Lo factual y lo imaginado en la historia del exilio de un comunista español en la RDA y su hija

 

Knud Böhle

 

 

Resumen: Una novela de éxito internacional escrita por la española Aroa Moreno Durán utiliza como tema para un doble relato de exilio la historia, poco conocida, de los refugiados republicanos de la guerra civil, sobre todo comunistas, que encontraron asilo en la RDA tras la Segunda Guerra Mundial. Katia, hija de una familia de emigrantes españoles de este grupo, ya nacida en Berlín Este, crece en la RDA, pero de adulta huye a la RFA para iniciar una nueva vida con un alemán occidental al que había conocido en la RDA. Esta decisión le resulta fatal: experimenta la RFA como un país extranjero. La reseña aborda esta historia, que abarca dos generaciones y dos experiencias de exilio diferentes, incluyendo la pregunta de cómo se entrecruzan en la novela los hechos históricos y los hechos imaginarios, y si la propia novela contribuye ―y en qué medida lo hace― a una mejor comprensión de las condiciones de vida y las influencias de los emigrantes españoles y sus hijos.

1. Introducción

Un capítulo de la historia hispano-alemana poco conocido por el público alemán es el tema de la exitosa y premiada primera novela de Aroa Moreno Durán, nacida en Madrid en 1981: el exilio en la RDA de los refugiados republicanos, sobre todo comunistas, de la guerra civil. La novela, traducida a varios idiomas, se publicó en España en 2017; en alemán, apareció en 2022 en la excelente traducción de Marianne Gareis. [Nota: La reseña se basa en la versión alemana de la novela. En la presente traducción de la reseña, se ha utilizado para las citas de la novela la versión original en español (en la variante ebook)].

Esta revisión va más allá del alcance habitual de una reseña de libro, ya que se pregunta cómo se entrecruzan en la novela los hechos históricos y los hechos imaginados y en qué medida la propia novela contribuye a una mejor comprensión de las condiciones de vida e influencias de los emigrantes españoles y sus hijos. Dado que en la actualidad existe un corpus considerable de conocimientos históricos sobre los solicitantes de asilo españoles que vivieron en el exilio en la Zona de Ocupación Soviética de Alemania (SBZ) y luego en la RDA tras el final de la Segunda Guerra Mundial (véase el apartado 7 sobre literatura), se puede intentar dar respuesta a estas preguntas. La propia autora destacó en varias entrevistas su intenso trabajo de investigación (cf. Strode 2018; Alvite 2019; Whittemore 2021), por lo que cabe suponer que aborda la historia contemporánea con conocimiento de causa. Antes de poder abordar esta cuestión, es preciso esbozar el contenido y la estructura del libro, así como lo que históricamente se sabe sobre el exilio en la RDA.

Treinta años de exilio (1971), obra de Nuria Quevedo expuesta en la VII Exposición Anual de Arte de la RDA (foto: archivo de La Vanguardia). El cuadro es un homenaje a los españoles que encontraron asilo en la RDA, a partir de la ilegalización del Partido Comunista de España en Francia y la expulsión de sus militantes en 1950
2. Una primera mirada

La novela narra una doble historia de exilio: a un pequeño número de republicanos españoles, en su mayoría comunistas, que hubieron de huir tras la guerra civil (1936-1939) y no pudieron regresar a la España de Franco, se les concedió asilo en la RDA; para muchos, era su segundo o tercer exilio. En la novela, uno de estos comunistas se reencuentra con su mujer, venida desde España, y forma una familia en Berlín Este poco después de la fundación de la RDA. La familia tiene dos hijas, Katia y Martina. La primera nace en 1950, la segunda en 1953. Ambas crecen en la RDA. Katia, que es el centro de la historia, abandona su hogar en 1971: ello suponía una fuga, «Republikflucht» en la terminología de la RDA. Deja atrás su país, Berlín, su familia y sus amigos para empezar una nueva vida con un joven de Backnang, lugar próximo a Stuttgart. Así comienza la segunda historia de exilio, esta vez configurada como un relato Este-Oeste. Alemania Occidental no se convierte en el nuevo hogar de Katia; al contrario, la experimenta cada vez más como una exiliada foránea y no querida. Con el tiempo, esto la lleva a la depresión. El país y sus gentes le resultan cada día más hostiles, al tiempo que recuerda con nostalgia la patria perdida. Por añadidura, su decisión, que resulta ser irreversible, acarrea consecuencias devastadoras no solo para ella, sino también para su familia en la RDA. Se da cuenta de ello cuando visita a su familia en Berlín en 1991, tras la reunificación: se encuentra con un mundo roto. El desenlace queda abierto, pero un nuevo comienzo no parece del todo imposible.

Tres complejos de interrogantes, no infrecuentes en el género novelístico, desempeñan cierto papel en esta narración: las consecuencias imprevistas e imprevisibles de decisiones irreversibles, el entrelazarse de la gran historia (Guerra Civil española, Telón de Acero, Guerra Fría, construcción del Muro, reunificación) con la vida de los personajes de la novela, así como el ensamblaje de cuestiones como el origen geográfico, la patria, la extranjería, la integración y la identidad.

El libro consta de cuatro partes y un breve prefacio sin título. Los epígrafes son: El Este (periodo 1956-1971), La tierra de nadie (1971), El otro lado (1972-1990), Vaterland (La   tierra de mi padre) (1992). Las partes se subdividen a su vez en breves secciones, cada una con un título, un lugar y un año.

El periodo comprendido entre 1956 y 1990 es presentado por Katia como narradora en primera persona. El procedimiento elegido parece optar por la fijación de recuerdos con el propósito de autoafirmarse. La enunciación literaria no crea discurso dirigiéndose a un público anónimo, sino que remite a la propia autora, y quizá también a una persona conocida o de confianza. El yo va recordando aquello que hace aflorar el ejercicio de la memoria, y, como es bien sabido, ello no tiene por qué ser completo ni fiable. La narradora en primera persona reflexiona sobre el carácter selectivo de los recuerdos personales: «Hay una electricidad entre emoción y memoria: […] a mayor emoción, más facilidad de que un suceso pueda ser recordado. La emoción es el filtro…».

En la mencionada introducción, de dos páginas, y en la última parte de la novela, Vaterland, no es el narrador en primera persona, sino una voz narrativa más distanciada la que toma la palabra. Más concretamente: las acciones, pensamientos y sentimientos de Katia se relatan como si ella misma se observara desde fuera. Esto podría interpretarse como que la autora quiere mostrar que la protagonista es capaz de tomar distancia al final de la historia. Al final de la novela le sucede una página con una única frase:

Veintisiete años después de la caída del de Berlín, existen en el mundo más de quince muros con los que se trata de impedir el flujo de personas de forma violenta.

En la página siguiente figura un pasaje con el epígrafe «Agradecimientos», donde se nombra en primer lugar a Mercedes Álvarez y Núria Quevedo. Esta referencia es reveladora, pues ambas eran hijas de conocidos comunistas españoles (Ángel Álvarez Fernández y José Quevedo), y crecieron en la RDA. En una larga conversación, que se publicó como libro en 2004, ellas habían aportado información sobre sus vidas y la de sus respectivos padres (Álvarez y Quevedo 2004). Independientemente del libro, ambas personas fueron entrevistadas varias veces por investigadores sobre el tema del exilio en la RDA (Drescher 2008, Denoyer 2011). Sin el encuentro con estas «hijas de comunistas», esta novela de Aroa Moreno Durán no habría existido.

Mercedes Álvarez (derecha) en la conferencia de prensa de la FDIM en Berlin 1974 (foto del libro de Mercedes Álvarez y Nuria Quevedo, «Ilejanía-Unferne: die Nahë des Vergessenen. Ein Gespracht». BasisDruck: Berlin 2004)
3. Acontecimientos, experiencias y vivencias en la novela

La protagonista y narradora en primera persona, Katia, nació en Berlín Este el 21 de febrero de 1950. El registro de los acontecimientos de 1956 a 1991 sigue en gran medida un orden cronológico. Sólo esporádicamente se incorpora información de otros tiempos, de otros lugares y sobre otras personas.

Los padres de Katia son españoles que viven en condiciones de hacinamiento en su exilio en Berlín Este. Katia tiene una hermana, Martina, tres años menor que ella. Su padre, Manuel, es un comunista acérrimo y pro-Moscú, agradecido a la RDA por haberle concedido asilo. En cuanto a su posición política, la novela recuerda que el padre llegaba a enfadarse mucho cuando se trataba de la Ostpolitik alemana, a la que se oponía. Especialmente acalorada fue su indignación cuando Willy Brandt recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970: «escúchame, Isabel, esto es el primer paso para el fin de todo en lo que creímos. El fin, Isabel, el fin».

A Isabel, la madre, le importan poco el partido y la política. Enseña a sus hijos a rezar y a entonar el mea culpa. Se niega a aprender alemán, está mal integrada, sufre mucho y vive el exilio como una extraña. Los detalles de la historia de los padres, especialmente la del padre, se tratarán con más detalle más adelante en el contexto histórico.

En los recuerdos de Katia están muy presentes las experiencias de control y vigilancia en la RDA, una atmósfera en la que cada palabra debe ser bien medida porque existe un peligro latente de delación. En la novela también se plantan deliberadamente huellas que más tarde pueden relacionarse con la actividad del padre como colaborador informal (Informeller Mitarbeiter, IM) de la Stasi. Katia recuerda un encuentro de la familia con españoles exiliados críticos de la RDA en Leipzig: «Solo papá dijo ―ya está, familia, debemos estar agradecidos a esta república―. Nunca más volvimos a verlos». Otro ejemplo: tras un encuentro en compañía de su padre con un peculiar exiliado español que impartía clases como profesor en la Universidad Humboldt, descubre que poco después éste ya no enseñaba allí.

El clima de vigilancia es palpable. También se alude sutilmente a la RDA como estado controlador en una escena en la que Katia está leyendo en clase la famosa novela de Anna Seghers La séptima cruz, que tiene escondida bajo el pupitre. Cuando el profesor le pregunta qué está leyendo, se encuentra precisamente en este punto de la novela:

Un miedo que nada tenía que ver con su conciencia; el miedo de los pobres, el miedo de la gallina ante el gavilán, el miedo ante la persecución del Estado. Ese miedo ancestral que indica a las claras quién es el Estado, mejor que las constituciones y los libros de historia.

A pesar de esta percepción de control y vigilancia, su principal punto de referencia ―antes de la erección del Muro e incluso después― es su pequeña familia, que mantiene por lo que parece escaso contacto con el mundo exterior, tanto con españoles como con alemanes. La familia es su hogar. A finales de los sesenta y principios de los setenta, se produce una apertura. Katia empieza a estudiar y ayuda a preparar el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. En este contexto, encuentra también una buena amiga, cubana, llamada Julia. Katia parece estar en vías de integrarse en la sociedad de la RDA.

X Festival (foto del blog jugendopposition in der DDR)

En noviembre de 1969 aparece por Berlín Este un estudiante de Alemania Occidental, Johannes, de Backnang, que se interesa por ella y se mantiene en contacto con ella durante los dos años siguientes. En 1971, Katia deja atrás a su familia, sus estudios y su amiga, y «cruza al otro lado». Por ser más precisos: son unos especialistas en ayudar en las fugas, a sueldo (financiados por los padres de Johannes), quienes hacen posible su huida a través de Checoslovaquia y Austria hasta la República Federal.

Katia tiene dificultades para enfrentarse al nuevo entorno, que percibe crecientemente como extranjero y hostil. A ello se añaden los remordimientos. Cuando recibe la noticia de la muerte de su padre en una llamada telefónica hacia 1980, su sufrimiento aumenta aún más. Se arrepiente de su decisión irreversible. A pesar haber satisfecho las normas de Suabia (matrimonio y casa, dos hijos, dos coches), en su interior se aleja cada vez más de su entorno, se retrae, se deprime y pierde la iniciativa. Desarrolla una fuerte aversión no solo hacia la sociedad alemana occidental, sino también hacia Johannes, su marido y padre de sus hijos. Recuerda la RDA con añoranza creciente como una patria perdida. El 4 de octubre de 1990, fecha bien elegida por la autora, se divorcia de él, inmediatamente tras el Día de la Unidad Alemana.

Su camino de integración y su búsqueda de una identidad han fracasado. Katia está psicológicamente enferma. El bastidor compuesto por el fracaso de su construcción identitaria y sus sentimientos de culpa y su depresión explica, en la opinión del autor de esta reseña, la atribución de culpa que Katia hace a su entorno personal y a la sociedad de la República Federal de Alemania. La narradora en primera persona encuentra impresionantes hallazgos expresivos para evocar su falta de hogar y su depresión. He aquí algunos ejemplos:

«Si la guerra era fría, yo estaba congelada».

Ante la noticia de la muerte del padre, escribe: «Solamente dejó aquella información que, como una piedra, me hundió en un fango denso, en una cabeza desordenada para siempre, negro, oscuro».

En referencia a sus desganados retozos con el marido, ahora ya no amado, ofrece el siguiente recuerdo: «Dos cuerpos en contradicción. Johannes me agarró con fuerza. Nos abrazamos durante varios minutos. Y entonces todo sucedió con lentitud. Con demasiada lentitud».

La pérdida del amor y el distanciamiento hacia el marido los atribuye al hecho de «[que yo] guardara un frío rencor a Johannes por haberme arrancado de lo que fue mi vida».

Katia formula su desilusión de forma sucinta y punzante: «Johannes lo dejo todo por ti, Johannes que me quitaste todo. Johannes no existen fronteras, Johannes muro».

Cuando se divorcia, le vienen ideas nostálgicas y patéticas: «Yo era hija de un país antifascista, de un país que creía en la liberación, de un país presionado y empobrecido, rural y seguro, y, de alguna manera, tenía que rebelarme y marcharme de este otro».

Ella es consciente de que se trata de una «cadena de pensamientos desconectados», porque por entonces ya aquel país, la RDA, no existe.

Tras la caída del Muro en 1989, pasan otros dos años hasta que visita a su madre y a su hermana. En 1991, se produce el final en Berlín: nos enteramos de todo lo que ha sucedido desde que Katia se marchó hace veinte años, cosas totalmente ignoradas por ella. Su madre nunca ha asumido su marcha y ahora languidece en una silla de ruedas, cuidada por Martina. Al parecer, su padre fue detenido poco después, culpado por la fuga de Katia, y murió tras un largo encarcelamiento en una prisión de la RDA (en cualquier caso, después de 1981), siendo aún un comunista ortodoxo, aunque sin esperanza. Los archivos de la Stasi sobre su padre muestran que había estado espiando a otros españoles exiliados como colaborador informal de la Stasi desde 1962.

La historia termina en 1991. La última palabra de la novela es poyejali. Esta palabra rusa ya había aparecido en otro punto de la novela, cuando Katia abandona la RDA: «Poyejali, me dije. Igual que Yuri Gagarin a bordo del Vostok 1, me fui sin saber que, como el cosmonauta, tampoco encontraría a Dios al otro lado».

No se sabe con certeza qué significa esta palabra de despedida, colocada al final de la novela: tal vez un nuevo comienzo. Si se toma también en consideración la primera frase del prefacio de la novela, «Katia Ziegler destapa la estilográfica con la que ha firmado todos los documentos importantes de su vida», podría entenderse que el primer paso de este nuevo comienzo es escribir sus recuerdos.

Una vez expuestas las líneas principales de la trama, el siguiente paso es presentar brevemente el estado de la ciencia histórica sobre el tema de los refugiados españoles de la guerra civil en la RDA.

Entrada al archivo central del Ministerio para la Seguridad del Estado (MfS, también conocido como Stasi) en Berlin, en una imagen tomada en marzo de 2019 (foto: REUTERS/Fabrizio Bensch)
4. Refugiados de la Guerra Civil española en la RDA: un reducto

No fue hasta poco después del cambio de milenio cuando comenzaron los estudios científicos sobre el tema (Heine 2001). A este interés inicial le siguió un número considerable de trabajos académicos. Ya en 2012 se disponía de un nivel de investigación que permitía hacerse una idea general sobre la situación de los españoles exiliados en la RDA. Son diversos los enfoques y los interrogantes planteados en los trabajos, al igual que hay diferencias en los detalles. No obstante, se puede contar con una imagen de conjunto generalmente compartida.

