Jaume Claret

La intención inicial era hablar de Personal i transferible de Raimon como excusa para trazar continuidades con otros cantantes desdoblados en referentes culturales, intelectuales y (trans)generacionales. El primer paralelismo ya fue dibujado por el amigo –y compañero de estas páginas hasta hace poco— Jordi Amat con Bob Dylan. Salvo las muchas distancias, el de Xàtiva (1940) y el de Duluth (1941) tuvieron un primer éxito eólico –«Al vent» (1959-63) y «Blowin’ in the Wind» (1962-63), respectivamente—, sobresalieron en medio de movimientos musicales para después independizarse, rehuyeron las etiquetas simplificadoras reinventándose episódicamente, y conectaron tradición y modernidad hasta convertirse en clásicos.

Ambos también han dado a la imprenta dietarios del pasado. En el caso de Dylan, consiguió estar 19 semanas seguidas en la lista de más vendidos en los Estados Unidos con Chronicles (2004, traducido al castellano por Toni Cardona y publicado en 2017 por Malpaso). Estas (falsas) memorias recogían tres momentos concretos de su vida: 1961, 1970 y 1989. Es decir, se situaban durante la grabación de tres de sus álbumes: el pionero Bob Dylan –donde entre medio versiones solo encontrábamos dos piezas originales—, el discreto New Morning –encabezado por «If Not for You»— y el restitutivo Oh Mercy –con cortes como «Most of the Time» o «Shooting Star»—. A pesar de que en inglés llevaba el subtítulo de Volume One –no se pierdan, si pueden, la versión en audiolibro a cargo de Sean Penn—, los años han pasado sin que se concrete ningún nuevo texto, pese a los rumores insistentes sobre una segunda parte centrada en los primeros discos hasta Blood on the Tracks (1975).

En cambio, Raimon sí que se ha decidido a dar continuidad Les hores guanyades (Edicions, 1983). Mientras el primero cubría el proceso de elaboración y grabación de los diez álbumes incluidos en Totes les cançons (Belter, 1981), Personal i transferible toma el relevo para acompañar al cantautor valenciano durante la promoción de la obra hecha, el vacío posterior al esfuerzo de fijar su cancionero y la persecución de las piezas del futuro Entre la nota i el so (Ariola, 1984). Pese a las cuatro décadas pasadas entre la escritura y la publicación, la calidad literaria –¿quién puede decir que contrasta sus textos con Salvador Espriu i Joan Fuster?— y la relevancia del contenido se han traducido en una excelente recepción por parte de crítica y público.

Hay sobre todo tres elementos unánimemente destacados por lectores y reseñadores. En primer lugar, la dimensión intelectual, tanto por la diversidad de lecturas y conversaciones como por la profundidad de las reflexiones respecto de sí mismo y de su entorno. En segundo lugar, el compromiso con la propia obra, pensándose y repensándose profesionalmente. Y, finalmente, el chismorreo más político tanto por los años convulsos en que transcurre la acción (la gestión del 23-F, la alternancia democrática…), como por anécdotas jugosas como el rechazo de la Creu de Sant Jordi, o las dinámicas internas del mundo de la canción.

Raimon en la Universidad de Valencia, en el año 1981, Detalle de la portada del libro Personal y transferible, editado por Empúries (fotografía de J.V. Rodríguez. Fundación Raimon y Annalisa)
El PSUC se deshilacha

Con todo, yo destacaría un cuarto elemento, responsable último de la reorientación de esta pieza: la crónica en tiempo real del hundimiento del PSUC en Cataluña y del PCE en España fruto de las tensiones ideológicas, las envidias personales y la desorientación estratégica y, a la vez, el desconcierto personal y colectivo ante la sucesión de fracasos electorales, peleas internas y golpes de volante diversos. Raimon lo vive en primera línea, por proximidad ideológica y por amistad directa con muchos de los protagonistas –empezando por Rafael Ribó—, pero sin dejar que este doble vínculo lo ciegue. Como diagnostica con precisión, unos de los problemas fue la creciente pérdida de utilidad. El partido ya no era relevante: «el partido no cuajará en la sociedad, no será representativo ni siquiera de la clase a la que quiere representar. El Partido Comunista actual, ahora y aquí, no hace de mediador de nadie y por tanto va perdiendo representatividad de una manera inexorable».

La victoria socialista por mayoría absoluta y el naufragio de las listas a su izquierda en 1982 confirmaron los temores de Raimon, mucho más clarividente que sus interlocutores. «Se vive un clima de expectativa. La derrota de la opción comunista no ha sido digerida por hombres como Rafael [Ribó] y Manolo [Vázquez Montalbán]. Ha sido demasiado gorda la derrota a pesar de que fuera previsible. […] La desorientación es real, profunda y sin un punto, por muy lejano que esté, que sea una mínima referencia necesaria para poder considerar la actual desorientación como local o pasajera». El paso de los meses no mejora las expectativas y, peor todavía, parece facilitar una nostalgia de autoengaño: «Añora esta gente la existencia de un PSUC sin tantas historias conflictivas internas».

Curiosamente, estas memorias coinciden con la publicación de La veritat literària de Teresa Pàmies a cargo de la catedrática de la UAB Montserrat Bacardí. Merecedora del Premio de ensayo Ricard Torrents, esta biografía reconstruye la trenza vital de Pàmies (Balaguer, 1919 – Granada, 2012), donde trayectoria, militancia y literatura resultan inseparables. Los tres elementos permiten construir un libro que interpela con igual interés a los lectores devotos de la balaguerina, como a los interesados en la historia y la literatura contemporáneas, con especial detalle en el mundo del exilio. En él, además, también se incluye el desencanto y la desorientación respecto de la evolución del espacio comunista durante los primeros años de democracia. Lo ilustra la anécdota en la que, mientras reparte propaganda electoral de la nueva coalición Iniciativa per Catalunya, la escritora confiesa a un peatón su incapacidad para justificar las mutaciones de lo que había sido el PSUC.

A pesar de que Pàmies ya se había ido mostrando crecientemente crítica con la ortodoxia, su heterodoxia no cuestionaba los ideales, sino las formas dictatoriales –como el estalinismo—, la intransigencia ideológica –con el descabezamiento de las primaveras húngara y checoslovaca—, el machismo implícito y explícito de los camaradas, etc. Como explica Bacardí, esta disidencia se manifestaba sobre todo a través de su literatura y… en casa. Porque su evolución, va en paralelo a su relación con uno de los máximos dirigentes del PSUC, el aragonés Gregorio López Raimundo (Tauste, 1914 – Barcelona, 2007) y que el hijo de ambos, Sergi Pàmies, ha ficcionado en alguno de sus últimos libros.

De izquierda a derecha, sergi Pàmies, Gregorio López Raimundo y teresa Pàmies (foto: https://teresapamies.webnode.es/biografia/)
No te he conocido siempre igual

La desaparición del mundo comunista ha sido tan repentina como absoluta. Salvo como espantajo en manos de la derecha extrema, aquel fantasma que tiempo atrás recorría Europa se ha desvanecido por completo. Para los estudiantes de hoy, cualquier referencia a los seguidores de Marx y Lenin es tan incomprensible y ajena como lo eran para mi generación los partidos dinásticos liberales. Y esto resulta preocupante porque dificulta comprender la esperanza y el miedo despertados por la Revolución soviética, la relevancia de la resistencia antifascista y de la victoria aliada, el protagonismo encarnado por los movimientos de liberación y la Guerra Fría o, ya en nuestra casa, el papel político-militar durante la guerra civil y de articulación del antifranquismo durante la dictadura. Y, evidentemente, también se hace inextricable entender la contraparte negativa en forma de sufrimiento, mentira y muerte de esta misma ideología.

Resulta muy comprensible el desconcierto de Raimon o Pàmies ante la crisis de los partidos comunistas y, con ella, la orfandad de unos ideales, la destrucción de un espacio… la desaparición de un mundo. El maniqueísmo en la mayoría de las aproximaciones historiográficas tampoco ha ayudado a la fijación de un relato que, sin ningunear los crímenes ni caer en condenas globales, nos ayude a interpretar su auge y caída. Mientras estos análisis no llegan, algunas aproximaciones exploran vías intermedias. Del mismo modo que ser compañero de viaje del PSUC durante el franquismo se justificaba por la mayor efectividad, organización y claridad a la hora de luchar por la democracia; ahora se busca condenando u obviando los excesos ideológicos, salvar a las personas, poniendo en valor los sacrificios individuales y los valores colectivos.

Sería el caso de Aquí no hemos venido a estudiar de Enric Juliana (Arpa, 2020), o del nuevo libro de Fernando Hernández Sánchez, Falsos camaradas (Crítica, 2024). En este último, el historiador madrileño reivindica la resistencia comunista durante los años más duros del franquismo. Roto el espejismo de una liberación aliada, la policía del régimen, con tácticas propias de la guerra antipartisana, se infiltró en la clandestina estructura de resistencia interna. La caída fue casi absoluta, con más de dos mil detenidos y una derrota que tardaría años en rehacerse. Y, a pesar de todo, lo conseguirían y sobrevivirían al dictador, pero no a las urnas. Una paradoja desconcertante.

Reseña de:

Raimon. Personal i transferible. Barcelona: Empúries, 2023 448 pág.
Montserrat Bacardí. La veritat literària de Teresa Pàmies Vic: Eumo, 2023. 496 pág.

Fuente: Politica i Prosa 1 de enero de 2024

Portada: fiesta celebrada en Gavà el 8 de mayo de 1977 para celebrar la legalización del PSUC (foto: Manel Armengol)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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