«La seguridad a menudo requiere acciones secretas en lugar de medidas públicas, ya que la publicidad abierta en realidad puede perjudicar a la seguridad» Harry S. Truman (1965).

José Luis Moreno-Pérez
Universidad de Sevilla

 

El inicio de la Guerra Fría evidenció la frágil alianza entre la primera potencia capitalista y el defensor de la revolución proletaria fraguada circunstancialmente por la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de las Potencias del Eje. Estados Unidos y la Unión Soviética extendieron el conflicto a todos los ámbitos estructurales posibles (política, sociedad, economía y cultura) en un marco bipolar definido por la retórica oficial emitida desde Washington y Moscú. En este contexto, destaca George F. Kennan, el arquitecto de la política del containment que subrayó la inseguridad que representaban los soviéticos por su visión neurótica sobre los asuntos mundiales imbuida en un profundo sentido de vulnerabilidad. Estas ideas posicionaron a Kennan como una figura pública convirtiéndose en una autoridad sobre los asuntos relacionados con la Unión Soviética y la política exterior estadounidense (Mayers, 2023). Desde su punto de vista, Estados Unidos estaba preparado para recibir un mensaje basado en la detención de la expansión ideológica soviética con la creación de zonas de influencia donde ejercer una labor de permeabilidad en la opción pública de la sociedad autóctona (Figura 1).

 

Figura 1. La conformación de los bloques de la Guerra Fría según la interpretación geopolítica de George F. Kennan (1947). Elaboración propia.

El planteamiento kenneano encontró su eco en la Administración de Harry S. Truman, cuya llegada a la Casa Blanca significó el culmen de una dilatada carrera en el Partido Demócrata determinadas por dos sistemas de valores, a menudo contradictorios, como miembro del partido y reformador liberal (Savage, 1997). Durante su mandato, Truman cimentó la estrategia de la intervención norteamericana en los asuntos internos de otras naciones, promoviendo un mensaje propagandístico que exaltaba a Estados Unidos como el símbolo de la libertad y el baluarte del capitalismo (Heller, 1980). En estos márgenes se inserta la Doctrina Truman, formulada en el célebre discurso pronunciado ante el Congreso el 12 de marzo de 1947 (Figura 2).[1] Desde la narrativa bipolar característica del periodo, la Doctrina se promulgó con el ánimo de proporcionar un soporte intervencionista a los gobiernos griego y turco contra el comunismo recurriendo a un lenguaje hiperbólico e imágenes maniqueas. Para conseguir el necesario consenso ciudadano ante la amenaza comunista y, sobre todo, obtener el respaldo político del Congreso, Truman hizo una llamada ideológica a las armas bajo un tono apocalíptico que significó la declaración de una frontal guerra psicológica y geopolítica contra la Unión Soviética que recordaban a los fantasmas del pasado, en particular del convulso siglo XX que ya había asistido a dos cruentas guerras mundiales.

Figura 2. El presidente Truman pronuncia el discurso de la Doctrina Truman ante el Congreso (1947). Fuente: HSTL.

La Doctrina Truman institucionalizó la estrategia de Kennan, quien fue designado para encabezar una oficina de planificación política adscrita al Departamento de Estado, así como los equilibrios internos y las preferencias presidenciales en el ámbito exterior. Décadas más tarde, Kennan reconoció en sus memorias que el mensaje de Truman estaba sujeto a posibles malas interpretaciones, pues daba la impresión de que estaba entregando un «cheque en blanco» a Grecia y Turquía, por lo que recomendó insistir en lo que Estados Unidos se jugaba como potencia mundial si no intervenía en el escenario internacional (Kennan, 1967). En esta atmósfera profundamente anticomunista, la Guerra Fría fue concebida desde el Despacho Oval como un conflicto regido por nuevas lógicas ideológicas, que a su vez requerían de otros instrumentos de actuación con respecto a la convencional política exterior. En 1947, el mismo año del nacimiento del Kominform, Estados Unidos creó la Central Intelligence Agency (CIA), una remozada agencia de inteligencia diseñada para desempeñar una labor crucial en esta lucha global. La Agencia, con departamentos especializados en tareas de análisis, planificación e implementación de operaciones encubiertas, extendió su influencia por todo el mundo y en múltiples ámbitos. La subida de la tensión dialéctica, escenificada en la Doctrina Truman, implicó la modernización de un sistema de defensa, y por extensión de inteligencia, adecuado al escenario bipolar en surgimiento.

