Presentación

Narrar y explicar las luchas por la igualdad y la libertad es siempre el mejor homenaje que los historiadores podemos hacer a quienes se han implicado en ellas a lo largo de la historia. Precisamente esta es la idea que guía la amplia obra en dos volúmenes, uno que acaba de publicarse y un segundo libro que se publicará en las próximas semanas[1], coincidiendo con el centenario del Partido Comunista de España. Por ello, con el objetivo de ofrecer a los lectores y a las lectoras una historia de las diferentes vertientes y experiencias de la lucha del comunismo español a lo largo del último siglo, Francisco Erice ha dirigido una obra colectiva muy ambiciosa, que sin duda constituirá desde este momento la referencia fundamental sobre el tema. La obra consta de dos volúmenes: el primero orientado a presentar una historia general del PCE, desde sus antecedentes y su fundación hasta el siglo XXI, siguiendo una estructura narrativa; el segundo analiza la experiencia comunista desde diferentes ángulos y temáticas, desde la militancia obrera a la femenina, de la cultura a la guerrilla. Todo esto contando con la colaboración de 42  autores y autoras, incluyendo en este empresa colectiva a los mejores especialistas en la cuestión, quienes en los últimos años han escrito muchas de las obras más interesantes al respecto (Carme Molinero, Pere Ysàs, José Luis Martín Ramos, Fernando Hernández, Mercedes Yusta, Juan Andrade, Mónica Moreno, Emanuele Treglia, David Ginard, José Carlos Rueda, Irene Abad, etc.). El número de personas implicadas en esta obra es una excelente muestra de la buena salud con la que cuentan los estudios sobre el movimiento comunista en España, que vienen contando con muchos estudios de primer nivel, en especial en las dos últimas décadas.

Los dos volúmenes de Un siglo de comunismo en España presentan, por tanto, una historia escrita por especialistas, rigurosa, crítica y alejada de toda tentación hagiográfica, de toda mirada rosa. Pero ese rigor se hace compatible con el objetivo de llegar a un público mucho más grande que el especializado, evitando un academicismo para círculos iniciados y optando, en cambio, por una escritura y un enfoque que pueda conectar con todas las personas interesadas en saber más sobre el intento de construir la potente fragua destinada a cambiar nuestra sociedad. En suma, un recorrido fundamental por la historia del movimiento comunista en el último siglo, a su vez heredero de una larga tradición de luchas plebeyas, populares y radicales por la igualdad y la libertad.

 Julián Sanz Hoya


 

Francisco Erice

Introducción

El 14 de noviembre de 1921 nacía el Partido Comunista de España (PCE), fruto de la fusión del Partido Comunista Español (conocido como “el de los cien niños”) y del Partido Comunista Obrero Español. En realidad, todo había comenzado cuatro años antes, en noviembre de 1917 (octubre, según el calendario ruso), con los diez días que estremecieron al mundo, en conocida expresión del periodista norteamericano John Reed. La oleada de entusiasmo que provocaron los acontecimientos de Petrogrado entre los trabajadores de todo el mundo estimuló, también en España, a algunos sectores obreros particularmente combativos a secundar la iniciativa bolchevique, primero intentando arrastrar a sus organizaciones históricas en la misma dirección y luego rompiendo con ellas e iniciando la andadura del nuevo movimiento en nuestro país.

A lo largo del siglo de existencia que ahora cumple, el comunismo español ha vivido etapas y situaciones muy diversas, casi nunca fáciles. Casi la mitad de ese período se corresponde con años de represión y clandestinidad. El nuevo partido sobrevivió a duras penas a una primera década de persecuciones, aislamiento y estéril voluntarismo. Maduró bajo la República, prácticamente se “refundó” como gran partido nacional aferrado a las banderas del Frente Popular y llegó a ser la columna vertebral de la resistencia antifascista durante la guerra. Derrochó un heroísmo sin horizontes políticos claros durante el episodio guerrillero y se convirtió en el “partido del antifranquismo” en la tenaz y dilatada lucha por el restablecimiento de la democracia. Vivió entre la esperanza, el desencanto y el desgarro interno la transición postfranquista. Hubo de adaptarse a la crisis y desaparición del “socialismo real” en la Europa del Este y a los efectos corrosivos de la larga noche neoliberal, manteniendo sus siglas e identidad, pero implicándose a la vez en proyectos políticos más amplios -como Izquierda Unida- y renovando partes sustanciales de su vieja cultura política…

