Enric Juliana

 

El 10 de enero del 2014, numerosos vecinos del barrio burgalés de Gamonal se levantaron contra la decisión municipal de gastar 8,5 millones de euros en la construcción de un bulevar. Protestaban por el elevado coste de las obras y por la pérdida de plazas de aparcamiento gratuitas como consecuencia de la reducción de carriles en la calzada. Entre el 10 y el 17 de enero tuvieron lugar diversas manifestaciones. A medida que la protesta avanzaba, empezaron a quemarse contenedores y se produjeron ataques a sucursales bancarias. La autoridad gubernativa desplegó centenares de policías, reforzados por unidades antidisturbios. Toda España hablaba de Gamonal, un barrio de origen obrero en el que vive un tercio de la población de Burgos y en el que PSOE y PP se disputan siempre la primera plaza. Tras varios días de protestas, el alcalde ordenó paralizar las obras. Con flores blancas bajo el asfalto, puesto que hace muchos años en aquel arrabal burgalés se cultivaban gamones para el forraje, Gamonal se convirtió en símbolo de la España cabreada. Enero del 2014.

 Jaime Miquel lo captó AQUÍ. El analista electoral que con mayor prontitud adivinó lo que se estaba cociendo en la España convaleciente de la crisis financiera del 2008, empezó a utilizar el término Gamonal para conceptuar a la franja de población, cada vez más numerosa, que se situaba “enfrente”. No a la izquierda, enfrente: enfrente del mando. Los disconformes, los hastiados, los dispuestos a salir a la calle para protestar, los que querían que algo serio cambiase. Miquel contaba con dos ventajas en su puesto de observación: vivió muchos años en València, algo alejado de las lentes ópticas de Madrid, y se crio entre sondeos de opinión, puesto que su padre fue uno los primeros encuestadores de España, con licencia del Instituto Gallup.

Gamonal simbolizaba la España que se situaba “enfrente”, por motivos sociales, políticos o de identidad nacional. En vísperas de las elecciones europeas de mayo del 2014, esa España disconforme sumaba más que los dos partidos principales, PP y PSOE. Sumaba más, pero nadie la articulaba, dada su gran heterogeneidad.

En las citadas elecciones europeas surgió Podemos como un trueno, con el rostro de Pablo Iglesias , el chico malo de las tertulias televisivas, impreso en las papeletas. En junio abdicó el rey Juan Carlos, por motivos que ahora se entienden mejor. En otoño estallaba el escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid, el consejero de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados , entraba en prisión, se estrenaba una obra de teatro sobre el caso Gürtel, tenía lugar una consulta informal sobre la soberanía de Catalunya, medio tolerada por el Gobierno de Mariano Rajoy , y Podemos escalaba hacia el 26% en los sondeos de Metroscopia, a los que siempre hay que prestar atención. Se encendieron entonces todas las alarmas. En algunos despachos de la Policía se empezaron a redactar informes, el comisario Villarejo recibió nuevos encargos y todo lo que ha venido después es conocido. Son muchas las cosas que han venido después en un país que no ha tenido ni un minuto de descanso desde el día en que quebró Lehman Brothers.

Gamonal se ha vuelto a incendiar esta semana. Un centenar de personas, la mayoría jóvenes, salió a la calle el pasado viernes para protestar por la restricción de movimientos. (La ciudad de Burgos se halla confinada desde el pasado 19 de octubre). Eran muchos menos que en el 2014, pero la policía se vio obligada a retroceder bajo una lluvia de piedras y adoquines. Los refuerzos tardaron en llegar, puesto que se hallaban controlando otra manifestación en Miranda de Ebro. Hubo vecinos que salieron a los balcones para aplaudir a la Policía y algunos participantes en las protestas del 2014 escribieron en las redes sociales que no se sentían identificados con aquella violenta manifestación. Sin embargo hay nexo entre los dos Gamonales: la rabia y el “enfrente”.

Anoche se registraron actos vandálicos en Logroño, una de las ciudades más tranquilas de España. Una ola de altercados recorre el país, con participación de gente muy diversa, pero la batuta estratégica esta vez la lleva Vox, partido que superó a Podemos en Gamonal en las últimas elecciones generales.

Hace diez días, Santiago Abascal no dio la talla en la defensa de su moción de censura, pero Vox sembró. La moción sirvió para dotar de un poderoso altavoz a las consignas de la derecha radical norteamericana sobre la epidemia. Abascal señaló como culpable al financiero de origen húngaro George Soros (el retorno a la paranoia medieval: una conspiración secreta liderada por un judío rico) y el nombre de Soros aparecía el viernes en las pancartas de Barcelona. Más que ambicionar una victoria institucional, Vox buscaba ampliar el campo de batalla. La extrema derecha quiere capitanear el “enfrente” del 2020, movilizando a descontentos de todo tipo en el interior de la perversa espiral en la que nos está colocando la epidemia. Es mucho lo que está en juego, en España y en toda Europa.

Uno de los carteles convocantes de las protestas de estos días se refiere a la infausta cena que tuvo lugar el pasado lunes en el Casino de Madrid, convocada por el periodista Pedro J. Ramírez , con asistencia de ministros y destacados políticos. Los carteles exigen libertad de movimientos para trabajar y señalan como culpables a los notables del Casino. La galaxia Vox ha entendido bien lo que significa situarse “enfrente”, pero, curiosamente, en la ciudad de la cena no se han convocado manifestaciones incendiarias.

 
Fuente: «Gamonal» La Vanguardia, 1 de noviembre de 2020

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Portada: Imágenes de los disturbios que tuvieron lugar en Gamonal en el 2014 (AP)

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2 COMENTARIOS

  1. No estoy muy de acuerdo en ese «nexo» entre las movilizaciones de Gamonal (Burgos) en 2014 y 2020. Aunque Juliana reconoce que algunos participantes en las primeras no apoyaron las segundas y que hubo vecinos aplaudiendo a la policía ve un «nexo» entre ambas: la rabia y el «enfrente». No es mucho decir: la rabia, como el miedo, puede surgir aquí o allá como sentimiento colectivo y estar enfrente de de otros o de los gobernantes es propio de cualquier agente político.
    Sin embargo, las movilizaciones de 2014, más allá de su expresión violenta, tenían unos objetivos, cierta unidad de acción y, desde luego, no eran ajenas a la izquierda, como se insinúa. Las asociaciones de vecinos, partidos y sindicatos son muy activos en Gamonal desde la época del desarrollo industrial, cuando emergió el barrio, y su historial de lucha viene de muy atrás. Más de una vez consiguieron sus objetivos: parar una obra pública lesiva, crear un nuevo instituto o urbanizar zonas abandonadas.
    Nada de esto se observa en 2020. La casual confluencia de negacionistas, neonazis y jóvenes frustrados no da más de sí que una reivindicación de «libertad» absurda, pues no conduce a nada si lo que trata es levantar las medidas sanitarias en una situación de emergencia. Como dijo la portavoz de UP, hay que movilizarse, pero no por eso y no así.

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