En julio de 1947, Harry S. Truman aprobó la National Security Act, una legislación cuya pretensión era «proporcionar un programa integral para la futura seguridad de los Estados Unidos» reestructurando así la comunidad de inteligencia. El marco normativo creó un comando militar denominado «Establecimiento Militar Nacional», un paso previo a la posterior fusión de los Departamentos de Guerra y Marina en el Departamento de Defensa, alojado en el Pentágono bajo la titularidad de James V. Forrestal. La estructura defensiva se completó con el National Security Council (NSC), uno de los principales órganos asesores del presidente encargado de coordinar a todas las agencias de inteligencia, así como la propia CIA, creada para reunir a los servicios militares dotándole una mayor presencia civil.[2] Aunque el ejecutivo pretendió crear una entidad de inteligencia más desligada de la influencia militar, lo cierto es que los orígenes de la Agencia, cuya sede se radicó en Langley (Virginia) (Figura 3), estuvieron copados por los altos puestos de la plana mayor militar del Pentágono.

Figura 3. Vista aérea de la sede de la CIA en Langley, Virginia (1946). Fuente: Library of Congress (LOC).

Como si se tratase de la teoría de contrapesos de Montesquieu, la Administración Truman buscó equilibrar el poder del Federal Bureau of Investigation (FBI), aún dirigido por el sempiterno John E. Hoover, mediante el fortalecimiento de la CIA. La Agencia se consolidó como el instrumento de información más eficaz para Washington, centralizando la inteligencia militar y diplomática de un mundo cada vez más tensionado. Este enfoque explica el rápido respaldo del Congreso a la National Security Act, pues la clase política norteamericana se mostraba inquieta ante el acontecimiento de un posible nuevo Pearl Harbor (Leary, 1984; Immerman, 2014). En sus memorias, Truman (1965) sostuvo que la mayor lección de la Segunda Guerra Mundial fue la necesidad de recopilar y procesar la inteligencia de forma eficiente, asegurando que estuviera disponible donde y cuando se necesitase en unos términos comprensibles. De lo contrario, advirtió, la información era inútil. La CIA se convirtió en el mecanismo predilecto de la Casa Blanca para emprender sus operaciones e intervenciones secretas en el exterior. En diciembre de 1947, el NSC le otorgó cobertura legal para ejecutar sus movimientos, posicionándola entre la diplomacia tradicional y el empleo de la fuerza armada. De este modo, la Agencia se configuró como el «Capitalism’s Invisible Army» (Stone y Kuznick, 2015) capaz de reunir información por medios encubiertos y abiertos, colaborar con otras agencias y estar preparada para intervenir directamente en los asuntos internos de países terceros. Ejemplos notables fueron su intervención en las elecciones generales italianas de 1948 y el golpe de Estado contra el gobierno de Juan Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954.

El esfuerzo de Truman por fortalecer las redes de inteligencia en la lucha ideológica contra la Unión Soviética implicó una profunda reestructuración de la CIA en 1950 (Figura 4), que afectó a la Office of Policy Coordination (OPC). Creada en septiembre de 1948 para gestionar operaciones secretas, la OPC, aunque pertenecía orgánicamente a la CIA, en la práctica actuaba con gran autonomía por su vinculación funcional con los Departamentos de Estado y Defensa (Warner, 1998; Darling, 1990). La independencia de la OPC se confirmó en 1950, coincidiendo con el estallido de la Guerra de Corea. La remodelación de la Agencia se produjo en una Guerra Fría, cuyo termómetro geopolítico cada vez se tornaba más caliente por la sucesión de eventos impactantes para los estadounidenses como el primer ensayo satisfactorio de la bomba atómica soviética en Semipalátinsk, la proclamación de la República Popular de China por Mao y el bloqueo de Berlín. En este sentido, la independencia de la OPC resultó crucial, otorgándole mayor autoridad dentro de la comunidad de inteligencia. Con amplios recursos económicos a su disposición, incluidos algunos fondos del Plan Marshall aprobados con el beneplácito de Truman (Schroeder, 2017), la OPC construyó una infraestructura permanente capaz de emprender actividades encubiertas soterrando radios, armas, explosivos y monedas de oro en caso de emergencia militar.

Figura 4. Organigrama de la CIA (1950). Fuente: Leary (1984). Elaboración propia.

La OPC respondió a la necesidad de la Agencia por asegurarse la credibilidad en su labor contra el comunismo internacional sin relevar su propósito en el trasfondo de la denominada «Guerra Fría Cultural» (Stonor Saunders, 1999, Wilford, 2003; Scott-Smith y Krabbendam, 2004; Glondys, 2012). Bajo la dirección de Frank G. Wisner, la OPC recibió voluminosos recursos económicos, no controlados directamente por el Congreso, y experimentó un rápido crecimiento. En 1952 contaba con cerca de seis mil agentes de campo repartidos por todo el mundo y un presupuesto anual de 82 millones de dólares. Sus actividades consistieron en operaciones encubiertas tanto en el ámbito interior, gracias al control de Wisner sobre ciertos directivos de medios como The New York Times, Newsweek y la cadena CBS, y en el exterior, donde desplegó las «tácticas de guerra sucia» (Fontana, 2011).

La Oficina financió iniciativas propagandísticas proamericanas para influir en espacios socioculturales afines a los postulados defendidos al otro lado del Iron Curtain tales como intelectuales, artistas, cineastas, sindicalistas y estudiantes. En un ámbito superior, el Departamento de Estado lideró la coordinación de este amplio frente cultural orientado a diversas tendencias intelectuales y expresiones artísticas, financiando una variedad de grupos, congresos y publicaciones. Los intelectuales fueron considerados como las figuras claves en la formación y transmisión de la opinión pública. Como sostiene Aldrich (1997), los eruditos estuvieron inmersos en una batalla de festivales sufragados por la CIA como reacción a la competencia soviética en espacios culturales análogos. Ejemplos emblemáticos de esta estrategia incluyen el Congreso por la Libertad de la Cultura (Scott-Smith, 2002; Glondys, 2012; Scott-Smith y Lerg, 2017) y la revista británica Encounter (Wilford, 2014). En ambos casos, la OPC desempeñó un papel crucial al respaldar de forma encubierta a la «izquierda no comunista» para así combatir a la Unión Soviética con sus mismas armas. La CIA construyó una especie de consorcio con la doble tarea de inmunizar al mundo contra el comunismo y garantizar que los intereses de la política exterior estadounidense se materializaran. La cultura se convirtió en una pieza clave en la partida de ajedrez contra los soviéticos, quienes también desplegaron tácticas similares. Así, mientras la clase política estadounidense, principalmente la alineada con los planteamientos inquisitoriales McCarthistas, consideraba el frente cultural como un elemento peligroso por su carácter subversivo y antiamericano, la Agencia lo veía como una óptima variable para defender la libertad. En términos de inteligencia, un problema se convirtió en una oportunidad.

Por su incidencia sociopolítica, demostrada durante el periodo de entreguerras con la gran movilización juvenil durante los años veinte y treinta del siglo XX, la CIA desplegó una particular e intensa batalla cultural en el terreno estudiantil internacional como una muestra audaz de Soft Power (Nye, 1990 y 2004). Para ello, Langley centró su acción en las organizaciones integradas por jóvenes implicados con los asuntos políticos y académicos según su «disponibilidad biográfica» (Carrillo-Linares, 2008). Entidades orgánicas más fácilmente controlables que el heterogéneo movimiento estudiantil en su plenitud, donde emergieron la futura clase administrativa y el cuerpo cívico en su conjunto, éste último un elemento más imponderable. Como resultado de un consenso juvenil posbélico, más aparente que efectivo, en agosto de 1946 se fundó en Praga la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) para «difundir el significado de la cooperación entre las uniones nacionales, promover los lazos de amistad entre los estudiantes de todo el mundo y mejorar la educación universitaria».[3] Empero, en la práctica, la UIE fue configurada como una organización fuertemente jerarquizada cuyos destinos eran regidos por las delegaciones nacionales de la Unión Soviética y Checoslovaquia (Kotek, 1996). Aunque las delegaciones occidentales tuvieron sus cotas de decisión, el liderazgo de la UIE y sus principales decisiones quedaron en la órbita socialista y los miembros dirigentes de los partidos comunistas de sus respectivos países como Giovanni Berlinguer, presidente de la UIE y miembro del Partito Comunista Italiano (PCI) y Jiří Pelikán y Zbyněk Vokrouhlicky, quienes hicieron carrera en el Komunistická strana Československa (KSČ) aunque más tarde cayeron en desgracia por su apoyo a la Primavera de Praga de 1968.

