María Santos-Sainz*

 

Con tan solo nueve años Virginia Wolf redacta sus primeros artículos para el periódico que ha creado en 1891 con su hermana mayor, Vanessa. El título de la cabecera del diario es Hyde Park Gate News, inspirado en el nombre de la calle donde viven, situada en el elegante barrio de Kensington. En él escriben breves crónicas a mano de la vida cotidiana, historias de la familia y amigos. En el primer número presentan caricaturas de los hermanos, adivinanzas y anécdotas que les suceden, cargadas a veces de tintes satíricos. Esta aventura periodística dura cuatro años. El hogar de los Stephen cuenta con otro diario rival: The Talland Gazette, redactado por su hermano Adrian.

La prensa forma parte del entorno familiar propicio al periodismo. El padre, sir Leslie Stephen, es periodista y escritor. La pequeña Virginia, tras los pasos de la tradición paterna, manifiesta ya desde su infancia una precoz inclinación por la escritura. Más tarde, el periodismo se convierte en su primera profesión.

Primera página del Hyde Park Gate News (imagen: Hyde Park Gate News, Add MS 70725-70726. Copyright: Society of Authors (for Virginia Woolf), and the estate of Vanessa Bell (courtesy of Henrietta Garnett).)

Virginia Woolf posee el arte de transformar toda experiencia en palabras. Autodidacta, nunca asiste al colegio ni a la universidad. Fue educada por sus padres, en casa, a diferencia de sus hermanos y hermanastros varones que asistieron a Cambridge. Lectora voraz, es en la fabulosa biblioteca familiar donde descubre a los clásicos y la literatura con mayúsculas. En ella, la futura novelista sacia su curiosidad desbordante. El ambiente intelectual que reina en la familia resulta estimulante para la creación. Por el salón de la casa desfilan escritores célebres y periodistas, amigos de su progenitor. Libros, periódicos y tertulias literarias marcan su infancia y adolescencia, en un ambiente burgués proclive al ejercicio intelectual. Así lo describe ella:

“Provengo de innombrables personajes, algunos célebres y oscuros. Nacida en un medio social sociable, muy cultivado, y proclive a la correspondencia, a las visitas, a exprimirse, a finales del siglo XIX”. Su pensamiento se explaya en su diario íntimo que inicia regularmente en 1915. Virginia Woolf deja además de una fructuosa correspondencia, 3.700 cartas a sus amigos, la primera escrita a los 14 años y la última redactada unas horas antes de su suicidio.

Sus primeros pasos en la escritura profesional, los da precisamente gracias al periodismo. Debuta en este oficio en 1904, antes de convertirse en novelista y editar su primera novela Fin de viaje (1915), con 33 años. Su fecunda actividad periodística la ejerce como crítica literaria y articulista a lo largo de toda su vida. Publica numerosos artículos en diversos medios de comunicación –tanto en Reino Unido como en Estados Unidos–, principalmente en The Guardian, Times Literary Supplement, Nation & Athenaeum, Criterion, Academy and Literature, Atlantic Monthly, Saturday Review of Literature, New York Evening Post, New Republic y la prensa popular femenina, como Good Housekeeping, Vogue, entre otros.

Entrada del diario de Virginia Woolf (imagen: The Society of Authors as the Literary Representative of the Estate of Virginia Woolf/Abrons Arts Center)

Dinero y una habitación propia

Su ansia de emancipación le empuja a dedicarse al periodismo, un territorio propicio para ejercer la escritura y pensar el mundo. El periodismo literario fue su principal fuente de ingresos, un espacio donde forja su pluma, experimenta y expresa sus convicciones. En su célebre ensayo Una habitación propia, publicado en 1929, sostiene que ‘Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción’. Y el oficio de periodista le permite adquirir esa independencia económica que siempre anheló y preconizó para ser una mujer libre.

Se puede considerar a Virginia Woolf como una transgresora de las convenciones y ataduras sociales de su tiempo. Incluso en la actualidad, una obra como Orlando (1928) se lee como un relato clave de la modernidad, una biografía política. Un libro que permite incluso una relectura queer, lejos del encasillamiento de géneros, como propone en Francia el filósofo y activista Paul B. Preciado. Un cuerpo y espíritu en transición, una metamorfosis de sí, que recorre cuatro siglos en un libro contra el patriarcado.

