Francisco Xavier Redondo Abal
Universidade de Santiago
Introducción
Los documentos policiales que ahora presentamos son, creemos, en su totalidad inéditos y en consecuencia nunca hasta el presente habían visto la luz. Nuestra intención es mostrar de forma íntegra esa documentación contextualizándola pues, estamos convencidos, representa una fuente destacada para el estudio de la represión franquista. No obstante, tratamos de documentos que, dada su procedencia, deben manejarse con especial cautela pero que, al mismo tiempo y esto es lo importante, muestran desde dentro la visión de los represores en su lucha contra la disidencia antifranquista, en concreto contra un determinado sector de oposición al régimen salido de la victoria en la Guerra Civil española: el Movimiento Libertario Español (MLE), organización anarcosindicalista fundada el 26 de febrero de 1939 e integrada por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL).
Así, los textos que siguen están conformados por los escritos relativos al conglomerado anarquista que en su momento ocuparon las páginas del denominado Boletín de Información Antimarxista (BIA) y su sucesor, desde 1946, el Boletín Informativo. En conjunto, hablamos de cincuenta y tres documentos que, cronológicamente, se inician en 1941 y culminan veinte años después. Esos informes comparten unas características comunes: por un lado, todos y cada uno de ellos fueron elaborados por la Dirección General de Seguridad (DGS), para ser más precisos en la Secretaría Oficial de la Comisaría General Político-Social, más conocida como Brigada Político-Social (BPS) o, en los círculos clandestinos, La Social o La Secreta; además, en segundo término, la documentación que exponemos se concentra, como ya indicamos, en el movimiento anarcosindicalista y su oposición al régimen franquista, tanto en el interior como en el exilio.
En consecuencia, estamos ante la mirada y la observación, el estudio y los análisis de los responsables de la persecución y represión del movimiento libertario en su lucha contra el franquismo. A través de sus documentos internos descubriremos el grado de conocimiento que la policía política franquista poseía de las personas, movimientos y organizaciones, actividades, contactos, discusiones, órganos de prensa, congresos, plenos y demás cuestiones relacionadas con la lucha desarrollada contra el régimen militar por la que fue primera fuerza sindical del Estado español hasta el inicio de la Guerra Civil. De esta manera, entenderemos la importancia de los boletines como fuente para el estudio de los grupos y formaciones anarcosindicalistas en su disputa y confrontación al franquismo. En definitiva, nos encontramos al leer estos documentos ante la vigilancia, el control y la represión efectuadas por la Brigada Político-Social contra su enemigo ancestral: el anarquismo y todas sus manifestaciones.
Si, como veremos, la bibliografía existente sobre la policía política franquista es todavía muy deficitaria, la relativa a los boletines elaborados en la DGS resulta casi inexistente. Que sepamos, solo una monografía se ocupó hasta la fecha del tema. Nos referimos al trabajo del periodista Gabriel Carrión titulado Fichados, cuyo desmedido subtítulo, Los archivos secretos del franquismo, no hace justicia a sus doscientas setenta páginas. En realidad, el libro de Carrión, publicado en 2020, recoge cerca de sesenta portadas del Boletín Informativo, la mayoría pertenecientes a los años finales del franquismo, es decir, a la década de los setenta. Cada capítulo contiene breves transcripciones del texto policial junto a comentarios del recopilador y en la mayoría de los documentos elegidos sobresale el nombre de una persona sobradamente conocida y de militancia comunista: desde Jorge Semprún hasta Pío Moa, pasando por Simón Sánchez Montero, Santiago Carrillo, Gerardo Iglesias…
Ahora bien, sí podemos contar con algunos trabajos serios y rigurosos sobre estos boletines. Esos estudios son escasos y a ellos nos referiremos posteriormente cuando tratemos la historia y el contenido de estos documentos policiales. Pero, adelantemos que fueron de especial ayuda las investigaciones que sobre este terreno realizaron Juan José del Águila, Ana Martínez Rus, Pablo Alcántara, Lorenzo Sebastián y José L. Rodríguez Jiménez, entre otros.
Como ya señalamos, la historiografía sobre la Brigada Político-Social, aunque deficitaria, comienza paulatinamente a dar sus frutos gracias a la publicación de ensayos dignos de consideración, escritos pese a las trabas impuestas a los investigadores para el acceso, consulta y reproducción de documentación relativa a la policía secreta franquista, unas dificultades que, querámoslo o no, representan otra victoria de la dictadura franquista. Pese a lo dicho, si exceptuamos las investigaciones periodísticas publicadas a finales de los años setenta y principios de los ochenta en medios como Cambio 16, Informaciones, El País, La Vanguardia e Interviú, trabajos centrados en la violencia policial y la práctica de la tortura en las comisarías del Estado, muy poco se ha publicado alrededor de la BPS.
Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Pons Prades y Gregorio Morán escribieron diversos artículos centrados en funcionarios de la policía política franquista y, ya en el año 2000, el valenciano Rafael Chirbes novelaba la vida de un comisario de esa policía secreta en La caída de Madrid. En 1998 apareció un texto hagiográfico firmado por Fabián Mauri titulado José Ramón Piñeiro, Comisario General Brigada Político Social: biografía autorizada, sobre la vida de este funcionario, un libro complaciente, paternalista y laudatorio que no merece mayores comentarios. Pero fue Antoni Batista el primero en investigar en profundidad al aparato represivo cuando en 1995 publicó La Brigada Social, un trabajo al que siguió ya en 2010 La carta: historia de un comisario franquista. En 1999, José Ramón Gómez Fouz centraba su ensayo Clandestinos en la BPS de Asturias, mientras que Alberto Sabio analizaba el desarrollismo franquista desde 1958 junto a la violencia política y represiva en su libro Peligrosos demócratas: antifranquistas vistos por la Policía política, editado en 2011. Ya en 2019 el periodista Lucas Marco ofrecía al público su visión de la BPS en Valencia bajo el revelador título Simplemente es profesionalidad, mientras que muy recientemente, en 2022, Pablo Alcántara ofrecía la hasta ahora más completa visión del cuerpo policial en un trabajo titulado La Secreta de Franco: la Brigada Político-Social durante la dictadura. Dos años antes, este mismo autor había relatado en su tesis doctoral, El águila gris, la historia de la BPS en Asturias y Madrid.
Para finalizar, digamos que diversos autores han colaborado en monografías, obras colectivas y artículos en publicaciones periódicas tratando esta cuestión, con análisis sobre el tema policial en la España de la dictadura y la Transición: Martín Turrado Vidal (inspector jefe del Cuerpo General de Policía), Eugenio Benito Poveda (jefe de la Brigada de Investigación Criminal), Julio Antón López, José Caamaño Bournacell, Manuel Balbé, Alfredo Grimaldos, Mariano Sánchez Soler, Fernando Hernández Sánchez, José Babiano, Gutmaro Gómez Bravo, Antonio Míguez, Javier Tébar, Jorge Marco, José Alberto Gómez Roda, Julián Delgado, Ana Domínguez Rama, Carlos Fonseca, Sophie Baby, Pau Casanella, Juan José del Águila, Fernando Hernández Sánchez, Mario Martínez Zauner…
Epílogo. Policía y anarquismo: el investigador investigado
Eliseo Fernández
Desde hace ya casi dos décadas el bibliotecario Francisco Xavier Redondo Abal viene ofreciéndonos interesantes contribuciones sobre nuestra historia contemporánea, con especial dedicación a todo lo que tiene que ver con la persecución de bibliotecas, bibliotecarios y bibliotecarias en Galiza después del golpe militar de 1936. Suyas son también ediciones comentadas de varios libros de memorias, y varios proyectos de carácter biográfico, uno de ellos sobre la guerrilla antifranquista gallega y el otro sobre los gallegos juzgados por el Tribunal de Orden Público.
El impresionante esfuerzo de investigación y difusión de Francisco Xavier continúa ahora con la publicación de esta edición de documentos policiales sobre el movimiento libertario, que rescata de diversos archivos y bibliotecas. El Boletín de Información Antimarxista y el Boletín de Información eran publicaciones de carácter interno y difusión restringida elaboradas por personal de la Dirección General de Seguridad, con el objetivo de difundir entre el cuerpo policial una detallada información sobre el carácter y actividades de las organizaciones de la oposición antifranquista, que accesoriamente tienen también interés para la recuperación de la historia del anarquismo.
