Carles Brasó Broggi *
La muerte de Bethune

El 29 de octubre de 1939, las fuerzas comunistas del Octavo Ejército chino, comandadas por Zhu De, hacían frente a un ataque japonés en la cara norte de las montañas Taihang, en la provincia de Hebei. Los heridos eran transportados en camillas por caminos de montaña hasta el poblado de Ganhejing, donde el canadiense Norman Bethune había improvisado una sala de operaciones. En una sencilla vivienda de barro y piedras, los habitantes del pueblo presenciaron, por primera vez, una bombilla encendida con un generador y una operación quirúrgica practicada en una herida abierta. Bethune, que operaba sin guantes por la escasez de material médico, sufrió un pequeño corte con el bisturí. Tras meses de trabajo sin descanso, el cirujano estaba débil y aquella herida se le infectó.

Al cabo de dos días, el estado de Bethune se complicó con una fiebre alta y una fuerte hinchazón en la herida. Los médicos que viajaban con él y que habían aprendido de su práctica médica propusieron cortarle el dedo para evitar la extensión fatal de la infección, pero Bethune se opuso, dado que temía no ser capaz de operar sin su dedo. Montado en un caballo, Bethune todavía cruzó varios puertos de montaña bajo un clima lluvioso y frío. Pero la infección se fue extendiendo y el médico empezó a delirar, aunque tuvo tiempo de escribir unas lúcidas notas, siendo consciente de que su estado era ya irreversible. En la madrugada del 12 de noviembre, Norman Bethune murió de septicemia en la casa de un campesino en el poblado de Huangshikou.

Norman Bethune en China (foto: chinadesdeelsur.com)
La llegada a China

A finales de marzo de 1938, Norman Bethune había llegado a Yan’an, en el interior profundo de China, donde se encontraba la principal base comunista que luchaba contra la invasión japonesa. Iba a incorporarse al Octavo Ejército de Ruta, el principal contingente comunista que hacía frente a los japoneses, junto con el ejército nacionalista de Chiang Kaishek. Allí se entrevistó con Mao Zedong, quien le propuso instalarse en Yan’an como jefe médico. Bethune le respondió que prefería trabajar cerca del frente, acompañando a los soldados en las operaciones de guerrillas en zonas aisladas, donde no llegaban los médicos. Mao aceptó y Bethune partió hacia Wutai, una de las montañas sagradas del budismo chino. En los momentos de más aislamiento, él fue el único médico en un territorio que albergaba a trece millones de personas en guerra contra un enemigo mucho más preparado. A pesar de las dificultades y la falta de suministros, Bethune insistió en permanecer cerca del frente, una práctica que había aprendido en España y que le consagró como médico de guerra. Cuando se confirmó su deceso, Mao Zedong escribió un sentido obituario, un texto muy conocido en China, que lo encumbró como símbolo del internacionalismo comunista. Desde entonces, la República Popular de China reconoce a Norman Bethune como uno de los extranjeros más relevantes en la historia contemporánea del país.

Bethune fue el primero de una treintena de médicos y personal sanitario que, tras haber trabajado en la guerra civil española, viajaron a China. Se incorporaron en diversas unidades médicas, tanto en el lado comunista de Mao Zedong como en el nacionalista de Chiang Kai-shek. Estos doctores aplicaron las lecciones que habían aprendido en la guerra civil española, como la capacidad de realizar intervenciones quirúrgicas lo más cerca del frente posible. Aquella transferencia de conocimiento médico entre ambos conflictos, que fue relevante, es un terreno inexplorado por la historia, salvo el caso de Bethune, al que se han dedicado varias obras. Este libro quiere realizar una contribución a esta cuestión investigando la suerte de un equipo europeo de diecisiete médicos y dos enfermeras que participaron también en ambos conflictos: en la guerra civil española, formando parte de los servicios médicos de las Brigadas Internacionales y, posteriormente, en la Cruz Roja china.

