Ana Martínez Rus

Universidad Complutense de Madrid

Introducción

Este trabajo es la primera monografía de conjunto sobre la edición en la guerra civil. Nace de un vacío historiográfico ya que las aproximaciones al tema siempre han sido fragmentarias, mientras que la literatura y la propaganda de ambas zonas han sido mucho más analizadas. El especialista Manuel Aznar ya planteó esta cuestión en 2010 al señalar la carencia de un estudio sobre el mundo editorial en ese periodo (1). Los estudios generales o temáticos han pasado de puntillas por este período o bien lo han obviado como en la historia canónica de la edición dirigida por Jesús A. Martínez Martín en dos volúmenes (2). Al mismo tiempo tiene su origen en una atractiva propuesta de Miguel Ángel del Arco que, debido a su doble condición de historiador con talento y editor con oficio, tiene acierto para las novedades bibliográficas en ciencias sociales como demuestra el catálogo del sello Comares.

Hace años me acerqué al tema y ya entonces percibí las dificultades existentes y la necesidad de abordar de manera más sistemática la edición en guerra (3). Al aproximarme a estas cuestiones sorprende que los títulos de entonces y sus autores han sido mucho más analizados. El contenido de las publicaciones literarias, independientemente de su calidad, han sido abordadas en historias generales de la literatura española, en estudios de época o en análisis de géneros literarios (4). Incluso la propaganda política y sus organismos, así como los medios de comunicación han sido más estudiados (5). Asimismo, las obras más comprometidas ideológicamente de entonces han sido tratadas en trabajos sobre historia política y nacionalismo, con especial atención a la configuración de la dictadura franquista (6). Pero se sabe muy poco de las firmas que hicieron posible ese enorme esfuerzo editorial en plena guerra civil. Sin la mediación de esos editores, libreros e impresores esos libros tan relevantes en la marcha de la contienda no hubieran visto la luz. Fueron decisivos en la batalla ideológica y propagandística, así como en la movilización de la opinión pública nacional e internacional. Además, su lectura acompañó a muchos ciudadanos en momentos de soledad, miedo, o incertidumbre en las retaguardias y en los frentes, mientras se recuperaban de las heridas de un bombardeo en un hospital, en una trinchera antes de entrar en combate o en cualquier otra situación de la vida cotidiana.

La mejor selección de la producción editorial de la guerra corresponde a la exposición celebrada en Córdoba en 2008, «Papeles y metralla. Testimonios documentales de la Guerra Civil española (1936-1939)», organizada por la Diputación de Córdoba y la Universidad de Córdoba, donde se recogieron libros publicados por las distintas editoriales e imprentas de ambas zonas. Asimismo, en su catálogo figuran las cubiertas de muchas de esas obras, así como un índice final de todos los autores, títulos, editoriales e imprentas escogidos (7).

Quema de libros en la plaza Zaharra de Tolosa en agosto de 1936

Este desconocimiento y olvido del mundo editorial se explica por varios motivos. Por un lado, en muchos casos los responsables fueron sellos efímeros, modestas imprentas, sobre todo en el bando franquista, y muchas no sobrevivieron tras la contienda. Además, la fragmentación y dispersión geográfica de las publicaciones en la zona sublevada obstaculizan la reconstrucción de todo ese tejido editorial. Incluso han dificultado la realización de un corpus completo y exhaustivo de la literatura rebelde (8).

También destacaron los servicios de publicaciones de diversas organizaciones sindicales y políticas, especialmente en la zona republicana, que desaparecieron al finalizar la guerra. Otras muchas empresas privadas que tenían actividad anterior a 1936, pero publicaban textos opuestos a las tesis franquistas y/o se vincularon demasiado a la causa republicana no continuaron su actividad. Además, las condiciones que impusieron los vencedores a los profesionales del libro durante el conflicto y la dictadura condicionaron su funcionamiento y obligaron a la reconfiguración del sector. La guerra fue un punto de inflexión en el mundo editorial. Fue una de las actividades económicas que más cambios sufrió. Todas las actividades industriales y negocios se vieron afectados por las consecuencias de la dura posguerra y de la política autárquica franquista. Pero sin duda el mundo del libro fue el sector más perjudicado ya que, aparte de soportar la falta de suministros o la escasez de divisas, tuvo que hacer frente al sistema censor. La censura condicionó toda la producción editorial española durante la dictadura. Así el régimen obligó a todas las firmas que reanudaron su actividad después de la guerra a rehacer prácticamente sus catálogos. De hecho, desaparecieron colecciones enteras muy exitosas, dedicadas a temas políticos o sociales, para dejar paso a series de héroes y mártires de la Cruzada. La censura impuso una cesura en el mundo del libro.

