El consejo de guerra de Burgos contra 16 miembros de ETA en diciembre de 1970 generó una avalancha de protestas y movilizaciones dentro y fuera de España. El proceso evidenció una vez más la naturaleza represiva y castrense de la dictadura, en contraste con una sociedad cada vez más orientada al aperturismo y la modernidad. Franco se vio obligado a ceder ante la presión, conmutando las penas de muerte, pero el ejército, aún garante principal de la dictadura, reaccionó cerrando filas, dando voz los militares más ultras y organizando planes represivos como el que se analiza en este artículo. Aunque la operación quedó en suspenso es interesante ver su detalle, pues revela la mentalidad y el modus operandi de unas Fuerzas Armadas y unos servicios de inteligencia que, a más de treinta años de la Guerra civil, seguían teniendo en el punto de mira como enemigo principal al comunismo, aunque este tuviera poco que ver con el movimiento radical vasco.

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Octavio Granado Martínez
Profesor de Historia
 

 

A. El juicio de Burgos
A.1. Antecedentes

A finales de los años sesenta, Franco pasaba de los 75 años y se hallaba en abierto declive físico; así pues, el Régimen había trazado un itinerario de continuidad, basado en los nombramientos del Almirante Carrero Blanco como vicepresidente del Gobierno y de Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado, tras prestar juramento de lealtad al dictador y a los principios y leyes del Movimiento Nacional.

En paralelo a estos procesos institucionales, en agosto de 1968 tiene lugar un hecho de importancia decisiva para la evolución de la represión y la contrainsurgencia: ETA realiza su primer atentado y asesina a Melitón Manzanas, un policía que había colaborado con la GESTAPO durante la IIª Guerra Mundial y que posteriormente, como responsable de la Brigada Político Social de la Policía en Guipúzcoa, se había ganado una extendida fama de torturador de detenidos antifranquistas.

El asesinato de Manzanas provocó el restablecimiento del Decreto-Ley sobre rebelión militar, bandidaje y terrorismo de septiembre de 1960, que se había aprobado como desarrollo de la Ley de Orden Público de 30 de julio de 1959 y derogado parcialmente pocos años después. Esto supuso que los delitos de terrorismo serían juzgados por la jurisdicción militar.

Además, en el imaginario de los dirigentes franquistas el asesinato de Manzanas generó cierta ansiedad colectiva. Al ejemplo del “mayo francés” se suma la expansión del movimiento hippie y aparece la necesidad de impedir que la creciente masa de estudiantes universitarios se contamine con ideas subversivas. Dentro de la contraofensiva cultural del Régimen, que promueve asociaciones de estudiantes y lanza tibios intentos aperturistas, está la creación de la Organización Contrasubversiva Nacional en septiembre de 1968, dedicada en principio exclusivamente al mundo universitario, y de cuya organización se encargará al entonces comandante José Ignacio San Martín, que conocía bien el mundo de los servicios de inteligencia. Durante su estancia en Francia San Martín se había ocupado del control de las actividades del Gobierno Republicano en el exilio, del Consejo de Don Juan y de los órganos de dirección del PSOE. Y se plantea la naciente OCM no como una duplicación de la Policía Nacional o de la Guardia Civil, sino como un órgano capaz de prevenir y anular por todos los medios las actividades subversivas.

José Ignacio San Martín (segundo por la izquierda, segunda fila desde abajo), más tarde director del Servicio Central de Documentación (SECED), y Juan María de Peñaranda (izquierda, de pie) en la entrega de diplomas del curso de Descriptación del Alto Estado Mayor (foto: archivo de Daniel Vidal/Diario Vasco)
A.2. El proceso de Burgos

Tras los asesinatos del Guardia civil José Pardines y del policía Melitón Manzanas en 1968, la Brigada Político Social de la Policía Nacional y la Guardia Civil detienen a dieciséis miembros de ETA y se decide que sean juzgados en consejo de guerra por un tribunal militar, en aplicación de la normativa citada. Al rechazar la Sala Segunda del Tribunal Supremo los recursos contra esta decisión se abre definitivamente el “Sumarísimo 31/69” en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos.

El juicio, contra lo que deseaba el Régimen, no supuso el fin de ETA, sino un duro golpe contra el sistema represivo. Las huelgas generales convocadas por el conjunto de la oposición contra el Consejo de Guerra ocasionaron muertes por disparos de la policía, lo que provocó la declaración de estado de excepción, primero en Guipúzcoa y luego en toda España. ETA secuestró a Eugen Beihl, cónsul honorario en San Sebastián, lo que amplió la repercusión internacional del juicio. Las críticas al carácter militar del proceso fueron interpretadas por el Régimen como acusaciones contra el propio Ejército. Las declaraciones críticas y las manifestaciones en los países de la OTAN fueron contestadas por el franquismo con una serie de manifestaciones masivas en toda España, presididas por los máximos responsables militares (capitanes generales, gobernadores militares, etc.), y culminaron con actos y alocuciones resaltando que el Ejército actuaría como barrera infranqueable ante los que querían subvertir el orden del Régimen e incluso romper la sacrosanta unidad nacional. Con la multiplicación de este tipo de mensajes, la naturaleza militar del régimen franquista se hacía más y más evidente.

El juicio concluye en 1971 con una sentencia de condenas a muerte y  penas de prisión de decenas de años para los principales acusados. Pero  ETA había liberado al cónsul Beihl y el general Franco dicta la  conmutación de las penas de muerte y su sustitución por cadena perpetua. Esta conmutación no desmentía lo fundamental de lo afirmado por el vicepresidente Carrero Blanco, quien proclamó ante el Pleno de las Cortes el 21 de diciembre de 1971 que caería todo el peso de la ley contra los terroristas; pero era un gesto susceptible de recibir diversas interpretaciones.

Dos hipótesis dieron explicación a los indultos de Franco. Una, la de los acusados; para ellos, que habían protestado por el secuestro del cónsul alemán, la liberación había supuesto un “acto de clemencia” al que el Régimen debía corresponder recíprocamente. La dirección de ETA justificó ante los detenidos que los contactos realizados con ciertos servicios de inteligencia (presumiblemente la CIA) habían logrado un “do ut des” que se tradujo en las conmutaciones[1].

Como segunda explicación, los sectores reformistas del Régimen y muchos historiadores hablaron de la preocupación que se abría paso en el núcleo directivo del franquismo ante las presiones internacionales. Los gobiernos europeos, tras soportar manifestaciones que habían provocado incluso la muerte de un manifestante en Italia, desórdenes, vandalismo, recogida de firmas entre la intelectualidad del país y condenas del franquismo,  reaccionaron extremando la presión por vías diplomáticas. Esta última hipótesis parece la más plausible; al final, se producen las conmutaciones, y gracias a ello se relajaron tanto la presión internacional como las movilizaciones contra la dictadura en el interior de España.

Este desenlace, sin embargo, dejó en los sectores fundamentalistas del Régimen una sensación agridulce, pues las penas de cárcel no les parecían suficiente castigo por los asesinatos juzgados. Las conmutaciones fueron consideradas como una muestra de debilidad, provocada por los sectores reformistas, “acomplejados” ante el exterior. Esta sensación es tan perceptible en la prensa de la época como las alabanzas a la “clemencia” del Caudillo.

Militares y policía a las puertas del Gobierno Militar durante la celebración del proceso (foto: Diario de Burgos)
 A. 3. Las Fuerzas Armadas en 1971

Las Fuerzas Armadas eran el pilar fundacional del “Estado del 18 de julio” desde su creación y su misión como instrumento represivo de cualquier actividad subversiva recibió un respaldo explícito en las Leyes Fundamentales que aspiraban a constituir un parangón de Constitución para los exégetas del franquismo. Así, la Ley Orgánica del Estado señalaba  en  su Título VI, artículo 37, que

“Las Fuerzas Armadas de la Nación, constituidas por los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire y las Fuerzas de Orden Público, garantizan la unidad e independencia de la Patria, la integridad de sus territorios, la seguridad nacional y la defensa del orden institucional.”

Para acometer con solvencia esta función el Ministro del Ejército Camilo Menéndez Tolosa había realizado una gran reforma en las Fuerzas Armadas durante el año 1965. En ella pierde peso la antigua distribución territorial de las unidades, que Franco había utilizado para contentar a sus compañeros de armas tras la Guerra Civil, y se divide operativamente el Ejército de Tierra en dos grandes componentes: las Fuerzas de Intervención Inmediata, para actuar en cualquier punto dentro o fuera de España (la movilización frente a la Marcha Verde será un buen ejemplo), y las Fuerzas de Defensa Operativa del Territorio (DOT), estructuradas en brigadas (BRIDOT) para la defensa de costas y fronteras, acciones contra núcleos hostiles dentro del territorio nacional, reducción de guerrillas, defensa de las infraestructuras y núcleos de población importantes y represión de disturbios y manifestaciones tumultuosas.

La historia militar convencional ha intentado ocultar piadosamente la finalidad puramente represiva de las DOT hablando de la Guerra Fría y de la necesidad de defensa del territorio. En realidad, las operaciones especiales en las que participaron las Compañías de Operaciones Especiales (vulgarmente llamadas “guerrilleros”) desde su constitución eran puramente antiterroristas, como veremos aquí en un ejemplo concreto y cuando intervienen en las fugas de presos de ETA de la cárcel de Segovia.

Esta misión funcional de las Fuerzas Armadas se veía comprometida por cierta competencia entre los servicios de la inteligencia militar y los recién creados por el Almirante Carrero Blanco fuera de la estructura jerárquica de las FAS. La Organización Contrasubversiva Nacional, que teóricamente ni les afectaba ni les coordinaba, creada por un militar, Carrero, y dirigida por otro, el comandante José Ignacio San Martín, había puesto bajo su mando a un conjunto de oficiales de los tres ejércitos (“los mejores”, según refiere San Martín en su libro citando a Carrero), y hacía valer su superioridad jerárquica, invocando precisamente que era la Vicepresidencia del Gobierno la que la había situado competencialmente en su lugar, algo confirmado en 1972 con la constitución del Servicio Central de Documentación.

En esta situación, después del proceso de Burgos los servicios de inteligencia militar que habían subsistido dentro de las Fuerzas Armadas prepararon una respuesta que debía estar en consonancia con sus funciones, así como con la relevancia de las proclamas de los generales en las manifestaciones franquistas. Como las actividades de los grupos subversivos están dentro de las tareas esenciales de la OCN, la inteligencia militar indicará cómo habían de ejercer la misión encomendada a las Fuerzas Armadas, más represiva que preventiva.

Tropas paracaidistas españolas en Bulalam, durante la Guerra de Infi, 1957 (foto: militar.org.ua)
B. La operación “General Mola”

Así se promovieron una serie de ejercicios para fortalecer la formación de los cuadros militares, dentro de los cuales se inscribe el al que vamos a analizar: la “Operación General Mola”.

El documento que vamos a comentar tiene fecha de octubre/noviembre de 1971 y  está firmado por el Comandante Jefe del Estado Mayor de  la Brigada de Infantería DOT VI, Sector Gorbea. Corresponde a un ejercicio de cuadros, esto es, una operación definida sobre un supuesto práctico, para el que se prepara a la oficialidad de unas unidades militares. En principio los ejercicios de cuadros no prevén la participación de clases de tropa, aunque  en el Diario de Burgos de diciembre de 1971 pueden rastrearse noticias sobre movimientos de algunos de los destacamentos militares que participaban  en la Operación “General Mola”, naturalmente sin dar a conocer su significado.

(Por economía de redactado se han mantenido las mayúsculas y los términos tal como figuraban en el documento.)

Documento de la Brigada de Infantería DOT VI (foto del autor)
B.1. Fuerzas participantes: Los recursos militares

Como ya hemos comentado, desde 1965, por la Instrucción General 165/142, en cada una de las regiones militares existía una Brigada de Infantería de Defensa Operativa del Territorio, que en la Sexta Región tenía sede en Vitoria[2].

Según las directrices de la Operación, en el ejercicio debían participar, bajo la dirección del Estado mayor de la Brigada, casi todas las unidades de la misma[3] (5). De acuerdo con la Ley Orgánica del Estado, las Fuerzas de Orden Público coadyuvarían como elementos integrantes de las Fuerzas Armadas. Las misiones encomendadas a los regimientos y a las fuerzas de orden público serían la protección de las vías de comunicación, instalaciones y servicios más importantes, la vigilancia y reparación de medios de transporte, la vigilancia de la costa y de sus cercanías, transmisiones, control de la población y anulación de las acciones del enemigo.  Se prevé la creación de “Unidades de Intervención” para su empleo contra las bandas enemigas y de “Destacamentos de Intervención contra alteraciones del orden público”, en los que, junto a vehículos, ambulancias, grupos de transmisión y pelotones con porras, escudos y gases lacrimógenos, está prevista la presencia de “un pelotón de tiradores”.

Especial interés merece la colaboración prevista de medios aéreos, en misiones de transporte, reconocimiento, observación y fuego. En el denominado “Sector Gorbea” se cuenta con un “ALP” (Destacamento de enlace de Aviación) y tres “FAC” (Controlador aéreo avanzado), “así como con dos salidas diarias de C/B (caza y bombardeo) desde el aeródromo de Zaragoza”.

Es llamativo que para el desarrollo de la Operación “General Mola” se prevea la participación de regimientos y destacamentos del Ejército del Aire en otras demarcaciones[4].  Algunos de los aparatos utilizados en las maniobras habían sido movilizados para operar en Sidi Ifni, pero la oposición de las Fuerzas Armadas de EE.UU, que habían suministrado a España los aparatos, habían frustrado esta posibilidad[5].

Línea de vuelo de aviones de caza F-86 Sabre (operativos en España hasta 1973) en la base aérea de Zaragoza (foto: Gaceta Aeronáutica)
B.2. El enemigo

La hipótesis sobre el enemigo es la presencia de cuatro grupos de personas, en nivel descendente de hostilidad hacia el Régimen. Serían los siguientes:

  • En primer lugar, “profesionales” de la vanguardia revolucionaria (estimados unos 300 en Bilbao y 120 en Vitoria), con entrega total a la causa.
  • En segundo lugar, una fracción activa de militantes y afiliados de la organización revolucionaria (un 5% de la población en Bilbao y un 3% en Vitoria), con un nivel de apoyo en actividades concretas o simplemente en financiación y distribución de los documentos
  • En tercer lugar, una fracción pasiva de simpatizantes (20% de la población de Bilbao y 15% de Vitoria), adversarios del Régimen y propagandistas de la acción revolucionaria.
  • Y en cuarto lugar, un amplio espectro de “masas no hostiles” sobre las que debe ejercerse la acción psicopolítica en función de su relativa simpatía o tendencia a la crítica del Régimen.

Todos estos grupos hostiles serían combatidos con diferentes acciones, pero en ningún momento se establece una graduación de la violencia proporcional a la violencia de los presuntos insurrectos. Es decir, se prevén acciones de destrucción de equipamientos urbanos simplemente porque se supone que son base de las fuerzas hostiles, sin distinguir de quien se está hablando. Analizaremos con mayor detalle esta cuestión.

Cuando el ejercicio debe describir el comportamiento de las fuerzas enemigas, parte de los supuestos de la estrategia militar tradicional. La guerra es ocupación de territorio y en este sentido la guerrilla rural es  “… la más peligrosa, ya que en todo proceso revolucionario es la única que tiene verdadera capacidad para derribar al Gobierno constituido…”, pero además es la fuente de las guerrillas urbanas, entendiéndose que cuando una guerrilla rural se transforma en urbana puede considerarse un retroceso, pero la lucha contra las guerrillas urbanas, aunque nueva para el Ejército español, “no lo es para los promotores del desorden y subversión mundial”. El documento mezcla con cierta confusión referencias a la actividad de las guerrillas del centro y norte de Sudamérica, a la guerrilla española de la Guerra de la Independencia del siglo XIX y al maquis, todo ello en un cóctel que describe cómo el escenario más peligroso de la posible insurrección en el País Vasco sería la ocupación de Peña Gorbea y la Sierra de Cantabria por un grupo armado, embrión del futuro Ejército de Liberación que controlase áreas de territorio, incluida su población.

Van a considerarse como elementos de esta lucha subversiva la incitación a la acción violenta en las manifestaciones, asaltos, emboscadas, ocupaciones, sabotajes, secuestros y asesinatos de personas consideradas adversarias del movimiento guerrillero. Estas acciones directas irían acompañadas de otras de guerra psicológica: guerra de nervios, rumores, mentiras, propaganda y manipulación de los miembros más jóvenes y menos profesionales de las Fuerzas Armadas exaltando sentimientos patrióticos y nacionalistas.

Funeral de Melitón Manzanas (foto: Efe)
B.3. Esquema del documento de la “Operación Mola”

El planteamiento de la operación según el documento elaborado por el Estado Mayor de la DOT-VI, consta de once apartados y varios anexos:

  1. División del sector en zonas, organización y misiones. Anexo 1: Organigrama cuartel general del sector. Anexo 2: Apoyo aéreo.
  2. Plan de Transporte.
  3. Plan de Protección de objetivos y Vigilancia de Comunicaciones.
  4. Plan de Lucha contra la Insurrección Urbana.
  5. Plan de Vigilancia de Costas y Espacio Aéreo.
  6. Plan de Lucha contra Bandas Armadas. Anexo 1: Organización de la Guerrilla y Grupo de Guerrillas Español.
  7. Plan de Acción Psicológica.
  8. Boletines de Información.
  9. Decisiones y Órdenes
  • Trabajos a realizar por las Unidades.
  • Destinatarios (a efectos didácticos)

En términos de estrategia militar, los planteamientos del documento son muy razonables en un ejercicio de “defensa operativa del territorio”, señalando la distribución de efectivos y de los medios de transporte y motorización de todas las reservas. Las cuestiones logísticas del documento (organización, transportes, vigilancia de costas y espacio aéreo), están resueltas con profesionalidad y precisión. Las referencias a cuestiones jurídicas, el tratamiento legal de los ciudadanos residentes no españoles (turistas, trabajadores, asilados y exiliados) son impecables. Incluso se hace referencia a las divisiones de los grupos antifranquistas, lo que indica que los autores han conocido los trabajos previos de investigación realizados por la Brigada Político Social o los servicios de inteligencia. Cuando es necesario hacer progresar la hipótesis del ejercicio o detallar los aspectos de la contrainteligencia psicológica, el sentido común irá desvaneciéndose.

Familiares de los procesados en el consejo de guerra de Burgos, delante del Gobierno Militar (foto: El Correo)
B.4. Planteamiento de la operación: supuesto de partida

La hipótesis que sustenta el ejercicio es un incremento del reclutamiento de personas “adictas al movimiento revolucionario”, orientada a realizar una acción coordinada en las ciudades más importantes, Bilbao y Vitoria, y en núcleos urbanos más propicios para la actuación de guerrillas urbanas, germen de la guerrilla rural.

Las operaciones de las guerrillas urbanas “no responden ni a los moldes de la guerra clásica ni a los de la delincuencia común”. Sus operaciones se pueden clasificar en cuatro tipos:

  • Operaciones de acción masiva, como infiltración en las manifestaciones agitándolas a la acción violenta, agresión a las FOP, destrucción de negocios y servicios, incendio de vehículos, barricadas… Las huelgas en centros de trabajo y enseñanza, seguidas por ocupación de locales y toma de rehenes.
  • Operaciones de combate guerrillero, asaltos de bancos, oficinas públicas, rescate de presos después de motines en las prisiones, emboscadas para la eliminación de personas, ocupaciones en lugares y establecimientos.
  • Operaciones de terrorismo: sabotajes, secuestros, asesinatos acompañados de la denuncia de la actividad “criminal” de la víctima.
  • Operaciones psicológicas, como difusión de rumores y bulos, propaganda, denuncia de torturas falsas y propaganda entre soldados.

El supuesto de partida más probable es que comiencen acciones terroristas coordinadas en zonas rurales y urbanas. Hipotéticamente, el debilitamiento en las zonas rurales fuerza a los grupos terroristas a concentrarse en las ciudades intentando extender una insurrección urbana, lo que exigiría al menos quince días de preparación. En su hipótesis más peligrosa, la acción del enemigo ha sido tan intensa que motiva la declaración por parte del Gobierno del “estado de guerra” en el territorio.

El documento prevé la división de cada ciudad en subzonas con mando independiente y una dotación de reserva, para resistir hasta recibir refuerzos. Los individuos detenidos serán conducidos a la Prisión Provincial o a locales amplios (plazas de toros, estadios), tal como sucedió en algunas ciudades durante la Guerra civil. Las zonas industriales y estudiantiles, donde el contingente revolucionario es mayor, deberían quedar aisladas del casco urbano.

Imagen de varios de los miembros de ETA que serían juzgados en el proceso de Burgos de diciembre de 1970, en una foto de 1968, cuando se encontraban en la clandestinidad. De izquierda a derecha de pie: Xabier Izko de la Iglesia «Txikerra», Mikel Etxeberria «Makagüen», Mario Onaindia, Gregorio López Irasuegi «Javi», Eduardo Uriarte «Teo», y, agachado, Jon Etxabe.
B.5. El Plan de acción psicológica

 Dejando de lado las operaciones de maniobras (transmisiones, vigilancia de costas y de vías de comunicación), el documento es especialmente interesante en su definición del plan de acción psicológica, en la que el adversario es claramente la ideología comunista. Tal vez convenga señalar, aunque se hará en las conclusiones, que aunque las maniobras tienen lugar en una zona de Euskadi, el nacionalismo no es contemplado en modo alguno a la hora de definir el estereotipo de enemigo. De hecho, entre las cuestiones a tener en cuenta, el euskera no alcanza ninguna relevancia.

Las células comunistas en las FAS, que con sus simpatizantes solo llegan al 5% de la tropa, según el documento serán muy activas en el desprestigio de una oficialidad, a la que se denuncia como privilegiada frente a las clases económicamente débiles a las que pertenecen los soldados. Ante esta actuación debe incrementarse la cohesión espiritual de las fuerzas armadas, prestigiarlas y convencer a los soldados del arraigo popular de las mismas y de que “las FAS solo buscan afianzar las instituciones legales y no gobernar”. Para lo cual hay que reactivar principios y valores psicológicos, y “garantizar la personalidad del individuo como defensor de la cuádruple misión que el impone el artículo 36 de la Ley Orgánica del Estado”, demostrando que “el cuartel es la mejor escuela de ciudadanía”. Se promoverán el principio de jerarquía, la instrucción, el recreo educativo del soldado (proyecciones cinematográficas, competiciones deportivas), la ciudadanía”.

En el plano formativo, las conferencias que deben impartirse a jefes, oficiales y suboficiales, al lado de las consabidas referencias a las leyes Fundamentales, contemplan las principales doctrinas que apoyan la subversión, entre las que se destacan el comunismo y sus variantes, el anarquismo y el Partido comunista español. Sin embargo, contra la lógica más elemental, en el último trimestre de 1971 el enemigo contra el que se prepara el Ejército español −según el documento que comentamos− no se corresponde con los condenados en el juicio de Burgos. No existen en el texto del documento más que una o dos  referencias aisladas al pensamiento nacionalista o al euskera y ETA no es mencionada.

Para los soldados, al lado de las referencias a los enemigos de España (la Leyenda Negra y el Comunismo) hay referencias al compañerismo y al honor militar. Sobre la propaganda para la población civil, el documento insiste en que las FAS  solo pretenden mantener la paz y el orden, y descalifica al comunismo señalando la intervención en Checoeslovaquia, la sumisión del este de Europa a la URSS y las tendencias antagónicas que surgen en el movimiento comunista. Dentro de la información que cabe recabar, se piden datos sobre pérdidas causadas por las operaciones de mantenimiento del orden, la existencia de opiniones políticas opuestas al Gobierno y el mercado negro o deseo de emigración.

Tomás García Rebull, capitán general de la VI Región militar, junto al  Gobernador civil de Burgos, Federico Trillo-Figueroa (padre)(foto: Efe)
B.6. El momento clave del supuesto operativo: Apartados 8 y 9 del documento

En el apartado número 8 del documento se contienen ya los supuestos concretos a qué tipo de ofensiva terrorista se pretende combatir.

Se producen actos de terrorismo contra personas e instalaciones en Guernica, Bermeo, Lequeitio y Ondarroa. Hay actividad de captación en Valmaseda (sic), Amurrio y Llodio y se reparten folletos y propaganda en Amorebieta, Larrabezua, Munguía, Baracaldo, próximos a Bilbao, y Zárate, Urbina, Larrinza y Durana al norte de Vitoria. En Argote, La Puebla de Arganzón y Treviño se han visto personas desconocidas. Los embalses han sido objeto de ataques esporádicos, con la intención de retener allí a las guarniciones de la Guardia Civil que los vigilan. Se han localizado cuadrillas en el puerto de Azaceta y Opacua.

En las ciudades de Bilbao y Vitoria hay huelgas, paros parciales, atracos de bancos y actos de protesta. Se intensifica la actividad de elementos subversivos. En conclusión, se prepara una acción coordinada en el medio rural y urbano que partiría de reductos-base localizados en Peñas de Haya, Sierra de Urbasa, Sierra Gorbea y Sierra Cantabria.

Un mes más tarde se detecta una guerrilla de 30 hombres que se dirige a la Sierra Urbasa y  otra que ocupa Basauri y Arrigorriaga, asesinando autoridades y amparándose en el apoyo popular. Otra partida realiza actos de terrorismo en Munguía, Amorebieta y Guernica. Los reductos de Sierra Gorbea permanecen inactivos.

A principios de noviembre se comunica que la lucha contra las guerrillas rurales ha tenido pleno éxito, por lo que sus restos se dirigen a Bilbao y Vitoria, dónde se ha intensificado la propaganda subversiva. El 10 de noviembre se producen insurrecciones urbanas simultáneas en Bilbao y Vitoria; la primera es especialmente importante.

Como consecuencia, el General Jefe de la BRIDOT VI y Sector Gorbea ordena la captura o destrucción de los elementos subversivos de la zona para impedir su infiltración en Bilbao, así como de las bandas armadas y grupos guerrilleros localizados en la zona de Iturrieta, V. Sollube y Sierra Peña Gorbea, y la captura y control de las ciudades de Vitoria y Bilbao para garantizar la continuidad de los servicios públicos esenciales.

El documento 10, que contiene los trabajos a realizar por las unidades, comienza por indicar que es necesario conocer las necesidades de todo tipo para completar las Plantillas de Guerra; entre éstas se encuentran vehículos, pistas de aterrizaje, material para los destacamentos de intervención contra las alteraciones de orden público, valoración de qué objetivos deben ser custodiados por Fuerzas del Ejército de Tierra o de Orden Público. Tras exponer estas cuestiones, digamos de intendencia, se pide que se cumplimente una información sobre las Zonas de Defensa, desde el punto de vista de Geografía Física, Historia, Geografía, Vida Económica, Vida Social, Organización del estado y unidades de la Defensa Nacional. En la geografía humana encontramos la única referencia al euskera: “Lengua nativa o dialecto, tanto por ciento que lo hablan, lugares donde lo hablan, etc.”. En la vida social se pide información tanto sobre partidarios y adversarios, así como de sindicatos,  partidos políticos de la oposición y movimientos clandestinos, como de excombatientes de la zona nacional y roja, Hermandades de Alféreces Provisionales, Sargentos, Antiguos legionarios, etc.

Desfile de la Victoria en Madrid, 6 de junio de 1971 (foto: diario Hoy)
C. Conclusiones de la Operación General Mola
C.1. El ejército como instrumento de defensa del orden público

De la lectura del documento que sirve de soporte al Ejercicio de Cuadros “General Mola”, del Sector Gorbea, Estado Mayor de la Brigada de infantería de Defensa Operativa del Territorio VI, cabe inferir un hilo conductor que arranca de las operaciones contra el maquis o los grupos guerrilleros de la postguerra, antes que una elaboración teórica más acompasada a la fecha cronológica de la operación.

Las ausencias en el texto al ideario de ETA o al pensamiento nacionalista cuando se habla de la descripción del enemigo indican claramente la falta de información de la inteligencia militar española sobre la situación política del país. Para el documento, el levantamiento insurreccional debe producirse desde una guerrilla rural como la de Sierra Maestra, constituida por guerrilleros comunistas. Su paso al medio urbano solo tiene sentido por la generalización de la insurrección o por el fracaso del levantamiento rural.

El Ejército  franquista es consciente de que su misión, consagrada por la Ley Orgánica del Estado, es la de proteger la integridad del territorio, pero también la seguridad y el orden institucional. Para que su argumentario sea mínimamente solvente, hay que afirmar que las Fuerzas Armadas no gobiernan, aunque el Estado  del 18 de julio sea una dictadura militar.

El propio documento menciona ejercicios tácticos de pequeñas unidades, así como una operación “Diego Porcelo” (sic) de ejercicios de cuadros dentro del ambiente de guerra subversiva, así como “ejercicios de guerrillas” que anualmente se hacían para adiestrar a las tropas en el combate contra enemigos organizados en guerrillas. Pero es más, en el rastreo de los etarras fugados de Segovia, en el apoyo a despliegues de la Guardia Civil y en las operaciones de impermeabilización de la frontera francesa se reconoció públicamente la participación de soldados de las COES. Como es lógico, los ejercicios teóricos que preparaban las operaciones debieron anticipar supuestos similares.

Nada de esto es especialmente novedoso, porque existen referencias de operaciones similares que estudiaban y ensayaban supuestos en los cuales los enemigos del Ejército español eran los trabajadores y estudiantes. Uno de los fundadores de la UMD, Julio Busquets cuenta en “Militares y Demócratas” cómo en el año 1962, destinado en el Estado Mayor de la Capitanía General de Barcelona, le encargaron que preparara un plan de defensa de la ciudad ante un posible ataque. Cuando presenta el supuesto partiendo de un enemigo que viene de Francia y ataca Barcelona por tierra, mar y aire, sus superiores lo desechan con cierta mofa por su ingenuidad y  le piden que redefina la operación planteando un cerco de Barcelona que provenga de los barrios obreros de la ciudad y de los alrededores, para lo que el tiro de las piezas de artillería debe buscar las mejores ubicaciones, apuntando a los insurrectos situados en esos lugares. En sus memorias, Busquets simplemente refiere que se zafó del encargo. Como le conocí personalmente, pude preguntarle en una ocasión cómo había conseguido eludir su responsabilidad y me contestó sonriendo que había dicho a su superior que su conciencia cristiana (Busquets había colaborado en diversas publicaciones católicas aperturistas, como Reconquista) le impedía bombardear barrios con niños y familias; su superior le replicó que “era demasiado buena persona” y le dejó estar.

El adiestramiento que intentaba conseguir entre la oficialidad de la VIª Región Militar la Operación General Mola era la preparación de los oficiales para proteger la integridad territorial de España haciendo la guerra contra sus enemigos. Y cuando hablamos de éstos no se distingue entre grupos armados y grupos políticos democráticos, con personas que participan en acciones reivindicativas en función de su ideología.

Desfile de la COE 61 del Regimiento San Marcial nº 7 con base en Burgos, hacia 1968-69 (foto: fedavbve.com)
C.2. Y la guerra supone la adopción de estrategias militares

Por si alguien tuviera alguna duda de lo que significa una operación destinada a planificar la guerra como forma de defender el orden público, vamos a señalar algunos de los ejemplos que se deducen de la lectura del documento.

  • Página 9, cuando se menciona la composición de los “Destacamentos de Intervención contra alteraciones de Orden Público”, se alude a “un Pelotón de tiradores”.
  • Página 13, cuando se habla de las funciones de los aviones E-16, “con capacidad de ametrallamiento y bombardeo a baja altura”
  • Página 31: “La fuerza… estará dispuesta para reaccionar contra el enemigo y proceder a su destrucción”.
  • Página 33: “No se dudará en emplear toda clase de medios para reducir a los insurrectos aunque suponga la destrucción de edificios”
  • Página 39: “Misión :
    • Capturar o aniquilar a la totalidad de las bandas armadas y a sus simpatizantes.
    • Destruir todas sus instalaciones y medios de vida
  • Página 42: “Misión de Limpieza. (tras la de Seguridad y de Control)
    • … “coger prisioneros o aniquilar la totalidad de los elementos rebeldes y a sus simpatizantes y destruir sus instalaciones y medios de combate y vida.”
  • Página 64: “… ordena al Mando de las Reservas del Territorio que con el núcleo “G” actúe sobre los elementos subversivos en dicha zona con la misión de impedir su infiltración hacia Bilbao, procediendo a su captura o destrucción.”
  • Página 65: “Misiones” “Capturar o aniquilar la banda armada… los núcleos guerrilleros…”
  • Página 66: “Misiones” “Ocupar y controlar militarmente la ciudad de Vitoria… la ciudad de Bilbao…”
  • Página 68: “Trabajos a realizar por las unidades 1.- Necesidades de todo tipo para completar las Plantillas de Guerra

Estas referencias son comunes en las maniobras que realizan periódicamente las Fuerzas Armadas. Los Ejércitos son estructuras cuya función es hacer la guerra. En este caso concreto, preparan a los cuadros militares para una guerra civil contra una parte de la población española,  en la que habría insurgentes y adversarios políticos del Régimen sin actividad violenta.

Franco pasa revista a soldados de infantería en la plaza mayor de Cáceres el 7 de julio de 1970 (foto: archivo del diario Hoy)
C.3. ¿Qué enseñanzas podemos extraer de este documento?

Cuando he intentado comentar el documento con mandos de las Fuerzas Armadas, su preocupación siempre ha sido que su posible difusión pudiera usarse como justificación de las acciones terroristas de ETA. No es razonable. Ningún documento teórico de estrategia militar puede suponer una justificación para la acción terrorista, pero tampoco el terrorismo legitimaría la preparación una nueva guerra civil para combatirlo, con actuaciones militares contra población civil y ciudades.

La primera impresión que produce la lectura del texto no supone que sus autores asumieran la encomienda con apasionamiento, sino más bien con una ejecutoria funcionarial casi ridícula en algunos párrafos. La forma en la que fue encontrado el ejemplar, uno más en una acumulación de documentación administrativa sin ningún valor, manifiesta que a los pocos años de su confección ya no merecía excesiva atención a los mandos militares. Reiteramos que estamos comentando un ejercicio de cuadros del Ejército; en estas maniobras no tuvieron participación clases de tropa, aunque algunos cuadros militares hicieran coincidir la operación con ejercicios de sus destacamentos.

Pero conviene saber que el Ejército español, en la época democrática, tampoco ha tenido demasiado interés en que esta documentación fuera conocida y valorada. Cuando el autor de esta recensión solicitó formalmente (2016) consultar un ejemplar del documento, se le indicó que no obraba en los Archivos de la VI Capitanía Militar. Tampoco su difusión ha merecido demasiado interés para los medios de comunicación más conocidos. Su publicación fue rechazada amablemente por El Correo Español/ El Pueblo Vasco, el diario con mayor tirada de Euskadi, aduciendo problemas de contexto que dificultarían el conocimiento preciso de la información. El digital Público si publicó una información sobre estas maniobras.

Tal vez el conocimiento y comentario del texto no sea excesivamente relevante. Pero ayuda a conocer que las Fuerzas Armadas, no durante la Guerra civil ni durante la inmediata postguerra, sino más de treinta años después, estaban preparando a los soldados españoles para repetir la guerra en el caso de que existiera un enemigo,  español,  que pusiera en cuestión el Régimen. Y que en estas tareas de preparación no iban a existir demasiados límites para la acción militar.

Trágicamente conocemos, a la luz de lo que sucede en estos momentos en Gaza, a qué  nos enfrentamos cuando un Ejército desencadena operaciones dirigidas estratégicamente para combatir a un grupo terrorista dentro de una población civil, sin medir consecuencias en pérdida de vidas humanas, aniquilamiento y destrucción. En unos de los últimos rifirrafes políticos en un blog de militares jubilados de extrema derecha uno de los participantes  proclamaba que si era necesario para defender a España matar a miles de personas habría que volver a hacerlo. Ésa es, sin tapujos, la idea de algunos.

“Dixi et salvavi animam meam”
Octavio Granado Martínez
Burgos, marzo de 2024

 

D. Referencias normativas, documentales y bibliográficas
D.1 Referencias normativas
  • Ley de Orden Público, Boletín Oficial del Estado, 30 de julio de 1959
  • Decreto sobre rebelión militar, bandidaje y terrorismo, revisando y unificando la Ley de 2 de marzo de 1943 y el Decreto-Ley de 18 de abril de 1947. Boletín Oficial del Estado, 21 de septiembre de 1.960.
  • Ley Orgánica del Estado, Boletín Oficial del Estado, 11 de enero de 1967.
  • Directiva de Alto Estado Mayor, enero de 1965.
  • Instrucción General 165/142, de 10 de julio.
  • Ley 85/65, de Modernización de las Fuerzas Armadas. Boletín Oficial del Estado, 17 de julio de 1965

 D.2. Referencias documentales

  • Operación General Mola. Brigada de Infantería de Defensa Operativa del Territorio VI. Comandante Jefe de Estado Mayor. Vitoria, 2 de octubre y 12 de noviembre de 1.971.

 D.3. Referencias bibliográficas

  • “Servicio Especial: A las órdenes de Carrero Blanco”. José Ignacio San Martín. Madrid 1983. Editorial Planeta.
  • “Historia de los servicios de inteligencia: El periodo predemocrático.” Francisco Javier Zorzo Ferrer. Artículo, revista Arbor. Madrid, enero 2005. Páginas 75 a 98.
  • “El juicio de Burgos: Un documento para la memoria”. Donostia, 2020. Erein Argitaletxea.
  • Ifni: La prensa y la guerra que nunca existió. Vidal Guardiola, Lorenzo Mª. Madrid 2006. Almena Ediciones
  • “Militares y demócratas”. Julio Busquets. Barcelona 1999. Plaza y Janés. 
Imagen de 1969 de una escuadrilla de cazas Lockheed F-104G Starfighter (operativos en el Ejército español entre 1965 y 1972)(foto: defensayaviacion.info)

 

Notas

[1] Testimonio de Mario Onaindia, condenado en el Proceso de Burgos y posteriormente senador del PSOE

[2] Por hacer constar cómo ha llegado el documento al autor de este texto, digamos que es la copia número 4 dirigida al Regimiento de Infantería “San  Marcial”, que tuvo su sede en la calle Vitoria de la ciudad de Burgos, hasta su traslado en 1976 a Castrillo del Val. Al demolerse el antiguo cuartel, los sótanos quedan bajo los escombros y dentro de ellos, en algunas habitaciones, numerosos documentos sin ningún tipo de protección. El documento indica que es confidencial y, por tanto, es un documento “clasificado”, según normativa aún hoy vigente.  El hallazgo del documento fue realizado por una persona que, vista su relativa trascendencia política, lo entrega al autor.

[3] Los regimientos de Infantería “San Marcial”, de Burgos, y “Garellano”, de Bilbao y la Compañía de Operaciones Especiales número 61 (adscrita al regimiento “San Marcial”); y las siguientes unidades de Vitoria: el regimiento de Artillería de Campaña, la Agrupación Mixta de Encuadramiento, el Grupo Ligero de Caballería VI y el Batallón Mixto de Ingenieros VI.

Como fuerza auxiliar, estaría el Regimiento Mixto de Ingenieros número 6. Como fuerza de reserva se cuenta con el Regimiento de Artillería de Campaña “España”, destinado entonces en Vicálvaro (menos las unidades de carros, que serían aportadas por las unidades de la Brigada). Sin embargo, no se prevé la participación del Regimiento de Infantería “Valencia”, de Santander, ni del Regimiento de Infantería Flandes, de San Sebastián. Tampoco de la Compañía de Operaciones Especiales número 62, adscrita al Regimiento “Garellano” de Bilbao.

Se prevé la participación de la 552 Comandancia de la Guardia Civil y de compañías y destacamentos de Tráfico, así como de Fuerzas de Policía Armada. Los puestos de mando y enlace descritos en el documento son tres, en los sectores Vitoria, Badaya (Álava) y Archanda (Bilbao), además de una defensa en el campamento de Gamarra.

[4] Los aparatos que participarían en la misma.  Serían:

  • Una escuadrilla de helicópteros de reconocimiento tipo ALOUETTE II y dos de transporte tipo H-19, de Pamplona,.
  • Una escuadrilla de 8 aviones E-16 C/B. de Zaragoza.
  • Dos escuadrillas de 10 aviones DORNIER cada una, Hondarribia y Vitoria para apoyo de reconocimiento.
  • Una escuadrilla de 8 aviones T-9 CARIBOU de Noain. De mayor envergadura y longitud (30 m. x 22) podían transportar hasta 32 soldados.
  • Una escuadrilla de ocho aviones E-16 C/B de Zaragoza. Con esta identificación el Ejército del Aire denomina el North American Texan T-6 G, de los que adquirió 71 ejemplares con fines de entrenamiento. Estos aviones eran utilizados para que los pilotos desarrollaran conocimientos de ametrallamiento y bombardeo. Estaban equipados con dos ametralladoras Breda, de 7,7 mm, 12 cohetes Oerlikon, de 80 mm, 10 bombas de 10 kgs y 24 granadas de 81 mm.

[5] Vidal Guardiola, Lorenzo M,  Ifni: La prensa y la guerra que nunca existió. Adiciones Almena. Madrid 2006, pag.70.

Fuente: Conversación sobre la historia

Portada: cordón policial frente al Gobierno Civil de Burgos durante el consejo de guerra de diciembre de 1970 (foto: El Correo)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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