiguo funcionario del régimen de Vichy, que siguió desempeñando cargos públicos en la IV y V Repúblicas, comparece en el palacio de justicia de Burdeos el 18 de enero de 1983. Quince años después sería condenado por su participación en la deportación de judíos (foto: Archives Sud Ouest)
DF:

¿Dirías que el debilitamiento gradual del PCF y el fin de la Guerra Fría influyeron en los debates sobre la resistencia?

JW:

Pienso que los ataques contra el Partido Comunista Francés o contra el rol del marxismo en la sociedad francesa empezaron antes de la Guerra Fría. Abarcan las obras de François Furet sobre la Revolución francesa y la actividad de los denominados «Nuevos Filósofos», que intentaron identificar la supuesta veta totalitaria del pensamiento político que habría influido en la tradición comunista. Ciertos debates del bicentenario de la Revolución francesa también contribuyeron a socavar el rol del Partido Comunista.

En cuanto a la resistencia, hubo intentos de suscitar polémica sobre el tratamiento que el partido había hecho de los luchadores extranjeros. Hubo polémicas sobre el rol de Raymond y Lucie Aubrac, dos héroes de la resistencia cuyas credenciales fueron cuestionadas. Pero pienso que es muy difícil demoler el prestigio del Partido Comunista cuando se trata de la resistencia, en parte porque el relato fue también una creación de los gaullistas. Si bien estos últimos enfatizaron su propia participación a expensas de la de los comunistas, no pudieron negar el rol del partido.

Si hubo un cambio, me parece que tal vez debamos buscarlo en cierto desplazamiento del eje del debate que, tras las disculpas de Jacques Chirac, pasó de los luchadores y de las organizaciones de la resistencia hacia el papel de las personas comunes en la acogida de los judíos durante la persecución. Es un cambio de énfasis más que una revisión completa del rol del Partido Comunista.

DF:

¿Cuáles son hoy en Francia los puntos de consenso principales sobre la Segunda Guerra Mundial? O mejor todavía, ¿existe un consenso de ese tipo?

JW:

El papel de Francia en la Segunda Guerra Mundial está permanentemente en disputa y gira alrededor de temas similares, aunque siempre está refractado por la política contemporánea. Está el argumento de que Vichy fue una excepción, una situación única, confinada a una minoría y que no tuvo nada que ver con la república ni con las tradiciones de Francia. Después está la idea de que Vichy representa una forma de continuidad. Hay muchos estudios que intentan identificar continuidades entre las políticas de Vichy y las nociones republicanas de ciudadanía, o continuidades entre Vichy y las derivas reaccionarias de la política contemporánea (aunque hay que decir que no siempre arrojan buenos resultados). Si miramos al período que abarca de la guerra a esta parte, hubo muchas etapas, que son las que intenté resumir y que muestran ciertos cambios en la percepción del régimen, de los juicios contra los culpables, de la complicidad de las instituciones francesas, los partidos políticos, etc. Pero también hay ciertos temas comunes que son importantes en términos históricos: la relación entre el conservadurismo y el fascismo radicales, el significado de las derivas autoritarias de los Estados liberales, el período colonial y las comparaciones posibles entre los juicios contra los responsables de la ocupación y los intentos de esclarecer el rol de Francia en los crímenes coloniales con el fin de llevar a los culpables a la justicia.

La disputa sobre Vichy es permanente y es difícil pensar que se llegará a un consenso sobre el régimen, simplemente porque el tema está sujeto a reinterpretaciones que obedecen a los cambios y conflictos de la política contemporánea.

Daniel Finn es editor de Jacobin Magazine y autor de One Man’s Terrorist: A Political History of the IRA (Verso, 2019).

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí