Luis Castro Berrojo

 

El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) vetó el pasado julio el proyecto de mina y planta de concentrados de uranio promovido por Berkeley Minera España en Retortillo (Salamanca). Ponía  fin así a más de diez años de historia polémica que, nos tememos, no va a terminar aquí. Pues resulta que el CSN, cuyo dictamen es vinculante para el Ministerio de Industria, frena el proyecto cuando la empresa lleva varios años desarrollándolo y  ahora deja una gran superficie vallada de unos 27 kilómetros de perímetro donde se han talado miles de encinas y se han hecho movimientos de tierra, montañas de escombros y una laguna artificial. (La mina proyectada era a cielo abierto).

 

1.- El problemático final de la mina de Retortillo

Este estropicio viene acompañado de un descalabro financiero: las acciones de Berkeley se han desplomado, de modo que tanto en España como en Australia, donde tiene su sede la empresa, han cerrado su cotización en bolsa; un resultado más o menos lógico a la vista del largo historial especulativo de sus ejecutivos en varios países[1].

Es difícil entender cómo se ha podido llegar a esta situación cuando la empresa Berkeley tenía esos antecedentes y carecía del aval definitivo del CSN, que, en todo caso, no podía dar otro dictamen que el que ha dado. Primero, porque la Ley de cambio climático aprobada en mayo pasado, siguiendo directrices europeas, desautoriza las actividades relacionadas con la minería del uranio, pues sus derivados radiactivos “podrían suponer un riesgo para la población y para el medio ambiente”. Y, en segundo lugar, porque el CSN señaló hace tiempo “la escasa fiabilidad (…) de los análisis de seguridad de la instalación radiactiva en los aspectos técnicos e hidrogeológicos”. (La instalación iba a necesitar un importante caudal de agua, que sería traído del embalse de La Almendra, a más de 40 kms., siendo luego vertido al río Yeltes)[2].

Prospección minera en Retortillo (Salamanca)(foto: archivo de La Vanguardia)

¿Quién se hará cargo de la restauración ambiental del territorio afectado? Los pueblos de la zona tienen motivos para estar preocupados, pues, para empezar, los planes de clausura y restauración eran de los considerados deficientes por ENUSA. Además, no muy lejos del campo de Yeltes donde está la mina, se halla Saelices el Chico, cerca de Ciudad Rodrigo, lugar en el que ENUSA (Empresa Nacional del Uranio S.A.) explotó durante décadas una mina y una fábrica de concentrados de uranio hasta el año 2000. Han pasado veinte años y la zona aún hoy está en proceso de recuperación, en la que intervienen ENUSA y ENRESA (Empresa Nacional de Residuos Nucleares S.A.). En otros país, por lo general, fallan también estas limpiezas, pues tanto las empresas como los gobiernos son reacios a emplear dinero en ello. (Uranium Atlas 2020, p. 31. En nuclear-free.com).

Así pues, si empresas públicas españolas tardan tanto en culminar la recuperación ambiental de lugares con actividades radiactivas clausuradas, ¿qué se puede esperar de una empresa privada extranjera? En principio cabría suponer que esas labores serían menos complejas que las de centrales nucleares cerradas. La de Vandellós I (Tarragona), parada desde 1989, aún está en proceso de desmantelamiento, lo mismo que las de Zorita (Guadalajara) y Garoña (Burgos). Pero en este caso hay un problema grave: se debe comenzar retirando los restos de combustible del reactor, así como los residuos de alta radiactividad almacenados, para trasladarlos a un depósito centralizado (el “cementerio nuclear”). Hoy por hoy este aún no existe en España, aunque se busca el emplazamiento adecuado desde hace décadas.

Cerrada la mina de Retortillo, Salamanca –y Castilla y León– sólo cuenta con una de las actividades del ciclo del uranio: la fábrica de combustibles nucleares de Juzbado. Una instalación importante, pues abastece a las centrales nucleares españolas y exporta a varios países, siendo la empresa de mayor volumen de negocio en la provincia. Esta instalación, que tiene a ENUSA como titular, no está muy lejana de la mina de Retortillo y, como veremos, tampoco es ajena al asunto que comentamos.

Instalaciones de Berkeley en Retortilo (Salamanca)(foto: Reuters)
2.- Responsabilidades institucionales

Se ha señalado la corresponsabilidad de algunas entidades públicas en la gestión del proyecto de Retortillo y, por tanto, en el estropicio ecológico señalado: concretamente del Ministerio de Industria y Energía, la Junta de Castilla y León y ENUSA.

El Ministerio autorizó en su momento (2008) el acuerdo entre Berkeley y ENUSA para llevar a cabo prospecciones de uranio en las provincias de Cáceres y Salamanca. Era titular del ramo entonces Miguel Sebastián, partidario de la energía nuclear, y con esa decisión abrió un capítulo nuevo en lo que se refiere a las privatizaciones. Hasta entonces, la JEN o ENUSA eran las únicas gestoras de la minería del uranio y, aunque se abrían a la participación de empresas privadas, estas casi nunca mostraron demasiado interés. Pero ENUSA rompió su relación con Berkeley en 2012, pues, según un informe suyo, planteaba numerosas deficiencias y no se veía sostenible. (Lo de la «sostenibilidad», sea ambiental o financiera, es un aspecto clave en este asunto). Sin embargo, le dejaba los derechos de explotación en esa y otras minas de la zona durante 90 años. Así se abandonaba en manos de una empresa privada extranjera una actividad que hasta no hace mucho tiempo se consideraba de “alto interés nacional”. Algunos han hablado al respecto de una “privatización encubierta” de dudosa legalidad y de una compensación ante la amenaza de que Berkeley llevara el caso a los tribunales.

Por su parte, la Junta de Castilla y León se ha manifestado siempre entusiasta de las actividades nucleares de todo tipo y ha dado el visto bueno a los proyectos de Berkeley, de los que por tanto viene a ser corresponsable. Sin sus informes favorables, sobre todo de impacto ambiental, que se emitieron en tiempos de Tomás Villanueva, vicepresidente con Juan Vicente Herrera (PP), es dudoso que el proyecto de la mina de Retortillo hubiera ido demasiado lejos. Es más, la Dirección general de minas de la Junta presionó al CSN mediante escrito en el que exigía un dictamen rápido y favorable al expediente, sumándose así a otras iniciativas de Berkeley y de asociaciones de inversores, en un tono que el presidente del CSN, Sr. Josep Mª Serena, consideró «impertinente» tratándose de un organismo oficial. La presión lobbista fue tal que Serena lo puso en conocimiento de la abogacía del Estado y del Congreso, donde compareció.

Otro flanco, que merecería más amplio desarrollo, es el de la batalla propagandística de Berkeley y de ENUSA, librada en el terreno de los medios de prensa locales, abundantemente usados como medio para transmitir mensajes publicitarios (casi nunca mostrados como tales), vetando a la vez informaciones u opiniones críticas. Unos mensajes donde se repiten ad nauseam palabras como “sostenibilidad”, “seguridad” y “medio ambiente”, pero nunca “uranio” o algo semejante, de modo que para el no enterado es difícil saber qué se fabrica en Juzbado. Cabe destacar también el reparto de donativos para todo tipo de actividades sociales o culturales en los pueblos de la zona, sobre todo, pero no únicamente, en Retortillo[3] . Un campo de acción propagandística que llega incluso, hasta cierto punto, a publicaciones académicas, donde se describen estas actividades de manera acrítica y más bien laudatoria, haciendo propias las opiniones del sector, según las cuales lo nuclear sería “emblema de progreso y bienestar”, “senda de crecimiento y modernización” de España, “un ecosistema científico-técnico e industrial de relevancia internacional”, etc.[4]

Toda esta propaganda ha tratado de neutralizar a una oposición popular que se ha manifestado reiteradamente en contra del proyecto. Como en ocasiones anteriores, las movilizaciones ciudadanas han sido un factor importante para frustrar los horizontes de grandeza atómica de ciertas oligarquías financieras, industriales y políticas.

