La expulsión del tenista de Australia ha provocado una reacción nacionalista en Serbia. Hace tiempo que el «número 1» se transformó en el símbolo de una Serbia triunfadora y ha difundido versiones revisionistas de la historia nacional. Pero ahora es también una suerte de héroe de los antivacunas a escala global.

Novak Djoković llegó a Belgrado el lunes 18 de enero, 24 horas después de su expulsión de Australia. Cientos de aficionados aclamaron a «Nole» al bajar del avión, agitando banderas serbias y entonando canciones en su honor.

En su país natal, Nole es mucho más que un tenista: desde el momento en que irrumpió en la escena deportiva internacional en la segunda mitad de la década de 2000, se ha convertido en un símbolo de una «Serbia diferente», que se ha alejado del sombrío pasado bélico de la década de 1990 y encarna un país moderno y triunfador. Es uno de los principales símbolos de una identidad serbia a menudo maltratada.

También ha podido contar con el apoyo de los sucesivos gobiernos serbios, conscientes de que es la mejor baza comunicacional del país. Cuando su carrera explotó, el Partido Democrático (DS), antigua punta de lanza de la oposición al régimen de Slobodan Milošević, estaba en el poder en Belgrado. Liberales y proeuropeos, los demócratas tuvieron que enfrentarse a la independencia de Kosovo en febrero de 2008. Para contrarrestar las pretensiones de la antigua provincia serbia, podían contar con la glamorosa imagen del tenista.

«Serbia es una carga pesada de llevar, pero en lugar de rechazarla o convertirla en un elemento insignificante en la creación de su identidad mediática, decidió cambiar esa imagen», se entusiasmó hace una década Srđan Šaper, máximo comunicador del Partido Democrático, en las columnas del semanario Vreme, hoy uno de los últimos medios independientes de la esfera comunicacional serbia, cercenada por el régimen autoritario del presidente Aleksandar Vučić.

El «Djoker», como se llama a sí mismo el campeón, nunca ha rehuido su compromiso, mostrando gustosamente camisetas y otros signos patrióticos. Expresó su apoyo a los manifestantes que protestaban en las calles de Belgrado contra la independencia de Kosovo y contribuyó a la renovación de monasterios ortodoxos en la antigua provincia serbia, mientras que la fundación que lleva su nombre ofrecía ayuda humanitaria a los niños de los enclaves serbios repartidos por ese territorio mayoritariamente albanés.

Como toda su familia, Novak Djoković hace gala de su fe ortodoxa y, durante sus últimas aventuras en Australia, sus padres apelaron a referencias religiosas para movilizar a la opinión pública, llegando a comparar a Nole con «Cristo crucificado» y con «un cordero sacrificado».

Novak Djokovic (Carine06 / CC BY-SA 2.0), Milan Jolovic (CarRadovan / CC BY-SA 4.0), Milorad Dodik (micki / CC BY-SA 2.0) y Semir Osmanagić ( Agneta Geijer / CC0).

Contra viento y marea

El «calvario» vivido por el tenista provocó una crisis diplomática entre Belgrado y Canberra. Cuando se anunció su expulsión el domingo, el presidente Vučić incluso acusó al gobierno australiano de llevar a cabo una «caza de brujas» «contra Serbia» como país. Ya el 5 de enero, cuando Djoković acababa de ser recluido en un centro de detención, Vučić explicaba en Instagram, su red social preferida, que «las autoridades [estaban] tomando todas las medidas necesarias para que el maltrato al mejor tenista del mundo cesara lo antes posible».

En los medios sensacionalistas, considerados perros guardianes del régimen serbio, un ministro tras otro reiteró su apoyo a Nole y arremetió contra las autoridades australianas. Según Informer, citado por Le Courrier des Balkans, la expulsión de Djoković sería simplemente el «escándalo del siglo». El periódico llegó a entrevistar a Dragan Vasiljković, alias «Capitán Dragan», antiguo jefe de la unidad paramilitar de los Boinas Rojas, responsable de crímenes de guerra en Croacia y Bosnia-Herzegovina en la década de 1990. Un columnista de la cadena privada Radio Televisión Pink, también muy cercana al gobierno, afirma en voz alta su apoyo al tenista y le aconseja relanzar la batalla legal contra Canberra. Batalla que, no obstante, Djokovic perdió. De hecho, tras las guerras de los años 90, el capitán Dragan se exilió con una identidad falsa en Australia. Identificado en 2010, fue finalmente extraditado a Croacia, donde fue condenado a 15 años de prisión, antes de regresar a Serbia en 2020 tras una reducción de la pena.

Djoković también ha visto una afluencia de apoyos de todos los Balcanes. «Para nosotros, en la República Srpska, no hay duda de que se trata de una decisión política y de que han ocurrido muchas cosas vergonzosas en Australia porque usted es serbio», le escribía personalmente Milorad Dodik, el líder político de los serbios de Bosnia y Herzegovina, que inició la actual secesión de esa parte del territorio bosnio en favor de Serbia. Se dice que Djoković tiene una íntima relación con la familia Dodik, a cuya casa llegó a reponer fuerzas en otoño de 2020 tras su aplastante derrota en la final del US Open, símbolo de su fracaso en la consecución del Grand Slam. En los videos que han circulado por las redes sociales, se puede ver a Nole y a la familia Dodik cantando juntos en una boda.

El tenista también aprovechó su visita al clan Dodik para reunirse con Milan Jolović, conocido como «Leyenda», el antiguo comandante de los Lobos del Drina, una unidad paramilitar serbia que participó en la masacre de Srebrenica, como puede verse en este video disponible en YouTube.

Durante el primer confinamiento, Djoković había confiado, a través de la cuenta de Instagram de su novia, su pasión por las teorías «alternativas» sobre el pueblo serbio del historiador revisionista Jovan Ilić Deretić. Este ingeniero de formación se ha forjado una sólida reputación en los círculos conspiranoicos balcánicos con varios libros «científicos» en los que multiplica los tópicos nacionalistas sobre la «valentía del pueblo serbio» y su supuesto origen «celestial».

«Cada uno de nosotros debe tener la mente abierta y realizar su propia investigación», explicó el tenista. «Si seguimos solo una parte de la historia, difícilmente pueda dar cuenta de la realidad».

No obstante, el apoyo a Djoković va mucho más allá de los círculos nacionalistas. También en la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina, la ONG Restart, una de las últimas voces ciudadanas que se atreven a criticar el régimen de Milorad Dodik, publicó el pasado fin de semana un artículo en el que comparaba la negativa del tenista a vacunarse, «por buenas o malas razones», con la resistencia del boxeador estadounidense Mohamed Ali contra la Guerra de Vietnam en la década de 1960.

Manifestación a favor de Djokovic en Melbourne (foto: William West / AFP via Getty)

Héroe de los antivacunas

A Djoković probablemente le habría ido mejor sin la polémica mundial de los últimos días y es probable que no esperara convertirse en el héroe de las corrientes mundiales antivacunas, muchas de las cuales se refieren ahora a él como «Novax». Desde que se hizo vegano y decidió seguir una dieta sin gluten, el campeón de tenis se ha mostrado como una suerte de predicador de la medicina alternativa, citando por ejemplo al gurú indio Osho, inventor de la «meditación dinámica».

«No me gustaría que nadie me obligara a vacunarme, ni siquiera para viajar», dijo en un livestream de Facebook con atletas serbios en la primavera de 2020, antes de reiterar sus dudas sobre la vacunación un año después, durante el Adria Tour, el torneo que organiza en los Balcanes. «No quiero que me etiqueten como alguien que está en contra o a favor de las vacunas. No voy a responder a la pregunta», declaró entonces a los periodistas. Unas semanas más tarde, dio positivo de covid-19, al igual que muchos de los participantes en el torneo. Le llovieron entonces las críticas por no respetar las medidas de prevención y los protocolos sanitarios.

En Serbia, las corrientes antivacunas no son muy activas, aunque la situación de la vacunación en el país es muy paradójica: Belgrado, de hecho, había iniciado su campaña de vacunación con fuerza, a finales de diciembre de 2020. Al ser el único país que ofrece casi todas las vacunas disponibles -Pfizer, AstraZeneca, Moderna, pero también las rusas y chinas-, tuvo uno de los mejores índices de vacunación de Europa durante varios meses, justo tras el Reino Unido. Esta dinámica se rompió en primavera, y la mitad de la población serbia sigue negándose recibir la vacuna. Si los antivacunas no marchan en las calles de Serbia cada semana, eso no quita, como escribe el ex-ministro demócrata Vuk Jeremić, ahora en la oposición, que exista «una desconfianza generalizada en los gobiernos y las instituciones, tras décadas de terrible corrupción y creciente desigualdad».

Las aventuras de Novak Djoković no ayudarán, sin duda, a la reanudación de la campaña de vacunación, pero ahora es el momento de la unidad nacional detrás del campeón, héroe y mártir. El sentimiento de humillación colectiva es tan fuerte que incluso el epidemiólogo Predrag Kon, pilar científico del comité de crisis encargado de la gestión de la pandemia y heraldo inagotable de la vacunación, ha llegado a condenar la actitud de las autoridades australianas, invocando el imprescriptible derecho de todos a la «libertad de circulación».

Nota: este artículo fue publicado originalmente en francés en Mediapart, con el título: «La Serbie fait front derrière son héros Novak Djoković», disponible aquíTraducción: Pablo Stefanoni.

Fuente: Nueva Sociedad enero de 2022

Portada: Mural en un edificio de Belgrado (foto: AFP)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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