La suerte de Julian Assange sigue pendiente de un hilo judicial y con ella la de la prensa libre y el derecho a la verdad. Comparamos aquí su caso con el de Daniel Ellsberg, que en 1971 arriesgó su vida enviando documentos clasificados sobre la guerra de Vietnam a la prensa norteamericana. Nixon y Kissinger quisieron callarle e impedir la publicación, pero el Tribunal Supremo de EE.UU. terminó avalando su conducta y permitiendo la publicación en aras del derecho a la información y de la libertad de expresión. Lo que ocurra ahora con Assange será una piedra de toque para comprobar si las democracias han avanzado o retrocedido en esos ámbitos. Ofrecemos también la entrevista que Ellsberg concedió a un amigo poco antes de morir.

 Luis Castro Berrojo

 

El pasado 16 de junio falleció de muerte natural Daniel Ellsberg, antiguo funcionario del Pentágono. Su último deseo fue la liberación de Julian Assange y que otros denunciantes se atrevieran a seguir su ejemplo. Nadie mejor que él para hacer esa demanda: en 1971 se jugó el tipo enviando miles de documentos clasificados por el Pentágono sobre la guerra de Vietnam al New York Times, al Washington Post y otros 16 diarios norteamericanos. En ellos se mostraba que el gobierno había decidido continuar la guerra —que ya duraba 16 años en la etapa norteamericana— aun sabiendo que no la ganarían y que causaría miles de muertes más, mintiendo y ocultando la realidad a su ciudadanía. La filtración de documentos (leak, una palabra que se popularizó en esa época, como whistleblower o deep troath), puso en grave riesgo la seguridad personal de Ellsberg, como él mismo explica en la entrevista que hoy ofrecemos, pero prefirió alertar a la opinión pública, que ya venía manifestándose masivamente contra la guerra desde los años sesenta. El presidente Nixon y Kissinger, su consejero de Seguridad y principal responsable de la política en Vietnam, quisieron silenciarle por las buenas o por las malas, lo que incluía denuncias judiciales por traición y encargos a mafiosos para “partirle las piernas”. También trataron, sin éxito, de impedir que la prensa publicara la información.

Pero la resistencia terca del poder político fue vencida por el poder judicial. El Tribunal Supremo de EE.UU. terminó avalando la conducta de Ellsberg en aras del derecho a la información y de la libertad de expresión, y en consideración de las malas artes de Tricky Dicky (el “Tramposo Dick”, alias de Nixon) para con Ellsberg, como él mismo cuenta en la entrevista. Hoy se acepta que la denuncia de Ellsberg y la valentía de los periodistas y de sus editores contribuyeron a acortar la guerra de Vietnam.

Los mismos matones movilizados para amedrentar a Ellsberg, ex agentes del FBI y de la CIA (que habían intervenido en el frustrado intento de Bahía de Cochinos para derribar el régimen de Fidel Castro), fueron los “fontaneros” que poco después serían pillados con las manos en la masa en el caso Watergate, que le costaría la presidencia a Nixon en 1974. Precisamente el grupo fue creado a raíz del caso Ellsberg para impedir futuras filtraciones y hacer algún que otro trabajo sucio en la sombra. En esta ocasión fue William Mark Felt, agente de la CIA, quien hizo de “garganta profunda” revelando información a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post. Fue también perseguido y denunciado, hasta ser indultado por Reagan años después.

Captura de pantalla del vídeo del «asesinato colateral» divulgado por WikiLeaks, tomado desde la cámara de un helicóptero artillado estadounidense, en el que se muestra un grupo de civiles iraquís, entre ellos dos periodistas de Reuters, momentos antes de que el helicóptero abra fuego sobre el grupo (imagen: Wikileaks/Youtube)

Esta semana está siendo enjuiciado Julian Assange por un tribunal inglés. Será el final de un largo recorrido tras doce años de reclusión y procesos judiciales. Solo quedaría una última apelación al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Como él, Edward Snowden, Chelsea Manning y otros han sido perseguidos por dar a conocer supuestos secretos de Estado que en realidad encubrían graves crímenes del ejército y de los servicios secretos norteamericanos (ataques a población civil, torturas, espionaje a gobiernos aliados, etc.). Y en todos estos casos, como en el de Ellsberg, paradójicamente, se trata de aplicar una Ley de espionaje de 1917, a la que se contrapone el derecho a la libertad de información contenido en la primera enmienda de la Constitución de EE.UU.