La modernidad absoluta de la novelista no solo reside en sus posiciones feministas sino también por cómo construye su vida y obra literaria a partir de su subjetividad femenina. Un largo recorrido que pasa primero por el esfuerzo y tesón en formarse a sí misma a base de lecturas, lejos de todo encasillamiento académico. Virginia Woolf escapa al determinismo de la época vitoriana que solo reservaba a las mujeres un futuro confinado en el matrimonio. Segundo, por conseguir “tener una habitación propia” y alcanzar su sueño de ser una gran escritora. La novelista emprende un parsimonioso camino desde el periodismo hasta consagrarse en la ficción. Su sensibilidad y personalidad original le erigen en una voz propia, creativa y vanguardista lejos de los cánones de la época. Tanto sus artículos como su obra narrativa tienen un prisma ideológico marcado por la defensa de la liberación femenina.

En una conferencia sobre ‘Profesiones para las mujeres’ en la National Society for Women’s, el 21 de enero de 1931 en Londres, la escritora revindica a partir de su propia experiencia como periodista la importancia de la emancipación de la mujer:

“Contar mi historia es simple. Sólo tienen que imaginarse a una chica en un dormitorio con un lápiz en la mano. Sólo tenía que mover ese lápiz de izquierda a derecha de las diez en punto a la una. Entonces se le ocurre hacer lo que es lo suficientemente simple y barato después de todo, meter algunas de esas páginas en un sobre, fijar un sello de centavo en la esquina y dejar caer el sobre en el buzón de correos de la esquina. Fue así como me convertí en periodista; y mi esfuerzo fue recompensado el primer día del mes siguiente –un día muy glorioso para mí– por una carta del director que contenía un cheque de una libra y una decena de peniques”.

Leonard y Virginia Woolf

Un oficio olvidado para los biógrafos de Woolf

Resulta interesante este texto ya que Virginia Woolf asume, incluso publicita, su trabajo como periodista, un oficio olvidado en la mayoría de las biografías que le han consagrado. Si el periodismo le permite ganarse la vida, a él se dedica plenamente antes de lanzarse como novelista. En esta conferencia evoca, retomando su potente metáfora de disponer de “un cuarto propio”, la importancia de erigir un proyecto de escritura y adaptarlo al público a quien va dirigido:

“Estás ganando tus quinientas libras al año. Pero esta libertad es sólo un comienzo — la habitación es tuya, pero aún está desnuda. Tiene que ser amueblada; tiene que ser decorada; tiene que ser compartida. ¿Cómo la vas a amueblar, cómo la vas a decorar? ¿Con quién la vas a compartir, y en qué términos? Estas, creo que son preguntas de suma importancia e interés”.

Así Virginia Woolf, en sus escritos adaptados al formato periodístico, establece un puente de diálogo con sus lectores de prensa. El oficio de periodista lo compagina incluso cuando ya es una novelista reconocida, dándole la misma importancia que a su obra narrativa. La prueba: la novelista publica una selección de sus artículos ensayísticos en 1925 bajo el título de The Common Reader, ”que le otorga un gran reconocimiento como crítica literaria. Precisamente, dos años antes, en su diario, el 17 de agosto de 1923, Virginia Woolf evoca ya su interés por reunirlos en un libro, incluso piensa en ampliarlos, quejándose de la limitación de espacio impuesta por los periódicos:

“Me ha venido la brillante idea de integrarlos en una conversación. La principal ventaja sería poder comentarlos añadiendo todo aquello que he tenido que dejar de un lado y que no he conseguido deslizar. Por ejemplo, el de George Eliot pedía ciertamente un epílogo. Y también, el hecho de proponer un marco para cada uno haría un libro. Ya que presentar simplemente todos los artículos me parece un método anti-artístico”.

La gran mayoría de sus artículos han sido reunidos en varios volúmenes por Andrew McNellie, una de las ediciones más completas de su trabajo como periodista.

Sin embargo, esta dimensión periodística apenas ha despertado el interés que merece, salvo el libro de Lelia Brosman en Reading Virginia Woolf Essais and Journalism, donde reivindica el estudio de los ensayos de Woolf desde un punto de vista periodístico. En este sentido, los estudios académicos literarios le han presentado únicamente como ensayista –siempre bajo la etiqueta de Los ensayos de Virginia Woolf– y no como periodista o articulista, quizás por considerar el periodismo como un género menor. Hay que tener en cuenta que sus artículos fueron realizados en un contexto de producción periodística con lo que ello conlleva de periodismo literario y de actualidad en la esfera pública comercial. Añadir que sus ensayos periodísticos, como género hibrido y laboratorio para la escritura, le permiten explorar con total libertad, sin fronteras, confidencias, autoficción, historia literaria y actualidad.

Virginia Woolf y T. S. Eliot retratados por Lady Ottoline Morrell (foto: anothermag.com)

Primer artículo sobre las hermanas Brontë

A los 22 años, Virginia Woolf publica su primer artículo en The Guardian. Una edad en la que muchos de los jóvenes periodistas de hoy están aún haciendo prácticas. Su amiga Violet Dickinson le presenta a la redactora jefe del suplemento femenino –la única puerta de entrada para una mujer que aspira al periodismo en aquella época– y Virginia le propone colaborar. Primero publica una reseña sobre el novelista americano W. D. Howells y luego el artículo, titulado ‘Peregrinaje a Haworth’, aparece sin firma en el mes de diciembre de 1904. En él, Virginia relata su visita al presbítero Haworth Parsonage, donde vivieron las hermanas Brontë. Así debuta su carrera como periodista.

Sus primeras reseñas en The Guardian son anónimas. Más tarde, colabora en otras publicaciones prestigiosas como el Times Literary Supplement y la revista Nation & Athenaeumde cuyas páginas literarias es responsable su marido, Leonard Woolf, con quien funda la editorial Hogarth Press, donde publican numerosas obras experimentales y las primeras traducciones al inglés de Sigmund Freud.

Reflexionando sobre su propio trabajo profesional de crítica literaria escribe: “Puesto que las reseñas nacieron con los periódicos, esa historia es corta. Hamlet no fue reseñado, ni tampoco El Paraíso perdido. Había críticas, pero críticas expresadas de palabra por el público en el teatro y por otros escritores en tabernas y gabinetes privados”.

Lamentar que la actividad periodística de Virginia Woolf haya sido relegada a un segundo plano. La novelista estuvo volcada fundamentalmente en la crítica literaria pero también deja otros escritos periodísticos más políticos ligados a la actualidad en los que defiende la causa feminista, el pacifismo o su apoyo a la República durante la Guerra Civil Española, donde su sobrino pierde la vida como miembro de las Brigadas Internacionales. Ferviente pacifista, en su ensayo sociopolítico Tres guineas aborda la cuestión ‘¿Como podemos evitar la guerra?’, en que denuncia el fascismo y la discriminación femenina en la sociedad patriarcal británica. Virginia Woolf considera que “la guerra es una grotesca ficción masculina” y tilda el patriotismo como “una emoción vulgar”. En este ensayo, el más político, comprometido y novedoso por las tesis que plantea, la novelista denuncia el militarismo inherente al patriarcado.

Woolf representa el rol de intelectual comprometida, en sus posiciones anti-belicistas y feministas. Conviene recordar igualmente su faceta militante, ya que la novelista es una activista feminista, tras aceptar la presidencia de la Women’s Cooperative Guild, una rama autónoma de la Cooperative Movement.

Para entender el engagement de la novelista hay que situarla inmersa en un ambiente muy politizado, por el círculo que frecuenta y también por el trasfondo de la época, entre las dos guerras mundiales. La escritora vive rodeada de amigos objetores de conciencia, muchos de ellos miembros del grupo de Bloomsbury al que ella también pertenece con potente luz propia. En él figuran intelectuales del mundo literario, filosófico y artístico, entre los que destacan, Bertrand Russell, Vanessa Well, Katherine Mansfield, Ludwig Wittgenstein, Roger Fry, Arthur Waley, Edward Morgan Foster, Desmond McCarthy, Dora Carrington y Lytton Stratchey. La política está muy presente en la vida de Virginia Woolf, como lo está la literatura, que lo abarca casi todo. Su marido, Leonard, economista, escritor y periodista también es miembro del Partido Laborista, secretario del comité consultativo sobre las cuestiones internacionales y coloniales.

De izquierda a derecha, de pie: Angus Davidson, Duncan Grant, Julian Bell y Leonard Woolf. De izquierda a derecha, sentados: Virginia Woolf, Margaret Duckworth, Clive y Vanessa Bell, en el jardín de Charleston, hacia el año 1930 (foto: The Virginia Woolf Blog)

El arte del ensayo periodístico

Su producción periodística, que representa un corpus de más de 500 artículos, demuestra el compromiso de Virginia Woolf con el periodismo. Destacan dos tipologías de textos: por una parte, aquellos apegados a la actualidad literaria con reseñas de libros. Por otra parte, se encuentran artículos de fondo, que responden al género del ensayo periodístico, donde la escritora da libre albedrío a su reflexión sobre la literatura y la creación. El ensayo periodístico le permite establecer un diálogo directo con los lectores –donde abundan los guiños y a veces cierta ironía– y una confrontación entre la tradición literaria y la cultura. También desvela a veces sus propias confesiones incluso se adentra en el territorio de la ficción con total libertad. Su diario íntimo recoge su espíritu libre y transgresor: “No hay barreras, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. En un artículo titulado ‘Decadencia del ensayo, publicado en la revista Academy and Literature el 25 de febrero de 1905, Virginia Woolf sienta las bases de su concepción y renovación de este género periodístico que ella califica de “ensayo personal”:

“La más marcada innovación literaria es el ensayo personal. No podremos negar que remonta a Montaigne, pero podemos perfectamente situarle entre los modernos. (…) Alcanzar la cima del arte del ensayo, con la indecible facilidad con la que escribimos ensayos, como si esta forma fuese, más que otra, nuestra manera natural de expresarnos. (…) Esta forma nos permite decir lo que de ninguna otra forma no nos permite decir con tanta precisión”.

Para la escritora el ensayo periodístico, como género de opinión, del comentario, es “ante todo una expresión de una opinión personal”.

Destacar igualmente en su producción periodística las biografías de las grandes figuras de la literatura, autores fetiches como Dostoyevski, pasando por Montaigne o Tolstoi, por citar algunos ejemplos, sin olvidar a Jane Austen, Rudyard Kipling, Walt Whitman o Henry James… En un artículo publicado en el Times Litterary Supplement, el 31 de enero de 1924, rinde homenaje a Montaigne:

“Aquí tenemos a alguien que triunfó en la arriesgada empresa de vivir, que sirvió su país y vivió retirado; fue terrateniente, marido, padre; entretuvo a reyes, amó a mujeres y meditó durante horas a solas inclinado sobre libros antiguos. Mediante el perpetuo experimento y la observación de lo más sutil logró por fin un milagroso equilibrio de todas esas partes caprichosas que constituyen el alma humana”.

Virginia Woolf con sus padres enTalland House, Cornwall, en 1892 (foto: womanandhersphere)

Un padre autoritario y controlador

Precisamente, sobre ‘El arte de la biografía’ publica un artículo con este mismo título en la revista Atlantic Monthly en abril de 1939. Resulta curioso pensar que Virginia hereda este gusto particular por la biografía que tan bien cultivó su padre, sir Leslie Stephen, redactor jefe del Dictionary of National Biographie. Un padre culto, refinado, puritano y omnipresente, que tras quedarse viudo se vuelve tiránico y controlador de sus hijas. Más tarde, Virginia confiesa en su diario íntimo, el 28 de noviembre de 1928, a la edad de 46 años, cómo su muerte le libera para escribir:

“Cumpleaños de mi padre. Hoy hubiera cumplido noventa y seis años. Si, noventa y seis. Hoy hubiera tenido noventa y seis años, igual que otras personas que he conocido, pero afortunadamente no los tiene. Su vida hubiera acabado con la mía. ¿Qué hubiera ocurrido? No hubiera escrito. No habría publicado libros. Inconcebible”.