Norman Bethune realizando una intervención quirúrgica (foto: Efe)
Los médicos internacionales

Entre 1936 y 1939, unos quinientos voluntarios internacionales, de diversas procedencias, viajaron a España para ayudar en los servicios médicos del frente republicano. Algunos se incorporaron en los servicios médicos de las Brigadas Internacionales mientras que otros, como el mismo Bethune, fueron por libre. Si bien en los servicios médicos de las Brigadas Internacionales los españoles fueron mayoría, aquella organización registró médicos y sanitarios procedentes de, como mínimo, veintiséis países, incluyendo a China. Existen obras historiográficas sobre la participación de voluntarios médicos procedentes de Europa Occidental y América del Norte, que contrasta con el escaso conocimiento sobre los sanitarios procedentes de otras regiones. Los médicos polacos, por ejemplo, fueron los más numerosos en el servicio sanitario de las Brigadas Internacionales, exceptuando los españoles. Sin embargo, sus nombres y acciones en la guerra civil española son desconocidos, fuera de algunas publicaciones en polaco. Otros países europeos con una alta participación en la sanidad de las Brigadas Internacionales, como Austria, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría o Rumanía, también han pasado desapercibidos.

Este libro es una suerte de biografía grupal de diecisiete médicos y dos enfermeras que es representativo de esta parte centroeuropea menos estudiada. Este equipo médico lo formaron polacos, checoslovacos, austríacos, alemanes, húngaros, búlgaros, rumanos y rusos. Aunque desde el punto de vista del historiador resulta obvio que estas diecinueve personas formaron un grupo compacto por sus experiencias comunes en España y China, lo cierto es que estas solamente coincidieron juntas en momentos puntuales, como se verá más adelante. Los encuentros y los momentos de convivencia fueron tan comunes como las separaciones. Sin embargo, una vez revisadas sus biografías, parece evidente que en este grupo se desarrollaron fuertes lazos de amistad que duraron toda la vida.

Esta relación de amistad transcurrió por los grandes conflictos del siglo XX: la crisis de los imperios europeos y el auge de la Unión Soviética y Estados Unidos; la Gran Depresión y el ascenso del nazismo; la guerra civil en España y la guerra de China contra Japón; la segunda guerra mundial (en particular las campañas de Birmania); el Holocausto (visto desde la perspectiva de los supervivientes); los inicios de la guerra fría en Asia y en Europa; la constitución del bloque soviético en Europa del Este; los momentos de tensión propios de la guerra fría; y, finalmente, el reformismo en Europa del Este y China y la fragmentación del bloque comunista anterior al colapso de la Unión Soviética. El hilo argumental del libro es la vida de estas personas y cómo transitaron por todos estos acontecimientos, en algunos casos asumiendo un carácter protagonista, como se verá, por ejemplo, en la Primavera de Praga de 1968; en otros, en cambio, desempeñando un papel secundario o directamente testimonial. Dado que no es habitual integrar en una misma narración todos estos hechos históricos, y menos desde una perspectiva biográfica, esta obra pretende ofrecer una contribución original a la historia global del siglo XX y sus conflictos globales.

Por otro lado, esta biografía grupal desvela hasta qué punto resulta esclarecedor clasificar a este peculiar grupo de personas por su país de origen. Muchos nacieron en el seno de imperios europeos que, como el Imperio austrohúngaro o el ruso, desaparecieron antes de que ellos alcanzaran la mayoría de edad. Por otro lado, su existencia en los Estados independientes de Polonia, Checoslovaquia, Austria, Alemania, Hungría o Rumanía en el mundo de entreguerras tampoco fue fácil. Dadas las limitaciones para que pudieran estudiar en la universidad, muchos de estos futuros brigadistas emigraron a otros países, hasta que se enrolaron en las Brigadas Internacionales. El hecho de participar en la guerra civil española como voluntarios fue considerado por algunos gobiernos, como el de Polonia, una traición que acarreaba la pérdida de la nacionalidad. Por último, con el fin de la segunda guerra mundial, estas personas regresaron a Europa tras un largo periplo asiático a unos países que habían cambiado radicalmente. Sus vivencias en la Europa del Este de la guerra fría ocupan los últimos capítulos del libro. Algunos, incluso sobrevivieron al colapso de la Unión Soviética, un estado que, de un modo u otro, determinó su existencia. En definitiva, estos exbrigadistas vieron pasar a lo largo de sus vidas una sucesión de imperios, países y regímenes distintos, de modo que, enmarcar su existencia en un solo país sería una simplificación poco rigurosa.

Los médicos Györgi Schön y Leon Kamieniecki junto la esposa de este, la enfermera Mania archivo nacional checo

En segundo lugar, el grupo de diecinueve hombres y mujeres que conforma esta investigación era indudablemente judío, puesto que solamente hubo dos médicos sin ascendencia judía directa reconocida. Sin embargo, esta caracterización es igualmente escurridiza y tampoco resulta convincente para definir el grupo. Algunos estudios afirman que los médicos de origen judío en los servicios médicos de las Brigadas In ternacionales fueron mayoría, aunque es complicado demostrarlo. Los brigadistas internacionales se clasificaban por el Estado de procedencia o por grupos lingüísticos, no por sus orígenes religiosos. Así pues, el número de brigadistas judíos es difícil de estimar, aunque se calcula que hubo entre 4.000 y 8.000, procedentes de unos cincuenta países distintos. Además de la cuestión personal —¿hubieran aceptado ser identificados como judíos?—, muchos brigadistas de origen judío eran cosmopolitas y políglotas, una capacidad apreciada en las Brigadas. donde convivían voluntarios de distintas procedencias.

Este bagaje cosmopolita, que quizá resultaba ventajoso en el mundo internacionalista de las Brigadas Internacionales, era una carga peligrosa en el suspicaz mundo de la Europa de los años treinta, radicalizado por el nacionalismo étnico y el racismo institucionalizado. Las políticas antisemitas que se generalizaron en Europa tras el ascenso de Adolf Hitler en Alemania provocaron una emigración de médicos judíos de todo el continente y una parte recaló en España. Cuando dejaron sus países de origen, estos médicos se despidieron de sus familiares y conocidos, seguramente sin sospechar que sería una despedida definitiva. Mientras este grupo de personas se hallaba en España y, posteriormente, en Asia, las comunidades judías europeas de Polonia, Checoslovaquia, Austria, Alemania, Hungría y Rumanía fueron exterminadas con la ocupación nazi y el Holocausto. Cuando el equipo médico regresó a Europa a partir de 1945, sus familias y todo su mundo de referencia —el de las comunidades judías europeas— había dejado de existir y tuvieron que integrarse en un nuevo orden. Algunos cambiaron sus nombres y apellidos, mientras que otros quisieron recuperar o reivindicar sus orígenes y tradiciones.

En tercer lugar, este equipo de médicos y enfermeras era mayoritariamente comunista. Pero, nuevamente, esta categorización también presenta sus problemas, ateniendo a la diversidad de actitudes y formas de militancia. Casi todos los miembros del grupo pertenecieron a algún partido comunista, aunque la organización estalinista del comunismo internacional en partidos nacionales dificultó su encaje. Muchos se afiliaron al Partido Comunista de España durante la guerra civil española y, posteriormente, tuvieron tratos con los partidos comunistas francés y chino, cuando dejaron España y fueron internados en campos de refugiados en Francia antes de emigrar al país asiático entre 1939 y 1940.

Tras el fin de la segunda guerra mundial, su ingreso en los partidos comunistas de sus respectivos países fue complicado y es el objeto de los últimos capítulos del libro. Mientras unos fueron fieles al ideario comunista hasta el final de sus días, otros afrontaron serias rupturas con las jerarquías del partido, aun manteniendo su militancia. Finalmente, algunos renegaron por completo del partido y la ideología que habían abrazado en su juventud. Si algo define las biografías de este grupo de médicos y enfermeras es el carácter diverso, que contrasta con la imagen ahistórica que presenta al bloque comunista como monolítico. Las experiencias en la Europa de entreguerras, su paso por España y China, y las vivencias en Asia y Europa durante la guerra fría presentan un rico matiz de grises, en un mundo aparentemente dividido por dos bloques de colores antagónicos. A pesar de todas estas diferencias, divisiones y fronteras, es relevante que este grupo mantuviera los lazos de amistad.

