El silencio no detiene la ocupación y el genocidio de Gaza

Conversación sobre la historia


 

Presentación

Ricardo Robledo

 

“El neoliberalismo ha terminado”, así se inicia el ensayo Le monde confisqué del economista Arnaud Orain que ha merecido la reseña de B. Milanovic. [1] Según nos cuenta este autor, que estuvo veinte años trabajando en el Banco Mundial,  el empuje de la globalización neoliberal alentado por la caída del muro de Berlín ha tenido un reinado efímero:  1) la libre circulación de mercancías, aparte de  la tendencia a los bloques comerciales, la frenan los aranceles (las administraciones de Trump pero también la de Biden lo han hecho con China); 2) la circulación de la tecnología está limitada por las supuestas preocupaciones de seguridad; 3) la circulación de capital se reduce porque a los chinos (y más recientemente a los japoneses, como en el caso de US Steel) a menudo no se les permite comprar empresas estadounidenses; 4) sobre las restricciones a  la circulación de mano de obra no se salva la Unión Europea que “se enorgullece de su multiculturalismo y multietnicidad, mientras que, al mismo tiempo, construye fronteras físicas en las zonas limítrofes y ha incrementado las patrullas antinmigrantes en el Mediterráneo” [2]. En conjunto las políticas neoliberales han perjudicado a las clases medias occidentales: “No es casualidad que 77 millones de personas votaran por Trump, ni es casualidad que movimientos similares estén ocurriendo actualmente y desestabilizando políticamente a grandes países occidentales como Alemania y Francia”.Ib.

En suma, ni los economistas neoliberales convencionales ni la administración norteamericana, ni  otras…  comparten los principios esenciales de la globalización neoliberal. El orden económico internacional ha mutado aunque resulte complicado tipificar el que se está gestando. Arnaud Orain lo denomina “capitalismo de la finitud”, visión muy alejada por tanto de los presupuestos de los economistas clásicos o de los creyentes en el progreso ininterrumpido. De hecho, no hallamos en su libro ninguna referencia a Stuart Mill y tan solo una a David Ricardo.  Se cita a Adam Smith, pero no siempre como autoridad sino para desarmar “la fábula del comercio” (p. 253), o la afirmación de que todos ganan con la colonización (p. 282). En suma, “un economista con una educación convencional entra en un mundo completamente diferente” al consultar el libro de Orain, subraya Milanovic. En contraste, Gustav Schmoller (1838-1917 ), representante distinguido de la Escuela histórica alemana,[3] es uno de sus preferidos para debilitar la interpretación Whig de la historia: la creencia de que las “buenas” instituciones de la primera modernidad occidental hicieron progresar la libertad individual, el derecho y las innovaciones, algo difícil de asumir si se pasa por alto la historia de las compañías privilegiadas (VOC, WIC, EIC)  con todos sus monopolios, esclavitud y violencia (p. 256).

El libro de Orain cabe integrarlo  en la corriente crítica  de la economía política que lleva como poco dos siglos demostrando las limitaciones o incongruencias del laissez faire según puede apreciarse en los post de Economía para escépticos. Por una parte robustece con nuevas lecturas las causas del desigual desarrollo de la riqueza de las naciones  que difundieron autores como  Ha-Joon Chang o Erik S. Reinert a principios de este siglo. [4] Por otra parte, capítulos  como el de “El eterno retorno de los imperios” refuerzan la idea de un “capitalismo mercantilista” para concluir, siguiendo a Polanyi, que el liberalismo no puede por menos de generar su antítesis, un capitalismo iliberal y autoritario (p. 310).

La explicación que más desconcierta a Milanovic es la importancia concedida, más que a la variable ecológica, a la “ecología de la guerra” que propone el filósofo Charbonnier en el que se basa Orain.  Milanovic  es rotundo en la discrepancia y se remite a su libro en ciernes que no deja de ofrecer un guiño a Polanyi: The Great Global Transformation: National Market Liberalism in a Multi-polar World. En la presentación de Penguin leemos que  Milanovic detalla los hechos: cómo el creciente poder económico de Asia está creando una nueva “clase media” global en la mayor reorganización de ingresos desde la Revolución Industrial, explora nuestros miedos a la vez que nos muestra la lucha que nos espera: con el regreso de la plutocracia, la amenaza de la guerra global y un nuevo sistema moldea silenciosamente nuestras naciones, llevando el descontento al límite.

[1] Economista e historiador, director de estudios de la EHESS. Orain había publicado en 2018 La politique de merveilleux. Un autre histoire du Sistème de Law  (Fayard) y en  2023  Les Savoirs perdus de l’economie. Contribution à l’equilibre du vivant (Gallimard) donde se analiza esa divisoria de fines del siglo XVIII (que se ha producido más de una vez) entre producción científica y aspiraciones de la sociedad. Reseñas en Journal European of Economic Tought  (2024) y en Oeconomia (2023).

[2] Me baso en  Milanovic, “How the mainstream abandoned universal economic principles”, Substack 8 de enero de 2025.

[3] La Escuela consideró como objeto primordial de investigación el proceso de desarrollo económico-social nacional, mantuvo una actitud profundamente crítica frente al individualismo y la Economía Política anglosajona y adoptó una posición ética que la llevó a buscar en el Estado patriarcal del Imperio Alemán un instrumento de reformas sociales”, Luis A. Rojo, Ensayos de Economía y pensamiento económico. Madrid 2004. Reseña en R. Robledo en Hispania. pp. 776-781.

[4]  Retirar la escalera  2004. Erik S. Reinert, La globalización de la pobreza. Cómo se enriquecieron los países ricos  y por qué los países pobres siguen siendo pobres. 2007 p. 307. Para este autor, la principal consecuencia  de la teoría de las ventajas comparativas es hacer moralmente defendible el colonialismo.

Para el contexto histórico de las politicas comerciales  en los años treinta del siglo pasado, Podcast de la AEHE  Todo comenzó ayer, episodio 79. Monográfico «Arruinar a mi vecino», con participación de R. Robledo, Concha Betrán, Albert Carreras y Fernando Guirao.

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El capitalismo de la finitud: pesimismo y belicosidad. Una reseña de Le Monde confisqué de Arnaud Orain

 

Branko Milanovic*

 

Hoy en día existe una opinión ampliamente compartida de que la era de la globalización neoliberal está llegando a su fin. (He escrito sobre el asunto aquí). Está mucho menos claro qué tipo de sistema internacional y nacional sucederá al neoliberalismo. Hay muchos candidatos aparentes porque, parafraseando a Yogi Berra, es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. Sin embargo, la historia económica puede ayudar. El nuevo libro del economista francés Arnaud Orain nos lleva en esa dirección al examinar la naturaleza cíclica del capitalismo mundial en los últimos cuatro siglos. Según Orain, estamos entrando en uno de los reajustes periódicos del capitalismo, del libre comercio al “comercio armado” característico del mercantilismo. Además, en la lectura de Orain sobre el capitalismo, son las épocas de mercantilismo las que fueron más habituales que los tiempos de laissez-faire y libre comercio. Considera tres de estos períodos (mercantilistas): la conquista europea del mundo (siglos XVII y XVIII), 1880-1945 y el presente.

Las características más importantes del mercantilismo son que considera el comercio, y quizá la actividad económica en general, un juego de suma cero, y crea un mundo que no está ni en plena paz ni en plena guerra. El estado normal del mercantilismo es un estado constante de conflicto, ya sea librado por las armas o por una multitud de otros medios coercitivos (piratería, limpieza étnica, esclavitud, etc.). El mercantilismo implica (i) el control de las vías por las que se transportan las mercancías, lo que, en el pasado como ahora, significa el control de los océanos, (ii) la preferencia por la integración vertical de la producción y el comercio, lo que implica monopolios y monopsonios, y (iii) la lucha por la tierra, ya sea como fuente de materias primas y alimentos (especialmente cuando se imponen las ideologías maltusianas) o como tierra en forma de puertos y almacenes para complementar el poder naval. El libro se divide en consecuencia en tres partes (cada una de ellas compuesta por dos capítulos) que repasan sucesivamente la competencia naval, los monopolios y el acaparamiento de tierras en las dos épocas mercantilistas anteriores. Esta es la lucha por los mares y la tierra; de ahí el título del libro Le Monde confisqué.

Puerto de Balboa, en el canal de Panamá (imagen: lloydslist.com)

Uno de los principales papeles ideológicos se asigna al estratega naval estadounidense Alfred Mahon, que ha formulado lo que Orain define como las dos “leyes”. La primera sostiene que existe una progresión natural de un país desde ser un gran productor de bienes, como lo es China ahora, hasta necesitar enviar estos bienes al extranjero y, por lo tanto, controlar las rutas navales. Debe convertirse en una potencia naval o, idealmente, en una hegemonía naval. También necesita crear un conjunto de entrepôts para apoyar su despliegue naval. La segunda ley de Mahan es que no existe una diferencia clara entre las armadas comerciales y las armadas de guerra. Dado que el comercio está “armado”, la distinción entre ambos desaparece en gran medida, y Orain ofrece muchos ejemplos históricos en los que las flotas comerciales o de guerra holandesas, inglesas, suecas, danesas y francesas desempeñaron ambos papeles. Esto establece la atmósfera general de “ni guerre, ni paix”. Las guerras están, se podría decir, “tous azimuts”, por todas partes, pero sin profundidad.

El mercantilismo es el capitalismo de las “finitudes”, un término muy adecuado introducido (¿o acuñado?) por Orain que puede referirse a la constatación de que los recursos naturales son finitos o de que la actividad económica se percibe como un juego de suma cero. (Volveré a esto al final de la reseña.) El libre comercio correspondería, por implicación, a las épocas en que nuestra visión del mundo es más expansiva, más amplia y más optimista: tendemos a creer que (con el tiempo) habrá suficiente para todos. El mercantilismo es ese mundo en el que “no habría suficiente para todos”, la frase final del libro.