En primer lugar, es importante distinguir entre dos grupos de españoles exiliados en el periodo 1945-1956. El primer grupo estaba formado por los españoles que se hallaban en la SBZ y en el sector oriental de Berlín tras el fin del régimen nazi en 1945, casi todos los cuales habían sido «soldados de la República en la Guerra Civil española» (Uhl 2004, p. 235). Entre ellos se encontraban por lo general los españoles que habían sido traídos a Alemania desde su exilio en Francia para realizar trabajos forzados y que, en su mayoría, habían tenido que trabajar para la industria armamentística (acerca de los trabajadores forzados en los campos satélite de los campos de concentración, véase Meerwald 2022 y la reseña sobre esta obra en Spanienecho). Tras la toma de Berlín, la Unión Soviética permitió a este grupo de personas regresar a Francia o a la Unión Soviética o permanecer en Berlín (Alted Vigil 2002, p. 143). Este grupo de personas podría ampliarse para incluir otros elementos, como trabajadores contratados voluntarios de la España de Franco o españoles pro-franquistas en suelo alemán. Se estima el tamaño del grupo en unas cuarenta o cincuenta personas (Eiroa 2018, p. 145) o unas pocas docenas (Kreienbrink 2005, p. 319).

El núcleo de este grupo, que se consideraba republicano y comunista, se constituyó a partir de 1947 en el comité de ayuda a las víctimas del fascismo llamado ERE (Emigración Republicana Española) (Uhl 2004, p. 236). Según datos de esta organización, en 1948 contaba con unos treintaicinco miembros (Kreienbrink 2005, p. 319). José Quevedo estuvo inicialmente al frente de la organización. Sin embargo, el SED y el PCE denegaron el reconocimiento del comité. Dolores Ibárruri, secretaria general del PCE por entonces, afirmaba en una carta muy citada a Wilhelm Pieck (Presidente del SED), con fecha del 9.9.1947: «Incluso los que estuvieron en campos de concentración y no fueron a Francia con los demás deben ser tratados con cautela. En cualquier caso, no podemos garantizar a ninguno de ellos. Por lo tanto, le rogamos que no recurra a esos españoles, porque no son políticamente fiables en absoluto» (usamos para la cita el texto de Poutrous 2004, p. 364). El ERE fue disuelto más tarde, en 1949. Posteriormente, se prohibió a los miembros de este grupo afiliarse al PCE o al SED, pero no se llegó a expulsar a ningún miembro de este grupo de la RDA (Drescher 2008, p. 36).

El segundo grupo de refugiados españoles de la guerra civil llegó a la RDA en 1950 como consecuencia de la acción policial denominada «Opération Boléro-Paprika», ordenada por el Estado francés en septiembre de 1950 y dirigida contra miembros de partidos comunistas extranjeros, especialmente del PCE. Fueron detenidas 292 personas de doce naciones, entre ellas 251 españoles. En el curso de la Guerra Fría, los comunistas españoles ya no eran considerados como una oposición antifranquista, sino como una quinta columna estalinista. «Al final, como resultado de la operación Boléro-Paprika, 176 españoles fueron detenidos y la mayoría puestos bajo arresto domiciliario en Córcega o Argelia. Pero treintaitrés de ellos fueron deportados inmediatamente a la RDA por el Ministerio del Interior vía Estrasburgo. Unos meses más tarde tuvo lugar la reagrupación familiar en Dresde» (Denoyer 2011, p. 98). La operación Boléro-Paprika ha sido descrita en varias ocasiones (Heine 2001, Poutrous 2004, Uhl 2004, Kreienbrink 2005, Drescher 2008; con particular detalle, en Denoyer 2017, pp. 29-100; Eiroa 2018 estudia el exilio de comunistas españoles en la RDA y otros estados socialistas tras el Telón de Acero).

En mayo de 1951, el colectivo de Dresde (término utilizado tanto por el PCE como por el SED) contaba con 85 personas: 31 hombres, 21 mujeres, 33 niños y adolescentes. A grandes rasgos, estos españoles fueron bien tratados en la RDA, se les dio trabajo y vivienda y se les reconoció como víctimas del nacionalsocialismo. El trato comparativamente bueno a estos exiliados comunistas debe verse también a la luz de la legitimación de la RDA y de su mito fundacional como estado antifascista. La lucha de los comunistas alemanes en las Brigadas Internacionales y las notables trayectorias de antiguos combatientes alemanes en España en la política de la RDA, y ahora la acogida en la RDA de antiguos camaradas de armas expulsados de Francia, son partes de un único relato (para una discusión detallada, véase Uhl 2004). En este contexto, Denoyer afirma que los «españoles fueron instrumentalizados por la dirección de la RDA, a veces en un grado considerable, con el fin de obtener cierta legitimidad y ganancia de prestigio a expensas de su presencia, tanto a nivel internacional como frente a su propia población» (Denoyer 2011, p. 102).

Sin embargo, estos españoles exiliados también estaban vigilados y controlados por el Partido Comunista de España, el SED y, en algunos casos, el Ministerio de Seguridad del Estado. No hay que olvidar que los miembros del colectivo de Dresde también estaban «estrechamente vigilados por los suyos» (Uhl 2004, p. 243). El mayor colectivo de españoles comunistas en el exilio estaba en Dresde. También había otro, más pequeño, en Berlín (Chmielorz 2016). En 1960 se fundó un tercer colectivo en Leipzig (Denoyer y Faraldo 2011, p. 194), que tiene menos interés aquí porque ya no se trata de refugiados de la guerra civil, sino principalmente de estudiantes «que habían cumplido condena en prisión en España por motivos políticos» (Kreienbrink 2005, p. 324).

