88 Aniversario de la matanza de Badajoz

El avance de las columnas de Badajoz a Madrid y la figura del jesuita Huidobro

 

Francisco Espinosa

Debemos el conocimiento del jesuita al dominico Hilari Raguer, que localizó su expediente en el archivo jesuita de Alcalá de Henares. Captó de inmediato que se trataba de una figura compleja tanto en su función de capellán a las órdenes de Castejón como en sus relaciones con la tropa. Esta situación complicó enormemente el trayecto que le tocó hacer de Extremadura a Madrid, que acabó con su muerte de una manera que nadie hubiera imaginado.

Huidobro era partidario de usar la violencia allí donde hiciera falta por injustas que fueran dichas leyes, si bien prefería mantener cierta apariencia de legalidad. De aquí surgieron sus complicaciones con la tropa y el desenlace final. Tampoco tuvo buena relación con los jefes militares, que no entendían sus ideas ni que criticara sus excesos y métodos criminales. Fue de esta forma, frente al odio con los soldados y los jefes y oficiales, como se fue metiendo en un callejón sin salida que le llevó a su final.

De no ser capellán jesuita nadie sabría de su vida, como la de tantos otros en situación similar. Estas peculiaridades provocaron un desenlace inesperado que nadie imaginó: su asesinato por la espalda a comienzos del 37 por sus propios soldados, lo cual dificultó hasta la actualidad su reconocimiento y su proceso de beatificación.

 

Francisco Espinosa Maestre, agosto, 2024


 

 


Francisco Espinosa: “Hubo un antes y un después de la ocupación de Badajoz”

 

Entrevista al historiador Francisco Espinosa sobre memoria histórica, el franquismo, la represión fascista y la figura de Fernando Huidobro Polanco (1903-1937), jesuita filonazi que formó parte de los sublevados.

 

Ángel Olmedo Alonso
Historiador y coordinador-director de los Campos
de trabajo de memoria histórica de la ARHMEX

 

Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros -Badajoz-, 1954). Es uno de los principales historiadores españoles sobre el siglo XX. Pertenece al grupo de investigadores que a partir de los años noventa renovaron la historiografía y la metodología con la aportación de nuevos enfoques en el estudio de la guerra, la represión franquista o el desarrollo del concepto de “memoria histórica”. Con sus investigaciones ha puesto datos a las atrocidades de los golpistas contra la II República en Andalucía y Extremadura.

Su tesis doctoral en la Universidad de Sevilla fue dirigida por el catedrático Antonio Miguel Bernal y el tribunal lo presidió el historiador Josep Fontana. Es autor del Informe sobre la represión que se unió a la causa abierta por el juez Baltasar Garzón en 2008 y formó parte de la comisión asesora a dicho juez. Fue reconocido con la Medalla de Oro del ayuntamiento de Pau (Francia) y el Premio Andalucía de Memoria Histórica. Ha colaborado con historiadores de la talla de Paul Preston o Ángel Viñas. En enero de 2022 se anunció el inicio de la catalogación de la biblioteca y el fondo documental de Francisco Espinosa a cargo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica “José González Barrero” de Zafra (Badajoz), uno de los municipios por los que pasó la “columna de la muerte” y que llevará su nombre. Esta entidad ha pedido la Medalla de Extremadura para el historiador extremeño.  Francisco Espinosa ha publicado recientemente: 1936. La columna camino de Madrid. Yagüe, Varela y las “Normas” del padre Huidobro. Editorial La Moderna, 2023.

Francisco Espinosa (foto: Bea Avaz/El Salto)

Natural de Villafranca de los Barros (Badajoz) y vecino de Sevilla. ¿Cómo llegas a estudiar Historia? ¿Qué nos puedes contar sobre tus años de formación, respecto a figuras o corrientes historiográficas que te resultaron atractivas en esos primeros años? 

Fue un cúmulo de casualidades las que me llevaron a Sevilla, muy especialmente que hice allí COU (Curso de Orientación Universitaria) y que cuando comencé la carrera en los primeros setenta aún no había llegado la Universidad a Extremadura. La Facultad de Geografía e Historia que conocí estaba aún muy marcada por la influencia del Opus Dei, cuya presencia era abundante. Para ellos la historia acababa antes de la llegada de la II República. Había también excepciones, como la del profesor Antonio Miguel Bernal, al que conocí en los primeros años, que duraría poco allí y que más tarde, como ya se ha dicho, sería el director de mi tesis. En otras facultades había también profesores cuyas obras me influyeron positivamente, como sería el caso de Bartolomé Clavero Salvador.

¿Hubo un antes y un después, tras la gran matanza perpetrada por los fascistas y la información difundida por los testigos extranjeros, Mario Neves, las imágenes de René Brut… y otros periodistas sobre las masacres? ¿Cómo pudo influir en la visión que se trasladó sobre este conflicto? 

La toma de Badajoz y las fotografías y testimonios que circularon en la prensa fascista ejercieron una gran influencia. Efectivamente hubo un antes y un después de la ocupación de la capital de provincia. Aunque la resistencia presentada por la izquierda fuese muy limitada, las fuerzas de Yagüe aprovecharon para practicar un ejercicio de terror que nadie olvidaría en mucho tiempo. Ningún proceso represivo había tenido tal dimensión hasta ese momento.

Los periodistas, especialmente portugueses y franceses, jugaron un papel importante al enviar a sus medios de prensa imágenes terribles de los hechos. Los golpistas intentaron controlar ese trasvase de imágenes y consiguieron que muchas no se hiciesen públicas entonces.

Imágenes del cementerio de Badajoz publicadas en L’Intransigeant el 29 de agosto de 1936

El padre Fernando Huidobro Polanco (1903-1937), jesuita y filonazi que estaba realizando su tesis doctoral en Alemania y se vino a España incorporándose a la columna con los sublevados. ¿Cómo llegas hasta este personaje y cuál es la clave para decidir centrar en él el objetivo de este trabajo? 

Conocí el personaje del jesuita Huidobro Polanco a través del historiador y monje benedictino Hilari Raguer y de Paul Preston, por haber accedido el primero de ellos a documentación suya que se conservaba en el Archivo Jesuita de Alcalá de Henares y por ser el segundo el primero que lo dio a conocer. Se trataba de un fondo muy interesante por estar escrito por una persona afín a los golpistas, pero muy crítico con sus métodos.

Gracias a dicha documentación supimos que el jesuita se presentó a Franco y fue destinado como capellán a la columna Castejón en su marcha hacia Madrid, en la cual estaría desde agosto de 1936 hasta que encontró la muerte a comienzos de 1937. Pese a que había denunciado ante las autoridades franquistas los métodos violentos usados por las fuerzas de Castejón, lo cierto es que fue asesinado por la espalda por las propias fuerzas franquistas, que no lo soportaban.

Las autoridades franquistas habían ocultado este hecho y estuvo en proceso de beatificación durante años.

¿Cómo se justifica el recurso a la guerra y luego, tratar de poner límites a la represión? 

Huidobro, que consideraba que la República era una pocilga, era partidario de la represión siempre que esta tuviera un barniz legal, es decir, que fuera consecuencia de la decisión judicial. Poco le importaba que dicha decisión hubiera sido tomada por autoridades ilegales que ocupaban el poder por un violento y terrible golpe militar.

Tú aportas datos precisos sobre la organización y la visión de militares portugueses y alemanes. ¿Qué impresiones tenían estos militares extranjeros sobre la actuación de estos jefes militares y la actuación de sus unidades? 

Existen testimonios que prueban que incluso a los alemanes les parecían excesivos los métodos violentos que los golpistas estaban empleando. De hecho, influyeron en que a fines de 1936 se pasase de las matanzas salvajes de los primeros meses al oscuro mundo de los consejos de guerra sumarísimos. En todo caso los crímenes carentes de barniz legal siguieron tras el 37 y se prolongaron posteriormente. El resultado fue que la muerte de miles de personas jamás fue inscrita en los Registros Civiles. Es seguro que los militares golpistas tenían constancia de estos asesinatos, pero jamás los han hecho públicos. La idea era que no quedara huella de la masacre.

Citas ejemplos sobre la extraordinaria violencia ejercida por los fascistas. ¿Parece que el objetivo no eran solo los combatientes republicanos? 

Desde un primer momento el objetivo a eliminar desbordó el concepto de “combatiente republicano”. Antes de que se pudiera hablar de guerra civil hay que hablar de golpe militar en su sentido más brutal. Puesto que el objetivo no era otro que arrasar con la República el enemigo era muy amplio.

Basta ver los listados de víctimas para saber que acabaron con todo tipo de gente de toda edad y sexo. Incluso menores. Muchos de los que no huyeron, inocentes de todo delito, nunca pensaron que acabarían en un paredón y en una fosa común, o en el caso de las mujeres que serían rapadas, violadas o asesinadas.

¿Esta estrategia fue general o como se pretendía hacer creer, rebajar la magnitud de las matanzas o presentar como casos puntuales como actuación de grupos “incontrolados”? 

La estrategia fue general. Los que hemos investigado el suroeste sabemos que ni una sola localidad se libró del terror fascista. Nada que ver con la violencia desarrollada en la zona republicana. Los “grupos incontrolados” no existieron.

Todo estaba completamente planificado desde el momento que tomaban una población, desde el bombardeo inicial hasta la designación de nuevas autoridades. El objetivo no era otro que borrar hasta la raíz la experiencia republicana, lo cual como sabemos lo consiguieron sobradamente. La huella aún perdura.

Matanza del 20 de agosto en Badajoz. El cadáver en primer plano es posiblemente el del diputado socialista Nicolás de Pablo (foto: Archivo particular Moisés Domínguez Núñez)

Huidobro se quejaba en sus escritos de que nunca se llegaría a una reconciliación de las dos Españas, quedando sembrado el país de odios y rencores… ¿Una cuestión de humanidad o de posibilismo práctico? 

La historia ha demostrado que Huidobro estaba equivocado. Después de cuatro décadas y dado el modelo de transición, “la reconciliación de las Dos Españas” quedó en el olvido. Las derechas controlaron la dictadura y también la transición. De hecho, la actual derecha española, que nunca ha roto con el franquismo, es fruto de dicho proceso. Consecuencia de ello la izquierda fue también destrozada. El PSOE no es más que un partido de centro izquierda ajeno por completo al socialismo destruido por el golpe militar; peor le fue al comunismo, al anarquismo y al republicanismo. Lo de que la represión mermaría la mano de obra no solo preocupó a Huidobro sino a los militares en algunas zonas del sur.

Huidobro llega a escribir que “La sangre que nos está costando la entrada en Madrid (…) es castigo de Dios por los crímenes incesantes que se están cometiendo de nuestra parte”. ¿Estas denuncias continuadas y tan duras pudieron costarle la vida a manos de sus propios compañeros? 

Franco, como director del golpe, debía saber perfectamente lo que estaba ocurriendo. Además, no tenía las preocupaciones ni prejuicios de Huidobro. Es evidente que el jesuita era partidario del golpe y de una represión seudo legal.

Sus sermones debían sentar bastante mal no solo a los militares sino a moros y legionarios, que hartos de él acabaron con su vida de mala manera. El jesuita llevaba mal la vida criminal en la que se había metido tras su presencia voluntaria a las fuerzas franquistas.

Matanza en la Plaza del Miradero de Toledo tras la ocupación franquista. Imagen incluida en el libro La columna camino de Madrid

Huidobro llamó “clases ínfimas” a la clase trabajadora, señalando que podrían ser recuperadas para lo que los franquistas llamaban la gran “obra de reconstrucción” del país, material y espiritualmente. ¿Este puede ser un claro ejemplo de ese consenso entre militares, Iglesia, empresa privada, Estado franquista para sacar todos beneficios? 

Efectivamente, el destino de las “clases ínfimas” era ese: participar en la llamada “Obra de reconstrucción”, que no era más que la explotación de dichas clases. Este fue el culmen del desastre abierto con al golpe del 36: los perdedores, esas “clases”, serían los reconstructores de la España destruida por el golpe y la guerra provocada por el fascismo.

¿Piensas que el caso de Huidobro tiene alguna similitud con la figura de D. César Lozano Cambero, párroco de la basílica de Santa Eulalia de Mérida? ¿Este tipo de personajes no deja de ser un intento de blanqueamiento del régimen franquista y del papel jugado por la Iglesia? 

Es conocido el caso de “Don César” por su propio diario. Es sabido que cuando cayó Mérida salvó la vida de diez ferroviarios que iban a ser asesinados, lo cual es notable y marca su memoria. Menos se conoce que casi de inmediato, pese a las numerosas peticiones de ayuda que recibió, decidió anotar los nombres, pero no hacer absolutamente nada. Es pues uno más de tantos curas católicos que olvidó pronto los principios de su religión. Como en el caso de Huidobro la leyenda ha predominado sobre la realidad.

Autoridades civiles, militares y eclesiásticas de Badajoz tras su toma por los sublevados

¿Ha asumido la Iglesia alguna crítica sobre su papel en estos hechos, más allá de presentarse como víctima? 

No solo no lo ha hecho, sino que en 2020 el cardenal Osoro planteó de nuevo la posible beatificación de Huidobro.

En tu estudio apuntas datos muy interesantes sobre el apoyo a los sublevados, quienes, tras el fracaso de su golpe de Estado, recibieron un inmenso apoyo para desarrollar una guerra de ocupación del territorio leal a la República. ¿De qué forma contribuyó este apoyo al triunfo fascista y en qué medida fue contrarrestado por el apoyo externo al gobierno legítimo de la II República? 

En todo momento y desde el principio predominó el apoyo nazifascista y en menor medida el de Portugal. El llamado “Comité de No Intervención”, formado por Gran Bretaña y Francia, impidió que los países democráticos ayudasen a España, que solo contó con la ayuda de las Brigadas Internacionales y con la colaboración de la URSS y México.

El historiador Ángel Viñas afirma que la “batalla por el relato” la descubrieron las derechas en los años 30. ¿Crees que esta cuestión sigue vigente todavía? 

Es evidente que las derechas siguen utilizando dichos métodos, para los que además hace falta el control de buena parte de los medios de comunicación. Si además cuentan con sectores clave del poder judicial, como ocurre ahora, poco más les hace falta.

En 1936 no contaban con todo esto y necesitaron la ayuda militar.

Restos de fusilados por las tropas de Varela en Carabanchel Bajo (foto: Erich Andres/CDMH)

¿Esto de las “leyes de concordia” es una buena receta o solo pretende generar confusión? ¿Esto no es una puesta al día del discurso franquista y aquello de que los dos “bandos” cometieron atrocidades y mejor olvidarlo? 

Efectivamente. Las llamadas “leyes de concordia” fomentadas por PP/Vox no son sino un intento más para borrar el pasado y repartir responsabilidades. Las derechas nunca han admitido que el origen de lo que llamamos guerra civil y dictadura no es otra cosa que el golpe militar fascista de julio de 1936. No se olvide que lo primero que se amnistía en la transición fueron los delitos cometidos con anterioridad, es decir, se amnistía lo ocurrido durante la dictadura y también en la transición.

El tema de la memoria histórica abrió en su momento un interesante debate historiográfico sobre la “Historia” y la “Memoria”. ¿Cómo consideras que está este debate actualmente? ¿Qué opinas sobre el hecho que una buena parte de la investigación y de la producción bibliográfica sobre la “memoria histórica” se esté produciendo fuera del ámbito universitario? 

Todo documento procedente del franquismo necesita una revisión a fondo. La razón es simple: la idea base era ocultar la realidad. Basta ver lo que ocurre con los consejos de guerra y con las inscripciones en los Registros Civiles. Efectivamente los testimonios orales han sido muy importantes, pero había mucho miedo a hablar, de manera que quienes podían prestar testimonios fueron desapareciendo poco a poco sin poder hacerlo en su mayor parte.

Desde el principio buena parte de las investigaciones se elaboraron fuera del ámbito académico. La razón es simple. El predominio de la derecha o el mismísimo Opus Dei en ciertos ámbitos universitarios desde la época franquista condujo no ya a que no se investigaran estos temas sino a que ni siquiera se hablara de ellos incluso después de la transición.

En tu libro, se incluye un estudio muy interesante de Jorge Arévalo Crespo sobre unas fotografías de fusilamientos.  

Efectivamente, la colaboración de Jorge Arévalo fue importante por su análisis de las fotografías que ya se conocían de antes.

 

Cementerio de Badajoz (foto: elDiario.es)

A pesar de lo que dice la Ley de Memoria Democrática para facilitar la investigación o el acceso a las familias de víctimas para obtención de datos, hay archivos públicos que siguen siendo complicado acceder a sus fondos. ¿Cómo ves este panorama actualmente? 

Sigue siendo un mundo muy cerrado que no anima a investigar. Ni en el ámbito civil ni en el militar. No hablemos ya del eclesiástico… Mucha documentación ha sido destruida y otra mucha se oculta a la investigación.

Se llega al extremo de que en algunos archivos se cuenta con un doble catálogo, uno completo y otro expurgado de lo que se supone que no todos pueden ver. Ya el colmo es que no te dejen ver el catálogo, sino que simplemente te pregunten que quieres ver y te den lo que quieran.

Para concluir, ¿Cuáles son los nuevos proyectos en los que trabajas? 

Actualmente participo en el proyecto de la Asociación de Memoria Histórica de Zafra sobre La Columna de los 8.000.

Fuente:

“Hubo un antes y un después de la ocupación de Badajoz”

El Salto Diario 20 de junio de 2024

Portada: plaza de toros de Badajoz tras la ocupación de la ciudad por los sublevados, en la que resultan evidentes los efectos de los bombardeos sufridos y son visibles dos cadáveres (Wikimedia Commons, atribuida a un reportero de Pathé, tal vez René Brut)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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