Joan Maria Thomàs

Profesor de Historia en la Universidad Rovira i Virgili y autor de Los Fascismos españoles, Ariel, 2019.

 


Este artículo se escribió en febrero de 2019 y por tanto no corresponde al publicado en «El País» el 15 Nov 2019 «¿Por qué Vox podría seguir creciendo?»  que ha motivado la réplica de A. Lillo en Infolibre y se publica en este blog.


Nacionalismo español, antiseparatismo, antiautonomismo, neoliberalismo, antiglobalización, fomento de los valores de la familia cristiana, antifeminismo y conservadurismo… pero no destrucción fascista del sistema constitucional ni propuesta de régimen autoritario o totalitario. Vox no presenta un programa antidemocrático que pretenda acabar con el régimen constitucional, como lo fueron en su época los de tipo fascista. Por el contrario, estamos ante uno de reforma del Estado en sentido ultranacionalista y católico, que, eso sí, tiene algunos antecedentes y enlaces con elementos de las culturas políticas franquistas. Pero no en otros fundamentales de aquellas, como el antidemocratismo y el antiizquierdismo en el sentido de buscar la destrucción de tales opciones políticas y creación de un régimen autoritario o totalitario. ¿Cómo, pues, definir la opción política que representa Vox? ¿Es un artefacto autónomo, diseñado aquí y no homologable con otras opciones europeas o mundiales de la Nueva Extrema Derecha o, por el contrario, es una expresión española de aquellas?

Imagen: VOX / Twitter

Parece más bien lo segundo, dados su nacionalismo español sin complejos, su defensa de la familia, su antifeminismo, su visión de la inmigración -especialmente la islámica, en tanto que peligro-, su relativo antieuropeísmo, su discurso antiglobalizador -paradójicamente también neoliberal- y su populismo. Esto último en el sentido, nunca explícito en el programa voxista, de la continuada apelación al pueblo español en general, enfrentado a sus -presuntos- enemigos: políticos y a los partidos que se aprovechan del sistema a nivel estatal y autonómico; separatistas; inmigrantes ilegales (y también, en momentos, legales); terroristas de todo tipo; y aún dirigentes europeos aprovechados. Vox llama a barrerlos a todos y a lograr con el esfuerzo del pueblo sano, una España renovada y orgullosa de sí misma. Una España cristiana triunfante ante las amenazas interiores, exteriores, e infiltradas, que la acosan. 

La apelación al orgullo de ser españoles, la crítica a los partidos como representantes “de parte” -egoístas y aprovechados- así como el anti separatismo son en España muy transversales políticamente hablando, pero no resulta difícil adivinar en al menos la parte de los seguidores de Vox provenientes de los antiguos y amplios sectores franquistas de la sociedad (y de parte de sus descendientes y receptores de una determinada memoria histórica) un poso doctrinal proveniente de las culturas políticas -fascistas, ultra católicas, antiliberales, ultra españolistas- vigentes en el país durante el régimen de Franco y aún antes.  Poso, sí, pero no reproducción de un programa político antidemocrático autoritario o totalitario.

El populismo es un concepto político escurridizo, que se aplica a formaciones o regímenes de tipos diferentes, de derecha, centro o izquierda, y que se caracteriza por la denuncia de la distancia entre gobernantes y gobernados y por la existencia de castas que se aprovechan del poder de espaldas al pueblo. A sus organizaciones no les resulta cómodo el uso de la denominación de partido en cuanto tal -por su carácter precisamente “partidario”- y apelan más a los movimientos o plataformas y a la movilización popular para recuperar para ese pueblo el poder. Poco más comparten, además de la apelación y denuncia citadas. En nuestro país no resulta difícil identificar rasgos de este tipo no sólo en Vox sino en la izquierda -Podemos- o en el centro o centro derecha -Ciudadanos-. Y en la Unión Europea en una larga lista de formaciones, que puede ir desde el Front National francés, el Movimento 5 Stelle italiano, el británico UK Independent Party, la alemana Alternative für Deutchsland, el polaco Prawo i Sprawiedliwosc, entre otros muchos, cada uno con sus connotaciones programáticas nacionales específicas.

