María-Cruz Santos
Doctora en Historia Contemporánea con una tesis sobre Ángel Pestaña.
Profesora jubilada de Historia en Enseñanza Secundaria

 

Julián Vadillo pertenece a un nueva generación de historiadores que realiza su investigación con rigor y solvencia. Sus libros suelen infundir confianza por la solidez de sus afirmaciones refrendadas por fuentes fiables. Además, acostumbran a ser poco voluminosos sin dejar por ello, de aportar nuevos enfoques y, casi se agradece, no enfrentarte a relatos prolijos, llenos de una información que, al final, poco o nada aportan a la historiografía ya existente.

En 2019 Vadillo ya nos brindó una Historia de la CNT. Parecía lógico, pues, que tarde o temprano, escribiera una historia de esa organización dentro de la organización, que fue la FAI. No ha tardado mucho, apenas 2 años en ofrecérnosla. Este nuevo libro es, como los anteriores, conciso, con poco espacio para la anécdota.

La inmensa mayoría de trabajos sobre el anarquismo español se han dedicado a hablar de la CNT y hay poca producción centrada únicamente en la FAI. Es cierto, de todas maneras, que me cuesta recordar alguna que no dedique un espacio, por pequeño que sea, al papel de la FAI, de manera que análisis de causas y consecuencias de la creación de la “específica” y buenos, sí que existen. De lo que carecemos es de obras, como la presente, sobre el funcionamiento interno, sus compromisos y reacciones. Los libros que se han publicado son todos trabajos de personas muy cercanas ideológicamente a la FAI, Stuart Christie, o antiguos miembros, Juan Gómez Casas. Incluso militantes destacados de la misma, como José Peirats o Diego Abad de Santillán, historiadores destacados de la Confederación y de los años de la República, no hacen libros específicamente dedicados a la organización y vida de la FAI. Por otro lado hay biografías dedicadas a militantes faístas algunas profusamente leídas y citadas como la de Durruti, de Abel Paz pero ahí tenemos un problema porque justamente Durruti no pertenecía a la específica. Federica Montseny, otra militante de última hora porque según ella misma confiesa, ha de correr a afiliarse a ambas organizaciones, CNT y FAI, cuando es nombrada ministra, sí cuenta con algunas biografías más académicas entre las que destaca la de Susana Tavera, Federica Montseny. La indomable. Con todo y ser obras imprescindibles para conocer el movimiento anarquista y su enorme influencia en la España anterior a 1939, no dejan de estar focalizadas en un individuo y no en todo el conjunto. Por tanto, un libro como el de Julián Vadillo era profundamente necesario. Julián Vadillo no es la primera vez que aborda la historia específica de la FAI, lo había hecho ya en 2007 en un artículo publicado en Germinal, en aquella ocasión se limitó a Madrid, el devenir del anarquismo y el movimiento obrero en general en la capital de España. No obstante la tesis que defiende es la misma que recorre toda la obra que nos ofrece hoy, desmentir los tópicos y leyendas que han llegado hasta nuestros días de una organización, la de la FAI, violenta y resuelta a dominar y controlar la CNT. En ese trabajo lo expresa de manera mucho más rotunda de lo que lo hace en este libro porque en la exposición de sus hipótesis ya nos lo deja muy claro:

[…] todos los trabajos que han tratado la organización específica del anarquismo español la han situado en posiciones que su realidad documental no corrobora. La FAI ha pasado a la historia como una organización que tenía como misión controlar a la CNT, para que no se desviara ni un ápice de su cometido ideológico”[1]

Es la intención que guía este nuevo trabajo.

