Martín Rodrigo y Alharilla
Universitat Pompeu Fabra
En septiembre de 2004 se celebró en Begur su primera Feria de Indianos, una actividad que ha venido organizándose anualmente hasta llegar, en 2024, a su XIX edición. Año tras año y durante un fin de semana, Begur se llena de actividades que festejan a aquellos indianos que durante el siglo XIX regresaron al municipio enriquecidos tras “hacer las Américas”. El exitoso ejemplo de su Feria provocó que, por efecto imitación, otros municipios catalanes realizaran celebraciones similares. En este año 2024 han celebrado ferias de indianos seis localidades diferentes: Calafell, Sant Pere de Ribes, Cadaqués, Lloret de Mar, Begur y Torredembarra. Incluso una empresa privada, propietaria del Parc Samá, un palacio con su jardín construido cerca de Cambrils por una familia de indianos, celebra desde hace años su particular Feria de Indianos y del Modernismo. Desde agosto de 2008 funciona, además, una Red o Xarxa de Municipis Indians, una asociación que se constituyó en el Palau Moja de Barcelona, es decir, en la residencia de Antonio López, un indiano enriquecido en Santiago de Cuba y primer marqués de Comillas, quien acabaría siendo el empresario catalán más rico de su generación. Alguien que, sin su paso previo por Cuba, no habría acumulado el capital que le permitió impulsar un gran holding empresarial en la España de la segunda mitad del XIX (Rodrigo, 2021).
La Xarxa de Municipis Indians agrupa actualmente a diez localidades de la costa catalana: Arenys de Mar, Begur, Blanes, Calonge i Sant Antoni, Lloret de Mar, Palafrugell, Sant Pere de Ribes, Sitges, Torredembarra y Tossa de Mar. Más aún, tanto en Ribes como en Begur disponen, desde 2022 y 2023, respectivamente, de sendos Centros de Interpretación de los Indianos o Americanos catalanes. Todo, todo, todo, financiado con dinero público. La actual presidenta de la Xarxa de Municipis Indians es la alcaldesa de Begur mientras que la Vicepresidenta es la representante, en dicha asociación, del Consorcio de Promoción Turística de la Costa del Maresme. Una clara evidencia de que las celebraciones de los indianos tienen por objetivo la promoción del turismo local, quedando los elementos culturales o patrimoniales arrinconados en un segundo o tercer plano.
La primera frase que aparece en la web de la Xarxa de Municipis Indians (en su apartado de presentación “¿Quienes somos?”) consigna que dicha asociación nació “con la finalidad de investigar, identificar y difundir el patrimonio material e inmaterial de los indianos de Catalunya”. También aparece, poco después, una sintética declaración de intenciones: “Queremos desarrollar un proyecto común que permita crear instrumentos para impulsar el conocimiento de la historia y cultura compartida entre los municipios [indianos, de la Xarxa]; y con el continente americano”. Y aunque hayan utilizado el verbo “investigar” y hablen literalmente de “impulsar el conocimiento”, no consta ninguna iniciativa concreta impulsada por la Xarxa que haya servido para generar nuevo conocimiento en torno al fenómeno de los indianos. Menos aún para fomentar la investigación sobre “el continente americano”. A pesar de que su creación tuvo lugar hace más de quince años, la Xarxa no se ha convertido, ni mucho menos, en un espacio centrado en (o, cuando menos, preocupado por) fomentar la reflexión y la investigación en torno al fenómeno indiano, en toda su dimensión y con todas sus aristas. Que se sepa, ni la Xarxa ni los ayuntamientos que la integran han financiado investigaciones, ni tampoco han convocado becas o premios ni han realizado ellos mismos trabajos de verdadera investigación que apunten en la línea que sugieren sus objetivos.
En Begur, sin ir más lejos, dejaron pronto de realizarse los Fòrums de Municipis Indians que habían acompañado la segunda y la tercera Fira d’Indians, sendos espacios académicos que se celebraron, en paralelo, a las Fires de 2005 y 2006. Editadas por Lluís Costa, las Actes del II Fòrum de Municipis Indians se publicaron, por ejemplo, en el año 2006 con el titulo El patrimoni documental Catalunya-Cuba. Allí se recogieron once estudios diferentes sobre la figura de algunos indianos catalanes y, especialmente, en torno a un patrimonio documental cuya consulta debe permitir profundizar en el estudio de los vínculos entre Catalunya y Cuba. Esa dimensión más propiamente cultural ha quedado relegada a un plano secundario, en beneficio de los aspectos más folklóricos, también los menos problemáticos y los más banales, de celebración del fenómeno indiano. Música, bailes, ron, mojitos y disfraces son los verdaderos protagonistas.
Una investigación impulsada por el Institut Català d’Antropologia se ha centrado en el análisis de los centros de interpretación de Sant Pere de Ribes y de Begur, así como de las ferias que ambos municipios han organizado.[1] Un avance de dicho trabajo aparecerá próximamente en la Revista d’Etnologia de Catalunya, en un articulo firmado por Sarai Martín, Alberto López Bargados, Marc Riu y Àlex Tejero y titulado “Tradició i nostàlgia colonial a Catalunya. Les fires d’indians a Begur i Sant Pere de Ribes”. El punto de partida de dicha investigación es “prestar atención al conflicto de memorias que rodea la conservación, promoción y reivindicación del ‘hecho indiano’”. Un conflicto que se aprecia si tenemos en cuenta la contestación creciente a las susodichas ferias. El mismo día que se inauguró, por ejemplo, el Centre d’Interpretació dels Indians en Sant Pere de Ribes un grupo de vecinos de la localidad se concentró cuestionando la idoneidad de aquella nueva instalación cultural, la cual ocultaba el pasado esclavista de muchos indianos. Entre las conclusiones de esos cuatro autores sitúan la dificultad de plantear, en la actualidad, ese tipo de celebraciones porque “los antepasados que protagonizan el culto al que rinden homenaje las ferias de indianos son generalmente hombres, blancos, a menudo machistas, con biografías llenas de gestos autoritarios y probablemente racistas”. Y, aunque no lo recogen explícitamente en sus conclusiones, cuestionan también dichos autores el tratamiento que se hace a la esclavitud en las Fires d’Indians, y en los Centres d’Interpretació de Begur y de Sant Pere de Ribes: “De acuerdo con lo que hemos podido observar en esta investigación, las respuestas de los promotores de la Xarxa van desde la negación de evidencias que demuestren la presencia de esclavistas en el municipio hasta la legitimación del esclavismo en un momento en el que ‘todo el mundo lo hacía’”.
Este evidente “conflicto de memorias” ha provocado que dos localidades (Vilanova i la Geltrú y Vilassar de Mar), así como el Distrito de Sant Andreu de Barcelona hayan optado por abandonar la Xarxa de Municipis Indians, de la que habían formado parte. Llegados a este punto, la pregunta que cabe formular es: ¿Hasta qué punto el fenómeno de la esclavitud tuvo un carácter central en los procesos de enriquecimiento en tierras americanas de los indianos que son ensalzados en esas celebraciones?
América y Cuba, Cuba y América
El origen de las ferias de indianos cabe situarlo en la publicación de un libro cinco años antes de que se organizara la primera Fira d’Indians de Begur. En 1999 el ayuntamiento de Begur publicó una monografía escrita por Lluís Costa y titulada metafóricamente L’Illa dels somnis. Una obra cuyo subtítulo expresa claramente su contenido: L’emigració de Begur a Cuba al segle XIX. Costa, quien era además, en aquellos años, archivero municipal de Begur y quien fue uno de los impulsores y organizadores de las primeras Fires d’Indians, documentaba y analizaba en su libro la emigración de los begurenses al continente americano, un fenómeno de gran importancia para el municipio dado que “casi no había ninguna familia que no tuviera algún miembro en el continente americano” (Costa, 1999: 22). Lluís Costa había localizado, de hecho, “más de 500 begurenses que a lo largo del siglo XIX abandonaron el pueblo y decidieron atravesar el Atlántico”. Y de todos aquellos begurenses con destino conocido “más del 87 por 100 (…) se establecieron en la isla de Cuba, mientras que el resto (un 13 por 100) lo hicieron en otros paises americanos” (Costa, 1999: 21).
Aquel movimiento migratorio registrado entre Begur y Cuba durante el siglo XIX y, especialmente, la emigración de retorno desde la Isla a Begur fue el acontecimiento inspirador de la Fira d’Indians desde sus inicios. Y no ha dejado de serlo, en ningún momento. En su XIX edición, celebrada a principios de septiembre de 2024, el programa de actividades recreaba de forma teatralizada el retorno de una imaginaria família de indianos de Begur, la familia Antich Pruna, y de tres de sus miembros (“Lluisa Pruna Pedrosa y Miquel Antich Siniqueda, junto con su hijo Sidoro”) quienes representaban “aquellos pocos catalanes privilegiados que lograron amasar grandes fortunas a través del comercio de azúcar y tabaco en Cuba”.[2] Igualmente, la primera frase que abre el dossier de prensa que el propio ayuntamiento de Begur publicó con motivo de la X Fira d’Indians señala: “La Fira d’Indians conmemora la intensa relación entre Cuba y Begur, que tiene su punto culminante en la emigración de muchos begurenses a la Isla a lo largo del siglo XIX”.