La publicación de estos documentos contribuye a la tarea de la reconstrucción de la historia de las organizaciones libertarias en los años oscuros de trabajo clandestino que van entre 1941 y 1960, ofreciendo interesantes detalles sobre la forma de actuación, las diferencias entre las diversas tendencias del movimiento libertario y las relaciones con otras organizaciones. Estamos hablando de un período importante de la historia del movimiento libertario sobre el que todavía existen muchas incertidumbres y desconocimiento. Ni las historias militantes de Juan Manuel Molina o de Abel Paz, ni los acercamientos de la historiografía contemporánea como los realizados por Ángel Herrerín han conseguido reconstruir una visión completa (y compleja) de los esfuerzos reorganizativos del movimiento libertario, su participación en la lucha guerrillera o su relación con otras organizaciones antifranquistas y con el exilio confederal.
Si se diera el caso de que estos informes publicados por los altos cargos de la policía franquista fueran elaborados de forma profesional, con rigor y conocimiento profundo del objeto de estudio, su valor sería incalculable para las personas interesadas en la reconstrucción de la historia del anarquismo y de la oposición antifranquista. Pero al leer las parciales apreciaciones contenidas en los informes salta a la vista un conocimiento superficial de la historia del movimiento libertario y la escasa comprensión de su funcionamiento, estructura y fundamentos ideológicos, probablemente a causa de los prejuicios ideológicos de los autores, que muestran sin recato en sus trabajos. Tampoco parece que existiera un plan sistemático de investigación y difusión de las informaciones obtenidas, lo que hace que los contenidos sean irregulares en su alcance, descompensados en el tiempo y, salvo excepciones, carentes de continuidad y seguimiento.
Por ejemplo, al distinguir entre las facciones del anarcosindicalismo los informes no dejan suficientemente claras algunas diferencias básicas entre las dos tendencias, como son que la facción llamada “política” consideraba como organismo superior a la CNT del Interior (por ello se hablaba de un Sub-Comité Nacional para denominar al que pueda existir en el exilio), mientras que la facción “apolítica” elegía a sus cargos entre la organización exiliada, donde estaba el grueso de su militancia mientras que en el interior su presencia era testimonial excepto en Catalunya; ni tampoco aclara el hecho de que la facción “política” insistía en la reorganización sindical y la restauración democrática en colaboración con otras organizaciones y mediante la negociación con la diplomacia de las democracias occidentales, mientras la facción apolítica no desdeñaba la lucha armada y rechazaba los compromisos con otras fuerzas o las vías diplomáticas. En uno de los documentos (Documento 33) incluso cree constatar un cambio desde los métodos antiguos (articulación orgánica clásica) hacia la denominada nueva táctica (organización en grupos aislados), cuando estamos ante dos modos de organización que habían funcionado desde hacía décadas de forma simultánea y en función del nivel de peligrosidad de la actividad desarrollada: en los años de referencia unos fueron aplicados preferentemente por la facción política (los denominados métodos antiguos) y otros por la facción apolítica (los denominados nuevos métodos), sin que se produjera un cambio global en los métodos de las organizaciones libertarias.
Los informes tampoco proporcionan una información muy completa sobre las organizaciones unitarias del antifranquismo en los años 40, como fueron la UNE y la ANFD. Sobre todo, se echa de menos aclarar que la UNE no era una organización real, sino un trampantojo formado por el Partido Comunista mediante la captación de militantes de todas las organizaciones del antifascismo a las cuales representarían dentro de la UNE, pero sin mantener una relación real con sus organizaciones de origen. Por el contrario, la ANFD fue una organización unitaria formada por diversas organizaciones antifranquistas, en la que la CNT destacaba por su mayor nivel de reorganización, pero que contaba también con las precarias organizaciones socialistas y republicanas.
Un hecho que llama fuertemente la atención es que un tercio de los informes publicados corresponde a los años 40, mientras que los dos tercios restantes corresponden a la década de los años 50. Ello es llamativo porque la época de mayor actividad libertaria clandestina en el interior fueron los primeros años 40, mientras que la actividad clandestina libertaria de la década de los 50 fue más bien residual y estuvo restringida a algunas zonas de Catalunya. A pesar de que los años 50 son un período de actividad de la guerrilla urbana libertaria en Catalunya, no parece que estos informes pudieran tener mucha utilidad para los policías de otros territorios, donde no existía presencia ni actividad de esta guerrilla. No parece por tanto muy adecuada a los supuestos fines de los boletines la falta de información sobre las actividades clandestinas de los años 40, en el período en que casi todas las regionales estaban en plena actividad y en los que mayor actividad desarrollaban las fuerzas de orden público. Ni parecen tener excesiva utilidad para el policía de a pie las prolijas informaciones sobre el exilio confederal en los años 50 y menos aún sobre las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas de Suecia, Cuba, o los comicios de la AIT.
Existen omisiones llamativas, como la ausencia de referencias a la participación libertaria en las organizaciones guerrilleras; si exceptuamos lo que se refiere a Catalunya, no existe ninguna información sobre participación de militantes anarquistas en la lucha armada en Galiza, León o Andalucía, que tuvo cierta relevancia, ni de la actitud de la CNT frente a la lucha guerrillera, ni tampoco información sobre las redes de pasadores de la frontera en Euzkadi o los grupos organizados en los presidios. Y en una obra de propaganda del nuevo régimen se echan a faltar también más referencias a un clásico de los mensajes oficiales, como era el de la presencia y control de la masonería sobre todas las organizaciones antifascistas.
Por más que en el curso de la guerra, la clandestinidad y el exilio la CNT hubiera perdido buena parte de las características de organización horizontal que habían sido su santo y seña, resulta forzada la insistencia en convertir a la CNT en una organización jerárquica clásica, catalogando a los comités como emisores de normas o como meros “mandamases”. El hecho de negar la existencia de cauces de democracia horizontal en los procesos de toma de decisiones, puede tener algo que ver con la negativa a reconocer que hacia la mitad de la década de 1940 la CNT del interior funcionaba a todos sus niveles (desde los sindicatos, federaciones locales, comarcales, regionales, hasta el comité nacional) y tomaba sus decisiones de forma más o menos democrática ¿Dónde quedaría entonces la conspiración judeomasónica si las ordenes no llegaban del extranjero sino que eran tomadas por la propia militancia en el interior?
Los errores en la transcripción de los nombres de muchas de las personas nombradas en los informes pueden parecer anecdótica, pero revela por una parte cierto descuido al elaborarlos y por otra una escasa preocupación por su utilidad práctica, teniendo en cuenta los enormes medios que poseía la policía franquista para la búsqueda de antecedentes de las personas perseguidas. Pese a que se reclamaba de las brigadas regionales y secciones locales de investigación social que los boletines fueran tenidos en cuenta y pudieran ser utilizados para el intercambio de información, poco se podía hacer cuando se daban nombres o lugares de nacimiento equivocados. Y esto es algo que se repite en toda la selección de informes, como cuando se cita a José Peirats Valls como José Peirats Satolalla o Santaolalla, o Santolaya; del mismo modo se nombra a Juan Sano Sicart por Juan Sans Sicart, a Liberto Luzaga por Liberto Lucarini “Lukazaga”, Máximo Romero por Maximino Romero, Renee Lambert por Renée Lamberet, Eugenio Carbó por Eusebio Carbó o José Diadiu por José Viadiu; y también se indica que Juan Vázquez era natural de Batanos, cuando su lugar de nacimiento era Betanzos-A Coruña; con informaciones como esta última, poco retorno y colaboración se podía esperar de la policía gallega para completar la información sobre Juan Vázquez o sus eventuales relaciones en Galiza. La repetición constante de algunos de estos y otros errores, referidos tanto a militantes de base como a responsables bien conocidos dentro de las organizaciones libertarias, indica que no se trataba de erratas puntuales, y que más bien se manejaba información deficiente y que se transmitía sin mayores comprobaciones.
El sentido de los documentos parece al final tener poco que ver con la formación de los agentes de policía a que estaba destinado y más con un esfuerzo de adoctrinamiento y reafirmación de la actividad represiva y antipopular que estaban ejerciendo. De ahí el bajo nivel de sus contenidos y la repetición de consignas, lugares comunes y afirmaciones prejuiciosas. Pero no todo son malas noticias, pues lo que es una lástima para los historiadores seguramente fue una suerte para los anarquistas que vivían bajo la dictadura: es poco probable que la difusión entre los agentes de policía de información incompleta y sesgada pudiera ayudar en la tarea de perseguir las actividades clandestinas de las personas implicadas en la actividad de las organizaciones libertarias.
Dos imágenes de Quico Sabaté (fotos: archivo de Pedro Costa/El País)
La edición de estos informes muestra otra utilidad para los lectores y las lectoras, que es la de acercarnos a las ideas y métodos del cuerpo policial encargado de la vigilancia y control de la disidencia durante el período franquista. Francisco Xavier Redondo ya nos da cuenta en su documentado prólogo del déficit de investigaciones sobre la historia de la Brigada Político-Social. Es precisamente este trabajo de recopilación un paso más en el conocimiento del papel de la policía en la historia de la represión durante la dictadura franquista. Pese a una supuesta democratización de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, no ha existido una política activa de investigación de la actividad criminal de la policía durante la dictadura, ni ha habido una depuración de sus integrantes, por lo que se hace difícil deslindar si sus métodos y orientación han sufrido el más mínimo cambio entre las décadas los años del franquismo y la actualidad. Algo que se antoja difícil cuando los protagonistas siguieron siendo los mismos durante muchos años.
Pese a que los archivos policiales están teóricamente a disposición de los investigadores e investigadoras, en la práctica no resulta fácil llegar al conocimiento de la estructura, organización y actividad de la policía, ni siquiera durante los años del franquismo. En teoría, no debería haber problemas en consultar documentación policial de más de 50 años de antigüedad, pero los sistemas archivísticos del Ministerio del Interior no parecen orientados hacia una transparencia real. En la práctica la posibilidad de consulta se restringe a la investigación sobre lo que la propia policía investigaba, pero se dificulta enormemente la posibilidad de que sea la propia policía el objeto de la investigación histórica. Existen muchos métodos de negar este tipo de información, entre los que podemos citar la destrucción irregular de fondos archivísticos, la desorganización de las series documentales o su confusión con los archivos de oficina aún activos, la inexistencia de instrumentos de descripción, la limitación de las transferencias a los archivos históricos o la adopción de restricciones por una aplicación abusiva de la Ley de Protección de Datos. También es corriente la exigencia de que el investigador oriente su búsqueda hacia personas concretas, limitando de este modo los resultados a lo que pueda aparecer en los expedientes policiales, como relojeros que pueden ver la esfera del reloj pero nunca llegar a acceder a su maquinaria.
La consecuencia última de la dificultad de consultar los archivos policiales es la imposibilidad de que se hayan realizado trabajos como los publicados por José Álvarez Junco sobre la actividad de Pedro Vallina en Francia gracias a los archivos de la Prefecture de Police de Paris, o los publicados por Martín Albornoz y Diego Antonio Galeano sobre la coordinación de las policías latinoamericanas en la persecución de la militancia anarquista.
Los boletines tenían carácter confidencial, pero eran un medio impreso y difundido por las vías internas de la policía, que de alguna manera podía llegar a manos de personas fuera del círculo a que iban inicialmente destinados. Es por ello por lo que los aspectos más delicados de la investigación policial no aparecen descritos de forma detallada y hay que leer entre líneas para avanzar algo sobre los métodos que la policía franquista utilizaba para conseguir la información acerca de las organizaciones libertarias.
Juan Sánchez y Francisco Baílo, dos de los anarquistas españoles procesados en Lyon por la realización de atracos a comienzos de los años 50 (fotos: memoire-libertaire.org)
Entre los documentos más llamativos recogidos en los informes están los relativos a los procesos a que fueron sometidos varios anarquistas españoles en Lyon en los primeros meses de 1955 por haber cometido varios atracos. Dichos procesos contaron con un “observador directo de la División de Investigación Social” que recogió en varios informes sus impresiones sobre la evolución de los juicios y sus protagonistas. Ello implica que había agentes de la División de Investigación desplazados en Francia, sin que podamos saber si presenciaron el juicio como público general. Cabría la hipótesis de que contaran con la colaboración de la policía francesa, pero es improbable por la situación política de ambos países, y también puede ser que actuaran infiltrados en las organizaciones libertarias, pero en este último caso sería extraño que su presencia fuera reconocida en el Boletín, por más que este fuera de circulación restringida.
Es natural que la actividad de la guerrilla urbana libertaria fuera uno de los objetivos de la vigilancia policial y que los agentes desplazados en Francia desplegaran su actividad para establecer los vínculos entre las organizaciones libertarias del exilio y los guerrilleros, intentando prever sus acciones futuras, descubrir sus contactos en el interior, con vistas a la desarticulación de los grupos que todavía actuaban clandestinamente o los que llegaban del exilio. El informe de actividades anarquistas correspondiente al año 1950 señala como fuente privilegiada las declaraciones arrancadas a dos militantes anarcosindicalistas que habían entrado desde Francia a finales de 1950: Pedro Galán Mora y Antonio Molina Muñoz fueron con toda probabilidad sometidos a torturas para conseguir averiguar obtener más información sobre la guerrilla urbana libertaria.
No es fácil conseguir saber si los agentes que pudieran estar desplazados en Francia podían actuar personalmente cerca de la militancia confederal, a través de confidentes o incluso de infiltrados en las organizaciones libertarias. De cualquiera de las formas, sí se constata en los documentos la existencia de algunas informaciones exageradas o poco creíbles: por ejemplo, en el número 57 del Boletín Informativo se recoge una información sobre una posible unidad de acción entre la CNT y el POUM para la acción conjunta en el interior, con la organización de escuadras para amenazar a dirigentes de grandes empresas; y en el número 59 se recogen informes sobre dos militantes de la FAI que por sorteo fueron designados para realizar atentados en Madrid, uno de ellos contra un alto cargo de la embajada de Estados Unidos. Este tipo de informaciones tienen toda la apariencia de ser meras invenciones que justificaban la presencia de los agentes en Francia y que al mismo tiempo seguían la corriente de la propaganda del régimen dictatorial.
En el Boletín Especial número 287 se recoge una información sobre una supuesta discusión entre Germinal Esgleas y Francisco Sabaté, que por su carácter forzosamente tenía que provenir de una persona próxima a los ambientes de la militancia más destacada del exilio anarcosindicalista. Eso nos indica o bien que los agentes de la policía destacados en Francia tenían acceso a esos círculos o habían encontrado la forma de obtener informaciones a través de confidentes a sueldo. La necesidad de justificar las cantidades invertidas en la investigación puede ser un motivo más de introducir otras informaciones poco veraces pero alineadas con los prejuicios existentes por parte de los altos cargos policiales.
Los intentos de colocar confidentes e infiltrados cerca de las organizaciones libertarias ha sido una constante en los trabajos policiales de investigación, y en ocasiones algunos de ellos han actuado como elementos provocadores, estimulando la realización de acciones que quizá no se hubieran llevado adelante sin su intervención. Para los años que siguieron al período recogido en estos documentos se ha constatado la actuación de Jacinto Guerrero Lucas “El Peque”, que llegó a Francia en los años 60 y pese a las sospechas que sobre él se cernían, actuó entre los grupos de acción relacionados con Defensa Interior, y algunos años después también es conocida la figura de Joaquín Gambín, infiltrado policial y provocador del incendio de la sala Scala en Barcelona en enero de 1978, en el que murieron cuatro personas. Del torpe manejo por la policía española de confidentes e infiltrados dan fe los recientes ejemplos de los atentados del 11 de marzo de 2004 y de los atentados de Barcelona y Cambrils en 2017. Más allá de las teorías de la conspiración, está demostrado que entre las células islámicas que protagonizaron estos hechos menudeaban los confidentes e infiltrados policiales y del CNI, que tuvieron una actuación absolutamente nula a la hora de prevenir los citados atentados.
Volviendo a los informes, no parece improbable que la publicación de estos documentos tuviera también una intencionalidad de carácter interno, como sería la de dotar de cierto prestigio a sus autores como especialistas en la historia policial (si tal cosa pudiera existir) del movimiento anarquista. Este hecho vendría corroborado por los libros de los que Eduardo Comín Colomer fue autor y que lograron una cierta difusión. Por orientación y estilo, estos informes, los libros de Mauricio Carlavilla y Eduardo Comín Colomer parecen formar parte del mismo esfuerzo propagandístico que encontramos en dos publicaciones posteriores probablemente apócrifas como son “Las escuelas terroristas de Toulouse” de Mauricio Prieto Solanes (Barcelona: Rodegar, [1965]) y “Habla mi conciencia” de José Francisco (Barcelona: Acervo, [1966]).
Pese al esfuerzo publicitario de la policía franquista, la verdad histórica de la lucha de las organizaciones anarcosindicalistas se va abriendo paso con la publicación de investigaciones locales, memorias de sus protagonistas y la puesta en disposición de la prensa del exilio. Y, pese a todo, también la historia de la policía franquista y su papel en la represión franquista terminará también por salir a la luz.
Índice de la obra
Prólogo
Introducción
La Policía Política franquista
El Boletín de Información Antimarxista y su sucesor
La presente edición
Bibliografía
Documentos de la Brigada Político-Social sobre la CNT-FAI-JJLL (1941-1960)
Relación de documentos policiales
Epílogo. Policía y anarquismo: el investigador investigado
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Sello de la CNT-AIT. en el exilio por importe de 5 Fr. negro y rojo, editado en Francia (Referencia: Allepuz 1881). Editada en Francia (imagen: subastas Soler y Llach)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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