Reseña de libros

 

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Engracia Martín Valdunciel*

 

Resumen:

Como otros sistemas de dominio, el masculino, el patriarcado, cuenta entre sus soportes más poderosos, influyentes e invisibles con el control de interpretación y representación de la realidad, lo que equivale a la posibilidad de ordenar el mundo, asignar roles y espacios o generar referentes, valores y discursos adecuados a sus intereses de forma que puedan naturalizarse y ser asumidos por los y las dominadas con el fin de legitimarse y reproducirse. Conceptualizar, por tanto, como ya señalaba la filósofa Celia Amorós, es politizar. Por esta razón, la posibilidad de acuñar categorías y conceptos fuera del marco hegemónico, androcéntrico, como ocurre cuando se elabora un diccionario de feminismo, es esencial porque tal actividad entraña nombrar y explicar la existencia desde una conciencia que se sabe subordinada históricamente pero con capacidad de poner de manifiesto y denunciar los mecanismos que sustentan las relaciones de poder para subvertir el statu quo.

Poder decir

Parece oportuno comenzar recordando que la posibilidad de “poder decir” de las mujeres como colectivo es una atribución relativamente reciente (y no en todo el mundo) que  pudo hacerse realidad a partir de la extensión de derechos civiles y políticos, entre ellos el acceso a la educación superior, propiciados por las luchas y reivindicaciones feministas a lo largo de los últimos siglos. Cambios trascendentales que posibilitaron que muchas mujeres conquistaran la posición de sujeto histórico con capacidad para poder conceptualizar / modificar la realidad desde su propia experiencia, como ya señalaba Amorós (1985, p. 55):

Las que siempre hemos sido conceptualizadas seremos, por fin, conceptualizadoras, transformando nuestras situaciones prácticas al mismo tiempo que denunciamos los lugares ideológicos interesados que se nos han adjudicado en los discursos de los hombres.

De la histórica exclusión del poder y del logos de la mitad de la humanidad se ha derivado una tradición cultural centrada en el mundo de los varones, colectivo que ha ostentado el monopolio de la representación del mundo hasta hace apenas un centenar de años. Así, si queremos contar con otras voces para interpretar de forma más correcta lo que nos rodea y construir sociedades más justas, parece necesario desarticular la razón patriarcal porque, como señala Bourdieu, (1999, p. 39) : “la dominación sólo puede imponerse de modo duradero en la medida en que consigue obtener el reconocimiento, que no es más que el desconocimiento de la arbitrariedad de su principio”. Por tanto, enunciar definiciones desde la conciencia feminista es una labor primordal porque en el espacio simbólico se negocian formas de estar en el mundo y entran en juego relaciones de poder. En esta línea hermenéutica se insertan las nociones que ofrece el texto coordinado por Rosa Cobo y Beatriz Ranea: Breve diccionario de feminismo ¿De qué tipo de documento se trata? En este caso, las editoras presentan un glosario que contiene explicaciones sucintas y precisas sobre conceptos relativos a la teoría política que analiza y combate el sistema de dominio basado en la alianza interclasista de los varones que subordina y explota a las mujeres.

Ilustración: publico.es

Como suele ser habitual en este tipo de escritos,  las voces seleccionadas (ochenta y siete en total) se organizan alfabéticamente para facilitar a lectoras y lectores una consulta ágil del volumen. En la obra se incorpora, también, un cruce de reenvíos entre vocablos, de forma que la lectura bien pudiera organizarse temáticamente. El libro incluye, además, un aparato bibliográfico que posibilita ampliar la información sobre un asunto particular.  Estamos, en definitiva, ante un tipo de documento muy útil porque, aunque no dispensa del uso de otras fuentes de información para profundizar sobre un tópico,  proporciona una rápida vía de acceso al corpus teórico del feminismo al ofrecer una panorámica de los conceptos, perspectivas, problemas, métodos, etc., que le son propios.

Por lo demás, esta compilación, como señalan las editoras, se incorpora a una tradición (Amorós, 1998; Sau 1990)[1], bebe de obras anteriores y dialoga con la investigación y la realidad del siglo XXI.  El conjunto de definiciones que recoge esta obra, de autoría académica en buena parte, es resultado de un trabajo colectivo en el que, salvo escasas ocasiones, rigor, sistematización y claridad se conjugan para perfilar un catálogo de explicaciones con voluntad de proyección social. Esa interrelación resulta congruente con la tradición feminista y con la intencionalidad de la obra; para las cordinadoras del libro, pensamiento y acción, reflexión y vindicaciones políticas deben acoplarse con un objetivo transformador porque “no hay teoría crítica sin luchas políticas ni luchas políticas sin teoria crítica”, afirman Rosa Cobo y Beatriz Ranea (2020, p. 10).

La conjunción de todos estos aspectos es muy de resaltar porque los y las lectoras, sobre todo quienes se acerquen por vez primera al feminismo o desconozan a qué se refiere (quienes opinen, por ejemplo, que el feminismo es mero sentimiento adaptable a los deseos de cada cual; o quienes acepten la idea de que se trata de un fenómeno que surge con el 15 M ; o, en fin,  quienes crean que el feminismo se reduce a una moda yankee importada recientemente…) las explicaciones que aquí se exponen desde la racionalidad crítica del pensamiento acumulado a lo largo de varios siglos de andadura pueden resultarles de mucho provecho para reflexionar y posicionarse frente a temas sociales de candente actualidad. La obra deja patente que el feminismo cuenta con un gran acervo intelectual – desafortunadamente, poco conocido, incluso en el medio académico –  en diálogo constante con diferentes corrientes de pensamiento y con una épica historica de reivindicaciones políticas que conviene conocer para evitar confusiones, por ejemplo, con propuestas de agendas ajenas al feminismo. En suma, en este glosario  -que las editoras señalan como una primera entrega susceptible de ampliaciones futuras- pueden descubrirse el sentido, la magnitud intelectual y la trascendencia política de casi un centenar de términos que remiten a una genealogía del feminismo;  el conjunto de voces también contribuye al diagnóstico de un presente problemático y complejo al tiempo que ayuda a perfilar reflexiones y reivindicaciones futuras.

«Epistemología feminista», por Silvana Ávila (indicadoresdos.wordpress.com)
Epistemología feminista

Una de las maestras del feminismo español, Celia Amorós (2008)[1], defiende la utilidad práctica de una buena teoría porque entiende que conceptualizar es politizar: así considerada, la producción de sentido constituye una forma de intervenir en la realidad porque los conceptos devienen en imprescincibles herramientas de acción al permitir identificar y poner nombre a una realidad asimétrica así como formular vindicaciones para intentar erradicar las prácticas discursivas indeseables del patriarcado.

En esta línea, puede entreverse en el glosario un corpus feminista histórico y transdisciplinar cristalizado desde un marco de sospecha. Abundantes análisis realizados desde la “perspectiva de género” han puesto de manifiesto el androcentrismo supremacista que caracteriza la cultura y el conocimiento dominantes desestabilizando los paradigmas desde los que se han construido. Para ello ha sido preciso realizar nuevas preguntas, formular otras hipótesis, modificar perspectivas, introducir metodologías más adecuadas, etc., en diferentes campos de conocimiento; en definitiva, se han puesto las bases de una epistemología feminista. Así, se ha construido “un punto de vista” que permite comprender los sesgos y defectos en la explicación de la realidad, propios del quehacer científico convencional” (Cobo, Ranea, 2020, p. 85-86).

Es clave mostrar las sustantivas insuficiencias de las representaciones culturales dominantes por cuanto conforman una visión sesgada, mostrada, sin embargo, como humana, neutra, objetiva y universal. Y es preciso explicitar su déficit de legitimidad porque han tenido, tienen, implicaciones cognitivas, políticas, sociales o educativas. Primero, porque la perspectiva androcéntrica ha generado un conocimiento errático e insuficiente que no se corresponde con la realidad humana, diversa y compleja; quizá en este sentido, el relato por excelencia, el discurso historiográfico dominante, sea paradigmático de ese enfoque parcial. Segundo, el orden de género proyecta ciertos discursos que, en definitiva, cursan como metáforas que legitiman el dominio material que usurpa espacios de poder y representación a la mitad de la humanidad. Además, el sistema de género-sexo ha dificultado, e impide todavía en muchos países, mediante designaciones de inferioridad y normas,  el acceso al conocimiento  -y por tanto, la posibilidad de visibilizar modelos y referentes válidos así como de construir una conciencia feminista (Lerner, 2019)-  a millones de mujeres.  Por consiguiente, la epistemología feminista resulta imprescindible pues propone nuevas formas de generar y transmitir un conocimiento no amputado -es decir, con potencial universal – y, también, otros modelos más justos de habitar el mundo. Una perspectiva crítica que puede percibirse como eje que vertebra la obra que comentamos, especialmente cuando se exponen las acepciones relativas a la lógica de funcionamiento de diferentes ámbitos de saber, como la historia, la geografía, las ciencias de la vida, la sociología, el derecho, la literatura o la psicología.

«El saber es un campo de batalla», ilustración de Alina Zarekaite (relatoras.com)
Genealogía, presente y futuro

En sociedades de totalcapitalismo en las que rige un paralizante presentismo que rompe nuestros lazos con el pasado para poder revisitarlo desde los interrogantes que nos interpelan en el presente y comprendernos en el devenir como sociedad y como sujetos que se proyectan hacia el futuro, es fundamental saber de dónde venimos. Pero, además, por razones de justo reconocimiento a quienes nos precedieron desbrozando un camino lleno de obstáculos, como medio para dialogar con pensadoras anteriores  -no necesariamente, o no sólo, con “grandes hombres del pasado”-, o como procedimiento para no volver a “inventar la rueda”, como advertía Lerner (2019).

De esta forma, en el diccionario se elucidan conceptos que dibujan una genealogía de las prácticas discursivas del feminismo y nos acercan a autoras y nodos de un corpus teórico que se ha ido acuñando a lo largo de varios siglos de historia. Este doble desafío, como se ha dicho, viene siendo posible por la ideación de categorías que vertebran el marco analítico – explicativo del feminismo, como por ejemplo: 8 M, androcentrismo, contrato sexual, cultura de la violación, epistemología feminista, género, patriarcado, reacción patriarcal, roles de género, techos de cristal, etc.  Aunque hay un largo camino por delante, el conjunto de categorias tratadas en el volumen permite entrever los logros del feminismo y su contribución a la conformación de sociedades más justas al mismo tiempo que nos recuerda que es un fenómeno social y político de extensión mundial, aunque con diferentes posiciones[1]. En algunos países occidentales el feminismo ha conseguido, en relativamente poco tiempo, una sustantiva presencia en el espacio público, prestigio y una inestimable producción de saber que ha ido incrementando cotas de credibilidad, aunque este aún se encuentre en los márgenes de la academia, no permee de forma transversal la producción de conocimiento o se haya insertado de forma poco significativa en los curricula educativos.  Por otra parte, si bien, como todo pensamiento crítico, la teoría feminista ha sido marginal desde el último cuarto del siglo pasado, en el siglo XXI sus análisis pueden devenir en artefacto intelectual de suma utilidad para escrutar las perdurables desigualdades estructurales entre varones y mujeres o visibilizar, denunciar y combatir las mutaciones propiciadas por el ensamblaje del capitalismo global y el patriarcado.

Asi, pueden encontrarse en la obra conceptos mediante los que se señalan diferentes mecanismos que articulan la actual reacción patriarcal contra las mujeres: a la propia facticidad del fenómeno de la globalización económica se unen potentes discursos legitimadores (Miyares, 2017) ayunos de marcos políticos de análisis u horizontes sociales de utopia que sostienen el (des)orden imperante.  En relación con este panorama, pueden encontrarse en el diccionario categorías como: cosificación, feminización de la pobreza, feminicidio, pornografía, como escuela de desigualdad, sexismo publicitario, trata y prostitución, vientres de alquiler, violencia sexual, etc., que resultan imprescindibles por su capacidad explicativa y su potencial transformador al situarse críticamente frente a la razón patriarcal o la nueva razón del mundo (Laval, Dardot, 2017) y proyectarse desde otro lugar analítico y ético. Las definiciones concebidas desde la conciencia feminista que se exponen en el glosario ponen de manifiesto, en definitiva, que la realidad a que esos y otros términos apuntan no puede ser cabalmente abordada o confrontada fuera del marco de la economía política y las relaciones de poder.

