Slavoj Žižek (*)

El octogésimo libro de Agatha Christie, Pasajero a Frankfurt, publicado en 1970, que lleva por subtítulo la frase «una extravaganza», es una de sus pocas obras que no ha sido adaptada, y además, es un libro que «varía desde lo improbable hasta lo inconcebible, terminando en un embrollo incomprensible. Deberían dar un premio a los lectores que hayan entendido el final. Trata sobre el tumulto juvenil de los 60s, las drogas, una nueva raza aria, temas que Christie, por así decirlo, no dominaba del todo1

Sin embargo, este «embrollo incomprensible» no se debe a la senilidad de Christie: sus causas son claramente políticas. Pasajero a Frankfurt es la novela más íntima de Christie, la más sentida y, al mismo tiempo, más política; expresa su confusión personal, su sensación de extrañeza con lo que estaba pasando en el mundo a finales de la década de los 60: drogas, revolución sexual, protestas estudiantiles, asesinatos, etc. Es crucial advertir cómo un abrumador sentimiento de confusión se formula por una autora cuya especialidad son las novelas de detectives, historias sobre crímenes, historias sobre el lado más oscuro de la naturaleza humana; la razón más profunda de su desesperación es la sensación de que, en el mundo caótico de 1970, ya no es posible escribir novelas de detectives que sigan presuponiendo una sociedad de ley y orden estable momentáneamente perturbada por el crimen cuyo orden restaura el detective.

En una sociedad de 1970 el caos y el crimen reina abiertamente, así que no es de extrañar que Pasajero a Frankfurt no sea una novela de detectives: no hay asesinato, ni lógica ni deducción. (Este no es el sitio para abordar el hecho de que una de las tendencias de la novela detectivesca de hoy en día es precisamente ubicar una historia con una trama tipo whodunit [contracción de «Who has done it», referido al asesino C.S.] en un contexto histórico que parece muy ajeno a su entorno habitual: tenemos historias en la Alemania nazi (Phillip Kerr), en Moscú en pleno apogeo de las purgas estalinistas (William Ryan)… ¿qué significa este fenómeno?) Esta sensación de colapso de la cartografía cognitivo elemental, este miedo abrumador al caos, se refleja claramente en la introducción de la novela de Christie:

«Es lo que la prensa te ofrece cada día, servido con el periódico de la mañana, de- bajo de los titulares de las noticias en primera plana. ¿Qué está pasando hoy en el mundo? ¿Qué es lo que todo el mundo dice, piensa y hace? Echa un vistazo al reflejo de la Inglaterra de 1970. Lee la primera página todos los días durante un mes, toma nota, reflexiona y clasifica. Todos los días se comete un asesinato. Una muchacha es estrangulada. Una mujer mayor es atacada para robarle sus escasos ahorros. Jóvenes y adolescentes atacan o son atacados. Edificios y cabinas de teléfono son destrozados y saqueados. Tráfico de drogas. Robos y asaltos.

»Niños desaparecidos y cadáveres de niños asesinados, hallados no muy lejos de sus casas. ¿Puede ser esto Inglaterra? ¿Es Inglaterra realmente así? Uno siente que aún… aún no, pero podría llegar a serlo. Comienza a aparecer el miedo, el miedo de lo que puede llegar a ser, no tanto por los acontecimientos actuales, sino por las posibles causas que hay detrás, algunas conocidas, otras desconocidas, pero presentidas. Y no sólo en nuestro país.

»En las otras páginas, hay párrafos más breves que nos informan de lo que sucede en Europa, en Asia, en las Américas, noticias del mundo entero. Secuestro de aviones. Violencia. Disturbios. Odio. Anarquía. Todo cada vez más fuerte. Todo parece conducirnos al culto por la destrucción y el placer de la crueldad.

»¿Qué significa todo esto?»