El papel de la CNT en la historia de España y, muy especialmente, el de la FAI, es motivo de hondas divergencias de opinión. Las posiciones van de la condena más rigurosa a la más incondicional defensa, sin pararse apenas en posiciones más templadas. Quienes consideran las acciones atribuidas a la FAI necesarias, interpretan que era la única salida que dejaba un contexto de explotación y represión como el existente en la España del cambio de siglo del XIX al XX. Un contexto en el que los grupos dominantes no estaban dispuestos a ceder ni un ápice de los privilegios que creían ser sus derechos por voluntad superior. La defensa de la acción directa, que muchos confunden, a veces interesadamente, con actos violentos, ha servido como justificación del rechazo y los ataques de quienes defienden la propiedad sin matices y, además, para encubrir la ilegitimidad de sus propios actos violentos con el manto de la legítima defensa. Sorprende que antes y ahora, no se haya teorizado más sobre la violencia que supone tener que aceptar condiciones de vida y de trabajo que solo permiten sobrevivir y a duras penas mantener la dignidad.

En este caso no se dan solo diferencias de opinión entre ideologías que se hallan muy alejadas entre sí. La polémica también existe entre quienes comparten la ideología libertaria, con reproches y acusaciones mutuas. No hay que sorprenderse por las diferentes interpretaciones. Están en la genética de una ideología tan rabiosamente defensora de la individualidad como el anarquismo. Vadillo dedica el primer capítulo de su obra a hablar de los antecedentes del anarquismo y del anarquismo en España, la Alianza de la Democracia Socialista y la organización anarquista de la FRA (Federación de la Región Española) ligada a la Iª Internacional. Esa es una de las ideas que recorren la primera parte de su libro, la presencia constante de grupos que defienden una ideología más ácrata y que se consideran a sí mismos como los depositarios de la auténtica herencia de la Iª Internacional.

El libro se estructura en cinco capítulos y un Epílogo. El primer capítulo sirve al autor para establecer los primeros pasos del anarquismo en España al tiempo que ya nos marca lo que viene a ser el objeto principal de su libro, que desde siempre hubo en los movimientos ácratas españoles, una tendencia más pura que defendía unos valores más ortodoxos pero que, sin embargo, no buscaban el dominio, ni el control de quienes defendían y militaban en organizaciones societarias de inspiración libertaria. Defiende que lo mismo la Alianza Secreta como la OARE, deben su condición clandestina a la situación de persecución e ilegalidad que vivían las organizaciones obreras en las décadas finiseculares. Es esa misma situación la que favorecerá la estructuración en grupos independientes. Nos situamos, en consecuencia, a las puertas de la fundación de la CNT, con unos antecedentes que marcarán de forma clara el posterior desarrollo de la Confederación.

El período de 1900 a 1910, que constituye la materia del segundo capítulo, presenta la fundación de la CNT como una necesidad sentida en el interior de los grupos, unirse siguiendo ya el modelo de la CGT francesa y, al mismo tiempo, esta idea, hace establecer el debate sindicalismo versus anarquismo. Subraya la fuerza que tenían los grupos extendidos por toda España, con epicentro en Andalucía y Cataluña, que ya han sido capaces de formar dos federaciones y que, aún más relevante, iban a enviar representantes al Congreso de Londres de 1914, que no llegó a celebrarse porque estalló la Primera Guerra Mundial. Remarca la influencia que ejercen los grupos por medio de numerosas publicaciones que se multiplican, así como importante es la aparición del Ateneo Sindicalista.

Constituida la CNT, hay tres frentes principales en los que centra la atención, el antimilitarismo, la influencia de la Revolución rusa y la coexistencia de los grupos de afinidad dentro de la Confederación. Hace un recorrido exhaustivo por el Congreso de la Paz de El Ferrol -un congreso que en los últimos años empieza a recibir la atención que merece- y dedica una extensión notable a seguir el nacimiento del anti-militarismo en el anarquismo. Un camino parecido sigue al analizar la incidencia de la Revolución rusa en las filas del anarquismo. Una de las consecuencias de la revolución fue la tan traída y llevada adhesión de la CNT a la Tercera Internacional, que muchos confunden con adhesión a la misma revolución. En 1922 la Confederación se desliga de su compromiso en un momento en que la durísima represión sufrida por la sindical desde 1919, especialmente, disminuye su intensidad. Es precisamente ahí, en el bienio 1922-1923, donde Julián Vadillo sitúa los prolegómenos de la FAI, pues, entre otros intentos, encontramos una reunión impulsada por el grupo “Los Solidarios”, a la que asistieron personajes como Ángel Pestaña o Juan Montseny. Ya en vísperas del golpe hubo un congreso de grupos anarquistas donde nació la Federación Nacional de Grupos Anarquistas.

Portada de las Actas del Congreso de la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española en Francia. Acta in extenso. Celebrado en Marsella los días 13, 14, 15 y 16 de mayo de 1926 (foto: Ser histórico)

La Dictadura, a la que se dedica el tercer capítulo, significó la entrada de la CNT en una profunda crisis que era mas de una a la vez. No fue solo el exilio. La historiografía concede a los militantes exiliados en Francia, concretamente a la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española, el protagonismo estelar en la fundación de la FAI. Julián Vadillo matiza extraordinariamente esta idea. Para él los grupos del interior adquieren un protagonismo de primera magnitud, el empujón definitivo para la creación de la específica ya no se le da en Marsella, sino que las bases se sentaron en un Pleno que tuvo lugar en Cataluña en marzo de ese 1927. Sería ahí donde se fijaron las líneas organizativas y correspondería a Buenacasa la fundamentación de lo que había de ser la relación entre CNT y FAI: organizaciones complementarias, la CNT una organización sindical y la FAI una organización de personas afines que se unían pero de forma federada y autónoma. Las cuestiones de índole económica serían una función de la CNT mientras que la función de la FAI sería preocuparse por los problemas sociales y políticos.

Subraya la importancia de la organización portuguesa en el acuerdo de realizar la Federación y llama la atención sobre la situación internacional cuando hay la reunión de Valencia. Al encuentro se invita a anarquistas del resto de países y recuerda la situación internacional del anarquismo sumido en debates intensos en los que tienen un papel importante los anarquistas rusos, sobre todo, y siempre en opinión del autor, Volin.[2] Con este desarrollo se aleja de las versiones comunes y sitúa al anarquismo español en un contexto más amplio, no replegado sobre sí mismo.

La FAI, en este enfoque, se constituye como una federación de grupos, más que autónomos, independientes pues cada uno de ellos pensaba y actuaba como consideraba oportuno y, advierte, no había dogmatismo anarquista. Desde el primer momento, como se ha visto, la FAI se muestra ligada a la CNT por una razón no menor, que muchos de los militantes de la FAI pertenecían también a la CNT. En el reparto de papeles que la específica hace, no acepta el entendimiento con ningún grupo político, rechazando, así, el proceder de la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española, aunque, paradójicamente, sí acepta que colaborara la CNT. El problema era que muchos faístas eran a su vez, cenetistas. Se abre de esta manera una puerta a la incoherencia, algo que se vivirá dramáticamente en el Congreso del Conservatorio.

En el mundo anarcosindicalista la piedra de toque en las relaciones CNT-FAI es la trabazón. Se insiste en el libro en que la trabazón no  implicaba el control del sindicato anarcosindicalista y cita a Gardner, “al menos durante los primeros años” [122]. El problema de afirmar que no hubo control está en ese “al menos”. Recurre al testimonio de Pestaña y afirma que este aceptaba la trabazón. Ciertamente Pestaña en esos años y los primeros de la República, buscaba dar a la CNT un carácter más neutro, a donde cualquiera pueda acudir al margen de sus ideas políticas siempre, eso sí, si adquiere un compromiso político, lo ha de hacer al margen de la Confederación.

En los primeros años, la nueva organización se encontró con el recrudecimiento de la represión, no solo en España. Francia también  revisó su política con respecto a los exiliados españoles haciéndola mucho más restrictiva. Todo un conjunto de circunstancias que impidieron la difusión de los ideales anarquistas y el crecimiento en número de militantes, aunque los debates continuaron dinámicos en publicaciones como Acción Social Obrera, ¡Despertar! o La Revista Blanca. Fue en las dos primeras en donde publicaron sus discrepancias en torno al problema de la legalización del sindicato o la necesidad de una “Unión de Militantes”, Ángel Pestaña y Juan Peiró.