Hasta 1968 se puede hablar de una estrecha cooperación entre el PCE y el SED. Tras la Primavera de Praga y la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia, las relaciones entre el PCE, ahora eurocomunista, y el SED, leal a Moscú, se deterioraron (véase Denoyer y Faraldo 2011, pp. 190-197). Este conflicto provocó tensiones en el seno del PCE, expulsiones de partidos y fundación de nuevas formaciones. También dividió a los colectivos de exiliados españoles en Dresde y Berlín, en los que la mayoría de los miembros seguían defendiendo la ortodoxia prosoviética y condenaban la línea oficial del partido de Santiago Carrillo. Esta disputa dificultó la convivencia en los colectivos (Denoyer y Faraldo 2011, p. 194 y ss.). Una parte ya no hablaba con la otra y las personas se evitabam (Drescher 2008, pp. 63-68; para el colectivo de Berlín, Chmielorz 2016). El Ministerio de Seguridad del Estado, MfS, también controlaba y observaba a los miembros de los colectivos con la ayuda de colaboradores españoles no oficiales (Denoyer y Faraldo 2011, p. 96). «El distanciamiento definitivo entre el SED y el PCE tuvo lugar en 1973, cuando el gobierno de la RDA estableció relaciones diplomáticas con la España franquista» (Denoyer y Faraldo 2011, p. 197).

Exiliados españoles en la RDA (foto: El País)
5. La historia en la novela, y la disciplina histórica
5.1 Lo que se nos dice del padre

Katia no sabía gran cosa del padre: «Pero papá no contó nada porque nadie preguntó». Con motivo de cumplir dieciocho años su hija, la madre le proporciona algunos datos clave sobre la historia familiar. En 1936, el padre se fue a la montaña como voluntario en la Guerra Civil española para luchar por la Segunda República española contra los sublevados. En el verano de 1937, reapareció en el pueblo durante tres días; se casaron: «En nuestro relato familiar, lo siguiente es mi padre en el treinta y ocho saliendo de España y llegando a Moscú». Allí se convierte en «un pequeño comisario de provincias» (sea esto lo que se quiera, KB). En 1946 abandona la URSS y se traslada a Dresde (SBZ), donde comienza a aprender alemán. La madre de Katia sigue a su marido al exilio en 1946, dejando atrás la España franquista con arriesgados expedientes. «Mis padres se encontraron en Dresden…  en una pequeña comunidad de españoles». Consiguieron alojamiento y trabajo gracias al Partido. La madre de Katia deseaba entonces «que papá se alejara del partido» y consecuentemente impulsó el traslado a Berlín. Katia vino al mundo allí en 1950 y su hermana Martina tres años después. La mención de la «historia familiar» implica sin duda la posibilidad de que no todo lo que dice la madre de Katia sea cierto.

De la literatura sobre el exilio de los refugiados españoles de la guerra civil en la Unión Soviética se sabe que al final de la guerra civil en marzo/abril de 1939 (no en 1938) unos 1.000 españoles, en su mayoría pertenecientes o cercanos al PCE, fueron acogidos por la Unión Soviética. La mayoría de estos refugiados solo pudieron abandonar la URSS tras la muerte de Stalin. Sin embargo, en un estrecho intervalo temporal en torno a 1946, a algunos españoles se les permitió ir a Francia o América Latina (Alted 2002, pp. 131, 138ss., 143; y Lister 2005, p. 301). No hay indicios de que ninguna de estas personas fuera a la SBZ.

A tenor de lo indicado en la bibliografía, parece muy poco probable que un miembro del Partido Comunista de España, que había pasado ocho años en la URSS y no hablaba alemán, decidiera ir a Dresde en 1946, antes de que se fundara la RDA. El colectivo de exiliados de los comunistas españoles en Dresde al que se alude no existía en aquel momento; sólo surgió a raíz de la operación Boléro-Paprika en 1950/51. La decisión de trasladarse de Dresde a Berlín, siguiendo los deseos de la esposa, porque no apreciaba la proximidad de su marido al partido, supone también un grado de libertad de elección por parte del individuo bastante improbable. Es difícil imaginar un simple cambio de residencia sin la aprobación del SED y el PCE. La novela tampoco establece ninguna relación entre el traslado de Dresde a Berlín y el pequeño colectivo de comunistas españoles que existió en Berlín a partir de 1950/51.

Por lo tanto, Moreno Durán ha construido una biografía del padre muy atípica, por no decir imposible. Se mezclan los datos sobre los españoles exiliados que vivían en suelo alemán antes de la fundación de la RDA y los que llegaron a Dresde en 1950/51 con la Operación Boléro. Hubiera sido fácil para la autora proporcionar una biografía históricamente más realista del padre, por ejemplo, como refugiado de la guerra civil que, tras un primer exilio en la URSS (1939-1946), llegó a Francia en 1946, para ser deportado a la RDA en 1950 como consecuencia de la Operación Boléro, agregándosele su esposa al año siguiente.

José Quevedo en la trastienda de la librería. Berlín, Bersarinstrasse (hoy Petersburger Strasse), 1953 (foto del libro de Mercedes Álvarez y Nuria Quevedo Ilejanía-Unferne: die Nähe des Vergessenen. Ein Gespräch. BasisDruck: Berlin 2004)
5.2 La aparición en la novela de José Quevedo, el profesor De Vega

La persona del profesor español De Vega en la Universidad Humboldt de Berlín merece especial atención para comprender el encuadre histórico que la autora hace suyo. De él sabemos que estuvo del lado de la República española, huyó de la España franquista y abrió una librería en Berlín ―ya en la época del nacionalsocialismo― y colgó en ella un retrato de Franco para engañar a los nazis. Poco después de conocer a Katia (en 1971) y a su padre, de quien el lector se entera más tarde que espiaba a otros españoles exiliados, De Vega deja de dar clases en la universidad.

En la persona de este conferenciante se adivina la de José Quevedo, bien conocido por los historiadores (cf. p. ej. Uhl 2004, p. 236ss., Drescher 2008, p. 37), de cuya vida hizo su hija Núria Quevedo un relato detallado y fascinante en 2004, en conversación con Mercedes Álvarez (Álvarez y Quevedo 2004). José Quevedo es conocido como dirigente de la Asociación de Emigrantes Republicanos y Comunistas ERE (véase más arriba), fundada en 1947. Fue miembro del PCE en España y fiel soldado de la aviación. En 1939 tuvo que huir de España, pasó por varios campos de internamiento franceses y luego trabajó en la industria armamentística alemana en Berlín de 1941 a 1945 (como muchos refugiados de la guerra civil deportados de Francia o reclutados a través de la organización Todt). En su apartamento de Berlín tenía una foto de Franco encima de la cama. Después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1952, trajo de España a su mujer y a su hija Núria. Para entonces ya había abierto la «Librería Internacional Quevedo». En la Universidad Humboldt dio clases a través del gran romanista Werner Krauss (a quien Hans Ulrich Gumbrecht dedicó en 2002 un memorial muy sensible y conmovedor). Quevedo enseñó en la HU hasta 1954. Entonces, sin embargo, se solicitó a Dresde un nuevo profesor de español y, según Drescher, «hay que suponer indudablemente que hubo una destitución forzosa de Quevedo» (Drescher 2008, p. 115). Por cierto, un reportaje de Deutschlandfunk sobre el colectivo de españoles exiliados de Berlín Este (Chmielorz 2016) confirma que hubo trámites para contratar a un nuevo profesor de español en 1954.

Las similitudes entre el personaje de la novela y los recuerdos que Núria Quevedo tiene de su padre son asombrosas. Sobre el profesor De Vega se indica en la novela que «se jactó… de ser descendencia del mejor poeta en español de todos los tiempos, Lope de Vega». Núria Quevedo recuerda a su padre: «Mi padre siempre soñó con ser descendiente de Don Francisco» (Álvarez y Quevedo 2004, p. 33). En evidente referencia a los escritores del Siglo de Oro Félix Lope de Vega y Francisco de Quevedo.

Ante la indignación del comunista ortodoxo por su peculiar estilo de vida, responde De Vega: «Ya, ¿qué va a venir a contarme la vida usted a mí? Supervivencia lo llamo yo». Núria Quevedo, ante el hecho de que su padre trabajó para los nazis, responde: «Con tal de salvar la vida, uno lo intentaba todo, no hay duda» (Álvarez y Quevedo 2004, p. 25).

Desde el punto de vista de la verosimilitud histórica, la historia del señor De Vega es altamente improbable. ¿Cómo pudo un refugiado republicano de la guerra civil, que había encontrado el camino a la Alemania nazi, abrir una librería en Berlín en tiempos de guerra y luego seguir dirigiéndola en la RDA hasta por lo menos los años setenta? El empleo habitual de los refugiados españoles de la guerra civil en la Alemania nazi era como trabajadores contratados o forzados en la industria armamentística.

Hay un juego intertextual oculto entre la novela y los recuerdos de Núria Quevedo y Mercedes Álvarez. La figura del profesor De Vega, tal como se muestra, incorpora visiblemente información sobre José Quevedo. Asimismo, en el decorado de los miembros del núcleo familiar formado por el padre, la madre, Katia y la hermana Martina, aparecen numerosos fragmentos de los recuerdos de las dos verdaderas hijas de comunistas. Alejándose de la conocida frase «todo parecido con personas vivas o muertas es pura coincidencia», los parecidos con personas vivas o muertas en la obra de Moreno Durán no son en absoluto accidentales. Lo que ocurre es que las biografías sobre los destinos de distintos refugiados que ha construido a partir del material disponible no son fiables en algunos aspectos. Pero a la mayoría de los lectores no deberían molestarles las pequeñas incoherencias históricas.

Nuria Quevedo con su madre y hermana ante la librería, hacia 1954 (foto del libro de Mercedes Álvarez y Nuria Quevedo Ilejanía-Unferne: die Nähe des Vergessenen. Ein Gespräch. BasisDruck: Berlin 2004)
5.3 La ausencia de preocupaciones políticas en Katia

La historia contemporánea queda en gran medida al margen de la novela, ya que la protagonista es retratada como apolítica. Ello es particularmente evidente en el hecho de que el conflicto entre los comunistas leales a Moscú y el Partido Comunista Español bajo la dirección de Santiago Carrillo, que seguía una línea eurocomunista y que dividió a los exiliados españoles en la RDA en dos bandos desde finales de los años sesenta, tanto en Dresde como en Berlín, no aparece en ninguna parte (véase más arriba). Ni siquiera la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968, condenada por el PCE y apoyada por el SED, que exacerbó el conflicto existente entre los exiliados, se cuela en la novela, aunque la protagonista tiene entonces dieciocho años, conoce a otros jóvenes y estudia en Berlín. Lo que le preocupa en 1971 es el décimo Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que ella ayuda a preparar. El hecho de que dicho festival no se celebrara en 1971, como se afirma en la novela, sino en 1973, no es decisivo para el curso de la historia.

No se presta tampoco atención al conflicto entre el SED y el PCE en torno a 1973, cuando la RDA reconoció diplomáticamente el régimen de Franco. Tampoco se mencionan las manifestaciones en la República Federal contra el régimen en España en su brutal fase final. Deprimida y atrincherada en la región de Suabia, la protagonista vive la República Federal de los años setenta y ochenta con los clichés de los años cincuenta: conseguir una casa, coche, hijos, el marido trabajando hasta caer rendido, bebiendo sus cervezas ante el televisor cada noche, la mujer atada a la casa. La percepción de los cambios políticos y de la realidad tanto en la RDA como en la República Federal parece extrañamente limitada y nublada.

5.4 Los problemas de identidad de Katia

El tema de la difícil formación de la identidad de los hijos de comunistas españoles en la RDA ha sido objeto de estudio académico (Denoyer 2011, 2017). Por lo general, eran importantes al menos dos fuentes de identidad: una, que los padres transmitían a sus hijos, y otra que ofrecía el país de acogida (Denoyer 2011, p. 106). A menudo, sin embargo, un tercer país, Francia o Rusia, por ejemplo, también desempeñaba un papel. Precisamente, las ricas biografías de Mercedes Álvarez y Núria Quevedo muestran de forma impresionante que la experiencia del exilio de las hijas de comunistas también puede generar nuevas identidades, complejas y exitosas.

También es interesante en el estudio de Denoyer la constatación de la gran importancia de la RDA y el apego a ella: «No es un factor menor el hecho de que los hijos de los exiliados han desarrollado una relación especial, en tanto que duradera, con la RDA. Aunque ciertamente reconocen las debilidades del régimen de Alemania del Este y condenan la falta de libertad que allí reinaba, defienden hasta hoy el país desaparecido […]» (Denoyer 2011, p. 108). Denoyer añade: «Para la segunda generación de españoles en la RDA, el exilio político [se convirtió entonces] en una experiencia biográfica estructurante en la que el sentido de la nacionalidad y de la identidad, así como las relaciones con la sociedad de origen y de acogida, tuvieron una importancia especial» (Denoyer 2011, p. 109).

Lo mismo puede decirse de la protagonista de la novela. Con respecto a su infancia y juventud en la RDA, se puede hablar de una «experiencia biográfica estructurante». En años posteriores, sin embargo, su punto de referencia es diferente: son las decepcionantes experiencias en la República Federal las que la llevan a un creciente rechazo de las condiciones de vida allí y a una revalorización nostálgica de la RDA.

Queda por preguntarse qué papel desempeña España, como «sociedad de origen» transmitida a través de los padres, en la formación de la identidad de la protagonista. El hecho de que Katia proceda de una familia de emigrantes españoles en la RDA apenas desempeña un papel en su desgracia y sufrimiento en la novela. No se siente atraída por España y no intenta establecer contacto con sus parientes en España. En 1989, pisa suelo español por primera vez en su vida. Un viaje a España planeado y forzado por su marido, Johannes, sin su conocimiento, se convierte en un fiasco. La visita obligada al pueblo natal de sus padres, Dos Aguas, se interrumpe bruscamente. España no es un hogar posible para ella y, desde luego, no es un lugar de añoranza. Con su historia de vida y la historia migratoria de sus padres, no parece tener conexión alguna con la España actual. Sus problemas de identidad, marcados por la vergüenza y el sentimiento de culpa, son probablemente los principales responsables de este sentimiento. El hecho de que España se constituyera como monarquía después de Franco y que la tematización política de las injusticias cometidas contra los republicanos fuera prácticamente inexistente en aquel momento (1989), por otra parte, es probablemente menos relevante para el sentimiento de no pertenencia de Katia.

Katia representa no sólo un caso atípico, sino también altamente improbable, de española exiliada de segunda generación. Su conflicto de identidad es predominantemente interior: RFA = extranjería, frente a RDA = patria. Su desconocimiento político es tal que ni siquiera defiende los logros de la RDA en cuanto al papel de la mujer en un sentido progresista. Los valores comunistas de su padre tampoco la llevan a orientarse políticamente ni siquiera a organizarse. Lo que queda es una joven inmadura que se traslada de la RDA a la RFA por una relación sentimental, se siente decepcionada tanto por la relación como por la vida en Occidente, permanece allí como una extraña, se deprime y añora su antiguo hogar.

El autor de esta reseña ignora si se dio el caso de que la hija de uno de los pocos comunistas españoles exiliados en la RDA se fuera alguna vez a la RFA, y de que un comunista español ortodoxo llegara a ser condenado a diez años de cárcel (y finalmente incluso muriera en prisión) porque su hija adulta había huido a la RFA. Si tal historia hubiera existido realmente, difícilmente habría permanecido oculta a los exiliados españoles y, por tanto, se habría conocido.

Ciudadanos de la República Democrática Alemana atraviesan la frontera entre Hungría y Austria para pasar a la República Federal Alemana en 1989 (foto: Picture Alliance/Imagno/Votava)
6. Reflexión final

Queda por decir que la novela de Moreno Durán llama la atención sobre un apasionante capítulo de la historia germano-española: la vida de los refugiados españoles de la guerra civil y sus hijos en la RDA. La capacidad lingüística de la autora para transmitir al lector situaciones, estados de ánimo y sensibilidades con pocas palabras, frases cortas y concisas, condensaciones poéticas, comparaciones originales, contrapuntos, alusiones y silencios es su punto fuerte. Por eso muchos disfrutarán inicialmente con la novela, siguiendo a la protagonista mientras rememora sus años en la RDA de 1956 a 1971 de forma anecdótica, colorista y con su peculiar estilo. La parte que transcurre en la República Federal de Alemania decae considerablemente.

El período comprendido entre 1971 y 1991, que transcurre en la RFA, es un tiempo de plomo. Sólo partiendo de la base de una depresión creciente de la protagonista, una capacidad de acción paralizada y una percepción del mundo a través del velo del sufrimiento psicológico, puede parecerle creíble esta parte al autor de esta reseña. La depresión, junto con el desinterés de la protagonista por los acontecimientos políticos de aquí y de allá, y la poca importancia que España juega para su identidad, reducen esta parte a una construcción artificial cifrada en las ecuaciones Este = Hogar, Occidente = Extranjero. En cierto modo, lo ingenioso de todo ello es que la protagonista repite el destino de su madre, que vivió la RDA como extranjera, no se integró y no quiso integrarse. Katia sería así mucho más hija de su infeliz madre que de su padre comunista. El paralelismo llega hasta el punto de que la fatal decisión de la madre residente en España de seguir a su marido a la RDA se repite en la fatal decisión de su hija de seguir a su posterior marido Johannes a la RFA. Extrañeza y sufrimiento para madre e hija en ambos bandos. El corazón de una había de helarse en la RDA, el de la otra en la RFA.

El examen de la relación entre los hechos y la ficción en la narración ha demostrado que, contrariamente a lo que esperábamos, la autora no pretende ajustar de la mejor manera posible su construcción novelesca a los hechos históricos conocidos y a la realidad de la vida de los exiliados de primera y segunda generación, profundizando así en nuestra comprensión de sus vidas y destinos. Por el contrario, se hace mucho por mantener la realidad a distancia. La constelación RDA-RFA elegida es en principio (hasta que se demuestre lo contrario) producto de la imaginación, pura ficción. El medio más importante para mantener la realidad a distancia se encuentra en la constitución psicológica del protagonista tras su traslado a la RFA, que parece casi orientada a no ver la realidad con claridad: por su inmadurez, su falta de interés por los acontecimientos políticos, su falta de iniciativa y, sobre todo, por su depresión.

Se aprende mucho sobre las hijas de los comunistas españoles en la RDA en la conversación entre Mercedes Álvarez y Núria Quevedo (en alemán 2004, en castellano 2012). Lo que todavía falta sería una obra histórica bien fundamentada sobre los refugiados republicanos que ya se encontraban en Alemania en 1945, inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial, y que posteriormente vivieron en la RDA. La vida aventurera de José Quevedo merece un relato propio.

 

7. Bibliografía

 

Alted Vigil, Alicia: Los exilios en la España contemporánea. En: Ayer (Asociación de Historia Contemporánea), 2002, nº 47, pp. 129-154.

Álvarez, Mercedes y Quevedo, Núria: Ilejanía-Unferne: die Nähe des Vergessenen. Ein Gespräch. BasisDruck: Berlin 2004

Álvarez, Mercedes y Quevedo, Núria: Ilejanía. La cercanía de lo olvidado (un diálogo sobre el exilio). Muséu del Pueblu d’Asturies y Ayuntamientu de Xixón: Gijón 2012; ISBN 978-84-96906-33-4; también está disponible una versión pdf del libro.

Alvite, Maite, en conversación con Aroa Moreno Durán. Diario de Ibiza, del 13 de marzo de 2019

Chmielorz, Rilo: Operation Bolero. Das spanische Kollektiv in Ost-Berlin. Manuscrito para la emisión de Deutschlandfunk el 10 de mayo de 2016 (19:15-20:00)

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Denoyer, Aurélie: Integration und Identität. Die spanischen politischen Flüchtlinge in der DDR. En: Kim Christian Priemel (ed.): Transit-Transfer: Politik und Praxis der Einwande­rung in die DDR 1945-1990. Sächsische Landeszentrale für Politische Bildung: Dresden 2011, S. 98-112

Denoyer, Aurélie: Exil als Heimat. Die spanischen kommunistischen Flüchtlinge in der DDR. Individuelle Lebensläufe, Kollektivgeschichte. Proyecto de tesis doctoral. En: The International Newsletter of Communist Studies XVIII, (2012), nº 25. pp. 40-43

Denoyer, Aurélie: L’exil comme patrie. Les réfugiés communistes espagnols en RDA (1950-1989). Trajectoires individuelles, histoire collective. En: Trajectoires 6 | 2012. Disponible en línea.

Denoyer, Aurélie: L’exil comme patrie. Les réfugiés communistes espagnols en RDA (1950-1989). Presses universitaires de Rennes: Rennes 2017; disponible en línea; publicación basada en la tesis de 2012.

Denoyer, Aurélie y Faraldo, José M.: «Es war sehr schwer nach 1968 als Eurokommunis­tin». Emigration, Opposition und die Beziehungen zwischen der Partido Comunista de Es­paña und der SED. En: Arnd Bauerkämper und Francesco Di Palma (eds.): Bruderparteien jenseits des Eisernen Vorhangs. Die Beziehungen der SED zu den kommunistischen Parteien West- und Südeuropas (1968–1989). Ch. Links Verlag: Berlin 2011, pp. 186-202

Drescher, Johanna: Asyl in der DDR. Spanisch-kommunistische Emigration in Dresden (1950-1975). vdm-Verlag: Saarbrücken 2008

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Aroa Moreno Durán: Die Tochter des Kommunisten. btb Verlag: München 2022, ISBN 978-3-442-75904-0

Aroa Moreno Durán: La hija del comunista (Kindle-Version). Penguin Random House Grupo Editorial España: Barcelona 2017, ISBN: 978-84-15451-81-5

 

Fuente: Spanienecho 18 de marzo de 2023. En alemán Spanienecho 23 de febrero 2023

Traducción: Pascual Riesco Chueca

Portada: X Festival Mundial de los estudiantes, celebrado en Berlín en 1973

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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