Más allá de los juicios que puedan hacerse sobre esa trayectoria y sus distintos cambios e inflexiones, no cabe duda de que, al menos en una parte importante de esos momentos históricos, la influencia del comunismo en la vida política, social o cultural de nuestro país puede considerarse verdaderamente relevante. Globalmente, sin duda lo ha sido su misma presencia, más o menos intensa según las etapas, pero continua e ininterrumpida. El orgullo por esa persistencia es lo que gráficamente, desde una óptica militante, reflejaba Marcos Ana en sus memorias: “cometimos errores, pero los cometimos luchando, quizás bastantes porque luchamos mucho y ni un solo día nos sentamos a la puerta de nuestra tienda para ver pasar el cadáver de nuestros enemigos”[2].

Foto: El Estado

Es esa presencia permanente, de la que ahora se cumple un siglo, con su capacidad de supervivencia y de adaptación a contextos cambiantes, lo que otorga su interés histórico al comunismo español y en particular a su organización mayoritaria y más relevante, el PCE. Es lo que lo convierte, por utilizar la expresión de Mario Tronti, en una “fuerza histórica” y no en una simple “ocurrencia política”. Esta última -añade Tronti- “no sabe más que comenzar puerilmente desde cero para terminar descubriendo que no es nada”, mientras que una fuerza histórica “sabe liberarse del pasado para superarse a sí misma, sabe romper la continuidad para revalorizar una tradición”[3].

La historia del comunismo español, como no podía ser de otra manera tratándose de una trayectoria tan dilatada, está hecha de continuidades, pero también jalonada de cambios, y en ambos niveles tiene que ser analizada. Igual que ha verse en sus múltiples dimensiones: nacional e internacional, política y social, doctrinal y práctica.  Del mismo modo que debe entenderse en la tensión permanente y la dialéctica constante entre el viejo sueño prometeico de asaltar los cielos y bajar el fuego sagrado de los dioses para entregarlo a los hombres por un lado, y, por otro, el permanente imperativo de actuar en términos prácticos e inmediatos sobre la realidad de los trabajadores y los sectores populares; es decir, de alimentar el  horizonte de una sociedad futura igualitaria propio de esta tradición y, a la vez, luchar en lo cotidiano, como decía un viejo militante a quien tuve el privilegio de conocer y admirar, por “aquellos a los que les  ha tocado perder”[4].

Cuando, hace más de un año, ante el próximo centenario del PCE, que auguraba una inexcusable conmemoración, en la Sección de Historia de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) nos planteamos cuál podría ser nuestra aportación a dichas celebraciones, había dos cuestiones que nos parecían especialmente claras. Una era que el aniversario constituía una buena oportunidad para hacer un balance matizado y poner al día los considerables progresos experimentados, en las últimas décadas, por las investigaciones sobre la historia del comunismo español. Otra que, fieles a nuestra forma habitual de trabajo y a lo que demandan los tiempos, nuestra tarea debía alejarse de toda tentación burdamente hagiográfica, de cualquier “historia oficial” acrítica, estéril y, por fortuna, poco acorde con las necesidades actuales[5]. Cuestión bien distinta, ciertamente, son las celebraciones, los homenajes o, más en general, la construcción de memoria, legítima y necesaria para cualquier colectivo humano, pero diferente, en sus exigencias y sus parámetros, de una reconstrucción histórica rigurosa y académica. No debemos olvidar que, más allá de nuestros compromisos particulares como ciudadanos o ciudadanas, los historiadores, como decía nuestro colega Antoine Prost, lo que debemos y solemos hacer es “transformar en historia la demanda de memoria”[6].

Para conseguir estos propósitos -abarcar una materia tan amplia y a la vez hacerlo de manera seria y sin autocomplacencias-, el proyecto que elaboramos se propuso contar con un elevado número de historiadores e historiadoras que pudieran arrojar miradas a la vez diversas y complementarias -sin excluir las posibles discrepancias interpretativas- sobre su objeto de estudio. Cada uno de los más de cuarenta autores y autoras a los que conseguimos implicar, más allá de su contribución a esta visión global y poliédrica, es obviamente responsable de los contenidos del texto que firma (incluido yo mismo de esta Introducción). No sé si el resultado que hoy presentamos pudiera ampararse bajo el famoso lema de Tácito “sine ira et studio” (es decir, con absoluta imparcialidad y sin pasión), dado que resulta particularmente difícil mantener un total desapasionamiento academicista cuando se abordan temas como los que aquí se tratan. “Puedo prometer -afirmaba Goethe- ser sincero, pero no ser imparcial”.  Creo que por lo menos todos quienes hemos participado en el proyecto aceptaríamos con agrado suscribir el lema que el admirado historiador francés Marc Bloch solicitaba, en su testamento, grabar como epitafio en su futura tumba: dilexit veritatem, “amó la verdad”[7]. Esta petición la suscribía -conviene no olvidarlo- alguien que distaba de ser “imparcial” en relación con los grandes conflictos de su tiempo, y que pagó su participación en la Resistencia padeciendo las torturas y cayendo bajo las balas de la Gestapo; o que, ajeno a cualquier creencia religiosa o de “solidaridad racial” y demandando exequias exclusivamente civiles, recordaba para la ocasión su origen judío, a fin de que no se le pudiera atribuir una renuncia cobarde e interesada en tiempos poco propicios. El objetivo de una Historia veraz pueden -podemos- compartirlo quienes desean limitar su compromiso con la diciplina al desarrollo de un trabajo investigador honesto y riguroso, con aquellos que entienden que, además,  deben completarlo y compatibilizarlo con una implicación  político-social más explícita y activa  con los valores de la libertad y la igualdad, y que reivindican legítimamente las atinadas palabras de Bertolt Brecht en ese sentido: “nadie tiene el derecho de extraer del hecho de que luchemos  la conclusión de que no somos objetivos”[8]. Al fin y al cabo, unos y otros estamos sujetos a los mismos códigos deontológicos y utilizamos parecidos instrumentos metodológicos.

Con esos elementales mimbres -plan de conjunto, pluralidad de planteamientos y pretensiones de rigor y objetividad-, el proyecto finalmente entretejido se ha terminado plasmando en dos volúmenes, que pretenden, con mejor o peor fortuna, reflejar la complejidad, la diversidad y el interés de los temas abordados. El primero incluye un recorrido general y cronológico por las distintas etapas de la historia del comunismo español, singularmente las de su fuerza central y ampliamente mayoritaria, el PCE. El segundo incorpora los resultados de múltiples investigaciones monográficas que nos permiten reconstruir con mayor detalle aspectos distintos de esta evolución, su relación con la sociedad y su proyección sobre la misma, sus culturas militantes, etcétera.

Creemos -y con este plural espero interpretar correctamente el sentimiento mayoritario, si no común, de  quienes han colaborado en la obra- que el trabajo colectivo que ahora se presenta puede resultar útil al menos en tres sentidos. En primer lugar, para ofrecer a historiadores y estudiosos de la Historia una buena puesta al día de los avances en el análisis de esta parcela de nuestra historia contemporánea, y a la vez estimular nuevos progresos en las investigaciones. En segundo lugar, para suministrar a los ciudadanos y las ciudadanas de muestro país unos conocimientos suficientes que les ayuden a juzgar sin tópicos y con ecuanimidad cuál ha sido la contribución de esta corriente político-ideológica a nuestra trayectoria como colectividad o como pueblo, sin ignorar sus contradicciones, sus luces y sus sombras. Y en tercer lugar, para ayudar a los militantes y compañeros de ese “largo viaje” secular a conocer mejor su historia. Personalmente, albergo la esperanza de que estos últimos lean el libro con espíritu crítico y autocrítico, se reconozcan en él -al menos parcialmente- y pueda servirles como confirmación de aquel afortunado lema electoral del PSUC en 1977 inspirado en una frase de Togliatti: venim de lluny, “venimos de muy lejos”. Y luego -pero eso ya no es competencia de los historiadores como tales-, si lo consideran conveniente y asumen la segunda parte del lema (“anem més lluny encara”, “vamos más lejos aún”), que puedan servirse de este y otros trabajos similares para aprender del pasado y hacerlo suyo, en el sentido que nuevamente Marcos Ana enunciaba en la dedicatoria de sus memorias: “a las nuevas generaciones, en cuyos surcos hemos sembrado nuestra historia”.  

Clausura de la Fiesta del PCE de 1978 en la Casa de Campo (foto: Woikimedia Commons)
Notas

[1] Francisco Erice (dir.), David Ginard (ed.): Un siglo de comunismo en España (I). Historia de una lucha. Madrid, Akal, 2021; Francisco Erice (dir.), David Ginard (ed.): Un siglo de comunismo en España (II). Presencia social y experiencias militantes. Madrid, Akal, en prensa.

[2] Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida, Barcelona, Umbriel, 2007, p. 238.

[3] Véase su prefacio al libro de memorias de Rossana Rossanda, La muchacha del siglo pasado, Madrid, Foca, 2008, pp. 15-20.

[4] Víctor Manuel Bayón, Crónica de una lucha: mi actividad en el Partido Comunista de España, León, PCE de León, 2011, p. 198. Consideraciones sobre el comunismo como tradición “prometeica”, en David Priestland, Bandera roja. Historia política y cultural del comunismo, Barcelona, Crítica, 2010, pp. 15-20.

[5] Sobre las interpretaciones de “los comunismos”, incluyendo las justificadas críticas a las “historias oficiales”, son útiles las reflexiones contenidas en  Michel Dreyfus y otros (dirs.), Le siècle des communismes, París, Les Éditions de l’Atelier, 2000, pp. 19-91.

[6] Antoine Prost, Doce lecciones sobre la historia, Madrid, Cátedra, 2001, p. 302.

[7] Marc Bloch, La extraña derrota, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 169-170.

[8] Bertolt Brecht, Escritos políticos, Caracas, Tiempo Nuevo, 1970, p. 22.

 

Índice

Introducción (Francisco Erice)

1. EL PCE, desde su origen hasta la Guerra civil (1920-1936) (José Luis Martín Ramos)

2. La maldición de Sísifo: auge, caída y reconstrucción del PCE (1936-1953) (Fernando Hernández)

3. El cambio de rumbo. El partido de la Reconciliación Nacional (1954-1965) (Francisco Erice)

4. Antifranquismo, democracia y socialismo (1965-1975) (Carme Molinero y Pere Ysàs)

5. El PCE en (la) transición (1975-1982) (Juan Andrade)

6. Convergencia, colapso soviético y sorpasso quimérico. Los comunistas durante la época socialista (1983-1996) (Emanuele Treglia)

7. Después del diluvio. La estrategia de reconstrucción del comunismo español de 1996 a 2021 (Jaime Aja Valle y Eduardo Sánchez Iglesias)

Lista de siglas citadas

Bibliografía

Prólogo e índice de Un siglo de comunismo en España (I). Historia de una lucha  Akal

Portada: El secretario general del PCE, José Díaz (en primer término) interviene en una reunión del Pleno del Comité Central en Valencia, 1937. Detrás, de izquierda a derecha, Santiago Carrillo, Joan Comorera, Dolores Ibarruri, Juan Escrich, Francisco Antón y Santiago Álvarez (foto: archivo Díaz Casariego/Efe)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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UN SIGLO DEL PCE (3). La política de “reconciliación nacional”, 1956.

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