Henry Kissinger acaba de fallecer a los 100 años de edad y solo por pocos meses no aventajó en longevidad a George Kennan, que murió a los 101. Ambos fueron los diplomáticos norteamericanos más importantes del siglo XX. Aunque uno y otro fueron defensores a ultranza de la hegemonía mundial norteamericana y ardientes anticomunistas, Kissinger carecía de la solidez intelectual y la integridad moral de Kennan, mientras que fue más influyente, participando o resolviendo cuestiones decisivas. Ofrecemos aquí un extracto del dossier publicado por National Security Archive (ver aquí) que selecciona documentos clave de su amplio repositorio acerca de Kissinger. Recogemos la introducción general, el título de los ocho apartados temáticos (con el número de documentos que contienen en el original) y el resumen inicial de cada uno de ellos, excepto del primero, que carece de él y trata de los bombardeos secretos sobre Camboya y las escuchas telefónicas a algunos altos funcionarios y al periodista Harry Brandon, del London Sunday Times. Desde luego, coincidimos con NSA en la valoración histórica de esta documentación, tanto más de apreciar teniendo en cuenta los denodados esfuerzos de NSA por arrebatársela a Kissinger, quien quería conservarla alegando su “carácter personal”. La consulta de la fuente permite estar al día de los artículos que ha suscitado el obituario y de algunos de los libros que se han publicado sobre el tema, por ejemplo, Pinochet Desclasificado: Los Archivos Secretos del Los Estados Unidos Sobre Chile (Catalonia Press: June 2023).

 Introducción y traducción de Luis Castro (Conversación sobre la historia)


Fuente; Henry Kissinger: The Declassified Obituary. NSA

National Security Archive (NSA) ha obtenido y publicado documentos antes secretos sobre el papel de Kissinger en las campañas secretas de bombardeos sobre Camboya, espionaje interno ilegal, apoyo a dictadores y guerras sucias en el extranjero.

 

Washington, D.C., 29 de noviembre de 2023 – La muerte de Henry Kissinger hoy atrae una nueva atención mundial sobre el largo rastro de documentos secretos que registran sus deliberaciones políticas, conversaciones y directivas sobre muchas iniciativas por las que se hizo famoso: la distensión con la URSS, la apertura a China y la diplomacia itinerante (shuttle diplomacy) de Oriente Medio, entre otras.

Este registro histórico también documenta el lado más oscuro de la controvertida permanencia de Kissinger en el poder: su papel en el derrocamiento de la democracia y el ascenso de la dictadura en Chile; el desdén por los derechos humanos y el apoyo a guerras sucias, incluso genocidas, en el extranjero; campañas secretas de bombardeos en el sudeste asiático; y la participación en los abusos criminales de la administración Nixon, entre ellos las escuchas telefónicas secretas de sus propios principales asesores.

Para contribuir a una evaluación equilibrada y más completa del legado de Kissinger, el Archivo de Seguridad Nacional ha compilado un pequeño y selecto dossier de registros desclasificados —notas, memorandos y llamadas telefónica que Kissinger escribió, hizo y/o recibió— que documentan las deliberaciones, operaciones y políticas TOP SECRET durante el tiempo de Kissinger en la Casa Blanca y el Departamento de Estado.

Las reveladoras llamadas telefónicas (telcons) —más de 30.000 páginas de transcripciones diarias de las conversaciones telefónicas de Kissinger que grabó en secreto e hizo transcribir a sus secretarias— fueron tomadas por Kissinger como «papeles personales» cuando dejó el cargo en 1977 y utilizadas, selectivamente, para escribir sus memorias más vendidas.

El Archivo de Seguridad Nacional obligó al gobierno de EE.UU. a recuperar estos registros oficiales mediante la preparación de una demanda que argumentaba que tanto el Departamento de Estado como la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) habían permitido indebidamente que se retirara de su control documentación clasificada del gobierno de EE.UU. El analista sénior de Archive, William Burr, presentó una solicitud de FOIA[1] para su desclasificación. El borrador de la demanda, que nunca se presentó, se incluye en este expediente, ya que el esfuerzo de Kissinger por eliminar, retener y controlar estos registros históricos altamente informativos y reveladores debe considerarse una parte fundamental de su legado oficial, y los textos completos se han publicado en la serie Digital National Security Archive de ProQuest.