En sus artículos de crítica literaria, Virginia Woolf se entusiasma por los clásicos y la influencia que ejercieron sobre ella –en especial la literatura francesa y rusa–. En su selección abundan los autores ya desaparecidos más que sus contemporáneos. A Virginia Woolf le resulta difícil juzgar a sus coetáneos, un dilema eterno de los escritores que ejercen también como críticos literarios. Algunos autores como E. M. Forster alaban su estilo personal, libre e inconfundible. En una conferencia tras la muerte de Virginia, Foster alaba sus cualidades de crítica literaria, su fineza de análisis y pertinencia. Sin embargo, le reprocha su dificultad a analizar a sus coetáneos. Este es el caso de James Joyce, al que califica tras la publicación de Ulyses, de “memorable catástrofe”.

Los diarios de Virginia Woolf hacen referencia a menudo a sus colaboraciones periodísticas en The Times. A veces se queja que le envíen libros que no le interesa reseñar, otras veces es ella quien propone un autor que le suscita un gran interés. La escritora confiesa su desasosiego ante la presión de los lectores y teme que se la juzgue mal en su toma de posiciones, como confiesa en su diario el 15 de abril de 1920:

“Pretencioso, dicen ellos; y una mujer que escribe bien, y que además escribe en el Times, no hay más que hablar”.

Su incesante labor periodística a veces le abruma, pues a ella se entrega con mucho empeño, como reconoce en otra anotación de su diario, el 11 de abril de 1931:

“Estoy muy cansada de corregir mis propios escritos –esos ocho artículos– a pesar que he aprendido a escribir deprisa, lo cual quiere decir prescindir de los remilgos. Quiero decir que el estilo es libre; pero corregir es un trabajo repelente, que me da náuseas. Y el condensar y el cortar. Y me piden artículos y más artículos. Tendría que escribir artículos eternamente”.

En sus reseñas elabora una teoría literaria basada en su propia práctica de escritora a partir de sus preferencias de lectora, como evoca en el artículo ‘Releer novelas’, publicado en Times Literary Supplement:

“Arrancar una emoción y embriagarse de ella y cansarse y arrojarla bien lejos es tan frecuente en la literatura como en la vida. Mas, si destilamos este placer a partir de Flaubert, el más austero de todos los escritores, no hay límite en cuanto a los efectos embriagadores de Meredith, Dickens y Dostoyevski, de Scott y Charlotte Brontë”.

En otros artículos aborda no solo sus lecturas, también, la noción de biblioteca, las fronteras de la ficción… todo ello aderezado con un lenguaje muy cuidado, fluido y directo. Su vanguardismo le lleva incluso a practicar una libertad estilística con las convenciones tipográficas y la puntuación. En las cualidades periodísticas de Virginia Woolf destaca la gran claridad y agilidad de pensamiento en su reflexión literaria, marcada por el omnipresente yo.

Virginia Woolf retratada por Man Ray en la portada de la revista Time del 12 de abril de 1937

Feminismo y compromiso político

Si periodismo le permite a Woolf imbuirse en la actualidad también le sirve de inspiración para sus novelas. Sus escritos periodísticos reflejan un pensamiento crítico sobre la sociedad y la cultura. La prensa resulta un espacio proclive a expresar sus puntos de vista e ideas feministas. En sus artículos más reivindicativos critica el sexismo y desafía el legado patriarcado de la época, abogando por la igualdad de género y un mayor lugar para las mujeres en la sociedad y la literatura. Estas ideas las desarrolla más tarde en ensayos como Una habitación propia, donde explora las limitaciones que enfrentan las mujeres que se dedican a la literatura o al arte.

Entre sus artículos de actualidad subrayar aquellos de carácter más político como ‘Recuerdos de una cooperativa de obreras’, publicado en Yale Review en septiembre de 1930. Con un tono editorializante describe las ansias de emancipación de las mujeres obreras y reclama el derecho de las mujeres al voto:

“En este vasto público, entre todas estas mujeres que trabajan, estas mujeres que tienen hijos, estas mujeres que friegan y cocinan y regatean con todo y saben lo que pueden gastar, entre todas ellas ni una sola tiene el derecho al voto”.

