Centenario del gran historiador E.P. Thompson. Dossier

Kenan Malik
Peter Linebaugh
Jeremy Corbyn
Kate Hudson
John McDonnell

 

Lo que nos cuenta un historiador legendario sobre el desprecio por la clase obrera de hoy
Kenan Malik

 

No es frecuente que, siendo adolescente, te atrape un volumen de 900 páginas (a menos que figure «Harry Potter» en el título). Y menos todavía cuando se trata de un libro de historia denso, que cuenta con meticuloso detalle historias de tejedores y mineros, zapateros y carpinteros de ribera del siglo XVIII.

Sin embargo, aún puedo recordar cuando me tropecé por vez primera con The Making of the English Working Class, [La formación de la clase obrera en Inglaterra, Capitán Swing, Madrid, 2012] de E.P. Thompson, en una librería. No tenía ni idea de su importancia cultural ni de su lugar en los debates historiográficos. No sabía lo que significaba «historiografía», ni siquiera que tal cosa existiera. Pero aún puedo sentir la emoción de abrir el libro y leer en el primer párrafo: «La clase obrera no salió como el sol a una hora determinada. Estuvo presente en su propia creación». No sabía que era posible escribir sobre la Historia de esa manera.

Todavía conservo aquella vieja edición de Pelican, maltrecha y marcada a lápiz, con el grabado de George Walker de un minero de Yorkshire en la portada; un libro en el que sigo sumergiéndome, por el puro placer de la prosa de Thompson y porque cada lectura me proporciona una nueva perspectiva.

Si Thompson siguiera vivo, habría cumplido 100 años el sábado [3 de febrero]. La ocasión se conmemoró con un pequeño congreso en Halifax, ciudad en la que Thompson vivió durante muchos años, mientras impartía clases en Leeds y escribía su libro. Pero más allá de eso, ha habido poca fanfarria.

The Making of the English Working Class, que sigue en catálogo más de 60 años después de su primera edición, ha adquirido un estatus casi mítico. Sin embargo, el propio Thompson ha desaparecido de nuestro horizonte cultural. El historiador Robert Colls señaló hace una década que cuando, en 2013, Jeremy Paxman preguntó, en las semifinales del University Challenge [célebre y veterano concurso televisivo de la BBC para estudiantes universitarios], quién había escrito The Making of the English Working Class, «nadie lo sabía».

La obra más influyente de Thompson se escribió en el momento álgido del influjo de la clase obrera en la política británica. Hoy en día, la antigua clase obrera industrial, sobre la que escribió Thompson, ha quedado en gran parte deshecha, políticamente marginada y despojada de su poder social. Son pocos los que consideran la clase un concepto fértil en el pensamiento histórico, y menos aún un fundamento de la política progresista. Sin embargo, los mismos cambios que han llevado a la desatención contemporánea respecto a Thompson hacen también que sus argumentos sean significativos.

El núcleo del libro de Thompson se centra en volver a imaginar la clase y la conciencia de clase. La clase, escribió, «no es una cosa», ni una «estructura», sino un «fenómeno histórico» a través del cual los desposeídos «como resultado de experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses entre sí y frente a otros hombres cuyos intereses son diferentes (y normalmente opuestos) a los suyos».

Thompson andaba argumentando en contra tanto de la visión conservadora de las relaciones de clase como descripción de «la armoniosa coexistencia de grupos que desempeñan diferentes ‘papeles sociales'» como de una forma de determinismo económico que imagina, como dijo posteriormente en una entrevista, que «una especie de materia prima como los campesinos ‘que acuden en masa a las fábricas'» podría «procesarse en tantos metros de proletarios con conciencia de clase». Para Thompson, la clase obrera «se hizo a sí misma tanto como fue hecha». Esta idea de agencia, de personas que, incluso en las circunstancias más desfavorables, poseen la capacidad de actuar sobre el mundo, fue central en la obra de su vida.

Thompson fue marxista, y miembro del Partido Comunista, que abandonó a disgusto en 1956, tras la represión soviética de la revolución húngara, y ayudó a fundar la Nueva Izquierda. Sin embargo, su marxismo estaba impregnado de otras dos tradiciones: la del protestantismo radical, de los levellers y los diggers del siglo XVII a disidentes posteriores, como cuáqueros y baptistas, y la del romanticismo, articulada con mayor fuerza por William Blake, tema del último libro de Thompson, publicado póstumamente. Este marxismo romántico y disidente dejó una profunda impronta en la erudición histórica de Thompson, en sus debates polémicos y en su activismo político.

La frase más célebre de The Making of the English Working Class es la declaración de Thompson acerca de «rescatar al pobre mediero, al cosechador ludita, al ‘obsoleto’ tejedor de telares manuales, al ‘utópico’ artesano» del «enorme desdén de la posteridad». Lo que venía a decir era que, desde nuestro punto de vista, un movimiento como el de los luditas, trabajadores textiles que a principios del siglo XIX se opusieron a la introducción de nueva maquinaria y la destruyeron, podría parecer retrógrado e irracional: su propio nombre es sinónimo de oposición insensata a la innovación tecnológica. Sin embargo, a los ojos de Thompson, no se trataba de «ciega oposición a la maquinaria», sino de una lucha contra la «libertad» del capitalista para destruir las costumbres del oficio, ya fuera por medio de nueva maquinaria, mediante el sistema de fábricas o… rebajando los salarios».

Todos estos temas son quizás más relevantes hoy que cuando Thompson escribió su libro. Su concepción de la clase no como algo, sino como una relación, que no viene dada, sino que se forja a partir de la lucha, es tan significativa para esta era postindustrial como lo fue en el análisis del advenimiento de la industrialización.

La empatía de Thompson con quienes se ven obligados a luchar en un terreno social inhóspito también nos reserva lecciones. Hoy en día, la cuestión estriba en el enorme desdén, no de la posteridad, sino del presente: el desprecio por la clase trabajadora, la hostilidad hacia los «gorrones» de las prestaciones sociales, la burla hacia quienes se ven obligados a recurrir a los bancos de alimentos, la indiferencia ante la injusticia. También es visible en el desprecio por el supuesto fanatismo y conservadurismo de la clase trabajadora o en el desdén por quienes votaron de modo equivocado o se han desilusionado con la izquierda. La insistencia de Thompson en que «sus aspiraciones eran válidas en función de sus propias experiencias» es tan necesaria de reconocer ahora como entonces.

Hay, como han señalado los críticos, ausencias en el relato de Thompson. Las mujeres se encuentran en buena medida ausentes en The Making of the Working Class, al igual que el mundo más amplio, sobre todo las repercusiones de la esclavitud y el colonialismo en la conciencia de clase, lo cual resulta extraño, considerando la influencia de los radicales de clase obrera en el movimiento abolicionista. También hay momentos en los que el romanticismo de Thompson se acerca incómodamente a la desesperación por la modernidad.

Empero, a despecho de todas las críticas, The Making of the English Working Class no supone sólo un magnífico trabajo de excavación histórica, sino también una fastuosa aportación al espíritu humano, a la capacidad de las personas para trascender sus circunstancias e imaginar colectivamente un mundo mejor. «El arte de lo posible», tal como escribió Thompson, «sólo puede verse refrenado para que no abarque todo el universo si lo imposible puede encontrar la manera de irrumpir en la política, una y otra vez».

Fuente: The Observer, 4 de febrero de 2024

Placa colocada en el que fue domicilio de Edward P. y Dorothy Thopson en Halifax (foto: Trinity Six Form Academy)

Cien años de E.P. Thompson

Peter Linebaugh

Como antiguo comandante de carros de combate, Edward sabía lo que se hacía con un motor de combustión interna. En cierta ocasión, en un encuentro en Toronto, no arrancaba el coche de alguien y Edward se metió bajo el capó y puso el motor en marcha en un santiamén.  Fue una sorpresa.  No le asustaba explorar el funcionamiento real del mundo. Tuvo una vez un problema en una casa de campo en el norte de Gales. No salía agua. Ya se había ido la luz del día, pero se calzó las botas y se adentró en la noche con su lámpara o su linterna moviendo el haz de luz de un lado a otro de la hierba embarrada en busca de la tubería.  La encontró y reparó la llave de paso. Me impresionaron estos rasgos del erudito académico de The Making of the English Working Class [La formación de la clase obrera inglesa].

Por supuesto, era un hombre de ideas, y su influjo gracias a ellas abarcaba todo el mundo. Cuando murió Allende, convirtió sus lágrimas en un intenso poema. Vivía en la campiña de Worcestershire. Detrás de su casa crecía un tulipero y alrededor del tulipero había ciclámenes cultivados en Palestina.  Su madre, su padre y su hermano tenían profundos lazos con la India y Oriente Medio. Le encantaban las flores silvestres y podía bautizarlas con nombres ingleses como los que podría haber utilizado el poeta John Clare.  Era uno de sus vínculos con los comunes ingleses, tanto el conocimiento como los nombres.

Llevaba a menudo las mangas remangadas. Su chaqueta o su jersey solían tener polvo de tiza mezclado con las cenizas de los puritos que fumaba.  Transmitía el aspecto y el estilo del intelectual inglés desharrapado de mitad del siglo XX. Los seminarios podían tener lugar en cualquier parte.  Se tumbaba en el suelo de madera de pino, y allí se le sumaban compañeros y colegas. Le encantaba el tira y afloja del debate; podía recitar a Wordsworth largo y tendido; en una conferencia podía llegar al clímax.  Llevaba el teatro en los huesos.  Cuando escuchaba, sus avispados ojos transmitían agudeza.  Tenía una hermosa voz de acentos versátiles y registros de gran amplitud. Le gustaba tomarnos el pelo diciendo que Marx también era inglés. No sólo alemán o ruso. Tenía una enorme capacidad de trabajo y, por lo general, sabía de lo que hablaba. Cuando no lo sabía, preguntaba o estudiaba. Su objetivo era, como mínimo, acabar con la guerra nuclear.

Edward Thompson, ¡presente!

Fuente: Counterpunch, 02-02-2024

En su artículo «A través del humo de Budapest», publicado en The Reasoner, Thompson formuló su oposición a la intervención soviética en Hungría, que lo llevó a abandonar el Partido Comunista
Entrevista con Jeremy Corbyn, Kate Hudson y John McDonnell

Este sábado [pasado], 3 de febrero de 2024, una heterogénea multitud de unas 200.000 personas acudió a Whitehall [distrito del gobierno en el centro de Londres] en la octava Marcha Nacional por Palestina desde el inicio del último ataque genocida de Israel contra el pueblo de Gaza. Convocada por la veterana coalición reunida en torno a la Campaña de Solidaridad con Palestina, que incluye a la Campaña por el Desarme Nuclear (CND), la bulliciosa manifestación exigió un alto el fuego en Gaza como paso previo a las negociaciones para un acuerdo político justo, así como que Gran Bretaña retire toda ayuda militar y diplomática a Israel tras la sentencia de la CIJ de la semana pasada.

Mick Lynch, secretario general de RMT [sindicato de trabajadores del transporte terrestre, ferroviario y marítimo], se sumó a un estrado que acogía a representantes y activistas palestinos, así como a activistas, parlamentarios y sindicalistas progresistas británicos, y se dirigió a la apasionada multitud:

“Sea cual sea nuestra procedencia, nuestra comunidad o nuestra religión, somos todos trabajadores. Hay trabajadores en Gaza y en Cisjordania, y debemos mostrar nuestra solidaridad. Hacemos un llamamiento a todos los sindicatos, a todo el movimiento socialista y a nuestro Partido Laborista: ¡alzaos y apoyad a la gente que está siendo masacrada, levantaos contra la matanza, levantaos contra el genocidio, y construid puentes de paz en nombre de los pueblos del mundo, y especialmente del pueblo de Palestina!”

La movilización del movimiento obrero en su tradición de internacionalismo, contraria a la guerra y la opresión, y favorable a la paz y la libertad, fue también una preocupación primordial del célebre historiador marxista E.P. Thompson (1924-1993), el centenario de cuyo nacimiento caía el mismo sábado que la última manifestación palestina de Londres. Autor de un clásico fundacional de la historia radical desde abajo, The Making of the English Working Class (1963), Thompson fue también uno de los principales defensores y protagonistas de la protesta popular en su época, contra la explotación, la guerra, la represión estatal y la amenaza de aniquilación nuclear.

Las celebraciones del centenario de esta figura legendaria, miembro fundador y antiguo vicepresidente de la Campaña por el Desarme Nuclear han coincidido casualmente con otra masiva manifestación nacional contra la mayor injusticia internacional de nuestra era, coorganizada por la actual CND. Owen Dowling, historiador e investigador del semanario laborista Tribune, conversó con varios de los oradores de la manifestación acerca de Thompson, sobre su tradición como historiador y activista, y su importancia para el movimiento socialista británico en su solidaridad hoy con Palestina.

E.P. Thompson durante una manifestación por el desarme nuclear en 1980 (foto: Kim Traynor)
Jeremy Corbyn

Echando la vista atrás, hoy, en el centenario de su nacimiento, ¿qué ha significado Edward Thompson para usted y sus compromisos socialistas y antibelicistas, como historiador y como defensor de la paz?

Siempre he pensado en él como E.P. más que como Edward; sus hijos vivían en mi circunscripción y evidentemente los conocía. Su papel en la historia política y en la escritura histórica fue extraordinario, y yo me crié con sus libros, por así decirlo, políticamente. Posteriormente, escribió esa pieza polémica absolutamente brillante, Protest and Survive, contra el ridículo panfleto del gobierno, Protect and Survive, en 1980, una réplica absolutamente brillante, que inspiró a todo un movimiento de tanta gente.

Debemos recordar que, como historiador intelectual, académico y desafiante, ocupa un lugar increíblemente influyente en nuestro movimiento y en nuestra sociedad, pues si no contemplamos la historia desde el punto de vista de los movimientos populares y la expansión de las causas comunes, y la vemos sólo a través del prisma de los intereses de los estados, los militares, la realeza y el establishment, entonces perdemos mucho. Y creo que Edward Thompson fue alguien que hizo eso. Le doy las gracias por ello, su legado perdurará para siempre por todo ello.

A Dorothy Thompson [historiadora y activista socialista, autora de The dignity of Chartism (La dignidad del cartismo), entre otras obras, y esposa de Edward] la conocí igualmente bastante bien. Dorothy y yo teníamos una relación muy interesante; solíamos ir a una escuela de secundaria en Marylebone, la Quintin Kynaston School, que tenía un «debate del globito» anual en el que tenías que meterte en «el globito» interpretando a un personaje concreto, y se votaba luego quién quedaba «expulsado» y quién «sobreviviría» hasta el final. Yo hacía de Karl Marx y Dorothy hacía de la reina Victoria. Era absolutamente brillante cuando interpretaba a la reina Victoria, y conseguía crear una especie de historia casi feminista en torno a la vida de la reina Victoria. En un momento dado teníamos una especie de duelo verbal, y decía ella: «Señor Marx, usted ni siquiera desea que yo conserve la cabeza sobre los hombros», y yo le respondía: «Majestad… no, no la voy a llamar «Su Majestad», usted no es más que una persona, ¡es la señora Saxe-Coburgo-Gotha!» Todo quedaba en una gran broma, y nos llevábamos la mar de bien. La verdad es que era brillante que sacara a relucir a la Reina Victoria en el papel de monarca durante todos los movimientos sociales del siglo XIX; decía cosas como: «Supongo, señor Marx, que apoya usted a los cartistas».

¿Cree usted que la vida y la obra de E.P. Thompson son importantes para los británicos que hoy marchamos por la paz y en solidaridad con Palestina?

Thompson estaría hoy aquí, totalmente, justo al frente de la manifestación, porque vería la conexión -ya que existe una conexión evidente- entre la Campaña por el Desarme Nuclear para conseguir un mundo libre de armas nucleares, y la causa de la solidaridad con Palestina. Israel posee armas nucleares no declaradas; Mordejai Vanunu sufrió dieciocho años de prisión por revelar la verdad sobre las aspiraciones nucleares de Israel. Y Thompson habría apoyado también una campaña que durante muchos años muchos de nosotros planteamos en el Tratado de No Proliferación Nuclear, una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio, con el fin de propiciar la posibilidad de conversaciones entre Irán e Israel, para que Israel se deshiciera de sus armas nucleares con el fin de disuadir a Irán de desarrollarlas. De manera que sí, él estaría totalmente a la cabeza de esto.

Creo que todo el movimiento pacifista, el movimiento obrero y el movimiento socialista deben estarles agradecidos a personas como Edward Thompson.

E. P. Thompson interviene en un acto del CND en el War Memorial Park de Kenilworth tras una marcha en Coventry el 26 de mayo de 1984 (foto: TRINITY MIRROR/ALAMY/HÉMIS.FR)
Kate Hudson

Como Secretaria General de la CND, una de organizaciones convocantes de la manifestación de hoy, y que forma parte de la coalición que respalda estas manifestaciones por Palestina desde hace varios años, ¿cómo ve que se alineen las políticas de la Campaña por el Desarme Nuclear con las del movimiento de solidaridad con Palestina?

Bueno, este movimiento está mayoritariamente a favor de la paz, de la justicia, de una solución política negociada a la crisis de los palestinos, y eso es fundamental para el género de política que mantiene la CND. Buscamos siempre una solución pacífica, siempre buscamos el fin del uso de las armas, del comercio de armas, etc., así que todo está muy en consonancia. Por supuesto, para nosotros uno de los puntos que intentamos destacar es que Israel es un estado nuclear, posee armas nucleares, y existe el peligro de que, si el conflicto se extiende aún más ampliamente por la región, se utilicen armas nucleares.

Desde su creación en 1958 hasta hoy, pasando por los años 80, la política de la CND ha tenido asimismo una orientación antiimperialista. ¿La ve reflejada en su actual solidaridad con Palestina?

Bueno, muy, muy claramente; sacamos a relucir una serie de vertientes en torno a esta cuestión. Se está desarrollando un movimiento muy fuerte contra el colonialismo nuclear, que plantea la cuestión de dónde se han ensayado armas nucleares en el pasado, de dónde se extrae uranio -en gran parte en tierras de pueblos indígenas-, de modo que esto supone un gran problema. Pero, una vez más, volvemos a la cuestión de la justicia y la libertad. Si un pequeño número de países, quizás con armas nucleares, invaden acaso otros países y empiezan a pisotear los derechos de otras personas, nos oponemos rotundamente a ello, porque no puede haber un mundo en paz mientras siga existiendo ese tipo de desigualdad de poder en el mundo.

En el centenario del nacimiento de E.P. Thompson, ¿cómo ve su legado en relación con la práctica internacionalista y antibelicista de la CND en la actualidad?

Es algo realmente fundamental para ello. E.P. Thompson fue una de las grandes figuras de nuestra historia. Pero no es sólo una figura histórica; sus valores, toda su ética, todo aquello por lo que luchó resulta fundamental para nuestro movimiento hoy, totalmente. Esos conceptos de paz, socialismo e internacionalismo están en el corazón del movimiento obrero, y eso es lo que queremos garantizar, que la paz y el antiimperialismo sigan siendo centrales en el movimiento obrero.

Desde la década de 1950, la CND, y en el siglo XXI la Campaña de Solidaridad con Palestina, han entrado en el canon de los movimientos sociales populares británicos desde abajo que E.P. Thompson, por supuesto, ayudó a recuperar históricamente: desde los levellers y los diggers, pasando por los cartistas, el movimiento sindical, el apoyo a la España republicana, y más allá. ¿Cree usted que Thompson estaría hoy manifestándose con nosotros si estuviera aquí?

Al cien por cien. Él participaba de esa fantástica tradición: del pueblo, de las bases, organizándose, trabajando juntos, con solidaridad. Hoy habría estado aquí.

Edward y Dorothy Thompson (foto del blog Progressive Geographies)
John McDonnell

Se cumplen hoy cien años del nacimiento de Edward Thompson, autor de The Making of the English Working Class (La formación de la clase obrera en Inglaterra) y activista por la paz y de la CND de toda la vida. Usted ha escrito sobre esa escuela de historiadores y ha mostrado su compromiso público con ella. ¿Qué importancia ha tenido E.P. Thompson en su política y su concepción de la historia radical?

En mi época de estudiante, cuando dejé la fábrica y asistí a la universidad acabada la escuela nocturna, y uno de los textos clave que teníamos en política y teoría política e historia era el libro de E.P. Thompson. Suponía uno de los análisis más fundamentales de cómo la clase obrera se formaba a sí misma, cómo se iba reconociendo a sí misma en todas sus diferentes vertientes. Y durante varios años fue uno de esos libros que leías como texto y que tan amenos resultaban, tan esclarecedores.

Años después, durante la pandemia, descubrí un grupo de lectura [‘Casualties of History’ (2020) con Alex Press y Gabriel Winant, de Jacobin Magazine] que leía un capítulo al mes del libro de Thompson, y fue muy agradable volver a explorarlo todo de nuevo. Daba forma a la comprensión de las relaciones de clase de nuestra sociedad, a cómo se formaron desde sus orígenes, y estaba en el título mismo – The Making of the English Working Class – sobre cómo la clase trabajadora se iba formando a sí misma, y sigue todavía formándose.

En los años 80, cuando formaba usted parte del Consejo del Gran Londres [GLC – Greater London Council], ¿mantuvo alguna relación con los movimientos de la CND de la época en los que Thompson destacaba como activista?

Estamos en este momento usted y yo hablando aquí, delante de Whitehall. En cierta ocasión, cuando era concejal del GLC, salí yo de la junta municipal para saludar a una manifestación de la CND, que llevaba una banda de música y que decidió, como parte de la protesta, hacer una sentada en Whitehall. De modo que me detuvieron, pasé la noche en el calabozo y salí al día siguiente, y fue una de esas ocasiones que siempre recuerdas, puesto que en aquel momento estábamos de nuevo al borde de una guerra nuclear debido al rearme que se estaba produciendo. Y fueron personas como Thompson y otros los que se mantuvieron firmes para convencer a la gente de que ese no era el camino a seguir y que era la paz lo que necesitábamos.

Habiendo encabezado en su época varias manifestaciones enormes por estas calles londinenses contra la instalación por parte de la OTAN de misiles de crucero norteamericanos en suelo británico, ¿habría apoyado Thompson la manifestación de hoy por Palestina?

Sí, era un internacionalista, un internacionalista antibelicista. Lo suyo era cambiar la sociedad, transformarla, pero no sólo aquí, en términos de política británica: era un internacionalista que deseaba una transformación global. Toda esa generación de la Nueva Izquierda estaría aquí, sin duda. Porque una de las cosas en las que hacían hincapié era en la forma en que los trabajadores podían unirse y ejercer su poder para garantizar la paz.

No hemos llegado todo lo lejos que queríamos en lo que respecta a la campaña de la CND, pero la gente no ha desaparecido; la preocupación de la gente por la guerra y la inestabilidad en el mundo en este momento demuestra lo necesario que es deshacerse de las armas nucleares, y creo que eso volverá a la agenda. Hay hoy una nueva ola, una nueva generación de actividad política, y creo que es importante que aprovechemos esta oportunidad y volvamos a insertar en ella el debate sobre las armas nucleares.

Sobre el entrevistador: Owen Dowling es historiador e investigador de archivos en Tribune.

Peter Linebaugh fue profesor de Historia en la Universidad de Toledo, Ohio. Es autor de “The London Hanged” y (con Marcus Rediker) “La hidra de la Revolución: la historia oculta del Atlántico revolucionario” (Crítica, Barcelona, 2005). Su último libro es “Red Round Globe Hot Burning”

Kenan Malik ensayista y profesor británico de origen indio, es columnista de The Observer, dominical del grupo The Guardian. Especializado en Neurobiología e Historia de la Ciencia, aborda frecuentemente en sus intevenciones públicas cuestiones como el multiculturalismo, el pluralismo o el racismo. Su último libro es «From Fatwa to Jihad: The Rushdie Affair and Its Legacy».

Jeremy Corbyn es diputado laborista por Islington Norte.

Kate Hudson es la Secretaria General de la Campaña por el Desarme Nuclear (CND).

John McDonnell es diputado laborista por Hayes y Harlington.

Fuente:  Varias , Sin Permiso 11 de febrero de 2024

Traducción: Lucas Antón

Portada: montaje de la revista The New European sobre un retrato de E.P. Thompson (The New European/Getty Images)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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