Atentado en el aeropuerto de Frankfurt en junio de 1985 (foto: DPA)

Efectivamente, ¿qué significa? En la novela, Christie proporciona una respuesta: he aquí la trama. En un vuelo a casa desde Malasia, Sir Stafford Nye, un aburrido diplomático, es abordado en el salón de pasajeros del aeropuerto de Frankfurt por una mujer cuya vida está en peligro; para ayudarla, acepta prestarle su pasaporte y tarjeta de embarque. Así se ve sin saberlo atrapado en una intriga internacional de la cual el único escape es burlar a la condesa von Waldsausen, enloquecida de poder, que quiere alcanzar el dominio mundial mediante la manipulación y el armamento de la juventud del planeta. Esta terrible conspiración mundial tiene algo que ver con Richard Wagner y «El Joven Siegfried» (¿Qué?) Nos enteramos de que, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, Hitler visitó una institución mental, se reunió con un grupo de personas que pensaban que eran Hitler, e intercambió su lugar con uno de ellos, sobreviviendo así a la guerra. Luego escapó a Argentina donde se casó y tuvo un hijo que fue marcado con una cruz gamada en el talón –«El Joven Siegfried». Mientras tanto, en el presente, las drogas, la promiscuidad y las protestas estudiantiles son secretamente provocadas por agitadores nazis que quieren incitar a la anarquía para que puedan restaurar la dominación nazi a escala mundial…

Esta «terrible conspiración mundial» es, por supuesto, una fantasía ideológica en estado puro: una extraña condensación del miedo a la extrema derecha y a la extrema izquierda. Lo que sí que podemos decir a favor de Christie es que ella ubica el corazón de la conspiración en la extrema derecha (neonazis) y no en ninguno de los otros habituales sospechosos (comunismo, judíos, musulmanes…) –aunque uno debe notar cómo la forma de la respuesta de Christie (un gran agente secreto detrás de todo) extrañamente refleja la idea fascista de la conspiración judía: hay una gran trama nazi detrás que explica todo… La idea de que los neonazis estaban detrás de los manifestantes estudiantiles del 68 y la lucha por la liberación sexual, con su obvia locura, es testigo sin embargo de la desintegración de una cartografía cognitiva coherente de nuestra situación: el hecho de que Christie se vea obligada a refugiarse en una construcción paranoica tan loca indica la total confusión y el pánico en el que se encontró.

La imagen que pinta de nuestras sociedades es simplemente confusa, al margen de la realidad (y, dicho sea de paso, aunque en menor grado, lo mismo ocurre con la novela más extraña de John le Carré, Una pequeña ciudad de Alemania, que se desarrolla en la misma situación). Pero, ¿es su visión realmente demasiado chiflada para ser tomada en serio? ¿Es nuestra era con «líderes» como Donald Trump y Kim Ying Un no tan loca como su visión? ¿No somos todos hoy en día como un grupo de pasajeros a Frankfurt? Nuestra situación es tan embrollada como la descrita por Christie: un gobierno derechista que aplica los derechos de los trabajadores (en Polonia), un gobierno de izquierda que aplica la política de austeridad más estricta (en Grecia)… No es de extrañar que, para recuperar una cartografía cognitiva mínima, Christie recurra a la Segunda Guerra Mundial, «la última buena guerra», retraduciendo nuestro embrollo a sus coordenadas.

Sin embargo, uno debe advertir que la forma de la respuesta de Christie (un gran agente secreto detrás de todo) extrañamente refleja la idea fascista de la conspiración judía: hay una gran trama nazi detrás que explica todo… A día de hoy, la extrema derecha populista propone una explicación similar a la «amenaza» del inmigrante musulmán. En el imaginario antisemita, el «judío» es el Maestro invisible que secretamente mueve los hilos, por lo que los inmigrantes musulmanes NO son los judíos de hoy: todos son demasiado visibles, no invisibles, claramente no están integrados en nuestras sociedades, y nadie dice que secretamente manejen los hilos: si uno ve en su «invasión de Europa» una trama secreta, entonces los judíos tienen que estar detrás de ella, como fue en el caso de un texto que apareció recientemente en una de las principales revistas semanales de derecha eslovena donde podíamos leer: «George Soros es una de las personas más depravadas y peligrosas de nuestro tiempo», responsable de «la invasión de las hordas negroides y judías y, por lo tanto, del ocaso de la Unión Europea ( …)  en tanto típico sionista del Talmud, es un enemigo mortal de la civilización occidental, del estado-nación y del hombre europeo y blanco». Su objetivo es construir una «coalición arcoíris compuesta de marginados sociales como los maricas, las feministas, los musulmanes y los marxistas culturales que odian el trabajo, que posteriormente realizarían «una deconstrucción del Estado-nación y transformarían a la Unión Europea en una distopía multicultural de los Estados Unidos de Europa». Además, Soros es inconsistente con su promoción del multiculturalismo:

«Él lo promueve exclusivamente en Europa y Estados Unidos, mientras que en el caso de Israel, de una manera totalmente justificada para mí, está de acuerdo con su monoculturalismo, racismo latente y construcción de un muro. A diferencia de la Unión Europea y los Estados Unidos, tampoco exige a Israel que abra sus fronteras y acepte «refugiados». Una hipocresía propia del sionismo del Talmud».2

Fotomontaje que ilustra el artículo sobre George Soros en la revista Demokracija (25 de agosto de 2016) que aquí se cita

¿Es esta fantasía repugnante que une el antisemitismo y la islamofobia tan diferente de la escenificada por Christie? ¿No son ambos un intento desesperado para orientarse en tiempos de confusión? Las oscilaciones extremas en la percepción pública de la crisis coreana son significativas como tales. Una semana nos dicen que estamos al borde de una guerra nuclear, luego hay una semana de respiro, luego la amenaza de guerra vuelve a estallar… Cuando visité Seúl en agosto de 2017, mis amigos de allí me dijeron que no había una amenaza seria de guerra, dado que el régimen de Corea del Norte sabe que no puede sobrevivir a ella, pero ahora las autoridades de Corea del Sur están preparando a la población para una guerra nuclear… Entonces, ¿cómo llegamos a este punto? Una breve mirada a la presidencia de Trump puede sernos útil aquí.

Es significativo que el primer viaje al extranjero de Trump fuese a Turquía, Arabia Saudita e Israel: si combinamos esto con su triunfante recepción de El-Sisi en la Casa Blanca, podemos ver cómo un nuevo eje del mal en Medio Oriente está tomando forma con el apoyo total de los Estados Unidos: Turquía, Arabia Saudita, Israel, Egipto. La última exclusión brutal de Qatar es el primer gran acto de este eje, probablemente un castigo por el papel positivo de Al Jazeera en la Primavera Árabe. La ironía impresionante que existe aquí es que se hace en nombre de la lucha contra el terrorismo, mientras que Arabia Saudita está involucrada en el terror estatal más brutal en Yemen, bombardeando y desplazando a millones de personas. El hecho de que este terror estatal sea más o menos ignorado por nuestros medios lo dice todo. Por deplorable que sean los últimos ataques terroristas en Londres, deberíamos decir que aquellos que no quieran hablar sobre Yemen también deberían guardar silencio sobre Londres.

Donald Trump con los monarcas de Arabia Saudí y Jordania y el heredero de Abu Dhabi en la Cumbre Islámico-Árabe-Americana en Riad, mayo de 2017 (foto: Jonathan Ernst/Reuters)

Es el trasfondo geopolítico de estos cambios tectónicos lo que debería preocuparnos. Una caricatura publicada en julio de 2008 en el diario vienés Die Presse mostraba a dos robustos austríacos de aspecto nazi sentados en una mesa, uno de ellos sostenía en sus manos un periódico y comentaba a su amigo: «¡Aquí puedes ver de nuevo cómo un antisemitismo totalmente justificado está siendo mal utilizado para una crítica barata de Israel!» Esta caricatura revierte el argumento estándar contra los críticos de las políticas del Estado de Israel, y cuando los fundamentalistas cristianos que apoyan en la actualidad la política israelí rechazan las críticas izquierdistas a las políticas israelíes, ¿no es su línea implícita de argumentación siniestramente cercana a su razonamiento?

Manifiesto de Anders Breivik

Recordad a Anders Breivik, el xenófobo asesino noruego de masas: era antisemita, pero pro israelí, ya que vio en el Estado de Israel la primera línea de defensa contra la expansión musulmana, incluso quiere ver reconstruido el Templo de Jerusalén; sin embargo escribió en su «Manifiesto»: «No hay un problema judío en Europa occidental (a excepción del Reino Unido y Francia) ya que solo tenemos 1 millón en Europa occidental, mientras que 800.000 de este millón viven en Francia y en el Reino Unido. Los Estados Unidos, por otro lado, con más de 6 millones de judíos (un 600% más que Europa) de hecho tiene un problema judío considerable». De esta forma, su postura refleja la paradoja definitiva del antisemita sionista. Hoy recibimos una nueva versión de este antisemitismo sionista: respeto islamofóbico por el Islam. Los mismos políticos que advierten del peligro de la islamización del Occidente cristiano, desde Trump hasta Putin, felicitaron respetuosamente a Erdogan por su victoria: el reinado autoritario del Islam está bien para Turquía pero no para nosotros… Así que podemos imaginarnos una nueva versión de la caricatura de Die Presse con dos robustos austríacos de aspecto nazi sentados en una mesa, uno de ellos sosteniendo en sus manos un periódico y comentando a su amigo: «¡Aquí se puede ver de nuevo cómo una islamofobia totalmente justificada se está utilizando mal para una crítica barata de Turquía!

«¿Cómo vamos a entender esta extraña lógica? Es una reacción, una cura falsa, a la gran enfermedad social de nuestro tiempo, la de Huntington.

Los primeros síntomas típicos de la enfermedad de Huntington son movimientos espasmódicos, aleatorios e incontrolables llamados corea: la corea puede exhibirse inicialmente como inquietud general, pequeños movimientos involuntarios o incompletos, falta de coordinación… ¿no os parece que guarda una gran similitud con una brutal explosión de populismo? Comienza con lo que parecen ser excesos violentos al azar contra los inmigrantes, arrebatos que carecen de coordinación y simplemente expresan inquietud y desasosiego general a propósito de «los extranjeros intrusos», pero luego gradualmente se convierte en un movimiento ideológico bien coordinado: lo que el otro Huntington (Samuel) llamó «el choque de civilizaciones». Esta afortunada coincidencia es reveladora: lo que generalmente se menciona bajo este término es efectivamente la enfermedad de Huntington del capitalismo global de hoy.

Según Huntington, después del final de la Guerra Fría, la «cortina de hierro de la ideología» fue reemplazada por la «cortina de terciopelo de la cultura». La oscura visión de Huntington del «choque de civilizaciones» puede parecer todo lo contrario a la brillante perspectiva de Francis Fukuyama del Fin de la Historia bajo el disfraz de una democracia liberal mundial… ¿qué puede ser más diferente de la idea pseudohegeliana de Fukuyama de que la Fórmula final del mejor orden social posible sea la democracia liberal capitalista, que un «choque de civilizaciones» como la principal lucha política en el siglo xxi? ¿Cómo, entonces, encajan los dos? Desde la experiencia de hoy en día la respuesta es clara: el «choque de civilizaciones» ES la política en «el fin de la historia». Los conflictos étnico-religiosos son la forma de lucha que encajan en el capitalismo global: en nuestra era de la «post-política» cuando la política propiamente dicha es reemplazada progresivamente por una administración social experta, las únicas fuentes legítimas de conflictos que quedan son las tensiones culturales (étnicas, religiosas). El aumento actual de la violencia «irracional» debe concebirse como estrictamente correlativo a la despolitización de nuestras sociedades, es decir, a la desaparición de la dimensión política propiamente dicha, su traducción a diferentes niveles de «administración» de los asuntos sociales. Si aceptamos esta tesis sobre el «choque de civilizaciones», la única alternativa sigue siendo la coexistencia pacífica de civilizaciones (o de «modos de vida», un término más popular en la actualidad): los matrimonios forzados y la homofobia (o la idea de que una mujer que va sola a un lugar público significa una violación) están bien, solo que están limitados a otro país que, por otra parte, está completamente incluido en el mercado mundial.

El Nuevo Orden Mundial (NOM) que está emergiendo ya no es el NOM de Fukuyama de la democracia liberal global, sino un NOM de la coexistencia pacífica de diferentes modos de vida político-teológicos: la coexistencia, por supuesto, en el contexto del funcionamiento sin problemas del capitalismo global. La obscenidad de este proceso es que puede presentarse como un progreso en la lucha anticolonial: al Occidente liberal ya no se le permitirá imponer estándares a los demás, todos los modos de vida serán tratados como iguales… no es de extrañar que Robert Mugabe mostrase simpatía por el lema de Trump «¡América primero!» – «América primero!» para ti, «Zimbabue primero!» para mí, «¡India primero!» o «Corea del Norte primero!» para ellos… Así es como el Imperio británico, el primer imperio capitalista global, funcionaba ya: cada comunidad étnico-religiosa podía seguir su propio estilo de vida, los hindúes en la India quemaban viudas  sin peligro, etc., y estas «costumbres» locales eran criticadas como bárbaras o alabadas por su sabiduría premoderna, pero tolerada ya que lo que importaba era  que eran económicamente parte del Imperio…

Caricatura de Thomas Rowlandson sobre la quema de viudas en la India colonial británica, publicada en Quiz (1815)(foto: victorianweb.org)

La expresión más visible de este NOM son las explosivas guerras culturales. Hace algunas décadas, el ayatolá Jomeini escribió: «No tememos las sanciones. No tememos la invasión militar. Lo que nos asusta es la invasión de la inmoralidad occidental.» El hecho de que Jomeini hable sobre el miedo, sobre qué debería temer un musulmán en Occidente, debe tomarse literalmente: los fundamentalistas musulmanes no tienen ningún problema con la brutalidad de las luchas económicas y militares, su verdadero enemigo no es el neocolonialismo económico occidental y la agresividad militar sino su cultura «inmoral». Lo mismo vale para la Rusia de Putin donde los nacionalistas conservadores definen su conflicto con Occidente como uno cultural, en última instancia centrado en la diferencia sexual: hablando sobre la victoria de la drag queen austríaca en el concurso de Eurovisión, el mismo Putin dijo en una cena en San Petersburgo: «La Biblia habla de los dos géneros, hombre y mujer, y el principal propósito de la unión entre ellos es producir hijos». Como de costumbre, el rabioso nacionalista Zhirinovsky fue más abierto y «llamó al resultado de este año ‘el fin de Europa’, diciendo: ‘No hay límite para nuestra indignación. / … / No hay ya solo hombres o mujeres en Europa, solo eso

Tengan en cuenta la misma lógica que con Jomeini: ni el ejército ni la economía, el objeto verdaderamente temido es la depravación inmoral, la amenaza a la diferencia sexual. En muchos países africanos y asiáticos, el movimiento gay también se percibe como una expresión del impacto cultural de la globalización capitalista y de su socavamiento de las formas sociales y culturales tradicionales, de modo que, en consecuencia, la lucha contra los homosexuales aparece como un aspecto de la antilucha colonial ¿No sucede lo mismo con, digamos, Boko Haram? Para sus miembros, la liberación de las mujeres aparece como la característica más visible del destructivo impacto cultural de la modernización capitalista, de modo que Boko Haram (cuyo nombre puede ser traducido de manera aproximada y descriptiva como «La educación occidental está prohibida», específicamente la educación de las mujeres) puede percibirse y retratarse como un agente que lucha contra el impacto destructivo de la modernización, mediante la imposición de una regulación jerárquica de la relación entre los sexos.

Combatientes de Boko Haram (foto: africtelegraph.com)

El enigma es este: ¿por qué los musulmanes, que indudablemente han estado expuestos a la explotación, a la dominación y a otros aspectos destructivos y humillantes del colonialismo, se dirigen en su respuesta a lo que es (para nosotros, al menos) la mejor parte del legado occidental: nuestro igualitarismo y las libertades personales, incluida una saludable dosis de ironía y una burla de todas las autoridades? La respuesta obvia es que su objetivo está bien elegido. Lo que para ellos hace que el Occidente liberal sea tan insoportable no es solo que practique la explotación y la dominación violenta, sino que, para colmo, presenta esta brutal realidad bajo la apariencia de su opuesto: libertad, igualdad y democracia…

(Texto completo en Pasajes 53. 2017)


Notas

  1. Robert BARNARD: A Talent to Deceive – an appreciation of Agatha Christie, Londres, Fontana Books, 1990, p. 202
  2. Cita de Bernard BRŠČIČ: «George Soros es una de las personas más depravadas y peligrosas de nuestro tiempo» (en esloveno), Demokracija, 25 de agosto de 2016, 15

(*) Slavoj Žižek es investigador senior en el departamento de Filosofía de la Universidad de Liubliana, Eslovenia, y autor de varias decenas de libros sobre filosofía, psicoanálisis y cultura popular. Entre sus publicaciones más recientes destacan: La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror (2016) o Incontinence of the Void. Economic-philosophical Sprandels (2017)


Ilustraciones: Conversación sobre la Historia

Imagen de portada: fotomontaje de Žižek y Trump en Slate.com

Artículos relacionados

Guerra híbrida y el ocaso de la contrainsurgencia ¿El fin de un ciclo histórico?

La nación imperial (1750-1918): derechos, representación y ciudadanía en los imperios de Gran Bretaña, Francia, España y Estados Unidos

 

 

 

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí