Abdelatif Ben Salem
historiador, traductor y ensayista
¡Escuchad, hermanos! Soy árabe como vosotros. He venido de un país árabe lejano y os aconsejo que desertéis de las filas de vuestros generales que os maltratan en vuestro propio país. Os vamos a recibir bien, pagaremos a cada uno su jornal, y al que no quiera combatir, le conduciremos de vuelta junto a los suyos, a su tierra y a su trabajo. ¡Viva el Frente Popular! ¡Viva la República! ¡Viva el presidente Azaña! ¡Viva Marruecos!
Nayati Sidqi, Memorias.[1]
Muhammad Nayati, hijo de Bikr Sidqi Alay Amini, de origen otomano, y de Nazira Murad, de una vieja familia árabe de Bayt al-Maqdis. Nayati Sidqi [2] era palestino (Jerusalén, 1905-Atenas, 1979). A los catorce años, en 1919, su padre, profesor de lengua turca y partidario de Faysal ibn Husayn, lo llevó con él a través del Hiyaz para luchar contra los wahhabíes. De regreso a Palestina, después de un rodeo por Siria y Egipto, fue contratado en Correos y Telégrafos. Fue en su puesto de trabajo donde descubrió la existencia de círculos políticos animados por emigrantes judíos de Europa central y oriental, la mayoría de ellos con pasaporte soviético. Estos círculos crearon en 1919 el Partido Socialdemócrata (Mifleget Po‘alim Sozialistim) cuyos miembros eran reclutados exclusivamente entre los inmigrantes judíos. Pronto aparecieron disensiones profundas que provocaron su división en dos entidades distintas, el Partido Comunista Palestino (a partir de 1922) y el Partido Socialista Sionista (Po‘alei Zion). Elegido en 1924, a los 19 años, miembro del Comité Central de la organización juvenil del Partido de los Trabajadores Socialista de Palestina, fue seleccionado —siguiendo las recomendaciones del Komintern sobre la arabización de los partidos comunistas en los países árabes—, junto a una treintena de palestinos, como candidato para ir a Moscú bajo el seudónimo de Mustafa Sa‘di a cursar estudios a la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente (KUTV), un centro de formación superior de los futuros cuadros bolcheviques de las repúblicas soviéticas de Asia central y de los partidos comunistas de los países coloniales. Tres años más tarde, en 1929, después de licenciarse en ciencias políticas, regresó a Palestina en el momento de la revuelta contra la colonización judía. El Partido Comunista, dominado todavía por no palestinos, condenó violentamente dicha revuelta, con lo que se entabló una lucha interna que se saldó con la exclusión de la dirección judía y la entrada masiva de dirigentes palestinos, entre ellos Mahmud al-Atrash, ‘Ali ‘Abd al-Jaliq (alias Ibrahimov), operario de panadería y más tarde combatiente en las Brigadas Internacionales como servidor de ametralladora en la Compañía Naftali Botwin de la Brigada Dombrowski, caído en 1938 en Sierra Quemada, en el frente de Extremadura, y Nayati Sidqi, elegido miembro del Comité Central y del Buró Político. En 1931, regresó a Moscú como delegado en el Congreso del Profintern (Internacional Sindical Roja). A su regreso, fue detenido por los británicos y condenado a dos años de cárcel. Cumplió parte de la condena en Jerusalén y parte en la fortaleza de San Juan de Acre (‘Akka).
Una vez liberado, el Komintern lo envió a Francia con la misión de lanzar, supervisado por el Partido Comunista Francés y bajo el seudónimo de Mustafa al-‘Umri, una revista mensual titulada al-Sharq al-‘Arabi, una versión árabe del órgano de la Internacional Comunista destinada a los países de Oriente Medio y del Magreb en lucha por la independencia. Tres años más tarde, por decisión de Pierre Laval, la revista dejó de publicarse después de 26 entregas. Fue entonces cuando estalló en Marruecos la sublevación militar contra el gobierno republicano, dirigido por un Frente Popular que había obtenido la victoria en las urnas cinco meses antes. Contrariando los planes previstos por los generales rebeldes, se organizó rápidamente una resistencia armada popular que consiguió aplastar la rebelión en varias regiones del país y se transformó, en otras, en una auténtica revolución política y social en armas. Franco recurrió a la Alemania nazi y a la Italia fascista. Además de contar con los Regulares, reclutó masivamente —unas veces con astucia y otras con violencia— a contingentes cada vez más numerosos en la zona norte de Marruecos bajo dominación española. La intervención del moro o marroquí en el escenario español durante la secuencia histórica de la guerra civil muy pronto iba a marcar profundamente las mentes y a afectar de forma duradera la imagen del árabe en la conciencia colectiva española. Atenazada por las tropas insurgentes, la República lanzó a su vez una llamada de ayuda a las democracias europeas y a la Unión Soviética.
En este contexto de tensión internacional y de auge del fascismo y del nazismo, Sidqi se encontraba en Moscú de regreso de una visita a Uzbekistán, donde fue recibido junto a Jalid Bikdash, jefe del Partido Comunista Siriolibanés, por Faizulla Jodzháyev y por Akmal Ikramov, secretario general del Partido Comunista y jefe del gobierno uzbeko respectivamente —fusilados ambos en 1938 durante las grandes purgas estalinistas—. Dmitry Manuilsky, jefe de la sección oriental del Komintern, pensó que podría enviarlo a ayudar al Partido Comunista de España en la concepción de un programa de guerra y de acción psicológica antifranquista en lengua árabe, destinado a los marroquíes enrolados en el ejército nacional, así como para convencer a las fuerzas políticas de España de la legitimidad de las reivindicaciones independentistas marroquíes.
En sus memorias redactadas en dos fases entre 1958 y 1975 y publicadas en 2002, Sidqi dedicó un capítulo entero a su inmersión durante cinco meses en pleno conflicto español. Su testimonio no es el de un combatiente de las Brigadas Internacionales —ya que se adelantó tres meses a la creación oficial de éstas— ni una obra literaria como La esperanza o Un testamento español, sino un informe, más bien un diario de a bordo redactado con posterioridad. Sincero, lúcido, didáctico pero sin florituras, es el testimonio de un joven árabe de 35 años, desbordante de entusiasmo, llegado a España para cumplir una misión en la que tenía una fe total. No obstante, al final, la realidad y el horror de una guerra civil, la intervención extranjera sin precedentes en ambos bandos, los prejuicios singularmente más implantados en el campo progresista frente a la irrupción en el escenario ibérico de la figura del moro colonizado, carne de cañón barata pero obsesivamente asimilado al bárbaro y al nuevo invasor musulmán, y el escepticismo no siempre justificado de unos y otros acabaron con su fe y mermaron trágicamente sus convicciones internacionalistas.
Provisto de un pasaporte árabe falsificado, Nayati Sidqi abandonó Moscú rumbo a París el 10 de agosto de 1936. Un militante del Partido Comunista Francés, un tal Richard, lo recibió a su llegada y organizó su viaje a España. El 16 de agosto, hacia la 1 de la madrugada, cruzó con un grupo de voluntarios la frontera en Portbou:
Cerca de la una de la madrugada llegamos a Port Bou, una localidad española fronteriza con Francia. Nos detuvimos frente a una casa iluminada con luces eléctricas, en la que ondeaba la bandera republicana […] junto a las de los partidos socialista, comunista y anarquista. Avanzamos hacia el interior, donde había un grupo de muchachos, milicianos de la República, fuertemente armados. Vestían ropa azul de trabajo, y en la cabeza llevaban unos gorros negros, parecidos a la sidara iraquí, de cuya parte delantera pendía una borla de color rojo. Todo estaba en constante movimiento: chicos y chicas, hombres y mujeres ardían de entusiasmo.
Con su carnet de voluntario y un salvoconducto en el bolsillo, subió a un tren que salía hacia Barcelona. Su alegría al descubrir la magnífica ciudad catalana era inmensa. Describió su sorpresa ante esta metrópolis en plena fiebre guerrera:
[…] un indescriptible espíritu de colaboración, entusiasmo, actividad, alta moral […].Vi también mapas de España colgados en los muros de las calles. […] La gente se arremolinaba alrededor de estos mapas, discutiendo con ardor sobre el desarrollo de la guerra. […] De repente, me encontré con un grupo de milicianos. Su jefe, creyéndome español, se acercó a mí y hablándome en español, me dijo:
—¿Por qué no te unes a nosotros?
Sonriendo, le repuse en francés con todo el entusiasmo de la juventud:
—Soy un voluntario árabe y he venido para defender a Damasco en Guadalajara, a Jerusalén en Córdoba, a Bagdad en Toledo, a El Cairo en Cádiz y a Tetuán en Burgos. […] No soy el único árabe aquí. En las Brigadas Internacionales hay árabes ya, y otros están en camino. [3]
Fue recibido en el hotel Colón por el secretario general del Frente Popular de Cataluña, que le hizo una crónica histórica sobre las reivindicaciones autonomistas, sobre la interpretación «correcta» que había que dar a las medidas excepcionales de expropiación decretadas en un contexto de guerra como represalias contra los grandes industriales que se habían unido a la rebelión franquista y, sin demasiadas ganas, de las divergencias políticas que comenzaban a hacer su aparición en el seno del Comité Central de las Milicias Antifascistas de Cataluña entre los socialistas y los comunistas por una parte, y las poderosas corrientes libertarias y anarquistas por otra.
Madrid
Después de la corta parada barcelonesa, y mientras la guerra causaba estragos en todos los frentes, Sidqi llegó a Madrid en tren:
Ya en Madrid, me dirigí a la sede del Comité Central del Partido Comunista Español, situada en la calle de Serrano. Anteriormente había sido la sede del Comité Nacional del partido católico, presidido por Gil Robles. Allí presenté mis papeles y los dirigentes del partido me dieron la bienvenida. A continuación me informaron de que habían recibido instrucciones concernientes a mi llegada a Madrid, y me desearon éxito en mi misión, que era la de mostrar a los soldados marroquíes, tanto los que luchaban en el frente como los hechos prisioneros, el error en el que estaban incurriendo.
Citó uno a uno los nombres de todos los dirigentes comunistas presentes. Además de Dolores Ibárruri, considerada —escribió— como la líder simbólica de la izquierda obrera, estaban José Díaz, secretario general del Partido; Vicente Uribe, ministro de Agricultura y encargado de los asuntos marroquíes; Pedro Checa, secretario del Comité Central, responsable de los asuntos administrativos y de la seguridad, y especialmente de la persecución de la Quinta Columna; Antonio Mije, coordinador entre los diferentes departamentos del Partido y Jesús Hernández, ministro de Educación.
Sidqi se alojó provisionalmente en la sede del Comité Central; se instaló después en un piso situado en la calle Serrano, abandonado por partidarios de los rebeldes que habían huido. Lo convirtió en su residencia y lugar de trabajo. Fue allí donde comenzó a redactar en árabe, bajo el seudónimo de Mustafá Ibnu Jala, los llamamientos a la deserción destinados a las tropas marroquíes, así como artículos para diarios madrileños como Mundo Obrero, Claridad, Informaciones, Heraldo de Madrid y Política. [4] Siguió también con sus corresponsalías de los diarios árabes de Oriente Medio, como al-Rabita al-Sharqiyya, en el que, preocupado por instruir a sus lectores, concedía mucha importancia a las informaciones históricas y políticas, a la correlación de las fuerzas enfrentadas, así como al mando militar, tanto del bando leal como del rebelde. Tampoco olvidaba citar a los «hombres célebres» que se encontraban en aquel momento en España —en calidad de voluntarios o de hombres de letras—, llegados para dar testimonio de su apoyo a la causa republicana, como Josip Broz, Tito, André Malraux, Ernest Hemingway, Eric Blair, George Orwell, Arthur Koestler, André Marty y tantos otros.
Su encuentro en Madrid en el mes de agosto con Mijaíl Koltsov,[5] corresponsal de Pravda, considerado generalmente por los historiadores como el representante personal de Stalin en España, iba a dar un empujón a la actividad desplegada por Sidqi. El 20 de septiembre de 1936, el diario soviético publicó, sobre la base de una conversación efectuada en ruso con el delegado palestino del Komintern, un artículo en el que Koltsov criticaba sin ambages «la opinión chauvinista de colonización» que «todavía de vez en cuando puede encontrarse en la prensa de Madrid» [6] y denunciaba «la actitud de algunos “políticos” que aún sueñan con conservar un régimen colonial que fue el peor de todos los regímenes coloniales», negándose a conceder «libertad democrática a los rifeños, que no sería otra cosa que la misma libertad que tienen algunas regiones españolas». Koltsov subrayaba que una medida de esta importancia contribuiría a disminuir la presión militar sobre las fuerzas leales y desorganizaría las filas del ejército sedicioso. Denunciaba con ironía los rumores difundidos sobre las atrocidades y el salvajismo de los soldados marroquíes, atribuyéndolos al servicio de propaganda franquista, que pretendía sembrar el terror entre la población civil. Alababa la importancia del trabajo de Sidqi: «En los bolsillos de los desertores rifeños y en el de los muertos encontrados en los campos de batalla se encuentran siempre las hojas impresas […] de Mustafá-Iben-Jala». El artículo anunciaba los primeros intentos de Sidqi para organizar el batallón (tabor)de las milicias marroquíes formadas por desertores y prisioneros.