Manifestación contra la mina de Retortillo en Salamanca, en febrero de 2021 (foto: Tribuna de Salamanca)
3.- Un viejo objetivo: el ciclo del átomo en Castilla y León

Si más no, el recuerdo de esas movilizaciones antinucleares, que tienen antecedentes desde los años setenta, nos lleva de modo natural a hacer un pequeño repaso histórico de la cuestión.

Una vez clausuradas la planta de Ciudad Rodrigo y la central nuclear de Garoña, y suspendido el proyecto de la mina de uranio, en España solo quedan, como hemos indicado, la fábrica de combustibles y cinco centrales nucleares con siete reactores, todas ellas con más de treinta años de servicio. La situación actual de Castilla y León en este ámbito contrasta vivamente con la que tenían prevista los nucleócratas españoles hacia 1980, cuando se esperaba que en el siglo XXI la región abarcaría casi todas las actividades del ciclo nuclear, como si se hubiera decidido ese destino para el desarrollo económico de una de las regiones más despobladas y envejecidas de España. De haberse llevado a cabo los planes previstos, Castilla y León habría sido el sancta sanctorum del átomo en España. Y el país habría albergado 40 reactores nucleares en 26 emplazamientos distintos. El lema «todo eléctrico, todo nuclear» sintetizaba una política energética desmesurada y especulativa.

Ilustración del libro de Luis Castro Berrojo «La bomba atómica española. La energía nuclear en la transición» , p. 50

Las instalaciones nucleares presentes o previstas en Castilla y León hacia 1980 eran las siguientes:

1.- Prospección y minería de uranio. Ha habido prospecciones en muchas zonas de España. (Se llegó a prospectar más de 300.000 km², casi el 60 % de su superficie). En los años sesenta se creía que las reservas uraníferas eran sobradas para las futuras necesidades españolas, pero ya en los años setenta se impuso una realidad distinta y hoy se importa todo el uranio utilizado en España. Los yacimientos más importantes resultaron ser los de la provincia de Salamanca, donde ENUSA explotó  la mina de Saelices desde 1975 hasta el 2000, cuando tuvo que cerrarla por falta de competitividad. Para más adelante se preveía la actividad minera en otros lugares, como la zona de Retortillo-Villavieja de Yeltes.

2.- Fábrica de concentrados de uranio. Existente en las proximidades de la mina de Saelices mientras duró su explotación. Como hemos indicado, se preveía una junto a la mina de Retortillo, con lo que la explotación hubiera sido muy semejante a la de Saelices. Es en ella donde el CSN ha encontrado los mayores fallos del proyecto y la que ha motivado su dictamen negativo.

3.- Fábrica de elementos combustibles. La fábrica de Juzbado (Salamanca), funciona desde 1985, abasteciendo al mercado español y al europeo. Su tecnología es deudora de empresas norteamericanas, concretamente de Westinghouse y General Electric, que son también las que dotaron de equipamiento nuclear a las centrales nucleares españolas (con la excepción de Vandellós I), con sus prototipos de reactor, los refrigerados por agua a presión (PWR) y en ebullición (BWR).

4.- Centrales nucleares. Santa María de Garoña (460 MW) funcionó durante 40 años hasta 2012. Había previstas otras dos, con reactores de 1.000  MW cada una: en Moral de Sayago (Zamora), que contaba con autorización previa y fue descartada con la moratoria nuclear de los años ochenta, cuando ya se había empezado la construcción, y Valencia de Don Juan (León), que no pasó de anteproyecto.

5.- Planta de tratamiento de combustible irradiado. Esta era una de las instalaciones previstas en el Centro de Investigación Nuclear II (CIN II o CIN SO) de Cubo de la Solana (Soria). Aunque se presentaba como algo experimental, la planta tendría capacidad para tratar el combustible quemado en dos reactores, unos 1.800 kgs. en total. La planta industrial en gran escala se preveía para los años ochenta y se suponía que fuera destinada a Juzbado, dado que el combustible irradiado puede ser reciclado como combustible o derivado a usos armamentísticos[5].