García Vivancos, García Oliver, Louis Lecoin, Pierre Odéon, Francisco Ascaso y Durruti en Montjuïc (Barcelona), mayo de 1931

La proclamación de la República iba a permitir la extensión de la propaganda y el aumento de la afiliación que la Dictadura había impedido. El período de 1931 a 1935 son los años en que la FAI se desarrolla y adquiere su halo legendario. A esos años les dedica Julián Vadillo el cuarto capítulo y no es de extrañar que sea el más largo.

De acuerdo con el historiador, esos años que sirvieron para el desarrollo de la FAI supusieron, en contraposición, el tiempo en que se estableció un mito que ha perdurado y que, en buena parte, no se corresponde con la realidad. La específica era una organización interesada en la colaboración sindical con la CNT sobre todo para propagar las ideas anarquistas y las estructuras revolucionarias. Por otro lado, se apoyaba en multiplicidad de grupos, muy distintos entre sí y que estaban unidos por lazos muy tenues y ninguna obligación de aceptar la menor disciplina como organización que les hiciese aceptar los acuerdos o las directrices de los dirigentes.

Ha habido interés en presentar el movimiento libertario como un movimiento escindido en dos sectores radicalmente enfrentados, uno sindicalista, cohesionado, y un sector radical que intentó y logró imponer su dictadura dentro de la CNT. La consolidación de esta visión tan nítida y poco matizada, la atribuye Vadillo a la cuasi independencia de los grupos de afinidad que la conformaron, que no eran todos los existentes en la Península, ni mucho menos, y a los que ya nos hemos referido en el párrafo anterior, y, el aspecto en que más insiste el autor, porque muchos militantes que estaban afiliados (no siempre, añade) a la CNT, hablaban en nombre de la FAI. Insiste en los casos de Durruti y García Oliver. Parece dar menos importancia a la buena sintonía que existió con la familia Montseny, cuyas publicaciones estuvieron abiertas a faístas y a quienes hablaban como si lo fueran.

Vadillo insiste en ofrecer una versión de la FAI, la de verdad, la de Manuel Buenacasa o Manuel Rivas, muy alejada de la que nos ofrece la historiografía al uso. Su participación en los levantamientos de esos años, los hace secundando decisiones de la CNT, porque sus principales objetivos, repite, son la difusión del ideal libertario. Un ideal que no se acabará de consensuar, si bien muchos anarquistas elaboraron teorías sobre el comunismo libertario, el trabajo más elaborado sería el de Isaac Puente, y que se alejaba del pensamiento de Bakunin para acercarse al de Kropotkin y Malatesta.

Muy unido a este objetivo se halla el trabajo de propaganda y la preocupación por la prensa anarquista y las publicaciones. Ahí, entre los medios que destaca Julián Vadillo, se encuentra La Revista Blanca, de los Montseny, de quienes no discutiremos su convencimiento anarquista ni por un momento, solo que no se han afiliado a la FAI. Este esfuerzo cultural y divulgativo se redobla después del Pleno de 1935, en Madrid, cuando entra un nuevo Comité Peninsular en el que destacan los nombres de Diego Abad de Santillán y Pedro Herrera.

La piedra de toque de la demonización de la FAI por muchas personas es la conocida trabazón. Vadillo niega que el propósito de la trabazón fuera el dominio de la Confederación. La voluntad de la específica era trabajar coordinadamente con el sindicato, velar, a través de los mismos faístas que tenían doble militancia y crear comités conjuntos de los que el más significativo fue el Comité Pro Presos. Incluso, en el Pleno de 1933, se reclamará una mayor incidencia en los Comités de Defensa porque pareciera que se actuaba a remolque de las decisiones del Sindicato anarcosindicalista.

A lo largo de esos años Vadillo destaca tres encuentros nacionales de la específica, el Congreso de junio de 1931 y los Plenos de 1933 y el de 1935. Común a los tres fue la recomendación de que los militantes se sindicaran en la CNT. Se prioriza la propaganda y la difusión de las ideas anarquistas tanto por medio de prensa o folletos como, también, excursiones de propaganda. En cambio no se llega a un acuerdo común respecto a qué tipo de relación se debe mantener con la CNT, los grupos de afinidad son muy diversos y no consiguen llegar a resoluciones conjuntas en este tema.

Se rechaza la colaboración con las fuerzas políticas por más qué algunos de sus fundadores hayan mantenido contactos con grupos que buscaban el fin de la Dictadura. Vadillo pone de relieve las diferencias que se observan sobre este comportamiento según el militante en cuestión, pues mientras se acepta en Buenacasa, no se le perdona a Elizalde.

Pintada de a FAI con consigna abstencionista (foto: serhistorico.net)

Vadillo reconoce que el anarquismo español creía que la revolución política había de seguir en una revolución económica y social. Con ese fin se forman los Grupos de Defensa Confederal para canalizar la defensa armada de la revolución pero que nada tenían que ver con la “gimnasia revolucionaria” que defendía García Oliver.

A la altura de 1932 el peligro de un golpe fascista entra en el campo de las preocupaciones de la FAI y cada vez ocupará más espacio. Es un tema que preocupa especialmente en Andalucía donde, señala Vadillo, precisamente se ha producido la Sanjurjada en el verano de ese año 32. El temor irá creciendo según avanzamos en el tiempo.

En enero de 1936 hay un nuevo Pleno en Madrid. En ese mitin se acusa la sangría de militantes que se da desde 1932, como lo hará la CNT en mayo de ese mismo año. Hay un replanteamiento que esta vez es más sólido porque en el encuentro están también presentes las Juventudes Libertarias y los Comités de Defensa. El tema estrella es elaborar un plan defensivo ante el avance del fascismo en el que destaca la redacción de un programa cuyos ejes coinciden con la política que se desarrolla en la guerra. Cuando tenga lugar el Congreso de mayo en Zaragoza, la trabazón se refuerza.

Por último, ante los comicios del 16 de febrero que ya se han convocado, la FAI se mantiene al margen, oficialmente no admiten el juego parlamentario aunque esta vez, igual que hace la CNT, se abstiene de hacer ninguna campaña abstencionista. Al tanto de los movimientos que estaban teniendo lugar en los cuarteles, los meses de febrero a julio, los militantes de la FAI se esforzaron en conseguir armas con las que hacer frente a un golpe de estado.

Fotomontaje. Columna Los Aguiluchos de la FAI, saliendo al Frente de Aragón, encabezada por Juan García Oliver, 1936. Arxiu Fotogràfic de Barcelona. Antoni Campañà (de la exposición Gráfica libertaria)

La guerra lo trastocó todo. Del devenir de la específica y los vaivenes que sufre, sin olvidar la importancia del anarquismo internacional en la revolución anarquista, se dedica el penúltimo capítulo.

La nueva situación obligó a dar un giro un giro de 180 º a todos los planteamientos de ambas organizaciones. En primer lugar y hasta 1938, a partir de julio de 1936, la “sumisión de la organización específica del anarquismo a la estructura sindical fue total” [pág. 185] Una actitud que no era unánimemente aprobada, mientras Abad de Santillán será cada vez más partidario de la colaboración, Alberola siempre se opuso. Durante los tres años que duró la contienda la FAI, como la CNT, hubo de enfrentarse a importantes dilemas que, en algunos casos socavaban lo que eran principios doctrinales. Se resolvieron no sin quiebras internas ni críticas desde el anarquismo internacional.

Vadillo nos habla de estas dudas y descuida todo lo referente a la revolución que tanto admiró  una buena parte de la izquierda mundial. No creemos que este sea un demérito del libro; incontables trabajos ya se centran en la transformación que la España leal sufriera en los primeros tiempos de la guerra. La finalidad de este nuevo trabajo es estudiar como los anarquistas lo viven desde dentro.