El 25 de septiembre, Sidqi acompañó a un grupo de oficiales de las Brigadas Internacionales que se dirigían al frente de Córdoba, cerca de un pueblecito del Campo de Calatrava, para proceder a los interrogatorios de los soldados marroquíes hechos prisioneros y lanzar sobre las posiciones enemigas octavillas redactadas en dialecto marroquí llamando a la deserción. Sin poner en tela de juicio esta primera tentativa, el impacto de su arenga en los soldados marroquíes situados enfrente, a unas decenas de metros, para exhortarles a la deserción no fue coronado por el éxito, ya que en cuanto sus palabras fueron traducidas al comandante rebelde, un diluvio de fuego cayó sobre las primeras líneas y Sidqi sólo salvó la vida gracias a la enérgica intervención de un oficial republicano que tiró brutalmente de él hacia un refugio.
En el mes de noviembre, su despacho fue transferido por decisión del Comité a los servicios de Vicente Uribe, ministro de Agricultura. Fue en este lugar donde se produjo, el 4 de aquel mes, el lamentable incidente que relató Sidqi con una pizca de tristeza y que, a pesar de la reticencia del autor en reconocerlo, enturbió las relaciones entre el responsable palestino y los dirigentes comunistas españoles, permeables a los tópicos degradantes que creaban una identificación entre soldados indígenas, conquistadores musulmanes y el responsable palestino:
Durante la aproximación de los marroquíes a Madrid, el Comité Central se dispuso a celebrar una reunión de urgencia. Casualmente me encontraba entre ellos, y los camaradas consideraron que mi presencia allí sería algo inoportuna, así que me pidieron con franqueza que abandonara la habitación, ya que no era miembro del Comité. Vicente Uribe hizo un guiño al ordenanza Ortega y éste, tomándome del brazo amablemente, me condujo fuera de la sala. Luego me dijo: «Camarada Mustafá, tu grupo (es decir, los marroquíes) ha llegado a las puertas de Madrid».
Una mañana del mes de diciembre, se informó a Sidqi de que cuatro soldados marroquíes que erraban por el vestíbulo de la estación central buscando una oficina de cambio fueron interpelados por los milicianos. Llevaban billetes de 20 000 y 40 000 marcos alemanes de la época de la Primera Guerra Mundial; se los había dado, parecía ser, el estado mayor franquista para paliar la dificultad de liquidez. Solicitado para proceder a su interrogatorio, Sidqi descubrió que se trataba, de hecho, de desertores que pretendían rendirse a las fuerzas republicanas. En sus memorias, reproduce fielmente con cierto humor el interrogatorio del soldado ‘Abd al-Qadir bin ‘Abd al-Salam, de 30 años, nativo de Larache, que tuvo lugar en el «antiguo cuartel de la Guardia Real, situado cerca de las estatuas de Don Quijote y Sancho Panza, al final de la Gran Vía». Atemorizado, el soldado explicó cómo la policía había ido a su casa para llevárselo a la fuerza a la comisaría y de allí al aeródromo, donde le habían dado un uniforme y a continuación lo habían embarcado con decenas de otros jóvenes a bordo de un avión enorme que había aterrizado dos horas más tarde en Jerez. De Jerez habían tomado el tren a Sevilla, Salamanca, Cáceres, Burgos, Segovia y finalmente San Rafael. La noche de su llegada, habían tomado posición en el frente de Peguerinos. Pero eso era no contar con Sidi Yellul, santo local de la zona de Larache, cuya baraka velaba permanentemente por sus devotos, incluso lejos de su país. El soldado Bin Abd al-Salam explicó con aplomo que aquella misma noche el santo morabito se le apareció en sueños y le ordenó que tomase unos cuantos compañeros de confianza y cruzara la línea del frente en dirección al territorio controlado por la República. Al día siguiente, obedeciendo el mandato del santo varón, amigo de Allah y de la República, huyó. Después de cuatro días de vagabundeo, se dirigió con sus compañeros a la primera patrulla de milicianos que encontró. Como puede imaginarse, la eficacia del morabito pilló desprevenido a Sidqi, que, en lugar de ignorarla, encontró un placer especial en narrar esta edificante anécdota.
