El jefe de Estado ha optado por incluir en su discurso de Navidad dos párrafos sobre los «principios de moral y ética», sin mención expresa al escándalo de su padre y sin anunciar ninguna medida

Fernando Garea

 

“El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente”, asegura Maquiavelo en ‘El Príncipe’.

Lo prudente es que se reconozca que hay una crisis institucional grave porque la persona que durante 39 años dirigía mensajes a los españoles en Nochebuena con referencias a la ejemplaridad y a que la Justicia es igual para todos está en Emiratos Árabes; ha reconocido que defraudó dinero a los españoles; no recibe asignación pública porque su hijo y actual jefe de Estado se la quitó por tener cuentas ocultas en el extranjero y la Fiscalía del Tribunal Supremo le investiga por usar tarjetas opacas con dinero que le regaló un empresario mejicano. El protagonista de esa sucesión de acontecimientos ya no es Rey, pero las graves consecuencias de sus actos afectan a las instituciones y a quien ocupa ahora la Jefatura del Estado, responsable de gestionar y reparar los daños causados.

Con todo eso, Felipe VI ha dedicado solo dos párrafos en su discurso a esta grave crisis institucional y únicamente con referencias indirectas resumidas en que los “principios morales y éticos” obligan a todos.

Hay una fórmula tradicional para analizar un discurso y que suele ser infalible: ponerlo en negativo y ver si tiene sentido la frase. En este caso, ¿tendría sentido decir que «los principios morales y éticos no obligan a todos»? Si la respuesta es que no lo tiene, la conclusión es que lo que se dice es muy obvio e innecesario.

Los que se dedican a elaborar discursos aconsejan siempre que antes de empezar a escribirlo se tenga en cuenta a quién va dirigido. En este caso se supone que no se dirigía a exégetas, intérpretes, políticos o historiadores, si no a ciudadanos que han vivido el peor año en décadas y necesitan mensajes claros que no precisen interpretación.

Las frases, además, son casi repetición de las que pronunció el 19 de junio de 2014 en su discurso de proclamación como Rey ante las Cortes. Entonces dijo: «La Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza; y para ello, velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social. Porque, solo de esa manera, se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren —y la ejemplaridad presida— nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no solo un referente, sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos”.

Seis años y seis meses después recicla una parte de ese mensaje, pero con menor claridad y precisión, para dar respuesta a hechos que entonces no se sospechaban siquiera. Entonces era una declaración de intenciones encomiable y necesaria y hoy es una respuesta retórica a unos hechos.

No hay en sus palabras ninguna propuesta de futuro, ni medida alguna que profundice en la transparencia, ni asomo de compromiso para garantizar que algo así no vuelva a pasar. Salvo que la idea sea eludir la referencia expresa en el discurso para anunciar próximamente decisiones concretas «vía comunicado». Sobre todo no se encuentra algo que demuestre que se comprende la magnitud de lo ocurrido en el pasado para tomar medidas que garanticen el futuro.

Únicamente añade una referencia al “espíritu renovador” que, según dice, inspira su reinado. Y como la forma retórica elegida por Felipe VI para dirigirse a los ciudadanos obliga a leer entre líneas, traducir e interpretar cada una de sus palabras, solo derrochando buena voluntad puede deducirse de esa frase una mínima voluntad de introducir cambios en el funcionamiento de la Corona. Por supuesto, lo que no parece haber es asunción de riesgo alguna. Solo mirando con detenimiento el discurso al trasluz se encuentra algo más que lo que los franceses llaman “lengua de madera”.

Podría interpretarse que la estrategia comunicativa de Felipe VI es evitar en lo posible hablar de ello, por lo doloroso de la relación con su padre y para poner distancia con él, para que no parezca que asume el pasado y para que quede clara la ruptura.

Hasta ahora nunca se ha escuchado al actual Rey hablar directamente de las actividades ilícitas de su padre y por eso este discurso no excluye futuras medidas o propuestas. Sí ha hablado durante este año mediante dos comunicados oficiales y las mencionadas referencias indirectas de este discurso de Navidad.

El primero fue el del 16 de marzo, en el inicio de la cuarentena y con el creciente pavor ciudadano por la pandemia que llegaba, dentro de un periodo de semanas de silencio del monarca sobre la situación sanitaria y social. En ese contexto de aumento descontrolado de fallecimientos por el coronavirus, Felipe VI habló de su herencia y del conocimiento que había tenido casi un año antes de los movimientos de las cuentas opacas de su padre y daba esos hechos por ciertos al quitarle la asignación pública. Ese comunicado se hizo público solo después de que un periódico británico diera la noticia de la investigación judicial.

El siguiente comunicado es del 3 agosto y prácticamente se limitaba a dar cuenta de la carta de su padre en la que le contaba a los ciudadanos que se iba de España. Terminaba el comunicado con el agradecimiento al emérito por esta decisión y cerraba con esta frase: “El Rey desea remarcar la importancia histórica que representa el reinado de su padre, como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia”. Poco después de ese agradecimiento público y sentido, se supo que el lugar elegido para la estancia del emérito era nada menos que Emiratos Árabes.

Y este día de Nochebuena ha optado por la referencia indirecta de los “principios éticos y morales”. Al menos, ha eludido lo de la ejemplaridad, lo de que la Justicia es igual para todos, el rechazo a la corrupción y el “no volverá a ocurrir” que pronunció su padre como Rey mientras hacía lo que ahora vamos sabiendo que hacía.

En otras ocasiones, el actual Rey sí se ha referido de forma clara, contundente y expresa a acontecimientos concretos, como por ejemplo en el discurso del 3 de octubre de 2017 sobre el proceso independentista o en este mismo con su claro y sentido homenaje a los que han sufrido de alguna manera con la pandemia.

Pasando de las palabras a los hechos, Felipe VI menciona en su discurso el inicio de su reinado en 2014 y su voluntad renovadora, se supone que como referencia (implícita como todas sus palabras) a las medidas que impulsó en su inicio como Rey. Dio pasos en favor de la transparencia como un código ético para los miembros de la Familia Real, la intervención de las cuentas de la Casa Real o la reducción de la Familia Real para sacar de ella a sus hermanas y, sobre todo, a su cuñado, que aún cumple condena.

Hay que recordar que uno de los puntos de ese código ético aprobado por Felipe VI asegura que los miembros de la Familia Real deben devolver o donar los regalos en efectivo que reciban. Por ejemplo, si se lo aplicara a su padre, este tendría que devolver o donar el dinero recibido por un empresario mejicano, teniendo en cuenta que ha admitido su existencia al regularizar 678.393,72 euros con Hacienda. Cumplir con ese punto del código ético interno cumpliría la expectativa de regeneración, renovación y cambio que el propio Felipe VI creó al inicio de su mandato.

“No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto. Un príncipe prudente se procura un tercer procedimiento: elige hombres sensatos y otorga solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra”, escribe también Maquiavelo en ‘El Príncipe’

Fuente: El Confidencial 24 de diciembre de 2020

Portada: El rey Felipe VI pronuncia su tradicional discurso de Nochebuena, desde el Palacio de La Zarzuela. (EFE)

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