6.- Depósito de residuos nucleares de alta radiactividad. Durante muchos años se temió que el cementerio nuclear estatal (Almacén Temporal Centralizado, ATC, en su nombre oficial) fuera a parar a algún punto remoto de Castilla y León. En 1986, ENRESA planteó la posibilidad de construir una “instalación piloto experimental subterránea” (IPES) en Aldeadávila, Salamanca. El proyecto contó con el visto bueno de la Junta de Castilla y León, pero se topó con una fuerte oposición popular en los municipios de las Arribes, respaldada por sus instituciones (ayuntamientos y diputación)[6]. Fue entonces cuando el diputado provincial socialista Luis Calvo Rengel fue retenido durante varias horas en el municipio de Aldeadávila, a pesar de que iba informar de la votación corporativa, contraria al proyecto (el suceso ocurrió el 2 de abril de 1987).

Central nuclear de Santa María de Garoña (foto: Igor Martín/El Correo)

En 2006, Manuel Ordóñez Carballada, director general de minas de Castilla y León, ofreció la región al Ministerio de Industria para albergar el ATC, así como para ubicar nuevas centrales nucleares, en contraste con la opinión de la mayoría de instituciones locales, partidos y organizaciones ecologistas.

Como decimos, de haberse llevado adelante esos proyectos, Castilla y León hubiera albergado hoy todas las actividades del ciclo del uranio, salvo el enriquecimiento, que siempre ha excedido las capacidades técnicas y financieras de España. Además, el proyecto del CIN II integraba la investigación de todos los desarrollos futuros del átomo[7]. Lo más importante era la nueva generación de reactores ligeros (Fast Breeder Reactors, FBR), cuya tecnología se iba a poner a punto en el propio centro. Esta se presentaba entonces como una panacea energética, pues se esperaba un rendimiento mucho mayor que el de los reactores anteriores, algo que después no se ha confirmado. Sus prototipos, ensayados en varios países, no han pasado la fase experimental, debido a su alto coste y a su peligrosidad (gran generación de plutonio). También se preveía una planta de investigación de la fusión nuclear, una vía abierta al futuro lejano en lo que se refiere a la aplicación energética… que tampoco se ha llegado a concretar[8]. Lo que sí quedó claro para algunos ya entonces es que las infraestructuras del CIN II capacitaban además para la producción de material fisible (uranio y plutonio) susceptible de uso militar, algo que la JEN nunca admitió abiertamente[9].

Casi todos estos proyectos se vinieron abajo por varios factores, siendo el principal la grave crisis del sector eléctrico en los años ochenta, que indujo a adoptar la “moratoria nuclear”, recortando los desmesurados –y especulativos– planes del oligopolio energético y pasando a los consumidores la factura de las inversiones improductivas a través de un recargo en el recibo de la luz que se ha estado pagando hasta 2015. De no haber sido por esa socialización de pérdidas es posible que el oligopolio eléctrico hubiera llegado al borde de la quiebra. (Como se ve, los apuros de la economía española motivados por el oligopolio eléctrico no son de ahora). También tuvieron gran impacto los graves accidentes de esos años en centrales nucleares (Three Mile Island, en 1979; Chernobyl, en 1986). Y, desde luego, la oposición antinuclear de partidos y grupos ecologistas, instituciones (locales, sobre todo) y ciudadanos.

Restos de las construcciones realizadas entre 1973 y 1984 para la central nuclear de Moral de Sayago (Zamora)(foto: pueblosdesayago.com)

Cabe preguntarse por qué a Castilla y León se le adjudicaron tantos números en la lotería atómica. Ahora se habla mucho de los problemas de la España vaciada, pero ya se hacía en los años setenta, cuando algunos creían que las instalaciones “molestas, insalubres, nocivas y peligrosas”, como las etiquetaba un decreto de 1961, iban a parar a regiones con escasa población, donde su impacto –y su posible contestación popular– fuera menor. Desde luego, ese fue uno de los criterios barajados explícitamente por la JEN a la hora de ubicar en la provincia de Soria el CIN II, sin duda la instalación más problemática de todas (Soria viene siendo la provincia más despoblada de España, con menos de 10 habitantes por km²), pero el caso de las minas es distinto: los yacimientos están donde están y los del uranio y otros minerales raros se hallan en los terrenos silíceos (graníticos y pizarrosos) del reborde sur y occidental de la meseta.

En lo que sí se equivocaron los planificadores nucleares fue en la oposición popular a sus proyectos, con la que en principio no contaban. No solo se dio, sino que en algunas provincias provocó las movilizaciones más grandes y persistentes desde la Transición, siendo Salamanca un caso evidente, donde cabe recordar la pionera labor organizativa y de divulgación de Nicolás Sosa, en torno al Comité Antinuclear. Y no es casualidad que la Coordinadora antinuclear estatal tuviera acta de nacimiento en Soria, concretamente en su Colegio universitario en abril-mayo de 1977. Allí se encontraron 24 grupos de toda España, sobre todo de lugares donde había centrales nucleares en funcionamiento o previstas. Entre otras cosas, se exigió la suspensión de todos los proyectos nucleares hasta que no fueran debatidos en un futuro debate democrático por representantes políticos legítimos[10].

Hoy sigue el debate político dentro de la Unión Europea y en todo el mundo: se trata de ver si la energía nuclear se puede o no considerar como fuente “limpia” y si es compatible con la transición hacia una economía y unas pautas de consumo respetuosas con el medio ambiente. Un debate muy viejo ya, que inició el presidente Eisenhower en 1953 con su discurso de “átomos para la paz”, dirigido a promocionar sus empresas eléctricas por el mundo (Westinghouse y General Electric, principalmente). Fue un caso claro de doble lenguaje orwelliano: mientras EE.UU. hablaba de paz en Naciones Unidas, a la vez «progresaba” en el otro plano de usos del átomo (1951: bomba de hidrógeno; 1954: submarino nuclear; 1957: misiles intercontinentales; 1962: portaaviones nucleares…). La propaganda nuclear, como hemos visto también en los casos de Berkeley ENUSA, tiene eso: que aparenta una cosa cuando la realidad es otra.

Y es que el doble uso del átomo -como su doble lenguaje- es una realidad consustancial desde sus orígenes, un aspecto que no gustan de recordar los defensores de lo que los americanos llaman el “átomo amistoso” (friendly atom).

(Agradezco a Ignacio Francia, Seve Delgado y Pedro Costa Morata sus indicaciones)

[1] M. Cúneo e Irene Martínez, “Proyecto Salamanca: la pesadilla del sueño nuclear español”. El Salto, de 22 de marzo de 2018

[2] Que a su vez vierte al Duero en Las Arribes. El gobierno portugués, al parecer, expresó ya al español su preocupación por este proyecto.

[3] “ENUSA, el gran colaborador de Juzbado”, La Gaceta de Salamanca, 1 de octubre de 2016.  Un ejemplo señero de este tipo de propaganda. El “artículo” comienza así: “Convivencia, sostenibilidad, acuerdo, sintonía, simbiosis… Todos estos aspectos se pueden aplicar a la relación entre ENUSA y la localidad salmantina de Juzbado…”. Luego describe los ámbitos del mecenazgo de la empresa: instalaciones deportivas, centro de interpretación geológica, mercadillos solidarios, certamen de pintura, recuperación de las riberas del Tormes…

[4] Esther M. Sánchez y Santiago M. López, La historia del Uranio en España, 2021, Sociedad Nuclear Española, p. 128. Por lo demás, se trata de un libro de investigación riguroso.

[5] Boletín de Información Sobre Energía Nuclear (BIEN), nº 8, septiembre de 1979, p. 14.

[6] “La Junta de Castilla y León asegura que el centro nuclear de Salamanca no será peligroso”. (El País, 28 de marzo de 11987). Entonces ENRESA aseguró que no se trataba del cementerio nuclear definitivo.

[7] Ministerio de Industria y Energía. Junta de Energía Nuclear, Informe sobre el Centro de Investigación Nuclear de Soria, Madrid, 1980. Se presentó dentro del periodo de información pública. Todas sus instalaciones, según el informe, tenían “fines pacíficos” (pag. 24).

[8] Sí, en cambio, en el plano armamentístico: la bomba termonuclear hidrógeno se basa en la fusión de átomos ligeros. Sus primeros prototipos fueron los de EE.UU. en 1951 y la URSS en 1954

[9] Luis Castro, La bomba atómica española. La energía nuclear en la transición, Soria (2015). Guillermo Velarde Pinacho, Proyecto Islero: cuando España pudo desarrollar armas nucleares, Madrid (2016). La central de Vandellós I, con tecnología francesa, era plutonífera y por tanto también capaz de suministrar material para bombas atómicas.

[10] Las primeras elecciones generales tuvieron lugar en junio de ese mismo año. Pero cuando se celebró la reunión de Soria aún no estaban reconocidas las libertades políticas. De hecho, la policía nacional hizo acto de presencia al comienzo, exigiendo la identificación de los asistentes y su distribución en grupos de menos de 18 personas. (Nota del autor, que asistió a la reunión: “Se ha creado la Coordinadora Antinuclear Estatal”, sin publicar).

Portada: cartel de la película Uranium Boom, dirigida en 1956 por William Castle (foto: Original Cinematic Posters)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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3 COMENTARIOS

  1. Creo sinceramente que todo esto es un grave error, cuyas consecuencias pagaremos a corto plazo. Sin darnos cuenta, las oscuras élites que dominan el mundo, nos van llevando hacia sus intereses geoestratégicos y económicos, con el argumento y excusa del sufrido Medio Ambiente.

  2. Estimado Luis,

    Un par de consideraciones en torno al libro mencionado Historia del uranio en España, de Esther Sánchez y Santiago López.

    Las frases extraídas de esta publicación se han arrancado de su contexto, de manera que no reflejan en absoluto las palabras de sus autores (se reproducen, a continuación, las citas cortadas y las citas completas, que pueden consultarse en: https://www.sne.es/publicaciones/biblioteca/historia-del-uranio-en-espana-de-la-mineria-a-la-fabricacion-del-combustible-nuclear-c-1900-1986/):
    – «Emblema de progreso y bienestar». Cita completa: «Desligada del secreto militar, la energía nuclear se convirtió en un emblema de progreso y bienestar (“la fuente perenne de la prosperidad”, en palabras de Winston Churchill), sobre todo por su capacidad para la producción de energía eléctrica a gran escala» (p. 11). Esta frase se refiere a los años 1950 y a los efectos derivados de la campaña «Atoms for Peace» de Eisenhower. No es que los autores consideren la EN como emblema de progreso y bienestar, sino que explican la consideración general, en España y en las grandes potencias occidentales, durante el periodo histórico abordado.

    – «Senda de crecimiento y modernización». Cita completa: «Durante el pasado siglo, los procesos de obtención y transformación del uranio concentraron esfuerzos extraordinarios. Después de unos tímidos (aunque fundamentales) avances en la etapa anterior a la Segunda Guerra Mundial, la ciencia y la industria uraníferas entraron de lleno en la senda del crecimiento y la modernización. La demanda mundial de uranio creció exponencialmente hasta finales de los años setenta, activada por la construcción de centrales nucleoeléctricas y por el encarecimiento de los precios del petróleo, que llevó a muchos países a buscar una alternativa en la energía nuclear» (p. 165). Aquí se habla de la ciencia y la industria nucleares, que experimentaron un evidente proceso de crecimiento y modernización después de la IIGM, con efectos derivados para varios sectores además del energético.

    – Un ecosistema científico-técnico e industrial de relevancia internacional. Cita completa: «[…] un conjunto de empresas auxiliares, que lograron crear, y mantener, un ecosistema científico-técnico e industrial de relevancia internacional» (p. 165). El sector nuclear propició la aparición de numerosas empresas que, como Tecnatom, ENSA o la propia ENUSA, cuentan hoy con una significativa presencia internacional y altos niveles relativos de I+D+i. Es a lo que se refiere esta frase, y objetivamente hay poca discusión al respecto.

    Le indico también que la publicación no ha sido patrocinada por ENUSA, sino por la Sociedad Nuclear Española (SNE).

    Muchas gracias, saludos cordiales

  3. Gracias por el comentario, que puede estimular el debate en torno a la energía nuclear, hoy de nuevo en candelero por determinadas decisiones de la Unión Europea.
    Empezando por el final, debo reconocer el error: el libro de referencia está patrocinado por la Sociedad Nuclear Española, no por ENUSA. Esta se dedica a fabricar elementos combustibles para centrales nucleares y aquella, como el Foro Nuclear, se dedica a publicitar las ventajas de la industria atómica. Es como confundir a una empresa con su agencia publicitaria.
    Que la energía nuclear sea «emblema de progreso y bienestar», «fuente perenne de prosperidad», etc. son más lemas propagandísticos que otra cosa y no tratamos de atribuírselos a los autores de «La historia del uranio en España». Lo que se echa en falta es, si no se dan más datos, una valoración contextualizadora de esos mitos, que, en mi opinión, habría de ser crítica, tratándose de una investigación académica. Toda vez que:
    1) En los años cincuenta la energía nuclear en gran escala era mera entelequia. Sencillamente no existía: los cuatro reactores que se construyeron en la URSS, Reino Unido, EE.UU. y Francia, de muy escasa potencia, tenían una función militar (producción de material fisible para la bomba) y solo secundariamente energética. Las centrales nucleares posteriores salieron adelante bastante después, incluso en España, y solo por el patronazgo del Estado, dado que no eran competitivas frente a las energías fósiles (petróleo, carbón, gas), baratas y abundantes hasta 1973. Como apuntamos al final del reportaje, el discurso de «átomos para la paz» de Eisenhower es más bien cínico y ejemplo señero de lo que Orwell denominaba «doble lenguaje»
    2) Hablar de «consideración general» favorable a la energía nuclear en esa época es, por lo menos, abusivo. Y más en la España franquista, donde no había una opinión pública propiamente dicha, y menos sobre un asunto poco o nada conocido. Luego vinieron las campañas publicitarias de la JEN, del Foro, de la Sociedad Nuclear, de UNESA, etc. Y de ENUSA. Incluso hoy, ¿existe esa actitud generalizada de ese tipo?
    3) La frase sobre «la senda de crecimiento y modernización» de nuevo recoge un dato cierto, pero relacionar la industria nuclear solo con esos parámetros resulta, en mi opinión, un tanto reduccionista. Ya hemos insinuado que hasta entrados los años setenta, si se promocionó la energía nuclear fue más por los imperativos derivados de la Guerra fría y por los intereses de las grandes compañías del sector que por las necesidades de las economías y de la sociedad. La marcha de la ciencia y de la técnica viene determinada en gran medida por esos factores y no es un desarrollo autónomo guiado por el interés general.
    4) Para acabar, me parece chocante aplicar la noción de «ecosistema» al entramado de las empresas del sector nuclear y de sus centros de investigación dependientes. Es cuestión de gustos: en el reportaje hubiéramos usado el término más bien para referirnos a los parajes naturales de Saelices y de Retortillo que han sido arrasados por la minería del uranio y están pendientes de recuperación.
    En resumen: junto a la opinión del sector electronuclear nos hubiera gustado ver el enfoque histórico-crítico suficiente que hubiera colocado su propaganda en sus justos términos.
    Dicho esto, el libro que comentamos nos parece riguroso y aporta una buena dosis de información. Es buena parte de lo que se necesita para el debate que invocábamos al principio. Buena parte, pero no todo.

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