Esta publicación especial también recoge los enlaces a docenas de colecciones de documentos publicadas anteriormente en relación con el mandato de Kissinger en el gobierno y que el NSA, dirigido por los intrépidos esfuerzos de William Burr, ha identificado, requerido, obtenido y catalogado durante varias décadas. Juntas, estas colecciones constituyen un repositorio accesible e importante de documentos sobre uno de los responsables de la política exterior de Estados Unidos más importantes del siglo XX.

«La insistencia de Henry Kissinger en grabar prácticamente cada palabra que dijo, ya sea a los presidentes a los que sirvió (sin que supieran que estaban siendo grabados) o a los diplomáticos a los que engatusó, sigue siendo un regalo para los historiadores de la diplomacia», ha comentado Tom Blanton, director del Archivo de Seguridad Nacional. Los ayudantes de Kissinger comentaron más tarde que necesitaba llevar un registro de qué mentira le dijo a quién. Kissinger trató de mantener esos documentos bajo su propio control. Su escritura de donación a la Biblioteca del Congreso los habría mantenido cerrados hasta dentro de cinco años, pero el Archivo emprendió acciones legales y forzó la apertura de documentos secretos que muestran una imagen decididamente mixta del legado de Kissinger y enormes costes catastróficos para los pueblos del sudeste asiático y América Latina.

Kissinger y Le Duc Tho, miembro del Politburó de Vietnam, en París después de una sesión de negociación en junio de 1973. Ambos recibirían el premio Nobel de la Paz (foto: Michel Lipchitz/AP)

I. BOMBARDEOS SECRETOS Y ESCUCHAS TELEFÓNICAS

(Con nueve documentos)

II. KISSINGER Y CHILE

(Con nueve documentos)

Podría decirse que Chile es el talón de Aquiles del legado de Kissinger. El registro histórico desclasificado no deja lugar a dudas de que él fue el principal arquitecto de los esfuerzos de Estados Unidos para desestabilizar al gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. En las semanas previas a la toma de posesión de Allende, revelan documentos de la CIA, Kissinger supervisó operaciones encubiertas, con el nombre en clave FUBELT, para fomentar un golpe militar que condujo directamente al asesinato del comandante en jefe del Ejército de Chile, el general René Schneider. Después de que fracasara la conspiración inicial para el golpe, Kissinger convenció personalmente a Nixon de que rechazara la posición del Departamento de Estado[2] de que Washington podría establecer un modus vivendi con Allende, y de autorizar la intervención clandestina para «intensificar los problemas de Allende, de modo que como mínimo pueda fracasar o verse obligado a limitar sus objetivos, y como máximo pueda crear condiciones en las que el colapso o el derrocamiento puedan ser factibles»; argumentos de Kissinger en Consejo de Seguridad Nacional, tres días después de la toma de posesión de Allende. Estados Unidos «creó las mejores condiciones posibles», le informó Kissinger a Nixon pocos días después de que Allende fuera derrocado hace 50 años, el 11 de septiembre de 1973. «En tiempos de Eisenhower, hubiéramos sido héroes», agregó.

Kissinger diseñó la política de Estados Unidos para evitar que Allende consolidara su gobierno electo; pero una vez que las fuerzas del general Augusto Pinochet tomaron violentamente el poder, según demuestran los documentos, Kissinger reconfiguró la política estadounidense para ayudar a la consolidación de su brutal dictadura militar. «Creo que debemos entender nuestra política: que por muy desagradable que actúen, este gobierno es mejor para nosotros que Allende», dijo a sus diputados mientras le informaban sobre las atrocidades contra los derechos humanos en las semanas posteriores al golpe. En junio de 1976, en una reunión privada con Pinochet en Santiago, Kissinger le dijo al dictador chileno: «Mi valoración es que usted es una víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y que su mayor pecado fue haber derrocado a un gobierno que se estaba volviendo comunista».

«Queremos ayudarle, no socavarlo», le informó Kissinger al general, haciendo caso omiso de los consejos de su propio embajador de dar a Pinochet un mensaje directo y duro sobre los derechos humanos. «Usted hizo un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende».

Kissinger y Pinochet (foto: Reuters)

III. KISSINGER Y LOS DERECHOS HUMANOS

(Con tres documentos)

El abyecto abrazo del secretario Kissinger al régimen de Pinochet y su indiferencia ante su represión contribuyeron a un amplio movimiento público y político para institucionalizar los derechos humanos como prioridad en la política exterior de Estados Unidos. A medida que el Congreso comenzó a aprobar leyes que restringían la asistencia de Estados Unidos a los regímenes que violaban los derechos humanos, el desdén de Kissinger por el tema de los derechos humanos se intensificó. Su voluntad de respaldar, apoyar y aceptar el derramamiento masivo de sangre, la tortura y la desaparición por parte de regímenes militares aliados y anticomunistas, se refleja en varios documentos desclasificados.

IV. KISSINGER Y LA OPERACIÓN CÓNDOR

(Con dos documentos)

La resistencia de Kissinger a presionar a los regímenes militares del Cono Sur sobre los derechos humanos se extendió a sus operaciones internacionales de asesinato conocidas como “Operación Cóndor”. A principios de agosto de 1976, Kissinger fue informado por su adjunto sobre los planes de Cóndor, «para encontrar y matar terroristas… en sus propios países y en Europa». Sus ayudantes le convencieron de que autorizara una orientación que sería entregada al general Pinochet en Chile, al general Videla en Argentina y a los oficiales de la junta militar en Uruguay, los tres “estados cóndor” más involucrados en operaciones de asesinatos transnacionales. Pero cuando los embajadores de Estados Unidos en Chile y Uruguay plantearon objeciones a la entrega del documento, Kissinger simplemente la rescindió, ordenando que «no se tomaran más medidas sobre este asunto».

Cinco días después, el ataque terrorista más audaz e infame de Cóndor tuvo lugar en el centro de Washington, D.C., cuando un coche bomba colocado por agentes de Pinochet mató al ex embajador chileno Orlando Letelier y a su joven colega, Ronni Moffitt.

Jorge Rafael Videla con Henry Kissinger y el embajador Raúl Héctor Castro en la quinta de Olivos (foto: La Nación)

V. KISSINGER Y LA CRISIS DE ASIA MERIDIONAL

(Con dos documentos)

La indiferencia de Kissinger hacia los derechos humanos llegó a lo que el jefe del consulado de Estados Unidos en Dacca, Archer Blood, llamó «genocidio» en Pakistán Oriental, cometido por el dictador militar de Pakistán, el general Agha Muhammad Yahya Khan (Yahya). Las estimaciones de asesinatos en masa alcanzan los tres millones de civiles en Pakistán Oriental en la primavera de 1971; pero las políticas de Nixon y Kissinger apoyaron tácitamente a Yahya, quien desempeñó un papel secreto en los esfuerzos de la administración para negociar una apertura con China. El analista de archivos Sajit Gandhi elaboró un dossier completo, “El declive y la crisis del Sur de Asia en 1971”, con docenas de documentos que registran informes sobre el genocidio y las políticas de Nixon y Kissinger. El famoso «Telegrama de Sangre» y un ejemplo de las posiciones de Nixon y Kissinger se encuentran a continuación.

VI. KISSINGER, SUHARTO Y TIMOR ORIENTAL

(Con un documento)

El apoyo de Estados Unidos a la dictadura represiva indonesia del general Suharto y a la invasión asesina de Timor Oriental por parte de su régimen en diciembre de 1975 es otro ejemplo documentado de las políticas de indiferencia de Kissinger hacia las violaciones humanas y la soberanía nacional. Los registros desclasificados obtenidos por el Archivo de Seguridad Nacional registran más que «una inclinación» hacia la agresión de Suharto; revelan una clara luz verde del más alto nivel del gobierno de Estados Unidos, dada a Suharto solo unas horas antes de que las tropas indonesias lanzaran una incursión y ocupación que costó entre 100.000 y 180.000 vidas timorenses. Un informe de la Comisión de la Verdad de Timor Oriental, completado años más tarde, afirmaba que «el apoyo político y militar de Estados Unidos fue fundamental para la invasión y ocupación indonesia».

