Soledad Bengoechea
Doctora en historia.
Miembro del grupo de investigación consolidado
«Treball, Institucions i Gènere» de la UB.

 

Hace cien años de aquel 1919. Un año singular. Empezó con una revolución: la Huelga de la Canadiense que tuvo lugar entre el invierno y la primavera. Duró 44 días. Y el año finalizó con una reacción: el cierre patronal (un paro patronal, un cierre de empresas) que persistió durante ochenta y cuatro días. Del 3 al 30 de noviembre fue parcial y del 1 de diciembre al 26 de enero de 1920 total. Ochenta y cuatro días de paro en Barcelona.

De aquel locaut patronal de hace cien años tratan estas páginas. De la reacción de los empresarios contra los obreros organizados en aquella coyuntura de lucha de clases. El largo tiempo transcurrido, un siglo, nos permite tan sólo caracterizar los personajes, pero no dialogar con ellos. Todos ya han desaparecido. No  ha podido hacerse historia oral, pero se ha analizado un montón de papeles. Así es como podemos saber quién dirigió aquel paro patronal, qué fuerzas económicas estaban detrás y cómo lo vivieron los trabajadores.

Quizás ya es el momento de formular unas preguntas, ¿por qué se decidió este paro, este cierre patronal? ¿Quién lo convocó? ¿Qué fuerzas sociales, políticas, económicas, militares había detrás de la convocatoria? ¿Cómo se logró mantener la población en calma si durante ochenta y cuatro días los asalariados estuvieron sin recibir un salario? Entonces, ¿cómo subsistieron? Y los empresarios pequeños y medianos, ¿cómo se conformaron con tener las puertas de sus negocios cerradas?

Obreros en paro en la Avinguda del Paral.lel (Mundo Gráfico, 28 de enero de 1920)

Hablemos un poco del contexto internacional que es inseparable de los acontecimientos en España. En medio de la contienda mundial que tuvo lugar entre 1914 a 1918 se produjo la revolución bolchevique de 1917. Excitados por este acontecimiento, los obreros de todo el mundo vislumbraron un nuevo horizonte y en algunos lugares pasaron a la acción. Un año después, por ejemplo, en Alemania se iniciaron dos tipos de revoluciones de carácter diferente: social una, independentista la otra. Ambas quedaron frustradas. En algunas ciudades alemanas, desde principios de noviembre de 1918 grupos independentistas proclamaban repúblicas (en Baviera, en Dresde, en Bremen). Enseguida, 100.000 contrarrevolucionarios marcharon sobre Baviera para aplastar la «República independiente de Baviera». En enero de 1919, en Alemania se produjo el levantamiento de la Liga Espartaquista, de carácter revolucionario. Su destino se decidió en una semana decisiva, la del 5 al 12 de enero de 1919, justo cuando aquí se estaba gestando la huelga de La Canadiense. A pesar del asesinato de los dos líderes espartaquistas, Rosa Luxemburgo y Karl Liebkecht, a lo largo de 1919 hubo todavía gran cantidad de huelgas en diferentes sectores de Alemania, luchas contra las que el gobierno no vaciló  en enviar a las tropas. En Italia, este periodo se le denomina  «El Biennio Rosso» (bienio rojo). Y recordamos «Novecento», la  película de Bertolucci . Sobre todo en la Italia central y en las zonas rurales hubo disturbios por alimentos, manifestaciones de los trabajadores, la ocupación de tierras y fábricas con intentos de autogestión. Y, en España, a aquellos años, del 1918 al 1920, se les denomina el «Trienio Bolchevique». La mitad sur de la península fue la más afectada por las huelgas, etc. Explico todo este contexto porque creo que así podremos entender mejor las actitudes adoptadas por las clases económicamente dominantes españolas, y catalanas más concretamente, que quedaron asustadas por estos hechos.

Expectación en la Plaça de Sant Jaume durante la firma de los acuerdos por la comisión mixta de patronos y obreros (foto: El Confidencial)

Situémonos en la Barcelona de hace un siglo. Aquel verano de 1919  sucedió a una primavera caliente. Tenemos constancia de que fue un verano tórrido. En las fábricas textiles, las mujeres, mucho más numerosas que los hombres, se asfixiaban de calor. Los trabajadores de la construcción, sometidos a las inclemencias del sol, se refrescaban con el agua del cántaro. ¿Y en las fábricas de vidrio?, ¿y en las fundiciones?. Las manos se torraban sobre las calderas. Bueno, no nos desanimemos. El estado de guerra que se había proclamado hacía meses (clausura de libertades, el ejército en la calle, etc.) se levantó. Las clases dominantes ¿Qué pensarían entonces? Bueno, en pocas palabras: que los obreros se reorganizarían. ¡Ah! Todo se juntaba, pensaban: desde primeros de octubre había entrado en vigor el decreto de la jornada de ocho horas, aprobado el pasado 3 de abril, durante la huelga de la Canadiense. Pero es que, además, en un intento de canalizar la situación por la vía de la negociación, el gobierno del conservador Joaquín Sánchez de Toca comenzó a plantear una serie de medidas legislativas en materia social. ¡Lo que faltaba, dirían, nos ha salido un gobierno reformista! Recapitulemos pues: estado de guerra levantado, sindicatos obreros legalizados, jornada de 8 horas, medidas reformistas en materia social. ¿Qué hacer? En todo el Estado los empresarios se pusieron en pie de guerra. Pero sobre todo en Cataluña, donde la patronal sufría los embates de la CNT, sindicato revolucionario.

Pues sí, el gobierno central se mostraba reformista, al menos mucho más que la patronal. Lo comprobamos: a través del gobernador civil, Julio Amado, se promocionó una comisión mixta entre representantes de la patronal y líderes sindicales de la CNT. Tanto el gobierno central como Julio Amado, que era militar pero un hombre conciliador, hicieron esfuerzos para que se llegara a un acuerdo. Tras conversaciones dificultosas, rotas a veces por algún atentado de los más radicales de la CNT y de los pistoleros patronales, finalmente en noviembre de 1919 se firmó un documento en que ambas partes se ponían de acuerdo tanto en algunas reivindicaciones laborales, como en readmitir despedidos y una solución rápida de algunos conflictos en curso cediendo las dos partes algunas de sus propuestas. A pesar del documento firmado, la patronal rompió rápida y deliberadamente el compromiso pocos días después.

Comisión mixta de patronos y obreros presidida por el alcalde de Barcelona (Mundo Gráfico 12 de noviembre de 1919)

¿La patronal apostaba por un cierre patronal? ¿Por qué? Pues porque lo percibía como una herramienta política desestabilizadora. Veamos: podría hacer caer este gobierno reformista; sería la ocasión idónea para rebajar jornales y deshacerse de los obreros más conflictivos; era una medida práctica para ser puesta en marcha en momentos de sobreproducción como sería aquel, una vez terminada la guerra europea que tantos productos había consumido de las empresas catalanas.

Hablemos ahora de cuál fue el instrumento que la patronal utilizó para decretar el cierre patronal: la Federación Patronal de Barcelona. Fuentes escritas señalan que hacía años que se había fundado, pero que cuando se presentó como un Sindicato Patronal Único fue durante la huelga de La Canadiense. Como otras federaciones patronales que habían aparecido en otras zonas: Madrid, Zaragoza… estaba federada a la Confederación Patronal Española. Echemos ahora un vistazo a esta Confederación. Se había constituido en Madrid en 1914. Su primer presidente y alma de la Confederación fue José Sabadell Giol, empresario barcelonés vecino de Gracia: Aún no le había atacado la fiebre que pocos meses después, con 57 años de edad, le llevó a la tumba. Y no deja de ser significativo que, años después, otro catalán, Carlos Ferrer Salat, refundase en 1977 la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), como tampoco que hasta hace poco -y durante muchos años- su presidente fuera un industrial catalán: Joan Rossell. Ahora le ha sustituido un vasco: Antonio Garamendi. No es casual, ¿verdad? No es difícil imaginar la presión que, a lo largo de los años, esta organización haría sobre los políticos. ¿O, tal vez la política es plenamente autónoma respecto a la economía? El hecho es que Cataluña, la zona de España más industrializada, no solía tener políticos en Madrid, pero sí que lideraba esta patronal. Bueno, la historia es un proceso complejo.

Representación patronal en la comisión mixta (Mundo Gráfico 19 de noviembre de 1919)

Nos situamos ahora en octubre de 1919. Comenzaremos por decir que la patronal había extraído experiencias de la huelga de La Canadiense. Entonces, la Federación Patronal de Barcelona se dio cuenta de que para llevar a cabo una acción, que significaba ponerse en contra de los obreros, pero también del gobierno, tenía que contar con el apoyo de los patronos españoles; y de una fuerza potente, de una fuerza que debería ser armada. Bueno, entonces se pensó en una fuerza militar. Pero durante la huelga de La Canadiense esta estrategia había fallado. Los obreros lograron la jornada de 8 horas. Sin embargo, la patronal tomó nota. Dicho y hecho. Antes de decretar el paro patronal lo pensó con calma.