El presidente Truman se pronunció a favor de la UIE; eso sí, una visión favorable al proyecto estudiantil en los ámbitos públicos, otra bien distinta fue en el ámbito privado. En primera instancia, consideró que la UIE era una oportunidad para tender puentes entre las naciones después de la experiencia sobrecogedora de la guerra (Figura 5). En estos términos se dirigió a los universitarios norteamericanos tras recibir una carta de Mayneal Wayland, presidente del American Preparatory Committe (APC) del congreso de Praga.[4]

 

Figura 5. Panfleto de la APC promocional del congreso fundacional de la UIE en Praga (1946). Fuente: HSTL.

La UIE estimuló la creación de las delegaciones nacionales estudiantiles, así como la modernización de los sindicatos preexistentes. En los Estados Unidos emergió la United States of National Student Association (USNSA), fundada en septiembre de 1947 en la Universidad de Wisconsin (Madison) (Figura 6) inmersa en los aromas propios de la Guerra Fría. Según apunta Paget (2015), la posibilidad de que una organización estudiantil estadounidense se afiliara a la UIE provocaba sospechas tanto en el Departamento de Estado como en el propio FBI. La USNSA desplegó un discurso prototípico de la Guerra Fría en el terreno estudiantil, que a su vez nos recuerda a la formulación inicial de la propia Carta Magna «We are the People of the United States». En realidad, se trata de una alocución política contextualizada en el idealismo juvenil de los años cincuenta cuando la Guerra Fría en el exterior y la segregación racial y el Red Scare en el interior eran los obstáculos por superar en la consecución de los objetivos de la generación universitaria estadounidense de posguerra.

Figura 6. Cartel promocional de la convocatoria del congreso fundacional de la USNSA (1947). Fuente: Schwartz (2006).

Consolidada la estructura, desde pronto la USNSA extendió un amplio programa de actividades internacionales a través de la Harvard International Activitties Commitee (HIACOM), una especie de «subcomisión exterior» de la USNSA que permitió el desarrollo de las relaciones de inteligencia con la organización estudiantil con la colocación de brillantes jóvenes graduados universitarios, captados previamente por la CIA, en distintos puestos de responsabilidad de la delegación sindical (Paget, 2004). Debido a la situación internacional con la conformación de la política de los bloques, así como los propios problemas internos que tenía Estados Unidos con la lucha de los Derechos Civiles de los afroamericanos y el Red Scare impulsado por el McCarthismo, no resulta sorprendente que la USNSA estuviera en el punto de mira de las agencias de inteligencia estadounidenses. La participación de los estudiantes norteamericanos en el Congreso de Praga levantó sospechas en el Departamento de Estado, el FBI y las agencias de inteligencia antecesoras de la CIA, sobre posibles infiltraciones comunistas en el estudiantado norteamericano. Como recalca Schwartz (2006) en su estudio editado sobre la USNSA, la Administración Truman tuvo un especial recelo con respecto a las relaciones internacionales de los universitarios estadounidenses. Desde el principio, el Departamento de Estado siguió de cerca la convocatoria de las reuniones informativas, muchas de las cuales fueron vigiladas por medio de agentes infiltrados, y revisó con detenimiento las solicitudes de pasaportes.

