La ingente edición de libros sobre la guerra civil española parecería indicar que pocos  huecos quedan sin cubrir. Sin embargo, si se revisa la bibliografía existente con más detalle, todavía se descubren aspectos donde sería importante e interesante realizar aportaciones historiográficas. Esto sucede, por ejemplo, en tres ámbitos concretos de este relevante episodio histórico: la historia militar propiamente dicha, la historia interna en el bando sublevado (tanto en su organización y despliegue, como respecto de las biografías de sus protagonistas) y la divulgación entre la ciudadanía del conocimiento histórico frente a revisionistas y meros divulgadores.

Jaume Claret

 

La guerra civil española acabó oficialmente el 1 de abril de 1939. Sin embargo, su vigencia como elemento de legitimación del franquismo se mantuvo hasta el final de la dictadura.

A pesar de haber transcurrido más de ochenta años, todavía perviven episódicas polémicas políticas sobre ella y, sobre todo, se suceden las novedades en librerías, teatros y cines. Esto debería obligarnos a considerar si todavía existen rincones no explorados del conflicto vivido en España entre 1936 y 1939.

Simplificando la cuestión, podríamos señalar tres grandes áreas de trabajo donde todavía sería posible hacer avanzar el conocimiento.

Soldados republicanos en una trinchera en posición de descanso en la sierra de Alcubierre, Huesca. P. Luis Torrents. Biblioteca Digital Hispánica / BNE, CC BY
La guerra desde el frente

La primera estaría vinculada con la guerra propiamente dicha. Mientras la investigación sobre la violencia en las respectivas retaguardias ha logrado grandes avances, tanto en los estudios cuantitativos como cualitativos, las cuestiones estrictamente militares no han suscitado un interés similar entre los profesionales de la investigación histórica. Desaparecido hace ya doce años Gabriel Cardona, sus sucesores son escasos.

Ello no significa que no encontremos núcleos interesantes como los cristalizados en torno a la Revista Universitaria de Historia Militar o al Museo virtual de la mujer combatiente. Ni que ciertos aspectos como el reclutamientolas redes quintacolumnistas y episodios concretos como la Batalla de Teruel o el papel de las Brigadas Internacionales no hayan merecido estudios relevantes.

Con todo, y como lamentaba Hernán Rodríguez Velasco, persisten demasiadas ausencias y carencias como, por ejemplo, “una obra global que analice de forma totalizadora la Guerra Civil desde el plano militar”.

Mientras otros conflictos contemporáneos, como las dos guerras mundiales, cuentan con una engrasada producción que renueva sus aportaciones, interpretaciones, métodos y públicos, aquí es una cuestión marginal que, siendo generosos, apenas llegaría al 15 % de los libros dedicados a los tres años de guerra española.

Además de buenas síntesis y de necesarias monografías, se echa en falta también la adopción de nuevos formatos como las historias visuales disponibles para otros conflictos. Se podría así llegar a nuevas audiencias y ofrecer incluso aproximaciones sugerentes. De hecho, el cómic ya ha mostrado el camino a seguir y cuenta con diversos títulos de cierto éxito, el más reciente Historia gráfica de la guerra civil.

Despedida al jefe del polígono Janer, Sr. Basterreche, con motivo de su marcha con el crucero Canarias en Pontevedra. Foto Pintos. Biblioteca Digital Hispánica / BNE, CC BY
Los tejemanejes de los vencedores

En segundo lugar, está el contraste entre el abrumador nivel de detalle sobre lo acontecido en la zona republicana (vaivenes políticos, crisis de gobierno, políticas públicas, etc.) y lo poco que sabemos sobre la configuración del poder en la retaguardia rebelde, más allá de las tramas conspiradoras iniciales que llevan al 18 de julio de 1936 (véase, por ejemplo, buena parte de la más reciente investigación de Ángel Viñas).

O quizás deberíamos hablar de poderes, pues aquí se incluye desde la construcción del aparato administrativo-burocrático (de los miembros de la Junta de Defensa Nacional, la Junta Técnica del Estado y, finalmente, el Consejo de Ministros, hasta el concejal del último pueblo en manos de los sublevados) a la adaptación de las estructuras industriales, económicas y financieras, entre otras.

Por un lado, parece mucho más atractivo estudiar a los vencidos que a los vencedores, sea por una cuestión de identificación o de justicia poética a posteriori. Por el otro, siempre resulta más sencillo analizar una democracia que no una dictadura en construcción, pues el debate es más público, sus protagonistas más libres y las tensiones más visibles.

Sin embargo, historiar a los vencedores se nos aparece como una tarea necesaria e imprescindible, ya que son ellos los principales configuradores de las genealogías que se extienden hasta el presente. Por mucho que nos pese, las raíces de la sociedad española deben menos al pasado republicano, exiliado y opositor que al franquismo, con las lógicas evoluciones temporales, transformaciones sociales e influencias diversas.

De aquí la necesidad de conocer con mayor detalle cómo se configura el futuro poder franquista, qué personajes y qué componendas se cocieron más allá del frente bélico. Fuera de los estudios más locales o regionales, pocas son las monografías sobre las familias del régimen, sobre la articulación de los engranajes internos de los sublevados o sobre nombres clave de aquellos años.

Quizás la mejor personificación de estos vacíos sea la falta de una biografía –completa o no hagiográfica– del todopoderoso Ramón Serrano Suñer y de prácticamente todos los jerarcas políticos, militares y religiosos de entonces. Evidentemente, no todo es un yermo y como contraejemplos hallamos los recientes retratos dedicados a José Antonio o a Demetrio Carceller.

Sin embargo, abundan más las carencias que las presencias. Es frecuente que el paréntesis 1936-1939 en el bando rebelde se limite al relato del ascenso del general Francisco Franco a la cúspide del poder. También suele haber alguna mención al proceso de unificación política, algún comentario sobre la gestación del nacionalcatolicismo, alguna citación respecto de los apoyos internacionales (junto con las derivadas de Guernica, Hendaya, División Azul, etc.) y un seguimiento más o menos detallado del avance bélico.

Pero poco más, especialmente porque a menudo la propia guerra civil queda como epílogo de la historia republicana o proemio del franquismo.

Prisioneros republicanos en Sama de Langreo, Asturias. Biblioteca Digital Hispánica / BNE, CC BY
La divulgación del conflicto

Y, por último, está la cuestión de la divulgación. Las dificultades para que el conocimiento de especialistas y universitarios impacte en la ciudadanía son especialmente dramáticas en lo referente a la guerra civil.

A pesar del evidente interés del público, quienes dominan el mercado son –en el mejor de los mundos– divulgadores más o menos documentados. Y en la mayoría de los casos –y por desgracia–, meros recicladores del relato revisionista franquista, con mayor o menor cobertura pseudoacadémica, según el caso, como ya denunció en su momento el desaparecido Javier Tusell y se han esforzado en replicar relevantes y prestigiosos historiadores.

La guerra civil española es el gran parteaguas de nuestra contemporaneidad que da lugar a la gran “excepción” local de nuestro entorno: una dictadura de 40 años.

Lo importante es sin duda explorar aquellas zonas del período inexploradas, mal entendidas o todavía confusas. Pero lo urgente es hacer llegar a la ciudadanía un conocimiento sobre su pasado veraz en lo fáctico, ajustado en lo interpretativo y útil en lo cívico. También sobre la guerra civil.

Fuente: The Conversation 22 de marzo de 2023

Portada: Brigadistas internacionales en el frente. Biblioteca Digital Hispánica / BNECC BY

Ilustraciones: The Conversation

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2 COMENTARIOS

  1. A quienes quieran reconstruir su pasado familiar aconsejamos la consulta de la base de datos de ihr.world, con más de 1,4 millones de registros referenciados buscables por nombre. Para actualizaciones, suscríbanse al boletín de noticias.

  2. Fue Preston aunque no ha sido el único ni mucho menos, porque se trata de un hecho muy palpable todavia hoy, quien dijo aquello de que a pesar de todo lo escrito la GCE sigue siendo tal vez uno de los acontecimientos de verdadera relevancia del s. XX, sobre el que persisten mas mitos, leyendas y medias verdades. Aunque estoy totalmente de acuerdo con lo expuesto acertadamente en el articulo, yo apuntaria en otras direcciones ,mencionadas muy de pasada u omitidas en el análisis de Claret, sobre las causas que han provocado la pervivencia de los viejos mitos franquistas y en definitiva un desconocimiento muy preocupante del periodo especialmente en España.Por un lado y en primer lugar, el nefasto espiritu equidistante de la Transición que impuso por necesidades Politicas del momento, un muy perjudicial velo de olvido con la supuesta funcion de «no reabrir heridas». Ello impuso a su vez «repartir culpas por igual», instaurando la máxima todavia muy extendida entre la población sobre una gran falacia: «todos tuvieron la culpa». Falso, absolutamente falso.Nada más lejos de la verdad,de hecho. Pero el mensaje oficialista cuajó y todavia no nos hemos librado de él. Hoy se ha convertido en el mensaje preferido de la derecha,que acusa a cualquier investigador diligente que quiera hacer bien su trabajo,de «militante,politizado o de crispador» precisamente para «no reabrir heridas».La derecha política española, que nunca ha condenado todavia los crímenes del franquismo, a partir de finales de los 90, empieza a sacar rapido provecho de todo ello, como parte del proceso para «desacomplejar a la derecha» que reclamó Aznar. Fue el nacimiento del llamado revisionismo franquista, que hoy pretende recubrirse de metodologia académica, aunque sigue siendo una corriente absolutamente minoritaria y desacreditada entre el común de la historiografia científica real (basada en EPRE como diria Viñas) que dia a dia sigue descubriéndonos nuevos aspectos y facetas todavia poco estudiados. No obstante, el revisionismo franquista consigue una inusual influencia en la sociedad española, gracias a potentes y muy bien financiados Think-Tanks como la FAES creada precisamente por Aznar y sus acólitos para seguir intoxicando al personal reviviendo los viejos mitos de la dictadura. Hay muchos más altavoces sociales del mensaje revisionista,algunos de tan anacrónicos e incongruentes en la actual democracia como la FNFF.La flota de palmeros revisionistas incluye una bien engrasada maquinaria de presencia muy activa en RRSS que consiguen multiplicar muy eficientemente ése efecto intoxicador, con el propósito de sacar réditos políticos terjiversando el pasado, en la actualidad. Existen otros motivos secundarios pero no por ello menos importantes para contribuir a un desconocimento muy preocupante de los españoles de hoy, sobre su pasado reciente, que a mi entender convierte a la población en general, en facilmente manipulable politicamente. Por un lado, la incapacidad de la clase académica española, muy numerosa,que acumula hoy prestigiosos nombres muy respetados internacionalmente, por su incansable labor de investigación (que hoy encabeza) sobre este periodo, por conectar con la población en general, mas allá de la que tiene un interés directo en el tema. Ha faltado una correcta divulgación de las diferentes y eficientes lineas de investigación. En éste sentido los diferentes gobiernos de la democracia no han propiciado precisamente la tarea, dificultando la investigación con un estado lamentable de los archivos, siempre cortos de personal (a pesar de su voluntarismo mas que encomiable) y con una masa ingente de material todavia por catalogar a pesar del gran trabajo ya efectuado. La Ley De Memoria Democratica, a pesar incluso de la última reforma, sigue sin garantizar el libre acceso a la documentación del periodo, a l’ós investigadores y a la ciudadania en general. Por último, destacaria el hecho de que el sistema educativo español, sigue dejando especialmente en la ESO, tan crucial periodo de la historia de España inevitablemente situado al final del temario lectivo, con lo que se da tarde, deprisa y mal, contribuyendo de manera significativa al desconocimiento masivo por parte de nuestros jóvenes, del periodo histórico que ha conformado España como hoy la conocemos. Lo que es también altamente preocupante. Todo ello, hace que la GCE siga siendo hoy arma arrojadiza entre nuestros irresponsables políticos, cuando hace décadas debiera haberse quedado ya en los libros de historia como materia de estudio para los investigadores.

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