Presentación
Martín Rodrigo Alharilla
Profesor titular de Historia Contemporánea
Universitat Pompeu Fabra
 

Las masivas protestas tras la reciente muerte de George Floyd, iniciadas primero en los Estados Unidos y luego llevadas también a cabo en otros lugares del mundo, han acabado con el derribo de algunas estatuas: la ira popular ha tirado abajo imágenes de antiguos comerciantes negreros pero también de antiguos propietarios de esclavos así como de conquistadores y de colonizadores europeos de América y de África. Un fenómeno iconoclasta que ha afectado a diferentes países (Estados Unidos, Gran Bretaña, Bélgica, …) y que se ha venido a sumar a la retirada de símbolos relacionados con la esclavitud llevada a cabo en los últimos años a instancias de diferentes administraciones, en el espacio público de diferentes ciudades europeas y americanas. En España, hasta el momento, sólo se ha bajado una estatua de su pedestal, fue en Barcelona, el 4 de marzo de 2018 y tuvo por objeto la efigie de Antonio López, primer marqués de Comillas.

Retirada de la estatua de Antonio López Bru, marqués de Comillas, en Barcelona, marzo de 2018 (foto: Ayuntamiento de Barcelona/La Vanguardia)

Las acciones de los manifestantes del movimiento Black Lives Matter ha vuelto a poner de relieve la necesidad de abordar colectivamente, tanto desde la sociedad civil como sobre todo desde las instituciones, la definición de unas políticas de memoria públicas sobre la esclavitud y el comercio de esclavos. Esa necesidad se aprecia especialmente en el caso de España, pues fue un gran actor en el comercio transatlántico de africanos esclavizados entre los siglos XVI y XIX. En esta entrevista, el historiador, arqueólogo y especialista en cuestiones de patrimonio Alfredo González Ruibal ofrece claves interesantes para abordar esa necesaria reflexión. Al final figura una relación de libros sobre el racismo en EE.UU.

 

 
Entrevista a Alfredo González Ruibal (*)
 

El primero en caer fue Williams Carter Wickham en Richmond, la capital del estado de Virginia en Estados Unidos. Wickham era un general confederado y dueño de una plantación, cuya estatua fue erigida en 1891 y derribada el domingo pasado durante las protestas del movimiento Black Lives Matter.

Tras él, se desplomaron Cristobal Colón en Boston y Virginia, el esclavista del siglo XVII Edward Colston en Bristol y Leopoldo II, cerebro del mayor genocidio cometido en el Congo a finales del siglo XIX, en Amberes. Todos ellos han sido objetivo de las protestas antirracistas que se han repetido en varios países desde el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis. 

Derribo de la estatua de Edward Colston durante las protestas por el Black Lives Matter en Bristol, Reino Unido (foto: Europa Press)

Pinturas, banderas, fuego y martillazos. Mientras que los manifestantes intervienen de forma más o menos violenta estatuas y monumentos de personajes relacionados con el racismo histórico, el debate sobre el respeto al patrimonio ha vuelto a saltar a la palestra. ¿Es un atentado contra el arte y la memoria? O, al revés, ¿pone un punto y final al inapropiado homenaje a estos esclavistas y supremacistas blancos?

En algunas localidades, tras las revueltas, se ha optado por retirar y resignificar los bustos. Ese es el caso de Amberes, cuyo consistorio ha buscado nueva ubicación a la figura del rey belga. El Ayuntamiento de Londres, por su parte, se ha comprometido a revisar las estatuas dedicadas a comerciantes de esclavos, como el negrero Robert Milligan, y sustituirlas por monumentos a la diversidad racial.

Si bien esos casos están claros, hay otros que no consiguen tanto quorum, como el de Winston Churchill, cuyos bustos han amanecido esta semana por todo Reino Unido pintados con lemas antirracistas. Eliminar cualquier monumento que recuerde a un episodio traumático o a un personaje con historial racista es un acto controvertido sobre el que han empezado a significarse historiadores y arqueólogos.

Pintada en el pedestal de la estatua de Winston Churchill en Parliament Square, Londres (foto: Isabel Infantes/AFP via Getty Images)

Alfredo González Ruibal, investigador del Patrimonio y divulgador histórico, cree que «la gente no derriba estatuas al tuntún, sino que ataca los símbolos que representan su opresión en el presente». Hace unos días redactó un hilo viral en el que explicaba el contexto histórico en el que muchas fueron construidas y su relación con los movimientos que las vandalizan hoy en día.

Este experto en patrimonio se cuida de considerar toda efigie como tal. Contando con que algunas se erigieron hace menos de lo que se piensa y que por lo tanto su valor histórico es relativo, González Ruibal responde a las principales críticas sobre estos monumentos, el espacio público y su intervención violenta como acto de protesta.

¿Qué es el «patrimonio negativo»?

El que está asociado a la opresión, las dictaduras, la esclavitud o el colonialismo, un tema que me preocupa desde hace años. Y también qué se puede hacer con él. Los actos de tirar estatuas o destruir monumentos son recurrentes, desde las de Franco en España en 2007, las de los confederados en Estados Unidos en 2017 o las de los comunistas en los países orientales a finales de los 90. Cada vez que sucede parece un escándalo, pero en realidad existe un patrón.

Busto de Leopoldo II de Bélgica, vandalizado y posteriormente retirado en la ciudad de Hal (foto: Le Soir)

Algunos critican que se vandalicen durante las protestas. ¿Se habrían tomado medidas políticas sobre ellas si se hubiesen manifestado de otra forma?

El derribo de estatuas tiene que ser un acto agresivo. Es importante que exista esta performance para obtener un efecto porque a veces los buenos modales no son suficientes. Aunque los historiadores y los arqueólogos lleven años analizando de forma crítica a determinados personajes, la verdad es que no acaba de trascender al ámbito público. Siguen exhibiéndose estatuas de conquistadores, de esclavistas y de dictadores. Son una forma de ocupar espacio público y de decir que esos valores son perfectamente legítimos hoy en día, y realmente no lo son.

¿Todo patrimonio es digno de ser defendido y mantenido?

Se pone demasiado énfasis en el aspecto patrimonial de estas estatuas, cuando lo tiene solo hasta cierto punto. La gente piensa que la estatua de Hernán Cortés lleva en Trujillo desde el siglo XVI, pero en realidad tiene ochenta años y se levantó en un momento muy específico.

Los que nos dedicamos al patrimonio somos cada vez más conscientes de que no es necesariamente algo sagrado: se puede manipular, se puede jugar con él y se puede alterar. Aunque depende del tipo de patrimonio. Para mí no es lo mismo la estatua de un esclavista del siglo XIX que la catedral de Santiago. Hay patrimonios que debemos mantener en su integridad y hay otros que se pueden someter a la manipulación. No son reliquias sagradas.

También existe la opción de resignificarlas.

De hecho, mis opciones favoritas son la alteración y la resignificación. Yo creo que hay que sacarlas del espacio público. Por mucho que pongas un cartel, el espacio público es para el homenaje y la conmemoración. Habría que colocarlas en un museo o en otro contexto donde se pueda explicar lo que fueron estos personajes. Todo esto es compatible con el derribo como una performance o una protesta, y después se pueden coger, colocarlas en otro sitio y ahí resignificarlas.

Dice que algunas estatuas se construyen como un acto de advertencia hacia la sociedad civil más que como conmemoración. ¿A qué se refiere?

Muchas veces los monumentos y las estatuas se erigen de forma reactiva, es decir, cuando una identidad o unos determinados valores se ponen en tela de juicio. Lo podemos ver en España. Tenemos en Madrid una estatua de Blas de Lezo, señor del siglo XVIII absolutamente irrelevante en el presente, y otra estatua a los últimos de Filipinas, una gesta igualmente irrelevante. ¿Por qué se levantan entonces? Porque son estatuas reactivas. La supuesta nación sin complejos, que en realidad está muy acomplejada, necesita sacar a estos héroes para defenderse.

Monumento a los héroes de Baler (los últimos de Filipinas), obra de más de 6 metros de altura encargada por el Ejército de Tierra al escultor Salvador Amaya (basada en un boceto de Ferrer-Dalmau, instalada en la plaza del Conde del Valle Súchil de Madrid e inaugurada en enero de 2020 por el alcalde José Martínez Almeida, que la incluyó en su programa electoral (imagen: Ayuntamiento de Madrid/El Independiente)

Sitúa el nacimiento del segundo Ku Klux Klan en 1916 y los años de la lucha por los derechos civiles cuando más monumentos racistas se construyeron en EEUU. Momentos en los que el supremacismo blanco «estaba acomplejado».

De la misma manera que en el siglo XXI se construyeron estatuas a héroes imperiales en España, en EEUU se construyeron estatuas a héroes racistas cuando el racismo empezaba a estar en tela de juicio. La población afroamericana estaba empezando a organizarse, empezaron a surgir asociaciones, universidades negras, el renacimiento de Harlem, la cultura negra, el jazz. Una parte de la sociedad blanca empezó a verlo como una amenaza y la monumentalización, la construcción de monumentos, tuvo mucho que ver con eso.

¿Por qué no se puede comparar con las estatuas a emperadores o a faraones?

Hay dos razones. La primera es que la opresión que se cometió en la época de los egipcios o los romanos no tiene efecto alguno en el presente y no hay nadie que se pueda considerar víctima u ofendido por esos monumentos. Por otro lado, estamos hablando de tiempos históricos muy distintos. La historia de antes y después del siglo XVI no tiene nada que ver. Hay una ruptura que dio paso a la modernidad y que hace que haya más valores compartidos con un señor del siglo XVI y que con los griegos del siglo IV antes de Cristo.

Y seré muy claro con el tema de la esclavitud. A partir del siglo XVI hay una crítica sistemática a la esclavitud y hay mucha gente que sabe que es una aberración y que pedía la abolición de la esclavitud, empezando por sectores de la propia Iglesia Católica.

Estatua de Colón derribada junto al capitolio del estado de Minnesota durante las protestas del movimiento Black Lives Matter (foto: Darren Thompson/Native News Online)

Hace un año y medio se criticó el derribo de la estatua de Colón en Los Ángeles y ayer mismo se tumbó una en Virginia. ¿Divide más Colón que otros personajes?

Las estatuas de Colón son complicadas. En términos estrictos Colón no era un conquistador, sino realmente un explorador. No es como Pizarro o Hernán Cortés. Pero bueno, son cuestiones de matiz. La realidad es que la llegada de Colón América es lo que abrió el camino a las depredaciones europeas en América y está claro que el interés de Colón era hacerse rico y nunca lo ocultó.

Se habla del papel de los confederados en la opresión de los negros en EEUU. ¿Por qué España se resiste a relacionar el colonialismo con el racismo hacia la comunidad latina?

Cuando dicen que la conquista de América fue en el siglo XVI y que no tiene nada que ver con el presente, les digo que miren a la gente que hace el «trabajo sucio» en España. Son los descendientes de los indígenas que los españoles conquistaron en el siglo XVI. La jerarquía racial que se impuso entonces sigue vigente hoy. Mestizos, indígenas o negros siguen siendo la clase baja de este mundo y se ve todos los días.

10 June 2020, England, Leeds: A council worker cleans graffiti, that included the letters "BLM" and the words "murderer" and "slave owner", from a statue of Queen Victoria in Woodhouse Moor, following a raft of Black Lives Matter protests that took place across the UK over the weekend after the violent death of the African-American citizen George Floyd who was killed on 25 May 2020 by a white policeman in the US city of Minneapolis. Photo: Danny Lawson/PA Wire/dpa ONLY FOR USE IN SPAIN
Una trabajadora del Ayuntamiento de Londres borra un grafitti en el monumento a la Reina Victoria (foto: Europa Press/eldiario.es, 10 de junio)

Bibliografía:
15 grandes libros sobre racismo en EE.UU. escritos por quienes más saben

https://www.eldiario.es/cultura/libros/Libros-racismo-Estados-Unidos_0_1034146986.html

(*) Alfredo González Ruibal, licenciado en Historia y doctor en Arqueología Prehistórica por la Universidad Complutense de Madrid, trabaja en el Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sus últimas obras son Volver a las trincheras: Una arqueología de la Guerra Civil Española (Alianza Editorial, 2016), Arqueología: Una introducción al estudio de la materialidad del pasado (Alianza Editorial, 2018, coautor junto a Xurxo Ayán) y An Archaeology of the Contemporary Era (Routledge, 2018).
Fuente: eldiario.es, 10 de junio de 2020 y Conversación sobre la Historia
https://www.eldiario.es/cultura/arte/Derribo-estatuas-racistas-agresivo_0_1036596570.html
Portada: mosaico de imágenes de derribo o vandalización de monumentos durante las protestas del movimiento Black Lives Matter en mayo-junio de 2020 (foto: Redfish)

Ilustraciones: Conversación sobre la Historia

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