Creo que el populismo de Vox debe ser encuadrado en la versión ultraderechista del mismo, junto a formaciones como los citados partidos francés, alemán y polaco, el UKIP, Fidesz y Jobbik en Hungría, el Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) austríaco, el Partido del Pueblo Danés, Perus finlandés, Partido de la Libertad holandés o Patriotas Unidos búlgaro, entre otros. Aquel que, como lo ha definido Pierre-André Taguieff, aúna anti-elitismo y xenofobia predominando la segunda sobre el primero, en el sentido de ser vistos los extranjeros dentro del país como incluso más peligrosos que los “de arriba”. Éstos, a su vez, son presentados como expresión de otra extranjería: la representada por el poder de la Unión Europea, de las multinacionales, de Estados extranjeros, de la globalización, etc…..dentro del propio país. Todo ello en medio de la exaltación de un nacionalismo extremado y la apelación a un pueblo que se confunde con la nación unida, dotada de una unidad sustancial y una identidad permanente para Ni más ni menos. A este populismo de extrema derecha lo denomina Taguieff nacional-populismo, un concepto a todas luces útil en el caso de Vox.

De hecho resulta factible pensar que los voxistas, tras los resultados obtenidos en Andalucía y el altavoz que han supuesto para el conocimiento de su ideario y de sus líderes; de la agudización de la inestabilidad política del gobierno socialista actual; de la campaña de denuncia de la presunta connivencia de este mismo gobierno con “el separatismo” para “romper España”; y de la visibilidad que adquirirán a través de las intervenciones de sus abogados en el actual juicio del llamado procés, obtendrán representación en las elecciones al parlamento europeo de mayo de este año 2019 . Pero lo que es seguro es que los conseguirán en mucha mayor medida en los próximos comicios municipales, autonómicos y legislativos en nuestro país de este mismo año.

Hasta ahora la respuesta a la irrupción de Vox en el parlamento andaluz se ha caracterizado de manera aplastante por la estigmatización, lo que, como en otros casos europeos, muy probablemente esté generando mayor interés por el partido. Desde los partidos y buena parte de los medios, articulistas y tertulianos progresistas se ha tachado a Vox de “fascista”. Ello me parece un calificativo erróneo y que implica además abdicación de la tarea necesaria de analizar la ideología, programa y, sobre todo, las causas del relativo éxito reciente del partido. Y es que Vox es otra cosa que el fascismo histórico, con mucha más capacidad para lograr adeptos y votos que el auténtico fascismo español, representado aún hoy en día por opciones marginales ya desde la Transición, como los sempiternos falangistas, divididos a su vez en múltiples grupúsculos.

Militantes de Vox celebrando los resultados | ÁLEX GALLEGOS

Vox ha crecido y crecerá en primer lugar porque ofrece soluciones fáciles, radicales y altamente conservadoras a problemas de gran complejidad. A problemas reales, que deberían abordarse con políticas claras, decididas y capaces de generar amplios acuerdos entre las fuerzas democráticas: la “cuestión catalana” y la auténtica crisis de Estado que viene suponiendo; la falta de trabajo para amplios sectores de la población –para algunos de ellos seguramente para siempre-, sectores crecientes de perdedores de la globalización; y los problemas de delincuencia e inseguridad ciudadana, entre otros. En segundo, porque ofrece respuestas altamente conservadoras a lo que percibe como amenazas a su concepción tradicional y cristiana de la vida, como el aborto, el feminismo y las relaciones de género, con lo que conecta con una parte de la población que la comparte Y en tercer lugar porque ofrece respuestas ultraconservadoras y con frecuencia xenófobas a problemas reales pero que magnifica, como el terrorismo, la amenaza islámica o los refugiados, también entre otros.

Frente a todo ello no existe otra opción que el abordaje de los problemas reales, políticos, económicos y sociales del país creando consensos amplios e ir resolviéndolos de manera progresista. Así como, en paralelo, la denuncia de las exageraciones y falsedades que alimentan las -de hecho imaginadas- amenazas citadas. Cabe igualmente tomar conciencia de que nos encontramos ante el inicio de una auténtica ola de derechización en Europa –y aún transnacional- de características completamente diferentes de las que pusieron a nuestro continente mayoritariamente en manos de regímenes autoritarios de derecha o totalitarios –incluyendo dos de ellos de tipo fascista- en el período de Entreguerras. Ola que cabe enfrentar decididamente también a nivel europeo, pero ante todo y primordialmente, entender correctamente y no buscar en el pasado lo que es presente. Escalofriante y amenazante presente.

 Imagen de portada

STEVE BANNON, SANTIAGO ABASCAL Y ALEXANDER DUGIN. IMÁGENES VÍA WIKIMEDIA COMMONS Y LA CUENTA DE FLICKR DE VOX ESPAÑA. MONTAJE POR VICE

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