Maxine Berg y Pat Hudson: Esclavitud, capitalismo y revolución industrial 

 

Anaclet Pons

 

Debate habemus, y de los interesantes, aunque sea ya algo reiterado. Para no irnos muy lejos, recordaremos una entrada de este blog de 2017 en la que aludíamos al historiador de la economía Joel Mokyr y a su volumen A Culture of Growth: The Origins of the Modern Economy (Princeton UP).  Recordábamos que ese libro se sumaba a la larga tradición que ha intentado explicar la razón por la cual el capitalismo surgió en Occidente y que en este caso se optaba por las creencias culturales. Indicábamos un año después, a propósito de Empire of Guns: The Violent Making of the Industrial Revolution (Penguin) de Priya Satia, que la visión de Mokyr no era compartida y que había otros muchos elementos en juego, como por ejemplo las políticas coloniales coercitivas.

Pues, en efecto, volvemos al terreno de juego para dirimir la disputa.  El asunto se retomó recientemente en las páginas del Journal of the British Academy (9. 2021), donde el profesor Mokyr publicó un artículo sobre el asunto  (“`The Holy Land of Industrialism’: rethinking the Industrial Revolution”), contestado/comentado en otros dos ensayos. Por un lado, el de la historiadora Nuala Zahedieh (“Britain’s Atlantic slave economy, the market for knowledge and skills, and early industrialisation…”). Por otro, el de la pareja de historiadoras formada por Maxine Berg y Pat Hudson (“Slavery, Atlantic trade and skills…”).

El ensayo del profesor Mokyr hace hincapié en la calidad de la mano de obra: los trabajadores más cualificados de Gran Bretaña, como ingenieros y constructores. Estos trabajadores, dice,  eran los que realmente ponían en práctica los innovadores planos y modelos de los inventores. En vísperas de la Revolución Industrial, esos trabajadores británicos  eran superiores a los de cualquier otro lugar, y esta diferencia fue un elemento decisivo en su rendimiento tecnológico durante la Revolución Industrial. Eso y la transmisión de esa enseñanza conformarían la clave del liderazgo tecnológico y económico de Gran Bretaña entre 1760 y 1850.

En cambio, su colega Zahedieh sostiene que fue el sistema esclavista atlántico lo que transformó los conocimientos y las competencias, pues la ampliación del mercado fomentó una mayor división del trabajo y una mayor especialización. Además, los imperativos técnicos de hacer funcionar el sistema de comercio atlántico incentivaron la acumulación de conocimientos mecánicos y metalúrgicos de alta calidad que permitieron un uso más intensivo de los recursos escasos,  desempeñando  un papel fundamental en la configuración de la revolución industrial británica.

Imagen: Claremont Review of Books

Algo similar opina la pareja Berg-Hudson, pues a su juicio el momento en que se produjo el cambio sugiere que el principal factor causal fue el ascenso de Gran Bretaña como dominadora del comercio atlántico. El rápido crecimiento de los mercados de África y América, sobre todo en el sector textil y metalúrgico, se debió al liderazgo británico en el comercio de esclavos y a la ampliación de la frontera de sus plantaciones en el Caribe. Los cambios estructurales e industriales, concentrados en las zonas económicas del interior de los puertos atlánticos, facilitaron las revoluciones de productos y procesos. Las diversas demandas atlánticas y los nuevos suministros de materias primas estimularon el desarrollo de competencias y las innovaciones clave en la industria ligera y pesada.

Y como remate a esta última posición nos llega su libro, Slavery, Capitalism and the Industrial Revolution (Polity Press).

El volumen empieza recordando algunas de las figuras cuyas estatuas fueron derribadas o cuestionadas durante las protestas de Black Lives Matter de junio de 2020. Por ejemplo, la de Edward Colston (1636-1721), cuya principal fuente de riqueza desde la década de 1680 fue el  comercio de esclavos. Posteriormente se convertiría en una leyenda de Bristol, célebre en estatuas, vidrieras, lugares emblemáticos y nombres de calles. Y hay que añadir que aún se le defiende.

Lo mismo puede decirse de Robert Milligan (1746-1809), un comerciante escocés de las Indias Occidentales, propietario de barcos y factor de esclavos, sobre el que se también han producido acalorados debates.  O de Henry Dundas (1742-1811), el estadista cuya defensa (frente a William Wilberforce) de la abolición “gradual” retrasó el fin del comercio británico de esclavos. O del monumento galés a  Sir Thomas Picton, militar famoso por los malos tratos y torturas infligidos a los esclavos durante su mandato como gobernador de Trinidad (1797-1803).

Todo lo anterior ha dado lugar a diversas revisiones sobre las conexiones con la esclavitud,  con informes del National Trust, de universidades, del Banco de Inglaterra y de otras empresas, incluso con la aceptación de reparaciones, sin que faltara por supuesto la polémica o la resistencia.

Agencia de subasta de esclavos en Atlanta, Georgia, 1864 (foto: George N. Barnard via Library of Congress)

Descrito lo anterior, la introducción discurre del siguiente modo:

“Las protestas y el debate sobre la conmemoración y las actividades de los traficantes de esclavos y los propietarios de plantaciones que operaban hace siglos ponen de relieve importantes cuestiones sobre los orígenes de la riqueza de Gran Bretaña, así como los fundamentos de las disparidades raciales y la injusticia racial profundamente arraigadas en Gran Bretaña y en otros lugares. La primera revolución industrial de Gran Bretaña, que ha definido su identidad económica, política y cultural desde entonces, estuvo inextricablemente ligada al comercio de esclavos y a las plantaciones coloniales. Pero los historiadores han prestado menos atención a esta cuestión que al célebre papel pionero de Gran Bretaña en la abolición del comercio transatlántico de esclavos (en 1807) y en el fin de la esclavitud en la mayoría de los territorios británicos (en la década de 1830). El alcance del comercio británico de esclavos, su brutal explotación de la mano de obra de las plantaciones y la riqueza que estas actividades aportaron a las familias británicas y a la sociedad en general han quedado oscurecidos en favor de una historia isleña más heroica de temprana mejora económica y benevolencia cultural. Esto se ha reflejado en los planes de estudio escolares y en el tratamiento de la esclavitud como un tema menor en el abanico y la extensión de la historia nacional e imperial británica que se enseña en las universidades.

(…)

La mayor parte de los historiadores profesionales de Gran Bretaña tuvieron parte de culpa en esta amnesia, aunque la historia de la esclavitud fue adquiriendo cada vez más importancia como parte del auge de la historia social y laboral en los años setenta y ochenta, y como respuesta a la creciente historiografía de la esclavitud en Estados Unidos en aquella época. Sin embargo, con algunas excepciones notables, se trató en gran medida como un aspecto de la historia de América y no como un elemento vital de la historia de Gran Bretaña. En Capitalism and Slavery (1944), el estudioso trinitense Eric Williams fue el único que situó la trata de esclavos y las plantaciones en un lugar central entre las explicaciones de la revolución industrial británica.  En un principio, su trabajo fue ampliamente desestimado, pero resurgió en los años setenta y ochenta con el debate sobre las tasas de beneficios en la trata de esclavos y las plantaciones, y el grado en que esos beneficios financiaron directamente la infraestructura industrial británica. Estas valoraciones parciales de la tesis de Williams, que también se vieron limitadas por los datos disponibles en la época, llevaron a la mayoría de los historiadores a otorgar a la esclavitud un papel mínimo, si es que tuvo alguno, en la historia económica de Gran Bretaña. Los beneficios de la esclavitud no sólo beneficiaron a los mercaderes de élite y a los ricos propietarios de plantaciones, sino también, al proporcionar ingresos y medios de subsistencia, a muchas otras personas de toda la sociedad británica. Sin embargo, la mayoría de los historiadores han eludido las amplias conexiones entre la explotación de los africanos esclavizados y la historia económica británica dominante. La separación de la historia británica de la historia colonial y global más amplia marginó la historia de la esclavitud en la investigación, la educación y la conciencia popular británicas.

(…) Sin embargo, la esclavitud ha vuelto a interesar a los historiadores en general en los últimos años, con el aumento de la conciencia política sobre la desigualdad racial en Gran Bretaña. Los historiadores también abordan ahora este tema como parte de nuevos marcos conceptuales: nuevas historias del consumo y los flujos de mercancías; nuevas formas de historia global; estudios de los regímenes laborales coercitivos globalizados, incluida la esclavitud moderna; y movimientos, en EE.UU. en particular, para escribir nuevas historias del capitalismo que otorgan una importancia central a la esclavitud y la raza.

Aparte de los nuevos marcos históricos, ahora también disponemos de una gran cantidad de fuentes primarias digitalizadas y accesibles que no estaban al alcance de los estudiosos anteriores. En particular, la base de datos Legacies of British Slavery permite no sólo rastrear a muchos propietarios británicos de plantaciones y a los esclavizados, sino también sus vínculos con otros negocios, industrias e inversiones. Slave Voyages, la base de datos sobre la trata transatlántica de esclavos, detalla todos los barcos negreros registrados y sus cargamentos humanos que viajaban de Europa a América a través de África. Otros datos en línea, como las estadísticas ocupacionales del Cambridge Group, facilitan la consideración del impacto de la trata atlántica basada en la esclavitud sobre las regiones y sectores industriales pioneros de Gran Bretaña. Los nuevos marcos históricos, las nuevas fuentes y el momento político hacen que éste sea el momento para un libro ampliamente centrado que exponga las conexiones entre la esclavitud y la economía británica.

No somos expertas en la institución o las experiencias de la esclavitud ni en la historia del Caribe, la América colonial o África. Este no es un libro que pretenda examinar en detalle ninguno de esos temas. La historia económica, social y cultural de la esclavitud y las prácticas inhumanas de la esclavitud son temas de vital importancia, pero exceden con mucho el ámbito de nuestro estudio. Nuestro enfoque es el de dos historiadores de la revolución industrial británica y de su larga trayectoria como potencia económica. Nuestra pregunta es: ¿qué lugar ocupa la esclavitud en esta historia? Por supuesto, esto nos obliga a considerar aspectos de la trata de esclavos en África, el funcionamiento de la esclavitud, la explotación de los esclavos y las formas en que el comercio de personas esclavizadas y la agricultura de plantación se organizaron para maximizar y dirigir los beneficios, pero los estudios más completos de todos estos temas deben dejarse a otros estudiosos.

Esclavos trabajando en un molino de azúcar (foto: Getty Images)

Nuestro enfoque

Aunque tuvo raíces mucho más antiguas, la “revolución industrial” en Gran Bretaña tuvo lugar de forma más evidente en el medio siglo posterior a la década de 1760. Se caracterizó por una (lenta) aceleración del ritmo de aumento de la renta y la producción nacionales; por cambios estructurales y regionales en la economía; por la urbanización; y por la innovación tecnológica y organizativa, todo lo cual contribuyó a aumentar la productividad. Se introdujeron nuevas tecnologías; la energía de vapor se difundió gradualmente por toda la industria; el transporte interno se transformó con la mejora de las carreteras, la construcción de canales y el ferrocarril; la fabricación y la organización comercial se hicieron más eficientes; se establecieron nuevas formas de inversión e intermediación financiera; y se produjo una revolución en el consumo. La preparación de estos cambios a partir de finales del siglo XVII, y los cambios en sí mismos, tuvieron lugar al mismo tiempo que Gran Bretaña se convertía en el principal comerciante de esclavos del mundo y en uno de los principales explotadores de los sistemas de producción de las plantaciones coloniales de esclavos. La gran cuestión que se aborda en este libro es hasta qué punto estos acontecimientos estuvieron relacionados.

No sostenemos que la esclavitud causara la revolución industrial. Tampoco sugerimos que la esclavitud fuera necesaria para el desarrollo del capitalismo industrial en Gran Bretaña. Menos aún pretende nuestro estudio estimar que las ganancias de la esclavitud contribuyeron en un porcentaje determinado al crecimiento económico, al PIB o a la formación de capital de Gran Bretaña en el siglo XVIII, como han intentado estudios anteriores. No es ése nuestro propósito, en parte porque muchos aspectos del impacto de la esclavitud no son mensurables en términos cuantitativos. Lo que sí decimos es que el papel de la esclavitud en el proceso de industrialización y transformación económica del siglo XVIII y principios del XIX ha sido generalmente subestimado por los historiadores, y que ha llegado el momento de realizar un examen completo a la luz de la investigación acumulada. El comercio de esclavos y las plantaciones fueron el eje en torno al cual pivotaron muchos otros sectores dinámicos e innovadores de la economía. La esclavitud, directa e indirectamente, puso en marcha innovaciones en la manufactura, la agricultura, la venta al por mayor y al por menor, la navegación, la banca, el comercio internacional, las finanzas y la inversión, los seguros, así como en la organización e intensificación del trabajo, el mantenimiento de registros y la aplicación de conocimientos científicos y útiles. No cabe duda de que la esclavitud influyó en el momento y la naturaleza de la transición industrial británica.

En nuestro análisis examinamos una amplia gama de literaturas que con demasiada frecuencia se generan y leen separadamente unas de otras. Se trata de estudios sobre los hábitos y gustos de consumo, la ciencia atlántica, las transformaciones regionales, las cualificaciones industriales, el impulso innovador, la contabilidad, la gestión empresarial y los cambios en las finanzas nacionales e internacionales. Al reunir estos temas se crea una nueva visión de la revolución industrial y del capitalismo en Gran Bretaña.

(…)”.

© Maxine Berg & Pat Hudson  / Polity Press

Fuente: Clionauta 26 de junio de 2023

Portada: transporte de algodón en Virginia, hacia 1905 (foto: Detroit Publishing Co. via Library of Congress)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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