Por otro lado, está el problema de las fuentes, ya que la emergencia bélica junto con la improvisación y precariedad en que se desarrolló la actividad editorial, así como la represión han impedido la conservación de mucha de esa documentación en archivos públicos y privados. Además, la gran mayoría de los títulos publicados entonces no se volvieron a reeditar, salvo una parte de los que vieron la luz en la zona rebelde durante la posguerra. Todas estas circunstancias explican que muchos de esos títulos sean ignorados y prácticamente ilocalizables a excepción de algunas bibliotecas y librerías de viejo (9). Ni siquiera la Biblioteca Nacional de España dispone de un ejemplar de todas las obras aparecidas durante la contienda. Incluso, existe tal desconocimiento que hasta en los catálogos de la Biblioteca Nacional figuran muchas obras franquistas publicadas en Madrid durante la guerra civil, y en los casos donde no aparece lugar también señalan la capital entre corchetes. Y por extensión así aparecen en las bibliografías de muchos libros científicos y académicos.

A pesar de las dificultades existentes, hemos podido realizar este libro con documentación de diferentes archivos y centros de documentación como el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, el Archivo Gili, ubicado en la Biblioteca Nacional de Cataluña, el Archivo Nacional de Cataluña, el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, el Archivo General Militar de Ávila, el Archivo Histórico de la Defensa de Madrid, la Biblioteca Nacional de España, la Hemeroteca Nacional y la Biblioteca Municipal de Madrid.

Feria del Libro celebrada entre el 3 y el 5 de junio de 1937 en Barcelona (foto: Arxiu Nacional de Catalunya)

Capítulo 1: Frentes editoriales

 La industria editorial se vio alterada por la guerra civil, pero no estuvo paralizada. Todo lo contrario, los fines propagandísticos e ideológicos hicieron imprescindible su participación en el esfuerzo bélico junto con la producción bélica y alimenticia. La guerra de propaganda fue un elemento crucial de la contienda. Las minervas, rotativas y linotipias fueron armas básicas como la artillería o la aviación, según correspondía a una guerra total. La producción editorial y publicística fue intensa, adaptándose a las necesidades de la emergencia bélica.

Fueron consideradas armas de guerra. Minervas, máquinas planas, rotativas, linotipias trabajaron en la guerra quizás más que las ametralladoras, la artillería ligera y los aviones de bombardeo. Las nuestras fueron desparramadas por toda la geografía de la zona republicana[1].

Se publicaron todo tipo de textos: arengas e instrucciones militares, discursos políticos, informes oficiales, legislación, crónicas bélicas, poesías, relatos testimoniales y de ficción. Y en múltiples formatos -libros, folletos, fascículos, colecciones populares, hojas volanderas, diarios o revistas- que reflejaron los distintos discursos del conflicto. Aunque el periódico y la revista tuvieron un mayor desarrollo por el formato y la inmediatez, también se editaron muchos libros y folletos, que inundaron los campos de batalla y las retaguardias[2].

La producción editorial formó parte de las trincheras que separaron el país durante la guerra entre la España leal y la de los sublevados ya que las prensas se convirtieron en poderosos instrumentos de propaganda al servicio de la causa bélica. Los frentes editoriales formaron parte del conflicto civil y resultaron decisivos en la movilización de la opinión pública nacional e internacional. El concepto de frente editorial, que parte del frente literario de Gonzalo Santonja, define la situación y el papel de la industria del libro durante el conflicto[3]. Resume perfectamente la reconversión que vivió el sector, adaptándose a los tiempos y tomando partido por uno de los dos bandos enfrentados, aunque un gobierno democrático y legítimo nunca merezca el nombre de bando.

En España se libró una guerra civil, pero los libros fueron las armas en la guerra de las ideas, parafraseando a Franklin D. Roosevelt[4]. Desde presupuestos ideológicos opuestos y con infraestructuras diferentes ambas zonas publicaron numerosos textos con fines propagandísticos. En el contexto de emergencia aparecieron nuevos sellos, muchos precarios y con carácter efímero, aparte de la continuación y reutilización de antiguas firmas, y la intensa labor de imprentas y talleres gráficos, que hicieron las veces de casas editoriales, sin olvidar la labor de organismos oficiales. Las capitales del libro, Madrid y Barcelona, quedaron bajo control republicano, teniendo sólo que readaptar las instalaciones existentes a los fines bélicos. Mientras en la España rebelde tuvieron que improvisar una nueva infraestructura editorial para responder a las necesidades propagandísticas. La producción librera estuvo condicionada por la atomización empresarial y por la dispersión geográfica.

El libro se convirtió en un instrumento de propaganda y de lucha en el que se denunciaban las atrocidades del enemigo y las bondades de los partidarios. Las editoriales tomaron posición a ambos lados de las trincheras. Las principales infraestructuras editoriales del país quedaron bajo el control gubernamental tras la división territorial que siguió al fracaso del golpe militar. Sin embargo, los franquistas tuvieron que organizar una red editorial con las imprentas locales que habían quedado bajo su jurisdicción. Pero todos los establecimientos sufrieron cambios considerables para adaptarse a las nuevas circunstancias. La gran mayoría de las firmas fueron incautadas y pasaron a ser gestionadas por los trabajadores y sindicatos en la España republicana, mientras que numerosos talleres de imprenta y litografía, así como librerías se convirtieron en repentinas editoriales en la España nacionalsindicalista[5].

Los libros y los folletos se transformaron en un instrumento de combate más, en un vehículo de propaganda al servicio de una ideología. Tras los desajustes iniciales que provocó la contienda, las prensas se pusieron a funcionar y no pararon durante todo el conflicto. De este modo en los frentes convivieron artillería y libros, siendo los textos una justificación y prolongación de las armas. En algunos casos los volúmenes incluso fueron utilizados como parapetos de defensa en los frentes de batalla, otros salvaron vidas con recomendaciones para protegerse de los bombardeos, y muchos se utilizaron como medio de pago a cambio de alimentos. La creación literaria y la producción editorial se supeditaron a los objetivos políticos y militares de la guerra. Durante esos años se escribió y se publicó mucho de la contienda, de sus causas, y de su desarrollo. Incluso las novelas más que narraciones de ficción eran escritos apegados a la realidad del momento, combinando el reportaje, las vivencias personales y la hazaña bélica. Aunque el contenido de todas las publicaciones del momento estaba sometido a las necesidades y a las urgencias de la guerra, también se hicieron buenas ediciones, colaborando magníficos escritores en las publicaciones y logrando un alto valor estético y/o intelectual.

En la zona leal el esfuerzo editorial continuó la labor cultural del proyecto republicano reformista, pero desembocó en una cultura popular y militante. La socialización del libro y de la lectura culminó durante la guerra porque el libro se convirtió en el símbolo de la España combatiente y defensora de la cultura que luchaba en los frentes con el fusil. El libro representaba la lucha entre cultura y barbarie. Se incrementaron las publicaciones y se amplió la circulación de estas para llegar a todos los rincones del país, incluyendo a civiles y soldados. El libro pasó a ser un arma propagandística y revolucionaria en el seno de una sociedad militante. Se identificó la victoria final y el cambio radical del Estado con el acceso libre y gratuito de todos los ciudadanos a la instrucción y a la cultura. La lectura del pueblo era fruto de la liberación social porque el libro se transformó en un instrumento de emancipación. Los valores y contenidos de las obras eran revolucionarios y de defensa de la República. La producción, los fines y los sistemas de distribución eran inmediatos porque respondían a las necesidades de la guerra. Además, se alteraron las relaciones habituales entre el público y los textos porque ya no eran elaboraciones intelectuales ajenas, reproducían las vivencias personales de la gente, lo que les ocurría a los propios lectores[6].

Sin embargo, en la zona sublevada el principal objetivo de las publicaciones fue la justificación del golpe militar y del nuevo Estado bajo el mito de la cruzada nacional. Asimismo, debían sustituir toda la producción bibliográfica existente en el mercado y en las bibliotecas públicas y privadas, que fueron destruyendo mediante hogueras y guillotinas, según iban conquistando localidades. El fenómeno del bibliocausto respondió a la necesidad de eliminar las ideas de la Anti-España ya que esa literatura “disolvente” había envenenado el alma y la mente de los buenos españoles, siendo la última responsable del enfrentamiento armado. Los nuevos títulos debían resultar edificantes y acordes con los presupuestos ideológicos de la dictadura, ofreciendo una alternativa a las innumerables obras destruidas.

