El mundo rural castellano en tiempos de República. Valladolid, 1931-1936
Rafael Serrano
Damos cuenta aquí del libro que hemos publicado recientemente en Ediciones de la Universidad de Salamanca, El mundo rural castellano en tiempos de República. Valladolid, 1931-1936. Como indica su título la obra está centrada en una provincia a la que cabría considerar como emblemática de la ruralidad castellana –también de la castellano-leonesa, según los parámetros autonómicos actuales- por su dedicación triguera, el predominio de la pequeña y mediana propiedad o el arraigo que aún conservaba el catolicismo, al menos cuando se produjo el paso a la República.
Al escribirla, hemos pretendido sin embargo repensar la imagen tópica del campesinado castellano y leonés (pero que sigue muy asentada en la historiografía) como un conjunto mayoritaria, por no decir unánimemente conservador, reaccionario y que por esa razón habría apoyado de forma masiva el golpe de estado de julio de 1936. De hecho, algunos trabajos recientes, utilizando parámetros económicos, han actualizado este enfoque, atribuyendo a ese apoyo un papel decisivo en el juego de fuerzas que ayudaron al golpe. Aunque argumentado en una forma distinta, late también este planteamiento, de forma implícita o explícita en trabajos de historiadores que se han ocupado de los procesos de politización del campesinado en otras provincias o comarcas españolas.
Pero no porque esa caracterización nos parezca sustancialmente errónea o incompleta (no así la conexión tan determinante que se establece con el triunfo –a medias- de la sublevación militar), sino porque oculta o rebaja cuando menos la existencia de una minoría bastante considerable –socialista, republicana- que apoyó, con matices críticos en el caso de los socialistas, al régimen salido del 14 de abril de 1931. La fuerte conflictividad social que reinó en el campo vallisoletano entre 1931 y 1933, el apoyo notable recibido, en octubre de 1934 por la orden de huelga general socialista (mucho mayor en las áreas rurales, caso de Medina de Rioseco, que en la capital provincial), o resultados electorales como los de febrero de 1936 cuando cerca del 33 % de los votos en dichas áreas fueron a parar a las candidaturas del Frente Popular (eso sin contar los que cosechó el Partido Radical de Lerroux, al fin y al cabo, aliado inicialmente de los socialistas y del resto de partidos republicanos) mostrarían esa realidad bifronte.
Además (o, como colofón), las resistencias al golpe de estado de julio de 1936 –en más de 50 localidades de la provincia, aunque con distinto grado de eficacia y con muy corta duración- y la fortísima represión desencadenada a partir de finales de dicho mes serían otras pruebas suplementarias de que el campesinado castellano o castellano-leonés, si tomamos como representativo de este vasto colectivo al vallisoletano, era un conjunto social y políticamente mucho más complejo de lo que se supone por lo que lo de su apoyo global, prácticamente sin fisuras, a la sublevación habría que reexaminarlo. No se debería obviar aquí la participación femenina en la resistencia al golpe, no tan escasa como pudiera creerse y que se cualifica con los apodos con que algunas de estas mujeres eran conocidas por sus compañeros de lucha (Pasionaria, Hija del Pueblo…).
La línea argumental dominante ha consistido en analizar con bastante detalle el proceso de politización de ese campesinado, desde un nivel de partida bastante bajo, como se puso de manifiesto en las municipales de 1931 (daría la razón a lo que plantea F. Sánchez Pérez en El Germinal español) hasta una realidad, como la de los meses que van de febrero a julio de 1936 en que la confrontación política impregnaba ya profundamente (hasta en exceso) a la población, evidenciándose, incluso, en localidades muy pequeños. Ello atestiguaría que al final de este proceso, muy cerca ya de la Guerra Civil, se estaba haciendo realidad la socialización política en clave nacional de este campesinado, bastante lejos de la política clientelar de la Restauración, centrada en el municipio o, a lo sumo, en el distrito electoral. Eso no significa que el caciquismo hubiera desaparecido en absoluto, pero ya no condicionaba en la medida en que pudo hacerlo antes el comportamiento de los electores que acabaron siendo presa de una politización real, bastante masiva incluso, pero de signo muy contrapuesto.
En el tiempo anterior –especialmente desde 1931- se habría producido la irrupción, en el campo vallisoletano y castellano-leonés de la política de masas, por obra del socialismo y, luego, de los católicos de Acción Nacional integrados en la CEDA, pudiéndose hablar, sin exageración, de un salto cualitativo en la politización campesina. En el texto se dedica una especial atención –condicionada en buena medida por las fuentes disponibles, mucho más sesgadas hacia la derecha o el centro-derecha-, a las campañas propagandísticas llevadas a cabo por Acción Popular y sus Juventudes, uno cuyos hitos fue la concentración multitudinaria de Medina del Campo, ante el Castillo de La Mota, de 30 de junio de 1935 en cuya convocatoria y preparación se propagaron mensajes fronterizos con el argumentario fascista.
Desde esta perspectiva, dichas campañas, que buscaban captar, no solo al campesinado masculino adulto, sino también a los jóvenes y a las mujeres fueron un instrumento esencial en la fascistización del colectivo que se haría patente en la primavera frentepopulista, pero que no se debería reducir solo al crecimiento numérico de Falange después de febrero de 1936 y de sus acciones violentas (que hemos procurado aquilatar y situar en sus dimensiones justas, igual que las llevadas a cabo por la izquierda), sino al hecho, probablemente más decisivo de que en muchas localidades rurales reinaba ya un clima derechista e intolerante con la República al que contribuyó no poco la actividad, en absoluto neutral políticamente, de la ingente red de asociaciones piadosas y de Acción Católica o de las misiones que se siguieron realizando en los pueblos. Es esa otra vertiente que hemos procurado atender.
Mas, como tratamos de subrayar, la realidad de la politización del mundo rural de estas zonas del interior peninsular no tuvo un carácter unidireccional (exclusivamente derechista y católico): no se puede olvidar la fuerte eclosión inicial del socialismo ugetista ya desde las primeras semanas de la República con la fundación –o refundación- de numerosas sociedades jornaleras inscritas en la FNTT (125 en total, en Valladolid, a lo largo de 1931), la proliferación de las Casas del Pueblo ni, tampoco, el mantenimiento a lo largo de la vida de la República de esta adhesión, muy militante, en determinadas comarcas (así, en partidos judiciales como los de Nava del Rey, Medina del Campo o Villalón de Campos) o en ciertas localidades, resistiendo la marea católica que, eso sí, terminó siendo dominante en un plano general: buena prueba de ello serían Tudela de Duero, Rueda, Medina del Campo y Medina de Rioseco, Torrecilla de la Orden, Castronuño, Tiedra, Mayorga de Campos…, además de otras como Quintanilla de Abajo, el pueblo natal de Onésimo Redondo, cuyo nombre le sería impuesto en 1941. El apoyo a los partidos republicanos en cambio, sería muy irregular: éxito inicial en las Constituyentes de junio de 1931, colapso en las de noviembre de 1933 y cierta recuperación en las postreras de febrero de 1936. En realidad, si la esperanza en la vía transformadora que aportaba la República se mantuvo a pesar de todo en estas zonas campesinas –no obstante decepciones o radicalizaciones a partir de 1933-1934- fue gracias a los socialistas, cuyos militantes y sus familias aseguraron en las diferentes elecciones del periodo un apoyo estable que podemos cifrar en el área vallisoletana en torno a un 25 % de los votos emitidos.
El texto no suscribe la visión teleológica, también muy asentada en la historiografía acerca de que las provincias de la Meseta y, en este caso concreto, la de Valladolid, estaban abocadas de una manera irremediable a la Guerra Civil y a que reinara un clima anticipatorio, prebélico, en los meses anteriores al golpe de julio del 36 (como se lee, por ejemplo, con referencias concretas a Valladolid –la ciudad especialmente- en El holocausto español, de Paul Preston o en buenas monografías, pero en las que ya desde su mismo título se anuncia que se caminaba hacia “el paroxismo”). La convivencia, la mutua tolerancia se hallaba muy deteriorada, es cierto (11-12 muertes violentas por motivos políticos en el campo vallisoletano entre febrero y julio) y la autoridad, tanto municipal como gubernamental, era muy contestada, pero no hemos hallado elementos de prueba suficientes para sustentar tal enfoque fatalista: la conflictividad laboral renació tardíamente no alcanzando los niveles de crispación anteriores a 1934; no cabría asegurar que las medidas para prevenir la violencia adoptadas por el último gobernador –pronto fusilado- frentepopulista no acabaran siendo eficaces; las tomas de posición del socialismo local, a través de sus asambleas más cercanas a la Guerra no evidencian una radicalización izquierdista, aunque sí pudo haber asomos de la misma en la Federación comarcal de la Federación de Trabajadores de la Tierra, pero esta había visto muy reducida su afiliación respecto de las cifras del Congreso de la FNTT de 1932.
Aunque se concede bastante importancia a los problemas de la producción agraria, o, más aun, al aumento en los costes de las explotaciones cerealistas inherentes a la política laboral seguida durante el Bienio reformista en tanto que determinantes de la constitución de una patronal rural (los intentos, al menos), y del proceso de politización derechista del campesinado propietario, nos ha parecido que a la postre –en esa politización- fue más decisivo el refuerzo de una identidad católica y españolista (se podría decir, aunque pueda ser prematuro, nacionalcatólica) en este colectivo, bien patente ya en los funerales que menudearon en los pueblos por las víctimas de los hechos de Asturias de octubre de 1934, o en la campaña electoral de las elecciones del Frente Popular.
Pero, como decimos, eso no quita para que la atención al sector agrario no sea grande en el texto, aunque no tanto desde la perspectiva de mostrar los altibajos y vicisitudes de la política triguera (no dejándonos atrapar por la presencia obsesiva de estos temas en la prensa local consultada: en El Norte de Castilla sobre todo), sino de la de poner a la vista del lector aspectos como la estructura de la propiedad, la proporción de la población jornalera, los contornos y peso de la élite agraria –y/o agrarista- provincial, el asociacionismo tanto obrero como patronal (sin olvidar el sindicalismo católico). O también, a la incidencia de ciertos componentes del reformismo agrario republicano tales como los apartados 10 y 12 de la Ley de septiembre de 1932 (así, la debatida cuestión de las tierras de ruedo) o, en una provincia y región donde estaba muy extendida la figura del arrendatario –y del propietario rentista-, el impacto que pudieron tener los decretos de la República que buscaban propiciar la rebaja de rentas.
Aunque parece obvio que la política laboral impulsada por el Ministerio de Largo Caballero estimuló la derechización del campesinado provincial, que vio recortados sus ingresos ante la subida de los salarios, eso no quiere decir que la condición de los jornaleros, si tomamos el conjunto del periodo, mejorara de forma sustancial y mantenida: las cartas que enviaban afiliados a la FNTT –luego FTT- a El Obrero de la Tierra o al semanario socialista local ¡Adelante! muestran que, al menos desde las municipales de abril de 1933 (que en Valladolid afectaron a casi la mitad de los municipios), los patronos volvieron a tomar el mando si es que lo habían perdido y se dedicaron a sabotear y a incumplir la legislación projornalera. Máxime cuando en estos pueblos vallisoletanos el poder municipal cambió realmente de manos solo en una minoría de los ayuntamientos.
Nos ocupamos también, en fin, del intervencionismo del mercado triguero, de asuntos como la retirada de los excedentes de la cosecha de 1934, de los casos de corrupción que la acompañaron y sus repercusiones en la conflictiva relación, en el seno de la derecha provincial, entre agrarios y católicos. Y dedicamos algunas consideraciones a la política seguida por Mariano Ruiz Funes como ministro de agricultura en la etapa del Frente Popular, que buscó apaciguar quejas y resolver entuertos legados por la mala gestión de los gobiernos anteriores, si bien esto no debió mejorar ya el crédito de la República entre amplias franjas del campesinado provincial.
Aunque no tratamos de esta cuestión por extenso, no pasamos por alto la visión de Castilla alojada en el imaginario republicano y que desde su perspectiva se concretaría en lo que denominaban democracias rurales (se advierte en el discurso de Azaña en Valladolid, de noviembre de 1932 y, más aún, en el de Ruiz Funes en la visita que hizo a la ciudad en vísperas de la sublevación de julio) y su contraste con la realidad de las opciones por las que se decantó este campesinado a partir especialmente de 1933, entre otras, el incipiente fascismo.
En cuanto a las fuentes, un aspecto que creemos merece destacarse ha consistido en el recurso muy intensivo a los sumarios penales que se fallaron en la Audiencia Provincial, permitiéndonos enriquecer nuestra visión de la conflictividad rural que, de haber dispuesto tan solo de la prensa vallisoletana nos habría dado una imagen más pobre y unilateral dado su sesgo derechista-lerrouxista (albista). Hemos consultado también documentación catastral, el Registro de la propiedad expropiable, los censos de campesinos localizados en una serie de ayuntamientos rurales (los resúmenes provinciales no figuran en el archivo del antiguo IRYDA), los expedientes que se conservan de la revisión de rentas en varios partidos judiciales, los fondos de Gobernación del AHN, así como diversos papeles del Archivo de la Guerra Civil, en Salamanca. Una fuente muy útil, especialmente para los últimos capítulos ha consistido en la ingente información reunida por la Asociación para la recuperación de la memoria histórica de Valladolid –aunque recogida y organizada por desgracia con escaso criterio histórico- y volcada en su página web.
Para concluir, creemos que lo estudiado para la provincia vallisoletana, en lo que respecta a la politización de su campesinado durante los años 30, sería de aplicación a otras provincias castellano-leonesas y del interior peninsular en esa misma coyuntura. Ahí radicaría uno de los posibles valores de este texto.
Índice de la obra
Introducción
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La instauración de la República
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- El tránsito a la República, desde el nivel estatal al local
- Propaganda republicana. El impacto de la República en el campo. Las visitas del Gobernador a los pueblos
- Repetición de las municipales el 31 de mayo. La campaña para las Constituyentes
- Los resultados
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Agitación social en los campos y deslizamiento del mundo campesino hacia unas posiciones críticas con la República, 1931-1933
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- Un nuevo marco para las relaciones laborales
- Las derechas empiezan a levantar cabeza
- El Bloque agrario castellano
- Las Bases de Trabajo de 1932 y el recrudecimiento de la conflictividad
- Republicanos y socialistas. Se mantiene todavía la esperanza depositada en la República
- Aplicación limitada, en Valladolid, del reformismo agrario
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De las elecciones municipales de abril a las generales de noviembre de 1933
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- Las elecciones municipales (parciales) de abril de 1933
- Prosiguen los conflictos laborales en 1933, pero se recurre menos a la huelga
- La crispación se manifestaría no obstante por otras vías
- El ambiente político previo a las elecciones de noviembre
- La campaña electoral para las legislativas. Los resultados
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Palpable pérdida de posiciones de los obreros agrícolas ya desde el otoño de 1933 y retorno al espacio público de las formas de piedad católica
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- El Incumplimiento de las leyes sociales. Diversos ejemplos
- Empeoramiento de la situación del obrero agrícola en 1934-1935
- Repercusiones limitadas de la huelga campesina de junio de 1934
- Un ambiente mucho más favorable, en cambio, para los católicos
- Un papel preferente de las JAP en las actividades de Acción Popular
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La huelga insurreccional de octubre de 1934: un relativo impacto en las comarcas vallisoletanas
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- El contexto político general y el giro hacia posiciones rupturistas dentro del PSOE
- Preparativos insurreccionales. La desigual plasmación del movimiento en el conjunto de España
- El ámbito vallisoletano
- Una repercusión bastante mayor, aunque desigual, en la provincia que en la capital
- Coordinación y preparativos del movimiento en la provincia
- Los puntos en los que hubo un impacto efectivo
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Bajo el signo de la represión y de la preponderancia derechista en todos los órdenes de la vida
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- Un contexto marcadamente involucionista solo alterado por algunos actos de rebeldía
- Pervivencia de un marco legal muy represivo en 1935. La huella de Socorro Rojo Internacional
- Un año –1935– tranquilo en lo laboral
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El activismo de Acción Popular Agraria y de su rama juvenil a lo largo de 1935
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- Un ambiente muy favorable, en cambio, para Acción Popular. La campaña de la primavera de 1935
- Los mítines de A P de mayo-junio
- La concentración de 30 de junio en Medina del Campo
- La cuestión triguera pasa a un primer plano. El choque entre los diputados Calzada y Cantalapiedra
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La actividad política antes y después de las elecciones de febrero de 1936
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- La campaña electoral
- Los resultados
- Los partidos políticos en Valladolid en la primavera-verano de 1936
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Las medidas del Frente Popular y sus efectos en diferentes planos de la vida provincial
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- Los cambios en el poder local
- Retorno del reformismo en el plano laboral e incremento de la conflictividad en el campo
- La actitud de los patronos
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El incremento de la violencia política en la primavera-verano de 1936
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- Ideología y política en los conflictos rurales
- El paso a la violencia. Tenencia lícita e ilícita de armas
- Cifras de la violencia política
- Otros delitos de carácter político-social
- El factor de la edad. La responsabilidad de Falange en la generación de hechos violentos
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Coda: los días cruciales de julio de 1936 en la provincia vallisoletana
Fuentes y bibliografía
A) Fuentes archivísticas
B) Prensa y otras publicaciones periódicas
C) Otros
D) Bibliografía
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Gonzalo Bilbao Martínez, El descanso de los campesinos, óleo sobre lienzo, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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