Foto: feminismoinc.com

El léxico también nos sitúa en el siglo XXI ante la conciencia de una crisis multidimensional profunda y deja patente que el feminismo tiene capacidad para enunciar retos políticos trasformadores a través de conceptos como: conciliación, coeducación, corresponsabilidad, ecofeminismo, economía feminista, ética del cuidado, paridad, políticas públicas, etc. Estas y otras nociones posibilitan vislumbrar propuestas discursivas para conformar sociedades mas igualitarias en las que se cuestionen y dinamiten los estereotipos y roles sexuales (“la mística de la identidad”), base de la explotación y subordinación de las mujeres;  la ética política feminista se compromete con la erradicación de la violencia, sea física o simbólica, sobre el colectivo femenino; con la quiebra de la división del trabajo en función del sexo; con la necesaria incorporación de valores igualitarios para niños y niñas en el medio educativo y en la sociedad; con la reelaboración, construcción y difusión de conocimiento no androcéntrico; con la imprescindible extensión de la ética del cuidado, etc. Ya lo apuntaba Celia Amorós en 1985 (p. 140)

La subversión de valores se configura como tal -y no podría ser de otro modo – en el abrirse camino de unas prácticas de lucha que se dan sus propias luces desprendiendo chispas de sentido que ayudarán a reinterpretar la propia situación, a la vez que se proyectan como esquemas reguladores sobre los que se podría diseñar y modelar la nueva sociedad de individuos liberada de la carga abrumadora de los géneros.

En resumen, ante los retos que enfrenta la agenda feminista en el siglo XXI, parece incuestionable seguir impulsando críticamente la praxis cognitiva del movimiento. Y en este empeño obras como la que nos ocupa pueden resultar, a nuestro entender, de gran utilidad.

Bibliografía

 

Amorós, C. (1985). Hacia una crítica de la razón patriarcal. Anthropos

Amorós, C. (Coord.) (1998). 10 palabras clave de mujer. Verbo Divino.

Amorós, C. (2008). Conceptualizar es politizar. En  Laurenzo, P., Maqueda,        M.L., Rubio, A. (Coord.) Género, violencia y derecho, (pp. 15-27).    Tirant lo Blanch.

Bourdieu, P. (1999). Meditaciones pascalianas. Anagrama.

Cobo, R., Ranea, B. (Eds.) (2020). Breve diccionario de feminismo. Catarata.

Laval, C, Dardot, P. (2017). La pesadilla que no acaba nunca, el neoliberalismo contra la democracia. Gedisa

Lerner, G. (2019). La creación de la conciencia feminista, de la Edad Media a     1870. Katacrak.

Miyares, A. (2017). Las trampas conceptuales de la reacción neoliberal :   “relativismo”, “elección”, “diversidad” e “identidad”. Revista europea de         derechos fundamentales, 29, 117-132.

Puleo, A. (Ed.) (2020). Ser feministas, pensamiento y acción. Cátedra

Sau, V. (1990). Diccionario ideológico feminista. Icaria

«Interseccionalidad» (imagen: afrofeminas.com)
Notas

[1]    El panorama editorial ofrece también otras publicaciones en este sentido, como Puleo (ed.)2020

[2]  La autora ejemplifica esta idea en el proceso por el cual las agresiones contra las mujeres pasaron de ser entendidas como una situación privada, particular, enecdótica (“crimen pasional” o “violencia doméstica”) a ser consideradas un fenómeno estructural, es decir, “terrorismo patriarcal” ¿Cuándo se llega y cómo a esa categoría por la que la agresión es catalogada como un asunto político, un tema de gravedad social, en el que es preciso intervenir, al menos en sociedades que se llaman democráticas e igualitarias? Para llegar a poner en evidencia ese “otro sentido común” ha sido necesario un largo camino de análisis, de toma de conciencia feminista y de trabajo político: esto es, ha sido preciso “irracionalizar” una realidad dada como natural para poder ver – a través de nuevos conceptos, enfoques y teorías- los mecanismos que la sustentan con el fin de erradicar las prácticas discursivas de dominio.

[3] Es sabido que en buena parte  del mundo las mujeres no tienen garantizados derechos humanos básicos. Por tanto, es importante tener en cuenta este contexto pues, como recuerda A. Valcárcel, una cadena es lo fuerte que sea su eslabón más débil.

Comentario de Cobo, R., Ranea, B. (Eds.) (2020). Breve diccionario de feminismo. Catarata.

*Engracia Martín Valdunciel. marien@unizar.es Universidad de Zaragoza. Biblioteca Universitaria. Licenciada en Historia Contemporánea y doctora en Ciencias de la Información y Documentación por la Universidad de Zaragoza. Directora de la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación (UZ.). Forma parte de Fedicaria y del Consejo de redacción de la revista Con-Ciencia Social.

Fuente: Conversación sobre la historia

Portada: «Epistemología feminista», en psicologiaymente.com

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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