La Agrupación Hispano-Marroquí (al-Yam‘iyya al-Isbaniyya al-Magribiyya)
El 3 de octubre de 1936, en un lugar que permaneció secreto, Nayati Sidqi fundó en Madrid, con un grupo de españoles y marroquíes, la Agrupación Antifascista Hispano-Marroquí, cuyos objetivos declarados eran incitar a las tropas marroquíes a pasarse al ejército republicano y convencer a los soldados españoles de que los marroquíes habían sido engañados y sólo se habían enrolado para huir de la pobreza y la miseria debidas a la explotación colonialista. A partir del 6 de octubre, la prensa madrileña difundió favorablemente la constitución de esta nueva agrupación. Mundo Obrero publicó la información firmada por Mustafá Ibnu Jala bajo el título «El batallón de milicias marroquíes»:
Varios miles de soldados marroquíes se encuentran al lado de los enemigos de España y bajo el mando de los generales fascistas. Contra esto protesta indignado todo marroquí musulmán, que quiere el bien de su pueblo y de su nación.
¿Quién arrojó de sus fincas al labrador marroquí? ¿Quién derribó las mezquitas de los musulmanes? ¿Quién abusó del pueblo con sus elevados impuestos? ¿Quién asesinaba a los revolucionarios en la guerra del Rif y después? ¿No son los ex generales traidores Franco, Mola y otros? […] En beneficio del pueblo marroquí, desposeído, éste debe ponerse al lado del pueblo español en su lucha contra los fascistas y militares. […]
Los marroquíes deben proceder con rapidez, recurriendo a todos los medios para arrancar a los soldados marroquíes que luchan al lado del enemigo, y volverlos contra los que les mezclaron en este intento criminal y atraerlos al lado de la fuerza republicana, que les promete mejorar su situación y la de sus familias, que viven en la miseria. Y para demostración de esto se ha organizado en Madrid un Batallón de Milicias Marroquíes, que admite en sus filas a todos los marroquíes que quieran la libertad de su pueblo […].
Pueblo marroquí y pueblo musulmán en general del norte de África […], uníos a las filas de las Milicias, ingresad en el Batallón Marroquí del Quinto Regimiento de Milicias Populares.
La agrupación se puso manos a la obra. Una joven llamada Carmen fue elegida secretaria general de la misma. Su misión era establecer contactos con los jóvenes republicanos interesados en este proyecto y negociar con los organismos responsables la entrega de prisioneros para la formación de las «milicias de musulmanes y de marroquíes». Todo lleva a pensar que las autoridades tergiversaron las cosas y no dieron curso a sus peticiones. [7] No obstante, al mencionar las divergencias que tuvieron Sidqi y los comunistas españoles sobre la cuestión marroquí y la amalgama entre el pueblo marroquí y los tabores de Franco, aquél se guardó bien de proporcionar la más mínima explicación sobre las causas inmediatas que provocaron su decisión irrevocable de abandonar España. Aunque consiguió convencerlo para que escribiera los recuerdos de su vida, especialmente los de su estancia en España, su familia —y en particular sus dos hijos, la señora Hind Sidqi Zaibak y el profesor Sa῾id Sidqi— no lograron que Nayati desvelara nada sobre aquel episodio. El sentimiento de decepción que impregna el último fragmento de sus memorias, cuando menciona su decisión de irse de España para no volver, no deja la menor duda sobre el trágico malentendido que se dio entre él y sus colegas españoles:
Yo realizaba este trabajo completamente convencido de su interés, pero cuando la noticia llegó a los periódicos, los camaradas españoles me lo reprocharon diciéndome que recelaban de la existencia de una asociación de ese género. […] Recuerdo que los camaradas españoles mantenían cara a los marroquíes y a la cuestión marroquí una postura más teórica que práctica. Notaba en ellos, y especialmente en Vicente Uribe, una absoluta falta de confianza hacia cualquier marroquí. Más de una vez les hice reparar en las ejecuciones de soldados marroquíes prisioneros, [8] y yo sentía en el fondo del corazón que mi misión estaba fracasando. Debía buscar un camino más útil y eficaz para influir en los soldados marroquíes y, en general, en todo el Rif. Este camino fue el establecimiento de una emisora secreta de radio en Argelia que emitiría en árabe clásico y en los dialectos marroquí y cabileño.
El final de este capítulo está redactado en tono de testamento y memorial de agravios. Fue efectivamente a Argelia, pero su proyecto de radio no vio nunca la luz. Se marchó entonces a París, donde, indispuesto con el Partido Comunista Francés a causa de sus desencuentros con la dirección política española, tuvo que esperar sin recursos durante cuatro meses antes de que el Komintern diera instrucciones para saldar sus deudas y repatriarlo al Líbano. Sus posturas valientes respecto a los errores de apreciación de los comunistas españoles y franceses sobre la cuestión colonial y sus acercamientos visibles a líderes independentistas radicales como Messali Hadj le granjearon sólidas enemistades. En 1938, a petición de ciertos miembros del Comité Central del Partido Comunista Francés, fue expulsado definitivamente del Partido Comunista Sirio. Finalmente, y sin dejar de luchar contra el nazismo cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, emprendió una brillante carrera de intelectual crítico, profesional de la radio, escritor y traductor de obras clásicas rusas, inglesas y españolas.
****
Notas
[1] Las frases en cursiva, en el original de Sidqi, están en castellano escrito con caracteres árabes, aunque reflejan más la pronunciación marroquí que la española: Viva el frant bubular, viva el ribubliqa! Viva el prisidan Azania! Viva el Marruk. En el original de este artículo, escrito en francés, el autor ha respetado esta pronunciación dialectal marroquí, pues Sidqi no hablaba a los soldados en árabe clásico sino en árabe marroquí, o lo intentaba. Utilizamos para ésta y las demás citas de las memorias de Sidqi la traducción española de Nieves Paradela, publicada en su artículo «Nayati Sidqi: recuerdos de un comunista palestino en la guerra de España», Nación Árabe, Madrid, núm. 51, verano de 2004, págs. 137-152. Disponible en línea en <http://www.nodo50.org/csca/na/na52/na52-cultura.pdf>. (N. del Ed.)
[2] Las memorias de Sidqi —Mudhakkarat Nayati Sidqi (ed. de Hanna Abu Hanna), Beirut: Mu’assasat al-Dirasat al-Filistiniyya, 2002, 243 págs.— han sido mi principal fuente, pero no la única, para la redacción de este texto. Debo mencionar igualmente la traducción del capítulo sobre la estancia española de Sidqi acompañado por un aparato crítico exhaustivo, traducido por mí al francés y publicado en el número 88 de verano de 2003 de la Revue d’études palestiniennes con el título de «J’ai défendu la liberté des Arabes sur le front de Madrid. Mémoires d’un Palestinien dans la guerre civile espagnole», capítulo del que existe una traducción no íntegra al castellano en <http://www.nodo50.org/csca/na/na52/na52-cultura.pdf>. También he consultado la reseña bibliográfica «Najati Sidqi, 1905-1979» de Muna As‘ad en al-Mawsu‘a al-tarbawiyya al-filistiniyya [Enciclopedia pedagógica palestina] (ed. de Mu’assasat al-Yam‘iyya al-‘Ilmiyya al-Filistiniyya), Beirut: Dar al-Mubtada’, 1992, pág. 30, sin olvidar tampoco los ensayos de mi colega y amiga Nieves Paradela sobre Nayati Sidqi, unas obras que crecieron de forma simultánea a las mías: léase el capítulo «Nayati Sidqi en la guerra civil española» en El otro laberinto español. Viajeros árabes a España entre el siglo XVII y 1936, Madrid: Siglo XXI, 2005. Por otra parte, he utilizado todos los datos que he podido recoger a partir de comienzos de la década de 1990 sobre Sidqi, especialmente la recensión completa, sacada de los archivos periodísticos del período en cuestión, conservados en la Hemeroteca Municipal de Madrid, del conjunto de sus escritos y llamamientos publicados en 1936 en la prensa española. Quisiera, en esta ocasión, expresar también mi gratitud a los hijos de Nayati Sidqi, Sa‘id Sidqi, profesor de matemáticas en la Universidad de São Paulo, y a su hermana, la señora Hind Sidqi, residente en Atenas en la actualidad, que no dudaron en apoyar mi trabajo proporcionándome algunos documentos, entre ellos, los retratos fotográficos de su padre y otras valiosas informaciones sobre su estancia en España.
[3] Anunciando con antelación la creación oficial de las Brigadas Internacionales (22 de noviembre de 1936), Sidqi no se equivocaba —puesto que estamos en el mes de agosto de 1936—. En efecto, según la síntesis estadísticas que establecí a partir de las diferentes fuentes y que hice publica con ocasión de un coloquio en Granada en 2002, habría habido aproximadamente 721 combatientes árabes del Magreb y del Mashreq en el ejército republicano español. Algunos son más conocidos que otros, como Omar Solayman, probablemente de nacionalidad tunecina, que, tres meses después de la partida de Sidqi, tomó el testigo, pero esta vez en Valencia, para promover el Comité Hispano-Marroquí. Nos consta que a lo largo de la guerra civil hubo varios intentos de agrupar a los voluntarios árabes en batallones específicos, pero sin éxito. Los esfuerzos desplegados por un tal Safi, combatiente del Partido Comunista Argelino, para crear dos batallones norteafricanos (con un total de 1600 hombres) nunca cuajaron: el estado mayor de las Brigadas Internacionales con base en Albacete no hizo caso de su propuesta repetida en numerosas ocasiones mediante misivas, conservadas en los archivos soviéticos. A pesar del olvido, la realidad de la participación de los voluntarios árabes en el bando de la República va ganando terreno día a día y ya comienzan a circular nombres de brigadistas árabes como el militante socialista argelino Muhammad (Jean) Bélaïdi, mecánico y ametrallador de la escuadrilla André Malraux, muerto el 27 de diciembre de 1936 en Valdeliñares (Teruel), el palestino ‘Ali ‘Abd al-Jaliq o el comandante argelino Rabih Usidhum. Este último, de 38 años, llegó a España con los primeros contingentes de las Brigadas Internacionales y sirvió inicialmente en la compañía de ametralladoras del 12.º Batallón en Las Rozas durante la batalla de Madrid. En el Jarama tomó el mando de la compañía Ralph Fox —llamada así por el escritor británico muerto en combate— y fue herido por primera vez en la Cuesta de la Reina en enero de 1938. Después de una estancia en el hospital, Usidhum volvió al combate, y fue mortalmente herido por una bala marroquí la mañana del 17 de marzo de 1938 en la meseta de Miraflores (frente de Aragón). Después de su muerte se constituyó una compañía que llevó su nombre. Como homenaje a Usidhum, a su muerte uno de sus hijos adoptivos (Usidhum había tomado bajo su protección a una familia numerosa española), Antonio Lozano, no dudó en calificarlo de «liberador de España». En algunas crónicas comunistas su nombre está citado al lado de otros «grandes» de la guerra de España: Hans Beimler, Luigi Longo, Pietro Nenni, el general Lukács (Máté Zalka), el general Gómez (Wilhelm Zeisser), Marcel Sagnier, Franz Dahlem y otros.
[4] Los artículos, las proclamas, los llamamientos y los comunicados de prensa redactados por Sidqi eran publicados sistemáticamente en Mundo Obrero y reproducidos después en otras publicaciones de izquierda y, en algunos casos, leídos por las antenas de Unión Radio, tanto en los frentes, gracias al llamado «altavoz del frente» (un camión blindado rematado con un dispositivo sonoro), como en las octavillas que exhortaban a la deserción arrojadas desde aviones sobre las concentraciones de tropas moras. Éstas son, a modo de ejemplo, algunas de sus intervenciones:
- «¡Al pueblo marroquí! ¡A todos los defensores de las libertades democráticas entre el mundo árabe y musulmán!», 17 de septiembre de 1936.
- «Los soldados marroquíes que luchan en las filas enemigas están dispuestos a desertar», 25 de septiembre de 1936.
- «El Batallón de milicias marroquíes. Un llamamiento al pueblo de Marruecos», 6 de octubre de 1936.
- «Tres soldados marroquíes, condenados a cadena perpetua. El Gobierno del Frente Popular debe amnistiarles», 31 de octubre de 1936.
- «El camarada Mustafá-Ibnu-Jala habla a los moros. Al generoso pueblo marroquí, a los enemigos del imperialismo fascista», 12 de octubre de 1936.
- «A propósito de la “segunda invasión árabe” de España. Los enemigos del pueblo español son Franco, Mola y el fascismo internacional», 5 de noviembre de 1936.
[5] En su condición de agente y hombre de confianza de Stalin, Koltsov, que era también redactor jefe de Pravda, seguía de cerca las negociaciones —promovidas bajo mano por la Unión Soviética y llevadas por dirigentes de la cgt francesa, por personalidades próximas al Partido Comunista Francés, como Robert Jean Longuet, nieto de Karl Marx, gran amigo de la causa marroquí (véase su testimonio, así como los documentos sobre la actividad del Comité de Acción Marroquí en Mohamed Hassan Ouazzani, Combats d’un nationaliste marocain, t. 1, Fez: Fondation Mohamed Hassan Ouazzani, 1986), y por el embajador español en París, Luis Araquistáin— sobre una posible alianza entre la República y Abd el-Krim al-Jattabi —al que los comunistas franceses, por aquel entonces, se proponían hacer escapar de su exilio en la isla de la Reunión— para fomentar una insurrección armada en el Marruecos español a cambio de la promesa de una autonomía interna. A diferencia de los dirigentes anarquistas García Oliver, Abad de Santillán y los autonomistas catalanes favorables a esta propuesta, José Giral, aunque de acuerdo al principio, cambió de parecer con el pretexto de enormes presiones procedentes de las grandes potencias; por su parte, Largo Caballero, que sentía «horror de las complicaciones internacionales», invocó el argumento del respeto a los tratados internacionales de Algeciras; además, Francia no sólo había advertido sobre posibles revueltas, sino que también veía con recelo el regreso del emir rifeño a la escena internacional. Koltsov fue fusilado en 1941 por orden de Stalin. En 1956 Jrushchov lo rehabilitó.
[6] Todas las citas del artículo de Koltsov se extraen de su traducción española, «Moros en Toledo», publicada en Mundo Obrero el 18 de octubre de 1936 y firmada por «Miguel Kolzov, redactor-jefe de Pravda». (N. del Ed.)
[7] En un artículo publicado en Claridad el 24 de octubre de 1936, la secretaria de prensa de la Agrupación Hispano-Marroquí —probablemente la Carmen citada anteriormente—, dando cuenta del trabajo realizado, como la movilización de miembros de la Agrupación y su puesta a disposición de la Junta de Defensa de Madrid para participar en las obras de fortificación alrededor de la capital, habla de deserciones en masa de regulares gracias al esfuerzo de propaganda intensa desplegado en los diferentes frentes. Menciona, de paso, las gestiones apremiantes ante las autoridades para que los prisioneros y los desertores les fueran entregados para constituir el famoso Batallón Hispano-Marroquí.
[8] Estas ejecuciones, además de constituir una violación flagrante de la Convención de Ginebra relativa al trato de los prisioneros de guerra de 1929 (que estipula en su artículo 3 que «las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de fuerzas armadas que hayan dejado las armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención o cualquier otra causa, serán tratadas con humanidad sin que exista ninguna distinción de carácter desfavorable basada en la raza, el color, la religión o creencia, etc.»), contribuían directamente a sabotear la misión de Sidqi, ya que lanzaban una advertencia inequívoca a los soldados marroquíes que eran hechos prisioneros o que tomaban el camino de la deserción: lo que les esperaba era el pelotón de ejecución, no las grandes promesas de repatriación y de pago de un jornal de 10 pesetas.
Fuente: este artículo fue publicado originalmente en 2011, en el libro De Maŷrit a Madrid: Madrid y los árabes, del siglo IX al siglo XXI, ed. de Daniel Gil-Benumeya, Madrid: Casa Árabe/Lunwerg, 2011. Lo reproducimos aquí con permiso del autor, que ha proporcionado algunas de las imágenes que acompañaban al artículo original.
Portada: Nayati Sidqi en los años treinta y en los años sesenta (cortesía de Hind Sidqi Zeibak, colección de A. Ben Salem)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
Artículos relacionados
Los comunistas árabes y la lucha contra el fascismo y el nazismo (1935-1945)
La triste historia de los canadienses que lucharon contra el fascismo en España
Lenguas entre dos fuegos: Intérpretes en la Guerra Civil española (1936-1939)
Descubre más desde Conversacion sobre Historia
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Dudo que el alegato de un comunista árabe hiciera mucho efecto entre las tropas moras de Franco, atraídas a su ejercito no tanto por el dinero en si como por haberseles dicho que la Republica era atea, antireligiosa y antiislamica, por lo tanto, y que aquella era una lucha por la religión también… La doble motivacion entusiasmo a bastantes magrebies a unirse a los nacionalistas.
Sin duda alguno se lo pensaría, pero no creo que hubiera muchas deserciones al bando republicano.