Un problema que afectó a ambas zonas fue la escasez de papel y la falta de materias primas, aunque fue más acusado al principio en el bando rebelde hasta la toma del País Vasco a fines de junio de 1937, donde se concentraban las principales fábricas de papel. Pero la precariedad de las publicaciones franquistas fue mayor al no contar con las principales editoriales y talleres gráficos del país, que estaban concentrados en las capitales de la República. Otro elemento común que afectó negativamente a la actividad editorial de todo el país fue la movilización militar de trabajadores de las imprentas y talleres gráficos, que provocó la carencia de impresores, cajistas, y demás técnicos cualificados para completar las publicaciones.

Acto de homenaje y desagravio al escritor jesuita Luis Coloma en la biblioteca de Jerez de la Frontera, 1938 (foto: archivo de La Voz del Sur)

Asimismo, el incremento de los importes de materiales básicos y de los costes salariales repercutió en el encarecimiento del precio de los libros. Pero no sólo se aplicó a los nuevos títulos sino a todas las obras del catálogo para hacer frente a las pérdidas provocadas por la contienda.

En la zona republicana las editoriales comerciales sufrieron una metamorfosis en la propiedad y en la gestión provocada por la revolución, que desató el golpe y la guerra. Muchas firmas fueron incautadas por sindicatos o comités de empresa, o bien fueron intervenidas por entidades oficiales. En algunos casos los nuevos comités sindicales convivieron con sus anteriores propietarios, tras pactar la intervención, o bien mantuvieron a sus dueños en sus puestos, pero en otros casos los sellos fueron colectivizados, especialmente en Cataluña. Para contrarrestar esta situación recurrieron al comercio en América mediante los fieles empleados de delegaciones y sucursales, que se encargaron de asegurar este negocio a sus legítimos dueños, sorteando el intervencionismo oficial y el control de los comités obreros. Ante la imposibilidad de seguir con normalidad la actividad y de vender libros en toda la península, recurrieron a los mercados americanos, salida natural de las publicaciones españolas, que en este contexto cobraron una vital importancia. Las ventas al otro lado del Atlántico aseguraron a los editores unos ingresos básicos para sobrevivir durante la contienda. Además, a través de sus representantes, que utilizaron distintas estrategias para asegurarles el cobro directo de las ganancias, pudieron manejar parte de sus negocios. Algunas filiales se dedicaron a la edición para abastecer mejor en aquellas plazas, e incluso se independizaron de la casa central para impedir que ese capital revertiera en los trabajadores y en las arcas públicas. Espasa-Calpe Argentina llegó incluso a exportar publicaciones a la España franquista. Aparte de boicotear la economía republicana, estas prácticas fueron una respuesta a las cuentas bancarias congeladas, al control de divisas, a las decisiones de los comités sindicales y a las colectivizaciones. Los dueños pudieron supervisar esas operaciones gracias a los delegados, que pusieron los ingresos en cuentas bancarias en el extranjero o en la España de Franco.

La cuantificación de las publicaciones aparecidas en ambas zonas, incluyendo títulos nuevos y reediciones, se hace imposible por varios motivos. En primer lugar, porque debido a la coyuntura bélica ni el Depósito Legal ni el Registro de la Propiedad funcionaron con normalidad. Tampoco se publicó la revista profesional de las Cámaras Oficiales del Libro, Bibliografía General Española e Hispanoamericana, que recogía el grueso de la producción bibliográfica del país. Los catálogos tampoco ayudan porque algunos han desaparecido y muchos no recogieron las obras nuevas, aparte de que no todos los sellos elaboraron en esos años un inventario del conjunto de sus publicaciones. En muchas ocasiones circulaban los catálogos del año 36 con los precios corregidos. Por otro lado, las características de la edición en guerra contribuyeron al desconocimiento cuantitativo de los títulos. Muchas obras de los rebeldes, realizadas en modestas imprentas locales, tuvieron escasa circulación, aparte de la dispersión territorial. Mientras que la gran mayoría de los libros republicanos fueron destruidos o requisados por la dictadura a medida que ocupaban militarmente las distintas localidades del país. Además, numerosos títulos aparecían en distintos sellos de formas diferentes, generando más confusión. En unos casos incluían el autor, en otros figuraba un seudónimo o bien salían de forma anónima. Incluso fue muy frecuente la utilización de varios seudónimos por parte de los mismos autores para evitar posibles represalias y proteger a los familiares residentes en la otra zona. Muchas obras se publicaron sin pie de imprenta, siendo este fenómeno más acusado en el bando franquista debido a las numerosas imprentas que asumieron la publicación de textos ante la carencia de editoriales. Asimismo, la edición clandestina durante el primer franquismo recurrió a los años bélicos para sortear los problemas con la censura, según destacaron Albert Manent y Joan Crexell para los libros en lengua catalana. Muchos títulos aparecían con fecha de edición de 1936 a 1938 para justificar su circulación y al mismo tiempo evitar persecuciones[7].

Es bastante difícil establecer las cifras totales de publicaciones en ambas zonas por las circunstancias del momento. En cualquier caso, existen varias aproximaciones cuantitativas al respecto como la de Hipólito Escolar que contabilizó 3.650 títulos, impresos en su mayoría en 1937 y 1938, de los que más de 2.000 correspondían a folletos. Aun así, consideró que eran cifras inferiores a las reales, calculando que representaban el 90% de los libros y el 50% de los folletos. Escolar cifraba el número de títulos en la zona republicana en torno a las 2.400, casi el doble que en la rebelde con 1.250. El reparto entre las capitales del libro fue desigual ya que en Barcelona salieron 1.500, mientras que en Madrid fueron más de 500 y en Valencia casi 400. Mientras que entre los sublevados Zaragoza fue la ciudad donde más volúmenes salieron con 200, Burgos alcanzó los 160 y Valladolid 150, ya que el resto de la producción estuvo muy repartida por el resto de las localidades de la España azul[8]. Por el contrario, Gonzalo Santoja consideraba que en la zona nacionalsindicalista se publicaron más títulos nuevos que en la republicana, aunque las tiradas y las rediciones fueron mayores. En concreto, como ejemplo señaló que se publicaron 151 títulos de poesía en el bando rebelde, siendo 40 folletos y 111 libros, mientras que fueron 75 en el territorio gubernamental. En 1936 se editaron 10, al año siguiente 42, 46 en 1938 y 53 en 1939[9]. Joan Crexell recopiló un total de 1.014 obras en lengua catalana, entre opúsculos y libros. En 1936 después del 19 de julio aparecieron 125, 1937 fue el año con más producción llegando a los 550, en 1938 descendieron hasta los 328, y en 1939, teniendo en cuenta sólo los primeros 25 días de enero hasta la caída de Barcelona salieron sólo 11 al mercado[10]. De todas maneras, no nos interesa tanto el número exacto de títulos como quiénes fueron sus promotores, en qué condiciones se realizaron, qué temáticas y autores se publicaron, así como su proyección social.

La edición republicana fue una prolongación de la producción previa en tiempos de paz, un epílogo del fenómeno de socialización del libro y de la lectura. Mientras que las obras franquistas fueron el preludio de la edición de la dictadura, condicionada por la censura y la destrucción del patrimonio bibliográfico anterior. Una zona representó un modelo editorial que se extinguía y la otra ejemplificó uno nuevo que nacía para consolidarse. La guerra fue un punto de inflexión en el mundo de la edición, poniendo fin a la Edad de Plata editorial con el exilio de numerosos profesionales y el fin de la libertad de prensa.

1937, Librería del Frente Popular en la Puerta del Sol, Madrid (foto: Paul Senn/ Staatsarchiv, Berna)
Notas a la introducción

1 Aznar Soler, Manuel: República literaria y revolución (1920-1939), Sevilla, Renacimiento, 2010, vol. II, 433, n: «Carecemos de un estudio sobre el mundo editorial durante los años 1936 a 1939».

2 Martínez Martín, Jesús A. (dir.): Historia de la edición en España 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 2001; Historia de la edición en España 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015.

3 Vid. Ana Martínez Rus: «Editoriales bajo las Bombas», en Cultura Escrita & Sociedad, n.º 4, abril de 2007, pp. 55-80.

4 A modo de selección destacamos: Martínez Cachero, José M.ª: La novela entre 1936 y el fin de siglo. Historia de una aventura, Madrid, Castalia, 1997; Liras entre lanzas. Historia de la Literatura «Nacional» en la guerra civil, Madrid, Castalia, 2009. Rodríguez-Puértolas, Julio, Historia de la literatura fascista española, Madrid, Akal, 2008, 2 vols. Sawicki, Piotr, La narrativa española de la Guerra Civil (1936-1975). Propaganda, testimonio y memoria creativa, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2010, http://www.cervantesvirtual. com/obra/la-narrativa-espanola-de-la-guerra-civil-19361975-propaganda-testimonio-y-memoria- creativa–0/. Trapiello, Andrés: Las armas y las letras. Literatura y Guerra (1936-1939), Barcelona, Península, 1994.Aznar Soler, Manuel: Pensamiento literario y compromiso antifascista de la inteligencia española republicana, Barcelona, Laia, 1978; Literatura española y antifascismo (1927-1939), Valencia, Generalitat Valenciana, 1987; y República literaria y revolución (1920-1939), Sevilla, Renacimiento, 2010, 2 vols. Sánchez Zapatero, Javier: Arde Madrid. Narrativa y Guerra Civil, Sevilla, Renacimiento, 2020.

5 Sevillano Calero, Francisco: Propaganda y medios de comunicación en el franquismo (1936- 1951), Alicante, Universidad de Alicante, 1998. Castro, Luis: «Yo daré las consignas». La prensa y la propaganda en el primer franquismo, Madrid, Marcial Pons, 2020. Peral Vega, E. y Saéz Regalado, F. (eds.), Métodos de propaganda activa en la Guerra Civil en España, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/ Vervuert, 2015. Martínez Martín, Jesús A., «El papel de la propaganda y la propaganda de papel. Púlpitos en el frente y prensa en las trincheras», en Blanco, J. A., Martínez, J. A., y Viñas, A.: Luces sobre un pasado deformado. La Guerra Civil ochenta años después, Madrid, Marcial Pons, 2020, pp. 239-258. Boquera, Ester y Medina Cambrón, Alfons: «La evolución de la propaganda de la Generalitat de Cataluña durante la Guerra Civil: Jaume Miravitlles y el Comisariado de Propaganda (1936-1939)», Historia y comunicación social, Madrid, 25 (2), 20202, pp. 333-343.

6 Saz Campos, Ismael: España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003. Núñez Seixas, Xoxé M.: ¡Fuera el invasor! Nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), Madrid, Marcial Pons, 2006.

7 Papeles y metralla. Testimonios documentales de la Guerra Civil española (1936-1939), Córdoba, Diputación de Córdoba/Universidad de Córdoba, 2008.

8 Rodríguez Puértolas, Julio: Historia de la…, op. cit., 2008, p. 148.

9 Sánchez Zapatero, Javier, Arde Madrid…, op. cit., p. 142.

Soldados en la biblioteca de un hogar del soldado en Siétamo, en el frente de Aragón. Al fondo, armario portátil para libros diseñado por el Servei de Biblioteques al Front . Noviembre-dicimbre de 1937. CAT ANC1-1121-N-14/ Francesc Xavier Ferran i Brugués
Notas al Capítulo 1

[1] AGUILAR, Manuel: Una experiencia editorial, Madrid, Aguilar, 1972, vol. II, p. 856.

[2] TUÑÓN DE LARA, Manuel, “Cultura y culturas. Ideologías y actitudes mentales” en Tuñón de Lara, M. et al., La guerra civil española. 50 años después, Barcelona, Labor, 1989, pp. 275-358; y “La cultura durante la guerra civil” en La Cultura, nº 17 de Historia de la Guerra Civil, Madrid: Historia 16, 1986, pp. 6-57.

[3] SANTONJA, Gonzalo, De un ayer no tan lejano. Cultura y propaganda en la España de Franco durante la guerra y los primeros años del Nuevo Estado, Madrid, Noesis, 1996, p. 15.

[4] HENCH, John B.: Books as weapons. Propaganda, publishing and the Battle for Global Markets in the Era of World War II, Nueva York, Cornell University Press, 2010, p. 5.

[5] MARTÍNEZ RUS, Ana, Editoriales bajo las Bombas” en Cultura Escrita & Sociedad, nº 4, abril de 2007, pp. 55-80.

[6] MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús A.: Los libros y la lectura durante la guerra civil, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, Madrid, 2001. ABELLÁ, Rafael: La vida cotidiana durante la guerra civil. La España republicana, Barcelona, Planeta, 2004 (orig. de 1975).

[7] MANENT, Albert y CREXELL, Joan: Bibliografía catalana dels anys difícils (1939-1943), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1988, y Bibliografía catalana cap a la represa (1944-1946), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1989; CREXELL, Joan: El llibre a Catalunya durant la guerra civil, Barcelona, Publicacions de L’Abadía de Montserrat, 1990.

[8] ESCOLAR, Hipólito: La cultura… op. cit., pp. 149-151.

[9] SANTONJA, Gonzalo: De un ayer…, op. cit., pp. 61-65.

[10] CREXELL, Joan: El llibre a…, op. cit., pp. 44-48 y todos los títulos por años en pp. 59-164.

Libros requisados en Salamanca en 1936 (foto: Almaraz)
Índice de la obra

Introducción. La industria editorial durante la guerra civil

  1. Frentes editoriales

2. El panorama editorial durante la Segunda República

Renovación editorial y política bibliotecaria

El libro en la calle: las Ferias de Madrid

La proyección de las Ferias del Libro en provincias: los camiones-librería

Resistencias a la libertad de edición y de lectura

3. Las publicaciones de la España leal: al servicio de la República y de la revolución

La política bibliotecaria, catalizadora de la industria editorial

Las capitales del libro y de la República

Metamorfosis en la infraestructura editorial al calor de la revolución

El mercado americano y el boicot a la política económica republicana

La lenta agonía de las Cámaras del Libro de Barcelona y de Madrid

La temática de las publicaciones

Publicaciones de organismos oficiales
Publicaciones políticas y sindicales
Los libros del Madrid del No Pasarán

El mapa de la edición republicana

Madrid, capital de la gloria y rompeolas de todas las Españas

Valencia, editando en el Levante feliz

Barcelona, no sólo la Rosa de Foc

El complejo de la Distribuidora de Publicaciones, S.A.: la editorial nacional republicana

Gustavo Gili: las vicisitudes de un editor quintacolumnista en la Barcelona de la revolución

La vida editorial

Últimos libros de la República que no legaron a ser

Libros que protegieron, salvaron vidas y alimentaron

4. Las publicaciones de la España rebelde: al servicio de la Cruzada nacional

Una industria editorial improvisada: fragmentación y dispersión

Los organismos de prensa y propaganda

Bibliocausto, expurgo y censura

La temática de las publicaciones

Los discursos legitimadores del Alzamiento Nacional y del Nuevo Estado

La salvación de la patria: Por España, Una, Grande y Libre

La Cruzada: Guerra santa, el sentido católico del Movimiento Nacional Español

La definición del nuevo régimen: Hacia una nueva fase histórica del Estado

Las atrocidades de los rojos: Madrid de corte a cheka

La épica militar: El Sur de España en la Reconquista de Madrid

Literatura bélica: Poema de la Bestia y el Ángel

El mapa editorial franquista

Salamanca: las publicaciones del Cuartel general de Franco

Valladolid, epicentro editorial de la España rebelde

Ávila, refugio de los huidos del Madrid resistente

Burgos, la capital del primer gobierno de Franco

San Sebastián, la gran capital de la Kermesse franquista

Zaragoza, enemigo a las puertas

Andalucía, el virreinato de Queipo de Llano

Las editoriales de Falange: el origen de la Editora Nacional

Inspecciones del espionaje franquista

Conclusiones: libros y armas en la guerra de ideas

Fuente: introducción, capítulo 1 y sumario del libro de Ana Martínez Rus, Artillería impresa. Frentes editoriales y trincheras de papel en la Guerra Civil. Granada, Comares, 2023

https://www.comares.com/libro/artilleria-impresa_149482/

Portada: imprenta de Madrid bombardeada en el invierno de 1936-1937, fotografía incluida en el cartel de la exposición Papeles y metralla. Testimonios documentales de la guerra civil española  (Diputación de Córdoba, 2008)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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