Bartolomé Clavero

En memoria de Idón Chivi

 

Quiero ante todo exponer mis credenciales para opinar sobre la situación actual de Bolivia, pues de una opinión entre tantas tan solo se trata. Me considero un privilegiado como observador europeo del proceso de transformación a mejor que este país ha atravesado durante los años que llevamos del presente milenio. Lo he visitado regularmente, con una cadencia como mínimo anual, entre mediados de la década de los noventa del siglo pasado hasta el año 2011. Me falta un conocimiento directo en los últimos ocho años, lo que tengo en cuenta para emitir mi opinión con las debidas reservas. Responde a mi experiencia personal y a la información de la que dispongo. Vayan así en primer lugar mis credenciales, las cuales además espero que sirvan para ponernos en unos antecedentes precisos para sopesar la actualidad.

En unos primeros tiempos acudí a Bolivia como profesor para impartir clases sobre derecho internacional de los pueblos indígenas en la Universidad de la Cordillera con un horario vespertino a fin de que pudiera asistir personal del funcionariado. Luego, iniciado con fuerza el proceso de cambio desde mediados de la década de los dos mil, mis anfitriones fueron usualmente del área gubernamental, a veces directamente del Gobierno, más en concreto de la Representación Presidencial para la Asamblea Constituyente. Puede obtenerse noticia de mi modesta contribución a la misma en el libro testimonial de Salvador Schavelzon, El nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia. Etnografía de una Asamblea Constituyente (2012; se tiene gratis en línea). Esta Asamblea fue la experiencia más democrática nunca vivida en las Américas. Produjo la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia. Es plurinacional gracias a la concurrencia por fin constitucionalmente reconocida de las naciones indígenas.

Bolivia promueve la inclusión de representantes indígenas en Naciones Unidas. Sputnik

A finales de la década de los años dos mil, por ser miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, también visité el país formando parte de una misión de las mismas para indagar sobre las condiciones prácticas de esclavitud de enteras comunidades en grandes latifundios del oriente boliviano. Son años en los que también trabajé con la Misión del Estado Plurinacional de Bolivia ante Naciones Unidas en el empeño de ampliación del reconocimiento de derechos humanos por alguno tan básico como el derecho al agua y al saneamiento. Otros viajes los organizaron ONGs, principalmente el CEJIS, el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social. En mis tiempos de buenas relaciones con el Gobierno boliviano también di clases en la Escuela Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores y de Cultos, así como alguna conferencia en la Vicepresidencia del Estado Plurinacional.

Con el impulso internacional boliviano y con la inspiración de fondo de la Constitución del Estado Plurinacional, que procedía resueltamente a una tal ampliación de derechos, eran tiempos apasionantes. Tras mi trabajo en Naciones Unidas, me comprometí en seguir acudiendo anualmente a Bolivia ahora para dar clases en las Escuelas Judicial y Fiscal de Sucre, Chuquisaca, la capital constitucional (La Paz es la capital política). Duró poco. La Vicepresidencia del Estado Plurinacional había retirado la financiación. Ahí se acabó una luna de miel. ¿Qué ocurría? El vicepresidente boliviano se había ocupado incluso personalmente de otros viajes. El presidente, Evo Morales, había mostrado su apoyo directo al grupo de Naciones Unidos que habíamos realizado la visita referida. ¿Cómo es que ahora unos cooperantes, en plural pues no fui el único, caen en desgracia?

El apoyo gubernamental había sido incondicional respecto al objetivo de la misión de Naciones Unidas. Y no podía ser menos. El mismo empeño figura en la propia Constitución de Bolivia, la de 2009 que sigue, al menos en teoría, todavía vigente. Incorpora el derecho internacional de los derechos de los pueblos indígenas. Y no se queda en declaraciones generales. Expresamente se propone la descolonización mediante el reconocimiento de tales derechos de los pueblos indígenas en términos no sólo remisivos, sino también con compromisos muy concretos como, entre otros muchos, los de una reconducción comunitaria de la reforma agraria para la reducción de los latifundios y emancipación de las comunidades indígenas cautivas dentro de las grandes propiedades, esto es, nuestro objetivo, el de aquella misión internacional.

Nuestra misión, la de Naciones Unidas, llevada a cabo el mismo año 2009, se desarrolló en unas condiciones dramáticas. En el Departamento de Santa Cruz, el principal entre los aquejados por esa problemática inhumana de grandes latifundios con comunidades indígenas en su interior, se encontraba acosado por una rebelión racista de los autodenominados “comités cívicos”. La ciudad estaba repleta de pintadas de tal cariz. No reproduzco algunas por no reflejar el odio que destilaban. Nuestras visitas a comunidades indígenas se realizaron bajo la presencia amenazante en la distancia de gentes a caballo ostensiblemente armados. El viceministro de cultura, que también vino en aquel momento a Santa Cruz, sufrió un secuestro de varios días que nos tuvo en vilo.

Indepaz

El Gobierno y el partido que le sustentaba, el MAS, Movimiento al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos, nos apoyaban a fondo, incluso más, mucho más, que algunas agencias de las propias Naciones Unidas. El PNUD, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, llegó a hacer causa común solapadamente con los “comités cívicos”, los racistas. Ante tales adversidades, contamos por añadidura con respaldos no menos inestimables, como el del Pacto de Unidad formado por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Kullasuyo, la Confederación de Pueblos Indígenas, la Confederación Sindical Única de Trabajadores, La Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias-Bartolina Sisa y la Confederación Sindicalista de Comunidades Interculturales, una concertación que había sido decisiva en el seno de la Asamblea Constituyente.

Entrando la segunda década del nuevo milenio, las cosas comenzaron a torcerse drásticamente no sólo para nosotros, observadores exteriores que poco cabe y menos corresponde que hagamos, sino, lo fundamental desde luego, para la misma Bolivia, para su ciudadanía. Mediante los cambios ministeriales oportunos, el Gobierno canceló patentemente su programa de reconducción comunitaria con todas sus implicaciones, entrando en un largo periodo, tanto como hasta su reciente caída, de connivencia con los “comités cívicos” mientras que mantenía toda la retórica indigenista. Frente al tenor también de la Constitución, adoptó con toda resolución una política de favor a intereses corporativos internacionales, especialmente en lo tocante a industrias extractivistas. En suma, comenzó a desviarse ostensiblemente de la Constitución sin cambiar ni una sola coma de la misma. Su continua invocación sesgada se convirtió en la coartada encubridora de tales políticas entreguistas.

Encontró resistencias, en particular por parte de organizaciones indígenas y sindicales. El Pacto de Unidad se rompió en 2011 permaneciendo tan sólo las satelizadas por el MAS, el partido oficialista. La respuesta del Gobierno y de sus organizaciones ha venido siendo de manual: hostigamiento, cooptación, corrupción… El propio MAS comenzó a hacerse cargo del trabajo sucio. Para entenderse esta evolución, ha de añadirse la otra cara de la moneda. El Gobierno modificó las condiciones de acceso de las corporaciones internacionales a los recursos bolivianos dotándose de fondos sustanciosos no sólo para la corrupción y el clientelismo, sino también para el lanzamiento de políticas sociales o asistenciales beneficiosas para parte relevante de la ciudadanía. Y su indigenismo no sólo ha sido retórico e insidioso. Se han puesto en práctica políticas antirracistas que han cambiado la faz de la sociedad boliviana, al menos la faz. El cambio cultural ha sido espectacular.

Hubiera sido irreversible de no haberse persistido en las prácticas de hostigamiento, corrupción y fingimiento, ese fingimiento que le ha funcionado al Gobierno boliviano realmente bien en bastantes ámbitos internacionales, inclusive entre las diversas instancias de Naciones Unidas para la supervisión en materia de derechos humanos. Y ha llegado el momento de la gota de agua sucia que hace rebosar el recipiente colmado de detritus. Ha sido el de las últimas elecciones. Con todo lo visto, el tándem formado por Evo Morales y Álvaro García Linera, Presidente y Vicepresidente del Estado Plurinacional, se acostumbró a forzar impunemente la Constitución. También lo hace para perpetuarse en el poder frente a la limitación constitucional de mandatos. Convoca y pierde un referéndum que se lo permitiese. Recurren al Tribunal Constitucional que otorga la venia bajo el peregrino argumento de que la participación política mediante candidatura a elecciones constituye un derecho humano que no puede limitarse ni por la Constitución misma.

Así llegamos a las elecciones de octubre de 2019. El notable apoyo electoral gozado por el MAS como partido del Gobierno ha venido deteriorándose no sólo por la usura del tiempo, sino también y sobre todo por los efectos deletéreos de las políticas referidas. En esta ocasión, la fórmula Morales-Linera no vence en primera vuelta. No alcanza los requerimientos constitucionales, Ni supera la mitad de los votos emitidos ni sobrepasa en un diez por ciento a la candidatura que se sitúa en segundo lugar. Y lo peor para el tándem es que los números no auguran una victoria, ya por mayoría simple, en la segunda vuelta. Ninguna otra candidatura está dispuesta a sumarle votos. Ya acostumbrados, la solución parece fácil: el fraude en el escrutinio. El Tribunal Supremo Electoral, organismo también capturado por el MAS, lo detiene para cocer resultados. Peina las cifras para conseguir la distancia del diez por ciento. Proclama como Presidente y Vicepresidente a Evo Morales y Álvaro García Linera.

La reacción que se provoca es fortísima. La movilización contra el fraude es realmente popular. Y hay quienes enseguida se lanzan a pescar en río revuelto. Son ante todo los peores sectores del racismo cívico doblado ahora de fundamentalismo cristiano. Proclaman que se trata nada menos que de colocar el crucifijo y la biblia donde los indígenas habían entronizado la wiphala, su bandera multicolor por plurinacional. En esta confrontación el signo de la cruz no puede ser menos inocente ni más beligerante. A esto se agrega un amotinamiento policial de motivaciones oscuras entre lo sindical y lo político, a lo que encima se suma la sugerencia por parte de altos mandos militares de que el Gobierno ceda el poder no se sabe a quienes. Pero nada de esto es lo decisivo para su caída. La Organización de los Estados Americanos dictamina la existencia del fraude electoral añadiendo que debe mantenerse el orden constitucional, lo cual de momento significa que Evo Morales debería seguir en la presidencia de Bolivia para gestionar la nueva celebración de elecciones.

Potesta en La Paz contra candidatua de Evo Morals (Martín Alipaz, EFE)

Morales decide en cambio abandonar y expatriarse. ¿A qué viene esta falta final de resistencia? ¿No cuenta con el respaldo de la mayoría, aunque ya no sea absoluta, de la ciudadanía boliviana? ¿Cómo puede dejarla en la estacada? Alega que su vida corría peligro, lo que no parece cierto. Lo decisivo para explicarse este comportamiento todavía no lo he dicho. Entre toda esa movida, las organizaciones indígenas y sindicales que no habían sido capturadas completamente por el MAS manteniendo un margen de independencia se pronuncian contra la continuidad del Gobierno. Manifiestan su propia sugerencia de que lo bastante es bastante. Hasta aquí hemos llegado. Evo Morales se encuentra con el apoyo exclusivo del MAS, su partido, ya incapaz no sólo de ganar limpiamente elecciones, sino también de conseguir por otros métodos, como el del ejercicio pacífico y masivo del derecho de manifestación, que el Gobierno se sostenga. Muy al contrario, el MAS recurre también, como los “cívicos”, a la violencia, lo que dificulta las cosas y debilita aún más su propia posición. Ese es el escenario de la huída de Evo Morales y Álvaro García Linera.

Otros altos cargos del MAS, inclusive quienes constitucionalmente habrían de ocupar interinamente la presidencia a fin de gestionar los nuevos comicios, renuncian igualmente. Hacen con ello inviable una salida constitucional. La Constitución no puede prever un supuesto de tamaña dejación. Se produce literalmente un vacío de poder sin remedio constitucional, vacío que inmediatamente lo ocupa, no la segunda candidatura de las últimas elecciones, la cual hace igualmente dejación de su responsabilidad, sino el “civismo”, esto es, como de sobra ya sabemos, el racismo puro y duro. El crucifijo colonial se coloca en el lugar de la wiphala plurinacional. El nuevo Gobierno se apresta a adoptar decisiones políticas de alcance antes de ocuparse de las elecciones. De momento está replanteando todos sus alineamientos internacionales recurriendo incluso, de entrada, al cese masivo de personal diplomático. Se está comenzando a generar condiciones para que la recuperación del racismo se imponga con las malas artes del caso. Acaba de exonerar a militares y policías por excesos al contrarrestar protestas.

Conviene insistir en que el nuevo Gobierno, para haberse hecho con el poder, no cuenta en absoluto con cobertura constitucional. Dicho de otra forma, solo está revestido de ilegitimidad, una ilegitimidad muy superior a la del Gobierno anterior, el de Morales, tras el fraude electoral. Y ahora el racismo “cívico” está a la ofensiva, no a la defensiva. Hay quienes están diciendo bienintencionadamente que, lo mismo que el “civismo” aprendió a convivir con el MAS en los tiempos de Morales tras su giro entreguista, ahora va a reproducirse el entendimiento bajo condiciones más democráticas. Ojalá me equivoque, pero me parece una predicción demasiado optimista. Sintomáticamente, quienes están realizando estos pronósticos ignoran o disimulan la vertiente racista del “civismo” pese a que ha vuelto a manifestarse de la forma más salvaje. Y dan por buena o por ya irremisible la ocupación del poder por lo peor del “civismo” como si fuera a limitarse a gestionar neutralmente las debidas elecciones. Tengo amistades bolivianas nada racistas aquejadas ahora de esta miopía. No sé si, en su lugar y entre estas dificilísimas circunstancias, no me estaría ocurriendo lo mismo.

Indepaz

El resultado es el de un golpe de Estado, pero sin que haya tenido que producirse. Así ha ido la historia. Ahora vienen las narrativas. Evo Morales y el MAS no han sido derrocados, sino que han intentado un autogolpe, con la suma de la candidatura inconstitucional y el fraude electoral, fracasando estrepitosamente. Enfrascarse ahora en un debate sobre si ha habido o no ha habido golpe de Estado no tiene mucho sentido. Quienes lo niegan quieren ocultar la ilegitimidad del resultado final. Quienes lo afirman quieren ocultar la responsabilidad principal del Gobierno del MAS, del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos. Entre lo uno y lo otro, entre golpe no y golpe sí, lo que ha habido y hay por aquí, por Europa, es una desinformación pavorosa, en buena parte deliberada, sobre lo ocurrido en Bolivia, para lo bueno y para lo malo, para lo mejor y para lo peor, durante la última década y hasta hoy.

Cazalla de la Sierra, 17 de noviembre de 2019.


Foto de portada : El Presidente Evo Morales poco después de las elecciones (Clarín)

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5 COMENTARIOS

  1. Publico un cruce de correspondencia sobre este artículo:

    I. Sebastián Martín a Bartolomé Clavero.

    Buenos días Pipo,
    echaba en falta tu visión del asunto, y he celebrado su lectura (…) sin embargo, tampoco puedo seguirte en todos los planteamientos que expones.
    Aún recuerdo cuando me relataste por vez primera lo acontecido con el viceministro secuestrado, y aún recuerdo, claro, la respuesta que te escribí: invocaba mi espíritu jacobino ante estas disyuntivas y –poniéndome en el lugar del gobernante– mi decisión de llevar el ejército y hacer la guerra a esos señores feudales para acabar con los poderes privados sobre comunidades cautivas. Recuerdo también que me comentaste, ya en conversaciones, el desplazamiento experimentado al respecto por la ONU, que ya se limitaba a «recomendar» el «diálogo» con los «sectores afectados», incluyendo entre ellos a los «hacendados», que por mucho que dialogasen no iban a ceder un ápice en sus prerrogativas tradicionales.
    No es que mi posición haya cambiado a lo largo de la última década, pero sí que se ha matizado o hecho más benevolente. Ante minorías armadas, ahora comprendo el retraimiento gubernamental que intenta pactar con ellas con la finalidad de prevenir una posible guerra civil. Bien sé que esto son consideraciones teóricas generales, que igual ni siquiera se adecuan al laboratorio en que tantos años trabajaste, pero en tanto desconozca las razones de la falta de adecuación, mi inclinación es la comprensión de esa política de acuerdo o concertación con los sectores reaccionarios a fin de poder avanzar en lo posible, aun comprometiendo el cumplimiento o satisfacción de ciertos compromisos constitucionales (pues su cumplimiento o satisfacción inmediatos habría conducido, se entiende, a su demolición completa debida a una situación de confrontación civil). Por eso no sé si el haber tomado otro camino de más directa colisión habría conducido a la irreversibilidad de las conquistas constitucionales o a una reversibilidad y fragilidad mayores.
    En nada discute eso las malas prácticas de corrupción, satelización, hostigamiento y neutralización que denuncias. Mucho menos los clamorosos incumplimientos constitucionales por parte del tándem Morales-García Linera que señalas, y que condujeron a una degradación lamentable de la institucionalidad vigente. Sí me ha sorprendido –y dicho por ti lo creo entonces a pies juntillas– la alusión directa a fraude electoral, que no había leído con tanta claridad (aunque aquí indicas al principio que los números no daban siquiera para una «minoría simple» en segunda vuelta y después dices que aún contaba con «el respaldo de la mayoría, aunque no fuese absoluta»; entiendo que esto último igual lo dices sugiriendo «si esa era la tesis del gobierno, por qué no se valió de esa mayoría», ¿no? Y, aun así, que una mayoría esté dispuesta a votarte no implica que esa misma mayoría esté dispuesta a salir a la calle, poniendo en riesgo su vida y su libertad, para defenderte…). Pero sigue después una secuencia argumental que ya no coincide del todo, no ya con lo leído durante estos días (pues en ese caso concedería mayor credibilidad a lo que tú planteas), sino con lo que he visto con mis propios ojos en imágenes grabadas.
    Reprochas una «falta de resistencia» final a Morales por no considerar cierto que ponía en riesgo su vida, pero eso entra en tensión con los actos de humillación, persecución y coacción a líderes del MAS o a familiares suyos que preceden a su marcha, algunos de los cuales he podido contemplar. También supone rebajar importancia a la «sugerencia» explícita de los militares de que abandone el poder, y no sé, la verdad, si con los antecedentes y los consecuentes la cosa no resultó más decisiva. También implica sustraer toda relevancia al compromiso de Morales de repetir elecciones, compromiso anulado supuestamente por la «sugerencia» militar, y que imagino que en tu relato encajaría como un paso más dentro de la táctica Morales-García Linera para aparecer ante la opinión internacional como víctimas de un golpe en lugar de como autores calculados de un autogolpe. Tampoco sé si esa falta de apoyo popular en las calles al gobierno para que se mantenga incluso frente a amenazas se adecua bien a las manifestaciones y movilizaciones progubernamentales que he podido igualmente ver, y que han resultado brutalmente reprimidas.
    Por eso no me parece gratuito ni secundario el debate en torno a la naturaleza de lo sucedido en relación a la categoría de golpe de Estado. Aquí, de hecho, es decisivo el relato de partida para la calificación final: si se ajusta más a la realidad el que expones, casa bien lo de «autogolpe»; si, sin embargo, las coacciones violentas de los cívicos, policiales y militares –agravadas, desde luego, por una falta de apoyo popular masivo, unánime e incontestable– provocaron la renuncia, entonces estaríamos ante un golpe de Estado y no podría seguirse eso de que «la responsabilidad principal» de lo acontecido reside en el gobierno y en el MAS.
    Es difícil, como dices, saber qué posiciones habría ocupado uno de estar allí. Yo soy un perfecto ignorante de la situación y no puedo hablar con elementos de juicio para lanzar ninguna hipótesis. También tengo el antecedente revelador de preferir para el caso español en los años de la putrefacción felipista los pactos programados con el PP para desbancar al PSOE de administraciones e instituciones «clientelizadas» (si me permites el palabro). Y, con todo, creo sinceramente que aquel conservadurismo muy poco tenía de fascismo. Sí puedo asegurarte que cuando colegas anarquistas se vanagloriaban hace unos años de luchar en barricadas contra el gobierno oligarca y corrupto de Ucrania, «aunque fuese compartiendo rancho con fuerzas neonazis», mi respuesta era la censura y la sospecha. No sé yo si, de haberme sentido hostigado, perseguido y maltratado por un gobierno al que contribuí a aupar, habría concluido por claudicar y por realizar una labor de oposición que hubiese podido beneficiar a mis más directos y frontales enemigos. Pero permíteme al menos dudarlo.

    II. Damián Gonzañes Escudero a Bartolomé Clavero.

    Estimado Profesor Clavero,
    Me es muy grato saludarle (…). En esta ocasión le escribo para comentarle que he leído atentamente su artículo sobre la situación en Bolivia, que se publicó ayer. Como latinoamericano, miro con mucha atención los diversos procesos que vienen ocurriendo en América Latina en estas últimas semanas. Lo que ha sucedido en Ecuador y Chile, particularmente en este último, me da mucha expectativa sobre cambios democráticos que pudieran venir. Sin embargo, los últimos acontecimientos de Bolivia me resultan especialmente preocupantes. Coincido con usted en que es el mismo Evo Morales quien tiene responsabilidad al haber manipulado las instituciones para poder ser declarado electo una vez más. De la misma manera, estoy de acuerdo con que la facción fundamentalista religiosa que se ha instaurado en el poder, los «cívicos», no ha llegado al gobierno por el cauce constitucional, a pesar de que muchos colegas bolivianos insistan en que se ha tratado de una sucesión constitucional del poder. Considero muy peligroso para la región los discursos de odio que han sostenido -y sostienen- por ejemplo, la presidenta y el señor Camacho. Basta escuchar sus declaraciones, o el acto de ingresar al palacio de gobierno con una biblia. Esta situación está afectando definitivamente la geopolítica de América latina.
    No obstante, quisiera llamar la atención sobre un hecho y dos actores que considero muy importantes para los hechos de las últimas dos semanas. Por un lado, la recomendación de los altos mandos del ejército a Evo Morales a que presente su renuncia. ¿Considera usted que este hecho en particular no fue gravitante para la renuncia de Morales?
    Por otro lado, soy consciente de que hablar del papel imperialista de Estados Unidos y su filtración en América Latina, puede implicar caer en una argucia simplista y fácil, además de ser un lugar común cuando, desde la izquierda, no se ha podido dar explicaciones bien fundamentadas sobre procesos sociales, pero no cree usted que exista alguna injerencia estadounidense en este proceso? Si tomamos en cuenta las derechas conservadoras latinoamericanas, al menos las actuales de Brasil o Perú que están en el poder, observaremos que comparten rasgos similares a lo que representa Jeanine Añez: fundamentalismos religiosos, discriminación y en lo económico favorables a la privatización desenfrenada. Entonces el capital internacional, que buscaría beneficiarse con los recursos naturales de Bolivia en mayor medida, puede haber visto en esta coyuntura electoral crítica el momento preciso para alentar la salida de Morales. Si bien Morales, como usted apunta, había comenzado a aplicar políticas entreguistas sobre los recursos naturales, pero sería posible verlo en una perspectiva internacional?
    Espero que el panorama represivo que se puede observar desde las informaciones que recibo en Frankfurt no continúen, y que finalmente se pueda regresar al orden constitucional, que tanto ha sido invocado pero poco respetado. Espero me disculpe el atrevimiento de escribirle, la situación de América Latina y su reciente artículo me motivaron a darme la confianza de hacerlo. Le agradezco su atención de antemano, desde luego quedo al pendiente de su respuesta,
    Le envío saludos cordiales, Damian Gonzales.

    III. Bartolomé Clavero a Damián Gonzales Escudero.

    Hola, Damián. Gracias por el mensaje comunicándome unas dudas que comparto.
    ¿Han sido los militares los que obligan a Morales a renunciar? Por una parte, por lo que me dicen, no había unanimidad entre los generales, pero hubiera sido irresponsable provocar una división entre ellos. Por otra parte, en el momento en el que Morales aceptó nuevas elecciones con renovación previa del Tribunal Supremo Electoral que había ejecutado el fraude electoral contaba con el respaldo de la OEA, algo esencial en la actual geopolítica americana. Sigo pensando que la retirada explícita de confianza por parte de las organizaciones indígenas y sindicales menos masistas fue decisiva. Otra cosa es que estas, al no prever el vacío que iba a producirse, se precipitaron. Precipitándose todo, discierno mal porque no sé ni siquiera el orden exacto de los acontecimientos. Quizás todavía era factible una sucesión constitucional que hubiera mantenido un gobierno interino en manos de un MAS bien dispuesto a la repetición de las elecciones sin la participación de Morales ni otros responsables del fraude electoral, lo que contaría con el beneplácito de la OEA. Pero la espantada institucional masista acabó siendo general. Y la violencia lo empeoró todo dejando expedito el camino al poder de quienes nunca lo hubieran conseguido, en las circunstancias actuales, ni por vía electoral ni por golpe de Estado, el peor racismo del Oriente (Santa Cruz y Beni fundamentalmente). Ellos estaban acomodados con el poder que les garantizaba la cesión masista de colocar la autonomía de los Departamentos muy por encima de la de los pueblos indígenas. De estos aspectos de aquel giro me ocupé sobre la marcha en escritos por internet que recogí en el libro «¿Hay genocidios cotidianos?» (https://www.bartolomeclavero.net/wp-content/uploads/2014/08/genocidio-cotidiano.pdf).
    ¿Cuál ha sido la intervención de los Estados Unidos sobre todo en relación al resultado final de un gobierno en manos del racismo fundamentalista? Me lo he preguntado lógicamente pues es presumible, pero lo ignoro en absoluto. El entusiasmo inmediato de Trump es un indicio, pero no prueba nada sobre la actuación previa. Tengo incluso la idea de que, tras el giro entreguista del tándem Morales-Linera, los intereses corporativos, comenzando por el estadounidenses, le preferían a cualquier otra alternativa. Al fin y al cabo les garantizaba lo que ellos llaman “la seguridad jurídica” en un país del potencia explosivo de Bolivia. También es verdad que, por su apego extremo al poder, el tándem estaba poniendo en peligro dicha misma seguridad, con lo que puede que los Estados Unidos ya hubieran optado por la bolsonarización. Y la Unión Europea no es que vaya a poner muchos reparos, como tampoco, en Bolivia, lo está haciendo la derecha no racista.
    ¿Qué hacer? Si fuera boliviano, tendría que responder algo. Sabría también más. Desde aquí no tengo ni idea. De lo que estoy seguro es de que no voy a contribuir al autoengaño sobre la Bolivia masista que está transmitiéndose desde allí y desde el exilio a la izquierda global. La historia es, nuevamente, trágica.
    Con mis cordiales saludos, Bartolomé.

  2. Sigo publicando correspondencia:

    Damián Gonzales Escudero a Bartolomé Clavero.

    Estimado Profesor Clavero, muchas gracias por su respuesta. En definitiva coincido con que la precipitación que tuvieron las movilizaciones sociales; pudieron no haber previsto el vacío de poder que ha terminado con la situación actual, donde la represión se está endureciendo. Lo que puedo observar es que la polarización se está ahondando, por ejemplo el día de ayer se destinó un presupuesto aproximadamente de 5 millones de dólares al ministerio del interior, es decir destinado a la represión, un hecho que francamente no sorprende viniendo desde estos grupos de talante autoritario y racista que se encuentran en el poder. Esto sucede cuando las protestas de movimientos masistas, y también algunos no necesariamente masistas, se intensifican. Aunque este decreto ha sido impugnado, es una clara muestra de la dirección que está tomando el gobierno.
    Los grupos en protesta han anunciado el bloqueo de ingresos de productos a la Paz, el llamado “Cerco de Tupac katari”, hasta que la presidenta renuncie. Esto podría culminar en una situación de represión lamentable, sería trágico. Considero que los hechos que se avecinan serán determinantes para poder analizar en perspectiva el papel de los militares en esta crisis.
    Por otro lado, tomando en cuenta las protestas en Ecuador de hace un mes, las protestas masivas en Chile, la victoria de Fernández en Argentina, la liberación de Lula en Brasil ¿considera usted que la presencia o permanencia de Morales – aún con sus retrocesos en cuanto a políticas indígenas y apertura al capital internacional sobre los recursos naturales– podría haber resultado todavía incómoda para la política regional de los Estados Unidos? Me parece que dentro de la geopolítica que maneja Estados Unidos, la “amenaza” de tener un giro regional hacia el progresismo (como lo hubo aproximadamente hace 10 años) ha aumentado en este último mes, por eso creo que la OEA ha sido un actor muy importante en esta crisis, solamente anunciando las irregularidades en el proceso electoral, prácticamente puso a Morales contra las cuerdas. Esto, evidentemente, es una especulación mía, no tengo fuentes concretas para asegurar una intervención estadounidense, pero indicios no faltan. Los aplausos del secretario de estado estadounidense a la expulsión de los médicos cubanos del territorio boliviano, nos dan un indicio más.
    La tensión es fuerte y las narrativas que se están generando son muy diversas, unas más informadas que otras, sin embargo de lo que estoy seguro es que no podemos mirar con desdén ni ser indiferentes a las narrativas de los grupos fundamentalistas y racistas que están detentando el poder.
    Nuevamente muchas gracias por su respuesta, aprovecho para saludar a Sebastián Martín, no tengo ningún problema si se quisiera colgar en el sitio web los mensajes.
    Cordiales saludos¡ Damián.

    De Bartolomé Clavero a Damián Gonzales Escudero

    Hola, Damián. Para el futuro, aparte los poderes que se está tomando un gobierno transitorio ilegítimo de signo racista, lo peor que veo es que el candidato situado en las últimas elecciones en segundo lugar y que podía haber ganado en la segunda vuelta, Carlos Mesa al frente de Comunidad Ciudadana, está cerrando filas con el racismo, justificando hasta su carta blanca a las políticas brutalmente represivas. No he tenido trato personal, salvo algún saludo, con Mesa, pero tengo amistad con algunos colaboradores muy cercanos suyos y me consta que no son racistas o, al menos, que no se han movido políticamente por el racismo que siempre está aún en el trasfondo de la sociedad no indígena en países todavía coloniales como Bolivia. Además, Mesa, cuando fue presidente interino legítimo a mediados de los años 2000, cumplió su cometido ateniéndose a su obligación de convocar y garantizar unas elecciones generales, las primeras precisamente que ganó Evo Morales. Y Mesa no es un político cualquiera. En el exterior y particularmente en España goza de bastante audiencia y apoyo, de la audiencia y el apoyo que no tiene ni de lejos el “civismo” racista, aunque a Trump este le encante. Entre medios de (des)información, en España le respalda fuertemente el grupo PRISA, el del diario “El País” y de la cadena radiofónica SER. Detrás se encuentran los intereses corporativos de empresas españolas con nombre y apellido que habían logrado un acomodo con el evismo mediante los buenos oficios de los gobiernos españoles sin excluir a los de signo pretendidamente socialista. ¿Qué ha pasado ahora?
    ¿Qué está pasando en Bolivia? Por poner una comparación. Es como si en España los partidos no sólo notoriamente de derechas, como el Partido Popular y Ciudadanos, sino también los problemáticamente de izquierda, como el Partido Socialista, ante un agravamiento extremo de la crisis de Cataluña, entregaran el gobierno a Vox, a esta extrema derecha xenófoba y depredadora. Lo inconcebible en España ocurre en Bolivia. ¿Cómo puede ser? Tengo para mí que solo puede ser porque, pese a todo el esfuerzo notable de descolonización puesto en práctica a partir de la Constitución de 2009, la debida no sólo al MAS, sino también y sobre todo al Pacto de Unidad indígena-sindical, Bolivia sigue siendo una sociedad colonial, contando además a los mismos efectos coloniales con la complicidad, de las antiguas potencias imperiales comenzándose por España. En esas todavía estamos.
    ¿Puedo remitirme a otro libro donde trato de estas cosas? Está recién salido del horno de la editorial Olejnik: “Derecho de otras gentes entre genocidio y constitucionalidad”.
    Salud, Bartolome.

  3. Muy equivocado el análisis con falta de rigor en los datos. La OEA no dijo que hubo fraude, incluso hasta el momento la OEA ni si quiera a emitido un informe de la auditoria. Los datos del escrutinio oficial indican que no hubo fraude.

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