Los informadores de prensa necesitan acceder a documentos como los que estos whistleblowers, desde Ellsberg a Assange, proporcionan para que la ciudadanía tenga elementos informativos clave. Callar a unos y otros es proteger a los delincuentes que se mueven en las altas esferas del poder. Como ha escrito Soledad Ortega (El País, 18/2/2024), la condena de Assange sería “una amenaza para todo el periodismo serio que se realiza en el mundo y como tal debería ser asumida por las asociaciones profesionales y por la sociedad en su conjunto, a la que se quiere privar de uno de sus derechos más importantes: el derecho a saber y a exigir responsabilidades”. Tanto más cuando la sociedad actual a la vez está amenazada por la plétora de información falsa, tendenciosa (medias verdades, publicidad encubierta) o de mala calidad (chismorreo, sensacionalismo), muchas veces creada y difundida por los mismos gobiernos o sus agencias. Y cuando gobiernos como el de Israel impiden el acceso de periodistas extranjeros a Gaza y hay más de 60 periodistas palestinos muertos, y no como consecuencia de bombardeos o enfrentamientos bélicos, sino, según denuncian sus medios, en ataques dirigidos contra ellos y sus familias.

Lo que ocurra ahora con Assange será una piedra de toque para saber si las democracias han avanzado o retrocedido en el terreno del acceso a la verdad y a la libertad de expresión e información desde que ocurrieron los casos del Watergate y de los Papeles del Pentágono. El poder judicial terminó avalando la conducta de Ellsberg hace cincuenta años invocando esos valores. Difundir “secretos” sobre atrocidades militares en la Guerra de Irak no es muy distinto —salvo quizá en el aspecto cuantitativo— que hacerlo en la Guerra de Vietnam. La justicia debería tenerlo en cuenta. La vida de Assange pende de un hilo y, con ella, la buena salud de las democracias.

Furgoneta con una pancarta pidiendo la liberación de Assange (Paul Morigi/Getty Images)

—————————————————————————————————

Ofrecemos la entrevista que Ellsberg concedió a un amigo poco antes de morir. En ella narra sus experiencias en el caso de los Papeles del Pentágono y denuncia la política nuclear de EE.UU. —en la que empezó colaborando él mismo—, que no descarta el recurso a la bomba atómica, a pesar de que públicamente se diga otra cosa. Y la relaciona con la Guerra de Vietnam, pues allí Nixon amenazó con usarla, así como con la situación actual, en la que no descarta un apocalipsis nuclear desencadenado por la que llama “Máquina del Día del Juicio” (Doomsday Machine).

 

El mensaje de Daniel Ellsberg para nosotros y las generaciones futuras
Martin E. Hellman

Dan Ellsberg era un hombre valiente. Tratando de poner fin a la Guerra de Vietnam se arriesgó a pasar el resto de su vida en la cárcel al filtrar los “Papeles del Pentágono”. Al hacerlo, cambió la historia y nuestro conocimiento de ella.

He tenido el privilegio de conocer a Dan durante casi 40 años, como amigo y como activista que trató de salvar a la humanidad de la “Máquina del Juicio Final” nuclear, creada por nosotros mismos. Con tristeza y una sensación de pérdida inminente leí su artículo de 2 de marzo, donde reveló que le habían diagnosticado cáncer de páncreas y que le habían dado menos de seis meses de vida. Cuando el Boletín me invitó a escribir este artículo sobre Dan, tuve una conversación con él para que contara lo que le gustaría decirnos a nosotros y a las generaciones futuras después de su muerte. (Murió el 16 de junio en su casa de Kensington, California, a los 92 años).

Nos vimos el 19 de abril y Dan estuvo de buen humor durante toda nuestra charla. Mientras revisaba la lista de preguntas que debíamos abordar, esta le produjo una sonrisa y una carcajada:

  • En su libro The Doomsday Machine usted habla de la discrepancia entre lo que se dice a los estadounidenses sobre el propósito de nuestro arsenal nuclear —prevenir la agresión— y su propósito real —»limitar el daño de Estados Unidos por las represalias soviéticas o rusas ante un primer ataque estadounidense (first strike) contra la URSS o Rusia»[1]

Me sorprendió encontrar el objetivo de ganar una guerra nuclear tanto en las Evaluaciones de la Postura Nuclear (NPR) de Trump como en las de Biden[2]. ¿Qué cree que debería hacerse para armonizar la política declarada y la real?

Dan rio al ver tan claro el objetivo declarado, en especial porque tanto Ronald Reagan como Joe Biden habían dicho que «una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe pelear».

