En esta tribuna, firmada por un grupo de historiadoras e historiadores franceses, se interpela al periódico Le Figaro por la atención prestada a la traducción de una obra de Pío Moa sobre la Guerra Civil española. A través de una larga entrevista en su suplemento de Historia y un video promocional a cargo de una de sus redactoras, sin verificar ni contrastar ni una sola de las afirmaciones del autor neofranquista, Le Figaro viene así a sumarse a una peligrosa corriente presente en varios países europeos, en los que medios conservadores de reconocida trayectoria y prestigio están acogiendo las mentiras del revisionismo histórico liderado por las fuerzas políticas de extrema derecha. Una decisión editorial que resulta muy arriesgada tanto para su condición de medios de referencia como para la salud democrática de sus respectivas sociedades.


 

El pasado mes de marzo, la editorial francesa L’Artilleur, conocida por la publicación de obras conspiracionistas, antivacunas y negacionistas del cambio climático, presentaba la traducción del libro de Pío Moa Les mythes de la guerre d’Espagne, 1936-1939. Su aparición pasó desapercibida para el gran público hasta que, en el mes de julio, Le Figaro dedicaba al autor una larga entrevista en su suplemento sobre Historia https://www.lefigaro.fr/histoire/livres/guerre-d-espagne-la-mecanique-du-chaos-20220725), complementada con un video en la cuenta de twitter del periódico a cargo de la redactora Isabelle Schmitz (https://twitter.com/Le_Figaro/status/1557736595150757888).

Distintos medios franceses se hicieron eco de la reacción de la comunidad historiográfica profesional ante la desmesurada atención procurada a la obra de Pío Moa, así como a la ausencia de cualquier clase de verificación o contraste de sus afirmaciones (https://www.mediapart.fr/journal/international/170822/franquisme-des-historiens-demontent-les-theses-revisionnistes-relayees-par-le-figaro

https://www.arretsurimages.net/articles/quand-le-figaro-rehabilite-des-theses-franquistes

https://parolesdhistoire.fr/index.php/2022/08/22/254-lhistoire-de-la-guerre-despagne-face-aux-falsifications-avec-pierre-salmon-et-mercedes-yusta-rodrigo/

https://www.liberation.fr/checknews/guerre-despagne-pourquoi-le-figaro-a-ete-accuse-de-revisionnisme-20220818_KYUUBBDNIVBPRHF3ZNEDNMKUEU/)

Dicha comunidad remitió asimismo una «Carta abierta de historiadoras e historiadores a Le Figaro», que decidió no publicarla, y que ha sido hecha pública en la página de la Asociación de Historiadores Contemporaneístas de la Enseñanza Superior y la Investigación (Association des historiens contemporanéistes de l’enseignement supérieur et de la recherche (AHCESR), https://ahcesr.hypotheses.org/2439) y la Sociedad de Hispanistas Franceses de la Enseñanza Superior (Société des Hispanistes Français de l’Enseignement Supérieur (SHF) https://hispanistes.fr/index.php/actualites-shf/1873-lettre-ouverte-au-figaro)

La tribuna que publicamos a continuación forma parte de la respuesta a Le Figaro por parte de la historiografía profesional.

Edición francesa de Los mitos de la guerra civil

Contra la operación reconquista de Le Figaro

El 26 de abril de 1937 la ciudad vasca de Guernica fue bombardeada por una escuadrilla formada por aviadores de la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria. Aquellas unidades de combate habían sido enviadas por la Alemania nazi y la Italia fascista para apoyar a las fuerzas del general Francisco Franco durante la Guerra Civil, que había estallado en julio del año anterior tras un golpe de Estado contra el Gobierno democrático de la Segunda República. A la vista de la indignación internacional que suscitó la destrucción casi total de la ciudad y la masacre cometida contra su población civil, inmortalizada por Pablo Ruiz Picasso, el cuartel general de Franco publicó unos días más tarde un comunicado que negaba el ataque y acusaba a los republicanos de haber destruido ellos mismos Gernica con fines propagandísticos. Sin embargo, las pruebas de lo contrario eran incontestables, empezando por las amenazas de la radio franquista y la utilización de tácticas similares contra el Madrid republicano del “No pasarán”. Es más, sesenta años después, el embajador alemán en España pidió oficialmente perdón por aquella acción. Afortunadamente, ya en su momento toda la prensa de referencia hizo caso omiso de la manipulación fascista de los hechos… ¿Toda? ¡No! Un periódico poblado por irreductibles complotistas se hizo eco de la delirante versión según la cual “la ciudad no ha sido bombardeada” y “los gubernamentales rociaron las casas con gasolina y las incendiaron”. Este era el titular del artículo publicado en Francia por Le Figaro el 3 de mayo de 1937, que citaba como única fuente “Una investigación realizada en Guernica por periodistas extranjeros”.