Cronológicamente el primer dilema que se presentó fue la colaboración con las otras fuerzas republicanas y la entrada en los  gobiernos, central, catalán y vasco. El gobierno vasco fue el único que se negó a tratar con la CNT y lo hizo única y exclusivamente con la FAI. De las negociaciones que sucesivamente se hicieron, salieron dos gobiernos, el central y el catalán, en los que había participación de las dos organizaciones. Según Vadillo, “la colaboración era de la CNT, aunque la FAI lo aprobase y sus militantes como tal también participasen” [pág. 187], nos quiere decir que la FAI mantuvo su anti politicismo, al menos en teoría. Ahora bien, parece que la intención de Largo Caballero era clara, conseguir la participación tanto de CNT como de FAI y, nuevamente, aquí nos encontramos con la confusión fortuita o buscada, de una elección que recae en personas que no son miembros de la específica.

Los ministros Jaume Aiguadé i Miró, sin cartera (ERC), Federica Montseny, Sanidad (CNT), Juan García Oliver, Justicia (CNT) y Anastasio de Gracia, Trabajo (PSOE), en octubre de 1936.

Vadillo no olvida apuntar que a nivel municipal, la FAI sí se comprometió como organización y, nos repite, en realidad, la colaboración con las organizaciones políticas había sido mucho más frecuente de lo que se admite habitualmente.

Asimismo se aborda una de las circunstancias que más han contribuido a la leyenda negra de la FAI, la represión en la retaguardia. Este es uno de los puntos más difíciles para el propósito del autor, el de alejar la FAI de su imagen violenta. Aporta pruebas, comunicados, artículos que se publican ya antes del 31 de julio, de hecho serán los anarcosindicalistas quienes primero levantaran la voz contra asesinatos y violencias. También lo hace Ángel Pestaña en un artículo antes del 15 de agosto. Sin embargo, resulta muy difícil librarse de ese sambenito cuando la violencia es ejercida por personas que actúan en nombre de la CNT-FAI y exhiben lo que parecen ser sellos confederales.

Esto nos lleva a otro punto débil de la específica y también de la central anarcosindicalista, el cobijo que tradicionalmente se brindaba a todo aquel que se presentaba hablando contra el sistema capitalista. En el período 1936-1939, se pondrán filtros. A quienes acuden pidiendo un carnet se los relega a lugares de poca importancia hasta que no demuestran su convencimiento. Claro que esto ocurre ya avanzada la guerra y la mayoría de asesinatos se producen en los primeros meses de la lucha.

Una de las cuestiones que más tinta han hecho correr ha sido la creación de un ejército regular. Es sabido que en los primeros momentos el ejército de la República prácticamente desapareció y la defensa frente al levantamiento de los militares rebeldes corrió a cargo de milicias más o menos improvisadas con poca o nula representación de militares profesionales. La incorporación de los comunistas al gobierno junto con la llegada de la exclusiva ayuda rusa, el diferente enfoque que tenían anarquistas y comunistas del plan a desarrollar para ganar la guerra, ha llevado a la historiografía a plantear la disyuntiva que existiría entre ambas formaciones; para la CNT se trataría de hacer la revolución y la guerra de forma simultánea y, aquí difiere el libro, mantener la estructura militar en milicias. En cambio el PCE defendía el ejército único y postergaba la revolución al final de la guerra. Al parecer aquí surgieron diferencias importantes porque mientras los Plenos que se iban celebrando a lo largo de la geografía en manos republicanas, aceptaban el mando único, no como lo planteaba el PCE, es cierto, e igualmente hubo anarquistas significativos que lo defendieron, tanto el Comité Nacional como el Comité Peninsular rechazaron la nueva estructura, algo, dicho sea de paso, que respondía mucho mejor a la opinión del anarquismo internacional.

En cuanto a la estructura interna, la FAI llevó a cabo un cambio de calado porque en 1937, lo que había sido su columna vertebral, los grupos de afinidad, dejaron paso a las agrupaciones. Los grupos de afinidad siguieron existiendo, es cierto, pero su voz habían de hacerla oír a través de las agrupaciones.