Dan luego señaló que la postura nuclear de Estados Unidos está «dirigida a cumplir esa misión» (es decir, ganar una guerra nuclear), a pesar de que tal misión es «inviable e imposible». Denunció al establishment nuclear estadounidense por no dar «ninguna importancia a expresar en público cuáles son sus verdaderos objetivos, intereses y opciones». También señaló que Rusia hace más o menos lo mismo y que esta negativa a reconocer la realidad tiene que cambiar.

(…)

Mapa de actividades encubiertas de EEUU en Indochina, publicado como parte de los Papeles del Pentágono (foto: Wikimedia Commons)
Los Papeles del Pentágono, Vietnam y el riesgo nuclear

Marty: Hablemos de Vietnam y de los “Papeles del Pentágono”. Eres más conocido por ellos y fueron el tema de la película de Steven Spielberg de 2017, The Post[3]. En su carta del 2 de marzo en la que nos informa de su diagnóstico médico, usted dice:

Cuando copié los Papeles del Pentágono en 1969 tenía motivos para pensar que pasaría el resto de mi vida entre rejas. Era un destino que había aceptado con gusto si eso significaba acelerar el final de la guerra de Vietnam, por improbable que pareciera (y fuera). Sin embargo, al final, esa acción, de un modo que no podría haber previsto, debido a las respuestas ilegales de Nixon, tuvo un impacto en el acortamiento de la guerra. Además, gracias a los delitos de Nixon, me libré del encarcelamiento que esperaba, y pude pasar los últimos cincuenta años con Patricia y mi familia, y con ustedes, mis amigos[4].

Dan: En el Boletín, preferiría centrarme en la principal preocupación de mi vida, que es la guerra nuclear.

Marty: Pero Vietnam tenía un riesgo nuclear asociado, como usted sabe. La guerra convencional, como la de Vietnam, y la guerra nuclear están inextricablemente conectadas, y la chispa más probable para desencadenar una guerra nuclear es un conflicto convencional que se sale de control. Eso estuvo a punto de suceder en Cuba en 1962 y podría suceder hoy en Ucrania.

Ellsberg durante una entrevista en televisión en julio de 1971 (foto: The Associated Press)

Dan: Desde el principio fui consciente de que las armas nucleares habían sido discutidas como una posibilidad en Vietnam. El motivo para copiar Los Papeles del Pentágono fueron las noticias que recibí de Mort Halperin, que trabajaba para Henry Kissinger, de que Nixon no tenía la intención de salir de Vietnam de ningún modo que pudiera ser aceptado por los norvietnamitas y, por lo tanto, que la guerra continuaría y se haría más grande y, en última instancia, conduciría al uso de armas nucleares.

Y, sin embargo, la mayor parte de ese tiempo, el público en general e incluso la mayor parte del gobierno no tenían noción de que existiera la más mínima posibilidad del uso de armas nucleares. Y eso es lo que sucedió en la ofensiva de 1972, cuando Nixon instaba a Kissinger a considerar ese uso. Una transcripción de grabaciones secretas de la Casa Blanca, ya desclasificadas, muestra al presidente Nixon diciéndole a Henry Kissinger: «La bomba nuclear, ¿te preocupa? Solo quiero que pienses en grande, Henry, por el amor de Dios”[5].

En los 50 años transcurridos desde que se publicaron los Papeles del Pentágono, nadie me ha hecho la pregunta: ¿por qué Nixon y Kissinger me consideraban una persona peligrosa, es más, —por usar las palabras de Kissinger— el hombre más peligroso de Estados Unidos?

La respuesta es porque ellos sabían que yo conocía las amenazas que estaban urdiendo (incluidas las amenazas nucleares). Sabían que esas amenazas tenían que mantenerse en secreto para el público estadounidense, a pesar de que se las estábamos haciendo a los norvietnamitas. Y, por lo tanto, yo era peligroso en el sentido de que amenazaba su política de seguridad nacional.

Así que tenían que callarme, e intentaron varias formas de hacerlo, principalmente con chantajes, pero también trayendo gente de Miami para dejarme incapacitado. El ladrón de Watergate y agente de la CIA Bernard «Macho» Barker le dijo a Lloyd Shearer de Parade: «Mi propósito era romperle las dos piernas».

Pero creo que ese no era el propósito principal, porque eso no me habría callado. Creo que tenía que ver con mi cabeza y mi boca. El fiscal especial adjunto de Watergate, William Merrill, no tenía ninguna duda de que su propósito era matarme. Dijo que estos tipos nunca usaron la palabra matar. Usaban palabras como incapacitar, neutralizar con agresiones graves y otras cosas.

