Noticia de libros

Ricardo Robledo

 

El sentido del pensamiento (editorial Pasado & Presente), último libro de Markus Gabriel (Remagen, Alemania, 1980), profesor titular en la Universidad de Bonn,  uno de los máximos representantes del llamado Nuevo Realismo  (*) no puede encasillarse como un libro de filosofía. En el capítulo dedicado a la «Digitalización de  la sociedad»  se explican los orígenes de la Cibernética (del griego kybernetes= piloto de una nave), pero también se nos habla del «murmullo de Heidegger». Y se rescata esta interesante  carta suya escrita a  su hermano el 18 de diciembre de 1931, a la que añadió Mi lucha a modo de obsequio. Ahí podemos leer:

Desearía fervientemente que profundizaras en el libro de Hitler (…) El hecho de que esta persona disponga de un instinto político inusual y certero, y que ya dispusiera del mismo cuando los demás nos encontrábamos ofuscados, no puede ser negado, bajo ningún concepto por ninguna persona perspicaz. Al movimiento nacional socialista en el futuro se le sumarán fuerzas aún mayores. Ya no se trata de una cuestión de política de pequeños partidos, sino de salvar o hundir Europa y su cultura occidental  (Citado en El sentido del pensamiento, p. 183).

A pesar de su equivocada orientación política, Markus Gabriel rescata el pensamiento de Heidegger para comprender cómo afecta la  técnica a la comprensión de la realidad. La percepción de la distancia desaparece y parece que disponemos de más tiempo libre. Pero, ¿qué efectos tiene  esto en nuestra situación global  en calidad de seres humanos?   El sentido del pensamiento, el último libro de su trilogía, alerta de que estamos inmersos en una crisis que requiere una profunda reflexión filosófica. Cualquier historiador, con mirada amplia, disfrutará de este libro inconformista que reivindica la filosofía como un urgente mandato moral. En una reciente entrevista  en El País  confiesa: Para los pensadores ya no basta con diagnosticar el mundo que les rodea. Tienen que aspirar a cambiarlo. “Como filósofos no tenemos que diagnosticar, tenemos que reparar”.  Es posible que el lector recuerde la célebre frase de Marx (IX tesis sobre Feuerbach)  en 1845 sobre la necesidad de transformar el mundo más que de interpretarlo.

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Ilustración: The Walrus

 

¿Qué es lo que ha cambiado y debe ser transformado?

La evolución histórica  ha tomado unos derroteros no del todo previstos   por aquellos pensadores  que. como Keynes. creyeron en 1930 que  sus nietos alcanzarían la «bienaventuranza económica» de controlar la población, evitar las guerras y confiar a la ciencia aquellas materias que son propias de la misma  («Posibilidades económicas de nuestros nietos»,  en Ensayos de persuasión, Crítica, p. 333).

Parece que  ese horizonte de «confiar a la ciencia aquellas materias que son propias de la misma», ha extendido la creencia  de que nos encaminamos hacia un mundo automatizado, en el que máquinas inteligentes funcionarán de manera autónoma.

La inteligencia artificial es una ilusión. No existe ni existiráLo que hay es software de códigos escritos por humanos para explotar a otros humanos. Todos trabajamos para Facebook o para Google. Cuando usas el buscador, generas un rastro, produces algo y eso es trabajo. Y luego sus algoritmos,producidos por humanos, se utilizan para anticipar tu comportamiento y el de los demás, para ganar dinero con tu trabajo. Es lo que llamo el proletariado digital (…): el posthumanismo, el transhumanismo, la idea de que nuestras máquinas se parecen a nosotros y de que la inteligencia artificial nos amenaza es solo marketing. Es pura ideología para tener bajo control al proletariado digital”.

Ante este análisis, que recuerda categorías de la economía clásica y de su crítica, confiesa Gabriel que los ciudadanos tienen que recuperar el control que les han arrebatado los “magos de Silicon Valley”. Y lo hace apelando  a una de las revoluciones por excelencia:

“Hace falta una revolución digital como fue la Revolución Francesa. Hay que destronarles por la vía democrática. Necesitan sanciones reales, probablemente incluso deberían acabar en la cárcel. Silicon Valley y las redes sociales son grandes criminales. Están ahí para explotarte, para hacerte adicto, como ya han estudiado los neurocientíficos. Saben que te vas a hacer adicto a tu teléfono. Son como Philip Morris, como la heroína. No hay investigaciones serias sobre la actividad criminal de Silicon Valley. Es un ataque de EE UU y de China y no estamos respondiendo. La UE trata de combatirlo, pero no lo suficiente”.

¿Cómo debe ser esta nueva reflexión filosófica con la que Gabriel aspira a sacarnos de la crisis?: “Hay toda una tela de araña de problemas, pero creo que hay un epicentro de este terremoto global, que es la crisis de representación. La gente duda de los medios de comunicación, de los representantes votados en los parlamentos y de manera más general, y aquí es donde entra la filosofía, se extiende la idea errónea de que no podemos conocer la realidad. Que hay hechos alternativos, fake news y que la gente piensa que es muy difícil saber cómo son las cosas realmente. Ahora los humanos se relacionan con la realidad como si estuviera muy lejos”.

