Carlos Gil Andrés
Profesor de historia. IES Inventor Cosme García

 

Acaba 2023 y con él concluyen los centenarios de Jorge Semprún y de Italo Calvino, dos escritores unidos por la historia del siglo XX, por la memoria del horror y la belleza de la poesía. Sus libros poseen una fuerza vital que resiste al tiempo, eso que llamamos ser un clásico. Salvarán bien el fin de año, no tienen fecha de caducidad.

Me los imagino paseando juntos. Jorge Semprún lo menciona en un pasaje de La escritura o la vida. Rememora un largo paseo con Italo Calvino un día de 1964, una mañana soleada, bajo los soportales de Turín, hablando de Primo Levi. En Turín dicen que hay 18 kilómetros de galerías porticadas. No creo que el paseo fuera tan largo, pero desde luego que tenían muchas cosas de las que hablar mientras recorrían los pórticos de la Vía Roma o se sentaban, tal vez, en uno de los cafés de la Piazza San Carlo. Me los imagino con las manos en los bolsillos, rememorando sus vidas veinte años antes, cuando ambos empuñaban las armas contra la ocupación alemana. Calvino combatía a sangre y fuego en una brigada partisana de los Alpes Marítimos. Semprún, exiliado republicano en París, luchaba también contra los nazis en una red de la Resistencia francesa en la Borgoña. No muy lejos el uno del otro, los dos testigos de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.

Jorge Semprún (foto: Letras Libres)

La experiencia de Jorge Semprún fue excepcional. Conoció en primera persona lo que llamaba el Mal absoluto. Fue después de ser detenido y torturado por la Gestapo, durante los dieciséis meses que pasó en el campo de concentración de Buchenwald. El epicentro del Mal radical en las afueras de Weimar, la ciudad de Bach y de Goethe, la cuna de la cultura alemana. El fracaso de la civilización europea. Semprún era el preso número 44.904. Nunca dejó de serlo. Siempre se presentó a sí mismo como un exdeportado de Buchenwald, un Rotspanier, un “rojo español”. Un superviviente que había sido atravesado por la muerte y había regresado a la vida para contarlo. Los rostros del espanto, las voces despiadadas de los SS, el imborrable olor a carne quemada del crematorio.

Un aparecido que en 1945 tuvo que elegir entre la escritura o la vida, y eligió la vida. Y qué vida. Se convirtió en un intelectual revolucionario, un miembro destacado del Partido Comunista Español en el exilio, un activista clandestino de leyenda, infiltrado durante años en España con el seudónimo de Federico Sánchez.

Pero en 1964, cuando lo imagino paseando por los soportales de Turín junto a Calvino, Semprún ya ha recuperado su nombre real, ha publicado El largo viaje -el inicio de su carrera literaria- y acaba de ser expulsado del PCE. Otro rasgo en común con el escritor italiano, alejado de la militancia comunista unos años antes. Calvino se había plantado como Cosimo, el joven protagonista de El barón rampante, capaz de decir no y de empeñar la palabra y la vida en ello. Los dos escritores antifascistas acabaron denunciando también la represión estalinista y el totalitarismo soviético. Semprún abandonó para siempre la “ilusión mortífera” de la aventura comunista, pero no el dolor y la fraternidad de los suyos. Por eso, aunque en sus últimos años defendía la monarquía constitucional, tenía muy claro que en su funeral no podía haber otra bandera que no fuera la tricolor de la República española.

En el fondo, Semprún no tenía demasiado apego a las banderas, las patrias o los símbolos nacionales. Consideraba el exilio como la única patria posible de un apátrida. Convirtió el desarraigo en una identidad y puso todo su empeño intelectual en el desarrollo de una conciencia europea basada en la cultura, la libertad y la solidaridad: “Europa es un deseo concreto de utopía”. En abril de 2010, un año antes de su muerte, visitó por última vez Buchenwald y recordó, en la explanada central, bajo el viento glacial de la colina de Ettersberg, que la construcción europea nació precisamente en los campos. Que la Europa democrática tiene que estar vacunada contra todas las amnesias, que nunca hay que olvidar el precio humano que deja la historia en su camino.

Italo Calvino en su despacho (foto: Ulf Anderson/Blackarvives)

A Italo Calvino la muerte lo sorprendió muchos años antes, en 1985, mientras preparaba un ciclo de conferencias que no pudo dictar, Seis propuestas para el próximo milenio. En las páginas de este libro póstumo, como en toda su obra, hay una reivindicación constante de la cultura humanista, el conocimiento sin dogmas ni fronteras, el compromiso ético y la búsqueda de la verdad y la belleza.

Cualquiera de los libros de estos escritores centenarios puede ser una buena propuesta para el próximo año. Me quedo con las palabras que Calvino pone en boca de Marco Polo, frente al Gran Kan, en el conocido final de Las ciudades invisibles. “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. No me digan que no es un buen propósito de Año Nuevo. Mirar alrededor a ver qué y quién no es infierno. Seguro que hay alguien cerca. Reconocerlo. Arrimarse bien. Y contaminarse.

Fuente: La Rioja, 31 de diciembre de 2023

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

Portada:  Italo Calvino (foto: IMDB) y Jorge Semprún (AFP)

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1 COMENTARIO

  1. L’écriture ou la vie de Jorge Semprun, Paris, Gallimard, 1994, 397 páginas (en la edición francesa) pertenece al género testimonial sobre la Shoa, los campos de concentración y los campos de exterminio nazis.
    También pertenece a nuestra literatura francesa y a la historia de España.
    1) Es patrimonio literario francés porque Jorge Semprun es una página de la cultura y de la comunidad francesa anti nazi, antifranquista y, a la vez anti De Gaulle. Semprun nunca dejó de comprometerse.
    2) Semprun tiene que estar en la historia de España porque fue uno de los comunistas antifranquistas que luchó de «soldado» clandestino en 1945-1953. En Buchenwald, compartió la vida carcelaria con Juan Larrea, resistente español ( sobrevive hasta 1982, viviendo en Normandia, cerca de la Central de Porcheville (cerca de Mantes, 78) ; el 24 de junio de 1982, esta Central le recordó Buchenwald y se suicidó como Robert Anthelme). Semprun es patrimonio español porque compartió la vida en Buchenwald con los compañeros : José Puig Liza, Salvador Ginesta, Diego Morales, Lucas Lacalle, Palomares, François Maspero (editor parisino que tradujo y publicó muchísimas obras españolas, prohibidas en la España de Franco).
    Se recomiendan dos estudios.
    1. Marta RUIZ GALBETE, Jorge Semprun : réécriture et mémoire idéologique (tesis 2001, Univ Aix en Provence)
    2. Judith LYON-CAEN, La griffe du temps. Ce que l’histoire peut dire de la littérature, Gallimard, «NRF», 2019, 302 p.

    Luis Bertrand, 4 de enero de 2024

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