El General Suharto, Adam Malik, Gerald R. Ford y Henry A. Kissinger, reunidos en Yakarta el 6 de diciembre de 1975 (Gerald R. Ford Presidential Library. White House Photographs)

VII. KISSINGER Y CUBA

(Con 6 documentos)

A mediados de 1974, el secretario de Estado Kissinger inició prolongadas conversaciones diplomáticas históricas y secretas para normalizar las relaciones con Cuba, que incluyeron reuniones furtivas entre emisarios estadounidenses y cubanos en el aeropuerto de La Guardia y una sesión de negociación sin precedentes de tres horas en el Hotel Pierre de cinco estrellas en la ciudad de Nueva York. En ese momento, esta diplomacia secreta de orden secundario marcó el esfuerzo más significativo y prometedor para lograr una distensión caribeña y poner fin a lo que Kissinger llamó «la hostilidad perpetua» en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Pero su iniciativa diplomática se desmoronó después de que Fidel Castro decidiera enviar tropas cubanas para apoyar la lucha anticolonial en Angola en el otoño de 1975. En las reuniones en el Despacho Oval con el presidente Ford, Kissinger se refirió airadamente al líder cubano como un «chiflado» cuyo audaz despliegue de fuerzas militares en el continente africano amenazaba las estrategias geopolíticas de Estados Unidos en el Tercer Mundo. Preocupado de que Castro eventualmente ampliara su incursión militar más allá de Angola, Kissinger le aconsejó a Ford que tendrían que «quebrar a los cubanos». «Si pasan a Namibia o Rodesia, yo estaría a favor de golpearlos», le dijo Kissinger al presidente.

En la reunión del 24 de marzo con un equipo de élite de seguridad nacional conocido como el Grupo de Acciones Especiales de Washington, Kissinger amplió el escenario del dominó. «Si los cubanos destruyen Rodesia, entonces Namibia es la siguiente y luego está Sudáfrica», argumentó Kissinger. Permitir que los «cubanos sean las tropas de choque de la revolución» en África, argumentó, era inaceptable y podría causar tensiones raciales en el «Caribe con los cubanos apelando a las minorías descontentas y luego podría extenderse a América del Sur e incluso a nuestro propio país». Además, la falta de una respuesta de Estados Unidos al ejercicio global del poder militar por parte de una pequeña nación insular caribeña, temía Kissinger, sería vista como debilidad estadounidense. «Si existe la percepción en el extranjero de que estamos tan debilitados por nuestro debate interno [sobre Vietnam] que parece que no podemos hacer nada con respecto a un país de ocho millones de personas, entonces en tres o cuatro años vamos a tener una crisis real».

Los documentos de planificación de la guerra, obtenidos por el analista principal del Archivo, Peter Kornbluh, a través de una solicitud de revisión de desclasificación obligatoria para la Biblioteca Presidencial Gerald Ford, revelaron que Kissinger ordenó al Grupo de Acciones Especiales de Washington que redactara opciones de contingencia que iban desde sanciones económicas y políticas hasta actos de guerra, como minar los puertos de Cuba, una cuarentena naval y ataques aéreos estratégicos «para destruir objetivos militares cubanos seleccionados y objetivos relacionados con el ejército». «Si decidimos usar el poder militar, debe tener éxito. No debe haber medias tintas», instruyó Kissinger al general George Brown, del Estado Mayor Conjunto. Sin embargo, los planificadores de contingencia advirtieron a Kissinger que cualquier acto de agresión podría desencadenar una confrontación entre superpotencias. A diferencia de la crisis de los misiles de 1962, decía un documento de planificación, «una nueva crisis cubana no conduciría necesariamente a una retirada soviética».

El primer ministro sudafricano John Vorster y el secretario de estado Kissinger en Johanesburgo en 1976 (Getty Images)

VIII. LAS CONVERSACIONES TELEFÓNICAS DE KISSINGER (TELCONS)

(Con seis documentos)

En 2001, el Archivo de Seguridad Nacional redactó una queja legal dirigida al Departamento de Estado y a los Archivos Nacionales por abdicar de su deber, según la Ley de Registros Federales, de recuperar los documentos de conversaciones telefónicas de Kissinger, que fueron producidos en tiempo de gobierno con recursos del gobierno. «La mayoría, si no todas, las transcripciones telefónicas son registros de la agencia según lo define la ley federal», decía la demanda, «y el Sr. Kissinger no tenía autoridad para eliminarlos según los estatutos y reglamentos federales vigentes». Un esfuerzo legal anterior por parte de los reporteros que usaban la FOIA dos décadas antes no había logrado obligar a Kissinger a devolver miles de páginas de transcripciones que sus secretarias produjeron al escuchar y grabar sus llamadas telefónicas; Kissinger se había resistido a los esfuerzos anteriores del gobierno de Estados Unidos para acceder a estos importantes registros. «El Sr. Kissinger», decía el borrador de la demanda del Archivo, «que no tiene autoridad legal para restringir el acceso a los registros de la agencia por parte de los funcionarios federales encargados de preservar dichos registros, continúa afirmando su arbitrario criterio para controlar el acceso y mantener el secreto de las transcripciones telefónicas».

El asesor jurídico del Departamento de Estado, William Howard Taft IV, estuvo de acuerdo con los argumentos jurídicos del Archivo, pidió al Archivo que pospusiera la presentación de su acción legal, notificó formalmente a Kissinger que debía devolver los documentos o copias completas de los mismos y envió un equipo de abogados para organizar la transferencia. Cuando Kissinger finalmente renunció a los registros en agosto de 2001, casi 24 años después de haber tergiversado la documentación del gobierno de EE.UU. como documentos «personales» y habérselos llevado, el Archivo presentó rápidamente una solicitud de FOIA en demanda de las telecomunicaciones. Después de obtener más de 15.500 telcons en 2004, el Archivo ha publicado desde entonces las conversaciones en la serie Digital National Security Archive a través de la editorial en línea ProQuest, y también las ha puesto a disposición a través de múltiples publicaciones como esta.

Las conversaciones telefónicas registran las conversaciones de Kissinger con presidentes de Estados Unidos, con varios directores de la CIA, otros miembros del gabinete, ministros de Asuntos Exteriores y diplomáticos, incluido el embajador soviético Anatoly Dobrynin, así como celebridades como Frank Sinatra. También capturan sus muchas conversaciones con los principales reporteros que buscaban activamente información sobre él, y a quienes Kissinger trató de influir para lograr un trato de prensa ventajoso. Como colección de registros, las telcons siguen siendo un tesoro único para la historia. Desde su obtención, el Archivo ha hecho un esfuerzo máximo para llamar la atención internacional sobre estos documentos, que registran las conversaciones, políticas, acciones y actitudes que constituyen una parte amplia y reveladora del legado histórico de Henry Kissinger.

Notas

[1] Aplicación de la Ley de Libertad de Información (N. del Blog).

[2] En ese momento Kissinger era asesor de Nixon sobre política exterior en el Consejo de Seguridad Nacional  y procuraba tomar decisiones al margen del Departamento de Estado, que ocuparía poco después (Nota del blog).

Fuente: National Security Archive 29 de noviembre de 2023.

Traducción:  Luis Castro (CSH)

Portada: De izquierda a derecha: el secretario de Estado, Henry Kissinger, el presidente Richard Nixon y el entonces candidato a vicepresidente Gerald R. Ford, el 13 de octubre de 1973 en el Despacho Oval de la Casa Blanca (foto: Harvey W. Georges/AP)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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1 COMENTARIO

  1. hegemonía mundial para el Genosidio en latino america y Mundial mente incluido Isrrael, el Sr. kinssinge, fue un criminal de guerra y el Mundo descansa en paz por su desaparición.

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