Ricardo Robledo Hernández
Los malos tratos y torturas no los inventó el régimen del 18 de julio (recuérdese a Martínez Anido o a Doval en la dictadura de Primo de Rivera, y a este último también durante la República ). Ahora bien, el violento golpe de estado propició un uso intenso y sistemático de los malos tratos que no desaparecieron cuando Franco había muerto y la gente cantaba ilusionada “Libertad sin ira” en 1977. A diferencia de las prácticas más selectivas de los años sesenta y setenta, las detenciones, malos tratos y torturas de los años 40 tenían el carácter de lo que podemos llamar «terrorismo preventivo de Estado» por el trato arbitrario que alcanzaba a militantes no controlados ni organizados. «Se trata de su componente de castigo y venganza contra el enemigo político derrotado por las armas, condición que en la inmediata posguerra llegó al paroxismo». Los testimonios recogidos por Alberto Gómez Roda (1) son estremecedores, como el de Rosita Estruch quien murió al cabo de 22 años inmóvil en una cama del Sanatorio Marítimo de la Malvarrasa de Valencia: «Cuando se trata de un antifascista firme y seguro, el martirio toma las formas más sádicas e inhumanas. Fuego en los pies, desarticulación de miembros, introducción de palancas entre uñas y carne, etc. La aplicación del terror, abarca una extensión total. En España no hay lugar donde estos procedimientos no se empleen».
Los procedimientos cambiaron con los años, pero no mucho. En Julio de 1971 Salvador Sapena del Partido Comunista marxista-leninista, el PC(m-1) fue recibido en el calabozo con el saludo “hijo de puta, mal nacido, rojo de mierda… no nos vas a durar ni media hora”: «Empezaron las descargas eléctricas con tal intensidad que creía que me iban a arrancar la cabeza, a desgajarme el hombro, a reventarme el brazo. Grité como un loco a cada sacudida de los calambrazos. No podía saber quién era el que enchufaba o manejaba el aparato por tener la cabeza dentro de la capucha. Terminada la tortura de las descargas, me tuvieron un buen rato con la capucha». No es de extrañar que en situaciones como esta se produjera uno de los casos más escandalosos como el asesinato del estudiante Enrique Ruano en 1969.
En el libro recientemente traducido de Sophie Baby –El mito de la transición pacífica: Violencia y política en España (Editorial Akal)– la autora se refiere a la revista Cuadernos para el diálogo que en 1976 verá censurado un número especial que pretendía consagrar a la tortura. Únicamente subsistirán la portada -en la que aparecen seis hombres en pie, con los ojos vendados y las manos esposadas a la espalda-, bajo un titular en tinta roja en el que se lee palabra «Tortura» y el editorial titulado «Tortura y malos tratos». No este el lugar para presentar una lista de libros sobre la represión. Por la relación con el tema de la tortura este año se ha publicado Verdugos impunes. El franquismo y la violación sistémica de los derechos humanos (Pasado & Presente, 2018).
La política antiterrorista aplicada en el País Vasco (“ley antiterrorista” de 1979), con la incomunicación de prisioneros, no pudo impedir la aplicación de los malos tratos. En su informe de 1984 sobre la tortura, Amnistía Internacional denunciaba la práctica de la tortura en España nueve años después de la muerte del dictador Franco:
Durante el periodo a estudio la tortura y el maltrato de detenidos en España fueron continuos. Las pruebas han sido suministradas en declaraciones juradas de ex detenidos, certificados médicos tanto oficiales como de facultativos independientes, familiares de detenidos, la Iglesia, abogados y grupos de derechos humanos. En febrero de 1981 un detenido falleció en Madrid con señales claras de haber sido torturado tras haber permanecido nueve días bajo custodia, y en marzo de 1983 dos policías fueron hallados culpables de haber torturado a un detenido en Bilbao.
«En 1984 este tipo de denuncias –como documenta Alberto Gómez Roda a quien seguimos textualmente- eran ya un problema de la naciente democracia española, no del franquismo fenecido. Desde el terror generalizado de la posguerra a la tortura selectiva denunciada públicamente por la oposición al franquismo con el grito unánime por la «Amnistía» en 1976 había transcurrido un tiempo en el que algunos de los torturadores se habían convertido en «expertos en antiterrorismo»
En el libro citado de S. Baby se encuentran más consideraciones sobre la tortura como “punto ciego de la Transición”. Ha abundado el silencio oficial y cuando se ha entrevistado a algún responsable, por ejemplo a Martín Villa, solo ha habido respuestas evasivas o el recurso a las socorridas manzanas podridas. En la España de Franco la tortura era una práctica virtualmente autorizada, precisa Amnistía Internacional en 1973. Falta una investigación minuciosa que aclare ese “punto ciego” cuyas huellas principales se encuentran en los sótanos de la DGS en Madrid, las celdas de la Comisaría de Vía Layetana en Barcelona, los calabozos de La Salve en Bilbao y de Intxaurrondo en San Sebastián. Este es uno de los contextos que ayuda a entender La hoja de servicios del torturador ‘Billy el Niño’. Continúa, pues, “El (falso) mito de la Transición incruenta.
(1) Gómez Roda, J. Alberto. «La tortura en España bajo el franquismo: testimonio de torturas durante la dictadura y la transición a la democracia». Pasajes: Revista de pensamiento contemporáneo, 2005, Número 17: 49-67 (online)
La hoja de servicios del torturador ‘Billy el Niño’
Raquel Ejerique / Laura Galaup
Felicitación pública, con otros, y premio de 2.000 pts. por eficiente labor llevada a cabo en actividades estudiantiles». Es el primer mérito del historial de Antonio González Pacheco, alias ‘Billy el Niño’, nada más ingresar en el Cuerpo General de Policía en plena dictadura. El diario.es ha conseguido acceder a la hoja de servicios del agente más temido del franquismo. Un expediente hasta ahora secreto y que revela que el Estado gratificaba con reconocimientos públicos y premios en metálico la detención y represión de estudiantes y comunistas.
Consiguió ser funcionario en prácticas por oposición el 1 de septiembre de 1969. Tres meses después era subinspector segundo y, a partir de ahí, empieza una escalada de méritos basados en detenciones, desarticulación de grupos comunistas o represión de estudiantes en los años más intensos de las protestas callejeras en España. Su labor, además de ser premiada con felicitaciones públicas y muchas veces con dinero en metálico, le llevó a ascender «500 puestos» de golpe dos meses antes de la muerte de Franco. Es el 25 de septiembre de 1975 cuando su expediente, al que ha tenido acceso en exclusiva el diario.es, refleja que «adelanta 500 puestos en el escalafón que le han sido reconocidos por méritos». Además, desde 1972 a 1982 ha sido galardonado con cuatro medallas policiales que incrementaron su pensión un 50%.
El dinero extra que recibe durante la dictadura por sus servicios va desde 2.000 pesetas de los años 70 por la «detención de 25 miembros de la Comisión Coordinadora Estudiantil cuando celebraba una reunión ilegal y otros servicios importantes», a las 20.000 pesetas por «desarticular el aparato de propaganda del FRAP», el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. Otra detención que le fue reconocida, en 1971: «Premio de 3.000 ptas al lograr detener a varios agitadores juveniles, mezclándose entre ellos, siéndole ocupado a uno de ellos explosivos y barras de hierro así como propaganda subversiva».
«Eso de los explosivos y barras puede ser que tenga poco o nada que ver con la realidad», cuenta Chato Galante, estudiante antifranquista, torturado por Billy el Niño, querellante contra el agente y detenido cuatro veces: «Los estudiantes actuábamos abiertamente en asambleas sabiendo que había chivatos e incluso policías metidos dentro, a veces decían que llevabas ese material, pero igual solo llevabas panfletos».
La segunda detención de Chato fue la peor, en febrero de 1971. Sufrió las tácticas predilectas del policía Pacheco, como el ‘pasillo’, el ‘repasito’, el colgamiento de una barra, el ‘saco de golpes’ o la ‘bañera’. Esa ocasión fue «extremadamente violenta», relata. Era febrero del 71, tenía 22 años. «Imaginar que en la sala de interrogatorios estaba sentada mi familia era la única forma de aguantar los golpes de Billy el Niño. Pero la imagen de los míos se difuminaba y perdía la conciencia del tiempo que llevaba allí. Fueron 14 días que a mí me parecieron 14 meses».
«En Madrid había una represión muy fuerte» por la concentración de fuerzas y esa «radicalización de la juventud» que tiraba del carro, recuerda Galante. «Y porque el cuadro de Madrid gira más alrededor de Billy el Niño, que estaba especializado en los movimientos de izquierda o de extrema izquierda». Los caminos del Chato y Billy se volvieron a cruzar y es probable que la felicitación pública que recibe el agente en enero de 1974 por la «detención de los componentes Comité Técnico de la Liga Comunista Revolucionaria» se refiera a Chato, que un mes antes había sido detenido: «Yo estaba en la dirección de este movimiento contra la dictadura, era a lo que se dedicaba Billy el Niño, a eso y a las organizaciones parapoliciales».
Luis Suárez-Carreño, miembro en aquella época de ese colectivo comunista, también coincidió con González Pacheco. Asegura que fue torturado a principios de julio de 1973 por Billy el Niño. Esa no era su primera detención, ya que tres años antes ya había sido retenido. «Su sadismo y su crueldad eran vocacionales», relató en una entrevista con eldiario.es «Intentaba dominarte psicológicamente, transmitir que sabía mucho, en el plano personal, sobre la organización… Billy el Niño mostraba una pasión y un interés perverso y morboso sobre ciertos aspectos. Era su clave diferencial». Pasó tres días en la Dirección General de Seguridad (DGS) de la madrileña Puerta del Sol y fue condenado a tres años de cárcel en Carabanchel por asociación ilícita y propaganda ilegal. Este activista fue el primer militante antifranquista que denunció estos hechos ante un tribunal español.
Durante el periodo en el que Suárez-Carreño asegura que fue torturado no figuran felicitaciones públicas a Billy el Niño. Meses después, en noviembre de 1973 su historial sí incluye un mérito por «detención [de] dirigentes Liga Comunista Revolucionaria», en la que participaba este militante.
Suárez Carreño recuerda que una de sus detenciones coincidió con un miembro de la U.H.P., la Unión de Hermanos Proletarios. «[En el franquismo] era un grupo pequeño. No tenía mucha presencia en la Universidad, pertenecía a un entorno más sindical y de barrio», apunta. Contra este colectivo también actuó González Pacheco. Según la documentación a la que ha accedido esta redacción, recibió en febrero de 1972 una recompensa de 2.500 pesetas por detener a sus componentes y «conseguir la desarticulación».
Las 18 felicitaciones públicas por represión comunista y estudiantil en la hoja de servicios de este agente, denunciado por sus víctimas por las torturas que sufrieron y llamado a declarar por la jueza argentina que mantiene abierta la causa del franquismo en aquel país, suman 83.500 pesetas.
Durante el franquismo, el movimiento estudiantil consiguió grandes movilizaciones las semanas previas y posteriores al proceso de Burgos y tras la muerte de Franco, según relata la historiadora Javiera Errázuriz, que centró su tesis en el movimiento estudiantil en la década de los 70. González Pacheco actuó durante esa etapa contra el movimiento universitario. El mismo mes en el que se produjo el juicio de Burgos, la Dirección General de Seguridad felicitó al policía franquista por detener a una veintena de miembros de l a Comi sión Coordinadora Estudiantil. Ninguna de las fuentes consultadas por esta redacción ubica a este colectivo, y Pastor asegura que desde los órganos de la dictadura «a veces se inventaban los nombres» de los colectivos, algo que confirma también Galante.
Errázuriz destaca que el movimiento estudiantil tenía mayor vinculación con los asuntos políticos que con los universitarios. Asimismo, reseña la importancia que tuvieron estos activistas en organizaciones de izquierdas. «El Partido Comunista siempre cuidó su relación con estos activistas porque le daban identidad a su organización», incide. Esa relación se fue deteriorando durante la transición –según el relato de esta investigadora – «cuando el PCE apostó por posiciones más moderadas» que las defendidas desde la universidad.
En la hoja de méritos de Billy el Niño aparecen mayoritariamente sus actuaciones contra estudiantes y contra grupos comunistas, con especial actividad contra la «Joven Guardia Roja», el FRAP o la mencionada Liga Comunista Revolucionaria. También obtuvo 5.000 pesetas por «desarticulación Grupos de la Sindical Obrera O.S.O.» en 1975.
Represión tras la muerte de Franco
Pese a la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, el expediente del policía revela que la actividad represora continuaba. «El final de los 70 fueron años de muchas detenciones, manifestaciones por la amnistía, movimiento estudiantil… Solo en 1977 hubo 4.394 detenciones. En esa década seguía la represión y la detención de activistas», cuenta el historiador Mariano Sánchez Soler.
Efectivamente, en la hoja de servicios del agente querellado por torturas se ve otro pago de 6.000 pesetas el 1 de diciembre de 1976 por la «detención de militantes del Partido Comunista de España». Cuatro meses después de estas detenciones, en la Semana Santa del 77, se legalizó el partido.
Pero no todos los casos de premio tienen un origen claro. Por ejemplo, el expediente recoge un «premio de 3.000 pts., por su destacada actuación en el cumplimiento de una misión específica encomendada». Sin más explicación.
El último apunte es del 14 de febrero de 1977, un premio sin asignación de dinero asociado a «su actuación en los hechos acaecidos el día 27 de septiembre pasado», sin especificar a qué hechos se refiere. ¿Qué pasó ese día? Una huelga política en el País Vasco, una huelga de Correos en toda España y una explosión en la estatua de Franco instalada en la plaza del Ayuntamiento de Valencia (entonces, plaza del Caudillo). Aunque el documento público no especifica por qué motivo se le reconoce la labor, el historiador Antonio Camarero, que también fue retenido por el agente González Pacheco, ve probable que la mención oficial se haga por las huelgas en Euskadi, una zona de especial interés para las fuerzas y cuerpos de seguridad y con la que Billy el Niño estaba familiarizado.
Camarero explica que el contexto en el que actúa el agente y que recoge su expediente responde a un «estado de excepción que fue decretado en el País Vasco y que se extendió a toda España cuando se empiezan a reproducir movilizaciones en las universidades tras el asesinato de Enrique Ruano, el estudiante fallecido tras caer por una ventana mientras estaba detenido por la policía secreta franquista. En aquel momento las detenciones eran masivas», comenta, así como las protestas en la calle. «Billy el Niño era uno de los policías de a pie de entonces, pero ha pasado a ser el icono vivo y emblemático de un sistema de tortura general que estableció la dictadura».
FUENTE: Diario.es
Además de este artículo, Diario.es publica el 19 y 20 de diciembre