En otros pasajes se extiende en la reivindicación del divorcio, la educación, la subida salarial de las mujeres trabajadoras y reclama reducir la jornada laboral. Este artículo, que tiene mucho de editorial, se apoya en numerosos datos en su denuncia de las condiciones de explotación de las obreras:

“La mayoría de estas mujeres habían comenzado a trabajar a los seis u ocho años, limpiando las escaleras los domingos por un penique, o llevando la comida a los hombres de la fundición por dos peniques. Ellas habían entrado a la fábrica a los catorce años. Ellas trabajan de siete de la mañana a ocho o las nueve de la noche y ganan entre trece y quince shillings la semana”.

Comprometida con su tiempo, icono del feminismo –en su batalla por liberar a las mujeres de la tiranía del sistema patriarcal– Virginia Woolf utiliza la prensa para reclamar cambios. En este artículo, ‘Recuerdos de una cooperativa de obreras’, recoge testimonios contundentes e interpela a los responsables:

“‘Soy la esposa de un minero. Él llega a casa cubierto de hollín. En primer lugar, tiene que lavarse. Luego tiene que cenar. Pero solo tenemos un lavadero. Mi horno está abarrotado de ollas y sartenes. Imposible acometer lo que tengo que hacer. Todo está cubierto de polvo otra vez… ¿Por qué, Dios mío, no puedo tener agua caliente y electricidad cuando las mujeres de clase media la tienen…?’. Así que me levanto y exijo ‘confort doméstico y una reforma de la vivienda’. Me dirijo a la persona del Sr. Giles de Durham; al Sr. Philippe de Bacup; y al señor Edwards de Wolverton”.

El periodismo le sirve como terreno privilegiado donde verter primero muchas de las reflexiones que desarrolla después en sus célebres ensayos: Una habitación propia  y Tres guineas. En sus diarios íntimos anota el 3 de junio de 1937, nada más publicar Tres guineas:

“estoy realmente muy feliz que el Times me haya calificado de ‘la panfletaria la más brillante de toda Inglaterra’ y que diga que mi libro debe hacer historia ‘por poco que se le considere seriamente’”.

Con el trasfondo de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos incesantes que padece Londres la periodista-escritora publica en 1940 el artículo ‘Pensamientos de paz durante una incursión aérea’ en la revista neoyorquina New Republic, el 21 de octubre de 1940, todo un alegato pacifista frente a la barbarie que nos interpela frente a los conflictos bélicos de hoy:

“Los alemanes pasaron por encima de esta casa anoche y la noche anterior. Aquí están de nuevo. Es una experiencia extraña estar tumbada en la oscuridad y oír el zumbido de un abejorro que puede mandarte al otro mundo en cualquier momento. Es un sonido que impide pensar fría y coherentemente acerca de la paz. Pero al mismo tiempo es un sonido –mucho más que oraciones e himnos– que nos debería obligar a pensar sobre la paz”.

Virginia Woolf relata su propia experiencia bajo la amenaza de las bombas y denuncia la pérdida de humanidad en una situación límite frente a la muerte. Plantea una conexión entre la militarización y la guerra respecto al patriarcado y la masculinidad. Este artículo entronca con su ensayo Tres Guineas. Virginia Woolf fue la primera pensadora que desentrañó los vínculos entre el militarismo y el belicismo encarnado por el fascismo.

La lectura de estos artículos de Virginia Woolf rezuma una gran actualidad en un mundo sacudido aún por los desastres de la guerra, pero también por la necesidad de proseguir el combate feminista por una plena igualdad. Artículos que tienen aún hoy una gran resonancia en nuestra conciencia contemporánea.

*María Santos-Sainz (Madrid, 1966) es doctora en Ciencias de la Información y profesora titular de Periodismo en el Institut de Journalisme Bordeaux Aquitaine de la Universidad Bordeaux Montaigne, cuya dirección asumió de 2006 a 2012. Es autora de varios libros: Albert Camus, periodista (Libros.com, 2016), L’élite journalistique et son pouvoir (Editions Apogée, 2006), Espagnols à Bordeaux et en Aquitaine (Sud-Ouest, 2006). Antes de dedicarse a la docencia, ha trabajado como periodista en diversas publicaciones en España y en Francia.

Fuente: Fronterad Revista Digital 1 de febrero de 2024 Título original: Una periodista llamada Virginia Woolf, un oficio olvidado por sus biógrafos

Portada: Fronterad revista Digital

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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