El surgimiento de la UIE le incitó a la CIA a desplegar intervenciones en el ámbito estudiantil internacional, pues el entusiasmo juvenil por la ideología comunista estaba extendido entre los intelectuales de la clase media de posguerra. La implicación imberbe en el plano político derivó en la celebración de los festivales juveniles en distintos países alineados con el bloque comunista y patrocinados por los soviéticos por medio de organizaciones como la propia UIE y su filial juvenil, la World Federation of Democratic Youth (WFDY). Unos eventos de corte cultural como conciertos musicales y recitales de poesía que respondieron a ese enardecimiento a través del cual algunos jóvenes de la Europa del Este se sumergieron ideológicamente en el comunismo, al tiempo que paradójicamente permite explicar el alcance del desencanto y la desilusión que le siguieron a continuación. Muchos púberes se quedaron atónitos al descubrir los rigores de la disciplina comunista y la realidad del poder estalinista en los compases iniciales de la Guerra Fría.

La creación de la UIE traumatizó, o cuanto menos preocupó, a los sectores de la Administración Truman. Distintos departamentos federales del gobierno estadounidense identificaron como un peligro el excesivo protagonismo soviético en el ámbito estudiantil y juvenil internacional. En sus memorias, Truman (1965) reconoció abiertamente esta psicosis de la Guerra Fría Cultural provocada por la afiliación en masa de los jóvenes atraídos por el experimento soviético de establecer una nueva economía basada en el comunismo. Bajo el lema de la seguridad nacional, maquillada con la referencia mundial, la cultura fue configurada por Estados Unidos como un elemento donde promocionar una imagen positiva de su particular cosmovisión del mundo libre.

En 1949, la Universidad de Washington (Seattle) se pronunció en contra de que los profesores comunistas dieran clases, mientras que previamente, en 1947, el House Un-American Activities Committee (HUAC) había obtenido de las universidades referencias sobre alumnos afiliados a corrientes ideológicas de izquierdas. El 10 de febrero de 1950, un día después del discurso de McCarthy donde anunciaba su listado de personas simpatizantes con el comunismo, The New York Times recogió en su tirada la acusación de afiliaciones comunistas por parte de profesores, quienes fueron sometidos a un juicio por la Junta de Educación.[5]

Por su parte, en la esfera externa, la Administración Truman ordenó a la CIA recabar toda la información posible sobre la UIE. Su acercamiento hacia la ideología comunista y el protagonismo de los delegados soviéticos en sus estructuras la convertían en una organización subversiva peligrosa para los intereses norteamericanos. En 1948, la Agencia puso en marcha un informe de inteligencia denominado International Communist Movements (ICM) que recogía una información detallada sobre las actividades de las organizaciones estudiantiles y juveniles, los sindicatos, los encuentros literatos y las manifestaciones de partidos comunistas.[6] Langley estrechó su cerco sobre Praga mediante las directrices del Co-ordination and Control of the International Communist Movement, un informe destinado a la evaluación de «las pruebas actualmente disponibles sobre la organización internacional del comunismo en el período de posguerra».[7] Aunque este documento estaba más bien pensado para analizar el radio de acción de la Kominform, lo cierto es que la CIA dibujó un cierto paralelismo con la UIE a escala universitaria debido a su componente trasnacional. La información recopilada sobre la UIE era sobre las fechas y las sedes de los congresos internacionales, los consejos del Comité Ejecutivo y la celebración de eventos culturales donde acudieron universitarios de todo el mundo. La vigilancia estadounidense sobre la UIE alcanzó su cénit el 28 de enero de 1949, cuando la CIA elaboró el informe titulado International Union of Students/World Federation of Democratic Youth. Un recopilatorio monográfico de las principales actividades emprendidas por ambas organizaciones desde su fundación: manifiestos, conferencias, discursos de los principales dirigentes, eventos culturales, etc. En este documento se aprecia una clara implicación en temas políticos convulsos del mundo bipolarizado y descolonizado que estaba surgiendo a finales de los años cuarenta del siglo XX, ante lo cual la CIA mostraba su sospecha.[8]

Las operaciones también consistieron en la interceptación de las publicaciones para averiguar el discurso destinado a los jóvenes. Durante los primeros años de actividad de la UIE, la principal publicación estudiantil fue World Student News (WSN) (Figura 7), una revista editada en distintos idiomas donde se publicaban artículos sobre las preocupaciones de los estudiantes, desde el teatro y los deportes hasta la política y el humor. El tono dominante del magazín estudiantil fue generalmente político, aunque durante ciertos períodos de la tirada, esta temática fue reemplazada por los asuntos cotidianos universitarios (becas de transportes, alojamiento, bonos de comedor, etc.). Su amplia difusión fue posible gracias a la circulación, pues su distribución entre las delegaciones y los líderes estudiantiles era gratuita. Dado su carácter político, y por tanto subversivo ante los ojos de la CIA, los primeros números de la WSN fueron intervenidos por el servicio de inteligencia norteamericano para analizarse el mensaje emitido desde Praga.

Figura 7. Portada del número de WSN interceptado por la CIA en 1949. Fuente: CREST.

La intervención de Langley en el escenario estudiantil se adecuó a los márgenes impuestos por la propia Guerra Fría. Por ejemplo, en las proclamas de la UIE se constata el tratamiento de asuntos políticos entre la juventud universitaria donde llama la atención su progresivo enfoque en Asia, continente donde las lógicas de la Guerra Fría se desplazaron desde 1949/1950. La Segunda Guerra Mundial en el continente asiático fue otra guerra muy distinta a la librada en Europa contra el nazismo y, por ello, la época posbélica fue desemejante. La guerra no finalizó el 2 de septiembre de 1945, cuando Japón firmó la capitulación a bordo del Missouri, sino que, tras un interregno confuso, en los años siguientes se produjeron conflictos en China, Corea, Indonesia y Malasia marcados por las luchas de liberación contra los vetustos imperios coloniales de Francia y Reino Unido, toda vez que la bipolarización también comenzaba a vislumbrarse. Asia se convirtió en un escenario en importancia de una Guerra Fría que, a comienzos de los años cincuenta, comenzaba a tornarse cada vez más caliente. Por este motivo, en el terreno estudiantil, los universitarios asiáticos se configuraban como las futuras elites dirigentes políticas, administrativas y económicas de unos países, junto con los africanos, llamados a protagonizar el proceso de descolonización. Con un evidente interés geoestratégico, UIE y WFDY iniciaron acercamientos a estas uniones nacionales. La CIA no era ajena a esta realidad. Consciente de la intencionalidad política del acercamiento de Praga a las delegaciones nacionales asiáticas, informó al presidente Truman, que ambas organizaciones estaban financiado a estudiantes de estos países para que asistieran al Congreso de la UIE celebrado en Budapest en 1949.[9]

La Guerra Fría se caracterizó por una constante sinergia entre la información y la cultura, convertidas en auténticas armas geoestratégicas de una «guerra de los espíritus» articulada por medio de la diplomacia subrepticia desplegada por los servicios de inteligencia. En el ámbito estadounidense, la CIA pretendió influir en la opinión pública mediante medios como la prensa, la radio, el cine, la televisión y la publicidad, vehículos culturales transmisores de un estilo de vida, el American Way of Life, considerado como el único posible frente a una visión antagónica que representaba todo lo contrario. Esto fue posible por medio de ambiciosas iniciativas federales como el Programa Fulbright (Delgado Gómez-Escalonilla, 2009; Lebovic, 2013; Bettie, 2015) del Departamento de Estado, iniciado en 1946 para ahondar en las relaciones educativas de los países de la órbita occidental, y la United States Information Agency (USIA), creada en 1953 para potenciar la diplomacia pública estadounidense (Cull, 2008). En estos marcos operativos, las organizaciones estudiantiles fueron objeto de especial atención de Langley. Inicialmente, la CIA infiltró agentes en las estructuras de la UIE, de orientación soviética cada vez más evidente, y en la USNSA, que a partir de los años cincuenta comenzó a recibir financiación encubierta procedente de screen foundations como la Foundation for Youth and Student Affairs (FYSA). Esta situación motivó el inicio de una nueva fase en la intervención de la Agencia en la esfera estudiantil, con el objetivo de crear una nueva asociación internacional que neutralizara ideológicamente a la UIE. Así nació la Conferencia Internacional de Estudiantes (CIE), fundada en Estocolmo en diciembre de 1950 bajo el impulso de las delegaciones escandinavas y anglosajonas e institucionalizada en 1952 con la creación de su Secretaría Técnica (COSEC), afincada en Leiden (Países Bajos). En este momento, el espionaje norteamericano sobre los jóvenes idealistas universitarios adquirió nuevos radios de acción en las lógicas bipolares de la Guerra Fría trazándose un mapa sentimental universitario entre las delegaciones afiliadas a la UIE y las adscritas a la CIE. La injerencia adquiría nuevos horizontes operativos a emprender, sobre todo, por las administraciones presidenciales venideras, en particular la dirigida por John F. Kennedy. Si bien, este episodio constituye otro capítulo de la historia de la Guerra Fría Cultural, brevemente expuesta en estas páginas, y aún por abordar a la luz de la enriquecedora aportación multidisciplinar de los Intelligence Studies. Un ámbito del conocimiento cuyo actor, los servicios de inteligencia, en la actualidad permanecen en la palestra pública. Precisamente, esta es la gran aportación de la disciplina histórica con su capacidad dialógica para transmitir conocimiento del pasado con implicación directa en el tiempo presente.

Bibliografía

ALDRICH, Richard J. (1997), “OSS, CIA, and European unity: The American committee on United Europe 1948-60”, Diplomacy & Statecraft, 8(1), p. 184-227.

BETTIE, Molly (2015), “Ambassadors unaware: The Fulbright Program and American public diplomacy”, Journal of Transatlantic Studies, 13(4), p. 358-372.

CARRILLO-LINARES, Alberto (2008), Subversivos y malditos en la Universidad de Sevilla (1965-1977), Sevilla: Centro de Estudios Andaluces.

CULL, Nicholas J. (2008), The Cold War and the United States information agency. American propaganda and public diplomacy, 1945-1989, Cambridge: Cambridge University Press.

DARLING, Arthur B. (1990), The Central Intelligence Agency: An Instrument of Government to 1950, University Park: Pennsylvania State University Press.

DELGADO GÓMEZ-ESCALONILLA, Lorenzo (2009), Vientos de poniente. El programa Fulbright en España, Madrid: Comisión Fulbright-LID Editorial Empresarial-AECID.

FONTANA, Josep (2011), Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, Barcelona: Pasado y Presente.

GLONDYS, Gloria (2012), La Guerra Fría Cultural y el exilio republicano español. Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1965), Madrid: CSIC.

HELLER, Francis H. (Ed.) (1980), The Truman White House the Administration of the Presidency 1945 -1953, Lawrence: University Press of Kansas.

IMMERMAN, Richard H. (2014), The hidden hand: a brief history of the CIA, Hoboken: Wiley-Blackwell.

KENNAN, George F. (1967), Memoirs: 1925-1950, Nueva York: Little, Brown, and Company.

KOTEK, Joël (1996), Students and the Cold War, Londres: Palgrave Macmillan.

LEARY, William M. (1984), The Central Intelligence Agency: History and Documents, Tuscaloosa: University of Alabama Press.

LEBOVIC, Sam (2013), “From war junk to educational exchange: The World War II origins of the Fulbright program and the foundations of American cultural globalism, 1945-1950”, Diplomatic History, 37(2), p. 280-312.

MAYERS, David A. (2023), George Kennan and the dilemmas of US foreign policy, Oxford: Oxford University Press.

NYE, Joseph (2004), Soft Power: The means of success in world politics, Nueva York: Public Affairs Books.

NYE, Joseph (1990), “Soft Power”, Foreign Policy, 80, p. 153-171.

PAGET, Karen (2015), Patriotic Betrayal: The inside story of the CIA’s Secret Campaign to Enroll American Students in the crusade against communism, New Haven: Yale University Press.

PAGET, Karen (2004), “From Stockholm to Leiden: The CIA´s Role in the Formation of the International Student Conference”, en Giles SCOTT-SMITH y Hans KRABBENDAM (eds.), The Cultural Cold War in Western Europe 1945-1960, Londres: Routledge, p. 134-167.

SAVAGE, Sean J. (1997), Truman and the Democratic Party, Limestone: The University Press of Kentucky.

Schroeder, Richard E. (2017), The Foundation of the CIA Harry Truman, The Missouri Gang, and the Origins of the Cold War, Columbia: University of Missouri Press.

SCHWARTZ, Eugene G. (Ed.) (2006), American students organize: Founding the National Student Association after World War II. An anthology and sourcebook, Washington, American Council on Education/Praeger.

SCOTT-SMITH, Giles (2002), The Politics of Apolitical Culture: The Congress for Cultural Freedom, the CIA, and Post-War American Hegemony, Londres: Routledge.

SCOTT-SMITH, Giles y KRABBENDAM, Hans (eds.) (2004), The Cultural Cold War in Western Europe 1945-1960, Londres: Routledge.

SCOTT-SMITH, Giles y LERG, Charlotte, A. (Eds.) (2017), Campaigning culture and the Global Cold War: The journals of the congress for cultural freedom, Londres: Palgrave Macmillan.

STONE, Oliver y KUZNICK, Peter (2015), La historia silenciada de Estados Unidos, Madrid: La Esfera de los Libros.

STONOR SAUNDERS, Frances (1999), The Cultural Cold War. The CIA and the World of Arts and Letters. Nueva York: New Press.

TRUMAN, Harry S. (1965), Memoirs. 1946-1952. Years of trial and hope, Nueva York: New American Library.

WARNER, Michael (1998), “The CIA’S office of policy coordination: From NSC 10/2 to NSC 68”, International Journal of Intelligence and CounterIntelligence, 11(2), p. 211-220.

WILFORD, Hugh (2014), The CIA, the British Left, and the Cold War. Calling the Tune?, Londres: Routledge.

WILFORD, Hugh (2003), “Playing the CIA´s tune? The New Leader and the cultural Cold War”, Diplomatic History, 27(1), p. 15-34.

Notas

[1] Harry S. Truman Library (HSTL). Library Collections. The Truman Doctrine. Address of the President to Congress, Recommending Assistance to Greece and Türkiye (12-03-1947).

[2] Foreign Relations of the United States (FRUS). Public Law 235 of July 26, 1947. National Security Act, Chapter 343; 61 STAT. 496. Declaration of Policy, p. 4.

[3] International Institute of Social History (IISH). ARCH00655. International Union of Students Collection (1946-1970). Folder 1. First Congress, Prague (1946). International Preparatory Committee. Report of the International Preparatory Committee upon its work (1945-1946).

[4] HSTL. National Archives Identifier 727920. Collection Official Files. Series Official Files (1945-1953). International Student Conference at Prague, OF 1094. Message from the President to the International Student Conference (17-08-1946).

[5] Illson, Murray, «Accused teachers face trial as reds», The New York Times (10-02-1950), p. 1.

[6] CIA Records Search Tool (CREST). General CIA Records. CIA-RDP78-00915R000100140001-4. International Communist Movements (01-09-1948/01-01-1949).

[7] CREST. General CIA Records. CIA-RDP78-00915R000100200003-5. Co-ordination and Control of the International Communist Movements (01-11-1948).

[8] CREST. General CIA Records. CIA-RDP83-00415R005300010002-9. World students’ new official organ of International Union of Students (02-06-1950).

[9] CREST. General CIA Records. CIA-RDP79-01090A000100020025-2. International organizations group weekly summary, number 27 (05-07-1949), pp. 2-3.

Fuente: Conversación sobre la historia

Portada: Encuentro de la National Student Association en septiembre de 1966, imagen: Gerald R. Brimacombe/The LIFE Images Collection/Getty Images

Ilustraciones:  José Luis Moreno-Pérez y Conversación sobre la historia

Artículos relacionados

La CIA y el anticomunismo de la Escuela de Frankfurt

La editorial Ruedo Ibérico en la guerra fría cultural

Aroa Moreno Durán: La hija del comunista

 


Descubre más desde Conversacion sobre Historia

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Apoya a Conversación sobre Historia

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí