Enric Juliana
 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Portugal y el noroeste de España vivieron la fiebre del wolframio. Casi tan duro como el diamante y capaz de soportar altísimas temperaturas, el wolframio, también conocido como tungsteno, era imprescindible para el blindaje de los carros de combate y para endurecer la punta de sus principales enemigos: los proyectiles antitanque. Portugal y España poseían buenos yacimientos de aquel mineral oscuro, que en algunas de las más recónditas comarcas de la Península llegó a convertirse en oro negro.

La URSS disponía de la mitad de las reservas mundiales. China, Canadá y Estados Unidos también poseían grandes yacimientos. Alemania andaba muy escasa y Hitler pagaba bien. António de Oliveira Salazar jugó con habilidad. Con una mano vendía tungsteno a los alemanes y con la otra cedía las estratégicas islas Azores a los aliados, para estar en el lado correcto de la historia si los angloamericanos acababan ganando la guerra. El dictador contable de Portugal acertó y fue admitido como socio fundador de la OTAN en abril del 1949. El general Franco apostó más descaradamente por Alemania y Estados Unidos le tuvo que parar los pies en 1945, paralizando las exportaciones de petróleo a España durante varios meses, a modo de advertencia. Concluida la guerra, muchas minas de wolframio cerraron. Se han escrito algunas novelas sobre aquellas fiebres oscuras.

Minas de wolframio en Casaio (Carballeda de Valdeorras, Ourense, también denominada Ciudad de los Alemanes), explotadas con capital belga en 1913-1928 y alemán en 1937-1945 (foto: www.mve2gm.es)

Setenta y cinco años después, el wolframio figura en la lista de materias primas críticas para la Unión Europea y algunas viejas explotaciones de los años cuarenta están reabriendo, como es el caso de la mina de Barruecopardo en la provincia de Salamanca. La minería regresa al oeste español en busca de materiales necesarios para las nuevas tecnologías y la fiebre que viene es la del litio. Este metal blando, ligerísimo, de color blanco plata, usado en dosis infinitesimales para algunos tratamientos psiquiátricos, utilizado también para algunas aleaciones de las naves espaciales, es casi imprescindible para la fabricación de baterías eléctricas de larga duración para los coches eléctricos.

El litio es moderadamente abundante en el planeta. Las mayores reservas se hallan en Chile, Australia, China y Bolivia. También hay litio en Portugal y España. Los yacimientos del mineral más ligero se hallan en algunas de las áreas geográficas de la península Ibérica en las que abundaba el durísimo wolframio. Hay yacimientos de litio en Extremadura y en la raya de Portugal. Ese preciado mineral también figura en la lista de “materiales críticos” para el futuro de la Unión Europea. Con la geopolítica hemos topado.

Instalaciones de la SEAT en Martorell (foto: diariomotor.com)

El ambicioso programa para la fabricación de coches eléctricos en España necesita litio para cerrar la cadena. Extracción del mineral, producción de baterías eléctricas, componentes para los nuevos modelos y fabricación de coches eléctricos en las grandes plantas automovilísticas. El paso dado esta semana por el grupo Volkswagen en Martorell es trascendental, no solo para la economía catalana. La decisión alemana de convertir el área metropolitana de Barcelona en plataforma de producción del coche eléctrico en el sur de Europa trasciende los límites de la política industrial. Es una apuesta estratégica de primer orden que busca innovación y ofrece estabilidad. Las demás compañías automovilísticas quedan emplazadas a seguir el ejemplo alemán. El siguiente paso será decidir la ubicación de las fábricas de baterías. La ministra de Industria,Reyes Maroto , anunciaba el jueves que una de eses fábricas estará “cerca” de la factoría de Seat en Martorell. Inmediata inquietud en Valencia y Aragón, que también aspiran a esa actividad en su territorio. “Cerca de Martorell significa que la fábrica estará en España”, ha puntualizado la ministra en declaraciones a La Vanguardia. Fuentes gubernamentales señalan que hay que distinguir entre la fabricación de los componentes de las baterías y su ensamblaje final, que debe estar lo más cerca posible de las fábricas de automóviles.

«La fábrica de baterías de Seat no se nutrirá de litio extremeño; no permitiremos que se condicione y sacrifique el futuro de una ciudad extremeña, nuevamente, por el desarrollo industrial de otras zonas del país”, ha dicho el alcalde de Cáceres, el socialista Luis Salaya, echando mano del viejo repertorio anticatalán de Juan Carlos Rodríguez Ibarra , que tanto sirve para un barrido como para un fregado. ¿Qué le pasa al señor Salaya? Pasa que tiene un grave problema en Cáceres: la ciudad se ha levantado contra el proyecto de una mina de litio a cielo abierto a escasos kilómetros del casco urbano, en el valle de Valdeflores. Daño paisajístico, polvo y riesgo de contaminación de las aguas a dos pasos de una ciudad de innegable atractivo turístico. Menor oposición suscita la explotación minera de litio prevista en el municipio de Cañaveral (Cáceres), proyecto que contempla la apertura de una fábrica de baterías en Badajoz.

Concentración de la plataforma contra la mina de litio de Valdeflores, organizada en Cáceres por la plataforma Salvemos la Montaña el pasado mes de febrero (foto: latam-mining.com)

Hay mar de fondo en Extremadura ante la nueva minería. Doscientos cincuenta expedientes de exploración minera están abiertos en estos momentos en una de las regiones más bellas de España. (Y la peor comunicada en tren). Hay fiebre minera y miedo a que una actividad extractiva descontrolada dañe paisajes y acuíferos y acabe perjudicando a la agricultura. Nueve plataformas se han levantado contra distintos proyectos y el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura acaba de anular el permiso para la exploración de una mina de uranio en la sierra sudoeste. “Extremadura no quiere ser colonia de Europa”, dicen las plataformas, con fuerte activismo femenino. También hay protestas en Portugal. No es un tema menor, aunque no salga en los telediarios.

En los fondos europeos está el futuro de la modesta España. La apuesta alemana por Seat es fundamental (pese a la ridícula ausencia del Govern de la Generalitat en el acto del viernes). Y el litio es necesario para la fabricación de baterías. Se inaugura, ahora mismo, una compleja etapa de competición por los vectores de futuro. No habrá buena política industrial en España sin nuevos equilibrios territoriales.

Fuente: La Vanguardia 7 de marzo de 2021

Portada: Catas en el yacimiento de litio de Las Navas, en Cañaveral, en mayo de 2020 (foto: Lorenzo Cordero/diario Hoy)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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