Margarita Ibáñez Tarín
Doctora en Historia Contemporánea
y profesora en el IES Abastos de Valencia.
Beca de investigación de la Fundación Max Aub 2018.
 

Un libro de próxima aparición en Publicaciones de la Universidad de Valencia reconstruirá la vida de los Gaos, una familia de la burguesía ilustrada, plenamente identificada con los ideales republicanos, que padeció de forma implacable la fractura tremenda que causó la guerra civil en Valencia. Aquí se muestra un adelanto de esta obra, centrada en investigar el convulso contexto histórico en el que se desenvolvieron sus vidas. No es corriente que en una misma familia coincidan varios hermanos con intereses literarios y artísticos y con tanto protagonismo político como tuvieron los hermanos Gaos durante la guerra civil en Valencia.[1] Así sucedió, por ejemplo, con los Baroja, los Panero o los Goytisolo en el plano literario, por citar solo algunos de los casos más conocidos en la España de la posguerra, pero en ningún caso se trató de familias que sufrieran la represión franquista, como fue el caso de los Gaos. La suya fue una familia perdedora de la guerra, que sufrió en un grado muy alto las consecuencias de la derrota.

Señas de identidad

Los Gaos pertenecían a una familia culta y moderna contraria a la España de “cerrado y sacristía”, que tan bien describió el poeta Antonio Machado (del que eran grandes admiradores). Soñaban, como él, con un país renovado, laico, civilizado y democrático. “Esas ilusiones decimonónicas —según Francisco Caudet— eran las de una clase media ilustrada y progresista, que, —como el poeta— tenía en las venas “gotas de sangre jacobina”. Admiraban al pueblo, estaban con el pueblo, se sentían solidarios con el pueblo”. Los nueve hermanos —de los que los más conocidos son el filósofo José Gaos y la actriz Lola Gaos— y su progenitor se reconocían en los valores ideológicos del antifascismo.

Lola Gaos, candidata por la Candidatura de Unidad Popular, durante la campaña de las elecciones generales de 1977 (foto: ABC)

De lo que se ha escrito sobre los Gaos —siempre estuvieron rodeados de escritores y artistas— y de lo que sabemos sobre la familia porque ellos mismos dejaron constancia en sus obras, se deducen una serie de rasgos comunes que han ayudado a conformar una imagen exterior un tanto estereotipada, pero no muy lejana de la realidad. Se ha dicho de ellos que, además de ser grandes lectores y escritores, especialmente aficionados a la poesía y a la música, eran muy inteligentes, algo alocados, despistados y divertidos, interesados por la política y la filosofía, vehementes y con grandes dotes para la oratoria y el debate de ideas. Un compendio de virtudes intelectuales bastante inalcanzables para la mayoría y muy poco frecuentes, que, sin embargo, coexistieron todas juntas en la familia Gaos.

Max Aub, que fue —sin duda alguna— el escritor que mantuvo un trato más cercano con los hermanos Gaos, los retrató en varios de sus libros. Los Gaos ocupan un lugar destacado en el elenco de tipos de la más variada procedencia que pueblan El laberinto Mágico de Max Aub, si bien su identidad fue preservada por el autor, ocultada de forma intencionada.  Sólo Ángel Gaos aparece retratado como personaje histórico en Campo de los Almendros, una de las cinco obras que componen el ciclo de El laberinto mágico, los demás miembros de la familia y él mismo están ocultos bajo el apellido de Dalmases en tres de las obras del citado ciclo: Campo abierto, Campo del moro y Campo de los Almendros. Vicente Dalmases —el personaje ficticio creado por Max Aub— guarda una clara correlación con el personaje real de Ángel Gaos. Hasta incluso en los rasgos físicos las coincidencias son abrumadoras: delgado, vivo, serio, rápido, nervioso, nariz larga, ojos enormes, inteligente… “Estudia comercio, sin ganas. Hace dos años que todo es política para él”.[2]

No cabe duda de que la familia de Vicente Dalmases en El Laberinto Mágico de Max Aub es la familia Gaos:

[Vicente Dalmases] pertenece a una familia absurda y numerosa donde cada quien tira por su lado: todos inteligentes y un tanto desperdigados. Su padre es registrador de la propiedad; su hermano mayor, a más de músico, es catedrático de latín en un instituto de nueva creación —de esos que la República se ha empeñado en formar, morada de tantos profesores que creen en el espíritu de la letra—; el segundo, ingeniero de caminos y poeta; el tercero estudia para veterinario y, en sus ratos perdidos, que son bastantes, griego; el cuarto, Vicente, a más de estar inscrito en la escuela de comercio, es actor; le sigue una muchacha que quiere ser bailarina y estudia en la Normal de maestras. Hay tres más, todavía sin definir, pero desde luego, ninguno quiere estudiar derecho, como desearía su padre: los tres hacen versos, para empezar, y el benjamín asegura que quiere ser aviador, y el que le antecede habla vagamente de ingeniería, el anterior ha dado a entender, categóricamente, que no quiere hacer nada: tiene bastantes hermanos para poder vivir tranquilo: quiere ser compositor, pero sin estudiar música. Todos son liberales, menos Vicente, que es comunista: nació así.[3]

Vicente Gaos González-Pola (1919-1980) (foto: zendalibros.com)

A Max Aub le gustaba introducir personajes ficticios, que eran trasunto de personajes reales, siempre escamoteando al lector algún rasgo relevante para que no fueran fácilmente identificables. En la descripción que hace de los Gaos mezcla estudios y profesiones y altera el orden de edad de los hermanos, pero, pese a todo,  las similitudes son tantas que no se nos escapa que el padre de Vicente Dalmases [Ángel Gaos] es don José, que en la vida real no era registrador de la propiedad, sino notario, que el hermano mayor, José Gaos, no era profesor de Latín, sino de Filosofía, que Vicente [Ángel] no estudiaba Comercio sino Derecho y que la niña, Lola Gaos, —la más pequeña y no la quinta— no quería ser bailarina sino actriz.  También identificamos fácilmente a Carlos, el segundo hijo, ya que sabemos que era ingeniero de caminos, y a Fernando, el penúltimo, un gran virtuoso de la música, con mucho talento, al que le habría gustado ser intérprete y compositor.

Los Gaos tenían fama de excéntricos, y el padre, don José Gaos Berea —“el auténtico genio de la familia”, según Max Aub— en particular, tenía reputación de bastante alocado y mujeriego. Según lo describe su hijo Ángel, era “hijo de masones, incrédulo, libertino, extravagante, blasfemo y genial”.[4] A estos adjetivos, José, el hermano filósofo, añade otros: “irreligioso, liberal, jovial, ingenioso, muy inteligente, cultivado, gran profesional, jurista distinguido como conocedor del derecho hipotecario, y estudioso”.[5] La profesión de don José era notario, especializado en Derecho Hipotecario y en Filosofía del Derecho, cuyo conocimiento juzgaba imprescindible para una buena formación jurídica. En su vasta biblioteca personal, hoy desaparecida,[6] abundaban los libros de Historia, Literatura y otras materias, pero sobre todo los de Filosofía, que le interesaban mucho, si bien despreciaba la Metafísica desde una total y definitiva convicción escéptica.[7]

Publicidad del negocio familiar en A Coruña (foto: La Voz de Galicia)

Don José Gaos Berea había nacido en La Coruña en el seno de una familia muy vinculada al mundo musical gallego, que regentaba una tienda de instrumentos musicales. Desde Galicia se trasladó a Gijón y fue en esta ciudad asturiana donde se casó y nacieron sus tres primeros hijos: José, Carlos y María. En 1915, don José obtuvo el puesto n.º 1 en las oposiciones de notarías y decidió establecerse con carácter definitivo en Valencia. Siempre fue un hombre “polémico y humanista”. Había tres profesiones con las que no transigía: curas, artistas y militares, según su hijo Ángel. En Valencia encontró un ambiente político y cultural con el que se pudo sentir identificado. El blasquismo —un movimiento político republicano y populista surgido en la ciudad en la última década del siglo XIX por obra del escritor Vicente Blasco Ibáñez— seguía siendo en los principios del siglo XX un movimiento de masas con una gran influencia social, que apoyaba su corpus doctrinal en cinco pilares: república, anticlericalismo, vida municipal, modernización y progreso científico.[8]

La familia de la madre, doña Josefa González-Pola Menéndez, pertenecía a la pequeña nobleza asturiana, tenían casa en la calle Campomanes de Oviedo, una calle principal de la pequeña capital provincias, y también en el cercano pueblo de Luanco donde pasaban los veranos. Don José, el padre de los Gaos, se burlaba de las ínfulas de aristocracia que se daba, según él, la familia de su mujer. Él era una persona de gustos plebeyos, en una ocasión en que el chófer que lo llevaba en coche al casino de la Agricultura en la calle de la Paz en Valencia se presentó vestido de librea (su mujer había decidido vestirlo así), don José se molestó y le dijo que o se quitaba el uniforme o no subía en el coche.[9] La ciudad de Oviedo en la primera década del siglo XX continuaba siendo como su trasunto literario, la Vetusta de La Regenta de Clarín, una ciudad provinciana donde sus habitantes mataban el tiempo entregados a la hipocresía y la falsa religiosidad, la murmuración y los convencionalismos a juzgar por los recuerdos de infancia que nos han llegado de José, el hermano mayor, que vivió con sus abuelos en esta ciudad desde los cinco hasta los 15 años. De todos los hermanos Gaos, el que sufrió una educación más rígida y fundamentalista —en cuanto a religión católica se refiere— fue José. En uno de sus aforismos filosóficos más conocidos, escrito durante su exilio en México desde la perspectiva que le daban los años, resumía sus convicciones al respecto: “Toda una vida de esfuerzos puede no ser bastante para librarse de una educación errada”.[10] Se quejaba de que le habían inculcado una práctica extremada de la religiosidad externa.

Alejandro Gaos González-Pola (1907-1958) (foto: academia.org.mx)

Las influencias tan contradictorias —la religiosidad ciega de la madre y el agnosticismo y anticlericalismo burlón del padre, que con frecuencia se mofaba de todo lo que tenía que ver con la Iglesia— y las experiencias tan negativas por las que atravesaron los hermanos Gaos en los colegios religiosos a los que acudieron en sus primeros años escolares y en la adolescencia forjaron en ellos una relación ambivalente con la religión católica. La mayoría de los hermanos mantuvieron un difícil nexo con el hecho religioso. A lo largo de sus vidas se debatieron entre el agnosticismo y la fe en la trascendencia y, algunos de ellos, en la recta final de su existencia se confesaron creyentes, pero no católicos, como fue el caso de Ángel Gaos.

Otra constante, siempre presente en sus vidas, fue la música. Todo giró invariablemente en torno a esta disciplina artística, a la que dedicaban mucho tiempo. Don José Gaos Berea, todas las noches, de diez a doce, ejecutaba con gran entusiasmo a Chopin y todas las noches se producía el mismo diálogo con su mujer, que le recriminaba que no dejaba dormir a los niños. A lo que él respondía: “Para oír música no hay hora, además tienen toda la vida para dormir”.[11] Todos los hermanos heredaron el gusto por la música. Son continuas las referencias musicales en sus recuerdos de infancia. Las hijas mexicanas de Carlos, Amparo y Ana María, todavía se emocionan cuando escuchan interpretar al piano Claro de Luna de Beethoven o la Marcha Turca de Mozart porque les evocan vivamente a su padre.[12]

En la casa de los Gaos se respiraba una atmósfera inmersa en “las llamas de la música, de la poesía, del pensamiento, de la polémica, que sintieron y sembraron el padre y los hermanos. Piano y libros eran elementos predominantes en aquella conjunción hogareña, un poco bohemia, más siempre estudiosa e inquieta, artística, de la familia Gaos”, según rememoraba Fernando Dicenta de Vera en un artículo que escribió para diario Las Provincias de Valencia en 1977.  Literatura y vida formaron siempre un binomio inseparable en la familia y, no solo porque todos ellos sintieran desde muy jóvenes la tentación de la escritura sino porque vivieron rodeados de escritores y a menudo ellos mismos se convirtieron en personajes de las obras de sus amigos. Gonçal Castelló, Jorge Campos, Carlos Llorens, Juan Renau y Max Aub los retrataron en algunas de sus obras.

El sueño republicano

Stefan Zweig dice, refiriéndose a la edad de la adolescencia, que se trata de “una época de asimilación, cuando resulta fácil entablar amistades y aún no se han solidificado las diferencias sociales y políticas, un hombre joven aprende más de aquellos que se afanan como él que de los que ya han superado esa etapa”.[13] Es un periodo clave de la vida de las personas en el que se gestan los afectos, las afinidades artísticas y literarias y, también, en el caso de los hermanos Gaos y de Max Aub se forjó de manera definitiva el ideario antifascista que mantuvieron a lo largo de sus vidas. Max Aub, como es sabido, consideraba tan importante ese tiempo que, por encima de las accidentadas circunstancias vitales que lo llevaron a nacer en París, creía que uno era de donde había estudiado el bachillerato, y él lo había estudiado con los Gaos en el Instituto Luis Vives en la ciudad de Valencia en la segunda década del siglo XX.

Instituto Luis Vives hacia 1915. Foto: colección de Andrés Giménez.

Los Gaos más mayores, José y Carlos, estudiaron la carrera universitaria en Madrid en los años veinte del siglo pasado, en la época de máxima efervescencia cultural de la Residencia de Estudiantes. José —después de estudiar dos años en Valencia— se empeñó en estudiar Filosofía y Letras en la capital en contra de la opinión de su padre y tuvo que dedicarse a hacer traducciones del alemán para ganarse el sustento en la Villa y Corte. Carlos hizo Ingeniería de caminos, canales y puertos en la Universidad Central de Madrid.

Hasta Madrid llegaban entonces los ecos de las Vanguardias y Ramón Gómez de la Serna era el escritor del momento que mejor sintonizaba con estos nuevos aires que llegaban de Europa. José Gaos a menudo coincidía con él en la tertulia de la Revista de Occidente, a la que acudían ambos con asiduidad. Una noche, en que se encontraban en dicha tertulia, en el curso de una conversación, se le ocurrió a José Gaos mentar a sus hermanos y Ortega y Gasset se quedó sorprendido:

  • ¿Cómo —¿Pero tiene usted hermanos?
  • Sí, don José… ¿No lo sabía? ¿No he tenido ocasión de decírselo nunca?… Soy el mayor de nueve hermanos vivos, porque hemos sido, o debido ser, hasta quince…
  • Pero, si tiene usted psicología de hijo único —y me miraba con una mirada que calaba hasta el fondo, porque venía de profundidades.
  • Pues, don José, no deja usted de tener razón; tiene usted más que razón. Pues aunque soy el mayor de tantos hermanos, no me crié con ellos, ni con mis padres, sino con mis abuelos maternos, de manera que bien puedo tener psicología, no ya de hijo único, sino de nieto único, que puede que sea más (Gaos 2001, 86-87).
José Gaos (de pie, primero por la derecha) durante un homenaje a Ortega y Gasset en 1935. Aparecen también, de pie, Xavier Zubiri y Luis Recaséns Siches y sentados, María de Maeztu, Juan Zaragüeta y Manuel García Morente (foto: Archivo José Gaos, UNAM).

Realmente, fue en ese corto periodo de ilusión y entusiasmo que fue la Segunda República —coincidente con los años de juventud de los Gaos— cuando se gestó su compromiso ideológico con el antifascismo. Un elemento clave para entender las dinámicas culturales, políticas y sociales que condujeron a la Segunda República fue el proceso de concienciación política de la juventud que tuvo lugar en toda Europa en la época de entreguerras. España no fue ajena en ese tiempo a los procesos de modernización y avance cultural que se vivieron en el continente, no era un país tan atrasado como tradicionalmente se ha pensado, si bien se incorporó más tarde a estas movilizaciones. Los jóvenes españoles, como sus contemporáneos europeos, se convirtieron en los años treinta en los protagonistas de los nuevos movimientos políticos.[14]

Los últimos cursos de la Dictadura de Primo de Rivera fueron muy agitados en la Universidad de Valencia. Ángel Gaos vivió en primera persona la revuelta estudiantil contra la política educativa de la Dictadura de Primo de Rivera de marzo de 1929. Para poner fin a la huelga la fuerza pública entró en las universidades y Primo de Rivera optó por clausurar los centros y reprimir con sanciones a los participantes más destacados. Ángel Gaos fue acusado de haber sido uno de los cabecillas y estuvo a punto de que le abrieran un consejo disciplinario y lo expulsaran de la Universidad. Le salvó la intercesión de Manuel García Morente, por entonces director general de Enseñanza Universitaria, así como profesor y amigo personal de su hermano José en la Universidad Central en Madrid.[15]

Ficha de Ángel Gaos,  Archivo General de la Nación de México. Registro de Inmigrantes Españoles en México. Archivo General de la Administración.

Todos los Gaos durante la guerra civil se posicionaron de manera decidida y en bloque del lado del antifascismo. Como muchos otros jóvenes españoles, habían vivido con intensidad —también con grandes expectativas de trasformación política y social— los años de la Segunda República. Tenían conciencia de pertenecer a un movimiento político antifascista de carácter transnacional porque defendían los mismos valores e ideales que otros jóvenes europeos. El hecho de compartir un mismo enemigo común ––el fascismo–– creó en los años treinta una identidad colectiva y una conciencia de formar parte de una misma “cultura política antifascista” en toda Europa.

A Ángel Gaos el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Valencia e inmediatamente se dirigió a la sede del Partido Comunista para ofrecerse voluntario. El 22 de julio —solo cuatro días después de la sublevación— se unió a una de las primeras columnas que partieron en tren hacia Madrid desde la Estación del Norte de Valencia.[16] Su hermano Alejandro también se fue voluntario a las milicias, en concreto a la columna Eixea-Uribes, que actuaba en la zona de Teruel.[17] El hermano mayor, José Gaos, tuvo noticias de la sublevación en Santander, en el palacio de la Magdalena. Había sido nombrado profesor consejero y encargado de los cursos de verano de la Universidad Internacional. Los cursos transcurrieron como estaba previsto hasta que, a finales del mes de agosto, buques de guerra de distintas procedencias atracaron en la ciudad para evacuar a los extranjeros asistentes.[18] José volvió a Madrid para recibir instrucción como miliciano y llegó a desfilar con el Batallón Félix Barzana, adscrito al Quinto Regimiento, por la Castellana en Madrid.[19] Lo cierto es que no llegó a combatir en el frente de guerra, su constitución física no era muy saludable y, además, poco tiempo después de volver de Santander aceptó el nombramiento de rector de la Universidad Central de Madrid. Con 35 años se convirtió en el rector más joven de la historia de la institución.[20] Su hermano Carlos Gaos, teniente coronel de ingenieros del Grupo del Ejército de la Región Oriental, [21] tuvo un protagonismo incuestionable en el diseño y supervisión de las operaciones de la batalla del Ebro.

Batallón Félix Barzana, organizado por la FETE y adscrito al Quinto Regimiento, en Madrid (30 de octubre de 1936)

En este libro hemos pretendido acercarnos al alma de la época, la atmósfera que respiraron los Gaos en esos años, embargados por las esperanzas e ilusiones en los años de Segunda República y transidos de angustias y pesadumbres al finalizar la guerra. Como el escritor Stefan Zweig dejó dicho: “Sabemos por experiencia que es mucho más fácil reconstruir los hechos de una época que su atmósfera espiritual. Ésta no se encuentra sedimentada en los acontecimientos oficiales, sino más bien en pequeños episodios personales”.[22] Ese ha sido nuestro interés, los lectores juzgarán si lo hemos conseguido.

 

[1]José (Gijón1900- México D.F. 1969), Carlos (Gijón 1902- México D.F.1958), María (Gijón 1903- Valencia 1980), Alejandro (Orihuela 1907- Monasterio de Piedra (Zaragoza) 1958), Ángel (Orihuela 1908- México D.F. 1990), Ignacio (Valencia 1915- Barcelona 1979), Vicente (Valencia 1919-1980), Fernando (Valencia 1920- México D.F. 1988), Lola (Valencia 1921 – Madrid 1993).

[2] Max Aub, Campo abierto, Granada, Cuadernos del vigía, 2017, p. 47.

[3] Ibid.

[4] Manuel García, Memorias de posguerra. Diálogos con la cultura del exilio (1939-1975), Valencia, PUV, 2014, p. 217.

[5] Vera Yamuni Tabush, José Gaos. El hombre y su pensamiento, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, p. 10.

[6] Al menos una parte de la biblioteca del padre de los Gaos puede formar parte del conjunto de los 5.467 libros que donó Eva Gaos, hija de Vicente Gaos, a la Biblioteca Valenciana en 2017. La colección, que contiene obras del siglo XVIII y XIX, tiene más de mil libros editados con anterioridad a 1940.

[7] José Luís Abellán, “Los Gaos: una saga familiar eminente”, en RODRÍGUEZ DE LECEA, Teresa, En torno a José Gaos, València, Institució Alfons el Magnànim, 2001, p. 219.

[8] REIG, Ramir, Obrers i ciutadans. Blasquisme i moviment obrer, València, Instituciò Alfons el Magnànim, 1982, p. 34.

[9] Entrevista con Eva Gaos, Valencia, 10 de abril de 2018

[10] José Gaos, Confesiones profesionales. Aforismos, Gijón, Ediciones Trea, 2001, p. 119.

[11] Ángeles Gaos, “Una tarde con mi padre. Recuerdo de José Gaos”, en María Teresa Rodríguez de Lecea (Ed.), En torno a José Gaos, València, Institució Alfons el Magnànim, 2001, p. 26.

[12] Entrevista a Amparo Gaos y Ana María Gaos, Cheste-Ciudad de México vía Skype, 14 de agosto 2018.

[13] Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Barcelona, Editorial Acantilado, 2001, p. 46.

[14] Francisco Morente, Jordí Pomés y Josep Puigsech (Coor.), La rabia y la idea. Política e identidad en la España republicana (1931-1936), Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017, pp. 12-20.

[15] Manuel García, Memorias de posguerra. Diálogos con la cultura del exilio (1939-1975), Valencia, PUV, 2017, p. 220.

[16] Archivo Histórico General y de Defensa (en adelante AHGD) Ángel Gaos González-Pola SUMARIO 8970-V-39, CAJA 20545/3

[17] AGHD, Tribunal Militar n.º 5, expediente de Alejandro Gaos González-Pola, Valencia, sumario 8.988-1939, caja 20.680/6.

[18] Aurelia Valero Pie, José Gaos en México. Una biografía intelectual (1938-1960), México D.F., Colegio de México, Edición digital, 2015.

[19] Verdad, 5 diciembre de 1936, Hemeroteca municipal de Valencia.

[20] Gaceta de Madrid, N.º 281, 7 de octubre de 1936, p. 227.

[21] Gaceta de la República, N.º 17, 11 de enero de 1938.

[22] Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Barcelona, Acantilado, 2001, p. 264.

Imagen de portada: foto familiar de Andrés Gaos con Luisa Guillochón y Pepe Gaos, hacia 1929 (Biblioteca América, Universidad de Santiago de Compostela).

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4 COMENTARIOS

  1. Muchas gracias por la investigación y publicación del libro acerca de Los Gaos, que he leído con mucho gusto e interés. Creo que es muy importante dar a conocer, no solo la trayectoria y personalidad de esta extraordinaria familia, sino su contexto histórico, para comprender lo que supuso la República, la Guerra y la posguerra en la vida de los españoles, sus consecuencias en la intelectualidad, la cultura y el arte.
    También he hojeado y leído fragmentariamente tu tesis sobre los profesores valencianos de la época, que agradezco igualmente. Me interesa el tema.
    Me gustaría poder comentarte algunas dudas que me han surgido de la lectura, pero no creo que sea este el lugar adecuado.
    Un saludo
    Esmeralda Casado

  2. Muchas gracias por el comentario. Los Gaos eran una familia bastante particular y extraordinaria en muchos aspectos. La verdad es que investigar su historia fue muy interesante. Intentaré escribirte y me cuentas tus dudas. Marga

  3. Los Gaos, siguen moldeando el entorno que los rodea, en dos continentes, en mùltiples disciplinas e inquietantes modalidades literarias y artìsticas.

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