Hoy como ayer, Le Figaro se resiste todavía y siempre a comprobar sus fuentes y antepone las mentiras de la extrema derecha a los hechos confirmados por la investigación histórica consolidada. Y es que este verano el periódico decidió conceder una extensa entrevista a Pío Moa a propósito de uno de sus libros sobre la Guerra Civil, recién traducido al francés, y difundir su contenido a través de las redes sociales mediante un vídeo de Isabelle Schmitz. Conocido en España por su polémica obra sobre el conflicto y sus orígenes, Pío Moa se ha convertido en el gran experto en distorsión de los hechos con fines ideológicos. Integrante de la ola neofranquista de los años 90, este autor viene reactivando un buen número de tópicos heredados de la guerra y transmitidos a partir de los años 40 por la historiografía oficial del régimen franquista, donde se genera el sustrato del revisionismo más ostensible practicado en España. El objetivo es sencillo: se trata de poner en cuestión la legitimidad del régimen republicano para justificar lo oportuno del golpe de Estado de julio de 1936 contra la República y el Frente Popular. Algunos argumentos surgen de manera recurrente: “fraudes electorales” en febrero de 1936, para poner en duda la legitimidad del escrutinio favorable a la izquierda; inestabilidad política y clima revolucionario, para defender más fácilmente la violenta y despiadada respuesta de los militares; guerra civil “inevitable”, para explicar que no había otra posibilidad que tomar aquella decisión. La obsesión por presentar a España como un país cautivo del estalinismo invade el relato de Pío Moa: no es ni más ni menos que una tesis defendida por los militares insurgentes y sus partidarios, cuando en realidad es bien sabido que el comunismo estaba muy poco implantado en España antes de la Guerra Civil y que la URSS nunca tuvo intención de instaurar una dictadura comunista en la Península Ibérica.

La versión franquista de la destrucción de Gernika en Le Figaro (1937)

Los autores coinciden desde hace tiempo en afirmar que la violencia sociopolítica se incrementó en el periodo de entreguerras. Más allá de las equidistancias, los investigadores han de comprender los mecanismos que condujeron al golpe de Estado y la dictadura. Afirmar que la violencia política fue únicamente producto de la izquierda revolucionaria supone olvidar la complejidad del paisaje político. La izquierda, en su conjunto, ni deseó ni apoyó la espiral de violencia del verano del 36. Hablar de una violencia política de izquierda como causa de la inestabilidad política significa olvidar asimismo el papel desempeñado por la derecha en las tensiones políticas en España. Gran parte de la derecha nunca quiso participar del sistema político de la Segunda República, proclamada en 1931. Los complots contra ella se sucedieron, sin éxito. Así ocurrió con el complot de José Sanjurjo, en 1932, y con el de 1936, cuando un grupo de militares dispuestos a poner fin a la forma democrática del poder decidieron organizar un golpe de Estado militar, cuyo fracaso condujo a la Guerra Civil.

Pío Moa no es el único, pero sí el más conocido autor de un ecosistema neofranquista que no duda en manipular las fuentes para restaurar el relato oficial del régimen. Dedicarle una columna de opinión en Francia, cuando el conjunto de los historiadores españoles lo consideran un falsificador, implica justificar tanto el golpe de Estado como las violencias derivadas de él. Nacida de un odio feroz a todas las formas progresistas de poder, y preparada en nombre del regreso al orden, la insurrección de julio de 1936 multiplicó los actos de terror. A diferencia de las cometidas por el bando republicano, las matanzas fueron premeditadas y contaron con la participación del ejército. Allá donde llegaron los militares se produjeron masacres «preventivas» de militantes de izquierda. En una entrevista concedida a Figaro Histoire, Pío Moa no duda en minimizar la magnitud de los crímenes franquistas, y llega incluso a negar la masacre de Badajoz de agosto de 1936. Del mismo modo, ofrece, sin prueba alguna, una cifra total de 69.000 víctimas atribuibles al bando franquista –además de las 14.000 ejecuciones pronunciadas por los tribunales militares tras una serie de juicios expeditivos y arbitrarios celebrados durante el período de postguerra–, con lo que está ocultando decenas de miles de ejecuciones sumarias y extrajudiciales que acompañaron al golpe de Estado. En realidad, fueron entre 120.000 y 150.000 las personas ejecutadas por los franquistas. Esta manipulación de los datos le lleva además a afirmar que el bando republicano se mostró más violento, enlazando así con la propaganda de atrocidades difundida por los nacionalistas ya desde los primeros meses de la guerra. Aunque dice ser revisionista, Pío Moa niega la existencia de crímenes contra la humanidad, de modo que, en cierta medida, sería tal vez más exacto calificarlo de negacionista.

Es mucho lo que habría que decir ante la cantidad de tópicos que se suceden a lo largo de unas cuantas páginas de entrevista, así como en el transcurso de los minutos concedidos a Isabelle Schmitz. A este respecto, vamos sencillamente a recordar que la Guerra Civil no era inevitable y que la izquierda española no fue la responsable, sino la víctima de una guerra buscada por la derecha española, movida desde hacía tiempo por una tradición antidemocrática. Lo que sucedió después es bien conocido: persecuciones, masacres, exilio.

Portada del dossier de Le Figaro

Tanto esta entrevista con Pío Moa como la publicación de su obra llegan en un contexto europeo muy particular. En Francia, en España, también en Italia, la extrema derecha se ha lanzado a la reconquista del pasado, dice estar deconstruyendo una “historia oficial” plagada de tabúes y revisa –si no niega– el alcance de algunas masacres. Al hacerlo, está volviendo la espalda a los trabajos académicos rigurosos que, lejos del maniqueísmo denunciado por la extrema derecha, se esfuerzan por dar a conocer mejor el pasado. Nuestro trabajo como historiadoras e historiadores no consiste en entregarnos a una historia militante encargada de distinguir las buenas acciones de las malas, sino en saber rastrear los acontecimientos al margen de todo maniqueísmo, manipulación o fraude intelectual consistente en deformar los hechos con fines únicamente ideológicos. Al invertir la posición entre “verdugos” y “víctimas”, el objetivo de Pío Moa y sus comparsas es banalizar algunas páginas sombrías de nuestra historia con el fin, tal vez, de preparar a las sociedades europeas para nuevas violencias.

Así pues, a través de su revista temática bimestral, Le Figaro banaliza y legitima las tesis revisionistas, presentadas errónea o –peor– deliberadamente como disruptivas o innovadoras, de un falsificador profesional, carente de deontología y de ética, y adulado por la extrema derecha. Promover la falsificación de la historia es una decisión cargada de significado y de consecuencias para nuestra sociedad democrática. Pero esta actitud tan ciega no es ni inevitable ni irreversible. Dos grandes escritores de la derecha católica francesa, contemporáneos de lo sucedido y obsesionados igualmente con el fantasma del “peligro rojo”, Georges Bernanos y François Mauriac, aprobaron el levantamiento militar y se vieron tentados por el franquismo antes de volver sobre sus pasos. Los dos ilustres autores tuvieron la revelación y la lucidez –incluso el valor– de reconocer públicamente su ceguera y denunciar después la represión franquista: el primero en su magistral panfleto Los grandes cementerios bajo la luna (1938) y el segundo en las columnas del propio Le Figaro. En nombre del pluralismo y la calidad de la información, confiemos en que Le Figaro abra también los ojos y sepa recuperar la altura de quien fuera premio Nobel en 1952.

Firmantes:

  • Sophie Baby (Université de Bourgogne)
  • Zoraida Carandell (Université Paris Nanterre)
  • Marie Franco (Université Sorbonne Nouvelle Paris 3)
  • François Godicheau (Université Toulouse 2 Jean-Jaurès)
  • Jérémy Léger (EHESS/Casa de Velázquez)
  • Stéphane Michonneau (Université de Lille)
  • Amélie Nuq (Université Grenoble Alpes)
  • Nathan Rousselot (Nantes Université)
  • Pierre Salmon (École normale supérieure)
  • Nicolas Sesma (Université Grenoble Alpes)
  • Charlotte Worms (Université Paris 1)
  • Mercedes Yusta (Université Paris 8)

Fuente: Conversación sobre la historia

Portada: Franco y Petain en Montpellier el 13 de febrero de 1941 (foto: Efe)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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2 COMENTARIOS

  1. Usted dice textualmente: A este respecto, vamos sencillamente a recordar que la Guerra Civil no era inevitable y que la izquierda española no fue la responsable, sino la víctima de una guerra buscada por la derecha española, movida desde hacía tiempo por una tradición antidemocrática. Lo que sucedió después es bien conocido: persecuciones, masacres, exilio.
    ¿Esto no es una afirmación ideológica que carga unilateralmente y sin aporte documental la culpa de la guerra en un bando? ¿Está usted diciendo que Largo Caballero no quería la guerra: entonces como se explican sus declaraciones, discursos e intervenciones parlamentarias a partir de 1936 en el sentido de que el siguiente paso era la Revolución, violenta, armada y dirigida a superar la República burguesa? Un historiador serie, antes de tomar partido, al menos reconoce que las causas de la guerra civil fueron complejas y que es, cuando mínimo, aventurado y muy imprudente hacer afirmaciones categóricas que son absolutamente matizables y discutibles.
    ARNALDO SANTOS SANZ

    • Decir que la izquierda española no fue “la responsable”, no supone obviar la complejidad de las causas de la guerra, sino criticar la simplificación que hacen quienes la presentan como “la responsable” cuando, al margen de la complejidad del contexto, la guerra comienza indudablemente por un golpe de estado que dan contra ella.
      Sobre Largo Caballero, que más allá de retóricas no tenía (ni él ni nadie en la izquierda española a la altura del verano de 1936) ningún plan revolucionario de toma del poder, le recomiendo la extensa biografía escrita por Julio Aróstegui: “Largo Caballero, el tesón y la quimera”, editada por Debate.

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