Noticias de libros

Javier Aguirre y Jonathan Lavilla

Profesores de Filosofía Antigua
en la Universidad del País Vasco (EHU-UPV)

Este libro colectivo recoge los trabajos de once platonistas que han estudiado diversos aspectos del uso de la ironía y el humor en la obra de Platón. Una de las cuestiones tratadas en el libro tiene que ver con la recepción que en autores posteriores (Aristóteles, Cicerón, Diógenes Laercio, Ficino, Goethe, Schleiermacher, Nietzsche, etc) ha tenido la obra del Ateniense y la interpretación que, desde su propia cosmovisión, han podido desarrollar. Es este un aspecto que, aunque secundario en el libro, puede tener su interés en un blog que trata sobre la Historia y sus métodos.  

 
PlatónEn el libro primero de De Officiis [Los deberes] Cicerón señala que «hay dos maneras de bromear: una burda, descarada, vergonzosa y obscena; la otra elegante, fina, aguda y jovial. De esta última están repletos no solo nuestro compatriota Plauto y la comedia ática antigua, sino también los libros de los filósofos socráticos» (I, 104). En un principio, podría sorprender que el autor latino vincule expresamente las obras de los filósofos socráticos a Plauto y la Comedia Antigua. Y sin embargo, ya el propio Aristóteles se había lamentado al comienzo de su Poética de no tener «nombre común para un mimo de Sofrón o de Jenarco y para un diálogo de Sócrates» (1447b9). La relación literaria de Platón con el poeta Sofrón, autor siciliano famoso por sus mimos, composiciones humorísticas de carácter popular que versaban sobre la vida cotidiana de su Sicilia natal, parece haber sido comúnmente asumida por la tradición grecolatina, pues también es señalada por autores como Quintiliano (Instituciones Oratorias I, VIII) y Diógenes Laercio (III, 11). En este sentido, es conocida la anécdota recogida por este último (III, 18), según la cual Platón introdujo en Atenas las  obras de Sofrón e incluso dormía con ellas. El historiador Duris de Samos (ca. 340-270) llega más lejos, al insinuar que Platón se inspiró en los mimos de Sofrón para la composición de sus diálogos (FGrHist 76 F 72). ¿Qué pudo ocurrir por el camino para que durante casi dos mil años el recurso al humor, tan presente en la obra de Platón, haya pasado prácticamente desapercibido, al tiempo que se recuerda bien la anécdota que Diógenes Laercio (III, 16) pone en boca de Heráclides, según la cual «Platón, aún de joven, era tan vergonzoso y modesto, que nunca rió sino moderadamente»?

El devenir de la propia tradición platónica en la Antigüedad apunta a la respuesta que cabe dar a la cuestión, pues la lectura seria de la obra de Platón que ha dominado en nuestra tradición no es ajena al temprano protagonismo que adquirió la interpretación neoplatónica de las obras del filósofo ni a la presencia fundamental que el pensamiento neoplatónico tuvo en el largo proceso de elaboración doctrinal del cristianismo a partir del siglo II. Efectivamente, tanto el neoplatonismo pagano de Plotino como el cristianismo de Orígenes, por señalar las dos figuras más destacadas de esa tradición, limpiaron la obra platónica de la presencia de elementos cómicos, a los que no concedieron particular relevancia filosófica. Sólo la ironía socrática, potente herramienta mayéutica, pero no necesaria ni principalmente cómica, será valorada como recurso eficaz en los diálogos de Platón, dejando de lado toda otra manifestación que pudiera aparecer como una concesión al humor. En este sentido, hay que recordar que el propio Cicerón había dejado escrito en De Oratore [Sobre el orador] que «en esto de la ironía y del disimular Sócrates aventajó con mucho a todos en encanto y calidad humana. Es un procedimiento especialmente elegante, no sólo gracioso dentro de la seriedad y de las fintas oratorias, sino apropiado a una conversación apropiada» (II, 270).
Aquiles y Patroclo


Hay que señalar, por otro lado, que el olvido del humor en la obra de Platón condicionó con frecuencia y de modo significativo la recta comprensión de los diálogos. Así, nadie deja de sorprenderse al leer la interpretación que el gran Marsilio Ficino, cima del neoplatonismo renacentista y traductor de la obra de Platón y Plotino, desplegara en su delicioso De furore Poetico [Sobre el furor poético] en torno al Ion platónico, diálogo en el que el pensador florentino no percibe rastro de humor, ironía o burla, sino la seria descripción de la inspiración divina, que es descrita como «la iluminación del alma racional, por la cual dios atrae el alma caída desde las alturas, y la devuelve a ellas desde abajo». Obvia decir que tal comprensión sólo cabe inferirla de una interpretación demasiado seria de los contenidos del breve diálogo platónico y que ningún platonista aceptaría hoy. Pero lo llamativo es que cuando tres siglos después el platonista y teólogo protestante Schleiermacher decida romper con los excesos de la lectura neoplatónica de Platón, rechazará la inclusión del Ion en el corpus platónico por considerar su humor impropio del filósofo ateniense. O como ya había expresado el poeta Goethe en su combativo texto Plato als Mittgenosse…, por tratarse de un diálogo aristofanesco impropio de Platón.

Frente a esta actitud, el presente volumen pretende ofrecer una vía de acceso a la poco trabajada cuestión del humor en Platón. El volumen da pie a pensar que, pese a que Platón concibiese la filosofía como una actividad de máxima enjundia y gravedad, encargada, entre otras cuestiones, de indicarnos cómo debe vivir un humano, también era consciente de que en la vida y en el pensamiento se requiere de cierta dosis de humor. Se requiere del humor para no ahogar el esfuerzo, tal como nos lo han recordado el escita Anacarsis, cuando afirmaba: diviértete para actuar con seriedad [παίζειν δ᾽ ὅπως σπουδάζῃ], o el egipcio rey Amasis, quien señalaba que del mismo modo que un arco siempre tenso se rompe, un hombre que constantemente estuviese seriamente ocupado [κατασπουδάζομαι] y sin entregarse en ciertos instantes a la diversión [παιγνία] tornaría loco o inútil (Heródoto, Historia, II, 173, 12).
10-frases-de-platon-1-655x368
En consonancia con el escita y el egipcio, también Aristóteles reconoce (Ética a Nicómaco, 1176b33-1177a1) que es indispensable saber divertirse para poder vivir de la manera más seria y esforzada. Esa misma actitud la podemos comprobar en la obra del Académico, donde el recurso al humor no se reduce a la comentada ironía socrática, sino que también encontramos bromas entre los personajes, juegos de palabras, imitaciones paródicas de personajes célebres, chascarrillos graciosos, burlas y comedia de situaciones. Es más: podría pensarse que la propia concepción platónica del diálogo, entendido como drama literario, lleva consigo la broma para con el lector, pues pese a ser mencionado en tres ocasiones —dos en la Apología y una en el Fedón—, el filósofo ateniense nunca habla por voz propia en sus diálogos. A esto, que de por sí supone cierta distancia entre el autor y su obra, debe añadirse que muchos diálogos están narrados en estilo indirecto, mediante algún interlocutor que recuerda cierta conversación —o incluso mediante un interlocutor que recuerda lo que otra persona le narró de memoria acerca de lo escuchado en el pasado— o mediante la lectura de un texto que recoge la conversación representada en el diálogo. Parece como si con cierta sorna, Platón hubiese potenciado tantos siglos de hermenéutica platónica, al subrayar la transmisión indirecta y privar al lector de un mensaje propio, claro y directo. En fin, encontramos un extenso y variado repertorio de recursos cómicos puestos al servicio de la eficaz transmisión de contenidos serios. Porque, no hay que olvidarlo, el humor en Platón está sometido a la expresión eficaz de lo que debe ser tanto el modo de transmisión filosófica como sus propios contenidos. Con la intención de descifrar las claves que permitan comprender mejor el uso del humor en los diálogos platónicos presentamos este volumen colectivo en el que once autores abordan distintos aspectos de la cuestión.
 
Jonathan Lavilla de Lera & Javier Aguirre Santos (eds.) (2018). El humor en Platón. Humor y filosofía a través de los diálogos. Sevilla: Doble J.
 
 
 
 
 
 
 


Descubre más desde Conversacion sobre Historia

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí