Presentación

Ramón Tamames Historia de Elio. Ed. Planeta, 1976

Obra en clave relacionada con las vivencias del autor en el PCE. Horacio, amigo y camarada, cuenta en primera persona la vida de su admirado Elio. Tras relatar aspectos personales del protagonista, este irá conociendo a diversos personajes clave durante el tardofranquismo e irá intimando –nunca ideológicamente- con el régimen. Se llega a un momento, calificado por Horacio de intermezzo, que supone una toma de conciencia del protagonista y de arranque hacia nuevos destinos. A partir de ahí Elio pasa de la concienciación a la acción: su tarea será la de aunar voluntades de cara a acabar con la dictadura. La segunda parte de la novela se sitúa en los días en los que se da por hecha la inminente muerte del dictador. Las fuerzas reaccionarias intentan crear un clima de guerra civil por medio de la que denominan «Operación Xenius». Entonces emerge el liderazgo de Elio haciendo converger a todos los que están a favor de la democracia, con nombres en clave fácilmente reconocibles. Una locución de Elio por televisión, momento cumbre de la novela y de la vida del protagonista, dan al traste con la ofensiva reaccionaria. El último capítulo ocurre un año después y narra lo acontecido en el país posteriormente: las fuerzas democráticas se hacen con el gobierno. Hay amnistía para los presos y castigo para los reaccionarios, además se proyecta una visión futura con la entrada del país en la Unión Europea, el refrendo de la Constitución y la plenitud democrática. La enfermedad y muerte del protagonista cierran esta novela tan personal. Ernesto Viamonte. Biblioteca Virtual Cervantes

La obra fue finalista del Premio Planeta en 1976, en tercer lugar. Pocos días después, el escritor Rafael Chirbes  demostró su perspicacia para captar quién era Tamames ya por aquel entonces. Un auténtico profeta, viendo cómo muchos se aprovechaban del prestigio del PC…

[A propósito de la novela de Ramón Tamames y del éxito que siguió a su publicación, comentaba lo siguiente Rafael Chirbes en una entrevista posterior, comparando la popularidad de la que gozaba entonces Tamames con la de Manuel Puig y recordando que, en literatura, el tiempo es siempre el verdadero juez: “Yo trabajé en librerías. Primero trabajé en la Feria del Libro recién salido de la mili […]. Luego volví a la Feria […] en una librería que era medio del PCE; […] Y ahí tuve una experiencia, [sic] muy aleccionadora para alguien que aspiraba a ser escritor… Yo había invitado a firmar a Manuel Puig […] Y el mismo día venía Tamames, que había publicado una novela descabellada y fascistoide, que se titula Historia de Elio, donde Elio es él […]. Una cosa aterradora… […] La cuestión es que, como Tamames entonces era del PCE, había una cola que daba tres vueltas a la caseta para que les firmara Historia de Elio… Era el año 76 o 77. La gente se daba de tortas por una firma. Y al lado estaba el pobre Manuel Puig, con su madre, que no tenía a nadie a quien firmarle… […] Puig solo firmó tres o cuatro ejemplares que les di a algunos amigos para que se acercaran a pedirle la firma. Y siempre pongo esto como ejemplo: dónde está ahora el libro de Tamames […], y en cambio seguimos leyendo con gusto y provecho los libros de Manuel Puig… El tiempo pone las cosas en su sitio, muy especialmente en literatura, donde la palabra fija las posiciones de cada cual, y se convierte en un policía al que no se le escapa nada”]  El Confidencial 23 de marzo de 2023

Conversación sobre la historia

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Rafael Chirbes

 

El señor Tamames estuvo en la cárcel; allí debió leer media docena de novelas; como hombre voluntarioso que es, y no pareciéndole difícil aquel arte, se puso manos a la obra y, en poco tiempo, se encontró con un producto de su propia creación.

Una novela que no dé dinero no es una novela en la que haya merecido la pena invertir el tiempo. Por esa razón, Tamames le vendió su obra al señor Lara, dueño de Planeta y fantasma ai que teme especialmente —y detesta— quien esta crónica escribe.

Para el señor Lara, como para Tamames, la letra —y el tiempo— son convertibles en oro.

La mercancía resultante de las transacciones entre estos dos señores es esta Historia de Elio, con su bonita portada llena de manifestantes, y con sobrecubierta roja, de venta en todo el país al módico precio de trescientas cincuenta pesetas ejemplar.

No se me ocurriría, en una sociedad capitalista, como es la nuestra, acusar a dos negociantes de haber llevado a cabo un negocio rentable. Lucro y exhibición son motores de nuestra sociedad. No son noticia, sino esencia —si es que hay esencias de algo— de cuanto a nuestro alrededor acontece. Ahora bien, de vez en cuando las revistas hablan de un negocio sucio: y eso sí es noticia. La Historia de Elio creo que es noticiable porque en mi opinión se trata de un negocio sucio.

Tampoco es éste el lugar para escribir sobre la corruptibilidad o incorruptibilidad de los jurados de un premio Planeta. Cualquier dato en este sentido no es sino un secreto a voces que sólo lo que imagino debe ser una buena educación, hace callar a los cronistas. En este caso, el negocio es sucio por otro motivo: porque lo que se ha vendido es algo que no pertenece a ninguno de los dos interlocutores: el prestigio que una organización política ha ganado en calles, fábricas y universidades; organización de la que el señor Tamames es una de las cabezas visibles y a la cual, sin duda, ha hecho un flaco servicio con su devaneo político-literario.

Porque la venta es doblemente vergonzosa ya que, en el libro, conviven la más ínfima calidad literaria —capaz de mantener al lector en el triple salto mortal de la carcajada, la indignación y la vergüenza ajena— y los presupuestos ideológicos de quien ha sido el peor enemigo de la organización a la que el señor Tamames pertenece: el fascismo.

Literariamente, la novela que ha escrito Tamames en su cautiverio es uno de los peores engendros publicados en la España después de la guerra. Partiendo de la ¡dea de Thomas Mann en su Doctor Faustus, el amigo mediocre que se convierte en albacea del genio, Tamames —el mejor amigo de sí mismo— inicia con desvergüenza un demencial recorrido por su vida. El es Elio, ¿el sol?, ¿el gas que se eleva y expande? El es el héroe, voluntarista y positivo, que toma de la mano al lector y lo lleva por un largo camino, al cabo del cual debería aparecer toda la grandeza de Elio; pero Elio es, sin duda, tan mediocre como su narrador y entre ambos, espejos del autor, sólo consiguen arrastrarnos a un mediocre sueño de niño fantasioso y un poco tonto.

Pero despectivamente suficiente. Con un elitismo que sólo puede ser fruto de la propia ignorancia.

Con suficiencia, habla y dirige al proletariado militante y olé, o reflexiona sobre el arte de novelar con inimaginable alegría. Se inciensa como conductor, admirado por estudiantes y obreros, o escribe, sin el menor temblor en el pulso, que el Quijote es farragosa, que Cien años de soledad es plúmbea y se permite darnos algunos consejos a todos sobre cómo hay que escribir.

Sin olvidar nunca la clave del enigma: Tamames, como tantos políticos de derecha, tiene un profundo deseo de gobernar, aunque, como demócrata que intenta ser, lo reprime parcialmente y espera gobernar no para siempre, sino sólo durante una temporada: hasta que estemos todos maduros él llevará las riendas con firmeza e ilustración bien intencionada. Luego, se irá y saldremos todos al aeropuerto a despedirlo y todos los hombres querremos estrechar sus manos y todas las mujeres besarán sus mejillas.

Entrega del premio Planeta de 1976, cuyo ganador fue Jesús Torbado por «En el día de hoy», novela que también fue objeto de una crítica de Rafael Chirbes (foto: La Nueva Crónica)

Por ese tobogán de sombras, el lector se enfrenta con el hecho de que la novela de Tamames es lo más lejano a una novela marxista, en cualquiera de las acepciones en que se tome el términos Incluso es bastante evidente que, a pesar de todas las buenas intenciones del novelista, su obra es uno de los productos más claramente fascistas que
conozco en literatura castellana.

Haciendo un flaco servicio a la clase que dice defender, al partido que pertenece, a los demócratas en general y a Marx y Engels en particular, Tamames ha tergiversado una política de oposición hasta convertirla en siniestra caricatura de la política del propio poder. Y ha demostrado de un modo casi pedagógico cómo la ideología fascista impregna sectores amplios de quienes, de algún modo, se creen rescatados de ella.

Porque la voluntad como motor, ios salvadores de la patria, el superhombre, o el superElio, o el superTamames, la visión de la historia como historia hecha por las minorías, el golpismo como método de acceso al poder, las marchas sobre Roma, o sobre presidencia de gobierno, el auto-tamames-for-president, y el papel de las masas como comparsa vestida de lagarterana, la espera del pueblo hasta la madurez —que seguimos verdes, señor, que seguimos verdes—, y, por último, el reinar después de morir, permaneciendo entre nosotros en forma de espíritu invisible (que es otro de los sueños noveleros del señor Tamames que, por suerte para nosotros, es, como casi todos sus sueños, absolutamente irrealizable) son cosas que nos han olido a cuerno quemado durante demasiados años.

Y éstas son, en definitiva las alternativas que plantea en su ficción-político-novelesca, Ramón Tamames y que el señor Lara, al parecer, se ha tomado lo suficientemente en serio como para pagar por ellas una cantidad que imagino respetable. Pero, claro, el dueño de Planeta es un hombre listo y sabe bien que no ha comprado la novela, porque por la novela a secas nadie hubiera dado cinco céntimos ni para guión de un tebeo de Florita o Azucena. El señor Lara ha pagado por todas las cosas que hay por detrás de novela y novelista. Por todo eso, quién lo duda, ha pagado bien poco.

 

Fuente: Ozono 16 de enero de 1977, ed. de V. Claudín y Alfonso González Calero, Almud, 2023, p. 117.

Portada: Ramón Tamames sale de la cárcel de Carabanchel el 8 de mayo de 1976 (foto: karabanchel.com)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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