doctores Baer y Kriegel. Cortesía del archivo familiar Schön/Somogyi

¿Cómo definir entonces a este grupo de diecinueve personas que, como Norman Bethune, trabajaron curando a los heridos en España y China mientras ambos países se encontraban en guerra? Uno de los conceptos que quizá encaja en esta biografía grupal es el de internacionalismo, la palabra que define la trayectoria del canadiense Norman Bethune y por el cual es conocido en China. Este concepto, que parece hoy desfasado ante el dominio de lo global (o transnacional), ha sido recuperado por algunas historiadoras del siglo xx. El tema ha cobrado también una nueva dimensión con la apertura de los archivos de la Internacional Comunista (Comintern) que se encuentran en Moscú en el archivo estatal ruso de historia político-social (el conocido RGASPI).  El presente libro utiliza fuentes de este archivo así como también de archivos españoles, chinos, ingleses, holandeses, franceses, estadounidenses, polacos y checos.

Las Brigadas Internacionales fueron un exponente del internacionalismo izquierdista (comunista, pero no solo) de la primera mitad del siglo XX, un fenómeno que declinó inevitablemente con el repliegue comunista hacia los partidos nacionales y el desmantelamiento de la Internacional Comunista en 1943, en plena segunda guerra mundial. Sin embargo, este perfil internacionalista permitió que este colectivo de médicos ejerciera una labor de intermediación en los conflictos posteriores, un tema poco conocido, dado que la bibliografía sobre las Brigadas Internacionales tiende a centrarse, como es lógico, en la guerra civil española. En ese sentido, los estudios sobre las Brigadas Internacionales suelen terminar en 1939 (con algunos apuntes sobre los episodios posteriores en formato de epílogo) del mismo modo que el internacionalismo en China, que simboliza Bethune, culmina con su fallecimiento en Huangshikou en noviembre del mismo año. Este libro pretende utilizar instrumentos de historia global, una metodología de nuestro siglo, para tratar la biografía de este colectivo de médicos internacionalistas como un fenómeno propio del siglo XX que va más allá de los años de apogeo del internacionalismo antifascista que tuvo lugar en la década de 1930.

El internacionalismo compartía con el cosmopolitismo su oposición al nacionalismo, especialmente contra sus formas más radicales, que se expresaron con virulencia en los movimientos fascistas y racistas de la época. En este sentido, el carácter cosmopolita estaba muy arraigado en las comunidades judías europeas. La población judía estaba dispersa por el continente europeo en un ancho cinturón geográfico que cruzaba Europa de norte a sur, desde San Petersburgo hasta Salónica, en el mar Mediterráneo. De ahí su identificación como diáspora y su escasa adherencia a los movimientos nacionalistas europeos. Era una nación sin un territorio definido, lo cual iba en contra de las leyes del nacionalismo decimonónico y de la idea de Estado nación homogéneo que se impondría en Europa. La comunidad judía europea anterior a la segunda guerra mundial se caracterizaba por su estilo de vida urbano y por su escasa dependencia de la agricultura, lo que facilitaba su movilidad. Hay varios conceptos que hacen referencia a esta identidad desarraigada, viajera y nómada, como la palabra yidis luftmensh (que podría traducirse como «vivir del aire») aplicada a comerciantes, buhoneros, músicos, actores, filósofos, escritores y bohemios, todos ellos personajes típicos de las obras de autores como Joseph Roth (cuyo libro Judios errantes inspira el título de la presente obra), Elias Canetti, Stefan Zweig, Egon Erwin Kisch y Franz Kafka.

El antisemitismo de finales del siglo XIX, surgido en un contexto de crisis de los imperios centroeuropeos (cuya población agraria era todavía mayoritaria) identificó aquel carácter urbano, cosmopolita y nómada con la falta de patriotismo y, en última instancia, con la traición y las conspiraciones. Estas sospechas y acusaciones sobrevivieron en la Europa del siglo xx, no solamente en el contexto de la expansión del nazismo sino también en otros países europeos cuyos movimientos nacionalistas pusieron en práctica políticas antisemitas. En ese sentido, no es extraño que las Brigadas Internacionales contaran con un gran número de voluntarios procedentes de las comunidades judías europeas. Además, el antisemitismo europeo no terminó con la segunda guerra mundial, sino que pervivió durante la guerra fría, especialmente en Europa del Este, como se analizará en este libro. En diversas ocasiones, a las diecinueve personas que constituyen este grupo se les negó una identidad o nacionalidad europeas, a pesar de que habían nacido en Europa, y fueron relegados a las categorías de refugiado o apátrida. Las banderas de sus pasaportes fueron cambiando a medida que se sucedían los regímenes o eran expulsados de aquellos países que no les reconocían derechos de ciudadanía. Casi todos murieron lejos de su lugar de nacimiento.

Por último, los diecinueve médicos y enfermeras, gracias al ejercicio de su trabajo, ayudaron a la supervivencia de miles de personas y fueron también ellos mismos supervivientes. En octubre de 1937, el célebre escritor praguense Egon Erwin Kisch viajó a Benicàssim al encuentro de su hermano, el doctor Friedrich Kisch. Friedrich era cirujano en el hospital Komensky, un centro hospitalario financiado por donaciones a la España republicana procedentes de Checoslovaquia. El centro estaba integrado en el complejo hospitalario de Benicàssim, el mayor centro de convalecencia de las Brigadas Internacionales. Mientras los heridos se recuperaban en el amable clima mediterráneo, Egon Erwin Kisch se preguntaba qué movía al personal sanitario a poner en riesgo su vida para salvar la de los demás. El escritor creía en una suerte de automatismo: del mismo modo que un conductor no puede saltar de un coche en movimiento, un médico no puede abandonar a un herido o enfermo. El grupo de médicos y enfermeras objeto del presente estudio ejercieron la medicina en escenarios de guerra, luchando contra la mortalidad provocada por los conflictos armados que se sucedieron sin pausa a lo largo del siglo XX.

El texto de Kisch se incluyó en un libro propagandístico de las Brigadas Internacionales, titulado Nuestra lucha contra la muerte, y resumía una idea surgida en las trincheras de la primera guerra mundial que tendría una gran importancia en el devenir del siglo: la lucha del servicio sanitario contra las heridas y las enfermedades infecciosas era un frente tan importante como el militar. Aun con grandes retrocesos, esta idea fue ganando peso en el siglo xx, dejando atrás un pasado de indiferencia o inacción frente a las muertes evitables tanto en el ejército como en la población civil. En este sentido, la expansión mundial de la medicina (higiene elemental, control de pandemias, primeros auxilios) y una suerte de humanismo científico interesado en luchar contra cualquier forma de mortalidad evitable se revelaron como formas de internacionalismo mucho más exitosas y duraderas que las dominantes en aquel momento, especialmente las que priorizaban las consecuciones ideológicas o geoestratégicas y dejando en segundo lugar el coste humano que pudiesen acarrear.

El historiador Eric Hobsbawm popularizó la idea del siglo XX corto, el cual empezó con la Revolución rusa y acabó con el colapso de la Unión Soviética en 1989, siendo el auge y la caída del comunismo el elemento definitorio del siglo. Este período de setenta y dos años era el tiempo que una persona podía esperar vivir razonablemente a finales del siglo XX, en contraste con la esperanza de vida al principio de aquel, limitada a unos cuarenta años. El grupo de voluntarios que forma parte de este estudio nacieron en las primeras décadas del siglo y vivieron, de media, setenta y tres años, un lapso de tiempo que encaja perfectamente con el siglo corto que anunció el historiador británico y con la esperanza de vida que alcanzó por primera vez en la historia el ser humano. Sus esfuerzos para curar enfermos y, sobre todo, para diseminar los conocimientos médicos básicos y formar a futuros médicos en poblaciones aisladas o que sufrían una alta mortalidad, tal y como hizo Bethune en las montañas Wutai, fueron en esta dirección.

Seguramente, en las primeras décadas del siglo, en las comunidades judías de Galitzia, Polonia o Rumanía, los lugares de nacimiento de buena parte de este grupo de médicos y enfermeras, nadie hubiera podido prever que aquellos niños nacidos entonces lograrían alcanzar esta longevidad, que casi doblaba la media vigente entonces. Sin embargo, tampoco podían sospechar que, pese a ello, sus comunidades, las de los judíos de Europa central, tras siglos de convivencia pacífica en Europa, serían exterminadas. O que pronto nacería en Moscú un vasto imperio bajo la promesa del comunismo que se alzaría y derrumbaría en un mismo siglo. La historia de este grupo de médicos y enfermeras simboliza pues la supervivencia y la victoria de la medicina y el humanismo en el siglo XX, una victoria que solo llegó tras grandes esfuerzos y fracasos colectivos.

Los doctores Iancu y Flato en la India, 1943-45 FOTO CORTESÍA DEL ARCHIVO FAMILIAR IANCU

Índice de la obra

Introducción

  1. Los médicos de ninguna parte
    Los hermanos Kisch
    Medicina y racismo a principios del siglo xx
    Fritz (Jerusalem) Jensen
    La medicina en las fronteras de la guerra y la revolución
    Los médicos de Galitzia
    Szmul Mosze Flato y los polacos en Francia
  1. La lucha contra la muerte
    La improvisada defensa de Madrid
    Brigadas mixtas, Brigadas Internacionales
    Flato en el batallón franco-belga
    Guadalajara y las lecciones del Jarama
    La llegada de Herbert Baer y el hospital Komensky a Guadalajara .
    Fritz Jensen en el frente meridional
    Los refuerzos de Jensen: Becker, Iancu, Tallenberg, Massons Brunete y el castigo a la 13.ª brigada
    Iancu y los frentes distantes de China y España
  1. De brigadistas a refugiados
    Los brigadistas polacos en Aragón
    Las amistades de Kriegel
    Benicàssim y Teruel
    La evacuación de los hospitales de Levante .
    Encuentros y desencuentros en la retaguardia
    Tarancón, Mahora y los brigadistas chinos
    Kriegel y Flato en el Ebro
    Los últimos de Cataluña .
  1. Escapar de Europa
    El plan China
    El Hospital Internacional de la Paz
    Jensen y los hermanos Kisch en París
    Mar, arena y viento de tramontana
    Gurs: la autorización para viajar a China
    Europa, últimos días
    Un frente unido en la China semicolonial
    El doctor Lim y el Cuerpo de Ayuda Médica .
  1. El frente chino
    China no es España (o las lecciones de la guerra civil española)
    Jensen, Kisch y Becker en China .
    Largas marchas en Hunan
    Tuyunguan
    Los frentes difusos
    Crisis en el Cuerpo de Ayuda Médica
  1. La carretera de Birmania
    El frente unido de los aliados
    Fritz Jensen en Indusco
    La primera campaña birmana
    Los médicos contratados de Stilwell
    En la India británica
    Kriegel, médico de enlace
    La segunda campaña de Birmania
    Los frentes olvidados, 1943-1945
  1. El telón de bambú
    Los médicos de Stilwell y la victoria aliada
    Kaneti y el grupo de la Y-Force
    El doctor Jensen en Chongqing
    El Plan Marshall en China
    Los médicos de la UNRRA
    Trabajo en equipo
    El doctor Lim y la liberación de Hong Kong
    Final del recorrido
    Los últimos médicos de enlace
  1. Los telones de acero
    Los médicos alemanes regresan a casa
    Exbrigadistas en el nuevo gobierno polaco
    El regreso de Flato, Taubenfligel y Jungermann a Polonia
    Los juicios contra los médicos cosmopolitas
    Las conversaciones de Varsovia
    Austria, China, Vietnam
    El último viaje de Fritz Jensen
  1. Un socialismo de rostro humano
    Regresar a Praga
    Erica Glaser y el caso Slánsk
    Kriegel y la Primavera de Praga
    La última primavera en Polonia
    Los vientos reformistas llegan a China
    El aniversario de Kriegel

Introducción e índice de Carles Brasó Broggi, Los médicos errantes. De las Brigadas Internacionales y la revolución china a la guerra fría. Barcelona, Crítica, 2022

*Carles Brasó Broggi (Barcelona, 1979) es doctor en historia económica (UPF, 2010), sinólogo y licenciado en sociología y estudios de Asia Oriental. Ha publicado artículos sobre economía e historia contemporánea de China en revistas como China Perspectives o Modern Asian Studies, y un libro sobre los orígenes de las reformas económicas en China: Trade and technology networks in the Chinese textile industry. Opening up before the reform (Palgrave Macmillan, 2016). Actualmente, es investigador Ramón y Cajal en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Portada: fotografía del grupo de médicos en el velero Aeneas, en 1939 (foto del archivo familiar Schön/Somogyi)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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