Según Philipp Blom los países ricos y democráticos, los grandes poderes económicos, el G7 o el G8, los colonialistas de antaño y los centros industriales han ido deslizándose hacia una época reaccionaria. Su sentimiento más bello es la nostalgia. No quieren un futuro. (…) En el mundo rico, la gente solo quiere que el presente no cambie nunca (Lo que está en juego, Anagrama 2021). En este artículo se ponen en evidencia las incoherencias de varias recetas para «fijar población» y se aborda una cuestión ideológica de tintes muy conservadores como el «reto demográfico», que podría firmar Le Pen, o «la idea de que lo rural es lo primigenio porque ahí están los orígenes de la patria mientras que las ciudades son muy malas»
Conversación sobre la historia
Mario Escribano
“No es una cuestión de ego”, avisa Joaquín Recaño cuando le preguntan por los demógrafos españoles, que llevan años viviendo una situación un tanto exótica: todo el mundo habla de demografía, pero prácticamente nadie les consulta. Ni siquiera desde la propia Administración, aún cuando se trata de proyectos de calado. De hecho, el Gobierno ha presentado su Plan de Recuperación con “130 medidas frente al reto demográfico” para los fondos Next Generation y, una vez más, tampoco se ha contado con las aportaciones de este gremio.
El plan, que propone una inversión de más de 10.000 millones de euros, pretende hacer frente al reto demográfico y garantizar la igualdad en todo el territorio. “Trabajaremos sin descanso por cohesionar nuestros territorios y por ofrecerles las mismas oportunidades económicas a todas y a todos. Nuestros pueblos y nuestras aldeas deben ser pueblos compartidos y, sobre todo, territorios de esperanza”, señaló el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su presentación el pasado sábado 22 de junio.
Para Recaño, profesor de Geografía en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) e investigador del Centro de Estudios Demográficos (CED), “hay una idea que se repite una y otra vez, la típica de los economistas: invierto dinero y automáticamente hay elasticidades positivas”. No es, sin embargo, tan sencillo. Además, según señala, en el plan no se contemplan elementos de política demográfica: “Se habla del plan para luchar contra la despoblación, de transición ecológica, de conectividad del medio rural, de igualdad de oportunidades, de desarrollo del territorio, de impulso del turismo sostenible y del tejido productivo local, de localización de servicios públicos, de promover la cultura y crear centros de innovación en las áreas rurales”, pero, “desde el punto de vista de la demografía, ¿esto cómo se come? Es un discurso economicista en el que parece que cualquier medida económica va a traer consigo acabar con la despoblación”, critica.
Pese a estar de acuerdo “en cuestiones como la mejora de la conectividad o de servicios”, matiza que eso no es una política demográfica, sino que la debe acompañar. “Hay unos problemas de carácter estructural en las propias poblaciones que hacen prácticamente inviable que muchas zonas se puedan repoblar, porque por mucho dinero que pongas las personas no se fijan”, advierte.
Unas poblaciones que, en cualquier caso, tienen realidades muy distintas según la región, algo que también echan en falta en el plan gubernamental. “No reconocen la variedad de la despoblación en España”, lamenta este docente universitario, que lo ilustra con ejemplos: “Hay áreas del territorio como Cataluña y Andalucía en las que la despoblación tiene una gran dimensión, pero no es un problema de primer orden y la naturaleza es distinta, porque los municipios son relativamente más grandes. En Galicia el problema es de otro tipo: están perdiendo población las entidades inframunicipales, que se están despoblando porque van a parar al municipio”.
Para Juan Manuel García González, experto en demografía, los 10.000 millones que plantea el Gobierno suponen “una cantidad desorbitada para hacer algo que tampoco queda muy claro qué es, pero reto demográfico no, aunque quede muy bien el nombre”. Según este profesor de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide, “la palabra demografía no aparece en las medidas, y demográfico sí, pero porque es parte del nombre del Ministerio. Si es contra la despoblación, que lo llamen así, pero no disfracemos con la demografía algo que es otra cosa”, incide García González, que lamenta que haya elementos estructurales que no se tienen en cuenta, “como tener una red de transporte público de corta y media distancia decente, que tiene más sentido para la fijación de la población que dedicarle 80.000 millones al año al AVE”.
No es solo la despoblación
García González recuerda que el reto demográfico no es solo la despoblación, sino también “el envejecimiento, las desigualdades, el aumento de la esperanza de vida o las migraciones”. Retos demográficos que existen desde hace mucho, pero que, cuando se han tratado desde las administraciones públicas, “no se ha tenido en cuenta a los profesionales de la demografía, y de ahí viene el gran problema”, critica este profesor para que el que “no queda claro qué objetivo se persigue, más allá de revitalizar las zonas rurales, algo muy general”. Así, sostiene, “son 10 grandes ejes en los que es difícil encontrar la forma en que se va a revertir un fenómeno que lleva ocurriendo en España desde los años sesenta”.
“En las zonas despobladas hay una falta de incentivos que hacen que no te plantees ni ir. Es un círculo vicioso en el que es complicado actuar: si ofreces servicios para que la gente venga, o atraes a gente y, cuando hay una densidad suficiente, creas esos servicios”, continúa este especialista que recuerda que hay “un problema de eficiencia presupuestaria”. El mismo que provocó la despoblación: “Ha habido un desmantelamiento de lo rural para hacerlo más eficiente que ha hecho que la gente se vaya. Es complicado intentar resolver ahora lo que se ha destrozado previamente. Como se iba gente, disminuían los servicios y ahora quieren que venga gente para que crezcan estos servicios”.
Por eso, considera que “faltan políticas para fijar a la población” y advierte de que “no es algo que se vaya a resolver únicamente poniendo 5G en todos los pueblos de España, porque va más allá de eso: tienen que ir personas jóvenes, que tengan hijos, para que haya una reproducción de la población en su conjunto”. “Si no, es empezar la casa por el tejado y va a ser imposible”, sostiene.
Otro punto que destaca García González es la creación de 200 municipios en los últimos 10 años, por lo que cada vez hay más municipios y más pequeños. “No tiene ningún sentido”. Así, aboga por una reestructuración municipal, algo que echa en falta en el plan gubernamental. “Un municipio de cinco o 10 habitantes, por mucho que se le quiera, no puede existir, porque proveerle de servicios es carísimo”, advierte. “No podemos caer en ese romanticismo de lo rural e intentar salvar a los 6.400 municipios de menos de 2.000 habitantes que hay en España”, zanja.
Una cuestión ideológica de fondo
En todo este desaguisado también ha habido una cuestión ideológica de fondo. Así lo defiende Julio Pérez Díaz, sociólogo del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, que recuerda que fue el Partido Popular el que creó el Comisionado para el Reto Demográfico. “Con el cambio de Gobierno se ha mantenido en la misma línea. Es sorprendente cómo se han asimilado y aceptado los marcos que creó el propio PP”.
Un ejemplo de esto es, según este especialista, el término “población flotante”; “es decir, la inmigración. Tratándose del PP usaron el eufemismo, porque no van a decir que están en contra de ella, pero sí que hay un problema demográfico en España con la gente que se mueve de un sitio a otro, que es la que viene sin recursos suficientes o contrato de trabajo”. “Ese es el reto demográfico, algo que podría defender Le Pen”, lamenta. Pérez Díaz también señala que el PP puso, equivocadamente, el foco en el envejecimiento de la población y la caída de la natalidad: “No tienen ni pajolera idea de demografía y, por eso, no mencionan que el envejecimiento demográfico y el cambio en la pirámide de prioridades no es resultado de que simplemente haya bajado la fecundidad, sino de que ha aumentado la duración de la vida, algo que se ha conseguido teniendo menos hijos que viven mucho más tiempo. En un siglo hemos pasado de 34 años de esperanza de vida a 82”.
“Si ya no se te mueren la mitad de los niños antes de los 15 años, que era la situación previa, es lógico que no haga falta tener cuatro o cinco hijos”, enfatiza antes de subrayar que “el despoblamiento rural y el envejecimiento demográfico no tienen ninguna relación, porque tienen que ver con la migración de los jóvenes, ahora y siempre”. Por ello, critica el que se quiera construir “la idea de que estamos en una crisis demográfica, cuando estamos en la mejor situación demográfica de toda la historia humana, salvando obviamente la pandemia”.
“El conservadurismo siempre se ha basado en la idea de que lo rural es lo primigenio porque ahí están los orígenes de la patria mientras que las ciudades son muy malas”, recalca este demógrafo, que recuerda que el presidente de la comisión del Senado sobre despoblación fue Ignacio Cosidó, exdirector de la Policía y mano derecha de Jorge Fernández Díaz. “El primer experto al que llama es Alejandro Macarrón, de la Fundación Renacimiento Demográfico, una organización con vínculos con el Opus Dei y algunos banqueros, que están empeñados en que la sociedad española se ha vuelto indecente, inmoral y tiene que volver a las raíces cristianas y tener muchos hijos. La última vez que asistió a una comisión sobre este mismo tema fue invocado por Vox”, agrega este experto, que afea que, en el documento final que se publicó en el BOE, “el PP puso 10 folios de Macarrón hablando de baja fecundidad en una comisión sobre despoblación rural, cuando de los otros 43 expertos que fueron solo dejaron un par de ideas”.
Pérez Díaz también reprueba la creación de “ilusiones” sobre “la capacidad de, no solo el Estado, sino de la economía en general para revertir un proceso mundial antiquísimo. De inercia histórica”. “Los humanos llevamos muchos siglos concentrándonos en ciudades y desde los años noventa más de la mitad de la población humana vive en ciudades. A no ser que haya cambios de un calado que no soy capaz ni de sospechar, esto no se va a revertir”, comenta. Es más, considera que el concepto ‘España vaciada’ es “poco afortunado”, pues “implica que ha habido un actor que ha hecho ese vaciamiento y lo que hay es una España abandonada por gente que se ha ido”.
“El despoblamiento actual es ridículo en volumen y ritmo con lo que conocimos en los años sesenta, donde sí hubo un éxodo masivo del campo español provocado por la caída de un tipo de economía y de creación de empleo”, recuerda este demógrafo que se pregunta cómo se soluciona el problema de que la gente se vaya de los lugares donde no encuentra trabajo. “No se soluciona, lo siento”, se responde a sí mismo para insistir en que, aunque la carencia de servicios o de oferta cultural sean motivos para marcharse a las ciudades, el principal es el trabajo. “La inversión pública podría favorecer que se establezcan empresas en el lugar, pero no son una garantía, sino una condición, y no suficiente”, apostilla.
Además, recuerda que en las últimas décadas ha mejorado muchísimo la infraestructura vial, pero el efecto fue el contrario al que se buscaba: “Se pensó que las buenas comunicaciones viarias iban a favorecer que la gente se quedara, pero consiguieron todo lo contrario: que se fueran”.
Pérez Díaz también añade un matiz crucial sobre qué se considera una zona despoblada –habitualmente, aquella que tiene poca población inscrita en los padrones–. “La cuestión no puede ser si hay zonas vacías o zonas llenas, porque es absurdo. Siempre va a haber zonas vacías, pero no podemos repartir a toda la población abriendo mucho los brazos para no dejar huecos en medio”, ironiza este demógrafo. “Venimos de siglos en los que la principal actividad económica de los seres humanos era producir alimentos, algo que implicaba ocupar el terreno a través de la agricultura y de la ganadería, por lo que había una población mucho más distribuida en el territorio, pero eso se ha acabado”.
Ahora, sin embargo, una zona con escasa población empadronada no significa necesariamente que esté vacía, porque “ha habido una explosión de la ocupación del territorio por parte de las personas, debido a su movilidad inusitada”, expone Pérez, que lo ilustra así: “Vamos a comprar a un centro comercial en un cruce de autopistas, llevamos al colegio a los niños a municipios que no son el nuestro o nos desplazamos 40 kilómetros para trabajar cada día”. Una dinámica que también afecta a las zonas turísticas, como las costas, donde “hay municipios que multiplican su población por diez”.
“Todas las áreas no son salvables”
“Nadie quiere hablar de cribaje demográfico, pero no todas las áreas son salvables. Hasta que eso no se reconozca, no vamos por buen camino. Estamos en un periodo muy populista, de café para todos, y eso no es posible”, asegura Recaño, para quien “los municipios pequeños son insalvables”. Según este demógrafo de la UAB, la raíz del asunto está ya en otros lugares: “El problema del retroceso demográfico afecta ya a zonas que no son las típicas que pensamos como rurales, porque en los pueblos pequeños ya no quedan jóvenes. Las pequeñas ciudades de las zonas rurales están en barrena. Los jóvenes salen, porque Madrid atrae cuando se van a estudiar y luego ya no vuelven”.
Para empezar a solucionar el problema, propone hacer un diagnóstico correcto de aquellas áreas demográficamente salvables, si de lo que se está hablando es de reto demográfico. “Otra cosa sería la distribución de los servicios, el que los españoles por el hecho de vivir en cualquier parte no tienen que verse damnificados por tener servicios peores. Es una buena idea, pero eso no significa combatir la despoblación, sino tener mejores servicios”, deja caer.
Tras la radiografía, según este experto, habría que llevar a cabo una política de medidas indirectas como la “atracción de inmigración no en las áreas rurales, sino en pequeñas ciudades”, políticas de conciliación para sumar “a toda una reserva de mujeres del área rural que no se ha incorporado a la actividad no rural”, “facilitar la obtención de vivienda” y que las industrias que lleguen a las zonas rurales sean “intensivas en trabajo, porque el desarrollo de industrias ecológicas y de producción energética son intensivas durante la puesta en marcha pero no durante el mantenimiento”. Así, avisa: “Si es un trabajo coyuntural, cuando se acabe, la gente que se ha instalado en esas zonas acabará yéndose”.
Fuente: Ctxt 24 de mayo de 2021
Portada: antigua estación de ferrocarril de Piedrahita de Castro, en la línea Plasencia-Astorga (foto del grupo de facebook Vías abandonadas)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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