Elena Gallego Aberoa
Universidad Complutense de Madrid
La Revolución industrial del siglo XVIII impulsó en Gran Bretaña la necesidad de vislumbrar y entender los mecanismos de la producción y del comercio. Los avances tecnológicos introdujeron la maquinaria, que aceleraba la productividad del trabajo manual como nunca se había conocido, y los técnicos, universitarios y profesionales empezaron a construir los modelos económicos. Con los primeros teóricos comenzó la ciencia económica moderna. Pero las mujeres, trabajadoras empedernidas, no tenían acceso a la educación superior y la ley y la costumbre les impedían ejercer cualquier profesión liberal como abogadas, médicas, cirujanas o financieras y, a pesar de todo, aparecieron escritoras economistas autodidactas, de clase alta, y muy populares en Londres.
Avanzado el siglo XIX las mujeres británicas accedieron a la formación académica en Cambridge, primero en el Girton College en 1869 y después en el Newnham College en 1871, los dos primeros centros que admitieron mujeres en las aulas universitarias. En este repaso histórico se presenta a las primeras escritoras que se atrevieron a participar en los debates de economía política: Jane Marcet (1769-1858), Harriet Martineau (1802-1876), Millicent Garrett Fawcett (1847-1929), Harriet Taylor (1807-1858) y Beatrice Webb (1858-1943).
La difusión del modelo capitalista clásico vino de la mano de Jane Marcet, Harriet Martineau y Millicent Garrett Fawcett, que conectaron con una población que quería entender qué estaba pasando en aquel mundo cambiante, ruidoso y contaminador, pero generador de beneficios que impulsaba la globalización comercial y financiera, y que generó el nacimiento de la clase media, con las reivindicaciones obreras y el esfuerzo sindical de fondo, en lucha para extender los derechos de los trabajadores en beneficio de la dignidad laboral. Las autoras clásicas transmitieron los principios económicos en un repertorio de libros muy variado y con gran éxito de ventas. Jane Marcet, publicó Conversaciones de economía política en 1816, Harriet Martineau destacó con su colección de 25 novelas de contenido económico, aparecidas entre 1832 y 1834 y Millicent Garrett Fawcett fue la autora de la Economía política para principiantes en 1870. Las tres fueron autodidactas y reconocidas escritoras británicas. (Polkinghorn y Lampen Thomson 1998, ix).

Jane Marcet escribió Conversaciones de economía política en 1816 para popularizar los principios económicos, cuando ya era una autora reconocida. En 1815 habían terminado las guerras napoleónicas y el Banco de Inglaterra, como banco central, retornaba a la regla del patrón oro para la emisión de dinero papel y para establecer los tipos de cambio. En ese mismo año se publicó el Ensayo sobre los beneficios de David Ricardo, donde aparecía, por primera vez, la ley de los rendimientos decrecientes de la producción como elemento argumentativo para abrir la economía británica a la importación de trigo. Ambos hechos fueron motivos de acalorados debates en la opinión pública y el libro de Marcet, dirigido a colegiales y a personas de clase alta, interesaron para entender estas cuestiones (Marcet, 1816, 204). El libro tuvo muy buena acogida como demuestran los datos de sus 16 ediciones y más de 160.000 copias vendidas solo en Estados Unidos (Polkinghorn y Lampen Thomson, 1998, 3).
La obra desarrollaba las conversaciones entre las dos protagonistas, la maestra, apodada Sra B., y la discípula Caroline. El diálogo de pregunta-respuesta era un recurso muy didáctico para avanzar en las explicaciones del sistema de libre mercado. Marcet fue autora de muchos otros libros, como Conversaciones sobre Química, su primer éxito de 1806, también dirigido a colegiales y elogiado por Michael Faraday, y Las nociones de economía política de John Hopkins de 1833, libro destinado a los trabajadores, ante los que justificaba la contención salarial y donde cobraba especial relevancia la teoría malthusiana de la población para explicar el salario de subsistencia. La autora, contemporánea de Thomas R. Malthus y de David Ricardo, recibió críticas muy positivas como divulgadora del capitalismo industrial. Schumpeter en su libro Historia del análisis económico la cita en tres ocasiones; en la primera cita dice que el libro, editado en 1816, apareció un año antes que los Principios de economía política y tributación de Ricardo y se sorprende del manejo que tiene de las tesis principales de la escuela ricardiana, lo que en su opinión aumentaba el interés del trabajo de Marcet (Schumpeter, 1994, 537).

Harriet Martineau es una autora muy conocida en Gran Bretaña, su retrato puede verse en la sala 12 del tercer piso en la National Portrait Gallery de Londres. Entre sus lectores estaban la princesa Victoria, Charles Darwin y el poeta Coleridge, todos entusiastas de sus relatos (Todd, 2002, 21). En este repaso histórico se destaca una parte de su obra que es la colección de 25 novelas económicas, publicadas entre 1832 y 1834. Además, entre sus publicaciones hay obras sobre viajes, educación y sociología, como es el caso del libro Como observar la moral y las costumbres de 1839, traducido al español en 2022 por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Cada obra contenía una moraleja de aprendizaje económico. Al comienzo se destacaban los principios y los conceptos que se iban a desarrollar en el libro y, a continuación, comenzaba el relato. En Vida en territorio salvaje, la primera novela, relataba los avatares de reconstrucción de una colonia inglesa sudafricana que, tras un ataque bosquimano, decidía recomponerse de nuevo y, con tal motivo, revelaba como la división del trabajo y el espíritu emprendedor generaban la productividad necesaria para avanzar, en un marco de cooperación social y de confluencia de intereses. En la segunda novela, La colina y el valle, relataba la localización y el desarrollo de una siderurgia de Inglaterra, que crecía con éxito y que terminaba mal como consecuencia de los enfrentamientos entre los capitalistas y los obreros.
Fue una viajera empedernida y abolicionista, que dedicó la novela Demerara a criticar la esclavitud. Escribió más de 40 libros entre 1832 y 1866 y 1600 artículos para el Daily News, editados entre 1832 y 1877, y en este último año también se publicó su autobiografía, un año después de su fallecimiento, del que se vendieron numerosas ediciones por el interés que suscitaba Martineau en la sociedad británica (Wheatley, 1957, 391). Algunas novelas fueron traducidas en España en 1836, editadas en la imprenta de Tomás Jordán, el primer ejemplar incluía Vida en territorio salvaje, que habían reinterpretado como La colonia aislada, junto a otro relato titulado el Mar encantado, a las que se puede acceder libremente en Google. La editorial Ecobook ha editado las traducciones de varias novelas en el año 2013.

Millicent Garrett Fawcett era hermana de Elizabeth Garrett, la primera licenciada en medicina en Gran Bretaña en 1865, y estuvo casada con el parlamentario y economista clásico Henry Fawcett, que era ciego y al que ayudaba como amanuense. Al estilo Martineau publicó un libro de relatos económicos, titulado Tales in Political Economy en 1874, pero es mucho más importante su primera publicación de 1870, titulada Economía política para principiantes. Era un manual de economía política escrito para colegiales, que en el año 1911 llevaba 10 ediciones con 30.000 ejemplares vendidos, traducido a cuatro idiomas y que se reimprimió hasta 1946 (Polkinghorne y Lampen Thomson, 1998, 32). El libro explicaba las leyes de la producción en varias secciones que recogían el análisis de los mercados de bienes y de los factores de producción (tierra, trabajo y capital), la determinación de los precios de los bienes y de los factores (renta, salarios, intereses y beneficios), el análisis de los sindicatos y las huelgas, el comercio internacional, el crédito y los impuestos.
El capítulo dedicado al comercio internacional tiene la perspectiva clásica favorable a la libertad de comercio, y sorprende al lector al comenzar con la petición de los fabricantes de velas que Bastiat relataba en los Sofismas económicos de 1859, para desmontar el proteccionismo comercial. Y decía literalmente: estamos sufriendo la intolerable competencia de un rival extranjero que inunda nuestro mercado y todos los consumidores recurren a él. Este competidor no es otro que el sol, que nos hace la guerra con métodos ilícitos y sospechamos que ha sido erigido por la pérfida Albión… (Bastiat, 1859, 57 y 58).
En la segunda mitad de su vida, igual que hizo su hermana Elizabeth, se sumó al movimiento sufragista y fue presidenta de la Unión Nacional de Sociedades para el sufragio femenino desde 1897, preocupada por la igualdad de derechos y de la educación de mujeres y niñas. Amiga de John S. Mill fue la única mujer invitada a escribir uno de los doce obituarios que dieron la noticia de su fallecimiento (Polkinghorn y Lampen Thomson, 1998, 31). Fundadora del Newnham College, donde estudió su hija Phlillipa Fawcett, una brillante estudiante de matemáticas (Garrett Fawcett, 1925,139-140).

Harriet Taylor Mill, es un caso singular porque su legado llega de manera indirecta de la mano de John S. Mill, que fue su marido y un prolífico escritor y reconocido economista clásico, autor de Los principios de economía política de 1848, que era el manual de economía en las universidades británicas. Mill ha sido un referente para la historia de los derechos de las mujeres por dos razones. La primera porque en 1869 publicó La sujeción de las mujeres, que reivindicaba el derecho al sufragio, a la educación y al trabajo en igualdad con los hombres, obra traducida en España como “La esclavitud de las mujeres”, editada y prologada por Emilia Pardo Bazán en 1892, en la Biblioteca de la Mujer (Pardo Bazán, 2000, 265-280). Y la segunda razón es que como parlamentario británico que fue, solicitó en la Cámara de los Comunes, en 1867, el derecho al sufragio femenino, votación que fue rechazada por 196 votos en contra frente a 73 a favor (Gallego Abaroa, 2011, 72).
Hay una publicación destacada y escrita por Harriet Taylor en 1851, titulada “La liberación de las mujeres”, aparecida en la Westminster Review. Allí emergían sus reflexiones sobre la situación de las mujeres en Gran Bretaña. Es fácil acceder al texto original en inglés y traducido al español, por ejemplo, en Gallego Abaroa, 2004, 86-116. Hay que recordar que estas autoras, al igual que ocurre con sus colegas masculinos, eran de clase alta y gozaban de grandes privilegios, entre ellos el acceso a las redes políticas y sociales donde convenía debatir y publicitar sus exigencias hacia la igualdad ciudadana.
Organizaba Taylor sus reclamaciones en tres bloques. El primero era la tradición y la fuerza de la costumbre, como un río caudaloso del que era imposible salir y abatía a las mujeres. Decía literalmente que el prejuicio de la costumbre estaba instalado del lado de la injusticia y era inadmisible que una parte de la especie humana pudiera decidir sobre la otra, porque la esfera propia de cada ser humano es la más amplia y elevada que se pueda alcanzar. El segundo bloque se refería a la educación, que tenía dos filos, el bueno que conducía a la educación superior para conseguir buenos trabajos remunerados y para lograr el sufragio universal, y el malo, que era un método utilizado históricamente para someter a las niñas y encauzarlas hacia la dependencia masculina y a reconocerse en las tareas del hogar. La educación verdadera era el camino liberador. El tercero era la libertad de acceso al mercado de trabajo, porque todas las personas están dotadas y tienen aptitudes para trabajar y, resultaba absurdo prohibirlas el acceso para lo que no estaban dotadas, la competencia laboral las dejaría fuera. Y terminaba sus reflexiones en la creencia de que las cosas cambiarían en favor de las mujeres.
Hay mucha correspondencia entre Taylor y Mill, entre Taylor y su primer marido, John Taylor, y entre Taylor y su hija Helen, que llamaba Lily, y que aporta gran información sobre su pensamiento y sobre el entorno histórico de su vida y, por suerte, se encuentra recopilada en dos publicaciones de referencia para conocer la biografía de Harriet Taylor, el libro de Hayek de 1951 y el de Jacobs y Payne de 1998.
La igualdad de derechos para las mujeres, y su acceso al mercado de trabajo, era una revolución para el capitalismo industrial del siglo XIX.

Beatrice Potter Webb
La biografía de Beatrice Webb aparece en la página web de la London School of Economics and Political Sciences (LSE), y lo primero que dice es que fue una de sus cuatro fundadores, junto a Sidney Webb, Grahan Wallas y George Bernard Shaw, de la universidad donde nació la primera Facultad de Ciencias Económicas en el mundo en 1895. Su alcurnia, y su interés por la economía y la sociología, facilitaron su formación autodidacta, que le permitió impartir clases sobre la historia sindical y sobre el mercado de trabajo en la universidad. También dice la página web que fue un reformista social, comprometida con la pobreza, y experta en historia sindical junto a su marido Sidney Webb. Ambos, como coautores, publicaron más de 100 libros y artículos en los que subyace su preocupación en favorecer la prosperidad de la clase trabajadora, y en el deseo de impulsar el cooperativismo. Entre sus obras más destacadas están La historia del sindicalismo de 1894, que relataba el origen y desarrollo de las uniones de trabajadores británicos, y la Democracia industrial de 1897, que articulaba los mecanismos sindicales en el capitalismo moderno dirigidos al bienestar colectivo en los países con estados democráticos.
Los Webb, como asesores políticos del Parlamento Británico, fueron los autores del Minority Report de 1909, donde se trazaron las líneas del estado del bienestar europeo que avanzaría tras la Segunda Guerra Mundial.
Como miembros de la Sociedad Fabiana, que buscaba reformar la sociedad y regenerar la humanidad para conseguir una sociedad más justa, participaron activamente en la constitución del Partido Laborista británico, que nació en 1906, y que gobernaron por primera vez en Gran Bretaña entre 1945 y 1951 (Ramos Gorostiza, 2007, 197-226).
El recorrido histórico realizado de la mano de estas cinco autoras enriqueció el avance de la ciencia económica y ayudó a impulsar la incorporación de las mujeres a la esfera pública, en el ámbito de la política, la economía y la universidad. Las cinco eran británicas y reconocidas por sus libros y sus opiniones sobre los debates de economía política, las tres primeras dentro de la ortodoxia económica y las otras dos críticas con el capitalismo industrial.
Bibliografía:
Bastiat, F. (1859), Sofismas económicos, Madrid: Imprenta Manuel Galiano.
Gallego Abaroa, E. (2004), Mujeres economistas 1816-1898, Madrid: Delta.
—– (2011), “El compromiso social en los Principios de economía política y en la Sujeción de las mujeres de J.S. Mill, con las contribuciones de Harriet Taylor, Investigaciones de Historia Económica, vol. 19, pp. 59-84.
Garrett Fawcett, M. (1995), What I Remember, Bristol: Thoemmes Press.
Hayek F.A. (1951), John Stuart Mill and Harriet Taylor, Londres: Routledge.
Jacobs, J.E. y Payne, P.H. (1998), The Complete Works of Harriet Taylor Mill, Bloomington: Indiana University Press.
Marcet, J. (1816), Conversations on political economy, Londres: Longman.
Martineau, H. (2013), Novelas económicas de Martineau vol. I, La vida en territorio salvaje y La colina y el valle, Madrid: Ecobook.
—– (2022), Cómo observar la moral y las costumbres edición de Capitolina Diaz Martínez, Madrid: CIS.
—– (2013), Demerara, Madrid: Ecobook.
Polkinghorn, B. y Lampen Thomson (1998), D., Adam Smith´s Daughters, Cheltentam, UK: Edward Elgar.
Ramos Gorostiza, J.L., (2007), “Beatrice Webb y el Socialismo Fabiano” en Perdices L. y Gallego E. (Coord.), Mujeres economistas, Madrid: Ecobook.
Pardo Bazán, E. (2000), “La esclavitud Femenina”, en Arena, L y Perona, A.J., John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill, ensayos sobre la igualdad sexual, Madrid: Mínimo Tránsito.
Schumpeter, J. (1994), Historia del análisis económico, Barcelona: Ariel.
Todd, B. (2002), Harriet Martineau at Ambleside, Carlisle: Bookcase.
Wheatley, V. (1957), The Life and Work of Harriet Martineau, Londres: Secker & Warburg).
Webb, S. y Webb, B. (1990), Historia del sindicalismo, Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Webb, S. y Webb, B. (2004), La democracia industrial, Madrid: Biblioteca Nueva, edición de J.J. Castillo y A. Castillo.
*Elena Gallego Abaroa, Universidad Complutense de Madrid. Profesora Contratada Doctora del Departamento de Economía Aplicada, Estructura e Historia.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Tarjeta postal, imagen fotográfica monocromática impresa de la plataforma en una manifestación por el sufragio al aire libre en Hyde Park (1913), Millicent Garrett Fawcett con una banda y flores hablando, una gran pancarta detrás de ella dice ‘Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio Femenino, presidenta Sra. Fawcett, Mujeres sufragistas respetuosas con la ley” (foto: Google Arts & Culture).
Ilustraciones: Elena Gallego Abaroa y Conversación sobre la historia
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