Eduardo González Calleja *
Departamento de Humanidades, Universidad Carlos III de Madrid 

 

 Durante la Gran Guerra, España fue el neutral europeo más importante por su población, la diversidad de sus recursos económicos y su ventajosa posición geoestratégica. Pero aunque permaneciera fuera de los campos de batalla, no estuvo del todo al margen del conflicto, ya que las potencias beligerantes libraron su particular combate  por medio de sus redes de información, espionaje y contraespionaje. El artículo describe la organización de ese dispositivo y sus principales objetivos: la vigilancia frente a las actividades hostiles (especialmente de los submarinos alemanes) en las fronteras, puertos y costas; la guerra económica que se libró a través la persecución del contrabando, la confección de listas negras y la vigilancia de las actividades empresariales y financieras del enemigo; el combate contra los intentos germano-turcos de desestabilización del protectorado de Marruecos, y la lucha contra el sabotaje y el espionaje, en la que los distintos contendientes implicaron a la prensa y a la opinión pública para forzar la decisión política de las autoridades españolas. Esta última actividad tuvo insospechadas consecuencias, ya que las redes de espías, informantes y saboteadores dieron lugar a las bandas de pistoleros que protagonizaron gran parte de la violencia sociolaboral que sufrió España en la posguerra; un conflicto que actuó como preludio de la Dictadura de Primo de Rivera.

La especial situación de España (el más importante país neutral, abastecedor natural de productos agrícolas y mineros, en el cruce de los espacios marítimos atlántico y mediterráneo, cuyo control era esencial para el mantenimiento del esfuerzo de guerra aliado) la convirtió en un objetivo codiciado para los intereses  geoestratégicos de los países beligerantes en la Primera Guerra Mundial. El temprano desencadenamiento por Alemania de la guerra submarina la obligó a utilizar la intrincada geografía y las complicidades disponibles en el litoral peninsular e insular español. Esta creciente actividad militar y el aumento de las operaciones comerciales con el Reich pusieron sobre aviso a las grandes potencias occidentales de la Entente, tradicionales aliadas de España desde inicios del siglo XIX, que se aprestaron a organizar un extenso dispositivo de alerta para contrarias las pretensiones de sus adversarios.

 

El despliegue de los servicios de información aliados en la España neutral

De todas las potencias aliadas con intereses en España, la que realizó un mayor esfuerzo de movilización de recursos humanos y materiales fue Francia, pero la puesta en marcha de sus servicios de información en la Península fue una tarea complicada. La tradicional sensación de primacía cultural en España y el menosprecio de la importancia estratégica de la Península fueron cambiando a medida que la perspectiva de una guerra prolongada revalorizó el papel a jugar por los grandes países neutrales. Fue entonces cuando el gobierno galo se dio cuenta del terreno perdido a manos de Alemania, que desde antes de la guerra había puesto a punto en España una potente estructura de información y de propaganda[1]. A la altura de septiembre de 1915, el 2e Bureau (la oficina del Estado Mayor encargada desde 1874 de centralizar la información sobre los ejércitos enemigos, en cuyo seno se creó en 1878 un Service Spécial de Renseignements como agencia de investigación y espionaje) planteó la necesidad de organizar un servicio de contraespionaje en España análogo al que funcionaba en Suiza. El 23 de diciembre de ese año el ministro de la Guerra, general Gallieni, tomó la decisión de establecer el servicio de contraespionaje en España, que fue encomendado al teniente Gilbert de Neufville bajo la autoridad del agregado militar, coronel Joseph Denvignes[2]. Organizado después de la misión que habían realizado los comisarios de Policía Collard y Picard en junio para “supervisar y controlar la actividad  intensa y metódica de nuestros enemigos[3], este embrionario servicio, cuyo objetivo inicial era el control de las fronteras, se componía de los grandes centros de Barcelona y San Sebastián-Bilbao, conectados con subestaciones situadas en Zaragoza y Pamplona, ​​y con un centro secundario en Salamanca que estaba en relación directa con Lisboa, mientras que el centro de Sevilla, junto con el de Málaga, monitoreaban las acciones alemanas y turcas en Marruecos, el contrabando de armas y la posibles complicidades españolas.

Léon Geoffray, embajador de Francia en Madrid desde julio de 1910 hasta octubre de 1917. Ayudado por los agregados militar y naval, fue el encargado de poner en pie el servicio de información francés en España. Foto: Biblioteca Nacional de España.

A la altura del verano de 1918, la actividad de espionaje y contraespionaje militar se desplegaba geográficamente en sectores radicados en ciudades importantes o en áreas estratégicas: Cataluña-Baleares (Barcelona), Norte (San Sebastián), Centro (Madrid) y Sur (Granada), además de otros radicados en Sevilla, Salamanca o Valencia, con correos que llevaban a los jefes de sectores informaciones y órdenes de todo tipo. El puesto central de Madrid vigilaba la capital y coordinaba el conjunto de los Services de Renseignements (SR) territoriales. Todo el sistema era centralizado desde la Embajada por el adjunto al agregado militar, el capitán Raymond de Rivière.

Una de las actividades más perseguidas por las autoridades militares francesas fueron las transmisiones radiotelegráficas ilegales. El servicio de control telegráfico (que luego se amplió a las comunicaciones postales y telefónicas) vinculado al 2e Bureau permitió interceptar las transmisiones procedentes de los países adversarios. Los franceses habían fracasado a la hora de instalar estaciones de radiodetección antes de la guerra, y hubo que esperar hasta julio de 1915 para la puesta en marcha de radiodetectores capaces de interceptar las comunicaciones radiotelegráficas de largo alcance, para lo cual se estableció un centro especial en Burdeos, además de puestos de escucha no muy lejos de las instalaciones oficiales españolas de Aranjuez y Carabanchel. De un modo discreto, los franceses vigilaron las emisoras telegráficas privadas y clandestinas, sobre todo las ubicadas en las zonas costeras y en los barcos alemanes internados.

Victor Augagneur (1855-1931), ministro de Marina en 1914-1915

En un país peninsular como España, ubicado estratégicamente a las puertas del teatro de operaciones mediterráneo, cuyos puertos eran el principal punto de partida del tráfico comercial hacia América y cuyas costas iban a ser el escenario del avituallamiento imprescindible para la guerra submarina desplegada por Alemania, era lógico que la mayor parte del dispositivo francés de vigilancia se estableciera en el litoral. La inteligencia naval francesa había experimentado un significativo desarrollo antes de la Gran Guerra. En el otoño de 1914, ante las pérdidas sufridas a manos de los submarinos en los primeros compases de la contienda, el ministro de Marina Victor Augagneur propuso la implementación de una defensa costera fundamentada en la labor de contraespionaje. Durante los quince primeros meses del conflicto, la información naval vegetó por falta de dinero, pero la aparición de submarinos enemigos en el Mediterráneo desde noviembre de 1915 marcó la necesidad de crear un sólido servicio de información. En diciembre, el État Major de l’Armée (EMA) propuso la creación de un auténtico Service de Renseignements del État Major General de la Marine (EMGM). Una Orden de 20 de marzo de 1916 dio forma definitiva al sistema de información naval: la 1e Section del EMGM comprendía varias subsecciones o subdivisiones, la primera de las cuales asumió la gestión de las informaciones militares y los servicios secretos (Service de Renseignements), en relación con los agregados navales y el Ministère des Affaires Étrangères. El Servicio de Información de la Marina (SRM) también se mantuvo en estrecho contacto con los Bureaux correspondientes del Ministère de la Guerre y la Sûreté (Policía), utilizó numerosos agentes in situ, creó servicios especiales cerca de algunos agregados navales, centralizó todas las cuestiones de espionaje y dirigió las medidas de policía portuaria en colaboración con las oficinas ubicadas en los Bureaux Maritimes de Renseignements (BMR) situados en cada plaza marítima o puerto militar importante, que según las instrucciones de funcionamiento establecidas el 24 de octubre de 1916, tenían por objeto recibir, buscar, centralizar, coordinar y obtener informaciones interesantes sobre los actos y los movimientos del enemigo, el tráfico de barcos y la vigilancia de las fronteras marítimas. Para el caso de España, el BMR de Tolón centralizaba las informaciones de la costa oriental desde Cerbère al Guadiana, y el de Rochefort procesaba las noticias procedentes de la costa cantábrica de España y de Portugal.

El agregado militar francés, general Joseph-Cyrille-Magdelaine Denvignes, destituido el 16 de febrero de 1918 para ser sometido a una comisión de encuesta por negligencia en el servicio.

Durante los dos primeros años de la guerra, el SR de la Marina francesa en España fue débil y poco sistemático. En su origen, este sistema de vigilancia fue subvencionado por los Departamentos de Marina, Asuntos Exteriores y la unión de las tres grandes compañías francesas que prácticamente monopolizaban la industria de refinado y la comercialización de petróleo y derivados en España: Desmarais Frères, Deutsch & Cie. y Fourcade & Provôt. Estas empresas tenían una posición dominante en un mercado de indudable valor estratégico comercial y militar, y que por ello eran enormemente sensibles a los azares de la guerra submarina. Por su parte, los departamentos de Exteriores y Marina disponían de cónsules en las ciudades del litoral y de un pequeño número de agentes especiales, pero el trabajo principal corría a cuenta del servicio de control organizado por las petroleras privadas del litoral occidental, que mantenían enlace constante con los agentes oficiales de la Embajada. Entre sus actividades figuraban la vigilancia de los navíos enemigos internados en los puertos españoles, el despliegue de un servicio de información en los barcos españoles, el dispositivo de vigilancia portuaria y costera y la interceptación postal y telegráfica de los mensajes emitidos por los alemanes. Este sistema provisional de alerta se siguió manteniendo con un presupuesto mensual de 25.000 pesetas proporcionado por las tres compañías petroleras.

En el verano de 1915 finalizó la organización del primer Bureau “S” (Surveillance) en España, que cubría la costa cantábrica. La información se centralizaba en San Sebastián, en razón de su proximidad a la frontera. La vigilancia portuaria se convirtió en una necesidad imperiosa cuando la prolongación de la contienda vio nacer dos peligros: el contrabando de guerra y la actividad de los submarinos. Desde que se suscitó la cuestión del aprovisionamiento de submarinos en las costas españolas, las empresas petroleras francesas se ofrecieron espontáneamente a la embajada no sólo para financiar el servicio de información, sino también para controlar el tránsito y el destino final de las mercancías destinadas a Alemania, organizando la primera red de vigilancia costera. Las compañías proponían colocar agentes españoles (en general, hombres de confianza propuestos por las propias empresas) en los distintos tramos de costa para efectuar la tarea. A tal fin se propusieron cuatro sectores de vigilancia: dos para el noroeste y dos para el sudeste. El ministro de Marina Lucien Lacaze aprobó todo el plan el 11 de noviembre de 1915, y a fines de año nombró al alférez de navío Charles Warluzel agente principal para la vigilancia de las actuaciones alemanas que interesasen a la Marina en España y Portugal. En principio, la costa española se dividió en cinco sectores: el que iba de Irún a Gijón era vigilado por Alexandre Hanquez (director de la filial en Santander de Deutsch & Cie.); de Gijón al norte de la frontera portuguesa la vigilancia era efectuada por Jiménez y el soldado Fernando Puig de Scholtz, situado en Vigo; del sur de la frontera portuguesa hasta Gibraltar la tarea era desempeñada por Albert Laplace (residente en Sevilla); de Gibraltar a Valencia por el reservista Edmond Léopold Guillemin (domiciliado en Cartagena) y de Valencia a Cerbère por Gaston Doras y luego por el soldado Pierre-Joseph Baurier, que vivía en Barcelona. En las primeras instrucciones remitidas a los jefes de sector, que fueron redactadas a inicios de 1916, se señalaba que éstos deberían presentarse a los directores de fábricas y depósitos de las compañías petroleras francesas y pedirles los nombres de los empleados que pudieran ser utilizados en la tarea de vigilancia, estudiado su distribución por el tramo de costa asignado. También deberían reclutar agentes externos entre sus relaciones personales y personas francófilas de su entorno inmediato. En cada centro, un empleado sería elegido como agente principal encargado de comunicarse con un apartado postal de Madrid que correspondía a la sede de la agregaduría naval. Los envíos de información sobre avituallamiento de submarinos, movimientos comerciales, navíos sospechosos o personas a vigilar se debían efectuar cada dos días, o incluso más a menudo si fuera necesario, con destino a las autoridades francesas y al cónsul de carrera de la ciudad más próxima, que los telegrafiaría a direcciones convenidas de antemano[4].

El cargadero de la Deutsch y Desmarais Freres en Santander (foto del libro El Astillero de Guarnizo)

Tras los hundimientos de barcos mercantes por submarinos alemanes, el Ministerio de Marina se quejaba a inicios de noviembre de 1916 de que las informaciones transmitidas por sus agentes en España a través de los cónsules adolecían de las precisiones más elementales de fecha, hora, posición y nombre exacto de la nave. Una información rápida y precisa resultaba indispensable para que las patrullas antisubmarinas pudieran ser informadas con celeridad y exactitud y pudieran llevar acabo su cometido. Por el contrario, para mortificación de los franceses, los informes más interesantes de la zona occidental del Mediterráneo venían del servicio naval inglés radicado en Gibraltar. Por ello, el ministro Lacaze sugería la creación de “una red de agentes que residan en los puertos principales y debidamente preparados, para transmitirnos rápidamente los acontecimientos en el mar cuando las tripulaciones naufragadas desembarquen España”[5]. Tres meses después, la declaración alemana de guerra submarina a ultranza llenó de inquietud a los responsables políticos, poco o nada convencidos de la eficacia del servicio de información establecido en España. El ministro de Marina reprochaba al agregado naval en Madrid, teniente de navío Robert de Roucy, que había sido nombrado el 2 de noviembre de 1915, su indecisión y su falta de sentido de la acción, actitud que debía ser reemplazada de inmediato por un auténtico “espíritu de guerra”, que incluiría sabotajes sobre los barcos alemanes internados que actuaban como centro de comunicaciones y base logística de los submarinos[6]. De Roucy ejerció su cargo hasta inicios de julio de 1917, y fue sustituido el 7 de agosto por el capitán de navío Aristide Bergasse du Petit Thouars, quien a fines de mes recibió unas detalladas instrucciones preliminares del Ministerio de Marina. Se le solicitaba recabar información completa sobre la Marina española y sobre todo lo que interesase a la Marina francesa y a la defensa nacional. Pero ante todo se le exigía una extremada discreción en sus actuaciones y las de su servicio frente a las autoridades locales y los mismos representantes consulares franceses. Las informaciones debían ser enviadas al Ministerio de Marina y a las fuerzas navales susceptibles de intervenir contra el enemigo fuera de las aguas territoriales españolas. El SRM debía ampliarse evitando toda interferencia con las organizaciones similares establecidas por los países aliados, por lo que se recomendaba que coordinase su labor con los otros agregados navales[7]. Como complemento a estas instrucciones, una circular dirigida a los cónsules de las provincias costeras exigió su pleno apoyo a los agentes del SRM, que en adelante actuarían independientemente de su autoridad[8].

Pierre Marie Gaston de Carsalade Du Pont (1885-1969)(foto: http://ecole.nav.traditions.free.fr)

El SRM en España funcionaba a través de un Bureau Naval radicado en la Embajada y regentado por el agregado naval con la asistencia de dos agregados adjuntos: el teniente de navío Antoine Fortoul se dedicaba al control y la coordinación de los sectores de Barcelona y Gibraltar-Algeciras y el teniente de navío Gaston de Carsalade se encargaba de la supervisión del resto de los sectores costeros. Los Renseignements de la Marine dedicaban gran parte del tiempo a dar filiaciones, identificar a personas, etc. Existía un enlace constante entre puestos y una estrecha colaboración con los agentes italianos e ingleses, aunque en los contactos con estos últimos en Barcelona o Gibraltar no dejaron de producirse roces y malentendidos. Cada sector podía tener una serie de puestos anejos. A la altura de noviembre de 1917 existían puntos de vigilancia en Irún, Bilbao, Santander, Gijón, Coruña, Sevilla, Málaga, Cartagena, Barcelona, Alicante, Valencia, Denia, Amposta, Tarragona, Palamós, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria, Rosas, Huelva, Almería, Cádiz y Gibraltar. En octubre de 1918 se tomó la decisión de hacer de la región de Cádiz un sector independiente por la importancia estratégica del Estrecho.

A inicios de 1917, el agregado militar francés, coronel Denvignes, seguía recordando las dificultades que conllevaba el contraespionaje portuario, sobre todo cuando evaluaba en 80.000 los alemanes residentes en España (muchos de ellos ubicados en los puertos clave de Vigo, Málaga, Cartagena, Barcelona y Bilbao), algunos de los cuales efectuaban labores de información y transmisión clandestina con la complicidad de los funcionarios del Ejército, la Marina, las Aduanas y la Guardia Civil La multiplicación de navíos torpedeados en la cercanía de las costas españolas y el descubrimiento de los primeros asuntos de espionaje hicieron que la prensa aliadófila exigiera a fines de enero de 1917 el control absoluto del Estado sobre los puestos de telégrafo, el amarre bajo vigilancia de los barcos alemanes refugiados que constituían centros clandestinos de observación e información, el internamiento de los alemanes que estaban en los puertos y una mayor vigilancia del gobierno sobre sus propios funcionarios sospechosos de actividades en favor de los Imperios Centrales.

Aristide Bergasse du Petit Thouars (foto: Service Historique de la Défense)

En coincidencia con la declaración y la ejecución de la guerra submarina a ultranza el 1 de febrero de 1917, los meses siguientes contemplaron el lanzamiento de una catarata de directrices que cambiaron de forma radical la estructura del servicio de información naval francés, convirtiéndolo en un instrumento cada vez más eficaz y profesionalizado. Los servicios navales suplementaron o sustituyeron a los de la Guerra en los puertos más importantes, como Vigo, Bilbao, Valencia, Málaga, etc. En junio se estableció un servicio de información codificado y estandarizado. El BMR de Madrid emitió requerimientos a sus agentes para que informaran sobre la actitud de la prensa en cada circunscripción, la distribución de agentes enemigos en cada sector y su papel, los incidentes con submarinos en las aguas territoriales, la compraventa de navíos, el cambio de armador, su fecha de construcción y botadura, la nómina de navíos destruidos o averiados, capitanes, oficiales y tripulaciones sospechosas, además de un informe mensual sobre los barcos en donde se disponía de indicadores y confidentes. Se requirió una mayor vigilancia sobre los faros desde donde supuestamente se hacían señales a los submarinos; el envío de un parte diario de entradas y salidas de los puertos, y fotografías y documentación de las acciones de avituallamiento enemigo. Incluso se recabaron pruebas de la intromisión alemana en la propaganda pacifista, antimilitarista y electoral. También  se vigilaba estrechamente a los capitanes de los barcos neutrales o enemigos, se señalaba a los empresarios sospechosos para su inscripción en las listas negras, se revelaban los lugares donde los agentes alemanes reclutaban a sus espías a bordo y se levantaban croquis de la ubicación de los barcos enemigos refugiados. Se indagó igualmente sobre la organización de atentados contra navíos aliados, señalando la salida de los saboteadores y de los fondos para lograr su captura in fraganti por las autoridades españolas, se detectaron en los barcos neutrales los informadores del enemigo y sus actividades de propaganda, se intentó distorsionar el servicio de información marítima del enemigo comunicando falsas informaciones, se respondió a la propaganda enemiga sobre asuntos marítimos y se incrementó la propaganda comercial. Cuando la guerra submarina alcanzó su momento culminante, una circular de 5 de noviembre de 1917 exigió el envío de informes completos de cada sector sobre submarinos, torpedeamientos, navíos refugiados, contrabando en los puertos, espionaje, propaganda enemiga, medios de acción, consignatarios, armadores, pescadores, contrabandistas y estibadores, cónsules aliados, depósitos de carbón y petróleo, cabotaje, actitud del personal de los puertos y de las autoridades civiles y militares, y servicios disponibles[9].

En la primavera de 1918, el dispositivo naval de Francia en España alcanzó su máxima expansión, con 22 puestos y la posibilidad de extender los servicios de vigilancia hasta Argentina y México. Pero el agotamiento de la guerra submarina desde inicios de 1918, gracias en buena parte a la generalización del sistema de convoyes, condujo a un declive progresivo de la Misión Naval. A fines de junio, los gastos de los sectores fueron reducidos un 25%, especialmente los salarios de algunos jefes de puesto y sector.

9 de noviembre de 1918: el HMS Britannia es torpedeado y hundido por el UB-50 cerca de Gibraltar (foto: IWM, fuente http://www.iwm.org.uk/collections/item/object/205320374)

El otro gran servicio de información aliado en España era el británico. Como en el caso francés, su organigrama partía de la Embajada, que fue regentada desde 1913 a 1919 por Arthur Henry Hardinge. De él dependían jerárquicamente los agregados militares, navales, comerciales y de propaganda, el jefe del Servicio de Inteligencia de la Armada en España y los enviados para misiones especiales, pero su carácter excéntrico y sus escasas dotes de administrador no le hicieron especialmente popular entre sus subordinados[10]. Uno de los personajes clave de los servicios secretos en España fue sir Percy Loraine, que fue enviado a Madrid en 1916, donde accedió sin dificultad en el entorno aristocrático de Palacio. Si bien llevaba una intensa vida social propia de su posición, también estaba creando en secreto una red de información sobre temas políticos, económicos, militares y de propaganda, e informaba habitualmente al rey y a la reina de España sobre los pormenores de la política británica. Con los datos que recababa de sus numerosos contactos, escribía una carta semanal al Foreign Office sobre la situación en el país, que también circulaba entre los distintos agregados y miembros de los servicios de inteligencia de la Península. Fragmentos de estas cartas eran enviadas al rey Jorge V, o incluso a otras autoridades que pudieran verse afectadas por esta información o a las que se querían inculcar ciertas opiniones. Pero Loraine trabajaba en realidad para el almirante Sir Reginald Hall, director de la División de Inteligencia Naval (NID), y fue el responsable de numerosas misiones secretas que tuvieron lugar en la Península[11]. El jefe local de la inteligencia militar era el comandante Josceline C. H. Grant, que ejerció el cargo de agregado militar en Madrid desde 1916 hasta 1919. Su papel era particularmente importante, porque en los primeros años de la guerra no existía un agregado naval en Madrid, y según lo previsto en la legislación británica, el agregado militar asumía oficialmente sus funciones. En septiembre de 1916 se implantó el Military Control Office (MCO) dependiente del War Office, que incorporaría una estructura de contraespionaje militar británico en España bajo la dirección del capitán H. Vischer, con H.E. Taylor como agente principal en Barcelona, el teniente W.E. Bleck en Sevilla, el teniente G.K. Spark en Bilbao y con otro puesto pendiente de cubrir en Vigo[12]. Esta estructura inicial de vigilancia antigermana se dedicó también al control de pasaportes y la vigilancia de la frontera de Gibraltar. El Peñón se convirtió en el centro del dispositivo británico de información y vigilancia. El mayor de los Royal Marines Charles Julian Thoroton y su segundo el teniente Arthur T. Blackwood gestionaban desde allí el Estado Mayor de la NID en el Mediterráneo Occidental al menos desde 1907[13]. Como oficial de Estado Mayor, Thoroton asumió entre mayo y septiembre de 1915 los deberes propios de la Military Intelligence (MI), y ante la ausencia de un agregado naval en Madrid hasta la primavera de 1918, se convirtió en la máxima autoridad en asuntos marítimos y en el oficial de inteligencia de mayor rango en España, responsable del servicio en la Península, Baleares, Norte de África e incluso Grecia. Los agregados navales de otros países se relacionaban directamente con él antes que con Loraine, que era el delegado del servicio secreto de la Marina en España y teórico superior suyo. Las tareas del Centro de Inteligencia Naval de Gibraltar eran informar sobre temas de tráfico marítimo y bloqueo a la NID y al War Trade Intelligence Department, ocuparse de las vicisitudes de la compraventa de barcos, de los movimientos de sospechosos y agentes enemigos, de la redacción de la lista negra de empresas sospechosas de relaciones con el enemigo, de la intervención de la correspondencia de los ciudadanos alemanes, de la represión del contrabando de guerra mediante la ejecución de inspecciones y patrullas, de la interceptación de comunicaciones sobre rutas y barcos que eran recogidas por los submarinos enemigos, y de la ejecución de las más diversas labores de contraespionaje.

Sir Percy Loraine (1880-1961)

En diciembre de 1917, la Marina británica acabó por asumir que resultaba esencial destinar un agregado naval a Madrid que pudiera asesorar técnicamente al embajador en la delicada cuestión del espionaje y el contraespionaje. El capitán de navío John Harvey, que servía en Gibraltar, fue nominado para el puesto. Dependería del embajador, a quien remitiría los informes requeridos y autorizaría las misiones a realizar a través de los consulados y otras dependencias británicas en el extranjero. También podía comunicarse de forma semioficial con el director del NID y con el comandante en jefe de la Armada, para mantenerlos informados de los asuntos de índole exclusivamente naval. Harvey llegó a Madrid en marzo de 1918, y celebró su primera reunión con el directorio de agregados navales aliados en España el 1 de abril. Aunque desde mayo de 1917 existía un moderado y en ocasiones suspicaz intercambio de información entre los agregados navales y militares aliados, hasta abril de 1918 no se llegó a una coordinación real, gracias a la puesta en marcha de una conferencia permanente de agregados navales con sede en Madrid. Desde el 10 de abril, las reuniones se celebraban todos los miércoles en la casa del agregado naval norteamericano, capitán de navío Benton Clark Decker, que había llegado el 12 de mayo de 1917 para crear desde cero un servicio de espionaje y vigilancia naval que resultó muy activo en España a partir de septiembre gracias a su sobreabundancia de medios materiales[14]. A estas convocatorias asistían los capitanes Harvey y Du Petit Thouars junto con el capitán de corbeta italiano Filippo Camperio, que el 5 de abril de 1916 había tomado posesión del puesto vacante de agregado naval en Madrid, y que desde inicios de 1916 fue organizando un dispositivo propio de información y vigilancia en las costas españolas dividido en cuatro zonas: Cádiz-Gata, Gata-San Antonio, San Antonio-Frontera y Baleares, con atención especial al seguimiento de la red de espionaje enemiga y a la vigilancia de los barcos y tripulaciones internados en España[15]. En las reuniones se hablaba de la acción antisubmarina y de la vigilancia portuaria, sobre todo de los navíos de los Imperios Centrales internados. También se celebraron reuniones periódicas de los agregados comerciales, responsables de prensa, comisiones conjuntas encargadas de la compra de productos, etc.

La creación de la red alemana de información y apoyo logístico a los submarinos

La estructura del servicio de información (Nachrichtendienst) alemán, que fue creado en  agosto de 1866 —al final de la guerra austro-prusiana—, era muy similar a la del francés. En vísperas de la Gran Guerra, los oficiales de información (Nachrichtenoffiziere) afectados a los cuarteles generales de los cuerpos de ejército de las fronteras constituían la primera línea de la Sección (Abteilung o Sektion) IIIb del Gran Estado Mayor (Großen Generalstabes), apelación tomada del 3e Bureau del État Major Général francés encargado de recoger información durante la guerra franco-prusiana, y dedicado desde entonces a luchar contra el espionaje. Durante la contienda europea, muchas redes de información fueron creadas por el Abteilung IIIb, la sección política del Gran Estado Mayor y el Almirantazgo, pero sin verdadera coordinación y frecuentemente enfrentadas entre si[16].

El embajador alemán Maximilian Karl Wilhelm, príncipe de Ratibor (1856-1924). A su derecha el segundo secretario de la embajada alemana, Franz Grimm, y a su espalda el primer secretario (y futuro embajador del Tercer Reich en la España franquista), Eberhard von Stohrer. Mundo Gráfico, 13 de marzo de 1918. Foto: Biblioteca Nacional de España

Resulta muy significativo que el libro de memorias del jefe del servicio secreto alemán Walter Nicolai no haga ninguna referencia a España cuando habla del establecimiento del Nachrichtendienst en los países neutrales. Este olvido no resulta casual. La Península era una zona estratégica y económica secundaria para Alemania, aunque con la intensificación del bloqueo aliado los recursos estratégicos españoles fueron suscitando un creciente interés en las autoridades germanas. Además, por culpa del bloqueo, las deportaciones de los países enemigos y los internamientos de los refugiados procedentes de los barcos mercantes y las colonias, la comunidad alemana pasó de los 5.000 connacionales al comienzo de la guerra a 10.000 con la llegada de refugiados de las posesiones africanas (Camerún), Francia y Portugal, para alcanzar los 40.000 a la altura de 1917[17]. En este contexto de inferioridad económica y demográfica, pero con el favor de buena parte de la opinión pública autóctona, la Embajada alemana regentada por el príncipe de Ratibor creó casi de la nada un servicio de información. Este servicio de la Guerra o Servicio General estaba dirigido por el capitán Ernst von Kalle —“un bon vivant, que cada vez se muestra más triste”, según el agregado militar francés— mientras que el agregado naval, teniente de navío Arthur Otto Karl von Krohn —un “sádico desequilibrado”, según esta misma fuente— se encargaba del servicio especial de la Marina. Von Krohn tenía buenos contactos con las empresas portuguesas, gracias a su matrimonio con la hija de un importante industrial luso, pero a juicio de sus superiores era un hombre falto de energía y de imaginación[18]. Los objetivos principales de von Kalle eran “al Norte, hacer saltar las industrias francesas, al Sur, levantar Marruecos contra nosotros”. Los cónsules germanos de Vigo, Bilbao y Barcelona dirigían las operaciones locales, pero Denvignes informaba en febrero de 1917: “Acabo de enterarme que una nueva bendición va a caer sobre nosotros, en forma de 300 cónsules o agentes consulares que, expulsados de América, se van a refugiar en España (300 profesionales del espionaje, el contraespionaje y el sabotaje)[19].

El submarino U-35 al costado del crucero Cataluña en el puerto de Cartagena, en julio de 1916

Según un documento británico de 1918, el sistema de información alemán en España estaba dividido en cuatro secciones: el Servicio Político-Naval-Militar era dirigido por los agregados naval y militar. Este grupo se dedicaba a los asuntos interiores de España y reclutaba agentes locales y mantenía un servicio de vigilancia en los hoteles más importantes de Madrid y Barcelona. En Marruecos, el Servicio Político apoyaba las rebeldías de al-Raisuli y Abd al-Malik con apoyo otomano. La segunda sección era la Propaganda, concentrada en Barcelona bajo el control del vicecónsul Albert von Carlowitz, aunque el control y la subvención de la prensa afín se efectuaban directamente desde la Embajada. La tercera actividad eran los asuntos económicos: en la primavera de 1918, el Servicio Comercial alemán en España tenía ya puesta la mira en las relaciones de posguerra, donde se preveía un crecimiento de la actividad germana en sectores como el ferroviario o el minero, especialmente en lo relacionado con la producción de wolframio[20]. Todas las operaciones financieras se hacían a través del Banco Alemán Transtlántico. El cuarto y último departamento del Nachrichtendienst era el Servicio Sudamericano, que se dedicaba a fomentar las actividades comerciales, pero también el sabotaje, la acción política y la propaganda en los países latinoamericanos[21]. Se organizaron grandes centros de información en Madrid (que fungía como sede central), Barcelona (dirigido por el “barón” Ino von Rolland, que dirigía el activo centro local de espionaje y propaganda) y San Sebastián, donde el general von Schultz, miembro del llamado “Estado Mayor de los cinco”, trató de organizar un centro de espionaje modelo, que descubrió al parecer las ofensivas aliadas de 1917[22]. En enero de 1918, von Kalle daba cuenta a sus superiores de que hasta esa fecha había gastado en el Nachrichtendienst unos 80.000 marcos anuales, es decir, alrededor de un cuarto de millón en cuatro años[23]. En mayo de 1918, el nuevo agregado naval Otto Wennes Steffan daba cuenta de que el Servicio de Etapas de la Marina (el Etappendienst establecido en puertos y costas para el contrabando y el apoyo a los submarinos) costaba unas 75.000 pesetas mensuales, suma que fue autorizado a incrementar hasta las 100.000 pesetas a partir de junio. Ese mismo mes, los gastos corrientes del embajador se habían elevado a 50.000 pesetas, que eran enviadas por intermedio del Banco Alemán Transatlántico[24].

Tras sufrir un ataque británico, el submarino UC-48, comandado por el Oblt.z.S. Helmuth Lorenz (en el centro, con capa y gorra), tuvo que ingresar el 23 de marzo de 1918 en la rada de El Ferrol, donde su oficialidad fue agasajada por miembros de la Marina Real:el n.º 5 es el alférez de fragata Cervera Jácome, hijo del almirante, y el n.º 6 es el alférez Pedro Nieto Antúnez, que sería ministro de Marina con Franco. Foto: Service Historique de la Défense (SHD), Marine.

En las costas y los puertos, el servicio secreto alemán desarrollaba cuatro actividades fundamentales: el contrabando, la comunicación radiotelegráfica de información relevante para el esfuerzo de guerra, el abastecimiento de los submarinos y el sabotaje ocasional de los barcos mercantes de la Entente o neutrales encaminados a los puertos aliados. Sin duda alguna, el tercer cometido fue el desarrollado con mayor intensidad. A inicios de la contienda, la inteligencia naval alemana había organizado pequeñas flotillas de barcos con tripulaciones locales para facilitar suministros a los sumergibles entre Cádiz y Canarias, ya que el Mediterráneo era muy arriesgado. En 1916, el abastecimiento, que fue organizado en buena parte por el alférez de navío Wilhelm Canaris, se estructuró en ocho sectores o Ettapen controlados por la Marina, muy similares a la distribución de la vigilancia costera francesa. El Etappendienst alemán se articulaba en un nivel superior (bajo el control del embajador y de los agregados naval y militar), intermedio (representantes consulares, empresarios residentes, agentes encargados especiales y personal enviado desde Alemania) e inferior (agentes ocasionales y locales que solían ser pequeños empresarios dedicados al negocio de la exportación, reclutados por la Marina alemana y con conocimientos de náutica, criptografía, topografía, sabotaje y manejo de aparatos de telegrafía sin hilos).

 

Notas

[1]Álvarez Gutiérrez, “Intentos alemanes”, 14 y Carden, German Policy, 55, 63 y 73.

[2]Ministère de la Guerre a Ministère des Affaires Étrangères (París, 23-XII-1915), en Archives des Affaires Étrangères (AAE), Série Guerre 14-18, Espagne, dossier général, vol. n° 485.

[3]Embajador Geoffray a Ministère de l’Intérieur (Madrid, 29-VI-1915), en AAE, Série Guerre 14-18, Espagne, dossier général, vol. n° 485.

[4]“Instructions pour les chefs des secteurs” (1916), en Service Historique de la Défense (SHD), Marine, leg. SS Q 56.

[5]Ministro de Marina a agregado naval en Madrid (París, 6-XI-1916), en SHD, Marine, leg. SS XC 12.

[6]Ministro de Marina a agregado naval en Madrid (París, 17-II-1917), en SHD, Marine, leg. SS XC 12. Subrayado en el original.

[7]Ministro de Marina (p.o., el jefe del EMGM almirante De Bon) a Petit Thouars (París, 23-VIII-1917), en SHD, Marine, leg. SS XC 12.

[8]Circular del MAE a las autoridades consulares de San Sebastián, Bilbao Santander, La Coruña, Vigo, Cádiz, Málaga, Almería, Cartagena, Valencia, Barcelona, Palma, Gibraltar y Las Palmas (París, 8-IX-1917), en SHD, Marine, leg. SS EA 77.

[9]Circular de 5-XI-1917, en SHD, Marine, leg. SS Q 56, SS Q 63 y SS Q 65.

[10]Waterfield, Professional diplomat, 34.

[11]Elizalde, “Les relations entre la Grande-Bretagne et l’Espagne”, 27 y Waterfield, Professional diplomat, 36.

[12]García Sanz, La Primera Guerra Mundial en el Estrecho: 258-259.

[13]Ibid., 221.

[14]Denvignes a Ministre de la Guerre, EMA, 2e Bureau (Madrid, 15-V-1917), en SHD, Guerre, leg. 7N 1201 (1915-1917).

[15]García Sanz, “Información, espionaje y contraespionaje”, 159 y 165-166.

[16]Pöhlmann, “Le renseignement allemand en guerre”, 9 y 12.

[17]Cunningham, “Spain and the War”, 424.

[18]Bassett, El enigma del almirante Canaris, 60.

[19]Denvignes a ministre de la Guerre, EMA, 2e Bureau (Madrid, 10-II-1917), en SHD, Guerre, leg. 7N 1201.

[20]Véase Caruana y González Calleja, “La producción y el contrabando de wolframio”.

[21]“Note sur la service secret allemand en Espagne” (s.f., pero 1918), en SHD, Marine, leg. SS EA 80.

[22]Boucard, Les dessous des archives secrètes, 108-109.

[23]Rivière, Un centre de guerre secrète, 121.

[24]Carpeta “Caramba”, nº 392 (28-VI-1918), en SHD, Marine, leg. SS Q 56.

 

*Entre sus últimos libros figuran Asalto al poder. La violencia política organizada y las ciencias sociales (Madrid, Siglo XXI, 2017); Socialismos y comunismos (Madrid, Paraninfo, 2017) y Guerras no ortodoxas. La “estrategia de la tensión” y las redes del terrorismo neofascista en Europa del Sur y América Latina (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2018) y Política y violencia en la España contemporánea, vol. 1: del Dos de Mayo al Primero de Mayo (1808-1903) (Madrid, Akal, 2019). Es coordinador de La Segunda República española (Barcelona, Pasado & Presente, 2015).

Portada: el submarino alemán U-56, refugiado en Santander y custodiado por un torpedero español, recibe la visita del embajador alemán, Maximilian Karl Wilhelm, príncipe de Ratibor, y de su familia (foto: Mundo Gráfico, 31 de julio de 1918)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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