Jordi Domènech Feliu
Profesor titular de Historia económica en la Universidad Carlos III
Ignacio Sánchez-Cuenca
Catedrático de Ciencia política en la Universidad Carlos III

 

Es bien sabido que los principales bastiones del voto al PSOE durante las primeras décadas del periodo democrático fueron Extremadura y, sobre todo, Andalucía. En Andalucía gobernó el PSOE ininterrumpidamente las diez primeras legislaturas autonómicas, de 1982 a 2019. En Extremadura, el PSOE ha gobernado en nueve de las diez legislaturas, desde 1983 hasta el presente, con un paréntesis de gobierno de la derecha entre 2011 y 2015. Estas dos comunidades autónomas son, desde hace mucho tiempo, las menos desarrolladas económicamente, con una renta per cápita considerablemente inferior a la media española.

¿A qué se debe esta hegemonía del socialismo en Andalucía y Extremadura? ¿Es una consecuencia del atraso económico de estas dos regiones? ¿O de los elevados niveles de paro? ¿O de los niveles de desigualdad de la renta? 

En una investigación en curso mostramos que, sin perjuicio de los efectos que puedan tener los factores que se acaban de mencionar, hay asimismo un efecto profundo de la historia y, en concreto, de los patrones de concentración de la tierra siglos atrás. En aquellas provincias con mayores niveles históricos de desigualdad de la tierra, el apoyo a la izquierda (ya sea al PSOE, al PCE o a IU) es mayor. Por el contrario, en provincias con mayores niveles de igualdad en el reparto de la tierra, la derecha obtiene mejores resultados electorales.

 

1. El conflicto agrario y el voto

Jonathan Rodden, en un libro reciente, ha mostrado una fuerte asociación entre los lugares que tuvieron protagonismo durante la revolución industrial en Estados Unidos y el voto al Partido Demócrata en la época contemporánea. Así, en zonas que fueron nudos de transporte ferroviario, centros mineros o sede de grandes industrias manufactureras, el Partido Demócrata obtiene mejores resultados un siglo después. Los datos indican claramente que la Revolución Industrial dejó un poderoso legado histórico que ha sobrevivido hasta el día de hoy. Los estudios de geografía política realizados en Gran Bretaña han llegado a conclusiones muy parecidas. De hecho, la gran sorpresa de las recientes elecciones británicas ha consistido en que en algunos distritos con un fuerte pasado industrial y minero han ganado los conservadores por primera vez en muchas décadas.

La industrialización en Gran Bretaña y Estados Unidos tuvo lugar en fecha temprana. El principal conflicto social antes de la Segunda Guerra Mundial fue el correspondiente al enfrentamiento entre capital y trabajo. Parece lógico, por tanto, que en el periodo de entreguerras, cuando las líneas de conflicto que dividen a las sociedades (cleavages) se consolidaron y “congelaron” (tesis de Lipset y Rokkan), la cuestión nuclear fuera la de la integración de la clase trabajadora industrial en el sistema.

En economías menos desarrolladas, que no alcanzaron la plena industrialización hasta los años 50 o 60 del siglo pasado, la cuestión agraria acaparó casi todo el protagonismo en los años cruciales de entreguerras. Junto a la cuestión agraria, sobre todo en el sur de Europa, se manifestaba igualmente la cuestión religiosa, pues la Iglesia se puso del lado de los grandes terratenientes, propiciando un profundo anti-clericalismo entre las masas de campesinos. Precisamente porque la clase trabajadora industrial era reducida en tamaño, el principal conflicto político y social giraba en torno a la reforma agraria y la redistribución de la tierra. De esta manera, cabe esperar que en países de industrialización tardía, las influencias de largo plazo sobre el voto en la época contemporánea proceden del conflicto agrario en mayor medida que del conflicto industrial. Parece lógico suponer que en aquellas zonas con un enfrentamiento más intenso entre trabajadores sin tierra y grandes propietarios, se desarrollaron conflictos polarizados, con preferencias radicales en ambos bandos: preferencias por el anarquismo y el comunismo entre los campesinos y por un autoritarismo conservador y tradicionalista entre los latifundistas.

Para poner a prueba esta hipótesis, utilizamos como indicador “remoto” del conflicto agrario el porcentaje de jornaleros sobre el total de trabajadores agrarios en las 50 provincias españolas según el censo de 1860 (siguiendo el trabajo de Beltrán y Martínez Galarraga de 2017). En las provincias en las que había un mayor porcentaje de jornaleros, el acceso a la tierra era más desigual y esto derivó en un conflicto político radicalizado. Por el contrario, allí donde había un porcentaje amplio de pequeños propietarios, el conflicto agrario fue más suave y los pequeños propietarios optaron por ideologías conservadoras y pro-Iglesia. Si la hipótesis es correcta, deberíamos poder comprobar que en aquellas provincias en las que históricamente el conflicto agrario ha sido más intenso, el apoyo a la izquierda echó raíces sólidas y profundas.

El caso español es especialmente interesante por dos motivos. En primer lugar, hay grandes variaciones en el porcentaje de jornaleros (con porcentajes bajos en las provincias castellanas y porcentajes muy altos en las andaluzas), lo que permite poner a prueba la hipótesis en el contexto de un único país. En segundo lugar, tenemos un paréntesis histórico de cuarenta años (la dictadura franquista) en el que la competición política quedó suprimida, por lo que resulta poco verosímil que el legado histórico se haya podido transmitir a través de partidos y sindicatos. Sin organizaciones de representación de intereses, la transmisión generacional hubo de darse en el contexto familiar. Esto significa que España es, en principio, un caso poco favorable para observar las consecuencias del conflicto agrario después de tanto tiempo. Por tanto, si incluso en la España postfranquista se detecta el efecto de la desigualdad de la tierra, eso quiere decir que se trata de un efecto poderoso que ha sobrevivido a condiciones poco auspiciadoras.

2. Principales resultados

En el siguiente gráfico puede observarse la correlación a nivel provincial entre el porcentaje de jornaleros en 1860 y el porcentaje de apoyo electoral a la izquierda en 1977 (suma de PSOE, PSP y PCE). Los resultados cambian poco si se miden los apoyos como porcentajes con respecto al censo. En general, se aprecia una relación positiva: cuanto mayor es el porcentaje de jornaleros, mayor es también el apoyo a la izquierda.

Gráfico 1. Apoyo a la izquierda en las elecciones de 1977 y porcentaje de jornaleros en 1860

La relación, por descontado, es imperfecta, especialmente en las provincias con niveles intermedios de jornaleros, en las que hay una gran dispersión en el voto a la izquierda. Pero la tendencia subyacente parece clara, con fuertes diferencias entre las provincias con porcentajes más bajos y más altos de jornaleros.

Para poder estar seguros de que la desigualdad de la tierra en 1860 tiene un efecto sobre el voto en el periodo democrático, hemos de tener en cuenta las características contemporáneas de las provincias. Así, en los modelos estadísticos de regresión que hemos realizado, introducimos variables que miden en el año electoral los niveles de paro, el nivel educativo, el peso de los sectores productivos (agricultura, industria, construcción y servicios) y si la provincia pertenece a País Vasco y Cataluña, las dos regiones con un sistema de partidos propio. Hemos analizado los resultados de las once primeras elecciones, entre 1977 y 2011. A partir de 2015, como consecuencia de la crisis económica y de los escándalos de corrupción, el sistema de partidos tradicional se quiebra, lo que genera problemas que hemos preferido evitar. Tenemos, por tanto, 550 observaciones (11 observaciones para cada una de las 50 provincias).

Pues bien, el coeficiente de regresión de la desigualdad de la tierra en 1860 es significativo en todas las elecciones salvo en las últimas analizadas, las de 2011. En el siguiente gráfico se representan los coeficientes (con sus respectivos intervalos de confianza) de desigualdad de la tierra para el voto a los bloques de izquierda y derecha en cada una de las once elecciones. El efecto de la tierra es especialmente poderoso en las cinco primeras elecciones, entre 1977 y 1989, debilitándose progresivamente a lo largo de la década de los noventa. Aunque el número de observaciones no es suficiente, los datos parecen indicar que en las elecciones en las que gana el Partido Popular (1996, 2000 y 2011), los coeficientes son más débiles.

Gráfico 2. El coeficiente de desigualdad de la tierra en el apoyo a la izquierda y a la derecha en las primera once elecciones de la democracia

3. Extensiones

Podría pensarse que el efecto político de la desigualdad de la tierra sobre el voto se debe a una variable interviniente, los niveles de violencia en la Guerra Civil. De acuerdo con este argumento, los patrones de desigualdad de la tierra explicarían, al menos en parte, el alcance de la represión de la población civil en el curso de la Guerra Civil. Allí donde había mayor desigualdad de la tierra y mayor polarización política, la violencia fue mayor. Si ello fuera así, al introducir en el modelo estadístico los niveles de represión entre 1936 y 1939, el efecto de la desigualdad de la tierra debería desaparecer. Para comprobar esta posibilidad, hemos incluido en el modelo estadístico los datos de Francisco Espinosa (a quien agradecemos su ayuda en este punto) sobre violencia represiva de los dos bandos: los resultados, sin embargo, no se alteran, lo que muestra que el efecto de la desigualdad de la tierra sobre el voto va más allá de lo sucedido durante la Guerra Civil.

Además, mostramos que las consecuencias políticas de la desigualdad de la tierra pueden observarse en variables medidas en los años de la República, con anterioridad al inicio de la Guerra. Así, en el Gráfico 3 puede verse la asociación entre desigualdad de la tierra en 1860 y tres indicadores políticos de los años treinta: (1) el nivel de las huelgas agrarias en el periodo 1930-33, (2) los niveles de afiliación a la UGT y CNT en 1936, y (3) el porcentaje de apoyo al Frente Popular en las elecciones de 1936.

Gráfico 3. La asociación entre desigualdad de la tierra en 1860 y tres indicadores de conflicto político en los años treinta

En los tres casos se comprueba que en las provincias con mayor porcentaje de jornaleros en 1860 (Cádiz, Sevilla y Córdoba), la oleada de huelgas en 1930-33, la afiliación a los sindicatos de izquierda en 1936 y el apoyo al Frente Popular en ese mismo año tienen valores más altos que en el resto de provincias.

Estos datos confirman que los efectos políticos de la desigualdad de la tierra existían, en la dirección esperada, antes de la Guerra Civil y sobreviven hasta bien entrado el periodo democrático pese al largo paréntesis franquista.

4. La provincia de Córdoba

El análisis por provincia supone un nivel de agregación elevado. Dentro de una provincia puede haber variación importante en cuanto a tenencia de la tierra. Además, en el análisis provincial realizado hasta el momento se incluyen los grandes centros urbanos, en los que la cuestión agraria podría tener menos peso.

Hemos repetido los análisis anteriores eliminando a la capital de la provincia del cálculo del apoyo electoral a los partidos de la izquierda o de la derecha. Los resultados, sin embargo, se mantienen más o menos inalterados. Esto significa que los conflictos agrarios se trasladaron políticamente a los centros urbanos, ya sea por la migración a las ciudades, ya sea por los vínculos de las ciudades con la actividad agrícola, ya sea por el contagio de creencias y valores políticos.

Para ir más allá del nivel provincial, hemos analizado los resultados electorales en los municipios de la provincia de Córdoba, una de las más desiguales de España y, por tanto, cabe pensar, con menor variación interna, lo que dificulta la confirmación de la hipótesis original. Para estimar la desigualdad de la tierra a nivel municipal, hemos empleado datos catastrales de la década de 1910, calculando el porcentaje de la contribución fiscal correspondiente a los mayores propietarios. La correlación con el voto a la izquierda en 1977 es de 0,42, estadísticamente significativa. El resultado puede verse en el Gráfico 4.

Gráfico 4. Asociación entre el porcentaje de voto a la izquierda en 1977 y la desigualdad de la tierra en los 1910s según datos catastrales

El Gráfico 4 muestra que la relación existe también a un nivel más bajo de agregación como es el municipal. Los municipios cordobeses con mayor presencia de grandes terratenientes en los 1910s son los que tienen mayor apoyo a la izquierda en 1977.  

5. Conclusiones

En los países de industrialización tardía, el apoyo ciudadano a la izquierda es en buena medida consecuencia de la naturaleza del problema agrario. En aquellos lugares en los que el conflicto era más agudo, con un enfrentamiento entre grandes terratenientes y masas jornaleras, se produjo una fuerte radicalización política. Mientras que los latifundistas recurrían a la represión y la coerción para sofocar las demandas de los campesinos, estos abrazaron ideologías radicales (anarquismo, comunismo, socialismo), con un fuerte componente anticlerical. En aquellas otras zonas en las que había un grupo importante de pequeños propietarios, las preferencias políticas de los agricultores fueron más conservadoras, con una clara inclinación a favor de la Iglesia.

Lo interesante es que esta estructura de preferencias haya sobrevivido a la revolución industrial y a un periodo largo de dictadura en la que no había actores colectivos (partidos y sindicatos) que pudieran proteger y extender las preferencias izquierdistas que se forjaron en las familias de jornaleros. Todavía en el periodo democrático actual (1977-2011), en el que la agricultura tiene un peso muy reducido en la estructura económica, puede encontrarse un rastro político del conflicto agrario pasado. Incluso teniendo en cuenta las características económicas y sociales de las provincias en el periodo estudiado, el efecto de la desigualdad de la tierra (medido en 1860) sigue siendo considerable y estadísticamente significativo. Los datos indican que este legado fue debilitándose, como es lógico, a medida que se avanzaba en la época democrática, pero que todavía pudiera detectarse este efecto en el siglo XXI muestra la fuerza histórica que tuvo el conflicto agrario en la política española.

 

Portada: Felipe González subido al remolque de un tractor, durante un mitin en Albacete en 1979 (foto: Antonio Gabriel para El País)


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2 COMENTARIOS

  1. En mi post de ayer en Facebook se publicó el artículo que recibió varios comentarios, recojo algunos

    Andrés Sánchez Picón Los factores de continuidad (path dependence) deberían contrastarse con los de cambio, como el constatable en las provincias orientales y mediterráneas andaluzas (las de la Andalucía alta: Granada, Málaga y Almería) en donde el apoyo al socialismo se mantuvo en los primeros veinte años de la transición, para empezar a decaer hace ya casi un cuarto de siglo y empezar a adoptar ese perfil levantino (del levante español) de apoyo a la derecha. ¿Qué tiene que aportar el legado histórico en la explicación de este giro? ¿Hasta qué punto es explicativo que en la alta Andalucía el porcentaje de jornaleros en 1860 ya estaba muy por debajo del triángulo bajoandaluz (Córdoba, Sevilla y Cádiz)?

    Alvaro Castro Muy interesante. Pero la permanencia del PSOE a nivel municipal en el occidente andaluz -soy de un pueblo de Córdoba- no se entiende sin la red clientelar tejida a nivel local tras tantos años de poder. Tampoco , sin una política efectivamente de derechas en la que nunca han tocado una estructura de la propiedad que se mantiene como hace siglos. La herencia del vasallaje y de la servidumbre voluntaria hoy día me parece más explicativa que la memoria de la izquierda, entre otras cosas porque la guerra civil implicó una limpieza política brutal .

    Daniel Puig Aliu La desigualdad en la propiedad de la tierra quizás sea un elemento importante más; la permanencia de transmisión de formas culturales de organización y control social puede que tenga una dinàmica propia paralela que no solamente causal?

    Jacinto Bonales Lógica y sentido común chocan con el método de análisis, tal y como muestra la gráfica para los casos catalán y aragonés. Para un mínimo de rigor que produzca resultados más allá de gran parte de Andalucía, es necesario introducir más variables y desagregar en partidos judiciales. Por ejemplo saldos migratorios y tipología del jornalero (sistema hereditario)

    Severiano Delgado Cruz Tampoco se puede pasar por alto que tanto en Andalucía como en Extremadura y Castilla – La Mancha domina el ala más derechista del PSOE

  2. Como supongo que cualquier historiador que se precie, coincido plenamente en la idea de que la experiencia pasada, entendida como legado histórico, es una variable de primer orden para entender el presente. También coincido en la importancia de valorar el impacto de la desigualdad en el comportamiento político y electoral (aunque, sin duda, esta última correlación resulta muy compleja y es difícil obtener conclusiones “definitivas” estableciendo relaciones mecánicas, como demuestran algunos acontecimientos recientes). Pero me temo, en cualquier caso, que este que ponéis no es el mejor ejemplo para demostrar el peso definitivo de este legado.
    Además de la desigualdad de la tierra o la concentración histórica de jornaleros en una zona concreta de Andalucía, son otras muchas (y más determinantes) las variables que pueden explicar el importante apoyo a la izquierda en las elecciones de 1977 y siguientes. Como los factores explicativos son muchos y complejos he tratado de resumir algunos de ellos en un texto para el debate que bajo el título “Por qué los andaluces votaron tantas veces a la izquierda. Réplica a Jordi Domenech e Igancio Sánchez-Cuenca“, será publicado en este mismo blog en los próximos días.
    Un saludo y gracias a Jordi e Ignacio por animar el debate con su texto.
    Antonio Herrera (Universidad Pablo de Olavide).

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