 

Gabriel sí cree que podemos conocer la realidad y es lo que él llama nuevo realismo. “Ahora asistimos a un nuevo tipo de propaganda que trata de decirnos que no sabemos lo que sabemos. Trump, el Brexit, no son mentiras, sino que son intentos de manipular a la gente para que crean que no saben lo que saben”.

 
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Cartel de protesta por el escándalo de Cambridge Analytica (Getty Images)

Ese es uno de los motivos por los que piensa que ha llegado la hora de alumbrar una filosofía europea. “Luchar juntos por una emancipación filosófica de la humanidad. Es lo que estaban haciendo hasta que llegó esa idea estúpida posmoderna de que el universalismo era solo otro particularismo, de que los derechos humanos universales solo sirven a los colonialistas”. Su proyecto es ambicioso e inédito. “No ha habido una verdadera filosofía europea. Igual Heidegger y Ortega y Gasset se leyeron, pero no hubo una cooperación real. El proyecto europeo que yo tengo en mente es el de los valores humanos universales. Los europeos, debido a su pasado filosófico, desde los griegos a la filosofía contemporánea, somos los mejor equipados para encontrar una respuesta a cómo tener justicia social y democracia en el futuro. No solo para Europa, sino para toda la humanidad. Rusos, chinos, americanos… somos todos humanos en el mismo sentido y ese es el punto de partida. Pero hay que hacerlo de forma contemporánea. No basta con leer a los muertos, a Hegel o a Platón, tiene que haber una cooperación real”.

Con o sin colegas europeos, Gabriel aspira a dar poder al pensamiento, que según sostiene es un acto sensorial, y uno especialmente poderoso. “Nos enseña que los humanos somos más inteligentes de lo que pensamos. Que podemos pensar del universo en su totalidad. Yo puedo pensar en Madrid sin estar allí y eso es bastante impresionante. Conocíamos los agujeros negros antes de verlos. Einstein podía saber cosas del universo antes de haberlas visto”.

Efervescencia sentimental

Ese canto al pensamiento y a la razón choca con la actual deriva de efervescencia sentimental. Tenemos todas las herramientas y la información para razonar más y mejor, pero no lo hacemos. A cambio, triunfan la política identitaria, el resentimiento, el egoísmo nacional y la xenofobia más irracional. ¿Por qué? “Esa es precisamente la manipulación a la que me refería. Internet es un ataque al pensamiento perpetrado por gente muy brillante, que emplea su pensamiento en explotar a otra gente. Es una manipulación malvada que convierte a la gente en criaturas sensoriales, adictas y yonquis de la información, que necesitan la siguiente dosis y que son vulnerables y por lo tanto manipulables”.

El diagnóstico de este joven locuaz es demoledor, pero es a la vez una invitación a la acción. “El proceso de extinción, de crisis ecológica es todavía reversible, pero lo único que nos puede salvar es la filosofía. No sola, pero junto a la política, la industria… Ninguna otra forma de relacionarnos con la realidad nos va a salvar”.

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Manifestación contra el empleo de robots en la industria militar celebrada a finales de marzo frente a la puerta de Brandeburgo, en Berlín (Annegret Hilse, Reuters)

En el Prólogo Gabriel presenta el libro como el colofón de una trilogía a la que  pertenecen los títulos Por qué el mundo no existe y Yo no soy mi cerebro (ambos en Editorial Pasado & Presente). Está escrito de tal manera que se puede comprender sin necesidad de conocer los dos predecesores. Al igual que aquellos, pertenece a un género dirigido a todos los que disfrutan con el pensamiento fi­losófico. Y es precisamente del proceso de pensar sobre lo que tra­ta, de una manera totalmente comprensible y accesible.

 Para entenderlo, no es necesario en absoluto dedicarse con gran afán a comprender los aspectos técnicos de la lógica. Porque el pensamiento humano es un órgano sensorial. Pensar es un acto de origen sensorial (en el mejor de los casos se trata de un acto placentero) y no una acción forzosa que prohíba razonamientos creativos. Al contrario. El pensamiento filosófico es un proceso creativo, por lo que algunos filósofos, como los románticos o Friedrich Nietzsche, llegaron incluso a equipararlo a la poesía.

Del Prólogo rescato estas declaraciones de intenciones:

Debido al flujo de información al que estamos expuestos cons­tantemente en la infoesfera, es decir en nuestro entorno digital, surgen nuevos desafíos para el pensamiento filosófico. El presente libro es un intento de recordar qué significa realmente el acto de pensar a fin de recuperar, a ser posible, algo de control sobre un área que hoy está en manos de los dudosos magos de Silicon Valley y sus adeptos tecnófilos, que reivindican el poder absoluto so­bre la creación de inteligencia artificial real.

Debemos desposeer a nuestros dispositivos tecnológicos de la magia que ejercen sobre nosotros y perder la fe en su omnipotencia si no queremos convertirnos en víctimas de la digitalización, adic­tos sin remedio a la información o zombis tecnológicos.

Markus Gabriel por Markus Hintzen Bonn Universitaat
Markus Gabriel retratado por Markus Hintzen (web de la Universidad de Bonn)

«Comentario final con un toque de patetismo».

(Fragmento). pp. 367-369

(…) El sinsentido de los hechos alternativos y la era posfactual, las reprimendas a los medios de comunicación y la abolición de la libertad de prensa en muchos países del mundo en los últimos cinco años confirman que el nuevo realismo también tiene un mandato moral. El ser humano no puede determinarse a sí mismo si, a su vez, huye de la realidad. Porque en ese caso resulta sumamente fácil para los enemigos del ser humano sembrar la discordia entre nosotros, al difundir la falacia de que somos diferentes en relación con nuestra naturaleza debido al color de la piel, el sexo, la pertenencia a una religión, ciudadanía o tradición cultural. Los seres humanos somos diferentes simplemente porque nos diferenciamos los unos de los otros. Hoy en día se difunde un catálogo de marcas distintivas que no resiste a ninguna investigación basada en las humanidades y la historia. Todo aquel que sepa de historia, sabrá que no hay gentes naturales y que nunca las hubo, en ninguna parte. También sabrá que no hay una identidad cultural clara y que nunca la hubo, en ninguna parte. Quien como, por ejemplo, Viktor Orbán, crea que Europa tiene un fundamento cristiano demuestra un completo desconocimiento de la historia de Europa y del cristianismo que, por cierto, fue fundado en Oriente Próximo por un judío que fue ejecutado por ese mismo imperio europeo que, a su vez, fue conquistado posteriormente por el cristianismo durante siglos. El cristianismo es una consecuencia de un movimiento migratorio espiritual y personal que no tiene nada en absoluto que ver con la esencia de Europa. Porque Europa carece de esencia.

Lo que Europa pueda llegar a ser en el futuro depende de si logramos desarrollarnos con éxito y adecuadamente en términos de normas morales (…). Europa se encuentra inmersa en una crisis. Esta crisis forma parte de los procesos globales relacionados entre otras cosas con la revolución digital y las  ciberguerras que se están librando hoy. En una crisis hay que convivir con una gran incertidumbre. En cada crisis vital nos preguntamos quiénes somos realmente y quiénes queremos ser en el futuro. Pensamos sobre nosotros mismos. Si el pensamiento sobre nosotros mismos es defectuoso, no saldremos ilesos de la crisis. ¿Quiénes somos los europeos, después de todo, y quiénes queremos ser en el futuro? (…)  Nadie sabe realmente lo que es. Por eso se plantea, en primer lugar, la cuestión de qué debería ser.

(…) La base de la moralidad, el bien, se deriva del hecho de que cada uno es consciente del otro. Todo el mundo es un extraño, incluso para el extraño. De manera que la forma en la que usted piensa sobre los extraños muestra quién es usted realmente. Mensaje especialmente dirigido a los cristianos: esto significa, concretamente, amar al prójimo como a sí mismo. Llegados a este punto ofrezco únicamente un espejo en el que poder reconocerse uno mismo y medir hasta qué punto uno mantiene la (errónea) opinión de que tiene una identidad fija y valiosa que le da derecho a formar una imagen peyorativa del extranjero.

La crisis actual en Europa responde a la patología de la xenofobia, el miedo a lo extraño. Al igual que la aracnofobia o la claustrofobia, la xenofobia es la expresión de una autorrepresentación perturbada. Por lo tanto, es extremadamente urgente reactivar el sentido del pensamiento con objeto de buscar remedios terapéuticos para nuestros errores de pensamiento. Es la hora de elaborar una filosofía europea que, por cierto, nunca ha existido antes, al igual que tampoco ha existido nunca una Europa verdaderamente unida.


(*) MARKUS GABRIEL (Renania-Palatinado, 1980) es el filósofo más mediático de Alemania y el profesor universitario más joven de su país. Con tan solo 28 años inició una corriente filosófica propia bautizada como Nuevo Realismo a través de la cual busca reinterpretar el mundo. Es profesor titular en la Universidad de Bonn, donde imparte Epistemología, Filosofía Moderna y Contemporánea, y dirige el Centro Internacional de la Filosofía. Fue nombrado profesor adjunto en la New School of Social Research de Nueva York, y ha impartido clases como visitante en instituciones como la Universidad de Aarhus (Dinamarca), la Universidad Pontificia Católica de Río Grande del Sur (Brasil) y la Universidad de California Berkeley. Pasado & Presente ha publicado su anterior libro Por qué el mundo no existe. 


 

La entrevista que se cita al inicio de la reseña procede de

https://elpais.com/cultura/2019/04/17/actualidad/1555516749_100561.html

 

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