Eduardo González Calleja*
Departamento de Humanidades.Universidad Carlos III de Madrid

 

El control de los puertos, la persecución del contrabando de guerra, la confección de listas negras y la vigilancia de las actividades empresariales y financieras de los Imperios Centrales

Para contrarrestar las actividades del Etappendienst alemán, los franceses montaron un complejo servicio de vigilancia de Cerbère al Guadiana más las Baleares y el Norte de África (centralizado en Tolón) y del Guadiana al Bidasoa con sede en Rochefort. Se abordaron estudios detallados de las islas Baleares y de las bahías y ensenadas de la costa peninsular, para calibrar su estado y accesibilidad. Gracias a las interceptaciones de radio e informes de marineros, agentes y desertores se elaboraron listas negras de barcos sospechosos de brindar abastecimiento a los submarinos que podían ser interceptados por los cruceros de patrulla aliados. El hundimiento o la captura de un submarino podían brindar abundante material de inteligencia, y por esa razón llegaron a concertarse cuantiosas primas para los informadores: 75.000 pesetas si hacía asistir a un navío de guerra al avituallamiento de un submarino enemigo, 200.000 si el submarino era hundido, 400.000 si era capturado, y el 30% del valor de lo incautado en acciones de contrabando[25]. En los puertos se vigilaba estrechamente los movimientos de los barcos españoles (por ejemplo, el juego doble de los navíos embanderados por Juan March en las Baleares), la labor proselitista de las colonias germanas (especialmente en Barcelona, Bilbao, Sevilla y Canarias) y las actividades de los barcos refugiados y los submarinos internados, que actuaban frecuentemente como centros de información, contrabando y espionaje.

El buque inglés Llanishen, cuyo torpedeamiento por el U-33 cerca de Cadaqués fue narrado por Josep Pla en «Derelictes», Obra Completa, II, Aigua de mar, Destino, Barcelona 1969 (foto: marinacatalana.wordpress.com)

Para combatir el contrabando y otros tipos de actividades económicas en favor del enemigo, los beligerantes asumieron la práctica de las listas negras. Desde noviembre de 1914, los aliados confeccionaron a través de sus agentes en países neutrales relaciones nominativas de comerciantes sospechosos de avituallar a los Imperios Centrales. El Gobierno británico publicaba el Who is Who in Relation with the War Trade, boletín confidencial que explicaba las actuaciones sospechosas de empresas y particulares. El folleto, que era compilado por el War Trade Intelligence Department, no era exactamente una lista negra, ya que se avisaba que la inclusión de un nombre no implicaba ninguna imputación de comercio con el enemigo. En adición a este repertorio existía otro de carácter secreto o “List B” de entidades altamente sospechosas a cuyos barcos no se les permitía franquear el bloqueo bajo ningún concepto. Desde el 29 de febrero de 1916, la London Gazette comenzó a publicar la Statutory List o lista negra oficial británica. En Francia, el establecimiento definitivo de las listas negras, que eran publicadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores pero preparadas por el EMA a partir de las informaciones de los SR, proporcionó al bloqueo una de sus armas más eficaces. El Ministère de Marine intervino a fines de mayo de 1916 afirmando que una lista “oficial” de agentes del enemigo en países neutrales constituía un instrumento indispensable para lanzar la guerra económica, ya que se estaban produciendo desvíos o incautaciones de navíos neutrales por motivos insuficientes o poco claros. El Gobierno confió entonces la tarea de crear una única lista negra oficial a la Commission Interministérielle des Listes Noires, que tomó como base la Statutory List británica. En el diseño de las listas francesas, que comenzó en junio, participaban los ministerios de Exteriores, Comercio, Guerra y Marina, y la información de primera mano la solían dar los cónsules, que dirigirían sus conclusiones al EMA[26].

La primera relación, que apareció el 6 de agosto de 1916 en el Journal Officiel, incluía 166 empresas o particulares radicados en España, y el solo hecho de figurar en ella constituía un indicio de prueba de su carácter hostil. La segunda lista, que fue difundida a inicios de febrero de 1917, añadía 57 firmas sospechosas; la tercera, publicada el 26 de abril de ese año, recogía las anteriores y llegaba a las 400 empresas y particulares, y la undécima y penúltima, que fue hecha pública en agosto de 1918, tenía 919 nombres. Se entraba en la lista negra por emplear a un súbdito enemigo o a un desertor, o por comerciar con una firma enemiga o con otra empresa incluida en la lista negra. Las relaciones incluían a comerciantes, empresarios y personas que actuaban como agentes de los Imperios Centrales, practicaban el contrabando, eran sospechosos de espionaje o aparecían como simples simpatizantes de la causa enemiga. Naturalmente, los afectados por esta medida no permanecieron ociosos: numerosas cartas y telegramas (algunas reclamaciones tuvieron carácter corporativo: del Fomento del Trabajo Nacional, las Cámaras de Comercio e Industria o el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de l’Indùstria) protestaban por la inclusión en las listas negras aliadas de comerciantes que solicitaban la intercesión de las autoridades españolas. En octubre de 1916, los más importantes comerciantes afectados en Madrid y Barcelona invitaron a sus colegas del resto de España a formar un sindicato de defensa que pudiese coordinar una estrategia de quejas individuales al Ministerio de Estado, y en la primavera de 1918 unos 140 directores de casas alemanas radicadas en España solicitaron una acción enérgica del gobierno del Reich contra las listas negras aliadas. En julio, el Gobierno del Reich ordenó a sus cónsules constituir sociedades germano-españolas de seguros contra las pérdidas y perjuicios causados por la inscripción en las listas negras. Ese mismo verano, una autotitulada Asociación o Liga Española contra las Listas Negras, formada por notorios negociantes germanófilos, imprimió 5.000 ejemplares de la publicación semanal Las Listas Blancas para denunciar la situación y revelar las empresas aliadas y las casas españolas que comerciaban con la Entente. Aunque los gobiernos aliados crearon comisiones encargadas de la revisión de las listas negras, su desaparición no fue efectiva hasta mayo de 1919.

El agregado naval Von Krohn con el secretario de la embajada alemana y la esposa de éste (foto: Mundo Gráfico)

Los Services Économiques realizaron una de las tareas más ingratas, pero sin duda una de las más trascendentales, del servicio secreto francés. A través de agentes propios o de informadores locales, siguieron muy de cerca la actividad de las grandes empresas alemanas radicadas en España. Los Renseignements Économiques dedicaron gran parte de su tiempo a proporcionar filiaciones, identificar personas y fiscalizar las actividades financieras y las cuentas de los sospechosos. El seguimiento de las cuentas alemanas fue casi exhaustivo, y era el fruto de la actividad fiscalizadora de una densa red de informantes reclutados entre el personal de las distintas sucursales bancarias. Se siguieron con especial detenimiento las actividades de entidades financieras como el Banco Alemán Transatlántico, la Sociedad Hispano-Marroquí, el Banco Hispano-Austrohúngaro o el Banco Español del Río de la Plata[27]. Se trataba de detectar movimientos de cuentas dirigidos al pago de servicios de información y propaganda, contrabando, pago de agentes o flete de barcos. Todo parece indicar que el agregado militar von Kalle se ocupaba de los aspectos financieros, y agregado naval von Krohn atendía a las gestiones comerciales. Como en el caso de los bancos, el seguimiento de los comerciantes o las mercancías sospechosas también resultó exhaustivo. Con el conjunto de la información se elaboraban las listas negras oficiales y confidenciales de comerciantes y de empresas, y esta intensa actividad de control, realizada con el apoyo de otros servicios aliados similares, se mantuvo mucho más allá de la finalización del conflicto mundial.

El mayor Arnold von Kalle, agregado militar alemán en Madrid (foto: infobae)

Un importante recurso de coacción sobre el tráfico marítimo neutral fue la elaboración de listas de barcos sospechosos de contrabando o espionaje en diverso grado. Los aliados persiguieron a los oficiales dudosos que trabajaban en barcos españoles y la mercancía de contrabando destinada al enemigo, según el decreto de 13 de marzo de 1915. El modo de tratar a estos individuos estaba perfectamente establecido en las normas de inspección: se confeccionarían listas de los estados mayores de todos los barcos, con indicación de las opiniones políticas, relaciones, intereses y origen de cada miembro, y cuando el capitán y/o los oficiales fuesen agentes enemigos, y el barco llegase a puerto francés, se procedería a una visita rigurosa, sobre todo de los camarotes, en busca de pruebas, pero sin indicar el objeto preciso de las pesquisas[28]. Estos navíos serían vigilados estrechamente en sus escalas en Francia, se les prohibiría comunicar con tierra y se realizarían fichas antropométricas de todos los sospechosos que se encontrasen a bordo. Los responsables serían informados de que se les incoaría un expediente de expulsión si volvían a territorio francés, aunque las instrucciones también señalaban que los barcos de las navieras aliadófilas tenían que ser tratados con la debida consideración[29]. Con la intensificación y generalización de la guerra submarina, se extendió por Francia una epidemia de odio a los marinos españoles que algunos de ellos recordaron con amargura: “al llegar a sus puertos nos veíamos aislados, fichados, escarnecidos y vigilados como los propios prisioneros alemanes que trabajaban en los puertos franceses”.

Tras la presentación ante el Ministerio de Estado el 18 de diciembre de 1916 de varios recursos contra estas medidas redactados por la Federación de Oficiales de la Marina Civil, el embajador francés Léon Geoffray advirtió que sus autoridades conocían las relaciones de algunas tripulaciones con agentes alemanes, y que en esas circunstancias, el Gobierno galo tenía la obligación de retener a las tripulaciones sospechosas. El espionaje y el contraespionaje en el interior de los barcos que hacían la navegación transatlántica se convirtió en una prioridad a partir de la entrada en guerra de las repúblicas americanas. Una circular del Ministère de Marine solicitaba la identificación de agentes de los servicios de información enemigos en barcos sospechosos que viajaban con destino a América del Sur, sobre todo los de la Compañía Transatlántica. En octubre de 1917 se sugirió a todos los cónsules franceses que se afanaran en la búsqueda de informadores en todos los vapores que hacían el trayecto a Marruecos, Canarias y América, y en abril de 1918 se ordenó al jefe del servicio francés de información naval en Barcelona que colocara agentes a bordo de los navíos españoles que iban a América o a Canarias por Gibraltar y Cádiz. En septiembre, ante los rumores de huida de agentes enemigos hacia América o Fernando Poo, el Gobierno francés ordenó a sus agentes portuarios obtener las listas de pasajeros y enviarlas por cuadruplicado a Madrid para compararlas con la relación de viajeros que permanecían en los hoteles a la espera del embarque[30].

 

La desestabilización del protectorado de Marruecos y las contramedidas anglo-francesas

La Gran Guerra se desarrolló en escenarios casi olvidados, y uno de ellos fue Marruecos. Casi desde su llegada a Casablanca el 13 de mayo de 1912, el residente general Louis Hubert Lyautey hubo de enfrentarse a varios levantamientos, que duraron trece años. La implicación alemana en estos conatos insurreccionales se remontaba a la época de la “paz armada”[31]. Con el estallido de la guerra europea y el envío de gran parte del contingente colonial francés al frente occidental, la situación en el protectorado se agravó, ya que Alemania utilizó a sus agentes consulares en la zona española para desafiar a Francia. Desde diciembre de 1914, el Gobierno de París estableció un completo dispositivo de agentes e informadores. Se creó un SR en Tánger con el apoyo de los cónsules en Málaga (Santi), Sevilla (Tinayre) y Cádiz (Clavery), coordinados desde la embajada en Madrid[32].

Max_von_Oppenheim, segundo por la izquierda, en el consulado alemán en El Cairo, en 1906 (foto: Wikimedia Commons)

La entrada del Imperio Turco en la contienda el 29 octubre de 1914 permitió a los alemanes transformar el conflicto colonial en una guerra santa contra el invasor cristiano y europeo. La propaganda germana en los países musulmanes presentaba desde comienzos de siglo al káiser como un aliado en la lucha del mundo árabe contra las potencias coloniales por medio de la Yihad. A tal fin, se creó en Berlín una oficina dirigida por el historiador y arqueólogo barón Max von Oppenheim, que instruyó a agentes turcos y prisioneros de guerra musulmanes francófonos para lanzar la Guerra Santa desde el Magreb hasta Oriente Medio y Asia Central. En Marruecos también se instrumentalizó el litigio dinástico que oponía al “sultán de los franceses” Mulay Yusef y al antiguo titular del trono alauí Mulay Abd al-Aziz, que había sido acusado de venderse a los poderes extranjeros tras la Conferencia de Algeciras y había sido destronado en 1908 por su hermano Mulay Abd-al Hafid, que fue a su vez destituido en 1912 por los franceses y había encontrado refugio en España. Por último, mediante agentes como Hermann Bartels o Edgar Proebster se fomentaron las actividades desestabilizadoras impulsadas por líderes locales como el caudillo yebalí al-Raisuli en la región situada entre Tánger y el inicio de la zona francesa. En los confines orientales de la zona española y la región de Tazza los agentes germano-turcos apoyaron a Abd al-Malik, biznieto de Abd al-Kader, el emir de Argelia que había protagonizado el levantamiento antifrancés de 1832, y lo mismo hicieron —con aun menor fortuna— entre el Sahara y el sudoeste marroquí con el autotitulado sultán Ahmad al-Hayba[33]. Los administradores galos del Protectorado acusaban a las autoridades españolas de observar hacia los alemanes una neutralidad más que benévola que facilitaba la labor de desestabilización de la zona francesa, pero ya el 16 de agosto de 1914 el alto comisario general José Marina había prohibido en el Ejército de África todo comentario favorable a Alemania, fundándose en que agentes germanos estaban haciendo propaganda entre los rifeños contra la dominación española.

El almirante Reginald Hall, jefe de la NID, se dio perfecta cuenta de que, a medida que avanzaba la guerra, España y su territorio colonial representaban un escenario bélico cada vez más relevante, de modo que el puesto de Gibraltar se afanó especialmente en desarticular las actividades de contrabando de armas y circulación de agentes enemigos por el Estrecho[34]. En octubre de 1917, el ministro de Marina francés Charles Chaumet solicitó un enlace permanente con la División Naval de Marruecos para facilitar la transmisión de informes sobre los agitadores locales ayudados por alemanes en España y sobre la acción de los submarinos[35], y a inicios del mes siguiente una circular muy secreta dirigida a los jefes de sector de del Sur de España ordenó la más estricta vigilancia de todo embarque sospechoso encaminado a Marruecos[36].

El servicio de vigilancia en el Protectorado no se clausuró con el fin de la guerra europea. Además del centro de información de Tánger, que había sido organizado durante la contienda bajo la tutela de la Marina, en agosto de 1925 la inteligencia militar creó la Section d’Études Africaines (SEA) para vigilar Marruecos desde Argel con la ayuda complementaria de una antena en Orán. La prolongación del conflicto del Rif propició la organización en noviembre de 1925 de una oficina mixta franco-española de vigilancia en Málaga. Con el final de la guerra colonial y la pacificación del protectorado, el puesto mixto de Málaga fue suprimido el 31 de mayo de 1929, y sus actividades trasferidas al puesto Tánger hasta su cierre definitivo en diciembre de 1932[37].

El U-35 abarloado al buque alemán ‘Roma’, en 1916, en Cartagena (foto: La Verdad)
La guerra de los saboteadores y los espías

El trabajo más reservado, a la vez que el más peligroso, los efectuaron los espías y saboteadores alemanes, ya que, a diferencia de la Entente, el Reich tenía numerosas razones para atacar los intereses estratégicos y económicos de los aliados en España. Los documentos del servicio de información germano están repletos de nombres en clave y descripciones de herramientas que debían ser utilizadas para atacar industrias e infraestructuras en Francia, España y Portugal. Los túneles ferroviarios de la frontera (especialmente el de Canfranc, aún en construcción, que era muy frecuentado por los contrabandistas de ganado) conocieron varias tentativas de destrucción. El 16 de febrero de 1917 se descubrió que el submarino alemán U-35 había depositado en la cala Salitrona, al Este del cabo Tiñoso en las cercanías de Cartagena, una serie de paquetes que contenían explosivos, detonadores y material para su manejo, cartas para el agregado naval y propaganda impresa. Dos agentes alemanes del “Servicio S” (sabotaje) fueron detenidos. Según Wilhelm Canaris, este tipo de operaciones interesaba especialmente a von Krohn, quien tenía en mente introducir cargas explosivas con temporizadores en los cargueros que desde Bilbao y Santander iban destinados al Reino Unido.

Los resultados fueron tan descorazonadores que el Admiralstab ordenó en julio de 1917 a von Krohn que suspendiera el trabajo de sus agentes en Francia o en Portugal, pero no en España, donde se trataron de usar productos contaminantes contra el ganado. En efecto, desde 1916 Ratibor recibía “frascos de jabón” marcados con las letras “E” (Equus) y “B” (Bos), que en realidad ocultaban agentes de ántrax y muermo para infectar a caballos y bueyes destinados a la exportación. El 7 de junio de 1916 se interceptó un telegrama procedente de la embajada alemana donde se sugería contaminar los ríos de la frontera hispano-portuguesa con bacilos del cólera para cerrar las comunicaciones entre Portugal y los aliados[38]. En junio de 1916, el submarino U-35 hizo una famosa visita a Cartagena con una carta personal del káiser al rey, y cuatro meses después recogió a Canaris, que había estado creando estaciones de abastecimiento de petróleo en España. No parece que en ninguno de estos dos viajes el U-35 llevase ántrax o gérmenes de muermo, pero el 16 de febrero de 1917 sí lo hizo cuando desembarcó en las cercanías de Cartagena a los dos agentes que fueron capturados por los Carabineros en la Cala Salitrona. El comisario de Policía de Cartagena acordó con los británicos “perder” una de las doce cajas incautadas en El Bolete que contenía los terrones de azúcar, para analizar la sustancia que por iniciativa del almirante Hall le fue mostrada a Alfonso XIII. Este hecho indujo al Gobierno a promulgar el 12 de marzo un decreto que regulaba el control de los residentes extranjeros en España.

Pero sin duda, el espía más osado y con más futuro de la Kriegsmarine fue Wilhelm Canaris, que tras ser ascendido a teniente de navío, partió el 30 de noviembre de 1915 hacia Madrid bajo el nombre supuesto de Reed Rosas con la orden de crear una red de colaboradores en los puertos españoles. Las pérdidas en el tráfico naval aliado fueron suficientemente importantes como para que el MI-6 enviase al agente Stewart Menzies (futuro jefe de la Inteligencia británica) a investigar la labor organizadora de Reed Rosas. Descubierto, Canaris solicitó el regreso a Alemania a mediados de febrero de 1916. Canaris reapareció en Madrid el 15 de marzo, y recibió la propuesta de ser embarcado en el U-35 durante su comentada visita a Cartagena en junio. En esa ocasión, el agente secreto no pudo llegar a tiempo a la cita desde su escondite en Sevilla, y tras otro intento fallido de embarque en el sumergible U-34 en las proximidades de Cartagena entre el 28 y el 30 de agosto, logró huir a la base de Cattaro el 1 de octubre a bordo del U-35[39].

La tripulación del U-35 posa sobre la cubierta del submarino. Foto publicada en el artículo de  Gabriel Martín Roig «Palamós, teatre de les accions de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918» en Estudis del Baix Empordà, 34 (2015)

En comparación con las rocambolescas peripecias de los agentes alemanes en España, los espías aliados llevaron una vida más rutinaria, abocados a mantener las posiciones conquistadas antes que a emprender ofensivas que pusieran en riesgo la situación de privilegio que la Entente tenía en la vida económica del país. Las operaciones de eliminación física de agentes enemigos no fueron frecuentes, y aunque sin duda existieron, apenas han dejado rastro en unos archivos que han sido sistemáticamente expurgados de documentos comprometedores. Se tiene constancia de la actividad de los “escorpiones” (asesinos a sueldo) del jefe de la inteligencia británica coronel Thornton en Barcelona, y de un intento de asesinato o secuestro en julio de 1918 del barón de Rolland, jefe del espionaje alemán en la ciudad condal, organizado por el adjunto al agregado naval francés, teniente de navío Antoine Fortoul[40].

El papel de las mujeres espías merece mención aparte. La danzarina exótica Margaretha MacLeod Zelle, Mata-Hari fue una pésima espía a sueldo de Alemania que tras intentar hacer un torpe juego doble fue denunciada por sus propios jefes por medio de un mensaje que sabían que iba a ser interceptado por el SR francés y llevó a la detención el 13 de febrero y su ejecución el 15 de octubre de 1917[41]. La contrapartida que la propaganda gala inventó para desmontar el mito de Mata-Hari fue la aventurera Marthe Richard (Marthe Betenfeld, casada Richer), que se incorporó al SCR francés en la primavera de 1916 y enviada a España llegó a ser la amante del agregado naval alemán von Krohn, con quien efectuó una frustrada misión para transportar gérmenes de ántrax a Argentina, pero tras un accidente de tráfico en Madrid fue descubierta por la prensa francesa en el verano de 1917 y hubo de huir precipitadamente a Francia a fines de ese año[42]. Pero otros destacados agentes del SR, como el agregado militar coronel Joseph Tisseyre, aluden a féminas igual de emprendedoras y no menos avezadas, como Madame Druez (Alice Schneider, alias “Lily” o “Bichette”), que se hizo amante del capitán del puerto de Palamós, Ramón Regalado, y pasado al SCR francés algunos documentos comprometedores que demostraban que Regalado formaba parte de una red que trasladaba a los submarinos alemanes información sobre el movimiento de mercantes neutrales o aliados. El 10 de noviembre de 1918, un Consejo de Guerra celebrado a puerta cerrada en el Arsenal de Cartagena le condenó a ocho años de prisión y a la separación definitiva de de la Marina[43].

Wilhelm Canaris (señalado por una flecha) de incógnito en España (foto: kurtstafel.blogspot.com)

Otro caso sonado del espionaje alemán en Barcelona fue el del falso capitán Rafael Clavijo, quien desde el verano de 1916 suministraba informaciones sobre el movimiento de barcos mercantes al abogado Ricardo Riquer, quien a su vez las transmitía a Albert Hornemann, jefe del servicio marítimo alemán en la zona catalana[44]. La ocasión era propicia para que la Embajada francesa intensificara su campaña contra el espionaje alemán, iniciada meses atrás con el apoyo de los diarios aliadófilos El Sol, La Correspondencia de España y sobre todo El Parlamentario, por entonces el más combativo periódico de esta tendencia. Con apoyo del servicio secreto francés, El Sol puso en evidencia los vínculos de la embajada germana con grupos anarcosindicalistas[45]. La información revelaba que Solidaridad Obrera había simpatizado con los Imperios Centrales hasta que las revelaciones de El Sol sobre las complicidades sindicalistas con la embajada germana la obligaron a un cambio de actitud e incluso a un relevo en el consejo de redacción. El 21 de febrero de 1918, la prensa francesa y anglosajona se hizo eco de la existencia de una información en poder de El Sol sobre la implicación del segundo secretario de la embajada, Eberhard von Stohrer, en la entrega de sumas de dinero a anarquistas neutralistas como Miguel Pascual González para atacar al entonces presidente del Gobierno conde de Romanones y estimular la huelga general de agosto de 1917. En abril, El Parlamentario dio una nueva vuelta de tuerca al affaire acusando al propio embajador alemán de connivencias con los anarquistas, hasta que este diario también fue secuestrado[46].

El “caso” Pascual/von Stohrer no fue sino el principio de una serie de escándalos perfectamente orquestados desde las embajadas de la Entente y las redacciones de los periódicos aliadófilos. El 9 de junio de 1918, Solidaridad Obrera y El Sol publicaron sendas cartas escritas por el comisario de Policía Manuel Bravo Portillo a su amigo Luis Alfonso Royo de San Martín, en las que facilitaba información sobre los movimientos del vapor Joaquín Mumbrú, que había zarpado de Barcelona el 20 de diciembre de 1917 y fue torpedeado el día 30 cerca de la isla de Madeira. La Publicidad amplió la información diciendo que Bravo Portillo estaba desde 1915 al servicio del barón de Rolland por un sueldo de 3.000 pesetas al mes, y otros diarios como España Nueva secundaron la denuncia. A pesar de numerosas protestas y testimonios en su contra, el caso fue sobreseído y Bravo, que cumplía una muy atenuada condena de prisión, fue puesto en libertad provisional en la noche del 6 diciembre de 1918, y en medio de importantes medidas de seguridad[47].

El comisario Bravo Portillo y Rudolf Stallmann, llamado barón de Koenig (fotos: serhistorico)

El estallido del escándalo sobre la actuación proalemana del comisario Bravo Portillo condujo a la promulgación el 6 de julio de 1918 de la llamada “Ley contra el espionaje y de defensa de la neutralidad”, que amenazaba con multas y penas de prisión a los agentes al servicio de potencias extranjeras, pero en realidad imponía a la prensa severas medidas de censura mientras que rebajaba las penas por los delitos de espionaje[48]. Todos estos escándalos acabaron dirimiéndose más en la prensa que en los tribunales porque el Gobierno español carecía de un sistema de contraespionaje eficaz, con lo que los servicios de inteligencia extranjeros siguieron campando a sus anchas[49]. El legado del espionaje y el sabotaje a que se entregaron las potencias beligerantes durante la Gran Guerra fue muy tortuoso para España, porque las redes implicadas en estas actividades dieron lugar —con inconfesable apoyo oficial— a las bandas de pistoleros que protagonizaron gran parte de la violencia sociolaboral de la posguerra, preludio de la Dictadura de Primo de Rivera.

 

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Notas

[25]Telegrama Cónsul de Francia en Barcelona a EMG (9-III-1916), en SHD, Marine, leg. SS EA 77.

[26]García Sanz, La Primera Guerra Mundial en el Estrecho, 94.

[27]EMA, 5e Bureau, Section de Contrôle, “Renseignements sur la contrebande en Espagne” (16-II-1916), en SHD, Marine, leg. SS EA 81.

[28]EMGM, 1e Section, “Note de Renseignements. Navires Suspects” (París, 18-VII-1916), en SHD, Marine, leg. SS EA 81.

[29]“Notes pour les chefs des secteurs” (22-V-1916), en SHD, Marine, leg. SS Q 56.

[30]Circular de 3-IX-1918, en SHD, Marine, leg. SS Q 56.

[31]Krop, Les secrets de l’espionnage français, 96-99.

[32]Guillen, “Le Comité de l’Afrique Française”, 98 y Correale, Échange et contrebande d’armes au Maroc, II, 245 y 247.

[33]Correale, La Grande Guerre des trafiquants, 340-387.

[34]González Calleja y Aubert, Nidos de espías, 134-135, 192 y 211-212.

[35]Ministro de Marina a agregado naval (París, 7-X-1917), en SHD, Marine, leg. SS XC 12.

[36]Circular muy secreta a los jefes de sector de Alicante, Cartagena, Almería, Málaga y Sevilla (2-XI-1917), en SHD, Marine, leg. SS Q 56.

[37]Reglamento de la oficina de información de Tánger (25-VI-1926), en SHD, Guerre, leg. 7N 2497 y Forcade, La République secrète, 392-393 y 395.

[38]Beesly, Room 40, 20 y 201.

[39]Bassett, El enigma del almirante Canaris, 66-69 y Dixon, Señor monopolio, 36-37.

[40]Ministro de Marina a De Roucy, Strictement personnel, Très secret (París, 10-II-1917), en SHD, Marine, leg. SS XC 12; Petit Thouars a Fortoul (París, 28-VII-1918), en SHD, Marine, leg. SS XC 11 y agente del SRM a agregado naval (Barcelona, 30-VII-1918), en SHD, Marine, leg. SS XC 18.

[41]La estancia de Mata-Hari en España, en Díaz-Plaja, Mata-Hari, 105; González Ruano, La vida secreta de Mata-Hari, 148-151 y Krop, Les secrets de l’espionnage français, 236-248. Relato de su condena a muerte, en nota del Bureau “S” (Madrid, 26-VII-1917), en SHD, Marine, leg. SS Q8, doc. 78. Todas las piezas del proceso, en Tubergue, Mata-Hari: le dossier secret du conseil de guerre.

[42]Véanse los testimonios escasamente fiables de Ladoux, Marthe Richard y Richard, Ma vie d’espionne.

[43]Informe de Du Petit Thouars al ministro de Marina sobre Alice Schneider (Madrid, 20-VI-1918), en SHD, Marine, leg. SSXC 6.

[44]“Affaire Clavijo” (Barcelona, 7-III-1917), en SHD, Marine, leg. SS Q 23 e informe de Barcelona (1-XII-1916) y “Renseignements extraits des carnets de Rafael Clavijo” (1916), en SHD, Marine, leg. SS XC 16.

[45]“Las informaciones de El Sol. Una explicación al público y a la prensa”, El Sol, 23-II-1918, p. 1 y “Nuestra anunciada información. Revelación de maniobras extranjeras en España”, El Sol, 4-III-1918, pp. 1-3. Las denuncias siguieron hasta el 7-III-1918.

[46]“El denunciador denunciado”, El Sol, 5-III-1918, p. 1.

[47]Ministro de Marina a Du Petit Thouars (París, 16-VI-1918), en SHD, Marine, leg. SS XC 13 y 1e Section EMG (cap. de Slane) a Du Petit Thouars (París, 16-VI-1918), en SHD, Marine, leg. SS EA 87.

[48]Informe del agregado militar Tisseyre al Ministère de la Guerre (12-VII-1918) con el texto de la Ley, en AAE, Europe 1918-1929, Espagne, leg. 31, pp. 15-24 y 47-48.

[49]Heiberg y Ros Agudo, La trama oculta de la Guerra Civil, 2.

Portada: el crucero auxiliar francés Provence, hundido en el puerto de Palamós tras ser torpedeado el 13 de mayo de 1918 por el submarino alemán UB-68, al mando del teniente de navío Heino von Heimburg (foto: Servei d’Arxiu Municipal de Palamós)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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