El silencio no detiene la ocupación y el genocidio de Gaza
Conversación sobre la historia
Javier de Lucas*
Corremos el riesgo de volver a asistir, 25 años después, a una reedición de lo que se denominó en aquel entonces el último pogromo en suelo europeo. En efecto, en la ciudad de Torre Pacheco, tras la paliza sufrida por un sexagenario a manos presuntamente de varios jóvenes identificados como magrebíes y, a continuación, la campaña llamando a toma la justicia por su mano —es decir, a vengarse sobre un colectivo del que formarían parte los agresores, campaña incentivada por Vox y por medios de extrema derecha—, se han vivido ya varias noches con intentos de asalto en el barrio de San Antonio de esa localidad y numerosos enfrentamientos violentos. Todo ello no puede dejar de evocar los sucesos que tuvieron lugar en El Ejido, hace ahora 25 años, pues hay considerables similitudes, aunque también importantes diferencias
Para los más jóvenes, recordaré algunos datos. El 22 de enero del 2000, dos agricultores españoles fueron asesinados en El Ejido por un temporero marroquí. Quince días después, el 6 de febrero, una joven fue apuñalada por un inmigrante marroquí que estaba en tratamiento siquiátrico. A continuación, entre los días 8 a 10 de febrero, se produjo lo que fue calificado como un verdadero pogromo, en el que se destruyeron todo tipo de locales, una mezquita, los locutorios telefónicos, las carnicerías halal, distintos vehículos, y se arrasaron las sedes de Andalucía Acoge y de la Federación de Mujeres Progresistas. Hubo intentos de linchamiento a inmigrantes, e incluso el subdelegado de Gobierno en Almería fue perseguido al grito de “ese es el que les da los papeles”. Periodistas que asistieron a los sucesos calificaron como pasiva la actitud de la Policía. El alcalde, Juan Enciso del PP, y luego reelegido como independiente (en las últimas elecciones Vox ha sido la segunda fuerza política), no solo no trató de detener esas barbaridades, sino que mostró su comprensión e incluso animó al “castigo popular”. Es el mismo que luego se hizo famoso por un lema de campaña electoral: “A las siete de la mañana todos los inmigrantes son necesarios; a las siete de la tarde, todos sobran”.

El Ejido era entonces un caso paradigmático de la transformación social de no pocas comarcas de Almería, gracias al cultivo intensivo bajo los mares de plásticos, donde se ocupaban millares de trabajadores —en su inmensa mayoría magrebíes—, que estaban pésimamente alojados en chabolas o cortijos derruidos en las afueras de la población, salvo una pequeña concentración en el barrio de Las Norias. Se trataba de un modelo de asentamiento descrito por los especialistas que estudiaron el caso, como Ubaldo Martínez o Emma Díaz, como arquetípico del espacio segregado, pero sobre todo, lo más importante, un ejemplo de feroz desigualdad: en pocos años se incrementó la prosperidad económica, incluso el número de millonarios, mientras esos trabajadores (casi un tercio de la población total: entre 15.000 y 20.000 en el año 2.000, para una población que en esa fecha era de unos 53.000 habitantes), malvivían en pésimas condiciones laborales, por no hablar de la ausencia de derechos elementales.
Cabe señalar algunas diferencias relevantes respecto al contexto social de Torre Pacheco, una ciudad del Campo de Cartagena que cuenta con 46.000 habitantes en 2025, de los que casi 12.000 (casi un 30%) son extranjeros no comunitarios. Las más destacables son el hecho de que los inmigrantes viven concentrados en un barrio de la ciudad, San Antonio, y no en asentamientos en las afueras. Además, lo que es muy importante, tienen residencia legal en su inmensa mayoría y, una parte de ellos, sobre todo los más jóvenes, nacidos en España, son ciudadanos españoles. La mayoría de los que tienen trabajo se ocupan en la agricultura intensiva, que es la principal actividad económica, y también en alguno de los seis polígonos industriales, o pequeños empleos temporales. Parece importante destacar que un notorio porcentaje de los jóvenes inmigrantes, o hijos de inmigrantes, se ven afectados por el paro, y se convierten así en el rostro del fracaso de la mal llamada integración. Una vez más, sucede que no se han invertido suficientes medios para ello, de modo que para ellos el mecanismo tantas veces descrito como “ascensor social”, no existe. Por eso no son infrecuentes el trapicheo y los pequeños delitos. Una vez más, condiciones propicias para procesos de exclusión social (que incluyen automarginación, por la frustración de toda expectativa de mejora), que ya hemos visto en otras poblaciones, como Salt y, sobre todo, en Francia, en las conocidas como cités, los barrios de la banlieue, caracterizados por la degradación de los servicios sociales y prestaciones en derechos básicos como salud, escuela y vivienda, además de la ausencia de perspectivas de un trabajo digno. Son procesos sociales que conocemos incluso por el cine (El odio, Los indeseables, Los miserables, Atenea…)., pero no parece que hayamos aprendido sus lecciones, la principal de las cuales es esta: aquí, bajo el racismo, y la xenofobia lo que subyace es, insisto, uno más de los procesos de exclusión, de explotación y de desigualdad que fomenta el capitalismo depredador. Creo que lo ha explicado bien Mohamed El Amrani en su Torre Pacheco: manual para una revolución involuntaria.
Lo que resulta preocupante son las coincidencias, importantes y negativas, entre El Ejido y Torre Pacheco: en particular es la débil respuesta de los responsables políticos, de las fuerzas de orden público y de las autoridades judiciales, ante el incremento de la campaña en la calle, incentivada por Vox y los habituales portavoces en redes de extrema derecha, que difunden el lema “cacería”. Sorprende que, pese al despliegue considerable de fuerzas de seguridad, no se hayan producido más detenciones y no se vea particularmente activa a la Fiscalía. Cabe recordar que en el caso de El Ejido las dos únicas condenas fueron para los dos autores de los homicidios. No hubo ninguna para las más de 500 conductas susceptibles de tipificación delictiva.
Sin duda, es importante la tarea de prevención contra la narrativa tóxica, la xenofobia y el racismo, en la escuela, en la calle y en los medios de comunicación. Pero ante todo y a mi juicio, son imprescindibles dos tareas. En primer lugar, que funcione el Estado de Derecho, esto es, que se restablezca la convivencia, que la Policía Judicial, jueces y fiscales persigan de modo diligente los presuntos actos delictivos y que los responsables paguen por lo que han hecho. Y, en segundo lugar, cumplir aquello del facta, non verba: que, en lugar de actuar en garantía efectiva de la igualdad en derechos, nuestros responsable políticos NO se dediquen a negar la realidad y a predicar mantras retóricos como la afirmación, contra toda evidencia, de que este es un país en el que no se dan cacerías contra inmigrantes (como ha proclamado la inane ministra Sáiz con su habitual tono buenista, exento de rigor jurídico, que pone en evidencia la ausencia de voluntad política de cumplir con la legalidad interna e internacional), descalifica a quienes las sostienen. Porque hace falta dejar de hablar de ser humanitario con los inmigrantes, para decidirse, con presupuestos (¡ay!) a invertir en servicios en esos barrios, facilitar el acceso y la garantía de derechos básicos como salud, educación, vivienda y trabajo, en condiciones de igualdad para todos.
Todo eso, la necesidad de una voluntad de hacer política en serio, y no paripés de guiñol, vale en primer lugar, desde luego, para las autoridades municipales y autonómicas que se han mostrado muy comprensivas con esas reacciones de barbarie ante el delito perpetrado en Torre Pacheco, que ha sido el detonante de la situación. En particular, vale el reproche para ese presidente López Miras que se apresuró a retirar las medidas en materia de vivienda para inmigrantes aprobadas por su Consejo de Gobierno y que Vox rechazó de inmediato, hasta el punto de obligar a su propia consejera a un indigno “no lo volveremos a hacer”. Vox manda en Murcia y el PP no puede desentenderse.
- Javier de Lucas es catedrático de filosofía del Derecho en el Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València. Autor de Migraciones: la política.
Fuente: Público 14 de julio de 2025
Para leer más
Dossier de prensa sobre los sucesos de El Ejido en febrero de 2000, elaborado por el Departament de Dret Penal i Criminologia i Dret Internacional Públic i Relacions Internacionals de la Universitat de Barcelona.
Torre Pacheco: una grieta en nuestra conciencia, por AFROFÉMINAS (Rebelión Ecologista, 15 de julio de 2025)
La profecía autocumplida de Abascal y Feijóo, por Ernesto EKAIZER (El Periódico, 14 de julio de 2025)
Fascismo entre invernaderos, por Juan TORTOSA (Público, 13 de julio de 2025)
Ricardo DUDDA en Letras libres, (15-07-05) Torre Pacheco: la señal y el ruido
Carles CAMPUZANO en Agenda Pública (16-07-25): No basta con solo condenar: necesitamos otra política migratoria
Paula CHOUZA/Elsa GARCÍA DE BLAS/Carlos E.CUÉ en El País (16-07-25): La inmigración ahonda la grieta entre bloques en la política española
María RAMÍREZ en elDiario.es (16-07-25): Qué pasó con los disturbios xenófobos en Inglaterra y por qué el polvorín de fondo sigue sin resolverse un año después
Portada: manifestantes a la caza del inmigrante en Torre Pacheco (captura de pantalla de vídeo de rtve.es)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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Excelente artículo. Como argentino hijo de padre y madre españolxs migrantes (apenas dos, de los casi 2 millones de españoles y españolas que llegaron a este país a fines del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX), siento verdadero asco ante la actitud actual de tantos españoles ante la inmigración extranjera. La foto de la portada del artículo del Prof. De Lucas dice mucho acerca de los “valientes” xenófobos españoles de nuestros días: hombres, blancos (quizás imaginarios partícipes de alguna nueva “raza superior”, y hasta de alguna nueva “cruzada”), y con sus rostros ocultos por pañuelos y otros artificios igualmente cobardes. Malditos sean, aunque sólo sea para honrar la memoria de mis honestos ancestros, que ya no me acompañan en este mundo chiflado.
La gran problemática aparece cuando nos olvidamos que sin recursos económicos la situación se complica , es la situación de lo inmigrantes.O son ciudadanos que conforman el tejido social como verdaderos ciudadanos o simplemente mano de obra barata para el trabajo en el campo.Solo enfocando el hecho de su permanencia en el país como trabajadores puede permitir una convivencia en paz.