Portada del New York Times con la noticia de la absolución de Ellsberg y Russo, investigados por la filtración de los papeles del Pentágono
Las armas nucleares son una espada de Damocles, que pende de un hilo muy delgado

Marty: Volvamos a lo que te gustaría decir a las generaciones futuras, o incluso a la gente ahora mismo.

Dan: En este momento hay, y lo ha habido durante 70 años, un peligro muy cierto de acabar con la civilización: la muerte de la mayoría de los humanos en la Tierra en el lapso de un año por los efectos del invierno nuclear y la lluvia radiactiva. Y casi nada ha logrado atenuar esa probabilidad, aunque hay muchas cosas que se podrían y deberían haberse hecho. Pero tal vez no sea demasiado tarde para lograr esas cosas ahora.

Vivimos, como dijo John F. Kennedy, «bajo una espada de Damocles, pendiendo de un hilo muy delgado». Y ese hilo no se ha fortalecido en lo más mínimo a lo largo de los años. Lo que está ocurriendo ahora en la nueva Guerra Fría es que la posibilidad de reducir ese riesgo se está desvaneciendo, la puerta está en proceso de cerrarse.

¿Es ya demasiado tarde? No sabemos. Pero prefiero actuar, e insto a los demás a actuar como si no fuera demasiado tarde. Y puedo ser muy claro sobre lo que eso significa. Necesitamos coordinarnos para afrontar también el cambio climático. Es difícil imaginar una forma de reducir las emisiones globales de CO2 que no implique una acción coordinada de los principales emisores: Estados Unidos, China, India, Rusia y Europa.

Una acción coordinada que parece casi imposible tras la invasión rusa de Ucrania, que ha sido aprovechada por Occidente para reintroducir una Guerra Fría en la que se magnifican los objetivos del adversario, en la que se buscan soluciones militares. Por lo tanto, la posibilidad de reducir el presupuesto armamentístico prácticamente ha desaparecido. Pero, lo que es aún más importante, la posibilidad de tomar medidas para reducir el riesgo de un invierno nuclear se ha eliminado casi por completo en este momento.

Durante más de medio siglo, la existencia a ambos lados de misiles balísticos intercontinentales vulnerables ha sido el detonante de la Máquina del Juicio Final.

(…)

El riesgo de una guerra nuclear

Marty: Ambos nos hemos preocupado de evaluar el riesgo de una guerra nuclear. Ese riesgo puede ser pequeño en el corto plazo, pero se acumula con el tiempo. Una milla por hora no es ir muy rápido, pero si vas a esa velocidad durante todo un año, cubrirás casi 9,000 millas.

Dan: Mire, el riesgo de una guerra nuclear el 27 de octubre de 1962, durante la crisis cubana, conocido como el «Sábado Negro», fue enorme: un 90 por ciento, más o menos[6]. El prominente estratega de la Guerra Fría Paul Nitze pensaba que había al menos un 10 por ciento de posibilidades de que algo saliera mal y explotara el mundo. McNamara pensó que era muy probable que nunca volviera a ver otro sábado por la noche.

Mi conjetura es que no hay una alta probabilidad de guerra nuclear en el actual estancamiento en Ucrania, siempre y cuando Putin no se enfrente a la pérdida de Crimea o de todo el Donbás. Pero si las tropas estadounidenses, las tropas polacas o las tropas alemanas mantuvieran esos tanques y aviones que Occidente les está entregando a Ucrania, o los tripularan, eso sería un cambio muy significativo, porque podría enfrentar a Rusia con la pérdida real del Donbás o Crimea. Y creo que, en esas circunstancias, Putin se vería fuertemente tentado, como lo estaríamos nosotros en circunstancias similares, a romper eso con armas nucleares «pequeñas» en un esfuerzo por hacer que la gente razone y diga: «Esto no puede continuar. Hay que negociar». El uso de armas nucleares por parte de Putin en ese tipo de escenario podría tener éxito, pero probablemente no.

Y otra cosa que he aprendido, Marty, y que creo que no se aprecia lo suficiente, es que los hombres en el poder están dispuestos a arriesgarse a la aniquilación del mundo en lugar de aceptar una pérdida a corto plazo. Y no es una cuestión de realismo o irrealismo, es una voluntad de apostar. Saben que no es probable que tenga éxito, pero eso no significa que no lo harán, porque existe la posibilidad de que tenga éxito, lo cual es suficiente para que apuesten a cualquier coste.

Nuestros presidentes tienen ese poder cada hora de cada día.

Y creo que un aspecto de eso es que, 12 meses después del inicio de esta guerra de Ucrania, sugerir que cualquier cosa que implique la posibilidad de ponerle fin se considera que está en el lado equivocado. Sin embargo, seguir como hasta ahora tiene riesgos muy desproporcionados con respecto a cualquier ventaja que se obtendría en otros 12 meses de estancamiento. Las últimas filtraciones indican exactamente lo que mostraron los Papeles del Pentágono: que las personas que están dentro se perciben a sí mismas como en un punto muerto durante al menos los próximos 12 meses. Entonces, ¿qué es probable que logre el esfuerzo para salir del estancamiento en 12 meses? Casi nada. ¿Y cuál es el posible inconveniente? El fin de todo, esencialmente.

Y lo mismo, en Taiwán. Es indignante. Lo estamos arriesgando todo por el control de Taiwán. Cuando digo arriesgarlo todo, me refiero a que nos arriesgamos a una guerra nuclear total. ¿Y la gente, hace mil años, habría asumido tal riesgo? Creo que si hubieran podido, lo habrían hecho. Así que no somos mejores de lo que eran entonces. Solo que tenemos mucho más en juego. No somos una especie a la que se pueda confiar la existencia de armas nucleares.

Daniel Ellsberg, en Los Ángeles, en 2009 (foto: Nick Ut/AP)
Conclusión de la entrevista

Marty: En el correo electrónico que me enviaste, dijiste: «Aparte de que me estoy  muriendo, estoy bien». Me gusta tu sentido del humor.

Dan: Bueno, todos nos estamos muriendo. Estoy en muy buena forma. Para mis mejores amigos, no desearía nada mejor que tener el último mes que estoy teniendo con mi esposa y amigos como tú.

Notas

[1] The Doomsday Machine, p. 12. [Ellsberg se refiere con esta expresión al sistema de misiles estratégicos que, si se activaran, provocarían una catástrofe mundial de efectos incalculables. En la película Teléfono rojo Stanley Kubrick, que trató a Ellsberg, imagina que los soviéticos disponían de un artefacto semejante y que los americanos, al saberlo, deseaban tener el suyo. También es el título de un episodio de Star Trek. (N. del T.)]

[2] La NPR de Biden dice que «la Fuerza Conjunta tendrá que estar dispuesta con capacidades militares, incluidas las armas nucleares, que puedan disuadir y derrotar a otros actores que incurran… en una agresión oportunista». La NPR de Trump dice: «Ningún país debería dudar de la fuerza de nuestros amplios compromisos de disuasión o de las capacidades de Estados Unidos y sus aliados para disuadir, y si es necesario derrotar, la agresión nuclear o no nuclear de cualquier adversario potencial».

[3] “Los archivos del Pentágono”, título en español. (N. del T.)

[4] Los «fontaneros» de Nixon fueron detenidos cuando robaban la sede del Comité Nacional Demócrata en el edificio Watergate el 17 de junio de 1972, lo que llevó al escándalo que provocó la dimisión de Nixon. Pero casi un año antes, el 3 de septiembre de 1971, irrumpieron en la oficina del psiquiatra de Dan en una operación que había sido aprobada por John Ehrlichman, uno de los principales asesores de Nixon, con la condición de que no fuera detectable. Afortunadamente para Dan, el robo se rastreó hasta los fontaneros y, cuando el juez conoció esta mala conducta del gobierno, desestimó todos los cargos en su juicio.

[5] The Doomsday Machine, p. 309.

[6] Dan tiene información que no estaba disponible para ningún estadounidense en ese momento. Hasta 1992 no nos enteramos de que los soviéticos tenían armas nucleares en Cuba preparadas para repeler la invasión prevista por el ejército estadounidense. Y hasta 2002 no supimos que tres submarinos soviéticos que fueron atacados por destructores estadounidenses llevaban un torpedo nuclear cada uno. Según el relato de un miembro de la tripulación, el capitán de uno de esos submarinos dio órdenes de armar el torpedo nuclear, pero fue disuadido.

(…)

Fuente  Bulletin of the Atomic Scientists, 16 de junio de 2023 y Conversación sobre la historia

Traducción: Luis Castro Berrojo.

Portada: Julian Assange y Daniel Ellsberg en 2010 en el London’s Frontline Club (Robert Wallis/Corbis via Getty Images/Newsweek)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

Artículos relacionados

Fuentes desclasificadas sobre el controvertido legado de Kissinger

Veinte años del 11S. Un lúgubre aniversario

Muere John Le Carré: un novelista contra la guerra de Irak

Noam Chomsky: “Yo crecí durante la Gran Depresión, pero entonces reinaba una atmósfera de esperanza”

A 100 segundos del apocalipsis: protesta y sobrevive

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí