Javier Tébar Hurtado y Rosa Toran Belver

Historiadores
 
Pasado y presente: las huellas del Franquismo

 

Nosotros hemos visto caer lágrimas de Franco sobre el cuerpo de esta madre, de esta mujer, de esta hija suya que es España, mientras en las manos le corría la sangre y el dolor del sacro cuerpo en estertores. ¿Quién se ha metido en las entrañas de España como Franco, hasta el punto de no saber ya si Franco es España o España es Franco? ¡Oh, Franco, caudillo nuestro, padre de España! ¡Adelante! ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!”. Ernesto Giménez Caballero, ABC, 26-1-1938, p. 4.

Hoy el Franquismo ha muerto, pero su memoria no. Como régimen político la dictadura del general Franco forma parte ya de la historia española y europea del siglo XX. Fue una de las más longevas entre las surgidas durante la época de los fascismos. Su memoria, sin embargo, todavía resuena en el espacio público y condiciona los debates políticos. Esta innegable peculiaridad española nos la recuerda, entre otras cosas, la existencia de una Fundación “Nacional” con el nombre del dictador creada en 2002, aunque ya recibiera dinero público gracias a las generosas subvenciones concedidas por el último gobierno de José María Aznar, a partir del año 2000. Esta entidad sin ánimo de lucro, reconocida legalmente, tiene como objetivo exaltar la figura del dictador. Hoy todavía custodia 30 mil documentos originales procedentes de un archivo que, en parte, está formado por aquella documentación vinculada a su condición de jefe de Estado. Y esto es una absoluta anomalía en el marco de los países de nuestro entorno. Como también es una anomalía que el propio Estado siga bloqueando el acceso a los documentos sobre el período dictatorial conservados en algunos archivos públicos. Esta situación tiene que ver tanto con nuestro pasado dictatorial como con la historia de la democracia española y con nuestro presente.

Entrada al panteón de la familia Franco en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo en noviembre de 2019 (foto: Libertad Digital)

Nuestro propósito y lo que pueda aportar este libro tiene que ver con la idea de que la historia como disciplina nos dota de herramientas para ofrecer un análisis de esa memoria persistente del franquismo con la que se nos ofrece un determinada imagen del pasado. Debemos aclarar, de entrada, que no es una investigación dirigida a los especialistas conocedores del período. El objetivo básico es ofrecer una síntesis histórica, reconociendo las diferencias entre esas dos formas de aproximarse al pasado que son la Historia y la Memoria, que pueda ser útil a los lectores. La intención ha sido en general dirigirnos a un público con afán de conocer y comprender ese pasado histórico. Pero de manera muy particular nos interesa la atención de las generaciones que nacieron cuando la dictadura moría y han crecido ya durante la democracia. Son esa parte de la ciudadanía que muestra su incredulidad ante hechos de la vida cotidiana que vivieron sus padres y abuelos: la imposibilidad de las mujeres de abrir una cuenta de ahorro sin la autorización del marido; la represión sexual ejercida por la moral nacionalcatólica, la tipificación del adulterio como delito, la imposibilidad de divorciarse y la persecución del aborto; la limitada extensión de la educación que excluía a buena parte de la sociedad de las aulas; el grado de desigualdades económicas y la persecución de aquellos que expresaban ideas políticas diferentes a las de la dictadura, y tantas otras cosas. En definitiva, la falta de libertades que significa vivir en una dictadura. También pensamos que, tal vez, este trabajo pueda ser útil para el mundo de la enseñanza y de sus profesionales, situados en primera línea de la educación de las generaciones más jóvenes. Por todo ello, hemos decidido trazar un camino intermedio entre la obra de divulgación y la monografía histórica especializada. La estructura adoptada para nuestro relato en cinco apartados precisamente responde a esta intención.

Ha quedado lejos de nuestros objetivos tratar con toda la amplitud y complejidad hechos y fenómenos acaecidos en un período tan largo temporalmente como fue la dictadura franquista, desde las cuestiones nacionales o los movimientos opositores políticos, que no se han desarrollado en capítulos singulares, sino que tan sólo se han esbozado en los diversos tratamientos temáticos.

Hemos tratado de dar cuenta del significado histórico de la figura del dictador y su régimen, de las consecuencias de aquello que destruyó a partir de examinar los daños causados y del proceso de construcción institucional, para a continuación examinar la evolución y las transformaciones que vivió la propia sociedad española. Y finalizar con el examen de la pervivencia de ese pasado, a través de aproximarnos a algunos de los la orientación dada al desarrollo de estos apartados adopta una perspectiva “local”, pero esta es una opción voluntariamente escogida y que nos parece tan válida como otra, en la medida que se enmarcan en temas generales, como son la represión y las cárceles. En todo caso, esto nos ha permitido, en buena medida, dejar al descubierto la propia construcción de una “desmemoria” del franquismo, que también hoy pretende difundirse, blanqueada, como una “nueva memoria”.

Fotograma del documental El silencio de otros
Cuando la memoria se borra y la historia se roba

Durante el franquismo, el carácter abierto y plural de una parte de la cultura española que caracterizó los años republicanos fue sustituido por un Estado que impuso una revisión radical de la historia nacional, fijando una única lectura de ella, cerrada, unilateral y excluyente, imbuida de un “nacionalismo de guerra”. Así, se llevó a cabo una operación de borrado de la memoria que nos remite a unas específicas formas de olvido. A partir de estas formas, impuestas a lo largo de la Historia en distintas naciones y regímenes políticos de cualquier ideología, se establecen las maneras de recordar el pasado, y dan como resultado la construcción de una buena memoria que alimenta determinados relatos históricos. Esta operación en la antigüedad era conocida como damnatio memoriae y se utilizaba para que el nombre de aquellos poderosos que habían caído en desgracia (emperadores, generales, autoridades, artistas…) fuesen borrados de los frontispicios de los templos antiguos, llevándose a cabo la destrucción de monumentos, de inscripciones y de libros, o bien que se renombrasen las estatuas con nombres nuevos.

El franquismo se comprometió a fondo en hacer de los años republicanos una “memoria borrada”. El objetivo era ofrecer una única visión de España. A partir de las políticas públicas de memoria, de carácter excluyente y parcial, el franquismo ejerció el control de la educación y de los medios de comunicación, y empleó la represión y la censura para facilitar la transmisión de un mensaje que caló de manera sólida en la mentalidad colectiva de los españoles. La participación de los historiadores identificados con el Régimen resultó una pieza fundamental en esta operación política.

Pero también el uso de la imagen como propaganda, ejemplificado, entre la abundante filmografía existente, por el documental Franco, ese hombre, dirigido por José Luis Sáenz de Heredia en 1964, como obra conmemorativa sobre la figura de Francisco Franco.

Fotogramas de la película Franco, ese hombre, seleccionados para la contraportada de la edición en DVD

Sin embargo, la fijación de esta memoria de la dictadura también nos remite a nuestra historia más reciente. “Hemos escuchado hablar de Franco, pero no sabemos gran cosa; ¿podría explicarnos alguna cosa más?”; esta es una pregunta con la que es frecuente toparse en la docencia de enseñanza media o incluso en la universitaria. Alguien podría pensar que hoy la gente joven, si tiene interés, dispone de medios y cuenta con información necesaria para tratar de responderse a sí misma sobre este asunto. Sin embargo, los resultados que conocemos cuestionan esta respuesta tan simple por dos razones como mínimo: primero, porque esas montañas de información se entremezclan con enormes canteras de desinformación y, en segundo lugar, porque esa seca respuesta, “deberías conocerlo”, no distingue algo tan básico como que la información no es en sí misma conocimiento, algo que produce sonrojo recordar. Por otro lado, también puede decirse que esto no constituye una excepción, puesto que en general los jóvenes conocen tan poco la historia como la conoce buena parte de la ciudadanía de este país. A esta situación se añaden signos de que la Historia en la actualidad ha tocado fondo en la Universidad y que, más pronto que tarde, comenzaremos a escarbar en la “posthistoria”, tal como ha sugerido el historiador Andreu Mayayo, es decir, en el terreno donde no existe la distinción entre la verdad y la mentira, el hecho y la ficción. Todo queda reducido a creencia, a relativismo y validez de lo que son meras opiniones. De esta forma, a los jóvenes, tanto en España como en otros países europeos, las políticas públicas les están robando la Historia. Buen ejemplo de esto son algunas de las resoluciones aprobadas por el Parlamento europeo, como la referida a “la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa” aprobada en septiembre del año 2019, así como el relato construido durante los últimos años por la Casa de la Historia Europea creada en Bruselas.

En el caso de nuestro país, entre los estudiantes se sabe que hubo una guerra, que hubo persecución de las personas por sus ideas, que Franco gobernó tres décadas o más, pero cuando en algunas encuestas de las que se disponen se pregunta qué se sabe de Franco y cómo accedió al poder las respuestas no son tan nítidas. Según los datos ofrecidos por el historiador y especialista en didáctica de la Historia Fernando Hernández Sánchez, aunque los alumnos definen al general Franco como un dictador (un 62% en enseñanza media y un 80,7% en enseñanza universitaria), sus respuestas sobre cómo accedió al poder varían notablemente. Así, si entre los universitarios responden que fue través de un golpe de Estado y una guerra civil (78,6%), entre los estudiantes de enseñanza media esta respuesta se reduce al 38%.

Franco visita las obras del embalse de Santa Ana en 1955 (foto: Pérez de Rozas)

Los resultados de las encuestas antes referidos son sintomáticos sobre un problema general que afecta a la imagen del pasado de la dictadura española, a la propia memoria colectiva del país. Esta es una cuestión que tiene particulares efectos en los niveles educativos de bachillerato. Por esta razón es necesario replantear a fondo los contenidos, los modelos explicativos y las interpretaciones predominantes en los manuales escolares editados durante la etapa democrática. En los libros de texto se detecta una clara pervivencia de la narrativa equidistante sobre la historia de la guerra y la falta de una didáctica crítica de la Historia. Ante esta situación, la enseñanza de la Historia Contemporánea más reciente, tal como viene insistiendo Fernando Hernández Sánchez, adquiere un carácter de imperativo cívico y democrático, por cuanto en las aulas debería dotarse al alumnado de las claves de los procesos que han conformado la sociedad en que va a insertarse en breve como sujeto en plenitud de derechos políticos, algo que pasaría por darle un protagonismo a esa etapa de la Historia a partir de diseñar un curso propio para su tratamiento, en concreto el último de la secundaria obligatoria. Esto es algo que se ha producido en otros países de nuestro entorno como Francia, Alemania o Italia. De lo contrario, nuestra relación como sociedad con esa página de la historia nacional será difícil de superar, conformándose como “un pasado que no pasa” de manera similar a algunos casos de otras experiencias históricas traumáticas ocurridas en países vecinos.

Esto no significa que en la enseñanza obligatoria y en el bachillerato no se trate la historia del franquismo. La ESO es la última etapa en que todos los estudiantes pueden recibir información sobre el franquismo y la Transición, pero se convierte en superficial o nula, dada la extensión del programa y la disminución horaria, por la devaluación de las disciplinas humanísticas, y los efectos de los recortes presupuestarios para la enseñanza pública, desde que se iniciara la “Gran Recesión” de 2008. A pesar de todo, desde hace años los profesionales de la enseñanza tratan los temas que nos ocupan, en la mayor parte de los casos de manera acertada y con voluntad y esfuerzo, elaborando sus propios recursos con el objetivo de hacer significativos los contenidos del período, y buscando el interés y una motivación del alumnado que va más allá de los libros de texto al uso. Aunque cabrá decir que el problema fundamental no son ni mucho menos los docentes ni, tal vez, exclusivamente los libros de texto, sino la masiva intoxicación informativa que circula por la redes sociales y que en buena medida terminará “educando” a parte de la ciudadanía más joven, sin olvidar el papel de los medios de comunicación como destaca dos dispositivos de transmisión de una determinada imagen del pasado.

Imagen difundida en 2019 en redes sociales de alumnos del colegio Llaüt de Palma saludando brazo en alto en horario lectivo (foto: Última Hora)
Los dos mitos de la dictadura

Los discursos de exaltación o de blanqueo del franquismo debilitan la democracia española, difuminan la frontera entre dictadura y democracia. El escritor Manuel Vázquez Montalbán, cuando finalizaba el milenio, resumía la versión dominante sobre el significado de los cuarenta años de dictadura que se terminaría imponiendo en nuestro país ya durante los años ochenta y noventa del pasado siglo XX. En la peculiar autobiografía del dictador que publicó, Montalbán describió con precisión las consecuencias de este tipo de discurso, ofreciéndonos la siguiente definición de la figura de Franco:

“Francisco Franco Bahamonde, El Ferrol 1892-Madrid 1975. Militar y político español. Destacó en las campañas africanistas de comienzos de siglo y comandó el bando nacionalista durante la guerra civil (1936-1939) frente al bando republicano. Jefe del Estado hasta su muerte en 1975, gobernó con autoridad no exenta de dureza, pero bajo su mando se sentaron las bases del desarrollismo neocapitalista que hizo de España una mediana potencia industrial en el último cuarto del siglo XX”.

Esta irónica, por supuesto, definición biográfica habría conseguido finalmente y en gran medida hegemonizar el discurso público. Pero más allá de los “marcos sociales”, insistimos, también ha terminado en buena medida calando en los contenidos e interpretaciones impartidos en la enseñanza de la historia en nuestro país. De forma que como pronosticaba el propio Montalbán, cada vez que un ciudadano del futuro lea esa Historia objetivada o presencie esos vídeos reductores, será como si usted [Franco] emergiera del horizonte conduciendo un bulldozer negro dispuesto a cubrir con una capa más de tierra a todas sus víctimas de pensamiento, palabra, obra y omisión…”.

Francisco Franco inaugurando el Embalse de San Esteban el 23 de septiembre de 1956 (ARCHIVO DE SALTOS DEL SIL)

Las políticas de la memoria puestas en marcha por la propia dictadura se basaron en dos mitos fundacionales, que coexistirían a lo largo del tiempo. El primero de ellos fue la justificación de la guerra, es decir, del golpe de Estado fracasado que daría paso a una guerra cruenta, mal llamada por los vencedores Guerra Civil, para enmascarar el golpe y la ayuda de los fascismos a su desenlace, cuando en realidad habría que denominarla Guerra de España teniendo en cuenta sus implicaciones internacionales, como claro preámbulo a la Segunda Guerra Mundial, y porque en los territorios conquistados donde triunfó la rebelión no hubo confrontación, sino tan sólo represión, como sucedió en Andalucía occidental, Galicia, Navarra, La Rioja o Canarias y las plazas africanas, donde desde un inicio se planificaron las matanzas en masa de los llamados “enemigos de España”. Con las nuevas retóricas políticas incorporadas durante los años sesenta, se fraguó el segundo mito legitimador de la dictadura a partir de la celebración de los “XXV años de Paz” en 1964, esto es: la exaltación de la “paz” franquista como elemento estabilizador durante la etapa del desarrollo económico inicia da en el país y que, en la búsqueda de reforzar el régimen español, se presentaba como la consecuencia lógica de la victoria en la guerra.

Pero ¿qué queda hoy de la memoria del Franquismo? Hoy queda una retórica y una imagen identificada con lo que hace años se denominó el “franquismo sociológico”, y que más bien debería ya calificarse como “post-memoria franquista”. Esta consiste en re memorar y exaltar la etapa final de la dictadura. Se construyen visiones estereotipadas sobre una historia que presentaría dos caras bien distintas de la dictadura: una inicial, violenta en extremo y errática (1939-1959), y otra posterior, ya madura, templada y burocrática (1959-1977). Esto construye la benevolente caracterización de un régimen que durante su última etapa cumpliría supuestamente la función de modernizar el país «desde arriba», preparando el terreno para la «transición» de un sistema autoritario a uno democrático. Con este esquema, de paso, se ignoran tanto la crisis económica larvada en esos mismos años como la dureza y los efectos que tuvo posteriormente durante la década de los ochenta. Unos efectos que fueron gestionados durante la consolidación de una frágil democracia española, todavía amenazada por el golpismo militar.

Una de las consecuencias de esta mirada sobre el pasado dictatorial tiene, entre otros, dos efectos derivados. El primero ignora las transformaciones de todo tipo que se produjeron durante aquellos años, las actitudes y el papel jugado en ellos por la propia sociedad. El segundo, priva de claridad los vínculos de la derecha española con aquel régimen político y, al mismo tiempo, impide su desamarre definitivo de aquél, principalmente desde el punto de vista de una determinada educación sentimental, pero también en muchos aspectos desde una vertiente más ideológica y cultural, de actitudes, prácticas y estilos. En definitiva, de gestos repetitivos de un poso de autoritarismo.

La necesidad de revertir esta visión dual del Franquismo pasa fundamentalmente por la crítica a la imagen de un «crecimiento sin democracia», presentando sin matiz algún tipo de «correlación positiva» –nunca realmente desentrañada– entre desarrollo económico y falta de libertades. Esta asociación es un riesgo siempre, pero se ve acrecentado en los tiempos de crisis. Y los tiempos que vivimos lo son.

El conocimiento histórico sobre la dictadura del general Franco ha avanzado y continúa avanzando hoy de manera más que notable a partir de los resultados obtenidos por los grupos de investigación universitarios. Sin embargo, después de casi medio siglo de la muerte del dictador, responder a los jóvenes que preguntan: “¿podría decirme alguna cosa más sobre Franco y su régimen político?” no resulta tan fácil como podría pensarse a priori. A esto contribuye que tanto la figura histórica del dictador como el régimen que construyó se han elaborado a partir de mitos y tópicos y de sucesivas capas de mentiras; de falsedades o medias verdades transmitidas en un discurso con un relativo arraigo social.

Placa del Instituto Nacional de la Vivienda (foto: archivo de La Vanguardia)

Esta realidad nos ofrece algunas claves para analizar el contexto actual. En primer lugar, el nivel de desconocimiento entre las generaciones más jóvenes del significado de la dictadura. En segundo lugar, la persistencia del insidioso discurso por parte de la derecha política y mediática sobre las bondades del Régimen y la cara amable de un general, viejo y paternal, que no solo no salvó a la España de su tiempo de tragedias y calamidades, sino todo lo contrario, al imponer una visión sectaria y anacrónica de este país. Algo que si no es por completo mesurable, está bien presente en los discursos públicos, en algunos medios de comunicación y en editoriales interesadas en blanquear la historia del Franquismo. Y en tercer lugar, y no por ello menos importante, se añadiría el uso abusivo que se da hoy del concepto “fascismo” como un “insulto político”, visible en las redes sociales y en las manifestaciones públicas y también en intervenciones parlamentarias.

Los mitos, los tópicos y las mentiras que circulan a través de frases hechas ocultan más que muestran la verdadera naturaleza de los cambios innegables en términos de derechos sociales y libertades que, por otro lado, se están produciendo en los sistemas políticos y en las sociedades occidentales durante los últimos años. El historiador italiano Enzo Traverso ha calificado el fenómeno como “posfascismo”, una transición en curso cuyo desenlace no se conoce, síntoma de la crisis por la que atraviesa la democracia liberal. Esto exige un esfuerzo por comprender e interpretar las nuevas realidades de una crisis cuya causa se encuentra en un modelo neoliberal que somete y subordina los estados y sus soberanías a las iniciativas de los mercados en la economía globalizada. La progresiva degradación del discurso público ha contribuido a esta crisis, desdibujando la diferencia entre dictadura y democracia. Hoy predominan las calificaciones o descalificaciones en función de las cuitas del presente, ensalzando el concepto de “democracia” con una actitud de reapropiación por parte de grupos políticos nacionalistas y de extrema derecha y de parte de las bases sociales que conectan con ellos. Se defiende un tipo de “democracia exclusivista” o de “exclusivismo democrático” que da forma a las llamadas “democracias iliberales”, de las que hoy son un ejemplo en Europa la Hungría gobernada por Viktor Orbán o la Polonia del partido ultraconservador “Ley y Justicia” que dirige con mano de hierro Jaroslaw Kaczynski.

Acto celebrado en Belchite en noviembre de 2019, organizado por la Hermandad Nacional de Banderas de Falange, con el apoyo de Movimiento Católico Español y Acción Juvenil Española, Vieja Guardia de Barcelona y el grupo Una, Grande y Libre y con la participaciòn de varios dirigentes aragoneses de Vox (foto: arainfo.org)
Contra la banalización

La observación de estos fenómenos más generales que se están produciendo en la sociedad española y en países de su entorno es lo que nos ha llevado también a escribir este libro. Entre sus propósitos está contribuir a contrarrestar la banalización del uso de los conceptos como “fascismo”, “dictadura” y “democracia”, así como alertar sobre el deterioro que produce en el lenguaje político y sus efectos en el propio debate público.

Nuestra opción ha sido la construcción de una genealogía desde el punto de vista histórico de lo que representó la dictadura franquista porque, en nuestra opinión, puede ofrecer algunos argumentos útiles de cara a desvelar tópicos y zarandear mitos resistentes al paso del tiempo. Esto no hubiera sido posible de no haber contado con la ingente cantidad de publicaciones de calidad (monografías, síntesis, artículos especializados, comunicaciones en encuentros y congresos…) que desde hace décadas viene produciendo la historiografía española como resultado de sus investigaciones. El año 2019 tuvo lugar, por ejemplo, la X edición de los Encuentros de Investigadores del Franquismo que se organizan desde 1992, un espacio de debate y de reflexión por el que han pasado sucesivas generaciones, contribuyendo a la renovación del conocimiento sobre el régimen franquista. Todos estos materiales han sido la base sobre la que hemos trabajado para realizar esta obra de divulgación histórica que muestra un repertorio de lugares, acontecimientos, instituciones, personajes, fenómenos y procesos con los que se pretende hacer frente a las mentiras y la “desmemoria” sobre qué fue la dictadura franquista.

El recuerdo como el olvido son dos estrategias para sobrevivir. Tratamos a menudo de combinarlas para evitar ahogarnos en alguna de ellas, porque desconocemos la profundidad del pozo que ambas nos ofrecen. El resultado de estos trabajos es nuestra memoria. Sin embargo, el fenómeno de transmisiones y tránsitos entre generaciones es el que conforma el recuerdo de un país. Por este motivo, nos parecía adecuado proponer una especie de guía de uso que permita reflexionar sobre algunas de las claves que todavía hoy constituyen un pasado tan presente. Las generaciones más jóvenes no vivieron el franquismo; es posible que les resulte algo tan lejano como las guerras carlistas del siglo XIX, por poner un ejemplo, aunque es posible que tengan una cierta imagen de ese pasado. Esta falta de conocimiento detectable entre los alumnos –del que la escuela es en buena parte responsable y, por tanto, lo son los poderes públicos– significa un vacío en la cultura política de los jóvenes en tanto que ciudadanos o futuros ciudadanos.

Botellas de vino a la venta en el bar Casa Pepe de Despeñaperros (foto: diario Público)

Las siguientes páginas son el resultado de una obra escrita a cuatro manos. Son fruto de la confianza mutua y de unas inquietudes comunes. No hubiera sido posible sin los respectivos intereses y trabajos previos en diversos ámbitos históricos, así como sin el afán de conocimiento, propio de cualquier labor investigadora, que nos ha permitido durante un período de tiempo lecturas y relecturas reflexivas y gratificantes. Si tal como decíamos al principio, el Franquismo como régimen político ha muerto pero su memoria no, queda todavía trabajo para el oficio de historiador.

Finalmente, queremos mencionar la ayuda prestada por los historiadores y especialistas que nos han facilitado informaciones, comentarios, precisiones y correcciones a partir de la lectura de los borradores previos de este texto; esperamos haber sabido aprovecharlos. Así, mostramos nuestra gratitud a: Javier Aristu, David Ballester, Joan Manuel Calvo, Marc Cánovas, Cèlia Cañellas, Ricard Conesa, Concha Díaz, Ramon Espelt, Elvira Fernández, Juan Carlos García Funes, Alberto Gómez Roda, Sonia Izaguirre, César Lorenzo, José Fernando Mota, Joaquim Parellada, Angelina Puig, José Manuel Revuelta, Marta Subirana, Jaume Suau, Joan Maria Thomàs, Manuel Vicente y Joan Villarroya. Del mismo modo, agradecemos al editor Miguel Riera que haya confiado en nosotros para este proyecto.

Sumario

Pasado y presente: las huellas del Franquismo

PRIMERA PARTE: EL DICTADOR

Capítulo 1. Franco y el mundo: de aliado de Hitler a «Centinela de Occidente»

SEGUNDA PARTE. LOS DAÑOS

Capítulo 2. La venganza: la organización de la injuria

Capítulo 3. Exilios: la expulsión de las vanguardias

Capítulo 4. Poder y riqueza: el botín de la Victoria

Capítulo 5. Hambre y miseria: los años perdidos

TERCERA PARTE. LAS INSTITUCIONES

Capítulo 6. El «Movimiento Nacional»: el apoyo civil más fiel

Capítulo 7. El Ejército de Franco: el pilar del Régimen

Capítulo 8. La Iglesia de la Cruzada: el incienso y la espada

CUARTA PARTE. LA SOCIEDAD: LOS OTROS PROTAGONISTAS

Capítulo 9. La mujer: el ángel del hogar

Capítulo 10. Escuela y cultura: una educación poco sentimental

Capítulo 11. La epopeya de la migración y la explotación laboral

Capítulo 12. La disidencia obrera y las nuevas formas de oposición

QUINTA PARTE: LOS LUGARES DE MEMORIA

Capítulo 13. El Fossar de la Pedrera: recuerdo frente a barbarie

Capítulo 14. La Modelo de Barcelona: más de un siglo de prisiones

Capítulo 15. El Valle de los Caídos: ruinas antiguas

Epílogo: lo que se ha llamado Transición: mito y antimito

 

Fuente: Javier Tébar Hurtado y Rosa Toran Belver, Vivir en dictadura. La desmemoria del franquismo, El Viejo Topo, Barcelona, 2021

Portada: Visita de Franco a Tarragona en 1949: Carme Rovira se dirige al dictador para pedirle la liberación de su marido (foto de Hermenegild Vallvé Vilallonga/Arxiu de la Diputació de Tarragona)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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