Orain presenta un extraordinario y rico lienzo histórico de la conquista europea y las “semiguerras” intraeuropeas en tierras extranjeras durante los siglos XVII y XVIII. Compañías como la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, la Compañía Británica de las Indias Orientales, la Compañía Francesa de las Indias Orientales, la Compañía de África Occidental y similares desempeñan un papel clave. Orain destaca que las empresas a menudo habían asumido funciones gubernamentales (el caso más famoso es el de la Compañía de las Indias Orientales), extrayendo los derechos “regalianos” de los gobiernos de origen e imponiendo por la fuerza su autoridad sobre los gobiernos de las tierras conquistadas. Aunque conocía las líneas generales de la competencia naval de la época, en los dos primeros capítulos encontré muchas cosas nuevas para mí (especialmente en lo que respecta a la conquista francesa de África Occidental) y que requieren algo más que un conocimiento superficial de la estrategia naval. Actualmente, se considera que China y sus empresas estatales (especialmente COSCO Shipping) siguen el mismo camino que la VOC holandesa y las compañías británicas y francesas de las Indias Orientales. China también, según Orain, obedece la primera “ley” de Mahan: como potencia industrial continental debe expandir su influencia sobre los mares para poder enviar y vender sus mercancías. Se subrayan los aumentos navales cuantitativos de las diversas flotas de China (en número de buques y su interoperabilidad entre funciones comerciales y bélicas) y el correspondiente declive de las flotas estadounidenses: de los siete astilleros estadounidenses capaces de producir grandes buques en la década de 1990, solo queda uno.

De izquierda a derecha: Hugo Grocio (1583-1645) retratado por Michiel Jansz. van Mierevelt  François Véron Duverger de Forbonnais (1722-1800) retratado por Maurice Quentin de La Tour; y Gustav von Schmoller (1838-1917) (Wikimedia Commons)

Me gustaría centrarme en dos cuestiones. En primer lugar, una lectura completamente diferente de la historia del pensamiento económico que implica la visión del capitalismo como un sistema mercantilista. Los escritores franceses anteriores a los fisiócratas, como Forbonnais; Grocio, el asesor jurídico de la VOC y justificador del comercio armado, incluida la incautación de barcos de propiedad extranjera; Gustav Schmoller y la Escuela Histórica Alemana, son ahora referencias cruciales. Del canon ortodoxo, solo “sobreviven” Smith (que, creo, es inevitable porque sus escritos se sitúan en la frontera ideológica y cronológica exacta entre el libre comercio y el mercantilismo), Marx y Schumpeter. Ricardo, Marshall, Walras, los teóricos del equilibrio general, Keynes y muchos otros apenas se mencionan, o no se mencionan. No es un capricho del autor. Se deriva directamente de su lectura del capitalismo como un sistema de producción forzada y comercio armado. Un economista con una educación convencional entra en un mundo completamente diferente: como en una sala de espejos distorsionados, muchas características son familiares pero se muestran de una manera nueva y aparentemente deformada, mientras que muchas otras son completamente nuevas.

Mi única objeción (pero no es una objeción menor) es la explicación de Orain sobre el cambio a la “finitud” mercantilista, especialmente al final del libro, que trata sobre el control de la tierra: se presenta como algo debido a la naturaleza agotable de los recursos. No me convence. La actual transición del libre comercio al mercantilismo, y a la percepción del comercio como un juego de suma cero, no se debe a algún cambio observable en la disponibilidad de recursos naturales. El mundo no ha descubierto de repente en los últimos cinco o siete años que no habrá “suficiente para todos” en un sentido físico. Más bien, lo ha descubierto en un sentido ideológico. ¿Por qué? Mi argumento es que la transición al capitalismo de las finitudes no se ha producido porque nos hayamos dado cuenta de las próximas escaseces reales, sino por el auge de China y de Asia en general. El auge de China, el nuevo y gran actor en la escena internacional, con un sistema político diferente al occidental, es un desafío hegemónico. Mantener la globalización neoliberal como antes —se ha dado cuenta Occidente— significa una segura dominación final por parte de China. La percepción del declive occidental (si no se cambia nada) ha llevado a Occidente a una postura más radical y belicosa en la que el mundo se ve realmente como finito porque “si hay más para China, hay menos para nosotros”. La evolución que Orain describe tan acertadamente no se debe al cambio físico “real” en la cantidad de recursos, sino a la anticuada competencia estratégica por la primacía en el mundo. Las causas que subyacen al paso al mercantilismo no son “objetivas” ni físicas, sino políticas.

P.D. Este último punto es, por cierto, el tema de mi próximo libro The Great Global Transformation: National Market Liberalism in a Multi-polar World, Penguin’s/Allen Lane, noviembre de 2025.

*Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es “Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría” (Taurus, 2024).

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

Fuente:  Letras Libres 21 de marzo de 2025 y Conversación sobre la historia

Publicado originalmente en el Substack del autor.

Portada: El vapor Nemesis de la Compañía de las Indias Orientales y los botes del Sulpher, Calliope, Larne y Starling destruyen los juncos de guerra chinos en la Bahía de Anson, el 7 de enero de 1841,  G.W. Terry Private Collection / Bridgeman Images

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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