En el centro de la ciudad mismo, pegando a la Plaza de Cataluña, está situada la Rambla de Canaletes. El número 6 es un edificio que pertenece al reino burgués, elegante, austero. El entresuelo tiene unas ventanas enormes que de manera libertina permiten entrever parte del interior. Hace pocos años era un restaurante mexicano. Ahora es una tienda de ropa que comunica con la que está abajo, en la calle. En 1919 ese era el lugar donde la Federación Patronal tenía la sede, y donde conspiraba. En la mesa del despacho del presidente se escribían las cartas dirigidas al primer ministro e incluso al rey. En el gran salón principal, de techos altos, un buen día de octubre de 1919 el secretario de la organización, José Pallejà Vendrell, dijo ¡vamos! Llevemos adelante la propuesta. En un primer paso, los patronos estrecharon contactos con la Confederación Patronal Española, como ya se ha dicho con sede en Madrid, y con diferentes federaciones españolas. La patronal pensaba que si la Confederación daba el visto bueno, el apoyo del ejército vendría dado. Cuando poco después Francisco Junoy (también de apellido catalán), líder entonces de aquella Confederación, dijo con una voz firme, vigorosa: ¡adelante con el paro patronal, cerrando las empresas, las fábricas, los comercios, Ofrecemos Nuestro Apoyo, España estará con vosotros!, la patronal catalana convocó, antes que nada, un Segundo Congreso Patronal Español. Y en él se declararía el cierre patronal. El Congreso se extendió del 20 al 26 de octubre.

Aquel 20 de octubre las nubes azotaban el cielo. El viento silbaba por las calles, formaba grandes bufandas de polvo. Volaban los sombreros. Los patronos, reunidos en el salón de la Rambla de Canaletes, acordaron que, de momento, el cierre patronal se declararía en Barcelona y en otras ciudades catalanas. Para quitarle hierro a la consigna, se decidió que este segundo congreso se celebraría en un lugar maravilloso, podríamos decir único, en un espacio propio de la burguesía, el Palau de la Música de Barcelona. La documentación generada por este primer día de Congreso y los siguientes está depositada en el Archivo Histórico de la Ciudad. Dice que los asistentes eran más de cuatro mil. Que llegaban de diferentes puntos de España. Habían recibido la invitación, la convocatoria, los miles de manifiestos impresos y distribuidos por la Confederación Patronal Española. Todos estaban escritos en lengua castellana y en castellano se desarrollaron todos los actos del Congreso.

Presidencia del Congreso Patronal celebrado en el Palau de la Música Catalana (Mundo Gráfico 29 de octubre de 1919)

Todo indica que el director del Congreso, Felipe Pons Solanes, estaba situado en el centro del escenario del Palau. Pons Solanas, dicen los viejos papeles, no era ningún desconocido en el mundo empresarial español. Y él tenía mucha experiencia de este mundo de los negocios. Sabía que la mayor parte de los asistentes eran patronos pequeños y medios. Pero, ¡ah!, él conocía los «entresijos» de la historia. Allí, era seguro, también había representantes del Fomento del Trabajo Nacional, la gran patronal de toda la vida. Igualmente, la Sociedad Económica Catalana de Amigos del País, el Sindicato de los terratenientes -el San Isidro-, y todas las asociaciones económicas estarían representadas. Seguramente también el Círculo Ecuestre, aún hoy situado en la Diagonal, en la sede se discutían las bodas de los cachorros, pero también asuntos de negocios.

De los congresistas que, en última instancia, había detrás del cierre patronal señalemos a los hombres de la Federación Patronal. Esta organización llevaba la batuta. Había sido liderada tradicionalmente por industriales de la construcción, pero, durante la huelga de La Canadiense, le dieron apoyo otros grupos económicos: el textil, el metal … ¿Qué tipo de empresarios había detrás, pequeños, grandes o medios? Parece que al tener lugar el cierre patronal estaban bien mezclados. La Federación tenía la intención de organizar la totalidad de la patronal barcelonesa. Y es aquí donde hay que encajar la figura de Eloi Detouche, un dirigente del Fomento del Trabajo Nacional presente en el Congreso. ¿Quiere decir esto que el Fomento también estaba impulsando el cierre patronal? Todo indica que, estando medio a la sombra, esta asociación de raigambre lo lideraba.

Felip Pons i Solanas recibe un premio en el Círculo de la Unión Mercantil (foto: Mundo Gráfico, 27 de diciembre de 1911)

Antes he hecho un boceto hablando de cuál era la pretensión final del locaut: poner fin al gobierno considerado débil y reformista, un gobierno que no sabía acabar con el supuesto desorden de Barcelona. Pero es evidente que detrás del cierre patronal había algo más, objetivos no sólo laborales, sino también políticos. Los patronos querían saber hasta dónde podían llegar. Las ponencias que se presentaron aquellos días de octubre en el Palau así lo ponen de manifiesto. Miremos algunas de ellas. Escuchamos, en primer lugar que decía Francisco Junoy, como hemos dicho presidente de la Confederación Patronal Española, que tenía su sede en Madrid:

«Hartos de tener Gobiernos que no gobiernan, el Comité de la Confederación integrado por 17 regiones, acordó fueran ellos los que gobiernan, no para escalar el poder, sino para procurar el bien de la patria«. Así, proponía: «(…) que la Confederación Patronal Española sea el organismos que represente todas las clases patronales -españolas«. Por lo tanto, y siempre según Junoy: «La segunda finalidad del Congreso es combatir a los actuales Gobiernos, pues, hay que decirlo, estamos hartos de sufrir Gobiernos que no gobiernan (…) debemos imponerle el Gobierno que conviene a España».