Mayo de 1937 entre muchas otras consecuencias, trajo la separación paulatina entre CNT y FAI. La FAI dejó de compartir muchos de los planteamientos cenetistas, criticó los 13 puntos de Negrín y se oponía en la nueva forma de colaboración que consideraban que no se había de dar sin contrapartidas, como se oponían a la política internacional del presidente, si bien las críticas más importantes las centraron en el peso que los comunistas habían conseguido en el gabinete de Negrín. Por otro lado coincidían con la CNT en la necesidad de acercamiento a la UGT (un proyecto que venía de lejos, de casi el mismo momento de la fundación de la Confederación) pero lo extendía a la Alianza Obrera Revolucionaria. Los desencuentros quedaron escenificados en el Pleno Nacional de Regionales de octubre de 1938. La marcha de la guerra, la responsabilidad que se hacía recaer en los anarquistas por la derrota de la batalla del Ebro, naturalmente tenían un peso en estas confrontaciones. A partir de ese momento, la FAI recobró su independencia. Hasta el final de la contienda ambas formaciones mantuvieron posturas enfrentadas, incluido el golpe del coronel Casado con la guerra ya prácticamente liquidada.

Quedaba el exilio o una represión y clandestinidad eternas.

La historia que hay entre 1939 y hoy en día se nos expone en el Epílogo, corto para tantos años. Prácticamente no había desaparecido el humo de las armas y ya se firma en París la creación del Consejo General Libertario. Pero no se profundiza en las circunstancias del exilio anarquista que, además de haber de enfrentarse a los problemas que supuso el exilio y la prevención con que fue acogido por el Estado francés, llevaba el estigma de movimiento violento y peligroso en un mundo donde el anarquismo vivía horas bajas y donde ningún estado les brindó refugio, como sí ocurrió con otros grupos políticos. En la diáspora los militantes de la FAI recalaron en su mayoría en lugares en los que ya existían grupos afines previos.

El estallido de la guerra europea agravó su situación como lo hizo con los exiliados de todos los colores, sobre todo después de la ocupación alemana de Francia. La presencia de faístas en las filas de la resistencia fue notable e igualmente muy importante lo fue en el ejército que derrotó a los nazis. Ya es legendario el Batallón Leclerc.

26/08/1944. Uno de los soldados voluntarios españoles de la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, o División Leclerc, realiza el saludo anarquista durante el desfile por los Campos Elíseos tras la liberación de París (foto: Archivo Jean Roubier)

En 1946 hubo un primer encuentro que marcó una vuelta a lo que había sido la estructura de la FAI, los grupos de afinidad al tiempo que se continuaba defendiendo la trabazón y, como novedad, “Mujeres Libres” entró a formar parte de la estructura junto a la FIJL, la CNT y la FAI.

En esos años el movimiento libertario hubo de gestionar problemas importantes. La militancia se hallaba dispersa en Europa, América y África. La coordinación entre la CNT interior y el exilio en donde las decisiones de la CNT exterior cada vez tenían más peso sobre la lucha interna.

Nuevamente nos encontramos con el clásico, colaborar o no con otras fuerzas políticas, al tiempo que la vigilancia y represión franquistas no daban tregua. No cejó en su actividad la FAI, si bien su actividad quedaba diluida en la CNT, la prueba son los atentados que sufrió Franco o la pervivencia de la guerrilla hasta fechas muy avanzadas del período franquista. Lo cierto es que era una lucha romántica sin posibilidad de éxito

Llegados a la altura de 1961, el Congreso de Limoges unificó el movimiento libertario y creó un nuevo organismo: La Defensa Interior. Sus objetivos eran realizar una campaña de agitación y de enfrentamiento con la Dictadura, pero fracasó pese a contar con importantes anarquistas históricos en su Consejo.

Cuando llegue la Transición, otra vez será la CNT la que marcará los tiempos políticos mientras la FAI no se reconstruye hasta 1978, si bien ya ha habido movimientos en años previos. El caso Scala nuevamente se utilizó, incluso desde dentro de las filas cenetistas, para atizar el mito de una FAI violenta por más que la especifica se desmarcara del atentado y lo condenara. Las características atribuidas a la FAI las reivindicó una nueva formación, el Frente Ibérico de Grupos Anarquistas, que actuaban al margen de las dos organizaciones. No obstante la pérdida de influencia de la CNT después de la muerte del dictador, es evidente, algo que Vadillo achaca sobre todo a la escisión.

Los últimos párrafos están dedicados a explicar el recorrido que hiciera la documentación de la CNT desde el momento en que el resultado de la guerra era evidente. Probablemente, opino, sea ese esfuerzo gigantesco por conservar su propia historia, el que mejor nos da la medida de la conciencia que tiene el anarcosindicalismo español de su peso en la historia.

Conclusiones

 Pienso que el libro de Julián Vadillo era muy necesario. Como he  dicho, las obras dedicadas al estudio concreto de la FAI son escasas y, sobre serlo, los autores son protagonistas de los acontecimientos que relatan o se ven demasiado involucrados ideológicamente. Vadillo ha trabajado archivos poco conocidos y que no han existido, o no han estado convenientemente clasificados hasta fechas relativamente recientes, con ello nos brinda una información valiosa.

Igualmente es meritoria su incursión en el destino de CNT y FAI más allá de 1939 y, especialmente en la Transición y años posteriores aunque es evidente que resulta muy insuficiente. Sería necesario un esfuerzo para establecer las causas de la radical disminución del peso de las organizaciones anarcosindicalistas en el movimiento obrero español en la actualidad, estudios que, a mi entender, deberían incluir una investigación sobre el cambio de mentalidad, aspiraciones y conductas de las generaciones nacidas después de la guerra.

Más difícil es conseguir el propósito de exonerar a la FAI de su leyenda negra. Se nos ofrecen abundantes pruebas de que los principales dirigentes de la organización anarquista solo estaban interesados en la difusión de las ideas libertarias, de que sus intereses iban por caminos de difusión y educación. Asimismo se repite a lo largo del trabajo que la famosa “trabazón” no era más que algo parecido a colaboración/cooperación. El grave problema que veo es que se deja hablar a militantes de la CNT -o no, porque la misma Federica Montseny confiesa en sus memorias que tuvo que correr a conseguir el carnet de la CNT al ser nombrada ministra- en su nombre sin que parezca, al menos Vadillo no lo dice, que hubieran muchos esfuerzos por desmentirlos. La famosa “gimnasia revolucionaria” ha sido considerada durante años una iniciativa de la FAI sin que ninguno de sus militantes lo haya desmentido, al menos yo no lo he leído. Aun más, cuando Largo Caballero decide incluir anarquistas en su gobierno, opta por incorporar dos miembros de la CNT y dos de la FAI, como es bien conocido. Los elegidos como representantes de la FAI, García Oliver y Federica Montseny, no están afiliados a la específica. Federica Montseny no lo está ni siquiera a la CNT, como acabamos de afirmar. Nadie parece haberse sorprendido en la FAI por este hecho, las dudas, graves dudas, las diferencias, se dirigen a cuestiones puramente doctrinales. La FAI se limita a decir que no participa como organización, aunque lo hagan faístas a título personal, nos informa Vadillo. Me parece un subterfugio absolutamente insuficiente, como se ha visto. La FAI habría tenido que marcar distancias con quienes usaban su nombre en mítines y manifestaciones, no hacerlo equivalía a hacerse responsable de las palabras de otros. Es un problema de base que, creo, se produce porque su nivel de cohesión interna es muy débil, la libertad de todos y cada uno de los componentes de la específica tiene una libertad total y nulo compromiso de aceptar las decisiones y directrices de Plenos y Comité.

[1] VADILLO, Julián: “Desarrollo y debates en los grupos anarquistas de la FAI en el Madrid republicano”, Germinal: revista de estudios libertarios, nº4. 2007, pág. 27-65

[2] Difiere en esto de Eulalia Vega que concentra el debate en la “Plataforma Archinov”

Portada: Juan García Oliver interviene en un mitin de la FAI. Entre los asistentes se distingue a Federica Montseny y Diego Abad de Santillán (foto: L’Estel Negre)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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