Más allá de Begur, Cuba fue también el principal destino de los catalanes que, durante el siglo XIX, emigraron a Ultramar con el objetivo de “hacer las Américas”. Basta leer un libro, obra de César Yáñez, titulado Saltar con Red. La temprana emigración catalana a América, 1830-1870, para confirmarlo. Señala literalmente Yáñez que fue Cuba “hacia donde se dirigió el grueso de los emigrantes de esa época”, y aunque se refiere al segundo tercio del siglo XIX añade luego que si en 1862 los catalanes eran el grupo más numeroso de emigrantes originarios de la España peninsular (por encima de gallegos, asturianos y santanderinos) en la Isla era “debido a que se trata de una emigración que comenzó con anterioridad” a 1830 (Yáñez, 1996; 52 y 54). La mayor de las Antillas fue, por lo tanto, el lugar donde acumularon sus capitales la mayor parte de los que indianos que retornaron después con éxito a Cataluña. Así, en el imaginario actual de muchos catalanes, América y Cuba (Cuba y América) han venido a convertirse, como en Begur, en sinónimos. Un célebre libro publicado en 1921 por Carlos Martí se titulaba, significativamente, Los catalanes en América (Cuba). Y un repaso a su contenido permite apreciar como prácticamente todas sus páginas tuvieron por objeto analizar el papel y el legado de los catalanes emigrados a Cuba.
Por eso, en la XIX Fira d’Indians de Begur se recreó teatralmente el retorno de una família imaginaria de emigrantes begurenses que regresaban a su pueblo natal coronados por el éxito y enriquecidos precisamente en Cuba. Al resumir la trayectoria de esa imaginaria família (que no existió, en términos reales, pero cuya imaginaria existencia venía a resumir la de todos los indianos retornados de Begur) un medio digital centrado en la promoción turística del municipio en tanto que slow city, la describía así:
“Miquel Antich, quien comenzó trabajando con su tío en la isla, pronto se independizó para iniciar su propio negocio. Su visión empresarial y energía lo llevaron a adquirir plantaciones de azúcar y tabaco. Más tarde se casó con Lluisa Pruna Pedrosa, hija de terratenientes con grandes extensiones de plantaciones y “Ingenios” [sic]. Juntos lograron aumentar su fortuna y expandir el comercio de productos como el azúcar y el tabaco e inauguraron su propia destilería de ron, lanzando al mercado la célebre bebida ‘El Gran Elixir Antich’”.[3]
Se aprecia, de hecho, como no hay referencia alguna a que el trabajo en las plantaciones de azúcar y de tabaco de Cuba recaía en las espaldas y en los brazos de personas esclavizadas. Lo mismo que el trabajo en la carga y descarga de mercancías de cualquier buque o, en general, el trabajo en cualquier otro tipo de actividad empresarial en la Isla. Nada se dice al respecto en esa reciente nota de difusión de la Fira d’Indians de Begur. Su tono y su contenido recuerda mucho a las notas necrológicas que aparecían en la prensa de Barcelona cada vez que fallecía uno de los indianos catalanes enriquecidos en Cuba durante el siglo XIX. Al morir, por ejemplo, a principios de 1852, Isidre Inglada Marqués, el Diario de Barcelona publicaba la siguiente nota:
“En uno de los días de la última semana dejó de existir el Sr. D. Isidro Inglada, rico propietario y capitalista de esta capital. El señor Inglada había conseguido a fuerza de asiduidad, constancia y trabajo adquirir una considerable fortuna en nuestras Antillas y fue el primero de nuestros compatriotas que, hace ya muchos años, vino a establecerse en esta capital empleando una gran parte de sus caudales en la adquisición de fincas. Su ejemplo, que otros imitaron después, ha sido otra de las fuentes que han acrecentado la riqueza de Barcelona”.[4]
Nada dijo el Diario de Barcelona de que Isidre Inglada había sido uno de los principales traficantes de esclavos de La Habana, en la década de 1810, llegando a despachar desde la capital cubana, al menos, 20 expediciones negreras a las costas de África. Un buen número de expediciones que llevaron a Cuba varios miles cautivos africanos que allí fueron esclavizados. Prefirieron resaltar, por el contrario, que su “considerable fortuna” se “había conseguido a fuerza de asiduidad, constancia y trabajo”. Igual que el éxito del imaginario indiano begurense Miquel Antich se debe, según vimos, a “su visión empresarial y energía”. Han pasado más de 170 años entre uno y otro apunte pero los términos de las dos notas son muy similares. También en Barcelona falleció Josep Canela Raventós, quien había sido, mientras residió en La Habana, uno de los socios principales, y de los directores, de la Empresa de Navegación y Comercio de la Costa Sur en la Isla de Cuba, firma que acreditó una intensa dedicación al tráfico ilegal de africanos esclavizados en la zona más occidental de Cuba, como ha mostrado un equipo de historiadores cubanos liderados por María del Carmen Barcia (Barcia, 2017). La nota publicada, tras su muerte, por la prensa catalana se limitaba a hablar de que el riquísimo Canela se había enriquecido en la Isla, sin entrar en detalles:
“El señor Canela había hecho su fortuna en la isla de Cuba y hace años residía en Barcelona, perteneciendo a numerosas sociedades de crédito. Actualmente era presidente del Crédito Mercantil y consejero suplente del Banco Hispano Colonial”.[5]
Otro riquísimo indiano, nacido y fallecido en Barcelona pero enriquecido también en Cuba, fue Tomás Ribalta Serra. Natural de la Barceloneta, Ribalta llegó a tener en propiedad hasta tres plantaciones de caña en Cuba: los ingenios Santa Teresa y Santo Tomás, en las cercanías de Sagua la Grande, y el ingenio Santa Marta, en la jurisdicción de Cienfuegos. Tres fincas cuyo trabajo recaía en centenares de mujeres y hombres esclavizados por su amo y propietario. Más aún, su sobrino Pau Freixas Ribalta había dirigido una factoría negrera en la desembocadura del rio Nunn, en la actual Nigeria, financiada probablemente por su tío Tomás (Nerín, 2015: 214-216). Ribalta regresó de Cuba en 1869 y pasó a vivir lujosamente en el Palau Marc, de su Barcelona natal, gracias a las rentas que recibía puntualmente desde la Isla (Rodrigo, 2007: 146-167). Veamos como anunciaron su fallecimiento dos periódicos diferentes, editados ambos en la capital catalana. Tanto La Vanguardia como el Diario de Barcelona ocultaron no sólo el carácter esclavista del difunto sino, incluso, el origen cubano de su fortuna:
“Ha fallecido en esta capital don Tomás Ribalta que poseía una de las primeras fortunas de España, habiendo contratado empréstitos con el gobierno. Disfrutaba de una renta de 2.000 duros diarios”.[6]
“Según nos ha dicho persona que puede estar bien enterada, se calcula en nueve millones de duros la fortuna que ha dejado el señor Ribalta. Entre las personas que heredarán cuantiosos capitales se cuentan […] algunas familias de marineros que habitan en el distrito de la Barceloneta y que tenían asimismo parentesco con el difunto millonario”.[7]
El blanqueamiento del origen de la fortuna (y de la propia figura) de los ricos indianos Inglada, Canela o Ribalta, así como el de muchos otros indianos catalanes enriquecidos en Cuba o en Puerto Rico no fue un fenómeno exclusivo del siglo XIX sino que siguió produciéndose en el siglo XX y ha seguido reproduciéndose en pleno siglo XXI. Lo sigue haciendo significativamente en las ferias de indianos.
La frase que resume, a modo de disculpa, la justificación de ese ocultamiento o blanqueamiento del carácter esclavista de los indianos catalanes en las Ferias de Indianos afirma que: “No todos los negreros fueron indianos ni todos los indianos fueron negreros”. Ahora bien …. ¿Hasta qué punto esa frase es cierta cuando resulta que el 87 por 100 de los emigrantes de Begur al continente americano lo hicieron a Cuba? No hay que olvidar que, en aquel entonces, la gran Antilla era una sociedad esclavista y de plantación. No se trataba de una sociedad con esclavos sino de una sociedad esclavista.
La transformación de Cuba en una economía de plantación cimentada en el trabajo de cientos de miles de mujeres y hombres esclavizados tuvo lugar a partir de los años finales del siglo XVIII (Moreno Fraginals, 1978). Dos fueron los acontecimientos que posibilitaron esa rápida y profunda transformación: (1) la liberalización del comercio de esclavos (decretada por Carlos IV en febrero de 1789); y (2) la revolución acaecida en la colonia francesa de Saint Domingue, que estalló dos años después, en agosto de 1791 (Ferrer, 2019). La combinación de ambos hechos fue la condición de posibilidad que permitió una acelerada expansión de los cultivos del café y, sobre todo, del azúcar, y de la necesidad de “importar” varios cientos de miles de africanos esclavizados, quienes resultaron indispensables para el trabajo en los campos cubanos y también en las ciudades de la Isla.
Más que expresar con mis propias palabras esa gran transformación prefiero dejar hablar a un espectador privilegiado de aquel acelerado proceso. Se trata de un Asesor General de la Intendencia del Ejército español en La Habana llamado Diego José Sedano que escribió la siguiente nota, en mayo de 1807:
“La época más brillante y feliz para la agricultura de esta Isla, después de su pacificación, empezó con corta diferencia en el citado año de 1790, y el ramo de azúcar es el que más se ha cultivado y engrandecido. Él forma la principal riqueza del país, y a su lado son todavía de corta entidad los demás frutos, no digo de exportación pero ni aun de consumo (…) La Real cédula de 28 de febrero de 1789 (digna de las bendiciones de todo buen español) rompió esta cruel barrera y la franquicia que nos concedió se puede mirar como el principal y más durable impulso entre los que ha recibido el sucesivo grande adelantamiento de esta agricultura. Siguióse la revolución de la Francia y a ella la destrucción de sus Ingenios de azúcar en las Antillas por consecuencia de la cual alzó aquí el valor del nuestro más de un 100 p% cuya enorme ganancia concurriendo con la facilidad de adquirir negros, tierras y demás excitó un empeño y una emulación por fundar Ingenios, tal que como ya dejo indicado, debería llamarse furor pues que los emprendedores sin examinar las causas, ni calcular su duración, no reparaban en gastos, ni en distancias ni en precios (…) Así es como en estos 16 años [1790-1806] el ramo del azúcar ha crecido solo en el Obispado de La Havana la gran diferencia de 172 Ingenios a 416 por la noticia que se me ha dado, sin contar la mayor opulencia de los modernos y el mejoramiento de los primitivos”.[8]
Aquellos cambios, descritos por Sedano, que tan rápidamente tuvieron lugar en torno a la capital cubana y su bahía en los años finales del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX, pronto se produjeron y reprodujeron en otros lugares de la isla (Pinar del Río, Matanzas, Cárdenas, Sagua la Grande, Remedios, Cienfuegos, Santa Clara, ….) convirtiendo todo el occidente insular en una verdadera economía de plantación. Una expansión sobre todo del cultivo del azúcar que siguió demandando más y más esclavos. Baste señalar, por no aburrir con muchas cifras, que entre 1791 y 1867 llegaron a Cuba más de 855.000 africanos para ser allí convertidos en esclavos (Eltis y Felipe-González, 2020). Esa cifra es más del doble del número de cautivos africanos que fueron llevados a todo el territorio de los Estados Unidos, en toda su historia (Borucki, Eltis, Wheat, 2015: 440). Y eso que el territorio de Cuba es muy inferior al de su poderoso vecino del norte. Sin el agotador trabajo de todos los hombres y mujeres esclavizados en Cuba, el boom agroexportador de la economía insular no hubiera sido posible. No hay que olvidar, además, que España fue el último país europeo en abolir la esclavitud en sus colonias americanas ni que hubo esclavitud en Cuba hasta 1886.
Así expresaba una nota periodística, publicada en 1860 en un diario madrileño, la relación entre “prosperidad cubana” y esclavitud:
“…. La desaparición final del trabajo forzado africano, de ese trabajo que hasta el día fue la única base de la prosperidad cubana (…) Los eternos enemigos de nuestra industria azucarera ultramarina esperarán el momento supremo de esta crisis fatal, que será el de la salida de Cuba del último negro que en ella haya permanecido (…) Los negros, elemento hasta ahora único y fecundo de la prosperidad cubana, habrán dejado para siempre el país que habrán llenado de riquezas con su trabajo (…) No hay remedio. Se consumará la ruina del opulento hacendado de hoy, y mientras el rico de mañana vuelve a Europa, y no quizás a su Patria, a gozar de una fortuna granjeada a expensas de tanta prosperidad perdida, Cuba, la majestuosa reina de las Antillas (…), el gran centro vivificador de nuestro comercio, de nuestra navegación y de nuestra importancia, se habrá convertido en un desierto más solitario que el que presenta su vecina la Jamaica”.[9]
No hay discusión posible: la base de la prosperidad de todos los indianos catalanes enriquecidos en Cuba (y festejados en las Ferias de Indianos) reposó sobre el trabajo de los hombres y mujeres a quienes esclavizaron, hubieran nacido en África o en Cuba. También, en muchos casos, sobre el sudor y el trabajo de los más de 120.000 culíes chinos que llegaron a la Isla en condiciones de semiesclavitud entre 1847 y 1874 (Pérez de la Riva, 2000). Incluso aquellos indianos catalanes que, como Josep Xifré Casas, se dedicaron en la Isla a algún negocio distinto al azúcar (en su caso, a la manufactura, comercialización y exportación de cueros) se enriquecieron también gracias al trabajo de la mano de obra esclavizada. A la altura de 1844, por ejemplo, unas 130 personas esclavizadas trabajaban en la tenería que Xifré tenía en La Habana, ubicada en la actual calle Xifré.[10] Y cuando acabó falleciendo, en Barcelona y en 1856, 33 años después de haber abandonado la Isla, Josep Xifré Casas seguía siendo el propietario de, al menos, 91 hombres y 1 mujer esclavizada, sólo en la capital cubana.[11] En 1872, con apenas 16 años, su único nieto y universal heredero, José Xifré Hamel, era el principal contribuyente por propiedad inmobiliaria de toda la provincia de Barcelona. Y el segundo mayor contribuyente era Salvador Samá de Torrents, segundo marqués de Marianao, quien apenas sumaba entonces once años. Toda su fortuna la debía a sendas herencias: la que le había llegado de su padre, el indiano José Samá Mota, y la que procedía de su tío abuelo, fallecido en La Habana, Salvador Samá Martí.[12] Un niño y un adolescente eran los dos principales propietarios de toda la provincia de Barcelona, y en ambos casos su fortuna procedía, por vía de herencia, de la Cuba esclavista.
Vecino de La Habana, el catalán Joaquim Bartra fue uno de los informantes habituales del periodista y escritor también catalán Víctor Balaguer, quien era uno de los líderes del partido progresista, en Cataluña. Balaguer había sido ministro de Ultramar en el otoño de 1871 y lo fue nuevamente, en la primavera de 1872, en ambos casos durante unas pocas semanas. Muy interesado por todo lo que acontecía tanto en Filipinas como en Puerto Rico pero, sobre todo, en Cuba, disponía de varios informantes quienes compartían con él su visión de la sociedad cubana fuera de los cauces oficiales. Uno de ellos fue Joaquim Bartra, quien le envió una carta privada desde La Habana marcada por el pesimismo sobre la posibilidad de moralizar la administración española en Cuba, un país marcado a su juicio por una corrupción generalizada, tanto de valores como de costumbres; una corrupción provocada por la trata y la esclavitud. En su misiva, Bartra relacionaba directamente los procesos de enriquecimiento de los españoles peninsulares (también de los catalanes) en Cuba con la esclavitud y, especialmente, con el tráfico de personas esclavizadas, una actividad que había pasado a ser completamente ilegal para los españoles desde 1821. Escribió Bartra, en enero de 1874:
“Amigo Balaguer, ya se lo tengo a Vd. muy manifestado. Hace 30 años que conocí por primera vez este país y, por lo tanto, comprendo perfectamente lo que es, y mi opinión ha sido siempre que la índole anómala de los que en él vivimos, exige también anómalas condiciones para conducirlo. Aquí los principales hombres que constituyen la riqueza brillan solo por el oro y las piedras preciosas con que adornan sus humanidades. Salidos de miserables puebluchos de España, a la más tierna edad, fueron lanzados en este país a merced de un clima mortífero, educándose detrás de hediondos mostradores sin más roce que la gente de color y la canalla que frecuenta estos comercios. De esta suerte llegaron, entre sus mañas y sus ahorros de sus salarios, a reunir una cantidad que luego interesaban en las negradas y otras empresas fraudulentas, lo que les fue reportando pingües ganancias y por este concepto se hallan tan familiarizados con el fraude que sin preocupación ninguna le apellidan negocio, porque realmente lo creen así y no conciben que se les pueda quitar la especulación que explotan ni preocuparse. Por esta misma razón, amigo, le digo que se necesita tacto y mucha prudencia para hacer que se infiltren las medidas moralizadoras a fin de que sin apercibirse se vayan paulatinamente aclimatando”.[13]
Joaquim Bartra acierta al señalar la importancia de la relación entre los procesos de enriquecimiento de los indianos en Cuba con la esclavitud, la trata y la corrupción. Podemos hablar, de hecho, de corrupción en un doble sentido: tanto en una acepción más general como en un sentido más concreto y especifico.
En su sentido más especifico baste recordar que España firmó, en 1817, un primer tratado bilateral con Gran Bretaña con el que ilegalizó el comercio de esclavos y con el que se comprometió a perseguir y a reprimir a quienes, saltándose el tratado, siguieran dedicándose al tráfico transatlántico de africanos esclavizados. Un primer tratado que entró plenamente en vigor, en 1821, y que fue confirmado y ampliado con un segundo tratado, firmado en 1835, así como con la Ley Penal que lo desarrollaba, en la cual se establecieron las penas aplicables a los delincuentes que infringían dicha legislación (Bachero, 2023). Todos los cautivos africanos que llegaron a Cuba entre 1821 y el final de la trata, en 1867, lo hicieron de forma ilegal y más o menos clandestina: Estamos hablando de un total de 550.768 hombres, mujeres, niñas y niños llevados desde África a Cuba contra su voluntad. Está claro que un volumen tan alto de africanos desembarcados en la Isla solo fue posible en un marco de corrupción generalizada o, si se prefiere, de incumplimiento generalizado de la ley. La corrupción alcanzó a los militares y funcionarios, principales encargados de la represión de la trata y de velar por el cumplimiento de la ley. Así lo denunciaba, en 1861, Jos. T. Crawford, el juez británico del Tribunal Mixto Hispano-británico de represión de la trata radicado en La Habana:
“El gobierno de S. M. ha sido informado de los efectos desmoralizadores de este muy abominable tráfico y que siempre se hallaban entre los empleados españoles algunos que eran tan bajos que vendían su honor por una recompensa. Muchas han sido las víctimas de esta venalidad que han sido despedidos de sus empleos; pero ningún ejemplo hemos visto que esos empleados […] sean castigados o degradados de otro modo. Y así es que habiendo tenido un empleo con bastante tiempo para enriquecerse por los sobornos que han recibido, pierden el empleo y conservan el dinero así adquirido y se les permite retirarse con sus fortunas” (Franco, 1980: 384),
Ahora bien, tanto Bartra como Crawford describen el fenómeno de la corrupción en Cuba en un sentido mucho más general: No sólo como una realidad que afectaba exclusivamente a los militares y funcionarios corruptos (o a los empresarios corruptores) sino al conjunto de la sociedad insular. Podríamos decir que aquella trata ilegal tan extendida, así como el aprovechamiento productivo generalizado de una fuerza de trabajo que había llegado a la Isla violando tanto las leyes españolas como los tratados internacionales firmados por España, produjo en la Isla un ethos generalizado marcado por una intensa y extensa corrupción de valores. Produjo un ethos en el que la necesaria virtud moral (areté) había sido aniquilada para dar paso a una generalizada falta de valores morales. En aquel contexto e impregnados de aquel ethos tan alejado de las virtudes públicas hicieron su fortuna la mayor parte de los indianos, catalanes y españoles, cuya figura se celebra en la actualidad en las Ferias de Indianos.
¿Qué hacer con un pasado sucio?
Así titula, a modo de pregunta, José Álvarez Junco, Premio Nacional de Ensayo 2002, uno de sus últimos libros. Una monografía en la que se ha dedicado a reflexionar “sobre el peso de los pasados traumáticos en las sociedades humanas (guerras civiles, genocidios, dictaduras), [así como sobre] su posible utilización política y su manipulación al servicio de objetivos actuales” (Álvarez Junco, 2022). Y aunque dicho historiador ha limitado su análisis a fenómenos acaecidos durante el siglo XX parece pertinente aplicar esa noción de “pasados sucios” a todo lo que tiene que ver con el pasado esclavista de las sociedades europeas. En este caso, con el pasado esclavista de la sociedad catalana y, en general, española.
La celebración que se realiza, desde 2004, en diferentes localidades catalanas de la figura de los indianos festeja las trayectorias de unos individuos que, en su mayoría, se enriquecieron como esclavistas en el seno de una sociedad (y de una economía) esclavista como fue la cubana. Una afirmación que podría extenderse a quienes se enriquecieron en Puerto Rico. En la celebración del “hecho indiano” la esclavitud no debería considerarse como un elemento marginal, que apenas merezca unas pocas referencias colaterales, sino que debería haberse tratado como un elemento absolutamente central. Si uno repasa el libro divulgativo escrito por Jordi Turró (2015) e ilustrado por Bruna Valls, un libro que fue editado por la Xarxa de Municipis Indians con el titulo Indians (y del que se hizo una amplia tirada de 10.000 ejemplares), la cuestión de la esclavitud solo aparece en 2 de sus 67 páginas, ocupando un espacio menor al que se otorga, por ejemplo, a la música y las habaneras. Es más, esas dos únicas páginas se centran en el fenómeno del tráfico atlántico de africanos esclavizados y apenas se dice nada de las condiciones de vida y de trabajo de las personas esclavizadas en América. Más cuestionable aun me parece que nada se diga en ese librito de la centralidad del trabajo de los hombres y mujeres esclavizados en el proceso de enriquecimiento de los indianos catalanes. Es una muestra más de cómo las diversas Ferias de Indianos, los Centros de Interpretación de los Americanos o Indianos de Sant Pere de Ribes y de Begur, inaugurados recientemente, así como la mayor parte de las actividades impulsadas por la Xarxa de Municipis Indians, aunque no nieguen explícitamente la existencia de la esclavitud en el trasfondo del “hecho indiano” se empeñen en minimizar su importancia y, lo que es peor, a veces en ocultarla y siempre en banalizarla.
Hace ya diez años, en su espléndido análisis en torno a las formas con las que la literatura y la cultura españolas (también la catalana) han venido reflejando la figura de los negreros, la profesora Lisa Surwillo expresó su estrañeza por la celebración de la figura y de los legados de los indianos en España. Se centró entonces en estudiar diversas localidades del Norte peninsular, analizadas en el capítulo “Postimperial Detours and Retours: the Ruta del Indiano” (Surwillo, 2014: 129-164). Dicha autora no solo señala que la “nostalgia post-imperial” resulta un ingrediente fundamental en esas celebraciones de los indianos sino que contrapone, además, la ruta del indiano que ella misma realizó por el litoral cantábrico español con otro tipo de rutas culturales (como las británicas Slave History Trail, de Liverpool, o Slave Trade Trail around Central Bristol), las cuales nacieron al calor del gran programa impulsado desde 1994 por la UNESCO llamado “La ruta de las personas esclavizadas”. Mirar, como hace Surwillo, el contenido de las celebraciones de los indianos en España en el espejo de las conmemoraciones de la esclavitud y el tráfico de esclavos que tienen lugar en otros paises europeos revela, de la forma más clara y descarnada, el verdadero significado de las Ferias de Indianos: una suma de nostalgia post-imperial y de desprecio (o, cuando menos, de falta de sensibilidad) por la vida de las personas que fueron esclavizadas por aquellos mismos indianos cuya trayectoria vital se ensalza. Y una banalización, en cualquier caso, de la violencia y de la muerte que acompañaron el proceso de acumulación de riqueza por parte de tantos y tantos indianos, catalanes y españoles.
Si la nostalgia imperial y el blanqueamiento de la esclavitud característicos de las celebraciones y ferias de indianos se contrapone al espíritu, y a la letra también, del llamamiento realizado por la UNESCO hace ya treinta años al promover el programa mundial “La ruta del esclavo” (rebautizado hoy como “La ruta de las personas esclavizadas”) menos sentido tiene mantener todavía ese tipo de festejos después de la aparición de movimientos como el Black Lives Matter. Ya en un articulo publicado en 2019 y escrito a raíz de la polémica por la retirada, en Barcelona, de la estatua del primer marqués de Comillas, en cuyo domicilio se constituyó precisamente la Xarxa de Municipis Indians, la norteamericana Akiko Tsuchiya señaló la necesidad de definir, en relación con la esclavitud y con el pasado esclavista, unas políticas públicas de memoria que tuvieran en cuenta las demandas y planteamientos de determinados grupos y colectivos antiracistas, como SOS Racisme (Tsuchiya, 2019).
La sociedad catalana es, de hecho, una sociedad cada vez más diversa y plural, y la definición de las políticas públicas de memoria debe atender a esa diversidad. Los festejos que, por el contrario, romantizan, folklorizan y celebran con nostalgia un pasado sucio y esclavista, banalizando el sufrimiento y la violencia que sufrieron tantos congéneres nuestros, deberían dejar de celebrarse para dar paso a otro tipo de celebraciones que atiendan a los valores democráticos y de respeto a los derechos humanos propios de la sociedad que muchos queremos construir, para nosotros y para nuestros hijos, en el presente y en el futuro.
Bibliografía
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Notas
[1] https://www.antropologia.cat/research-item/tradicio-i-nostalgia-colonial-a-catalunya-les-fires-dindians-de-begur-i-sant-pere-de-ribes/
[2] https://cittaslow.es/la-feria-de-indianos-celebra-su-xix-edicion-con-la-llegada-historica-del-indiano-a-la-playa-de-sa-tuna/#:~:text=Los%20personajes%20de%20Lluisa%20Pruna,az%C3%BAcar%20y%20tabaco%20en%20Cuba. [Consultado el 31 de octubre de 2024].
[3] https://cittaslow.es/la-feria-de-indianos-celebra-su-xix-edicion-con-la-llegada-historica-del-indiano-a-la-playa-de-sa-tuna/ [Consultado el 31 de octubre de 2024].
[4] Diario de Barcelona, 26 de febrero de 1852, p. 1163.
[5] Diario de Barcelona, 20 de mayo de 1881, p. 5977.
[6] La Vanguardia, 14 de abril de 1887.
[7] Diario de Barcelona, 14 de abril de 1887.
[8] Archivo General de Indias, Ultramar, legajo 319/2.
[9] El Clamor Público, 8 de septiembre de 1860, p. 2.
[10] Diario de la Marina, 10 de septiembre de 1844.
[11] Archivo Histórico Nacional, Ultramar, legajo 3550/5.
[12] La Imprenta, 30 de agosto de 1872, p. 5499.
[13] Biblioteca-Museu Víctor Balaguer, Epistolario Víctor Balaguer, 1874/612, Carta de Joaquín Bartra a Víctor Balaguer de 30 de enero de 1874 (gentileza de Gwénaelle Colez).
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: fragmento del cartel de la xiii Fira d’Indians de Begur (2016)
Ilustraciones: Martín Rodrigo Alharilla y Conversación sobre la historia
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