José Luis Villacañas
La noticia que estallaba este jueves sobre el comportamiento de Íñigo Errejón ha sumido a mucha gente en este tipo de atmósferas que obligan a preguntarse por la realidad de lo que se está viviendo. Seguro que muchos grupos de WhatsApp iban en esa dirección. ¿Es real lo que está pasando? -se pregunta uno todavía al despertarse. La atmósfera es la propia de una pesadilla de la que se desearía salir. Sin embargo, los hechos se muestran implacables. Las denuncias dejaron de ser anónimas y ahora tienen nombre y apellidos.
Lo único relevante aquí desde el principio es lo que ya sabemos. Como manifestaba el frío comunicado de Sumar, las víctimas de acoso se sobreponen a cualquier otra consideración. Es justo que así sea. Ellas merecen nuestros sentimientos de afecto y nuestra solidaridad. La dimensión firmemente convencida de estos sentimientos, dictados por la firme creencia en la necesidad de hacer de la lucha por la igualdad y la dignidad de la mujer un rasgo fundamental de nuestra sociedad, ayudará a dominar otros sentimientos igualmente dolorosos, que también sentimos.
Tiempo habrá de superar este sentimiento de tristeza, de dolor; esta desolación decepcionada. Tiempo habrá para apreciar también todo lo que este acontecimiento tiene de significativo, más allá de las sufrientes realidades personales implicadas. Y ese mismo tiempo traerá las consecuencias políticas de la retirada de escena de un hombre que representaba los ideales de un cambio profundo del panorama político español, el que mejor los comunicaba y los transfería a públicos diversos. Lo que signifique para la política española, sin embargo, dependerá de la convicción compartida de la justicia de sus luchas.
Muchos querrán devaluar esa justicia por la incoherencia confesa de la persona que mejor las representaba. Pero debemos recordar que la inmensa mayoría las defienden con plena coherencia. Otros desearán vincular de manera intrínseca esa justicia a la defensa que llevaba a cabo la inteligencia política, sin duda brillante, de Errejón. Pero en este sentido, y como decía Saavedra Fajardo a mitad del siglo XVII, en el peor momento de la historia de España, nunca ha dejado de parir este país un puñado de personas dotadas de convicciones e ideales de justicia capaces de hacerlos llegar al público y defenderlos con rigor.
Y vendrán, porque están ahí. No conviene elevar precipitadamente las retiradas personales de escena a melancolía generacional. Conozco el libro de mi amiga Clara Ramas, y sé las experiencias desde las que se ha escrito. Sé lo duro de combatir contra el dispositivo imponente, implacable, sectario, áspero e injusto que domina en la Comunidad de Madrid. Pero ella también sabe que la melancolía no es productiva cuando se está en la batalla. Mañana, cuando la noble lucha por las ideas y por una política decente acabe, nos entregaremos a la melancolía.
El filósofo, Clara también lo sabe, vive de la realidad emocional de sus ideas, y estas son trascendentes a las personas. El puñado de jóvenes que se arremolina en la Asamblea de Madrid, que es el verdadero frente político de España, está vivo. Ni puede pensar en melancolías ni es la juventud el lugar para que la reflexión sobre el pasado se imponga. La lucha es realista y reconocer una derrota también lo es. Eso no es melancólico. Esa juventud lucha cada día con fuerza en la Asamblea, en los ministerios, en las calles. Lo hace contra la ley universitaria que pretende imponer una administración enemiga de toda inteligencia, cuya voluntad es destruir la Universidad pública, asfixiada por la carencia de fondos que se dirigen a universidades con ánimo de lucro, en una fronda orquestada de complicidades traidoras.

Esa juventud sigue trabajando y lo hace denunciando la política de sustitución de servicios públicos por privados en educación, en sanidad y en dependencia que es inevitablemente ruinosa, porque nadie podrá impedir que esos servicios privados entren en crisis si quieren atender las necesidades actuales de las poblaciones. Por eso tendrán que optar por tratos despiadados y criminales, como se vio en las residencias de mayores en la pasada pandemia, o enjugar deudas con el dinero público bajo las formas más espurias.
Esa juventud sigue luchando, denunciando una forma de explotación desconsiderada y rabiosa con motivo de la vivienda, cuya escasez fomenta, acumulando sobre Madrid todos los recursos de la inversión extranjera y vaciando de población media España, sin importarle llevar a la juventud a una vida arruinada antes de echar a andar, para engordar las tripas de inversores internacionales despiadados. Esa juventud sigue luchando porque esa lucha es justa y no puede venirse abajo porque uno de ellos no haya podido vivir con coherencia en medio de esas luchas. En ese frente se ha formado una juventud veterana que todavía tiene mucho que decir.
Lo que emergió en el 15M era algo que se había ido forjando lentamente y que fue previsto por todos los desubicados en el bipartidismo español, por todos los que habían luchado desde dentro y desde fuera por dignificar aquellos partidos. Eso no fue una moda pasajera, ni un volcán. Fue una realidad sustantiva. Puede tener más o menos seguidores, pero su dimensión es objetiva. Creo que pertenece a lo que se llamaba antiguamente razón de Estado. Forma parte de la salud pública. Y cuando la sociedad tiene problemas objetivos, siempre emerge la fuerza subjetiva que los hace conscientes y lucha por ellos. Lo importante es aprender de las experiencias y superarlas. Entre otras cosas porque ayuda a olvidar el sufrimiento personal.
Para saber más: Ignacio Sánchez-Cuenca La maldición de la segunda legislatura
Guillem Martínez, Lo del linchamiento
Lola García. El canto del cisne
Arantxa Tirado. De ética, política y patriarcado
Vanesa Jiménez Errejón y la tragedia
Santiago Alba Rico Itziar Ziga Raque Ogando. Linchamiento
Nuria Labari Lo de Errejón no es un linchamiento
Justa Montero. “Urge abrir el foco, cambiar el marco del debate y politizarlo”
Jose Luis Villacañas Balance 2024: el caso Errejón
Fuente: El Periódico de España 27 de octubre de 2024
Portada: Iñigo Errejón tras el Pleno del Congreso de los Diputados el 26 de septiembre de 2024 (foto: Fernando Villar/Efe)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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En los grupos humanos aparecen personas que no cumplen ni ética ni moralmente con los valores que en la convivencia de la sociedad son necesarios,por ello hay el sistema público que debe tener la forma de proceder en estos casos,para que queden en casos aislados y no se conviertan en lo cotidiano.
Como podría ser lo cotidiano de una corrupción,por ejemplo en España,que lleva decadas sumiendo el país en la aceptación de la corrupción como algo cotidiano.
El fenómeno de las denuncias y de asuntos penales por acoso sexual I crimen de violacion es lógico después de siglos de silencio. Lo que me extraña es que la prensa se escandalize por agresiones de gente de izquierda. Los humanos de izquierda también cometen agresiones y violaciones. También deciden ciertos jefes de partidos o de empresas despidos, sanciones, acosos. Todo, todo abuso reprimido por el código penal tiene que ser juzgado igual que otros crímenes prohibidos por el código penal. Luis Bertrand Fauquenot, 28/10/2024
Ha predominado en los enfoques de los políticos y los media la información, el comentario -a veces morboso- y la crítica de los desmanes sexuales de Errejón. Lógicamente, no se ha posido salvar de una condena radical generalizada, más en una sociedad tan sensible a estos asuntos como la española.
De ahí parte también el artículo de Villacañas, que luego se adentra en valoraciones más políticas. Y el elemento principal del discurso es la tesis de que la inmensa mayoría de los que se han movido y mueven en terrenos políticos cercanos a Errejón son buena gente y van a seguir luchando como hasta ahora. Cierto: no será la primera vez que atrevesemos desiertos y sin ningún Moisés a la cabeza. Yo comparto esa idea, pero conviene no insistir tanto para que algunos no lo interpreten como una “excusatio non petita”. Y, además, gente decente la hay en otras partes, no solo en la izquierda.
Pero donde disiento es en la valoración tan encomiástica del sujeto político del que habla: brillante, el mejor representante de ciertos valores, buen comunicador… Ahora Errejón es un cadáver político y, como está mal hablar de los muertos, me limitaré a decir que ha sido coresponsable de ciertos movimientos divisivos de la izquierda en momentos delicados. Tal como lo veo, ha sido uno de los factores causales de la desastrosa (para la izquierda) situación política de Madrid y más en general. “Que se aparta o desvía de la dirección principal o recta”. Es como define el DRAE lo “transversal”, gran lema de Errejón. No digo más, salvo que estas movidas de un sitio a otro en la izquierda son especialmente peligrosas cuando la bestia parda hace acopio de fuerzas y acecha por todas partes.
EL comportamiento de Errejón con las mujeres que maltrató le condena al olvido. Y me parece justo que así sea. Poco me importan sus logros políticos, su vida y milagros. Este farragoso artículo de opinión sobraba.