O sea, claramente, venía a pedir que la Confederación entrara a formar parte de las estructuras de gobierno.

Otra de las ponencias se refería a establecer la sindicación obligatoria y única para patronos y obreros. Nos preguntamos, ¿no era ésta una medida autoritaria? Después, ¿no se la hará suya el fascismo? ¿No recuerda los Sindicatos Verticales franquistas? Está claro que sí, y tengo que decir que no era nueva. Se había formulado durante la pasada huelga de La Canadiense. La pregunta pertinente sería, ¿que se quería conseguir con esta propuesta?: la respuesta es fácil: deshacer la CNT. Estaba claro: se quería otro tipo de sindicatos, unos sindicatos diferentes del confederal, no de clase. La medida encuadraría a todos los obreros en unos sindicatos no revolucionarios. Al tiempo, articularía a todos los patronos. Evitaría así sus diferencias internas, de cuadrar salarios, de levantamiento de locauts … Además de la Federación Patronal, esta propuesta la venían pidiendo las Cámaras de Comercio y de la Industria y el propio Fomento del Trabajo Nacional.

Llegamos al 20 de octubre. Era el día señalado: la Federación Patronal dio el ultimátum: si en el transcurso de cinco días los obreros que estaban en una de esas huelgas típicas de la Barcelona de la época, no volvían todos al trabajo (sin ponerse en marcha la jornada de ocho horas), a partir del 3 de noviembre próximo se sometería a la ciudad condal a la violencia del locaut. Esa noche, los barceloneses dormirían mal. Temblarían en la cama. No encontrarían la postura adecuada.

Junta directiva de la Unión Monárquica Nacional, presidida por el diputado Allfons Sala (Mundo Gráfico, 11 de febrero de 1920)

Los empresarios españoles y los militares, ya se ha dicho, eran los poderes que los patronos buscaban para hacer efectivo el cierre patronal. Bueno, el primero ya lo habían conseguido mediante el Congreso. Ahora faltaba el segundo, el militar. Consideremos las estrategias. La Federación Patronal y la Unión Monárquica Nacional, un partido monárquico, españolista y de línea muy dura montaron una gran manifestación de patronos, políticos y otros. ¿Dónde fueron? Pues es fácil de imaginar a estas alturas del relato. O puede que no. Bueno, la cuestión es que, al anochecer, la manifestación fue a rendir tributo a Milans del Bosch, capitán general de Cataluña. Había nacido en Barcelona y ya no era ningún chiquillo: tenía sesenta y cinco años. Extremadamente españolista (este personaje era el abuelo del Milans del Bosch que el 23 de febrero de 1981, cuando eran tiempos de Tejero, sacó los tanques a las calles en la ciudad de Valencia).

Desde mucho antes de la hora anunciada para la celebración del acto de rendir tributo a Milans, una doble línea de automóviles ocupó gran parte del Paseo de Colón, donde Gobernación Civil tenía la sede. Una multitud de «notables» traspasó las puertas de Capitanía. A las cuatro de la tarde, se abrieron las portadas del Salón del Trono, en el que estaba Milans del Bosch acompañado del jefe del Estado Mayor y otras personalidades. Las diferentes entidades barcelonesas representadas eran numerosas, estaba la «flor y nata» de la burguesía. También estaba presente el Somatén, así como representantes de los colegios profesionales (el de los abogados, por ejemplo) y directores de periódicos (El Diario de Barcelona y La Gaceta de Cataluña). Se había pedido que se anotaran las frases importantes para que quedaran para la historia. ¡Ah, la historia, que siempre deja alguna huella!

Parece ser que Milans era un hombre prepotente, arrogante. Con la cara curtida por el sol, y el reloj de bolsillo colgando en la cintura estaba radiante. Se imaginaba lo que iba a pasar: en nombre de miles de barceloneses, el presidente de la Federación Patronal de Barcelona, ​​Félix Graupera, le saludó. En este acto de hermandad, Graupera, contratista de obras, convirtió en protagonista al militar, al que, con voz potente, le dijo: «¡Es usted el único representante de la justicia, el orden, la autoridad y la tranquilidad!»

Homenaje a Milans del Bosch, en el que se le entregó un bastón de mando adquirido «por suscripción popular» (Mundo Gráfico, 5 de noviembre de 1919)

Escuchemos ahora a Milans. Con voz estentórea y ronca respondió apelando a los intereses de la patria, palabra sagrada para los militares:

Este saludo vuestro lo acepto porque tengo la seguridad de que no va dirigida a mí persona, sino al Ejército al que represento por la Autoridad que represento. En su nombre os agradezco la confianza que en él depositáis para el mantenimiento del orden y la defensa de los intereses de la Patria, que no sólo son los intereses de los patronos .

Las conclusiones que se pueden extraer de notas de la prensa nos llevan a considerar ese acto como un espectáculo de afirmación monárquica y españolista. Veamos si no. Aunque asistían los dirigentes de la Liga Regionalista, un partido catalanista, se gritaron consignas a favor del ejército, de España y de la Corona! Y lo que realmente es muy preocupante: en el ambiente se percibían rumores que clamaban «abajo los políticos». ¿Qué indica todo esto? Que entre las urnas y los sables la opción de la Federación era clara. No era un secreto para nadie que los patronos y los militares le estaban amenazando al gobierno con un golpe de estado. Pero de momento no lo consiguieron. ¿Por qué? Bueno, es posible que también tuvieran que contar con el beneplácito del rey.

Cerca de la mitad de  Barcelona cerraba filas en torno a Milans. Pronto se escucharon gritos: ¡Ha salido el Somatén! ¡Llegan los burgueses armados! ¡Ya están! Allí estaban vestidos con gabanes de lana el segundo marqués de Camps, el marqués de Santa Isabel, el conde de Godó -de La Vanguardia-, industriales, comerciantes, chóferes. Llevaban las escopetas desenfundadas y el brazalete rojo en el brazo. Habían recibido órdenes de Capitanía de estar sobre aviso. Acostumbrados a la instrucción, se alineaban a ambos lados y se preparaban para perseguir a los obreros que pasaban por las calles. De vez en cuando disparaban tiros al aire. Sólo era para atemorizar, pero la atmósfera después hacía un fuerte olor a pólvora. Algunas mujeres les llamaron a la cara, ellos las apartaban y las animaban a regresar a casa, a lavar platos. Cabe preguntarse, el Estado, ¿no tenía y tiene el monopolio de la violencia? ¿Qué hacían pues aquellos hombres armados en la calle? ¿Por qué no se les detenía? ¿Por qué la historia ha puesto su hechizo sobre estos hombres armados, la mayoría burgueses? No es bueno darle muchas vueltas. Quizás es mejor no pensar demasiado.

Finalmente, el 3 de noviembre, sin haberse llegado a ningún acuerdo, y sin haber conseguido un cambio de gobierno ni de gobernador civil, la Federación Patronal pasaba a la acción y decretaba el cierre patronal parcial. En resumen, una acción que el Fomento del Trabajo Nacional a estas alturas ya no dudaba en justificar: «No menoscabe, por tanto, otra solución, por dolorosa que parezca, que el locaut«, decía uno de sus dirigentes.

En Madrid, el gobierno recibió la noticia. El primer ministro consideró a los patronos irritantes: ¿qué se habrán creído?, pensó, ¡parece que están dispuestos a cumplir la amenaza! El ministro de la gobernación, el católico social y terrateniente castellano Burgos y Mazo, se cuadró. Declaró el cierre patronal ilegal. Sostenía que se había declarado de espaldas al gobierno. Con ello, los patronos se situaban fuera de la ley.

Así fue como el 3 de noviembre de 1919 empezó en Barcelona un primer cierre patronal, parcial e ilegal, que finalizó el día 30. ¿Qué significó? Fue un ejercicio de prueba realizado por la Federación Patronal, un tratar de valorar el alcance de la sus fuerzas y sus posibilidades reales de hacer actos de coacción respecto a todos los patronos españoles. El cierre patronal fue, también, una amenaza al gobierno de Sánchez de Toca, el cual se consideraba débil y reformista, como asimismo el ministro de la Gobernación y el gobernador civil.

Somatén de Sabadell (foto: Francesc Casañas Riera, AHS)

Y el 1 de diciembre se decretó un cierre patronal total. Este segundo cierre patronal debería aplicarse a varias ciudades industriales catalanas: Igualada, Sabadell, Terrassa, Manresa …. ¡El gobierno estaba bien tocado! Una muestra: los ministros presentaron la dimisión. ¿Qué se decía por los pasillos del Congreso? Que quedaría constituido un gobierno militar. Pero no. Se formó un gabinete de concentración integrado por civiles y presidido por un conservador maurista, Manuel Allendesalazar.

El gobierno seguía teniendo miedo. Miedo de la conjura de patronos y  militares. Por eso intentó apaciguar los ánimos: envió a Barcelona un gobernador civil de línea «dura», el conde de Salvatierra. En este contexto, el 5 de enero de 1920 por Barcelona se sintió una voz unánime: ¡hirieron a Graupera en un atentado!!! ¡Han herido al presidente de la Federación Patronal de Barcelona!!! La acción se produjo cuando viajaba en un Ford negro. Recibió un disparo en la pierna. Los obreros ya podían empezar a temblar. Algunos saldrían de la taberna a toda prisa. El pobre diablo del panadero, con el cigarrillo barato colgando de los labios cerraría la puerta de la tienda con llave y marcharía corriendo. Todos llamarían: ¡es el tipo de excusa que la patronal esperaba! Fuera lo que fuera, la cuestión es que los patronos se plantaron ante el gobierno central y del gobernador civil: «Los patronos ya no Podemos Más«, gritaban. Así fue como se clausuraron los sindicatos obreros y se detuvieron a sus dirigentes.

Félix Graupera y el vehículo en el que viajaba al sufrir el atentado (Mundo Gráfico 14 de enero de 1920)

Detengámonos un momento en el personaje herido: Félix Graupera, líder de la Federación Patronal. Cuatro años después del atentado pasó a residir en Madrid para presidir la Confederación Patronal Española. Ya tenemos otro presidente catalán. Si en este atentado que comentaban quedó herido, no tuvo tanta suerte en 1936. Estallada la Guerra Civil, murió tiroteado por unos anarquistas en Arenys de Mar. Contaba 63 años de edad.

Pero volvamos ahora a comienzos de 1920. Tras el atentado a Graupera, la burguesía y la patronal catalana jugaron fuerte para impulsar un gobierno militar. La apuesta falló. Pero no todo estaba acabado. Ahora dibujaron dos estrategias. Estrategias que tenían como finalidad crear órganos de poder locales que hicieran los conflictos inviables. Al margen de cualquier poder que hubiera en Madrid. Consideremos la primera: se pedía al gobierno que las cuatro autoridades que ahora mandaban en Barcelona permanecieran en la ciudad condal indefinidamente. Veamos ahora cuáles eran estas autoridades: Milans del Bosch, capitán general, el conde de Salvatierra, gobernador civil, Severiano Martínez Anido, que después sería gobernador civil y ahora era gobernador militar y el general Miguel Arlegui, jefe de policía. Era seguro que los cuatro garantizarían el orden en la ciudad condal.

El general Martínez Anido con miembros del Somatén (foto: portal Fuenterrebollo)

Vayamos a la segunda estrategia: Las Corporaciones Económicas y Sociales formaron un Comité Ejecutivo que quedó encabezado por Fomento del Trabajo Nacional. Este Comité escribió un manifiesto, en forma de «volante», en castellano y catalán, dirigido a los ciudadanos «catalanes y madrileños». ¡Ah!, pero antes de repartirlos más de cuarenta asociaciones catalanas quisieron firmarlos. Estas sociedades, ¿eran todas económicas? Pues no. Entre ellas se encontraban también otras de diferente naturaleza: desde el Centro Excursionista de Cataluña hasta la Asociación de Ingenieros Industriales o la Academia de jurisprudencia.

Detengámonos un momento. La patronal, ¿qué pretendía dando este paso? trataba de animar a los ciudadanos de Barcelona y Madrid para que se dirigieran al gobierno apoyando las peticiones contenidas en dicho manifiesto. La demanda principal era la de solicitar un órgano de gobierno para toda Cataluña, que fuera independiente del mundo de la política.

Pero no nos precipitemos y hagamos una pequeña reflexión: ¿Cómo es posible que el Centro Excursionista de Cataluña firmara el mismo manifiesto político que el Fomento del Trabajo Nacional? Bueno, podemos decir que el poder económico incidía en la vida local desde diferentes ángulos y sobre varios aspectos. Es un hecho que la línea divisoria que separaba la actuación de las entidades económicas de la del resto de sociedades burguesas muchas veces se hacía inapreciable.

Transeúntes leen un bando del gobernador civil. Junto a ellos, una familia obrera mendigando (Mundo Gráfico, 28 de enero de 1920)

Volvamos al cierre patronal. Cuando el otoño dejó paso al invierno de 1919-1920 ¿qué decían las fuentes obreras? Bueno, explican que de ciento cincuenta mil a trescientos mil familias estaban en un estado crítico ¿Cómo podía ser de otro modo si no cobraban salarios, ni tampoco tenían ningún tipo de recursos, ni siquiera ahorros? Recordemos que durante la huelga de La Canadiense de la primavera las cajas de resistencia de los sindicatos se habían agotado. Testigos de la época dejaron constancia: durante estas semanas en Barcelona había hambre. Era tanta el hambre, dicen los viejos papeles, que ni los gatos estaban seguros por las calles. Grupos de vagabundos llevando vestidos viejos, sucios y agujereados amenazarían las casas de los burgueses que mirarían por las ventanas desconcertados. ¡Ah! Temblorosos, sí, aunque sabían que estaban custodiados por el somatén, la guardia civil, la policía. Era el populacho lo que daba miedo. Aquellos hombres y mujeres desastrados, este tipo de gente que constituía este populacho. Hombres y mujeres que no tenían ningún barniz, que no habían estudiado mucho, que apenas sabían firmar.

El obispo de Barcelona, Juan José Laguarda, sirve una comida a 150 pobres (foto: Mundo Gráfico, 27 de diciembre de 1911)

En los asilos municipales se formaban largas colas de gente que pedían algo para comer y, por las esquinas, hombres, mujeres, viejos con agujeros negros en la boca y los dientes carcomidos y madres envejecidas que se secaba las lágrimas con el delantal se dedicaban a captar. Conocemos, por fuentes orales, casos de familias que emigraron a zonas rurales de Cataluña, a lugares donde les parecía que sería más fácil encontrar cualquier cosa que llevarse a la boca. Viejos papeles nos cuentan que algunas entidades benéficas socorrían a los hijos de los obreros parados, pero que sólo lo hacían cuando eran menores de doce años. Desconocemos el papel de la Iglesia respecto a la beneficencia. Hojas dominicales, que no salieron en la segunda quincena de diciembre ni en enero, no hacen referencia al paro. Sólo insisten en la necesidad de hacer obras de caridad, en las ventajas de la pobreza, en la precisión de volver a las prácticas religiosas, a afirmar que el juicio final se acercaba y a condenar las huelgas, en definitiva, sobresale su contribución predicando la obediencia.

Colas ante panaderías de la Gran Via (Mundo Gráfico, 7 de enero de 1920)

Por algún diario sabemos que muchos de los parados iban subsistiendo gracias al apoyo de compañeros que contaban con más recursos: por ejemplo, si tenían alimentos almacenados, tal vez si en su casa tenían un huerto, gallinas … Al amanecer, grupos de gente se reunían en plena calle para compartir lo que cada vecino podía aportar. Mientras charlaban en diferentes lenguas, se mezclaba el catalán de los nativos con el castellano de los emigrantes, la gente se lo comía todo sin dejar ni una migaja. ¿Todavía quedaba un poco de solidaridad en Barcelona?

Lluís Companys, el que luego sería presidente de la Generalitat y más tarde fusilado por el franquismo, en estos momentos era concejal republicano federal. Abogado de los obreros y amigo de los líderes anarcosindicalistas, denunciaba que la Federación Patronal presionaba sobre algunos establecimientos para que no dieran crédito a los obreros. Un hombre que siempre afirmaba que le sabía mal envejecer y morir sin haber visto una sociedad más justa.

Aquel era un invierno frío, muy frío. El viento silbaba por las calles y amenazaba a aquellos cuerpos hambrientos. Tampoco había carbón con el que calentarse, con el que cocinar los míseros alimentos. A finales de diciembre la crispación había llegado a unos extremos límites. El ambiente estaba tenso, pesado. La gente agitada, inquieta. Cualquier incidente podía desembocar en tragedia. Un ejemplo que publica la prensa de aquellos días: en una plaza de la barriada obrera de San Andrés una multitud se empezó a mover y a gritar. Entonces la caballería avanzó; los sables brillaron. Los perros se escondieron. Los soldados y dos somatenistes cargaron los fusiles y dispararon. Una bala hirió a un obrero. Seguro que profirió un grito espantoso. Cayó cara hacia arriba, como mirando las gaviotas. Seguro, también, que un compañero lo cargó en el brazo y le colocó al abrigo de los disparos. Algunos vecinos intentaron linchar a los dos sometenistes. Estos aseguraban que sí, que habían disparado, pero que no sabían dónde había ido a parar el disparo. Un hombre sacó del bolsillo un pañuelo blanco y lo agitaba frenéticamente en el aire. Sólo las fuerzas del orden salvaron estos dos burgueses armados, los dos sometenistes. Cuando el obrero herido murió, una gran cantidad de obreros y obreras acudió al hospital Clínico donde estaba ingresado. El cadáver estaba en una gran sala oscura del hospital y llevaba puesto el delantal de artesano, su oficio. Aunque los labios estuvieran rígidos, parecía dormido. Desconocemos su nombre. Nadie recoge estos nombres de gente anodina.

Tapias de solares de la Reforma, derribadas por el Somatén «para impedir que en ellos se escondan los criminales que cometen agresiones» (Mundo Gráfico, 28 de enero de 1920)

Nos podríamos preguntar, ¿por qué ante esta situación los obreros no respondían con violencia? No era esta actitud pasiva la que tradicionalmente había utilizado la CNT. Veamos los motivos de la no beligerancia. Aunque cada día se producían actos de sabotaje y estallaban bombas, el caso es que no había motines. Desde el primer día de decretarse el cierre patronal los líderes obreros se reunían y formaron un Comité Permanente de la Federación Local de Sindicatos Obreros de Barcelona. Desde allí, continuamente se lanzaban consignas llamando a la calma. Hablaban los catalanes Salvador Seguí, «El Noi del Sucre», Simó Piera, el leonés Ángel Pestaña. Sus discursos eran del mismo talante: no había que responder con la violencia. Las fuentes obreras nos explican que los sectores más radicales insistían en ir a una revolución. Seguí siempre respondía, a veces en catalán, a veces en castellano: la revolución no está lista, no hay perspectiva de victoria, el problema es cómo mantener la organización y resistir el cierre patronal. Se sabía por experiencia que los empresarios querían tener motivos para justificar una represión implacable. Por la noche, cuando las patrullas rondaban por las calles y plazas, dentro de las casas de la gente trabajadora se bajaba la voz, se hablaba en susurros. Dicho esto, nos preguntamos, ¿no habría tensiones entre los obreros? No he encontrado documentos que hablen de ello, pero sería muy difícil que todo el mundo aceptara la miseria sin intentar dialogar con su patrón, o sin recurrir a algún tipo de violencia.

Ángel Pestaña, Simó Piera y Salvador Seguí en 1918 (foto: autogestionacrata.blogspot.com)

Finalmente, el gobierno reaccionó. Los ministros cavilaban asustados: este paro se puede extender a toda España. Y ordenaron la desmovilización de la patronal y del Somatén y el fin del cierre patronal de Barcelona el día 26 de enero de 1920. Se podría esperar que la gente tomara las calles para celebrar el fin del conflicto, pero no fue así. Se podría esperar, también, que la patronal se negaría a abrir las puertas, pero tampoco fue así. Y había razones que justificaban las actitudes: con los sindicatos cerrados, los líderes sindicales encarcelados o huidos, los obreros se encontraban sin referentes. Y la patronal pudo negociar el contrato de trabajo individualmente -de uno a uno- con sus obreros, unos contratos de trabajo que los patronos habían estipulado que fueran «de un día solar». Se había tocado fondo.

Durante el cierre patronal, los patronos afirmaban que los gobiernos no les apoyaban, que se mantenían al margen, absentistas. ¿Era esto cierto? Sí, en cierto modo, el gobierno era reformista. Sin embargo, poco podía hacer. Ahora bien, ¿absentistas los gobiernos? Veamos unos datos: primero, la patronal desobedeció al gobierno declarando el locaut, pero este no hizo nada para impedirlo. Segundo, las cárceles estaban siempre abiertas para encardelar obreros, pero no para aquellos que pedían ayuda a los militares. Tercero, la policía permitió que el Somatén armado circulara por las calles atemorizando a los obreros. Y, finalmente, durante todo el cierre de empresas, la policía hizo guardia día y noche a las puertas de la sede de la Federación Patronal, mientras  aplicó una política de represión sistemática contra las asociaciones obreras, especialmente la CNT. Desde el primer momento, el gobierno se puso al lado de los patronos. Entre una reacción de izquierdas o de derechas, apostaba por las derechas.

Miguel Primo de Rivera con los jefes de estado mayor de la guarnición de Barcelona tras el golpe de estado (Mundo Gráfico 19 de septiembre de 1923)

Desde entonces, la amenaza de un golpe de estado militar estuvo presente en España. Cuatro años más tarde el golpe se consumó con otro capitán general de Cataluña: Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella y padre del fundador de la Falange José Antonio. En aquellos momentos, septiembre de 1923, los patronos solicitaron a Primo de Rivera y al propio rey que se consumara un golpe de estado. Veamos ahora el panorama y nos preguntamos, ¿por qué el rey aceptó el reto de bendecir a Primo de Rivera? Volvemos los ojos a Mussolini. Cuando en 1922 organizó la Marcha sobre Roma, el rey Víctor Manuel III no tuvo necesidad de abandonar el trono italiano.

Conferencia pronunciada en el Museo de Historia de Barcelona el 24 de octubre del 2019. Cicle de Conferències 2019-1919, UN ANY ENTRE LA REVOLUCIÓ I LA REACCIÓ


 

Imagen de portada: Industriales y comerciantes se manifiestan en el Paseo de Colón de Barcelona en apoyo a Milans del Bosch (Mundo Gráfico 18-02-1920)

 

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