“La lección chilena”. El golpe de Pinochet como tipo ideal para las ultraderechas italianas y españolas[1]

 

Camillo Robertini
Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile

https://orcid.org/0000-0001-8111-8526

Gilberto Aranda Bustamante
Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile
Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid

https://orcid.org/0000-0002-4583-7803

 

Este ensayo profundiza el conocimiento acerca de la repercusión del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 de Pinochet sobre el imaginario de las ultraderechas de Italia y España. La hipótesis del texto es que los hechos chilenos representaron una bisagra para la historia de la extrema derecha europea de los años ’70, ya que constituyó un posible escenario a que podría replicarse en países como Italia y España. A través de una amplia documentación hemerográfica italiana y española, en este ensayo profundizamos acerca de la manera en la cual los acontecimientos chilenos impactaron sobre el imaginario de las derechas de ambos países. Para ello, analizamos distintos periódicos, prestando atención a los argumentos que justificaron y exaltaron el golpe de Estado.

Introducción

Las redes de extrema derecha europeas operando en coordinación con los aparatos represivos de las dictaduras consureñas de los años setentas y ochentas del siglo pasado, con las que compartían un acendrado sentimiento anticomunista. Las derechas – en plural – compartieron un imaginario y un horizonte ideológico común durante la Guerra Fría que, más allá de los vínculos y de los contactos entre los distintos movimientos, consideraban que la democracia estaba “amenazada” por el comunismo. Ciertamente existen varias derechas, hacia 1995 Stanley Payne reconocía la conservadora, la radical y la extrema. Se podría agregar al menos otra de matriz liberal (con ramificaciones a la derecha y a la izquierda) que también hace parte de dicha familia. Cas Mudde ha trazado una frontera entre derecha radical –que aun cuando opera en el marco de la democracia liberal es refractaria aspectos de la misma en temas como la separación de poderes o la protección de la minorías- y la extrema derecha –antinómica al régimen democrático- ambas parte del universo de la “ultraderecha”.[2] Desde luego la interacción “intra-familiar” suele ser más que episódico respecto de un conservadurismo que suele habilitar a las extremas derechas sin que por ello se puedan dejar de reconocer diferencias.[3]

Este trabajo se inserta en los estudios de los vínculos de las derechas europeas latinoamericanas con las europeas, centrándose de los imaginarios de las extremas derechas de Italia y España[4], acerca del 11 de 11 de septiembre de 1973 y el fin de la experiencia de la Unidad Popular (UP). Dicho evento y la muerte del presidente Salvador Allende fueron momentos destinados a marcar la historia occidental globalmente, no sólo de la izquierda a nivel global, sino también aquella de los movimientos de la ultraderecha. La relevancia del golpe de estado fue tal que, es posible observar un antes y después que reconfiguró el accionar de las formaciones de derechas que, internacionalmente, bregaban para alcanzar el poder como en Italia o, desde un régimen autoritario encaminado hacia un debilitamiento de su programa originario (España), insistían sobre la necesidad de retomar las ideas y los repertorios de acciones vinculados a la tradición autoritaria.

Los miembros de la Junta militar que derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. De izquierda a derecha: César Mendoza, director general de Carabineros; José Toribio Merino, comandante en jefe de la Armada; Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército y Gustavo Leigh Guzmán, comandante en jefe de la Fuerza Aérea (foto: Wikimedia Commons)

Despunta en las extremas derechas el fenómeno del fascismo que precozmente propició el interés académico liberal comprendiéndolo como un régimen epocal (1919-1945). Enseguida las perspectivas marxistas del “agente” o del “bonapartismo”, que suelen alertar del fascismo en todas las direcciones, confundiendo en ocasiones nacionalismo corporativista y dictaduras cívico-militares con regímenes fascistas. A partir de la teoría de la modernización de Lipset se clasifica al fascismo como un “extremismo de clase media”, expresión del resentimiento de sectores desplazados por empresariados y asociones obreras.[5] El estructuralismo marxista gramsciano del sociólogo Nicos Poulantzas puntualizó que bajo condiciones críticas al modelo de democracia liberal, la burguesía conservadora resolvía preservar la matriz capitalista mediante la adopción de la dictadura fascista como “forma particular de régimen de Estado Capitalista de excepción”, singular y diferente de otros “Estados capitalistas excepcionales” como el bonapartismo y otras dictaduras militares.[6] También destaca el “enfoque empático” de Roger Griffin, que define al fascismo como un ultranacionalismo palingenésico con la intención de acumular el poder político total para imponer un nuevo orden culturalmente holístico, complementado por Paxton al subrayar la preocupación obsesiva por el decadentismo de una comunidad nacional de parte de un partido de masas, y militantes fanáticos dispuestos a utilizar la violencia redentora, sin límites para ejecutar sus objetivos de pureza interna y expansión exterior. Es decir, un programa jingoísta de nacionalismo racista exacerbado.[7]

Los fascistólogos Paxton y Griffin niegan el sello fascista de las dictaduras latinoamericanas de los ‘70[8]  –coincidiendo con la postura gramsciana previa de Poulantzas– sin descartar que en los imaginarios de los miembros de redes de extrema derecha un evento como el 11 de septiembre de 1973 fuera leído como un hecho que pudiera desembocar en el establecimiento de un régimen fascista tanto en América Latina como en Europa[9]. Es decir estaríamos en un espacio de afinidad sin correspondencia absoluta, aunque suficiente como para que las dictaduras de Argentina y Chile autorizaran o potenciaran –si ya existían- los santuarios para nazis y fascistas acusados de crímenes de lesa humanidad, siendo el mayor parentesco un férreo anticomunismo compartido.[10]

Por cierto que en Chile existía una ultraderecha criolla (radical y extrema) al menos desde inicios de siglo XX, con una nítida proyección al siglo XXI.[11] En Chile apareció tempranamente una versión sui generis en los treinta con los Nacistas chilenos (MNS), que desde su interpretación de la Tercera Posición rechazaran liberalismo y socialismo, además de su carga antisemitista y lejanía con la Iglesia Católica.[12] Tampoco se puede soslayar la presencia nazi europea mimetizada con una influyente y hermética colonia alemana. El resultado de la Guerra Mundial re-aproximaría el “nacismo criollo” chileno con el tradicional corporativismo católico bajo otros nombres, aunque siempre sobresalió su sello anticomunista con guiños al nacional sindicalismo español y adhesión al concepto de hispanidad.[13] Más tarde se desgajó en distintas corrientes, la más extrema encarnada en el Movimiento Patria y Libertad, que puede ser considerada un agente proactivo del golpe de 1973.[14] No obstante mucho mayor incidencia tendría en el devenir de la dictadura cívico militar la rearticulación del principal ideólogo del régimen que ensambló tradiciones conservadoras, derivadas del catolicismo corporativo preconciliar –centradas en las instituciones intermedias o gremios- con la ideología neoliberal de Chicago.[15] Para esta visión de “democracia contrarrevolucionaria” el Estado reposaba sobre un “cuerpo nacional” que formaba parte mítica de la hispanidad.[16] Estas bases justificaron un anti-pluralismo predatorio de otras concepciones consideradas “ajenas” al ser nacional, prohibiéndose partidos políticos y censurando la libertad de expresión, aunque exhibiendo la más radical libertad económica. Lo anterior permitió que Chile se transformara con el tiempo en “conejillo de indias” del proyecto neoliberal global preparado desde 1930 por intelectuales como Friedman y Von Hayek. El “Estado subsidiario” operaría como amalgama de sectores conservadores y neoliberales que pasarían a jugar un papel protagónico en el régimen militar. Sin embargo, hacia septiembre de 1973 dicho camino aún no estaba decidido, y junto a estos grupos, el nacionalismo extremo se situaba en primera línea del golpe. Solo avanzada la década del 70 sería desplazado a posiciones secundarias, sin desaparecer del todo, afincándose en los organismos represivos de la dictadura.

Pablo Rodríguez Grez pasa revista a los militantes de Patria y Libertad (foto: interferencia.cl)

En un contexto de (semi)clandestinidad para la extremas derechas en Europa, incluyendo el neofascismo italiano o de un franquismo nostálgico de la etapa integrista, el 11 de septiembre significó un hito considerado precozmente como una verdadera lección y un ejemplo para estas derechas: sobre todo para insistir sobre las “caducas democracias liberales” y la ilusión de poder construir un modelo al alternativo al bipolar heredado luego de 1945. La caída y luego la muerte de Mussolini, si bien determinaron el fin de la experiencia concreta de su régimen, no acabó con su ideología. Varios núcleos de ex fascistas, colaboradores y nostálgicos buscaron reconfigurar su movimiento también tejiendo redes trasnacionales. Este proceso se dio a través de una actualización de las ideas fascistas y, sobre todo, a través de las redes trasnacionales que Albanese y Del Hierro consideran como un fenómeno sociopolítico que involucró a distintos actores políticos que iban desde los individuos a los grupos hasta los partidos y regímenes.[17] El fascismo post 1945 y el neofascismo italiano fueron el intento de restaurar un régimen político derrotado sin dar la impresión que esta reinstauración fuera un hecho nostálgico, más bien el intento de constituir un nuevo régimen sobre la base más vital de la ideología fascista que, según sus miembros, no se había desplegado a pleno durante el ventennio. Se trataba, pues, de constituir un nuevo fascismo basado no en el gobierno de Mussolini sino en su programa político en buena medida irrealizado, lo que el historiador De Felice llamó “Fascismo movimiento”.[18]

En el caso del franquismo atravesó distintas etapas, resultando de la hibridación de distintas tradiciones y culturas políticas. El neocatolicismo, monarquismo antiliberal y liberalismo conservador constituyeron parte de la heredad decimonónica franquista[19]. A estas se agregaron las influencias determinantes del fascismo español de inicios de los 30, con Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo antecediendo al falangismo primorriverista, todos proyectados en la FET de las JONS, y el legado de Acción Católica ínsito al nacional-catolicismo,[20] todas soportando la estructura de un régimen emergido de las entrañas de la Guerra Civil como un “parafascismo”[21]. El período 1938-1942 representó el cenit de la influencia nacionalsocialista en España, envuelta en la consolidación de un régimen católico y totalitario en paralelo al acercamiento diplomático entre Franco y el III Reich.[22] Después de 1943 las FET-JONS mudaron su orientación ideológica conforme el régimen afirmaba su neutralidad respecto a un probable triunfo aliado, que decantó en su conciliación con las potencias occidentales y su común anticomunismo. Finalmente a partir de 1957 se desliza a posiciones más tecnocrática sin deprenderse del núcleo original autoritario.[23]

En el caso de la dictadura cívica-militar chilena (1973-1990) a las experiencias que O’Donnell denominó Régimen Burocrático Autoritario. Instalada en Chile a partir del quiebre de la democracia el 11 de septiembre, un episodio crucial en la crisis institucional chilena larvada desde fines de los sesenta cuando proyectos ideológico político se confrontaron a muerte. La polarización rígida inviabilizó la implementación del proyecto de “vía chilena al socialismo”, que además de ser atacado por la oposición a su derecha, recibió críticas desde la Nueva Izquierda local y desde el propio partido del presidente Allende que llamaba a radicalizar el proceso[24]

Tanto neofascistas italianos como adherentes al franquismo en su fase tardía y los partidarios acérrimos de la dictadura militar chilena compartían una identidad política que puede ser caracterizada de extrema derecha, es decir en oposición a la democracia liberal y sus contenidos basales de soberanía popular y separación de poderes, pero cuyo vórtice de convergencia indiscutido es un fanático anticomunismo.[25]

Funerales de Franco, el 23 de noviembre de 1975 en la Plaza de Oriente. De izquierda a derecha, el vicepresidente dominicano Rafael Goico Morales, Imelda Marcos y Augusto Pinochet junto a su esposa Lucía Hiriart (foto: Efe)

En este contesto nos interesa indagar los casos de España e Italia primero para apreciar cómo  movimientos neofascistas miraron desde una joven democracia (Italia) la caída de la UP y la irrupción de Pinochet y enseguida observar como los sectores de la ultraderecha franquista -con un régimen autoritario aún vigente- auscultaron la ruptura de una de las democracias históricas sudamericana, lo que nos lleva al segundo objetivo que es distinguir matices y posturas distintas frente a los acontecimientos chilenos entre ambos casos.

Para perseguir este objetivo, recurrimos a documentación hemerográfica proveniente de archivos y bibliotecas de Italia y España que más que fuentes informativas fácticas expresan la interpretación de un evento de inflexión histórica para el pluriverso de extrema derecha.

En relación a la documentación italiana, revisamos las actas del Parlamento para reconstruir el debate generado por el golpe chileno en el escenario político italiano. Sin embargo, las principales fuentes utilizadas son las hemerográficas. Éstas, se componen de cinco revistas que, si bien no acaban con todos los medios de la época disponibles, dan cuenta de las distintas posturas presentes en el mundo de la derecha italiana: desde los grupos más cercanos al MSI hasta posturas más extremistas, si no terroristas. Finalmente, se recurre también al análisis de algunas viñetas que, a través del humor gráfico, expresan posturas y planteamientos de la derecha radical italiana. En el caso español nos abocamos a tres soportes «Fuerza Nueva», órgano homónimo al partido, expresión más recalcitrante del sector franquista contrario al aperturismo; «Arriba» periódico oficial del falangismo español inaugurado en 1935 por José Antonio Primo de Rivera y que en 1939 se transformó en órgano oficial de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS) lo que lo hacía el voz oficial del régimen, a «Alcázar», fundado en 1936, que representó a grupos afines al franquismo, desde requetés a otras visiones del tardofranquismo.

A partir del reconocimiento de la existencia de una común cultura política trasnacional autoritaria y anticomunista que este artículo quiere profundizar el conocimiento acerca de las posturas y las representaciones que distintos movimientos neofascistas de Italia y España realizaron a partir del 11 de septiembre de 1973 por medio de una perspectiva histórica de tipo cualitativa. Sostenemos que el 11 de septiembre jugó un papel fundamental sobre el imaginario de la derecha radical de España e Italia y que, por lo menos en la década siguiente la lectura de los hechos chilenos influyó sobre las acciones, posturas y estrategias políticas y terrorista de las ultras derechas de ambos países.

Reunión de nacionalistas chilenos en la sede del Club Audax Italiano de La Florida (Santiago de Chile) (foto: interferencia.cl)
“Estamos virilmente listos”. El del 11 de septiembre en la prensa de la derecha neofascista italiana

Para el análisis de la repercusión del 11 de septiembre sobre el imaginario de la derecha radical y neofascista italiana, recurrimos a distintos periódicos publicados en Italia a partir de la segunda posguerra. A través de ello, es posible recuperar las distintas posturas, los matices y las visiones inherentes el golpe militar y su impacto sobre el escenario político italiano. En particular, analizamos cinco publicaciones de la derecha neofascista, con el fin de abordar el complejo mundo de las derechas italianas post 1945. Este, puede considerarse como un complejo entramado de nostálgicos del viejo régimen fascista que, entre 1945 y 1995 si bien participó del juego democrático, no se reconoció en los valores de la República italiana.[26] De la misma forma, sus militantes vivieron -retomando una expresión del politólogo Tarchi- como “exiliados en patria”, herederos de una ideología incompatible con el nuevo curso democrático, siendo a menudo hostigados por todos los partidos políticos antifascistas.[27]

Entre las decenas de publicaciones neofascistas disponibles, que reflejan la vitalidad intelectual del espacio político, elegimos revistas de gran tirada y distribución nacional y, al mismo tiempo, publicaciones menores y de distribución local, para obtener una muestra representativa del pensamiento de la derecha italiana. A través de la prensa neofascista, veremos cómo una cultura política autoritaria, si bien con matices y puntos de vistas variados, rechazó la democracia liberal y miró con entusiasmo y esperanza a las configuraciones autoritarias que se tomaron forma en América Latina durante la Guerra Fría.

El primer periódico que analizaremos será «Il Borghese», el cual fue fundado en 1950 por el escritor Leo Longanesi y, a lo largo de su vida, animó un debate intelectual entre destacadas figuras públicas de la península, tales como Indro Montanelli, Giuseppe Prezzolini y Mario Tedeschi. El quincenal hospedó en sus páginas debates no necesariamente alineados con la postura del Movimento Sociale Italiano – Destra Nazionale (MSI)[28], intentando crear un polo conservador y a la vez irrenunciablemente anticomunista. La revista se destacó por sus artículos de investigación periodística a través de los cuales se cuestionaba la disolución de la llamada sociedad tradicional, la moralidad pública y el comunismo, y la “tentación” de una parte de la Democrazia Cristiana (DC)[29] italiana de formar un gobierno con los comunistas.

La segunda publicación considerada es el semanario «Candido». Éste fue fundado en 1968 por Giorgio Pisanò, y nació originalmente como una revista de humor y sátira política. El diario se caracterizó por la redacción de artículos polémicos y el uso político del humor hasta la elección de Pisanò en 1972 por el MSI. De allí en adelante, adoptó una línea más “política”, muy cercana a la del MSI, reflejando la postura de su director, en el marco de la extrema derecha italiana.

Otra revista que analizamos, de aparición mensual, es «L’Italiano». Fue fundada por Pino Romualdi personalidad de primera plana del fascismo en la República de Saló que, luego de 1945, fundó el MSI, del cual luego fue presidente. La revista fue referencia obligada para el pensamiento de la derecha italiana durante la década del ’70 y para la línea de Romualdi en el marco del MSI.

La revista «Occidentale» fue publicada en Roma en los ’70, y ofrece un punto de vista singular del mundo de las derechas italianas. Anclada en un discurso fuertemente antiestadounidense y anti-atlantista, entró en conflicto con la línea del MSI, remarcando la necesidad de una ruptura de ese espacio político con la OTAN.

Por último, tomamos en consideración el semanal «La Voce del Sud», que fue publicado en la ciudad de Lecce y distribuido en la región Puglia entre los años ’60 y finales de los ’70. Ese periódico refleja las posturas de los grupos reaccionarios del sur de Italia que, en estrecha vinculación con el neofascismo y los nostálgicos de la monarquía y del régimen de Mussolini, elaboraron posturas originales acerca de los acontecimientos internacionales, vistos desde una “periferia” de Europa occidental.

Giorgio Almirante y Pino Romualdi, dos de los fundadores del MSI (foto: Il secolo d’Italia)

En el contexto de la Guerra Fría, la prensa italiana –no solo y exclusivamente la derecha neofascista– observó los acontecimientos internacionales y a los latinoamericanos en clave local. Es decir, si bien existía un interés por lo que sucedía en otras latitudes, – como América Latina–, la clave de lectura adoptada respondía a inquietudes y visiones propiamente italianas. Es a partir de esta constatación que tenemos que pensar al 11 de septiembre en la prensa neofascista no como a la representación de un hecho trascendente de la historia mundial, sino como un ejemplo para el convulsionado escenario italiano.

Para la derecha italiana, sin embargo, el golpe de estado y el pinochetismo no representaron simplemente ejemplos para ser aplicados en su propio país. El MSI y otras agrupaciones neofascistas como Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale tuvieron relaciones fluidas con el régimen de Pinochet. Es oportuno citar los numerosos encuentros post-11/09 entre el diputado del MSI Mirko Tremaglia, quien viajó varias veces a Chile, y la cúpula del régimen de Pinochet. También hay que añadir el vínculo entre el leader neofascista Stefano Delle Chiaie, que residió en Chile y formó parte de la DINA. Esa sinergia neofascismo-pinochetismo tomó forma en 1975, con ocasión del atentado en Roma contra el ex vicepresidente chileno Bernardo Leighton[30], con participción de Delle Chiaie.[31] Estos contactos no solo eran una demostración de cercanía entre neofascismo italiano y el régimen militar chileno, sino fueron parte de un verdadero network neofascista transnacional.[32]

Los acontecimientos chilenos, desde la elección de Allende hasta el golpe militar, fueron una bisagra en el escenario político italiano, ya que indicaron un final posible –prototípico- frente al creciente enfrentamiento entre derechas e izquierdas que se estaba dando en la península desde 1969 y el Autunno Caldo. La elección de Allende en 1970 había aparecido a los dirigentes del Partito Comunista Italiano (PCI) como una posibilidad esperanzadora en el derrotero de transformación de la sociedad en un sentido colectivista a través de la vía electoral. Tres años más tarde, el golpe de Estado del 11/9 de 1973 hundiría dichas expectativas propiciando una “toma de conciencia” por parte de los comunistas locales de la necesidad de un acuerdo con la DC para la formación de un gobierno de unidad nacional contra las soluciones autoritarias[33].

De igual manera, las representaciones y los discursos que aparecieron en la prensa neofascista han de leerse como el intento por parte de la derecha radical de mirarse al espejo y encontrar soluciones políticas parecidas a las chilenas frente al avance de las izquierdas en la península. Las noticias del 11 de septiembre representaron para buena parte de los partidos políticos del llamado Arco Costituzionale (Demócratas cristianos, comunistas, socialistas, socialdemócratas y republicanos) una evidencia potencialmente anticipatoria de un eventual golpe en Italia. En 1967 un país vecino como Grecia había caído bajo el control de los coroneles y los ruidos e informes reservados de las fuerzas de seguridad alertaban acerca de conspiraciones e intentos de derrocar a la joven democracia italiana nacida en 1948 a través del “Piano Solo” y el fallido “Golpe Borghese”.[34]

En ese escenario particular, las noticias de la muerte de Salvador Allende, de las torturas y de los acontecimientos del Estadio Nacional tuvieron una gran repercusión en la opinión pública italiana y en el imaginario de los partidos demócratas. El humo de la Moneda en llamas representó una clara advertencia para los partidos de masas italianos – el comunista el socialista y el demócrata cristiano – antes los riesgos del golpe de estado. Bajo estas circunstancias, se generó un espontáneo clima de cercanía con Chile, que culminó con las jornadas di solidarietà col popolo cileno que se realizaron en Roma, Milán y Nápoles, y en el célebre exilio de los Inti Illimani a Italia.

Desde el principio, el gobierno de Roma, encabezado por el democratacristiano Mariano Ruomor,  y su ministro de asuntos exteriores Aldo Moro, desconoció la legitimidad del gobierno de Augusto Pinochet. La DC italiana condenó el golpe intentando minimizar el papel de su análoga chilena en el golpe del 1973.[35] En ésta existieron matices, siendo no pocos los miembros de la DC consideraban a las políticas de Allende como detonantes del golpe. Comunistas y socialistas, por su parte, concibieron el triste fin del presidente chileno como un peligroso antecedente, con potencial para inspirar a las formaciones neofascistas. Así lo resumió muy claramente el ministro Moro en su informe a la Cámara, cuando declaró que: “este golpe es muy grave y lleva consigo siniestros presagios”.[36]

Mirko Tremaglia en un acto del Comitato tricolore degli italiani nel mondo (foto: C.T.I.M – IL FARO PER GLI ITALIANI ALL’ESTERO)

Por su parte, la derecha italiana aglutinada alrededor del MSI-Destra Nazionale y numerosas formaciones clandestinas o semiclandestinas, recibió las noticias de los acontecimientos chilenos con euforia. El secretario del MSI, Giorgio Almirante, quien nunca se preocupó por ocultar su pasado autoritario y la dirección de la redacción del diario «La Difesa della Razza» – órgano oficial del antisemitismo italiano – abrazó sin tapujos la línea pinochetista. Si bien el MSI-Destra Nazionale era un partido político legal, Almirante jugó constantemente entre un plano de acción legal/institucional y otro clandestino a través del apoyo a agrupaciones ilegales que diseminaban el terror en la Italia.[37]

Ya en 1970 con en ocasión de un debate televisivo Almirante dijo que estaba “virilmente listo frente a la realidad, sin hipocresías frente a la posibilidad de que soluciones de fuerza nos salvaran del comunismo ¡Bienvenidas sean!”.[38] Desde las analogías, el fin del gobierno de la UP se configuró como un indicador del fracaso de las negociaciones entre Allende la DC y una prueba implícita de la incompatibilidad entre católicos y comunistas, lo cual llevaba a una obvia conclusión: la necesidad que la DC abrazara la línea reaccionaria del MSI, rompiendo un cerco estratégico que, desde 1948, había prácticamente excluido al MSI de los gobiernos y de la toma de decisiones.

Al mismo tiempo, el golpe de Estado jugó un rol de prototipo para las derechas italianas – legales y clandestinas ­– que se atribuyeron el rol de defensoras del orden frente al avance de las izquierdas. El golpe de Estado se justificó e invocó como un derecho de resistencia, una herramienta lícita frente a la “tiranía” y la prepotencia de los comunistas.

Estas posturas fueron claramente explicitadas en ocasión de la discussione dei fatti cileni en el Parlamento italiano el día 26 de septiembre de 1973. Allí, los partidos políticos de masas, sobre todo la DC, el PSI y PCI, expresaron su solidaridad con Chile. La sesión parlamentaria comenzó con un homenaje a la memoria de Allende por parte del gobierno y del presidente de la cámara, el socialista Sandro Pertini, y todo el ejecutivo. Fuera del coro del unánime repudio del levantamiento, se posicionó, en cambio, la intervención de Ernesto De Marzio, diputado del MSI.

De Marzio, quien se había destacado por cubrir roles importantes en el marco del régimen fascista y también en la Repubblica Sociale Italiana (RSI), se presentó a la cámara con un discurso incendiario. Interrumpido a menudo por la izquierda parlamentaria, se refirió a los acontecimientos chilenos subrayando la supuesta hipocresía de la izquierda que repudiaba el golpe de Pinochet mientras que, en 1958, había avalado la intervención soviética en Budapest: “es siempre lo mismo: cuando un gobierno de izquierda se liquida con la fuerza los comunistas denuncian el accionar reaccionario […] y las víctimas de un lado se las considera mártires, mientras que los otros son asesinos […] cuando un grupo de derecha es desplazado por la fuerza de la izquierda” eso se justifica. La conclusión sobre el 11/9 era bastante cruda y directa: en Chile no había buenos y malos, solamente ganadores y perdedores.[39]

El diputado del MSI, sin embargo, siguió su razonamiento subrayando el accionar “patriótico” de las fuerzas armadas chilenas que habrían salvado a su pueblo de la tiranía de Allende. Al mismo tiempo, insistía sobre una supuesta “guerra civil chilena” que, desde 1970, se estaba dando en el país y no dejaba más espacios a soluciones que no fueran golpistas. Otra cuestión central en el discurso de Di Marzio fue el cuestionamiento de la definición del golpe de estado como fascista. Según el diputado missino, esa enunciación demostraba una “fiebre” antifascista que había afectado tanto a los comunistas y socialistas como a los democratacristianos italianos, ya que, según su grupo, el golpe militar aunque una matriz de derecha, no podía considerarse parte de la tradición fascista mussoliniana. Como recordó muy tajantemente Almirante en una entrevista, “Pinochet no es un fascista, no es nada más que un dictador”.[40]

Di Marzio, Almirante y otros dirigentes del MSI (foto: Corriere della Sera)

La sesión del 26 de septiembre fue de las más impetuosas en la discusión del golpe en Chile, cimentándose las posturas de los partidos frente al 11/09/73. El 5 de octubre, Almirante, presionado para repudiar el golpe y declararse fiel a la república, formuló una ambigua hipérbole: condenó la práctica del golpe de Estado siempre y cuando esto no fuera dirigido contra un régimen comunista, dejando implícitamente dicho que, si en Italia se hubieran dado las mismas condiciones, no habría excluido esa posibilidad.

En ese contexto –como veremos a continuación– se fueron formando cuatro argumentaciones recurrentes en la prensa y en los discursos de la ultraderecha acerca del golpe de Estado. Éste era la única posible respuesta ante un autogolpe que estaría preparando Allende; la DC era responsable de izquierdizarse y entregar el gobierno a los comunistas; Allende ya había constituido en los hechos una dictadura comunista en Chile; los militares habían actuado bajo las ordenes del congreso para restituir la libertad perdida y, por último, ese mismo escenario era más que válido para Italia y Occidente.

En la prensa neofascista, la línea oficial del MSI apuntó a invisibilizar las violaciones de los derechos humanos realizadas por las fuerzas armadas, la violencias del bombardeo de la Moneda, apuntando en cambio a las responsabilidades de la DC. Al mismo tiempo, reconoció como “necesario” al golpe sin detenerse demasiado en recuperar la democracia liberal y la república de los partidos.

En cambio, en publicaciones como «L’Italiano», que reflejaba la corriente del cofundador del MSI Pino Romualdi, experto en geopolítica del movimiento neofascista, se abrazó sin más la postura antidemocrática de Pinochet.[41] Un artículo del septiembre de ’73 afirmaba tajantemente que “Chile no puede salir de su crisis si no bajo la conducción de un gobierno fuerte, que proporcione libertad y la independencia […] pero no a través del inútil y estéril juego de la democracia de los partidos políticos, verdaderos responsables de lo que pasó”.[42] Profundizaba ese planteamiento la línea del semanal «Voce del Sud», órgano de los reaccionarios de la Puglia, en el cual se exaltaba el golpe. La dictadura fue representada como una respuesta frente a la “degeneración” a la cual habría llegado la democracia chilena. El argumento generó ciertos contrastes con la línea más “moderada” y estratégica de la conducción nacional del MSI. La línea de «La Voce del Sud» insistía en una apología del golpe militar de Pinochet:

“El exitoso golpe de estado ha desencadenado las iras de las izquierdas empeñadas en la pérfida operación de subversión mundial – y las justificaciones del golpe en el campo de las derechas, lamentaba el editorial – han sido muy tibias […] el término de la cuestión no se limita a la elección entre dictadura y democracia, esta última, sí, que tarde o temprano siempre degenera en anarquía, ya que la dictadura puede tener características y funciones bien distintas”[43].

Luego de un recorrido por dictaduras “positivas” desde Napoleón a Cromwell, cerraba el artículo la siguiente reflexión:

“la dictadura fascista de Mussolini salvó a Italia del bolchevismo en el cual había caído en 1919-22, por culpa de su democracia degenerada. La dictadura franquista salvó a España de la subversión anárquica y socialcomunista […] Grecia se ha recuperado gracias al sabio régimen de los Coroneles. Chile se ha salvado de la ruina con el repentino y resoluto golpe de sus generales y almirantes. Mientras tanto ocho países de América Latina, África y Asia se han dado gobiernos de ese mismo tipo. […] Hoy en día, la vida de los pueblos está convulsionada por la rápida mutación mundial y los anacrónicos esquemas constitucionales y demoliberales o comunistas o clericales ya no sirven. Es necesario darse nuevos ordenamientos y proceder con firmeza.”[44]

Firmado por Francesco Maria Pupino, esta conclusión prueba el carácter abiertamente antidemocrático de una parte del neofascismo italiano. Sobre la base de una argumentación historicista, acerca de la necesidad de declarar caducado el “corrupto” sistema democrático y elaborar una alternativa a la democracia liberal y al comunismo, restauró el vetusto esquema de auto-justificación fascista de los años ’30. Las posturas de «La Voce del Sud» muestran los lineamientos más extremos en el marco del neofascismo italiano de los ’70, distintos, como veremos, de las declaraciones aparecidas en órganos de prensa de la derecha más cercanos a la línea de Almirante en el MSI.

El capitán Junio Valerio Borghese, líder del MSI en los años 50, fundador del Fronte Nazionale en 1968, implicado en la tentativa golpista de diciembre de 1970 (foto: Il fatto quotidiano)

Cabe destacar también el posicionamiento de «Occidentale», una pequeña revista neofascista, y del «Italiano» que, pocos días después del golpe, se expresaron con relación a los acontecimientos de un modo singular. Primero, rechazaron la idea del suicidio de Allende y, en cambio, sostuvieron aunque era un enemigo declarado había sido un político resoluto y heroico. Enseguida, las dos revistas criticaban el papel de Estados Unidos en el golpe. Más allá de haber “liberado” a Chile del comunismo, se inscribía en una dinámica de poder norteamericano en la región y, en la perspectiva de la Tercera Posición invocada por las dos revistas, no respondía a una auténtica y real “revolución nacional”, sino a los intereses de la Casa Blanca.[45]

Esa discrepancia respondía a una profunda grieta que había dividido al neofascismo italiano: los que sostenían la necesidad de que Italia saliese de la OTAN y planteara una alteridad frente a los Estados Unidos y aquellos, hegemónicos en el MSI, que abrazaron el atlantismo en términos puramente anticomunistas.[46]

La prensa más cercana al secretario del MSI adoptó una línea mucho más estratégica y coherente con la lógica del enfrentamiento bipolar de la Guerra Fría respecto de otros grupos de extrema derecha. En un artículo aparecido en «Candido» el 27 septiembre de 1973, se insistía sobre el valor educativo, sobre la “lezione” global que dejaba el fin del gobierno de la Unidad Popular. Ya desde el titular, el periodista Pesa apuntaba el dedo contra la DC chilena y su responsabilidad en la rápida degeneración de los acontecimientos: “esto es lo que pasa cuando la DC se abre a la izquierda”. En el desarrollo del artículo, se subrayaban distintos argumentos ya aparecidos en la discusión parlamentaria de algunos días anteriores. Desde el principio, se repetía la tesis del supuesto autogolpe de Allende, ya que “los marxistas estaban a punto de desencadenar la guerra civil, [para] reprimir la oposición de derecha representada por las masas populares en huelga”.[47] Si bien se daban por obvias las responsabilidades de Allende y del “marxismo subversivo”, el autor del artículo eligió como blanco principal a la DC chilena y su acercamiento a la UP.

“Sabemos que los militares restablecerán el orden y la legalidad y, antes o después, llamarán a elecciones. Mientras tantos el partido que se arrodilló frente a la Junta Militar fue la DC, olvidándose de haber sido la primera responsable de toda esa tragedia […] que pagó con sangre y desesperación el pueblo chileno por culpa de las infames maquinaciones democristianas”.[48]

La vehemencia con la cual el semanario neofascista evaluó a la DC chilena no se inscribió simplemente en el ámbito del análisis político. La dureza de las críticas desenmascaraba una visión anclada al escenario político italiano. Sin declararlo abiertamente, para el neofascismo italiano la lección chilena era una evidencia de la necesidad de archivar rápidamente la experiencia del centrosinistra y las hipótesis de apertura hacia el PCI, en favor de un radical giro hacia la derecha por parte la DC. Ese teorema era claramente expresado a través de una viñeta (Ic. 1) que acompañaba el artículo de «Candido». En ésta, se representaba al PCI (vestido de rojo como un zorro) y la DC a punto de emprender un camino. En lugar del sol dell’avvenire, promesa de los social-comunistas, la “via italiana al socialismo”, tal como la “via cilena al socialismo”, conducían al mismo final: guerra civil, hambre y miseria. Concluía la viñeta una frase lapidaria “no tengas miedo, este camino lleva a otro final”.[49]

Ilustración 1. “Via cilena al socialismo, Via italiana al socialismo” en «Candido», n. 36, 1973.

La ofensiva del neofascismo contra la DC italiana se agudizó en las semanas posteriores. La prensa adicta apuntó a encontrar discrepancias entre la línea intransigente del gobierno italiano que rompió las relaciones diplomáticas con Chile y los otros movimientos católicos europeos que se habían demostrado mucho más pragmáticos con el nuevo gobierno militar chileno.

En ocasión de la visita del diputado MSI Mirko Tremaglia a Santiago de Chile, el semanario «Il Borghese» reportó acerca de su encuentro con los ex presidentes Alessandri y Frei que, según el diario italiano, “no solamente han aprobado sin reservas el accionar de la junta militar [sino que también] estarían disponibles para viajar a Italia y contar la vedad acerca de los acontecimientos chilenos”.[50] Estos argumentos alimentaron un imaginario neofascista según el cual la DC vivía bajo la influencia de los comunistas italianos y de alguna manera contrastaba con la línea internacional de su propio movimiento.[51]

Estos discursos aludían al posicionamiento que, luego del 11/9, había empujado a la DC y al PCI a unos forzosos diálogos en vista de la formación de un gobierno de coalición, lo que se llamó “compromesso storico” contra los “opposti estremismi”, es decir los movimientos de ultraizquierda y ultraderecha que agitaban a Italia. Esta posibilidad fue hostigada desde el primer momento por el MSI, ya que, como podemos apreciar, una alianza de gobierno DC-PCI habría nuevamente excluido el MSI de las tomas de las decisiones.

El recurrente paralelismo entre la situación italiana y la chilena llevó a la prensa neofascista a insistir en el uso de la expresión “spaghetti en salsa chilena”. En realidad, ya en 1970 el «Washington Post» y el «New York Times» la habían utilizado para trazar la similitud entre el escenario político italiano y el chileno. Sin embargo, luego del golpe de Estado, esa metáfora cobró nuevo significado y fue parte de la estrategia discursiva y también del humor gráfico neofascista.

En el emblemático editorial “la salsa cambió”, escrito por Mario Tedeschi en «Il Borghese», se insistió sobre el impacto de ese acontecimiento en el esquema político italiano. “El derrocamiento de Allende ha generado gran confusión en el PCI […] a los socialistas y a la izquierda DC”.[52] Sostenía el político del MSI que el golpe demostraba la reversibilidad de la “via cilena al socialismo” y, sobre todo, que el centro-izquierda italiano también lo era:

“el derrocamiento ha asustado a los comunistas ya que ha demostrado a los democratacristianos que el giro de tuerca de las alianzas es posible y la alianza con la Destra Nazionale no es una opción a descartar. Eduardo Frei hizo elegir a Allende, aunque los chilenos fueran anticomunistas. Comprendido su error, Frei hizo la autocrítica que necesitarían [nuestros] democristianos”.[53]

Hacia el final de artículo, remarcaba Tedeschi, “los comunistas están asustados frente a la posibilidad que los democristianos italianos comiencen a pensar como Frei […] Cambiando los ingredientes y los sabores, la nueva “salsa chilena” se quedará en el estómago de quienes, a lo largo de los tres años pasados, se indigestaron con ella”.[54]

La “salsa chilena” pasó a transformarse en un elemento retórico recurrente que se podía resumir en la idea de que después del enamoramiento de la izquierda italiana y de la DC hacia la UP, la misma fórmula – la salsa –, se volvió rancia e indigerible. Así fue expresado en un editorial de «Occidentale», que afirmaba: “Luego de la indigerible ‘salsa chilena’ la necesaria terapia consiste en una buena purga”.[55] A la metáfora gastronómica se sumaba la referencia a la “purga” que, durante el régimen fascista, había sido una de las más violentas herramientas de tortura a la cual se sometía a los opositores de Mussolini.

Ilustración 2. “Chile: una salsa rancia”, en «L’Italiano», 11-10-1973.

También la revista «Candido» recurrió a la metáfora de la “salsa chilena”, que representó como una lata venenosa (Ic. 2). Más allá de los discursos y de las posturas de la derecha italiana, la prensa gráfica se esforzó por asustar al público para empujar a la DC hacia la derecha, reiterando que cualquier intento de formar un gobierno junto con el PCI podría desembocar en un golpe de Estado.

La última temática que consideramos necesario analizar en este contexto y que ofrece un punto de vista original de la derecha neofascista italiana acerca de Chile tiene que ver con la presencia de “colonos” y trabajadores italianos en el país andino. El MSI, históricamente, intentó trazar lazos y vincularse con los italianos en el exterior haciendo hincapié en la nostalgia por la patria lejana y por el viejo régimen. Desde 1968, y por iniciativa del diputado MSI Tremaglia, fueron fundados los Comitati Tricolore per gli Italiani nel Mondo (CTIM), que reunían a los italianos simpatizantes de los neofascismos que residían en las américas, África, Asia y Oceanía. A partir del 11 de septiembre, tanto «Il Borghese» como «L’Italiano» y otras publicaciones menores dieron amplio espacio a los relatos de personas comunes y trabajadores italianos que, desde la perspectiva de los emigrantes, relataban los “horrores” de la Unidad Popular y la tranquilidad que sucedió al golpe de Estado.

El abanico de artículos analizado devuelve una imagen compleja de las repercusiones del 11/9 en el imaginario de la derecha italiana. Tal como observamos, esos acontecimientos fueron una bisagra en la historia del neofascismo italiano y, sin duda, contribuyeron a alimentar las ambiciones golpistas y autoritarias que cultivaba una parte de la derecha italiana de la década del ’70.

Atentado contra el vicepresidente Bernardo Leighton y su esposa en Roma (1975)(imagen: L’Unità)
“Más que golpe, un levantamiento legítimo”, el relato de la extrema española

Por medio del análisis discursivo de distintas publicaciones que hacen parte del franquismo es posible observar el debate generado por los hechos chilenos ante el mundo intelectual que gira alrededor de este tipo de publicaciones.

Hacia septiembre de 1973 España vivía la fase final del régimen, el tardofranquismo, tipificado por Linz como “autoritarismo”[56] – categoría a la que adhieren Payne y Tusell – y que desde la historia puede abordarse a partir de la noción temporal de fascitización en sus primeros años y que después de 1945 experimentó una gradual proceso de desfascitización inacabado, que nunca terminó por purgar completamente elementos parafascistas o filofascistas, lo que permite a Saz asumirlo como un régimen fascitizado con capacidad de reversibilidad “hacia una dictadura conservadora o régimen autoritario”.[57]

Dicho programa basado en integridad católica y violencia desplegó un proceso de «reconstrucción nacional» en línea con el agresivo nacionalismo europeo de aquellos años, que subordinaba otros aspectos ideológicos para dotarlos de homogeneidad en la cultura política franquista.[58] Así las operaciones colonizadoras e imperialistas fueron ejecutadas contra poblaciones extranjeras y en el caso español contra nacionales acusados de “extranjerizados” en un discurso de clase. Hacia el final de la dictadura –el período que nos ocupa- España experimenta una “una  pulsión  de  nacionalismo banal” producto de una secularización que carcomió la idea nacional y que terminó por impregnar tanto los espacios públicos como semipúblicos.[59]

La dictadura franquista había transitado a fines de los ‘50 a un desarrollismo tecnocrático y a una expansión económica basados en el libre mercado, lo que facilitó sus relaciones con el bloque occidental. En los ‘60 la conflictividad social se incrementó junto con el ataque desde el nacionalismo periférico radicalizado de ETA, al tiempo que despuntó una incipiente liberalización en el derecho a expresión desde 1962 cuando Manuel Fraga Iribarne asumió la cartera de Información y Turismo con la tarea de anticipar y encausar los cambios. Su mascarón de proa la Ley de Prensa promulgada en 1966.

Blas Piñar en un acto en memoria de Calvo Sotelo en Valladolid, el 13 de julio de 1975. Junto a él, Anselmo de la Iglesia y Dionisio Martínez Sanz (foto: Jacques Pavlovsky/Sygma/Corbis)
Blas Piñar, Anselmo de la Iglesia y Dionisio Martín Sanz en un acto en memoria de Calvo Sotelo, en Valladolid, el 13 de julio de 1975 (foto: Jacques Pavlovsky/Sygma/Corbis)

Los pilares originales del franquismo – Fuerzas Armadas, movimiento falangista e Iglesia- se resquebrajaron con la desafección progresiva de esta última. De ahí la emergencia de Fuerza Nueva, expresión de la derecha “dura” del franquismo de corte integrista-católico, defensora de las esencias unificadoras franquistas que buscaba prevenir cualquier atisbo de cambios.[60] Fuerza Nueva que destaca por su base de respaldos y su poder de movilización renovados frente al “Movimiento” más desgastado. Tempranamente se enfrentó con sectores del franquismo afines a una evolución hacia lo tecnocrático -que más tarde cuajarían en Alianza Popular- consolidándose como expresión de la ultra derecha del franquismo, eco del nacionalcatolicismo nacido de los “ejercicios espirituales” de Blas Piñar en el Monasterio de San Miguel de las Victorias en Priego de Cuenca.[61] Para su fundador Blas Piñar, dicho carácter decantaba en una lucha total contra las tres revoluciones antinacionales y anticristianas que identificaba como liberal, marxista y erótica.[62] El movimiento Fuerza Nueva (FN) se unió al “búnker”, aparato político-institucional que al final de los sesenta defendía el retorno a la matriz ideológica del franquismo –mediante adhesión explícita al 18 de julio y a la obra de Franco- rechazando toda apertura del régimen[63]. Su revista editada desde 1966 logró resonancia en el mundo uniformado y de franquistas adictos. Su línea editorial de sesgo tradicionalista anti liberal la enfrentó a los grupos reformistas que al interior del franquismo pedían cambios modernizadores en el sistema político económico.[64]

Diversos trabajos apuntan a que entre 3 y 4 publicaciones periódicas son las más sólidamente franquistas en legado y proyecto.[65] Sobre dicha perspectiva se seleccionaron tres publicaciones «Arriba», periódico oficial del falangismo español, originalmente semanario cultural de las Falanges de José Antonio Primo de Rivera, que con el triunfo de los nacionalistas se transformó en el órgano de expresión oficial de la Falange Española Tradicionalista de las JONS (FET de las JONS), uno de los soportes del régimen franquista hasta su cierre en 1979. En segundo lugar «Alcázar», vigente entre 1936 y 1977, que originalmente proyectó el imaginario de otros sectores que participaron en la Guerra Civil por el bando sublevado, particularmente el tradicionalismo carlista requeté, y que a partir de los sesenta osciló entre un aperturismo controlado de la etapa hasta escorar posiciones más extremas que no descartaron el recurso del golpe de Estado durante los años de la transición una vez que paso a ser propiedad de la confederación nacional de hermandades de ex combatientes (después de 1973). Y «Fuerza Nueva» soporte mediático del homónimo partido, que aparece hacia el tardofranquismo en 1966 para representar al sector más duro de un régimen que se ha ido transformando en el tiempo, y frente al cual reivindica un integrismo cultural que se solaza en los orígenes totalitarios frente a medios que percibe más contemporizadores. En este perspectiva «Arriba» y «Fuerza Nueva» se declararon en contra de cualquier ensayo democratizador o aperturista, además de profesar ambas -junto a «Alcázar» un anticomunismo rasante.

Blas Piñar junto a Ignacio García Juliá (implicado en la matanza de Atocha en 1977)(foto: Europa Press)

En el caso del periódico fundado por el líder de la Falange histórica, destaca en su edición del 12 de septiembre por su corresponsalía en Buenos Aires de Diego Carcedo, “Allende Derrocado”, utilizando el nominativo de “sublevación”. “Arriba” brindó cobertura a las declaraciones de la Junta Militar, al Almirante José Toribio Merino y explica el Estado de sitio a la vez que consigna informaciones contradictorias respecto del paradero del Presidente Allende. Especula un eventual refugio en el México de Echeverría sin descartar su suicidio, “Dicen que se suicidó” reza. La misma línea sigue ese día «Alcázar», informando que “Murió Allende” y de “Un golpe de Estado”, enfatizando que el líder de sería “Merino Castro”.[66] La figura de Pinochet permanecía sibilina para ambos rotativos.[67] El número de «Arriba», correspondiente  al 13 de septiembre dedica su portada a “imágenes de Chile”.

Para «Fuerza Nueva», el significado del 11 de septiembre responde al clivaje de Guerra Fría entre comunismo y anticomunismo. La sección “El mundo en que vivimos” firmada por José Luis Gómez Tello, fue un segmento que había prestado atención a la implementación del gobierno de la Unidad Popular. La semana siguiente al martes que se ejecutó el golpe chileno brinda una de las reflexiones más prístinas del espíritu del semanario. La violencia desplegada por el golpe militar resultaba en un “alzamiento legítimo” en su perspectiva, como reza el titular del 22 de septiembre correspondiente a la edición n. 350: “Chile: No fue un golpe; fue un alzamiento”. La sección internacional a cargo de José Luis Gómez justificaba la insurrección de las Fuerzas Armadas apelando a “la salvación de  Chile”. Para el articulista el gobierno de Allende era equivalente al del Frente Popular en España de 1936 y contra el cual se alzaron “…el Ejército, la Falange, los Tradicionalistas [y] la masa de españoles católicos”. «Fuerza Nueva», con un sugestivo “Chile se salvó”se refiere al “compromiso del frente populismo de Allende que no se diferencia del de España[68]. El mismo día una columna de opinión de Rafael García Serrano de «Alcazar» titulada “Lo de Chile” se comenta en la misma premisa: el golpe de Pinochet obedecía a las mismas razones que el 18 de julio en España, criticando de paso la posición de otros diarios que no compartían su satisfacción con el golpe en Chile[69]. Mientras el 16 de septiembre el periódico falangista asumió un enfoque interpretativo bajo el sugerente título “Requiem a una Utopía” en la que explica las inconsistencias de un modelo que intentaba combinar democracia con socialismo.[70]

Blas Piñar, presidente de Fuerza Nueva, con el presidente de Chile, general Augusto Pinochet, en el despacho oficial de éste del edificio «Diego Portales», en Santiago, en mayo de 1979 (foto del blog porchilesiempre.blogspot.com)

Para Marcelo Casals, el anticomunismo de «Fuerza Nueva» se articuló sobre un discurso binario maniqueo, que a menudo utilizó a la comparación histórica transnacional donde los elementos nacionales y católicos autóctonos confirmaban el signo anticomunista.[71] En tanto, Francisco Morales advierte que los énfasis de FN respecto de Chile en 1973 fueron los mismos de todo el periodo de 1970 en adelante, es decir alertar del derrotero hacia un comunismo totalitario.[72]  Las páginas de FN evaluaron que el gobierno de la Unidad Popular correspondía a un episodio dentro de la expansión latinoamericana del comunismo internacional, lo que deja claro en los números 353 y 354 del 13 y 20 de octubre de 1973: en el primero, bajo el seudónimo de Niger se alude a que el proyecto de la Unidad Popular no se agotaba a Chile sino que formaba parte de una red sionista masónica y con brazos internacionales por medio del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR),  las OLAS y sus vínculos con Castro y Moscú, dando espacio incluso al Plan Z (9). En la misma línea el periódico «Arriba» consigna en su edición del 13 de septiembre el parentesco masónico de Allende bajo el sugestivo título “¿Por qué ha caído?” Estas cuestiones no son menores y permiten atender la difusión de teorías conspirativas mucho antes de la era internet, la conspiración judeo masónica mundial es parte de las narrativas predilectas de agrupaciones filo, para y cripto fascistas y de la extrema derecha –conspiranoicos-, se trataría de relatos globales de tipo sistémico que permiten hacer encajar distintos acontecimientos en diversos lugares del mundo con una trama causal original o como explica Evans “una sola organización conspirativa desarrolla una diversidad de actividades con el objeto de hacerse del control de un país de una región plurinacional o incluso del mundo entero”.[73] La contundencia de las  posiciones judeofóbicas y anti masónicas de los referidos diarios españoles en relaciones a sus  análogos italianos hay que comprenderlas en el marco de su carácter orgánico funcional a la ideología del régimen franquista, condición que no se da en los rotativos neofascistas, más bien situados en los márgenes del sistema político y sospechosos de su falta de adhesión al mismo.

La pluma de Ricardo Horcajada coloca el caso de Chile en el dilema de debatirse entre el dominio de “oligarcas capitalistas” o de los “demagogos comunistas”. Es decir se confirma el espíritu tercer posicionista de raigambre fascista, y en España conectada con el Pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, respecto que ni capitalismo ni el comunismo eran opciones válidas para la subregión iberoamericana.[74] Este aspecto será reiterado por Vicente Cerezo en “La Lección de Chile”, en la que reitera en su encabezado que un mundo que se debate entre capitalistas y anticapitalistas, el marxismo no puede ser la opción.[75]

La segunda idea a desarrollar es que fue análogo al fallido Golpe de 18 de julio de 1936 en España que devino en Guerra Civil, dado que conjuraba el mismo adversario: el marxismo internacional. Desde esta perspectiva “Chile se transformaba en una metáfora importante a la hora de escribir sobre el propio desarrollo político hispano”.[76] El proyecto que venció en Chile hacia 1970 correspondería a la Segunda República Española. En este sentido, la idea dominante fue “homologar la Unidad Popular al Frente Popular español de los treinta, y así posicionar a los actores políticos de la experiencia que se vivía en Chile dentro de un marco interpretativo común”.[77]

Blas Piñar y Giorgio Almirante en la plaza de toros de Las Ventas (foto: cuenta de twitter de homenaje a Blas Piñar)

En FN los eventos conocidos como “el tanquetazo” del 29 de julio de 1973, una frustrada sublevación militar para el articulista Gómez, fueron comparados con los efervescentes días de la Revolución Rusa en 1917. Esta fórmula obedeció a la presentación de paralelismos entre Unidad Popular/Frente Popular y 11 de septiembre de 1973/18 de julio de 1936. Este último caso es refrendado en la publicación de una carta desde Chile intitulada “La Junta militar ha hecho lo mismo que Franco en 1936” provista de un dispositivo justificatorio basado en el conspiránoico “Plan Z” en el que supuestamente se asesinaría a opositores en forma masiva. Frente a aquello insiste “NO QUEDABA OTRA SOLUCIÓN QUE UN GOLPE DE ESTADO”.[78] En tanto acorde con su carácter más informativo, el relato la situación chilena de «Arriba» es menor aunque editorializa con columnas intituladas “Lecciones de Chile” y la “Tragedia Chilena” cuyas premisas son la inminencia de una revolución violenta.[79] Para los partidarios franquismo el mérito del 11 de septiembre es prevenir el deslizamiento de un país al marxismo, lo que les remite al propio relato fundacional del régimen español y que los conecta con la lucha mundial contra el comunismo.

Al mismo tiempo, este rechazo a la Unidad Popular fue una forma de reafirmación ideológica de FN, cuando su neofranquismo ya está debatiendo con otras formaciones reformistas al interior del mismo conglomerado, incluso más bien con los sectores que vieron con simpatía la vía chilena al socialismo. Volviendo a la comprensión de Mammone de este viento fascista, en este episodio concreto fue facilitado por la admiración mutua entre diversos grupos de la extrema derecha, como FN, y Pinochet.[80] El violento golpe de Estado de Pinochet y el establecimiento de un régimen autoritario en Chile, parecían los prolegómenos de un giro abrupto ante el decadentismo nacional junto a la creencia en la superioridad moral de una comunidad imaginada pura -la palingenesia comunitaria nacional típica de la extrema derecha- y la predilección del liderazgo autoritario carismático por sobre el vilipendiado parlamentarismo y las normas democráticas.[81] En este cuadro, la violencia es concebida como un componente necesario y destacado de la lucha política, una herramienta que permite a sus usuarios restaurar la jerarquía y el orden superadoras del caos.[82] «Alcázar» siguió dicho razonamiento el 14 de septiembre al enfatizar en sus titulares la nueva situación de Chile bajo un sugestivo “Hacia el Orden” con epígrafes de destacan la ruptura con Cuba y el reconocimiento de Brasil y que será desarrollada en las páginas interiores con el tri adjetivo de “Orden, disciplina y jerarquía”.[83] Dos días después el mismo periódico en su página primera aseguraba que el objetivo de la Junta de Gobierno era “Pacificar a la Nación” que significaba la reconstrucción social, política y económica.[84]

En el caso de «Fuerza Nueva», la Unidad Popular representaba otro episodio de caos nacional para el público forzanovista que imaginaba haber vivido la misma experiencia 37 años antes y frente a aquello el texto “El Trágico fin del socialismo” rememora a José Antonio Primo Rivera “frente al comunismo no hay más argumento que la dialéctica de los puños y las pistolas”.[85]

Una última cuestión, central a este tipo de indagación respecto de la prensa, es que constituye una plataforma para establecer redes y contactos entre intelectuales, activistas y militantes. Conocidos y documentados son los contactos y visitas entre FN y otros grupos afines europeos constituyéndose redes transnacionales que fueron desde el MSI italiano o el Frente Nacional (FN) francés -y que enmarca ese viento fascista- cuestión subrayada por el propio colectivo hispano. Se trata de una admiración mutua entre agrupaciones que sin ser idénticas (neofascista el MSI y el FN francés mientras parafascista Fuerza Nueva en España), mantienen contactos regulares y convergen en el común desprecio a la democracia liberal en cualquiera de sus formas. En efecto, figuras como Giorgio Almirante y Gianfranco Fini del MSI y Jean Marie Le-Pen del FN eran asiduos visitantes de la sede de FN en Madrid.[86] Se cultivó una fascinación por el fascismo –y sus herederos a través de sus figuras icónicas- de diversas fuerzas políticas europeas afines lo que incidió en la sobrevivencia de la red por medio de aportes.[87] Estas consecuencias son extrapolables a otros casos conjugando elementos ideológicos y redes de simpatizantes de causa en la persistencia de ideas comunes como advierte Delle Chiaie y que yo describiría con algún grado de parentesco con el fascismo, entendiendo que la ideología posee capacidad de adaptación contextual.[88] En el caso de la dictaduras militares del Cono Sur, Guillermo O’Donnell reconoció indiscutidos “ecos fascista”, aún cuando opte por un tipo de “Estado Burocrático Autoritario” en que FF.A. y tecnócratas liberales interactúan para fundar un nuevo régimen purgado de la política tradicional.[89]

Hay que considerar, en este sentido, el intercambio de material o reproducción de artículos y columnas que proporciona indicios de las fuentes consideradas pertinentes y afines. Destaca la documentación de la Sociedad Chilena de Defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad (TFP) sobre el papel de la Iglesia Católica chilena respecto al gobierno de Allende. “Lo que podría denominarse como redes intelectuales de extrema derecha se articularon, en cambio, en torno a la idea de contrarrevolución, lo que en la práctica significaba el despliegue de una serie de acciones de carácter refractario –y de alcance continental– respecto a los proyectos de transformación estructural que proponía la izquierda. En dicho propósito también hubo un énfasis cooperativo en torno a circulación de ideas entre diversos grupos de modo de intercambiar percepciones y criterios sobre la contingencia política de cada país”.[90] Podemos intuir una trama de sectores nacionalistas y tradicionalista a ambos lados del Atlántico, convergentes en la idea de pugna anticomunista. Desde las páginas de «Fuerza Nueva» fueron editados y reproducidos personajes como Plinio Correa de Oliveira y el chileno José Antonio Widow. Un par de meses después del golpe de 1973 sobresale las notas protagonizadas por el líder del Frente Nacionalista Patria y Libertad (FNPL) -expresión de la extrema derecha chilena adversaria a muerte de la Unidad Popular-, Pablo Rodríguez Grez, con una cobertura especial de «Fuerza Nueva» que dedicaba dos ediciones distintas y una entrevista[91] reproduciendo su discurso en la Sede principal de FN.[92] En dicha pieza oratoria Pablo Rodríguez dirigente reconoció que desde la fundación de FNPL se había orientado a propiciar la intervención militar.[93] «Fuerza Nueva» reconocía su carácter nacionalista, justificando la trama de un golpe en el intento de rescatar al país del marxismo en el que había caído facilitado por la democracia liberal.[94]

Blas Piñar y el teniente coronel de la Brigada de Paracaidistas Luis Muñoz Gutiérrez esperan a Giorgio Almirante en el aeropuerto de Barajas el 14 de marzo de 1978 (foto: Efe)

Para lo anterior gran parte de las notas y artículos de FN para este período contienen paralelismos entre Unidad Popular y otros episodios internacionales vinculados de preferencia a la Revolución Bolchevique o alusiones disturbios del imperio soviético de Guerra Fría en Europa del Este. Así por ejemplo en “Chile el objetivo del Ejército cumplido: liberar a la Patria del Marxismo”[95] apela a la preparación del gobierno de Allende para acometer un golpe como el de Praga –en alusión a la Primavera- a la vez que designa al ex Presidente democristiano, Eduardo Frei Montalva, como “el Kerensky” chileno. Gómez en “Allende, La Masonería, El comunismo y el caos” reitera las “originales” imágenes del “golpe de Praga”, a la vez que adelanta la continuidad entre “los rojos de Petrogrado en 1917, el Madrid Rojo de 1936 y el Chile de Allende”.[96]

Para este tipo de publicación los Ejércitos son la encarnación de los valores patrios “La Lección de Chile”.[97] «Arriba» lo funda en la reputación de apoliticismo de las Fuerzas Armadas chilenas que les habría permitido cancelar el ensayo político “sin salida” de Allende, inaugurando un Gobierno cívico militar, que disolvió las cámaras. De esta manera para «Arriba» se habría evitado la Guerra Civil. En tanto que «Alcázar» subraya que el golpe chileno era un “No a los partidos políticos”.[98]

A partir de las distintas posturas de la prensa franquista española es posible rescatar posturas retoman los planeamientos de la extrema derecha, incluyendo la fascista: rechazo de la democracia liberal y justificación de los golpes de estado a la luz de la supuesta avanzada del “comunismo internacional”.

En síntesis, la justificación del golpe sobre la idea de una “legítima” empresa anti marxista, la identificación entre las experiencias de Frente Popular español y la Unidad Popular chilena y las sublevaciones de Franco y Pinochet y finalmente la vocación refundacional de un sistema ajeno a la democracia liberal, permiten advertir que los periódicos seleccionados exponían la crisis chilena desde un enfoque estereotipado de la discusión española acerca de la pervivencia del proyecto franquista[99] menos robusto que en el pasado ante la fragilidad de su caudillo y la creciente crítica social. Si el golpe de Estado en Chile se decantaba por una pausa restauradora del modus vivendi anterior, la misma suerte podía correr el sistema autoritario español en ausencia de Franco. Este aspecto devela una desafección fundante al régimen democrático que las hace parte de universo de las extremas derechas.

Conclusiones

Al principio de este ensayo planteamos la idea de que el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 fue una bisagra en la historia de la ultraderecha de Italia y de España. Sostuvimos que, a raíz del acontecimiento armado, las extremas derechas de ambos países tomaron el proyecto golpista de Pinochet como un modelo aunque con matices: En la perspectiva italiana el golpe chileno era un “arquetipo”, es decir un modelo que establecía una pauta para imitarlo o de reproducción en un contexto de sociedad amenazada por el marxismo. En el caso español, en cambio, apuntaba al 11/09/73 como prototipo o primer molde de una experiencia porvenir de un régimen superador no sólo del comunismo sino del régimen de partidos e instituciones democráticas. Evidentemente la posición oficial de poder del franquismo frente a la marginalidad sistémica del neofascismo italiano permitía una defensa más abierta y pública de un proyecto anti-democrático.

En cualquier caso el conjunto discursivo contenido en los artículos analizados, podemos constatar que, en efecto, la centralidad del golpe chileno es evidente. Lejos de ser uno más entre los tantos pronunciamientos militares latinoamericanos, el 11 de septiembre se constituyó, desde principio, en un evento destinado a incidir en el cuadro político internacional y, en ese marco, de las redes de la derecha radical que operaban entre Europa meridional y América Latina.

A través de la exposición de las posturas del caso italiano y del español, llegamos a una serie de conclusiones, dos de cuales son fundamentales para comprender mejor la complejidad del caso de estudio. En primer lugar es patente la convergencia de distintos medios y movimientos neofascistas de ambos países acerca del golpe de Pinochet y el derrocamiento de la Unidad Popular. En este sentido, es oportuno destacar el clima de entusiasmo ante la caída de un gobierno de izquierda en un continente en el cual la Revolución Cubana había amplificado la confrontación con el proyecto de Estados Unidos en la región.

El neofascista italiano Stefano Delle Chiaie, colaborador de la DINA de Pinochet, implicado en el terrorismo ultraderechista en Italia y España, durante los sucesos de Montejurra (mayo de 1976)(foto: Naiz)

Enseguida, constatamos que, si bien las derechas neofascistas de Italia y extrema derecha de España estaban de acuerdo respecto de la necesidad de terminar rápidamente con la experiencia de la Unidad Popular, a menudo considerada un peligroso antecedente global la caracterización del golpe como ilegitimo por parte de otros sectores políticos. Más allá de las idiosincrasias de las derechas de Italia y España, es posible encontrar lecturas convergentes entre los movimientos de ambos países. Por ejemplo, para revistas como «La Voce del Sud» y «Fuerza Nueva», el golpe era una evidencia de la “enfermedad mortal” contraída por las democracias liberales que, según su diagnóstico, tarde o temprano desaparecerían. Sin embargo, para una publicación como «l’Occidentale», el golpe “necesario” no equivalía a un avance de los viejos ideales corporativos típicos de la “tercera posición” sino que una manifestación de la política imperial de Estados Unidos en la región. La lectura antiatlantista, en este sentido, también representa un elemento de divergencia entre los distintos movimientos neofascistas, ya que, tal como observamos, varios de ellos se consideraban distantes tanto de la Unión Soviética como de los Estados Unidos. Desde el tardofranquismo la convergencia atlántica anti marxista desdibujó las críticas a Washington. Así por lo relevante para un medio como «Fuerza Nueva» era la vitalidad de los ideales antidemocráticos y anticomunistas, propios de un ADN de extrema derecha epocal. Como dijimos, la diferencia en cuanto a las lecturas del golpe de Estado tiene que entenderse también a partir de las particularidades del escenario político de cada país. En España, la dictadura y el tardofranquismo estaban manifestando signos de cansancio y el alejamiento de ciertas prácticas de los ’30, las agrupaciones extremas apostaron a retomar con vigor los ideales originarios en países de América, África y Asia con un clima general de escepticismo hacia las democracias liberales. De ahí la complacencia de los periódicos seleccionados con vía del golpe militar. En la joven república italiana, sin embargo, el neofascismo y la galaxia de movimientos que lo conformaba, jugaron una partida doble: por un lado, intentaron derrocar al sistema a través de la estrategia terrorista y subversiva y, por el otro, participaron de las elecciones como alternativa al Partito Comunista y a la DC. Así en la prensa italiana abundaron los ataques a la DC que, electoralmente, absorbía el voto moderado y conservador que el MSI esperaba recoger. En la España franquistas los grupos oficialistas más duros e integristas tomaban distancia de la DC por su inclinación al régimen democrático, que en la visión ultraderechista jamás salvaría a la sociedad del marxismo como ilustraba “el caso chileno”.

De esta manera, los neofascistas italianos y la extrema derecha española coincidieron en considerar al 11 de septiembre como una “lección”, proyectiva para los neofascistas, que intentaron combinar estrategias electorales y armadas (Italia), e incompleta desde la lectura de un franquismo duro que teme por el futuro del régimen. No obstante, la naturaleza del golpe y la evolución del régimen de Pinochet estimularon un debate más amplio y duradero entre diversas ultraderechas de lo que originalmente sospechamos.

La intentona golpista denominada Operación Galaxia en la portada de Fuerza Nueva

 

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Notas

[1] Este ensayo expone los resultados de un proyecto de investigación dirigido por el Dr. Robertini e integrado por el Dr. Aranda titulado Seguir el ejemplo chileno. El 11 de septiembre y pinochetismo como modelos para las derechas Italianas. 1973-1978, financiado por el Programa de Estímulo a la Excelencia Institucional 2018 de la Universidad de Chile. Una primera versión fue presentada como ponencia en el marco del Congreso Internacional de Americanistas en Perugia en mayo de 2022. El artículo es el resultado de una escritura colaborativa entre los dos autores. Solamente a efectos de la evaluación científica, atribuimos de la p. 1 a la 10 a Robertini, de la 11 a la 21 a Aranda.

[2] Mudde, C. (2021). La ultraderecha hoy, Paidós.

[3] Müller, J. W. (2017). ¿Qué es el populismo?, Editorial Grano de Sal; Paxton R. O. (2019). Anatomía del fascismo. Capitán Swing Libros; Hartleb, F. (2011). «After Their Establishment: Right-wing Populist Parties in Europe», European View, 10(2), 267–268.

[4] Delle Chiaie, S.; Griner, M. y Berlenghini, U. (2012). L’aquila e il condor. Sperling & Kupfer; Moreira Luiz Viel, F., Bertonha, J.F.; Bohoslavsky, E. (Eds.) (2016). Circule por la derecha. Percepciones, redes y contactos entre las derechas sudamericanas, 1917-1973. UNGS UP; X. Casals, «Redes y dinámicas transnacionales de contrainsurgencia en la América Latina de los años de plomo». En Avilés, J. Et.Al (2019). Después del 68: La deriva terrorista en Occidente, Sílex, 103-139; Ravelli, G. y Cento Bull, A. (2018). «The Pinochet Regime and the Trans-nationalization of Italian Neo-fascism.». En Leeson, R. (ed.) Hayek: A Collaborative Biography. Palgrave Macmillan, 361-393.

[5] Lipset, S. M. (1960). Political Man: The Social Bases of Politics, Doubleday.

[6] Nicholas, A.; Turner, B. y Urry, J. (1976). «Class, State and Fascism the Work of Nicos Poulantzas», Political Studies, 24/4, 510-519; Poulantzas,  N. (2007). Fascismo y Dictadura, Fondo de Cultura Económica.

[7] Griffin, R. (2019). Fascismo: una introducción a los estudios comparados sobre el fascismo, Madrid, Alianza Editorial, 2019; Paxton, op. cit.

[8] Paxton, R. (2007). The anatomy of fascism, Vintage Books.

[9] Mammone, A. (2015). Transnational neofascism in France and Italy, Cambridge UP.

[10] Basso, C. y Camarasa, J. (2014). América Nazi, Editorial Aguilar; Ravelli, G. y Cento Bull, A. (2018). «The Pinochet Regime and the Trans-nationalization of Italian Neo-fascism». En Leeson, R. (ed.) Hayek: A Collaborative Biography. Palgrave Macmillan, 361-393; Farías, V. (2015). Los Nazis en Chile, Wide Chance.

[11] Deutsch, S. M. (1999). Las Derechas: the extreme right in Argentina, Brazil, and Chile, 1890-1939. Stanford University Press; Aranda, G. (2021). «Chile’s Radical and Extreme Right: Two Groups at the Fringe of Politics» en The Right and Radical Right in the Americas. Ideological Currents from Interwar Canada to the comtemporary Chile, edited by Baron, T. and Molas, B., Lexington Book: Rowman and Littlefield Publishing Group.

[12] De La Cerda, S. (2014). Chile y los hombres del tercer Reich, Sudamericana; Basso, C. y Camarasa, J. (2020), América Nazi. En Aguilar; Basso, C., Chilenazi, Aguilar.

[13] Klein, M. (2000). A comparative analysis of fascist movements in Argentina, Brazil, and Chile between the Great Depression and the Second World War, Tesis de doctorado, University of London.

[14] Díaz Nieva, J. (2020). Patria y Libertad. El nacionalismo frente a la Unidad Popular, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago de Chile, 2015; M. Amorós, Entre la araña y la flecha: La trama civil contra la Unidad Popular, Centro de Estudios Bicentenario.

[15] Cristi, R. (2000). El Pensamiento político de Jaime Guzmán. Autoridad y Libertad, LOM.

[16] Moncada, B. (2006). Jaime Guzmán. Una democracia contrarrevolucionaria. El político, 1964 a 1980, RIL Editores.

[17] Albanese, M. y Del Hierro, P. (2015). Transnational Fascism in the Twentieth Century: Spain, Italy and the Global Neofascist Network. Bloomsbury Academic.

[18] Nuestra referencia es a la diferenciación entre régimen y movimento propuesta por el historiador Renzo De Felice. Véase: De Felice, R. (1975). Intervista sul fascismo, Laterza.

[19] Botti, A. (1992). Cielo y dinero: el nacionalcatolicismo en España (1881-1975), Alianza, 145.

[20] Saz Campos, I. (2008). «Las culturas de los nacionalismos franquistas», Ayer, 153-174.

[21] Del Arco Blanco, M. A. (2007). «La marea autoritaria: nacimiento, desarrollo y consolidación de regímenes parafascistas en Austria y España», Historia Actual Online, (12), 119-131.

[22] Núñez Seixas,  X. M. (2015). «Falangismo, nacionalismo y el mito de Hitler en España (1931-1945)», en Revista de Estudios Políticos (169), 13-43.

[23] Ibíd.

[24] Valenzuela, M. (1989). «Reprivatización y capitalismo popular en Chile», Estudios Públicos (33).

[25] Mudde, C. (2021). La ultraderecha hoy, Paidós.

[26] Albanese, M. (2018). «Il Neofascismo come categoria analitica», Ricerche Storiche, 99-117.

[27] Tarchi, M (1995). Esuli in patria: i fascisti nell’Italia repubblicana. Guanda.

[28] El MSI fue un partido político de inspiración neofascista fundado por reduces de la Repubblica Sociale Italiana de Mussolini. El partido reunió a los nostálgicos de la dictadura y de la monarquía y a una vasta área del electorado de inspiración autoritaria alcanzando buenos resultados electorales. No obstante, durante la llamada “prima república” (1948-1992) no formó parte de los gobiernos nacionales.

[29] La DC fue un partido político de masa nacido en el marco de la guerra de liberación italiana (1943-45). Desde 1948 hasta 1992 fue el principal partido político italiano y formó todos los gobiernos hasta su disolución en la década del ‘90.

[30] Bernardo Leighton fue un político de la DC chilena. Participó del gobierno de la Unidad Popular y fue parte del grupo de democratacristianos contrarios al golpe de Pinochet. En 1975 sufrió un atentado en el cual estuvo muy cerca de perder la vida organizado por la DINA y Delle Chiaie.

[31] Salazar, M. (2011). Las letras del horror: Tomo I: La DINA. Lom ediciones; M. Albanese, P. Del Hierro, Opus.cit.

[32] Ruggiero, V. (2019). Il neofascismo italiano in America Latina: network anticomunisti transnazionali nel Cono Sur (1977-1982), Tesis de Doctorado, Università Roma 3.

[33] Santoni, A. (2008). Il PCI ei giorni del Cile.» Un mito per una strategia política, Carocci.

[34] En el clima político de la joven República Italiana nacida en 1948 fueron numerosos los intentos de golpe de Estado. Entre ellos cabe mencionar el “Piano Solo” y el “Golpe Borghese”. El primero fue un programa de leyes especiales pensado por el presidente de la República Antonio Segni y el general de carabineros Giovanni De Lorenzo en 1964 que, según las investigaciones periodísticas, intentaron vaciar la democracia representativa y preparar un golpe blando. El proyecto golpista no prosperó gracias a la campaña de prensa y la presión del parlamento. El “Golpe Borghese”, en cambio fue un programa orgánico de golpe implementado por el ex militar de la Repubblica Sociale Italiana Junio Valerio Borghese en 1970. El golpe reunió a militares, carabineros y militantes del movimiento neofascista Avanguardia Nazionale, pero, al último momento, no prosperó. Ambos intentos dan la pauta de la fragilidad de la joven democracia italiana. Tonietto, N. (2016). «Un colpo di stato mancato? Il golpe Borghese e l’eversione nera in Italia.» Diacronie. Studi di Storia Contemporanea, 27/3.

[35] Nocera, R. (Ed.) (2010). Settantatré. Cile e Italia, destini incrociati. Think Thanks.

[36] Camera dei Deputati della Repubblica Italiana, Atti Parlamentari, VI Legislatura, Discussioni, Sedura del 26/11/1973, intervento di Aldo Moro, P. 9188.

[37] Guerra, N. (2020). «Il linguaggio politico di piazza della destra radicale e dei movimenti neofascisti negli Anni di piombo», Mediterranean Language Review, (27), 61-86.

[38] Véase la Tribuna política de 1970: https://www.youtube.com/watch?v=P8hDbPUtfk4&t=107s (Último acceso: 1-4-2022). Todas las citas de revistas italianas presentes en el texto son traducciones de los autores.

[39] Camera dei Deputati della Repubblica Italiana, Atti Parlamentari, VI Legislatura, Discussioni, Sedura del 26/11/1973, intervento di De Marzio, pp. 9188-.

[40] Véase Entrevista a Giorgio Almirante de Giovanni Minoli en Mixer, https://www.youtube.com/watch?v=BNvs7c2iEZI&t=943s (último acceso: 1-4-2022).

[42] Il gioco della “salsa cilena” dramma di un popolo, en «L’Italiano», n. 12-13, 1973.

[43] Democrazia e Dittature, en «La Voce del Sud», 20/10/1973.

[44] Ibid.

[45] La Purga cilena, en «Occidentale», n. 44, 1973 y Il gioco della “salsa cilena” dramma di un popolo en «L’Italiano» n. 12-13, 1973.

[46] Conti, D. (2013). L’anima nera della Repubblica: storia del MSI. Laterza.

[47] Una tragedia voluta dalla DC, en «Candido», n. 36, 27/11/1973.

[48] Ibid.

[49] Ibid.

[50] Lettera dal Cile di un novizio, en «Il Borghese», 9-12-1973.

[51] Ibid.

[52] Mario Tedeschi, La “salsa” è cambiata, en «Il Borghese», n. 38, 1973.

[53] Ibíd.

[54] Ibíd.

[55] La Purga Cilena, en «Occidentale», 11-10-1973.

[56] Linz, J. (1978). «Una interpretación de los regímenes autoritarios», Papers: revista de sociología, 11-26.

[57] Payne, S. (2011). The Franco Regime, 1936–1975. University of Wisconsin UP; Tussel, X.; García G. (1985). Franco y Mussolini, La política española durante la Segunda Guerra Mundial. Planeta,; Moradiellos, E. (2008). La España  de Franco (1939-1975), Editorial síntesis; Saz Campos, I. (2008). «Las culturas de los nacionalismos franquistas», Ayer (71), 153-174.

[58] Molina Aparicio, F. (2017). «La reconstrucción de la nación. Homogeneización cultural y nacionalización de masas en la España franquista (1936 -1959)» Historia y Política (38), 23-56; Saz Campos, I. (2013). «Las raíces culturales del franquismo». En Pérez Ledesma, M. y Saz, I. (eds.). Del Franquismo a la democracia, 1936-2013, Marcial Pons, 21-51.

[59] Ibíd.

[60] Río Morillas, M. A. del. «¿Ni restaurar, ni renegar? Alianza Popular y Fuerza Nueva en (la) Transición». en Romeo Mateo, M. C., Salomón Chéliz, P. y Tabanera García, N. (Eds.) (2020), De relatos e imágenes nacionales. Las derechas españolas (siglos XIX-XX), PUZ, 149-164.

[61] Casals, X. (2020). «De Fuerza Nueva a Vox: de la vieja a la nueva ultraderecha española (1975-2019)». Ayer (118/2) 365-380.

[62] García Torres, F. (2001). «La alternativa neofranquista: el intento de concreción política en la transición (Fuerza Nueva 1966-182)», Aportes: Revista de historia contemporánea, (16/4), 49-76.

[63] Iniciada la transición española, Fuerza Nueva nunca despejó del todo si se incorporaría al sistema político, como el Movimento Sociale Italiano, o respaldaría la vía manu militari para imponer su ideario. Por tanto su estrategia fue doble: electoral y propiciadora de la intervención del Ejército para cortar la incipiente democratización, por lo que se trata de un “partido del viejo orden” y fuerza “antisistema”: Véase Casals, X. Opus.Cit.

[64] Morales, F. J. (2020). «No fue un golpe fue un alzamiento» Análisis y perspectiva sobre la vía chilena al socialismo desde la páginas de la revista Fuerza Nueva (1970-1973); Revista de Historia Social y de las Mentalidades, (24/1), 249-282 Issn On Line: 0719-4749

[65] Núñez Castellano, R. (2003). “La prensa española y el golpe de Estado Chileno del 73”, Revista Bicentenario, (2/2), 187. Cfr. Díaz Aguad, A.y Bustos González, R. (2022),  «11 de septiembre de 1973: La prensa española y el golpe de estado en Chile » Páginas (35).

[66] «Alcázar», 12 de septiembre, 12.

[67] Lo que fue común en los diarios españoles, Véase Díaz Aguad, A. y Bustos González, R. Ibíd, 5.

[68] «Fuerza Nueva», 22 de septiembre de 1973, 29-31.

[69] «Alcázar», 13 de setiembre de 1973, 35.

[70] «Arriba», 16 de septiembre, 15.

[71] Araya Casals, M. (2016). La creación de la amenaza roja: del surgimiento del anticomunismo en Chile a la «campaña del terror» de 1964, Lom.

[72] Morales, F. J., Opus.Cit.

[73] Evans, Richard (2021). Hitler y las teorías de la conspiración: El Tercer Reich y la imaginación paranoide, Editorial Crítica, 10.

[74] «Fuerza Nueva», “Chile, Fracaso del Socialismo de Estado”, n. 350, 22 de septiembre de 1973, 32.

[75] «Fuerza Nueva», n. 352, 10 de octubre, 1973.

[76] Morales, F.J., Opus.cit.

[77] Morales, F.J., Opus.cit.

[78] «Fuerza Nueva», n. 359, 24 de noviembre, 1973, 11.

[79] Ibíd.

[80] Mammone, A. Opus.cit.

[81] Ibíd. 15.

[82] Ferraresi, F. (2012). Threats to democracy: the radical right in Italy after the war, Princeton UP.

[83] «Alcazár», 14 de septiembre de 1973.

[84] «Alcazár», 17 de septiembre de 1973.

[85] «Fuerza Nueva», n. 355, 27 de octubre de 1973.

[86] Fernández Villamea, L. (2006). Fuerza Nueva en la retina: biografía gráfica de un movimiento político. Fuerza Nueva.

[87] Ravelli, G. y Cento Bull, A, Opus.Cit. 361-393.

[88] Delle Chiaie, S. (2012). L’aquila e il condor. Sperling & Kupfer.

[89] O’Donnell, G. (1982). «El Estado Autoritario en el Cono Sur de América Latina”, Revista Dados.

[90] Morales, F.J., Opus.cit.

[91] «Fuerza Nueva», n. 359, 24 de noviembre de 1973.

[92] «Fuerza Nueva», n. 360, 1 de diciembre de 1973, 36.

[93] «Fuerza Nueva», n. 360, 1 de diciembre de 1973, 36.

[94] Ibíd.

[95] «Fuerza Nueva», n. 322, 22 de septiembre de 1973, 30.

[96] «Fuerza Nueva», n. 351, 29 de septiembre de 1973.

[97] «Fuerza Nueva», n. 352, 6 de octubre de 1973.

[98] «Alcazár», 15 de septiembre de 1973.

[99] Núñez Castellano, R., Opus.Cit., 198.

Fuente: Segle XX. Revista catalana d’història, Vol. 1, Nº. 15, 2022

Portada: foto que ilustra el perfil biográfico de Augusto Pinochet en la web de la Fundación Blas Piñar

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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