Margarita Ibáñez Tarín

Presentación

La riada de 1962 en la comarca del Vallès en Barcelona causó más de 600 muertos y pérdidas millonarias, pero no fue un fenómeno meteorológico excepcional. Hacía muy poco tiempo que había tenido lugar otra gran riada del desarrollismo franquista,[1] la catástrofe causada por el desbordamiento del río Turia en Valencia en 1957, y le siguieron otras inundaciones en años posteriores, como las del Baix Llobregat y el Besós (Barcelona) en 1971. En estos casos, la población más pobre, procedente del éxodo rural, —nos cuenta Ivanna Vallespín en su artículo — fue la que padeció las mayores penalidades y horrores, incluido el robo de niños huérfanos, porque sus viviendas precarias, construidas en las ramblas y en los márgenes de los ríos, fueron arrasadas. Pero en Terrassa y Rubí se daba una circunstancia singular para el franquismo, ya que buena parte de la industria textil de Barcelona se concentraba allí y esto convirtió la zona en un punto estratégico donde confluyeron luchas políticas, acciones de propaganda, corrupción económica y conflictos de intereses, como analizan los investigadores Lluís Sales i Favà y Ferrán Sales (2012), Manel Márquez (2012) y otros.[2]

Tras la riada del Vallès, una oleada de solidaridad se levantó dentro y fuera de España, con gran protagonismo del President de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, y de la comunidad de monjes de Montserrat, con maratones benéficos en Radio Barcelona y subastas de cuadros donados por Picasso y Dalí. Como contrapunto, desde el régimen franquista se produjo una gran movilización política para dar respuesta e instrumentalizar el apoyo multitudinario en beneficio propio. Franco visitó la comarca el 2 de octubre de 1962, solo una semana después de la tragedia, y prometió 1.000 millones de pesetas otorgados a través de créditos del Banco de España, que nunca se supo con certeza dónde fueron a parar. A los industriales no se les exigió que justificaran las indemnizaciones, lo cual dio lugar a una ingente operación de picaresca por parte de los burgueses catalanes y de los funcionarios implicados, que no dejaron escapar una gran oportunidad de negocio. Es lo que Gabriel Ferrater llama en la carta que acompaña este artículo: el miracle català. Jordi Amat investigó la correspondencia de Gabriel Ferrater conservada en la Biblioteca de Catalunya para la elaboración de su biografía Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater[3] .Descubrió, gracias a la aportación de Jordi Cornudella, la existencia de una carta poco conocida, en la que el escritor retrata con lucidez e ironía la farsa de la corrupción económica fiel aliada de  la campaña de donaciones en la riada del 62. Según los cálculos más pesimistas los daños causados por la inundación ascendían a 400 millones, pero los 600 restantes no podían caer en saco roto y hubo un acuerdo unánime entre los industriales y la Diputación de Barcelona para efectuar un reparto ad hoc. En pleno desarrollismo, en un contexto de especulación inmobiliaria y de corrupción política y empresarial, las localidades afectadas por la riada experimentaron un gran crecimiento. En solo en diez años, Rubí multiplicó su población que pasó de 10.000 habitantes en 1960 a 44.000 en 1981 y Terrassa pasó de tener 90.000 a 140.000 habitantes, que vivían en viviendas baratas de barriadas sin nombre, donde los nombres de las calles fueron sustituidos por números y letras.[4]

[1] El Salto diario. com, “La riada del desarrollismo. La tragedia del 57, que dejó 81 muertos según las autoridades, fue utilizada como excusa para desarrollar un urbanismo agresivo en la Horta Sud de València”, 3 de noviembre de 2018, https://www.elsaltodiario.com/urbanismo/la-riada-del-desarrollismo-valencia

[2] Sales i Favà, Lluís; Sales, Ferran, La Riuada de Franco: pugnes polítiques, propaganda i corrupció en el context de les inundacions del Vallès (1962), Lleida, Pagès Edicions, 2012, Márquez, Manel, L’aiguat del 1962, 50 anys després, Fundació Torre del Palau (col·lecció: Els Llibres de Terrassa), Terrassa, 2012 y Moreno Fornés, Meritxel, Pons Alsina, Gemma y Ruiz Villalba, Christian, Rierada de Rubí de 1962, Ajuntament de Rubí, 2001.

[3] Amat, Jordi, Vencer el miedo: Vida de Gabriel Ferrater, Barcelona, Tusquets Editores, 2022.

[4] Europa press, “Tráfico de huérfanos y corrupción, cara oculta de las riadas del Vallès (Barcelona) que sale a la luz 50 años después”, 24 de septiembre de 2012.

Efectos de la riada en el barrio de Sant Llorenç (Terrassa). Foto: Carles Duran
Las incógnitas de las riadas del 62

 

Ivanna Vallespín

 

 El 25 de septiembre, pero de 1962, ha marcado la memoria de varias generaciones y de un territorio: el Vallès. Hacia las nueve de la noche se desencadenó una fuerte tormenta que dejó hasta 223 litros por metro cuadrado en el centro de Terrassa, 135 en Sabadell o 182 en la cima de La Mola en dos horas. Esta agua comenzó a bajar, los arroyos se llenaron; el agua no tuvo clemencia y se llevó todo lo que encontró a su paso, fueran árboles, vehículos, casas o vidas humanas, en este caso concretamente 692, según datos oficiales, la mayoría en Terrassa (327) y Rubí (260). Pero 60 años más tarde todavía planean muchos interrogantes por resolver: ¿por qué se produjo la tragedia? ¿Se podría haber evitado? ¿Qué pasó con los niños huérfanos? ¿Llegaron las ayudas a quien más lo necesitaba?

«Desde el punto de vista meteorológico no fue un fenómeno excepcional, se repite de tanto en tanto», apunta el meteorólogo de TV3 Francesc Mauri. Aunque una cantidad de precipitación así puede provocar una riada y ciertos estragos, no explica la magnitud de la tragedia. Otros factores influyeron, apunta Mauri: que se produjera cuando ya era oscuro, y la negligencia por parte de las administraciones que dejaron levantar casas en el cauce de la riera.

Puente de la Renfe en la Riera de les Arenes (foto: Jaume Altimira)

Los años sesenta coinciden con una llegada masiva de inmigrantes, principalmente del sur de España, para trabajar en las fábricas. Había mucha necesidad de vivienda y eso supuso una especulación de los terrenos. «Construir junto a la rambla no era ilegal, según el planeamiento de la época. El problema es que mientras se hacía este planeamiento hubo muchas alegaciones de los propietarios de terrenos y se permitió construir demasiado cerca de los cauces», apunta Teresa Cardellach, jefa del Archivo Municipal de Terrassa.

60 años más tarde todavía planean muchas dudas: ¿por qué se produjo la tragedia? ¿Qué pasó con los niños huérfanos?

La mayoría de casas de estos trabajadores eran de autoconstrucción. «Nadie les decía que aquello era peligroso. Hacía mucho tiempo que no bajaba el arroyo fuerte, así que había cierto desconocimiento de que se podía producir una riada. Además, la gente que venía del sur de la península, donde estos fenómenos son menos habituales, poco se podía imaginar que esto pasaría», añade Juan P. Martín Vide, catedrático de la UPC en ingeniería fluvial, que desde hace treinta años estudia los arroyos de Terrassa y de Rubí.

En la tragedia también jugaron un papel clave los puentes. Primero hicieron de tapón de toda el agua que bajaba, provocando un aumento del nivel del agua que anegó muchas casas. «Pero cuando caen los puentes, como el de la Renfe, se produce una ola o pared de agua que es muy destructiva. Como un tsunami. Bajaban muchas rocas y ramas y eso hizo que la destrucción fuera mayor», señala Vide. La ola destructiva que se inició en el barrio de Las Arenas continuó hasta el barrio de Les Fonts y asoló barrios no tan humildes, como el Escardívol de Rubí.

Fábricas de Rubí inundadas por la riada (foto: Arxiu Roset)

La tragedia despertó un movimiento espontáneo de solidaridad, tanto entre los vecinos como fuera. El periodista de Radio Barcelona Joaquín Soler Serrano hizo un llamamiento y consiguió acopiar material y alimentos para los damnificados, y una suma de 30 millones de pesetas de la época. También llegaron donaciones de particulares, empresas e instituciones, incluso extranjeras. El régimen franquista vio un filón propagandístico para explotar y decidió canalizar esta ola solidaria en beneficio propio. Así, pocos días más tarde, el 2 de octubre, Franco desembarcó en el Vallès prometiendo millones de pesetas en ayudas.

Pero el foco se puso en la industria. Sabadell y Terrassa, muy castigadas por la tragedia, concentraban entonces el 70% de la producción textil del Estado y había que recuperarlas pronto. Además, según apunta el historiador Jordi Calvet en el artículo ‘Los créditos y las indemnizaciones’ publicado en la revista Vallesos, Franco quería ganarse la simpatía de los industriales en un momento de transformación y apertura del régimen. Las patronales textiles de las dos cocapitales valoraron los daños en 1.000 millones de pesetas, según recoge este historiador, la misma cifra que el Banco de España concedió en créditos. Para los damnificados se repartieron indemnizaciones, cuyo importe variaba según el perfil de la familia.

Un año después de la riada, la recuperación de la industria ya era total. Más incógnitas hay sobre lo que llegó a las víctimas. «Nunca se ha podido saber dónde fueron a parar las ayudas», resume el historiador Manuel Márquez en el monográfico Las riadas del 62, editado por el Museo de Terrassa, que lo atribuye al «descontrol» y «la corrupción» de la época. «En los archivos se ve que la gestión fue caótica, todo el mundo quería mandar. Además, los ingresos de donaciones están todos detallados, pero las salidas de dinero no. Tampoco se pedía a los industriales que justificasen los gastos, así que no se sabe qué parte de las ayudas se destinaron a la reconstrucción y si alguien se embolsó dinero», añade la investigadora Esther Lázaro.

Niños desaparecidos en Terrassa en las riadas de 1962 (foto: archivo de El Periódico de Catalunya)

Esta investigadora también ha centrado sus indagaciones en los niños desaparecidos y los posibles niños robados durante las riadas, recogidas en el documental emitido en el programa Sin ficción de TV3. El hecho de que muchas familias hayan denunciado la desaparición de un menor (no se encontró el cuerpo) y los centenares de peticiones de adopciones llegados, hace sospechar que podría existir algún caso de robo de menores. Pero la documentación, hasta ahora, no ayuda. «No se han encontrado las cartas de respuesta a estas solicitudes, pero eso no quiere decir que no se hicieran», apunta Cardellach.

La documentación de los centros que acogieron a los niños de las riadas tampoco es clara. «No se hizo una lista con nombres y apellidos de los niños, solo se decía cuántos había, pero no dónde fueron cuando estos centros cerraron», apunta Lázaro. La jefa del archivo de Terrassa añade que todavía hay muchos fondos documentales donde buscar, como por ejemplo, en los orfanatos de la época.

Hace una década que la Asociación de Niños Desaparecidos de la Riada del 62 investiga estos casos, con muchas dificultades: «Falta mucha documentación y no sabemos si nunca fue, los supervivientes cada vez son mayores y la Administración ha mantenido durante 60 años un silencio que no sabemos si ahora romperá», lamenta su presidenta Ana Martínez. Teresa Cardellach también reclama «una investigación rigurosa hecha por expertos y con recursos de la Administración». «Hay que dar respuesta a este clamor de los familiares. Es un tema muy sensible y doloroso para que no se haga nada», remacha.

Son muchas incógnitas abiertas, algunas que quizás no se resolverán nunca porque pueden resultar incómodas en las élites políticas y económicas. Secretos que quedarán enterrados en el barro.

El 2 de octubre de 1962, una semana después de la riada, Franco visita Rubí (foto: Josep Feliubadaló, procedente del Arxiu Roset, depositada en el Arxiu Municipal de Rubí)
Carta inèdita de Gabriel Ferrater sobre les riuades de 1962: ajuts a la indústria i corrupció institucional
Jordi Amat

 

Les riuades del 25 de setembre de 1962 al Vallès van provocar centenars de morts, l’ensorrament de cases i la destrucció de fàbriques. Una setmana després de la tragèdia, mentre encara es trobaven cadàvers al front marítim, Francisco Franco va visitar la zona devastada. El 2 d’octubre el dictador es va fotografiar amb les víctimes i va prometre milions d’ajudes a famílies i empreses. Com explicarà la periodista Ivanna Vallespín al seu article de diumenge al Quadern, el focus d’aquells diners es va destinar a la indústria. I la indústria de la zona era bàsicament una des de la industrialització: el tèxtil. Les patronals del sector van calcular que les pèrdues sofertes ascendien a 1.000 milions de pessetes. El Banc d’Espanya va concedir crèdits per valor d’aquesta xifra, com va estudiar l’historiador Jordi Calvet. Com es van distribuir? Encara hi ha molts dubtes sobre el repartiment d’aquestes ajudes en temps de corrupció institucionalitzada.

Quan es van produir les riuades, el poeta Gabriel Ferrater s’estava a un apartament que havia llogat a Calafell feia poques setmanes. Escrivia poemes, entrades sobre grans escriptors per a una enciclopèdia i moltes cartes a Helena Valentí, amb qui mantenia una relació de parella des de feia un any i a qui adreçava els versos sobre el desig que conformen el nucli de Teoria dels cossos. Aleshores la jove Valentí ja havia marxat a Durham per fer classes a la universitat. Entre altres missives (gairebé totes reproduïdes al volum Cartes a l’Helena), Ferrater li’n va enviar algunes amb idees sobre literatura. Algunes, inèdites, es conserven al Fons Valentí de la Biblioteca de Catalunya. Les he pogut llegir gràcies a la recerca que va fer Jordi Cornudella. En aquells papers privats parlava de Solitud o del modernisme per ajudar-la a preparar les classes.

El diumenge 15 d’octubre va acabar de redactar-ne una. Però l’endemà al matí, segurament atenent a una consulta de Valentí, va mecanografiar quatre quartilles per explicar una de les conseqüències d’aquelles riuades que havien estat portada a les capçaleres de la premsa occidental. Les conseqüències econòmiques i l’excitació dels empresaris, ideant tota mena d’argúcies per rebre ajudes i reflotar un sector que ja no era ni de lluny el que havia estat. Com altres vegades, aquesta carta inèdita és un festival d’intel·ligència sarcàstica.

Ferrater té la capacitat d’explicar el que estava succeint com una petita farsa. De l’anècdota, gairebé sense pretendre-ho, en fa categoria. Retrata amb lucidesa i ironia quin era el funcionament de l’economia en aquell país que volia ser capitalista a la vegada que el dominava una elit empresarial i administrativa estructuralment corrompuda. Aquesta ironia i aquesta lucidesa no sorprenen gens. Ferrater va tenir sempre l’afinada capacitat d’entendre com està fet el món. També el dels diners. Feia pocs mesos que ho havia posat en vers a l’hora de descriure l’enfonsament de la burgesia comercial reusenca a la primera postguerra, un dels fils que pot estirar-se de la lectura del Poema inacabat. Aquí, en prosa, procedeix de la mateixa manera. I, des d’una habitació d’un edifici d’apartaments a Calafell, malgrat aparentment no tenir-hi res a veure, aporta una pila de claus per resoldre un dels misteris pendents a l’hora d’explicar les conseqüències de les riuades.

Gabriel Ferrater

 

Gabriel Ferrater (de pie) en Formentor, 1962 (foto: Associació d’Escriptors en Llengua Catalana)

P.S. (dilluns) [15 d’octubre de 1962]

Els damnificats de les inundacions m’havien fugit completament del cap. El mal és que ara fa tants dies que m’ho van contar, que he oblidat el “color local”, les frases i els detalls pintorescos. L’esquema de la farsa és com segueix:

Es tracta només dels danys industrials, la reparació de les indústries que han estat més o menys destruïdes: no del socors als danys personals, de vides i vivendes, que és cosa a part. En el primer moment, hi va haver un pànic, i els va semblar que la meitat de la indústria de Terrassa i Sabadell se n’havia anat al cel. La Diputació de Barcelona, sentint-se en un moment històric, i amb més gestos nobles que Mirebau, va decidir d’avalar un crèdit per un valor fins a mil milions (un crèdit en condicions d’interès tan baix i de terminis tan llargs que vol dir que el diner es dóna), creient que això seria la primera gota d’aigua en una mar grandiosa. De fet, quan ho van anar a mirar, van veure que no havia passat res: de burgesos prou pintes per a fer cases per murcians dins el llit dels torrents n’hi ha molts, però de prou ximples per a posar-s’hi la fàbrica n’hi ha pocs. Amb precisió: segons el càlcul més estiradament pessimista, els danys arribaven fins a quatre-cents milions, gens més.

I aquí comença la picaresca. A ningú se li va acudir de rescabalar només aquests quatre-cents milions. Si alguna cosa semblant a l’Estat havia abandonat els altres sis-cents, calia repartir-se’ls. En això, hi havia unanimitat, començant pel president de la Diputació. Ara, com es repartien? Van classificar les indústries de la zona afectada en tres categories:

a) les que havien sofert destruccions en el seu utillatge,

b) les que havien sofert directament com a resultat de les destruccions de l’utillatge industrial no seu (dels seus mitjans de transport, dels seus proveïdors o clients, etc.),

c) les que havien sofert indirectament com a resultat de les alteracions en l’activitat econòmica.

Naturalment, en aquesta tercera categoria, amb una mica d’imaginació, ens hi podem apuntar tu i jo, i en efecte tots els burgesos i avorts de burgès van provar d’apuntar-s’hi. Aleshores, tots els que, amb una justificació sòlida, podien ser a la categoria aquesta, van provar de passar a la b). Els de la b), és clar, van provar de la saltar a la a). Però per altra banda, els de la a) volien ser ben pocs, i expulsar tots els que podien a la b). Els de la b) volien empènyer-se els uns els altres cap a la c), i els de la c) volien eliminar els reressagats. Així va néixer, i encara dura, un moviment de flux i reflux com el que hi ha entre les primeres i les últimes files d’un camp de futbol ben ple.

Això és només la primera cara de la cosa. Els burgesos, de la categoria que fossin, volien naturalment que els diners ragin de pressa. Però la Diputació va posar en funcionament tres comissions tècniques per a l’administració del crèdit:

1)     una que havia de mesurar els danys,

2)     una que havia d’imposar al burgès una bona aplicació tècnica del crèdit,

3)     una que havia de vigilar que els diners fossin en efecte aplicats al fi volgut.

Els funcionaris d’aquestes tres comissions no cobren segons una mena d’aranzel pel treball que fan, sinó pel sistema de dietes periòdiques, comptant des del dia que van ser designats (em van dir quant cobren, i és força alt, però no ho recordo exactament). Amb la mateixa naturalitat del burgès, el funcionari vol que la cosa duri, i que es retardi l’efectivitat del crèdit. I aquí tens la segona mêlée de rugby: funcionaris contra burgesos.

Fins aquí la picaresca. Però no és pas això el millor. De seguida va entrar en joc un altre constituent del cervell ibèric: l’arbitrisme fantasiós. En les seves formes més benignes, aquest microbi va produir propostes com la de no repartir els diners entre les empreses aïllades, sinó d’unificar-les i de formar una gran única empresa “prototipus” (cosa absurda, perquè no fabricaven pas totes el mateix). Però la forma més estesa del mal ha estat la més aguda: els que proposen que els industrials perjudicats se’ls abandoni a la seva sort, cosa no del tot il·lògica, perquè al capdavall tots devien estar assegurats, i les companyies asseguradores estan obligades per llei a reassegurar-se totes mútuament, o qui no hauria de passar res més que una mínima puja de les primes per l’any que ve; si no fos que el burgès espanyol és un rata i, per estalviar-se prima, no s’assegura mai per tot el valor del que té, si no és que ho vulguin cremar i cobrar la indemnita, i que s’utilitzi el bloc dels mil milions per a capitalitzar, després d’una planificació de “gran volada”, el conjunt de la indústria catalana. La frase que més se sent per Terrassa i Sabadell des de fa tres setmanes és la del “miracle català”: tots han fet els comptes de la lletera, i fan pam-i-pipa a Adenauer. Que amb mil milions no n’hi ha prou ni per a una fàbrica d’olles d’alumini, la majoria ho obliden, i els que no ho perden de vista fan un raonament que aquest sí que és de geni: que si s’inicia la capitalització planificada i s’hi aboquen de cop els mil milions, quan s’acabin (que serà al migdia del primer dia), l’Estat i la Diputació i què sé jo (la NATO, potser) no tindran altre remei que abocar-n’hi més, per no deixar el país penjat damunt la catàstrofe total. Dit d’una altra manera: que la gran llàstima, i allò que els fa estirar-se els cabells, és que la inundació no s’ho endugués de veres tot. Aleshores hauríem pogut començar a anar bé.

Hi ha esperança, encara. Aquesta nit passada ha tornat a ploure torrents, i aquí a Calafell deien, amb els ulls encesos mig de por mig d’il·lusió: “On es deuen inundar, avui?”. Només que poguéssim planificar la localització de les inundacions, en un mes o dos ho hauríem escombrat tot i podríem repartir à zéro, feliços com un místic o com un poeta superrealista.

And there it is. Be happy.

Fuente: El País   22 sept 2022, El País 25 de septiembre de 2022 y Conversación sobre la historia.

Portada: Sant Adrià del Besòs después de la riada (foto: Carlos Pérez de Rozas/archivo de La Vanguardia)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

Artículos relacionados

«Se ha roto la presa, ya no hay pueblo» (Ribadelago,1959)

Desmontando el mito de los «colonos franquistas»

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí